CAPÍTULO 14: Una noche de vino (Parte I)
Manasés
Peppino nos había llevado a un restaurante normal, no era muy prestigioso como estaba acostumbrado, pero tampoco estaba mal. Se encontraba cerca al lugar de donde daban funciones, pero no cerca mi casa, Peppino prácticamente había dado por hecho todo y ni me dejó excusarme; Grettie me miraba con disculpa, apenada.
En ese momento estábamos sentados a la mesa esperando el menú, por mi parte estaba nervioso intentando llamar a Estefany para pedir permiso, o prácticamente para avisarle que me esperaran un poco más tarde, pero ella desviaba la llamada. Llamar a Armando no era una opción, ahora que ya no estaba mi tía Adelaida para interceder por mí, me daría un rotundo «no» como respuesta. Llamé a Emiliano también, pero tenía el celular apagado, entonces probé suerte con Rosita, pero justo mi celular se apagó por baja batería.
—Ay non —exclamé frustrado y alterado, pero en voz baja para que Peppino y Diana no me oyeran, pues ellos parecían emocionados por la cena.
—¿No contestan, verità? —me preguntó Grettel apenada, en un susurro.
—Non, de paso se me apagó il cellulare —farfullé frustrado.
—En serio perdonami, es que no hay forma de disuadir a mi padre. Davvero estoy muy apenada contigo, yo no sabía de esto. —Se disculpó Grettel conmigo, todavía manteniendo el perfil bajo.
—No es tua colpa, tu padre tiene parte de ella aunque no lo hizo con mala intenzione, él solo quiere conocerme y míralo, está entusiasmado. La colpa la tiene Armando que es tan estricto, si solo dependiera de Estefany o Emiliano, ellos no me harían tanto lío. —Comenté frustrado, murmurando para no ser oído.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —inquirió Grettel preocupada y yo negué con la cabeza en respuesta.
Tenía que avisar a mi casa que llegaría tarde, o irme de allí; pero no podía dejar plantada a la familia de Grettel, no tenía más opción que quedarme allí y apresurarme al comer.
—¿Qué tanto cuchichean por aquí? ¿Y perché tanta preocupación, muchacho? ¿Es que no te agrada estar aquí? —me interpeló Peppino con su tono directo y animado de siempre.
—No es eso, sino que... —Quise responder, pero Peppino me interrumpió.
—¿O es que no estás acostumbrado a este tipo de ristoranti? Si es por eso no tienes nada de que preocuparte, te aseguro que aquí tienen las mejores comidas, hasta quizá mejor que las de los ricachones. Vi cómo les sirven a ellos y apenas es un puñadito en comparación al banquete que te van a servir aquí. Yo creo que los ricachones como tú sempre andan haciendo dieta, in speciale esas fifís que quieren conservar la línea y no sé cuántas cosas... —Alardeaba Peppino, ensimismándose en sus palabras, pero Grettel lo interrumpió; ella lo miraba con reprimenda y Diana con gracia.
—Papá, papá —lo detuvo Grettel—. Manasés no se refiere a eso, eso no tiene nada que ver. Lo que pasa es que está preoccupato porque lo trajiste aquí sin que haya aceptado cenar con nosotros y él tiene que ir a su casa, o por lo menos avisar que va a llegar tarde y no le diste opzione a eso. Se llevará una buena reprimenda en casa —explicó con suma preocupación.
—Ay Grettel, Grettel, tú sempre tan correcta. Discúlpala Manasés, es que ella no comprende lo que es hacer una locura, además esto solo es una cena... —Peppino fue divagando, Grettel solo volcó los ojos y puso su mano en el mentón, como resignándose—. ¿Pero no te van a regañar así davvero, verità? —se sobresaltó parando abruptamente, yo solo pensé: «¿Recién se da cuenta?»
—La verità, sí —respondí.
—Uy, te giuro que no había pensado en ese detalle... ¿Metí la pata, non? —les preguntó Peppino temeroso a sus hijas; Grettel asintió, mas Diana reaccionó de otra forma.
