CAPÍTULO 12: Mirando el mar

Manasés

Iba deambulando por las calles en busca de un tejado alto, era frustrante, no encontraba uno lo suficientemente elevado para poder contemplar gran parte del mar, no solo un pedacito. Seguía buscando casi sin éxito y comenzaba a desistir de aquella loca idea, cuando Amedio de repente se concentró en algo y comenzó a escalar una pequeña casa de dos pisos a mi lado.

—¡Amedio! —lo llamé para que regresara, pero me miró un momento y luego continuó su camino—. Ay, Amedio —protesté resignándome a subir las escaleras de esa casa para traer a Amedio de vuelta, mientras vigilaba que nadie me sorprendiera escalando una casa ajena, sino me confundirían con un ladronzuelo y no quería problemas.

Cuando Amedio llegó al tejado de la casa escaló a la de al lado, no se me hizo muy difícil treparla. Detrás de esa tejada había una casa amplia de tres pisos, llegar a esa sí se me dificultó un poco al cruzar, pues como brecha entre ambas casas había un pequeño espacio que daba hacia abajo; hasta que Amedio se detuvo frente a la ventana de esa casa, la cual tenía su barandal y su pequeño tejado, entonces lo comprendí... Lo que le había llamado la atención a Amedio era una marioneta de monito, la cual era manejada por...

Entonces la reconocí, quien manejaba la marioneta era Grettel y lo interpretaba perfectamente, parecía que la marioneta tenía vida propia; lo hacía parecer tan real. Ella le ponía mucho empeño y concentración en lo que realizaba, mas su mirada parecía lejana y triste, melancólica.

Amedio y yo estábamos muy concentrados observando a Grettel y la marioneta, desde la distancia en que la observábamos ella parecía Julieta desde su ventana, entonces me imaginé como a un Romeo espiando a su amada; me pareció graciosa la situación, sin embargo, mientras estaba imaginando aquello de repente Amedio se movió de mi lado y corrió hacia la marioneta.

—¡Amedio, espera! —le pedí persiguiéndolo, pero tanto le había llamado la atención la marioneta, que la tocó y al hacerlo la hizo caer, pero no llegó a tocar suelo, pues quedó colgando del pequeño tejado.

Grettel nos miró sorprendida y asombrada, recién se había dado cuenta de nuestra presencia, pues ni se le había cruzado por la mente que alguien podía estar espiándola.

—¿Ves lo que hiciste, Amedio? —le regañé a mi monito, quien me miraba confundido y sintiéndose culpable, agachando su cabecita—. Yo... mi dispiace, davvero; es que Amedio, mi monito, es muy travieso. Pero tranquilla, no te quedarás sin marioneta —le afirmé medio nervioso y de inmediato me acerqué al pequeño tejado, el cual era irregular, una resbalada y caía abajo.

—Non ti preoccupare por eso, una marioneta menos no hará differenza. Además es peligroso, puedes caer —me advirtió Grettel con indiferencia al principio y luego con temor.

—Lo sé, pero si tengo el debido cuidado no voy a caer, solo debo rescatar esa marioneta. Además que soy buono en esto —mentí, no era bueno andando en semejante tejado. ¿A qué arquitecto se le habría ocurrido diseñarlo?

Pero en fin, me acerqué hacia la marioneta y vi que no la alcanzaba, unos centímetros más y lo lograba, mientras hacía esfuerzos por tomarla volteé un momento y vi que Grettel ingresaba a su casa, sin más.

Me confundí. ¿Que acaso me dejaría solo cuando rescataba su marioneta? Estando a punto de regresar la vi salir de la ventana con una escoba, la cual me la extendió.

—Con esto te será más facile rescatar mi marioneta. —Afirmó Grettel tímidamente.