—Sí, pero eso no importa ya. Manasés, solo relájate; es una cena nada más, nos vamos a conocer, hasta quizá divertir. Luego les dices a tus tutores que tuviste un contratiempo o que intentaste avisarles, lo que sea. Tampoco estás haciendo nada malo, vas a ver, con los años hasta te vas a reír de esto, tómalo como una primera locura de adolescente, que ya muy pronto vas a entrar a esa etapa. ¿O acaso tus tutores nunca hicieron algo loco? Y ni tan loco, solo es una cena, además no te tomará mucho tempo. —Me animó Diana alegre y animada, ella parecía ser el polo opuesto de su hermana en la personalidad—. Y para que estés más tranquillo yo le envío un mensaje de texto a tuo fratello explicándole tutto, pues no tengo mucho saldo —añadió sonriendo.
Pensándolo bien tenía razón, solo era una cena después de todo, solamente me llevaría una regañina y si Armando me castigaba le avisaría a mi padre. Lo decidí, iba a disfrutar de la cena y conocer más a la familia de Grettel.
—Va bene, de todos modos mi tutor sempre anda gruñón, ya estoy acostumbrado. Y grazie, Diana —acepté y alegué encogiéndome de hombros, ella asintió.
Los rostros de don Peppino y Diana en consecuencia se tornaron sonrientes, en cambio Grettel me miró con sorpresa.
—Eccellente muchacho, eccellente, entonces ya eres uno de los nuestros. —Me felicitó Peppino entusiasta, palpándome el hombro ya que estaba sentado a mi lado. En eso llegó el mozo con cuatro menús.
—¡Oh, Peppino! Me alegra veros por aquí, hace tempo que no veníais —lo saludó animadamente el mozo.
—Davvero lo sento mi amigo, es que tuve muchos contratiempos, pero aquí nos tienes.
—Veo que estáis acompañados —mencionó el camarero refiriéndose a mí y esbozando una amable sonrisa.
—Oh sí, él es Manasés, un amigo de mi figlie menor.
—Piacere di conoscerti —le dije al mesero extendiéndole mi mano.
—Igualmente —mencionó este estrechándola—. ¿Es la primera vez que vienes por aquí? —me preguntó amablemente y yo asentí—. Entonces espero que disfrutes tutto lo que tenemos para ofrecerles. Elijan lo que deseen —nos animó dándonos los menús. Lo observé detenidamente y elegí un platillo.
—Yo quiero Bistecca alla Fiorentina —pedí.
—Yo quiero Pasta con le sarde —pidió Diana.
—Yo quiero Canelones, per favore —pidió Grettel.
—Y yo quiero Carpaccio y un buon vino, elijo Brunello di Montalcino, que es de buena Toscana; quiero dos botellas —Peppino terminó de pedir.
—Enseguida —respondió el garzón y se fue por la orden.
—Yo creo que podríamos empezar a conocernos —comenzó Peppino—. Hay algo que me llama la attenzione, ya sé que tu padre está en prisión y davvero lo lamento mucho pero, ¿qué pasó con tu madre? Si ella también era dueña de Vestirsi Bene —me preguntó extrañado, frunciendo el ceño.
—¿Ricorda la vez que le pregunté que si iban a Buenos Aires en Argentina? —le interpelé y él asintió.
—Sí y hasta me pareciste un entrometido. Mi dispiace, es que ese día no nos fue muy bene que digamos pero ya, regresemos al tema.
—Pues mi madre emigró allí hace un año —contesté.
—Ay non, lo sento di nuovo. ¿Pero entonces dónde viven tú y tuo fratello? ¿Qué pasó con su mansión? —me interrogó Peppino con interés y extrañeza.
—Aunque deteste a mi tutor, debo admitir que grazie a él y su esposa seguimos viviendo en nuestra casa. Verá, don Armando Sandoval y Estefany Salinas eran los socios mayoritarios de Vestirsi Bene después de mis padres y también eran sus amigos. Y pues, cuando ocurrió lo que ocurrió ellos compraron nuestra casa, puesto que el Estado nos embargó tutto, pero no se la quedaron, sino que volvieron a ponerla a nombre de mis padres. Luego cuando mia mamma emigró a Buenos Aires ellos le ofrecieron a mis padres hacerse cargo de nosotros y que pasáramos a su tutela, también hacerse cargo de Vestirsi Bene y junto con mis tíos hacerse cargo también del gasto legale para papá, hasta que tutto se solucione. —Le expliqué y conté, Peppino asentía sin mucho convencimiento.