Grazie —le agradecí sonrojándome un poco. Entonces me reproché mentalmente, ella solo había ido a buscar algo que me ayudara y yo la juzgué mal. Dejando de lado mis pensamientos volví a intentar el rescate a la marioneta y esta vez con facilidad logré asirla, entonces se la pasé junto a la escoba—. Te dije que sería facile, aunque sin tu ayuda la marioneta seguiría colgando ahí —le mencioné animado y algo agitado.

Grazie —agradeció Grettel tímidamente, y cuando yo iba a reunirme con ella un paso me falló y resbalé por el tejado, aunque fui rápido para sostenerme de algo y no caer al vacío. Grettel se puso pálida del susto.

—Dio mio! Non, no te muevas, voy a buscar una soga —avisó con miedo en su voz, yo también estaba asustado, pero ella lo estaba más.

Non! No es necesario, intentaré subir. —Anuncié con esfuerzo, pataleando e intentando darme impulso hacia arriba, lo cual era un acto suicida.

—¿Estás loco? De ese modo caerás, hazme caso y no te muevas, voy a por la cuerda. —Me exigió sonando muy seria y con el pánico reflejado en su bello rostro, yo no tuve más opción que obedecer.

Grettel tenía razón, de ese modo caería y no quería morir de una forma tan patética. Pasados unos pocos segundos Grettel ya estaba con bramante en mano y lo ataba a un marco duro en su ventana, lanzándomelo luego—.
¿Puedes atraparlo? —me preguntó con preocupación, pues el cordel no había caído tan próximo.

—Ahora voy a comprobarlo, si acaso muero, déjame decirte que eres una experta con las marionetas, y no le digas a nadie que morí tan patéticamente; inventa una morte más emocionante. —Bromeé con buen ánimo, tenía temor por lo que podía pasar, pero mi buen humor no se iba.

—No es momento para bromas, solo alcanza la lía con cuidado, no quiero ver morir a nadie. —Determinó cortante y temblando del estremecimiento, era un acto suicida, pues la soga estaba algo alejada y si Grettel la volvía a lanzar sería perder más tiempo; puesto que estaba a punto de ceder por lo resbaloso que era el tejado.

Pero estaba decidido, así que extendí mi mano derecha hacia la cuerda y luego tomé impulso para adherir todo mi cuerpo al bramante y lo conseguí, ahora debía impulsarme para subir, lo cual no me costó mucho e incluso di un salto hacia arriba resbalando un poco; pero logré llegar hasta Grettel.

Sei tutto bene? ¿Te asustaste mucho? —me preguntó Grettel con real preocupación y aún con el sobresalto plasmado, abrazándome ni bien estuve frente a ella.

Yo me quedé estático, pues eso había sido inesperado, mas sentía... tantas emociones diversas que no sabría cómo explicarlas a detalle, y electricidad recorriendo mi cuerpo a medida que le correspondí el abrazo; pero eran sensaciones que me resultaban reconfortantes y agradables.

—Tranquilla, no es la primera vez que me pasa —aseguré, mientras nos separábamos—. Mille grazie, me salvaste la vitaagradecí con total y obvia sinceridad, entonces de inmediato le devolví el abrazo.

Ambos nos aferrábamos hacia sí inconscientemente, y permanecimos varios segundos así, sintiéndonos el complemento perfecto del otro, hasta casi perder la noción del tiempo; empero, regresamos a la realidad y nos distanciamos rápidamente, ambos un poco abochornados y conmocionados.

—Me diste un tremendo susto, pero ya pasó —suspiró Grettel—. Andiamo dentro, te invitaré algo de tomar. —Me anunció con la serenidad, seriedad y timidez que la caracterizaban; y yo me quedé como tonto unos segundos.

—¿Es en serio? —le cuestioné aún en ese estado de cierto shock, pues por dentro estaba a punto de saltar de alegría; debido que así conocería más sobre Grettel.

—Chiaro, pasen —respondió extrañada, refiriéndose también a Amedio; entonces ingresé.

Su departamento no era muy grande, era uno entre mediano y reducido, con dos habitaciones, una pequeña cocina, un baño y un espacio moderado que contaba con el comedor y un sillón. Comparé ese departamento con mi casa y definitivamente eran polos opuestos, siempre me había preguntado cómo era vivir sin lujos y lo sabía, solo que nunca me había sucedido.

—Wow —observé mientras analizaba el departamento.

—Ya sé que no es gran cosa, pero es donde vivo. ¿Quieres jugo, agua, soda...? —me preguntó después de haber dejado la ahora enredada marioneta en su lugar.

—Agua va bene —respondí algo indiferente y de repente observé varias marionetas y disfraces colgados en un mismo estante—. Wow, esto es genial, sabía que eran titiriteros —declaré más para mí mismo.

—¿Qué? —articuló Grettel confundida mientras me pasaba el vaso con agua.

—Non, nada —negué mientras recibía el vaso con agua y bebía unos sorbos.

—¿Cómo te llamas? —quiso saber mientras ella también se servía un vaso.

—Manasés y no es necesario que te presentes, ya sé tu nombre. —Afirmé con seguridad.

—¿A ver, cuál es? —cuestionó mientras se sentaba.

—Grettel, ¿pero te puedo decir Grettie?

—Como quieras —respondió tranquilamente—. ¿Pero cómo sabes mi nombre?

—Soy adivino, es que con mia bambinaia aprendí a leer las cartas, las manos y a ver el futuro. —Aseveré pretencioso y haciendo un gesto de misterio con las manos mientras me ponía de pie y comenzaba a dar vueltas alrededor de ella, quien me miraba sorprendida.

—¿Es en serio? —demandó saber Grettel sin podérselo creer y yo asentí—. ¿Qué... sabes sobre mí? —me interrogó con temor, se la había creído.

—Que te llamas Grettel, que tienes aproximadamente mia età, que tienes una sorella maggiore y un padre, que tua famiglia es de titiriteros y que planean irse a Buenos Aires en Argentina —hice una breve pausa y proseguí—. Que manejas excelentemente las marionetas, que trabajas en la Caffetteria Orefici e Latteria Buonadefe como camarera y que te parece raro que yo lo sepa. —Deducí triunfante, pues ella me miraba boquiabierta.

—¿Cómo sabes que trabajo en esa caffetteria? Lo otro, quizá lo deduciste pero esto... O sea que, realmente eres adivino o me espías demasiado, no es la primera vez que coincidimos. —Reflexionó Grettel pensativa y yo me quedé callado cruzándome de brazos, arqueando una ceja y sonriéndole de medio lado—. ¡Ya dime! ¿Davvero eres adivino?—suplicó zarandéandome, era la primera vez que la veía así, pues siempre la veía tímida y seria.

—¡Mordiste el anzuelo entero! —anuncié empezando a carcajear. Grettel volcó los ojos y puso la mano en su cintura, pero tampoco pudo aguantar la risa, su risa era tan agradable y suave, lo contrario de la mía que era escandalosa; aún así reímos juntos un momento—. Jaja non, no soy adivino, simplemente muy inteligente. —Presumí cruzándome de brazos, calmando mi risa.

—No seas presumido, te salvé la vita y me lo debes. Dime cómo sabes eso sobre mí —Grettel exigió saber poniendo una expresión dura, pero aún así se veía tierna.

Va bene, aunque eres una chantajista —me resigné mientras me sentaba junto a ella, ante lo último me fulminó con la mirada, pero continué—. Sé que te llamas Grettel puesto que hace un año, en el aeroporto cuando nos conocimos, tropezamos y te ayudé a recoger las cosas. Ti ricordi? —le pregunté y ella asintió—. Pues ese día tu padre te llamó así.

—Ah, entiendo, es que había olvidado ese detalle, como estoy acostum... Non, no me hagas caso, continúa. —Cambió de tema, de lo cual me di cuenta, pero ya la interrogaría.