—Qué buenas personas son, non? —comentó Peppino, pero por un momento me pareció que había ironizado—. Muchacho en esta vita nadie, absolutamente nadie te hace un favore porque sí. No te lo digo porque sea malo non, pero algún tipo de interesse tuvieron que tener esos señores, puesto que mantener a hijos ajenos por mucho amore o amistad verdadera, que te lo crea Peppa Pig. Solo piensa, tú mismo dijiste que ellos eran los socios mayoritarios después de tus papás, eso implica que si ellos no estaban, ellos quedarían como dueños, administradores y accionistas mayoritarios de tooda la empresa, además: ¿Como sabes tú que realmente regresaron la casa a tus padres? —me cuestionó con perspicacia e intuición, poniendo ambas manos bajo su mentón y mirándome fijamente.
Yo realmente no me esperaba esa observación, en la cual nunca había pensado, hasta ese momento. Armando y Estefany, mis tutores, ¿culpables de…? ¿Entonces por qué se habían tomado tantas molestias con Emiliano y conmigo? No podían ser ellos. No podían.
—Ellos lo dijeron, además mis padres confiaban en ellos, son amigos. Aparte puede que no me lleve bene con Armando, pero con Estefany sí, y ambos sin que seamos nada de ellos nos mantienen e incluso con las mismas comodidades. —Argumenté intentando sonar seguro, pero inevitablemente la duda se había infundido.
—Su palabra y la confianza no son prueba suficiente, además ustedes ya no saben lo que realmente pasa en Vestirsi Bene, no paran allí... —Alegaba Peppino, pero Grettel lo interrumpió.
—Papá, basta. —Le pidió seria y cortante, ambas hermanas lo miraban con reproche.
—Mejor pasemos a lo rico, ¡miren! Allí llega la comida. —Diana cambió de tema con satisfacción. Y era cierto, ahí llegaban dos mozos con nuestras órdenes.
—Miren estos manjares, esto realmente es un banquete. —Comentó Peppino con deseo, frotándose las manos. Y no se equivocaba, verdaderamente el contenido de los platos se veía suculento—. ¿Y el vino? —reclamó a los camareros al no verlo entre la orden.
—Enseguida se lo traemos —respondió uno de ellos con cortesía. En cuanto volvió con el vino a Peppino le brillaron los ojos, en cambio Grettel los volcó.
—Mille grazie, ya llegó lo más importante. —Destacó Peppino refiriéndose al vino e inmediatamente sirviéndose una copa y también a nosotros.
Ni bien acabó de servirlo se puso a comer como si viniese del campo de batalla y de un sorbo se acabó todo el contenido de vino en su copa; lo contrario a Grettel y Diana, que comenzaban a comer, yo empecé a comer con calma.
—Papá contrólate, que no estamos solos. —Lo regañó Diana en voz baja y con risitas disimuladas, pero Peppino no hizo caso.
—¿Y qué tiene? Yo tengo hambre, y muchísima sed. —Contestó Peppino sin prestarle real atención y con la boca llena, ya se servía su segunda copa. Los tres reímos brevemente ante eso—. ¿Y tú me vas a estar mirando? Ni siquiera probaste el vino, andiamo, bebe. —Me incentivó y yo bebí un sorbo, que no era nada en comparación a lo que él bebía.
—Es que nadie puede seguirte el ritmo, papá —alegó Diana riendo levemente.
—Eso es porque yo sí tengo buon apetito, soy de buon diente. —Acotó Peppino animado mientras bebía su segunda copa también de golpe—. Y, regresando al tema originale: ¿Perché tu madre emigró a Buenos Aires si ya se había comprobado sua innocenza y ya tenía una opportunità de vivir con ustedes? —indagó mientras se servía su tercera copa de vino. Antes de hablar yo bebí otro sorbo.
—¿No ricorda que mi padre sigue en prisión? No contamos con familiares que nos puedan ayudar y mis tíos no son mis tíos biológicos precisamente, solo amigos de la famiglia y están financiando la defensa legale de papá y pagando su seguridad en prisión, no podemos abusar más de ellos y tampoco de mis tutores, no tienen ninguna obligación con nosotros. Como ella salió libre y no encontró trabajo en Génova y no lo encontraría nunca, puesto que usted sabe la escasa possibilità de trabajo que hay en Italia entera; y peor aún por lo sucedido, pese a que mia mamma es inocente, la gente se queda con la impresión y desconfianza; además de que nos negarían un préstamo en el banco por los antecedentes. Por eso ella decidió emigrar a Argentina, para encontrar un buon trabajo que le permitiera ganar dinero para ahorrar la fianza de mi padre, puesto que de esa forma él sí puede salir y también para pagar a mis tutores una renta mensual por lo que están haciendo por nosotros. —Le expliqué con detalles y más fluidez, don Pepe ya bebía su quinta copa de vino y yo iba por la segunda.