—Ya luego te preguntaré perché dijiste eso, no creas que lo he de olvidar. Continuando con el tema ese día tua sorella fue a recogerte y era tu padre quien te apresuraba, lo que me llamó la attenzione fue que no vi a tu madre. ¿Que pasó con ella?

—¡Ah!... es que, ese día mi madre había ido al baño, por eso no la viste. —Respondió nerviosa, tamborileando sus dedos de la misma forma; por alguna razón no le creía, así que la miré con incredulidad. Era hora de interrogarla.

—¿Y también cuando dan las funzioni va al baño? —aduje con ironía, pero me di cuenta de que estaba exagerando y le estaba exigiendo cosas que solo a ella le concernía confiármelas—. Mi dispiace, me estoy entrometiendo demasiado, no soy quién para exigirte nada. —Me disculpé realmente arrepentido por mi impulsividad.

Hubo unos segundos —casi un minuto— de un tenso silencio, el cual Grettel decidió romper.

—Isabella, mi madre, nos abandonó cuando yo tenía seis años. Ella, ella non... —Grettel no pudo seguir hablando, de repente se puso a sollozar e intentaba no llorar restregándose las lágrimas.

Perdonami, en serio no quise importunarte, no debí insistir. Te prometo que no lo volveré a hacer, mi dispiace, no quise ponerte triste. —Me disculpé tratando de enmendar mi metida de pata y ella seguía evitando el llorar.

—Non ti preoccupare, soy una tonta, me pongo sensible di tutto. —Alegó Grettel resoplando y con una risita remóquica.

—Hey, si necesitas llorar hazlo, no sientas vergüenza por eso, es para liberar emociones negativas. Si quieres desahogarte necesitas llorar y dicen que si reprimes el hacerlo —suspiré—, tutto eso se acumula en tuo cuore y se transforma en rencor o amargura. El llorar cuando realmente algo te afecta y lo necesitas no significa que seas débil.

»—Además estamos solos, yo no he de juzgarte, es más, te comprendo sin conocer a fondo tua situazione. Y no digas que eres una tonta, aunque no te conozca bene yo sé que no lo eres. —La conforté hablándole suave y comprensivo, entonces ella volteó su rostro hacia mí.

Le repetía lo casi mismo que Emiliano me había dicho, lo que mi hermano mayor me había enseñado se lo aconsejaba a alguien especial.

—Sí lo soy, non... no me conoces a profundidad. —Argumentó Grettel al borde de las lágrimas.

—No digas eso, tú vales mucho, eso solo esta en tu mente. —Le indiqué señalando su cabeza y ella echó a llorar, entonces yo la acurruqué hacia mí. Grettel no lloraba escandalosamente, lo hacía en silencio, imperceptiblemente.

Yo la abracé y comprendí lo tanto que le afectaba, ella definitivamente no era feliz. Pasaron unos dos minutos y Grettel dejó de llorar poco a poco.

—Perdonami por esta scena —se disculpó ella serenándose.

—Ya te dije que no es malo, además no me incomoda. Si quieres ya no hablamos del tema —le propuse con delicadeza.

—Yo sí necesito hacerlo, necesito desahogarme y además, me siento en confianza contigo a pesar de que no te conozca —hizo una breve pausa—. Pero, prométeme que nada de lo que te cuente se lo dirás a nadie, no quiero infundir lástima. —Me pidió Grettel suspirando y tomándome de las manos, acto que correspondí.

—Jamás haría eso, lo que tú me cuentes muere aquí. Nunca traicionaría tu confianza, la cual inexplicablemente también siento contigo, igual me pasa y no sé perché. Y non ti preoccupare, que yo también te contaré sobre mí. —Le prometí con amabilidad, sintiendo una agradable corriente eléctrica cuando nuestras manos se encontraron.

—Isabella se casó con mi padre sin amore; ellos tuvieron varias aventuras sin ser pareja, entonces Isabella se embarazó de mia sorella Diana y ella no quería a la criatura. Habían dos opciones para ella: adoptarla a una famiglia cuando naciera o abortar, iba a optar por la segunda pero papá se enteró de que estaba embarazada; se emocionó bastante con la idea de tener un figlio y fue a hablar con ella.

»—Cuando habló con Isabella se enteró de que ella planeaba abortar, pues ella le dijo que no quería exponerse a la vergüenza pública ni que su madre se enterara, que la criatura era un estorbo en sua vitapues Isabella en ese entonces tenía veinte años y mi padre veintitrés. Pero él enfureció con esa idea y directamente fue a asumir sua responsabilità y habló con mi abuela explicándole lo sucedido.

»—Como ella estaba en contra del aborto y también enfureció con la notizie obligó a mis padres a casarse, para guardar las apariencias sobre tutto. Mia sorella Diana nació, pero Isabella casi no se ocupó de ella, continuó con la università y obtuvo el título de secretaria, quien realmente la cuidó y le brindó tutto suo amore fue papá; mi abuela solo ayudó económicamente.

»—Pasaron ocho años y la convivencia entre mis padres era un inferno, no se toleraban, Isabella desaparecía de casa… Mi padre sospechaba que Isabella tenía un amante y no se equivocó, pues este la dejó cuando se enteró que Isabella le había mentido, ella le había dicho que era una mujer con dinero. Pasó un mes de aquello e Isabella no aguantó más, le gritó su odio en la cara a papá y a Diana, se fue a una taberna; él no lo soportó, dejó a Diana con mi abuela y fue a embriagarse también a un bar, extrañamente coincidieron.

»—Isabella se deprimió tanto y coqueteó con mi padre confesándole que le faltaba tener a un hombre, él no estaba nada cuerdo y entre depresiones tuvieron sexo aquella noche, no te imaginas la sorpresa que se llevaron al despertar juntos. Isabella ya quería el divorcio, pero nuevamente se embarazó… esta vez de mí, también quiso abortarme, pero papá y mi abuela no la dejaron.

»—Y aquí me ves —Grettel sonrió amarga—, soy el fruto de su borrachera; mi abuela murió tres años después que nací. Sempre oí gritos, reproches y sentía el ambiente tenso en casa cuando Isabella estaba, a mí y a Diana nos echaba en cara su rencor y amargura. Non ricordo haber recibido un abrazo de ella, o un «te quiero», solo reproches y críticas, que era una inutile y un estorbo en la famiglia, que estaba demás. Hubo una época en la que se arregló muy bene, tenía un nuovo amante y a este logró enredar.

»—Un día dejó una nota de despedida permanente, la cual decía que se había hartado de nosotros, de nuestra mediocridad y que había encontrado un hombre con dinero que la hacía realmente felice y que la llenaría de comodidades, con él rehacería sua vita. No dijo adónde iba, no especificó nada, ese día estaba sola en casa y la vi salir con sus maletas; ni se despidió y tiró la puerta al cerrarla, no volví a verla nunca más. Solo tenía seis años Manasés, seis años y antes de su partida me dijo cosas tan duras que se me quedaron grabadas. Y esta storia completa la sé perché Isabella se encargaba de reprochármela sempre, y una vez mi padre se embriagó tanto que se le escapó. —Me contó Grettel mientras las lágrimas se le volvían a escapar.

Entonces comparé mi vida con la de ella, la mía —antes de la partida de mis padres— había sido un mundo dorado, un paraíso, en comparación a la de ella.