—Impresionante, impresionante storia muchacho, parece sacada de novela. Y ni yo imaginaba... —se detuvo un momento debido a un gran eructo, don Peppino ya sentía los primeros síntomas de embriaguez—. Que hubieses pasado por tutto esto y tampoco que los ricos tuviesen también problemas. ¡Yo pensaba que eran unos miserables que vivían a costa del dinero de la gente! —exclamó, parándose y volviéndose a sentar por la falta de equilibrio.
—Papá, estás llamando la attenzione. —Le avisó Diana de forma disimulada, puesto que la gente volteaba a verlo.
—Qué va, si yo solo digo la verità —argumentó Peppino mientras hipaba. Yo terminaba de beber mi segunda copa de vino, Grettel y Diana recién estaban por concluir la primera.
—Discúlpalo Manasés, lo siento en serio; sempre se pone así cuando está borracho, bebe hasta hastiarse y dice muchas incoherencias. Per favore no creas nada de lo que te diga y no te asustes por su comportamiento —me aconsejó Grettel en voz baja.
Yo solo pude asentir pues Peppino nos interceptó.
—Hey, ¿ustedes recién van ahí? Andiamo, sírvanse más —nos animó Peppino refiriéndose al vino, ambas chicas rechazaron la oferta—. ¿Y tú Manasés? Andiamo hombre, anímate —me incentivó Peppino riendo levemente.
—Va bene, solo un poco —acepté no muy convencido, solamente por no ser descortés.
—¿Y qué supiste de tus papás? —me preguntó Peppino mientras me servía mi tercera copa de vino.
—A papá voy a visitarlo a prisión, parece que se acostumbró un poco. Y di mia mamma, pues, me escribía cartas cada mes contándome cómo le iba, pero desde hace dos meses que no me escribe, y la verità me preocupa. —Argüí bebiendo un sorbo, extrañamente me sentía más en confianza con Peppino, hasta parecía que me comprendía.
—¿Y no quisieras saber perché? —me preguntó Peppino sirviéndose su sexta copa de vino, yo asentí en respuesta—. ¿Y, qué tal te llevas con tus tutores? —curioseó cambiando de tema abruptamente.
—Ya le conté, con Estefany bene, aunque hay veces en que me parece falsa, como cuando la conocí, además es muy materialista. Y con Armando pésimo, es muy duro y estricto, cree que tiene el poder por sobre todos. — Le referí empezando a sentir que me sinceraba más, ya estaba a punto de acabar mi tercera copa de vino.
—Entonces tienes que averiguar lo que pasó con tu madre. ¿Que no es eso lo que quieres? ¿Saber qué le pasó? —me sugirió e interrogó Peppino.
—Chiaro que quiero, ¿pero qué hago para averiguarlo?
—Simple, le llamas por cellulare. —Adujo Peppino finalizando su copa de vino.
—Es que... ella ya no lo tiene. —Me excusé, y era verdad; mamá había vendido su celular para pagarse el pasaje de avión y cuando nos llamaba era de teléfono público, pero esas llamadas duraban poco mayormente por la mala señal.
—¿Entonces perché no vas a Argentina a averiguarlo? —me propuso Peppino animadamente.
Yo casi escupo el último sorbo de vino que bebía al escuchar su propuesta, a Grettel y a Diana les pasó lo mismo con la comida, Grettel creo que se atragantó con ella porque tosía. Todos lo miramos perplejos.
—No lo dijiste en serio, ¿verità papá? —quiso corroborar Diana aún sin créerselo, creyendo haber oído mal.
—Lo dije muy en serio. ¿Es una buena idea, non? —afirmó sirviéndose su séptima copa de vino—. Tú viajas a Buenos Aires, vas a la dirección que tu madre te indica en sus cartas, averiguas ¡y de paso la ves! ¿A que no es una idea genial? —expuso alegremente, bebiendo otro sorbo.