—Yo... lo siento mucho, y no lo digo por cortesía, lo digo en serio. Mia vita hasta hace un año en comparación a la tuya fue una digna de Disney, era el típico bambino mimado, con la famiglia perfetta, en mi mansión rodeado de comodidades, lujos y amore. Nunca pensaba en cómo podía ser la vita de los demás, solo conocía las preocupaciones triviales, cuando hay personas como tú que sufrieron. Haces bene en no llamarla madre, créeme una madre jamás hace eso. —Le aseguré con una reciente impotencia hacia Isabella, ahora que lo sabía y sin siquiera conocerla hasta a mí me dolía lo que les había hecho a Grettel y su familia.

—Hablas como si mis desgracias fueran tua colpa, Manasés, non è colpa tua. A cada uno nos toca vivir en mundos distintos, uno no elige nacer ni con quiénes o en dónde, a ti te tocó esa vita y a mí esta, es nuestra realidad y solo hay de tres: Mejorarla, empeorarla o aceptarla, yo opté por esta última, perché ¿qué se puede hacer? ¿Qué hago para mejorarla?

»—Soy una completa inutile, sempre me lo han hecho sentir y no solo Isabella, sino también papá y tutto mondo; no ayudo con las funciones, digo algo y es tonto, hago algo y lo estropeo o está mal, o a nadie le convence. Mi padre no lo hace con mala intenzione, pero insconscientemente con sus comentarios me lo hace saber. Diana es muy buena conmigo, es muy alegre y optimista, pero no puedo confiar esto con ella, le parecería absurdo, puesto que ella pasó por lo mismo. —Me explicó Grettel con frustración.

—No lo creo, yo soy un desconocido para ti y confiaste en mí, podría haberte juzgado, criticado e incluso burlado; pero no hallo motivo, te comprendo más de lo que piensas. Creo que eres muy reservada, tutto esto te tortura y no te desahogas con nadie, estos sentimientos negativos se acumulan en ti y te causan amargura y tristeza.

»—No debes tenerte en tan bajo concepto, todos tenemos defectos, pero también virtudes, solamente que las personas se enfocan solo en sus defectos, o solo en sus virtudes. Podemos ser malos en algo, pero podemos ser buenos para otra cosa, por ejemplo, tú manejas la marioneta como toda una professionale; en realidad te admiré cuando te vi hacerlo, si hasta Amedio se sorprendió. —Le expliqué y reconforté, pero no solo era para hacerla sentir mejor, sino porque era verdad.

—¿En serio lo crees? —me preguntó esperanzada.

—No lo creo, estoy sicuro. La baja autoestima es mala, Grettie, y yo creo que eres genial. Debes analizar tus virtudes y habilidades, si no puedes algo o tienes algún defecto debes analizarlo con la mente fría, no reprocharte ni torturarte por eso, todos tenemos alguno. Y si crees que hiciste mal algo, lo mejor que puedes hacer es ver cómo mejorar en ese aspetto. Lo más importante, lucha por tus sueños y por lo que quieres, ricordo que mia mamma me lo decía sempre —sonreí con nostalgia—.  Puede ser que no lo logres a la primera, pero recuerda: de los errores se aprende y el nunca fracasó, es que nunca lo intentó. —Le aconsejé y expliqué, pero no con reproche, sino con comprensión y tal como me lo decía mamá en un pasado.

—Es que tengo miedo de fallar, tienes razón en que puedo errar muchas veces, pero mia famiglia y la gente se pueden decepcionar si los hago esperar mucho, e incluso a la primera y no quiero más eso —explicó Grettel con temor.

—Esto no es para agradar a nadie, sino para sentirte bene contigo misma —le indiqué.

—Pero yo no creo en mí, soy una inutile totale —argumentó Grettel con frustración.

—Si no lo intentas nunca vas a saber, al menos compruébalo.

Hubo otros instantes de silencio, pero este no era ya tan tenso.

Va bene —aceptó Grettel ruborizándose, mientras esbozaba una breve y tímida sonrisa.

—¿Qué ti piace hacer? —le pregunté animadamente y poniéndome de pie.