Ambas hermanas lo miraban como desquiciado, yo también casi de la misma forma.
—Sí, ¿pero está loco? Soy menor di età, no puedo viajar solo y menos sin autorizzazione; mi padre y mis tutores jamás lo permitirían. —Elucidé razonablemente mientras él me servía mi cuarta copa de vino—. Fue suficiente de vino, grazie. —Rechacé, pero él no hizo caso.
—Oh andiamo, no seas aguafiestas, un poco más de vino no te hará daño. —Argumentó Peppino pasándome mi copa ya llena, no tuve más remedio que aceptarla. Ese hombre parecía muy terco y más cuando estaba entrando al estado de ebriedad.
—Per favore papá, basta. —Le exhortó Grettel seria y algo suplicante, mirándolo con reprobación.
—Per favore figlia, ahorita non, ahorita no lo arruines. —Le pidió Peppino algo irritado y Grettie bajó la vista, como resignándose—. ¿Y ya lo consideraste? —inquirió mientras yo bebía un sorbo de vino.
—¿Considerar qué? —me hice al desentendido, pensando que Peppino ya estaba fuera de sus cabales.
—No me digas que tan pronto lo olvidaste —me reprochó Peppino mirándome con obviedad.
—No es eso, sino que lo que usted me propone es una locura. —Argumenté sin más mientras él bebía otro gran sorbo de vino.
—¿Pero qué locura, muchacho? Nadie dijo que viajarías solo. —Alegó Peppino y yo lo miré dándole a entender que se explicara—. ¿Tienes un fratello maggiore, non? ¿Cómo me dijiste que se llamaba...? —le preguntó a Diana intentando hacer memoria.
—Emiliano —respondió Diana mirándolo con resignación. Y yo creí percibir cierta desilusión en su rostro, pues también había perdido la energía que media hora atrás emanaba.
Ella y Grettel estaban por terminar su comida, Peppino ya había terminado de comer y a mí me faltaba la mitad, puesto que por prestar atención a sus locuras no lo había hecho tanto en mi comida.
—Ah sí, Emiliano. ¿Es maggiore di età, non? ¡Así que él puede viajar sin problema! Y te llevaría, averiguarían que pasó con tua mamma, ¡la visitarían y tutto! Imagina lo felice que se pondría. Tómalo así como… un viaje de vacaciones, así de paso conocen un nuovo país, una nuova città... ¿A que no es genial? —me planteó Peppino contento y animado, sirviéndose su octava copa de vino.
Entonces ahí la propuesta me interesó, Peppino no estaba tan fuera de sus cabales después de todo. Lo pensé unos segundos fríamente, no era tan mala idea pero sí había unos pormenores. Después de meditarlo me acabé de golpe mi copa de vino y automáticamente me serví mi quinta copa, casi sin darme cuenta; en ese momento pensaba que el vino me haría reflexionar con más claridad. Antes de hablar bebí un sorbo.
—La idea no está mala, pero no pensó en dos pormenores. Primero, que todavía no estamos en vacaciones escolares y secondo, mis tutores no lo autorizarían. —Aduje, imaginando qué solución tendría Peppino.
—Tutto tiene soluzione muchacho, tutto tiene soluzione. —Afirmó Peppino, pero paró abruptamente debido a un gran eructo que no pudo disimular, aunque no le importó—. ¿Quien dijo algo de viajar inmediatamente? Espera hasta las vacaciones... es más, te propongo un trato. A mí me urge abandonar Génova para mudarme a Buenos Aires, ¿tu madre está ahí, non? Tú me ayudas con las funciones dándome a tu monito, Amedio; no sabes lo bene que nos va a ir con él y yo te llevo conmigo a Buenos Aires en vacaciones, sempre y cuando nos haya ido bene. ¿Aceptas? —manifestó su idea sonando serio e interesante, bebiendo otro sorbo más moderado que los otros.
Ahí la susodicha me pareció una locura. Ambas chicas lo miraban sorprendidas, con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, como a un lunático. Yo tomé un gran sorbo para poder creérmelo.
—¿Y cómo hago para que mis tutores y mi padre me lo autoricen? —lo cuestioné con obviedad, casi burlándome.
—Tienes casi tres meses para convencerlos, además dije que también Emiliano viajaría contigo, él es maggiore di età, basta que tu padre se los autorice para que tus tutores también lo hagan. ¿Además perché se opondrían? Aparte tu papá se pondría felice con la idea, él también se debe estar preguntando qué pasó, es su esposa, la madre de sus hijos, il amore della sua vita... También harías inmensamente dichosa a tu madre. Piénsalo y me avisas —Peppino me expuso su idea, mientras acaba el contenido de su copa y se servía la novena.
Ahora sí la idea no me parecía descabellada, me puse a meditarla fríamente unos segundos mientras por inercia me acabé mi copa de vino. Lo pensé y Dios, ¿de cómo no se me había ocurrido antes? Peppino sí parecía comprenderme, él sí quería ayudarme, ¿por qué no iba a aceptar?
—Manasés, yo entiendo más que nadie lo tanto que ansías saber de tua mamma y lo mucho que la extrañas. Pero no des tanto crédito a lo que mi padre dice, está ebrio y hasta quizá mañana solo recuerde lagunas de lo sucedido. Su idea sí parece lógica, pero no conseguiremos el dinero en tan poco tempo, necesitamos ahorrar para establecernos allá sin contar el dinero que usamos para mantenernos. Y tu papá y tus tutores... —Razonó y me explicó Grettel, pero yo ya comenzaba a experimentar los primeros síntomas de perder la sobriedad y estaba rotundamente decidido.
La idea me parecía genial y Peppino la persona más buena e inteligente del mundo.
—¿Que acaso no quieres que vea a mia mamma? Solo quiero saber qué le sucedió, además la extraño mucho y mis tutores no importan, papá lo autoriza y ya está. Emiliano es maggiore di età, viajaré con él, aparte ustedes ya no son unos desconocidos.
—Pero recién nos conoces, tu padre no querrá confiar en unos desconocidos, porque eso somos todavía. Puedes viajar con Emiliano si quieres, pero hasta a papá esto le parecerá una locura cuando ya esté sobrio. —Argumentó Grettel con cierta súplica.
—Nada de eso importa, yo estoy sicuro que él me va a ayudar —dicho aquello entonces me dirigí a Peppino—. Pepe, acepto. Yo necesito saber qué fue lo que pasó con mi madre —le afirmé decidido.
—Acabas de tomar la mejor decisión, muchacho... ¿Sabes qué? Brindemos —anunció Peppino poniéndose de pie y sirviéndose su décima copa de vino y sirviendo a todos también. Sus hijas lo miraban con reprobación y resignación, yo lo miraba como a la mejor persona del mundo—. Brindemos por tu futuro, por el nuestro, porque muy pronto vas a saber de tu madre y vas a verla, brindemos por el éxito que traerá tu mono; ¡brindemos por Argentina! Y por nuestra gran unión como una nuova famiglia, porque ahora… ¿sabes qué? Ahora eres mio figlio, eres como un figlio para mí, el que nunca tuve... Salute! —brindó desvariando, tambaléandose, bebiendo su copa de vino de a sorbos para luego brindar a gran voz; chocando su copa con las nuestras.
—Salute —brindé con una sonrisa amable, bebiendo un pequeño sorbo de mi copa, muy complacido. Diana nos observaba con preocupación, como preguntándose qué hacer y Grettel nos miraba casi de la misma forma.
—Papá ya acabamos de comer, creo que debemos retirarnos. Además en casa de Manasés deben estar preocupados... —Le avisó Diana recogiendo sus cosas con disimulada prisa.
—Tiene razón, yo… ya debo irme —mentalmente retorné a la realidad—. Mille grazie per tutto... —Iba despidiéndome rápido al recordar mi preocupación inicial, pero Peppino me interrumpió.
—Qué va, si aún no acabamos el vino, falta una botella —Peppino miró la susodicha con prematura añoranza—. Quedémonos un poco más, unos minutos no hacen la diferencia, tus tutores lo van a comprender... —Argumentaba mirando con lujuria al vino restante.
Entre las chicas y yo intentamos disuadirlo, pero al final fue él quien me convenció a mí.
—¿Sabe qué? Tiene razón, al finale Armando no importa. —Determiné decidido, mientras Peppino se servía su onceava Copa de vino y yo terminaba de comer.
Diana y Grettel se resignaron cruzando los brazos, posiblemente nos esperaba una larga noche.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top