—Pues... heredé el mismo gusto de mia famiglia de ser titiritera, sempre quise participar en sus funzioni y tutto... —los ojos le brillaron de ilusión al mencionarlo—. Pero mi padre no cree en mí, piensa que arruinaré tutto como ya sucedió dos veces, es que me ganaron los nervios en esas ocasiones. Pero regresando al tema lo que más mi piace de ser titiritera es manejar las marionetas, ¡amo hacerlo! como ya te diste cuenta. Mas nunca me animé a hacerlo en público, sempre preferí guardarlo en secreto.

—¿Y quisieras hacerlo en público?

—Chiaro que sí, pero eso es casi impossibile, es un sueño... Pues tengo pánico escénico, veo al público y me paralizo, deseo que me trague la tierra. Es otra de las razones por las que no ayudo con las funzioni, sino haría perder clientela y no conviene ahora, la situazione económica de mia famiglia está delicada y no quiero empeorarla más —confesó Grettel frustrada.

—Opino que necesitas superar ese pánico escénico y para eso necesitas practicar —sonreí ladino y me crucé de brazos—. Quiero una demostración. —Al escuchar eso Grettie se heló y paralizó.

—¿Qué? —me preguntó asustada. No veía venir mi demanda.

—Tranquilla, ya te vi hacerlo y solo estamos tú y yo.

—Es que... yo no sabía que estaba siendo observada, pensé que estaba sola. Además... la marioneta se estropeó —se excusó ella nerviosa.

—No es la única que tienes. —Señalé al estante lleno de marionetas, dicho aquello fui al estante y agarré una marioneta de un hombrecito, se la entregué y ella la recibió anonadada.

—Es que, no sé hacerlo... —titubeó.

—Sí sabes, te vi hacerlo y lo haces eccellente, solamente necesito que aprendas a tener confianza en ti misma, porque si tú no la tienes, ¿quién la va a tener en ti? No necesitas demostrarle nada a nadie, sino a ti misma, yo sé que vas a poder —la alenté.

No quería presionarla, pero era menester que diera su primer paso.

—¿Puedo hacerlo cantando? También me da pavor cantar frente a gente, pero es la única forma en la que me concentro en el manejo de la marioneta —pidió Grettel.

—Eso es depende de ti, además si cantas va a estar mejor. —Comenté con una breve risa.

—Buono —suspiró Grettel cerrando los ojos, pero volvió a abrirlos en un parpadeo—, voy a comenzar —indicó sonriendo dulce y tímida, comenzando a manejar la marioneta y a cantar.

«Venid todos con Peppino, venid sin tardar y si quedáis contentos aplaudid al terminar. Voy cantando y bailando, alegre y feliz, un mundo de ilusiones que también quiero repartir. Marioneta, tu sonrisa, jamás morirá, y grandes y pequeños contemplándote reirán. Cada día ofrecemos un gran festival, donde nuestras muñecas a todos les divertirán».

Volvió a repetir el mismo estribillo y ahí Grettie finalizó la función, y yo estallé en aplausos. Ella respiraba agitada, pero sonreía ampliamente y me miraba expectante a mi opinión. Realmente lo había hecho excelente, al principio había comenzado algo desanimada, mas luego se fue entusiasmando y ella misma disfrutó de su propia función. Su tono de voz era de por sí suave, pero al cantar se afinaba muchísimo más.

—¡Bravo! lo hiciste genial. Non, lo hiciste más que genial, fue increíble —la felicité animado y feliz, con toda sinceridad.

—¿Lo crees? —me preguntó ella con esperanza y una gran sonrisa entusiasta.

—Ya te dije que no lo creo, estoy segurísimo de que haces magia con la marioneta, eres casi perfetta. Pero lo importante no es solo lo que a mí me haya parecido, sino ¿qué te pareció a ti? —le expliqué y pregunté un poco ansioso por su respuesta.

—¡Genial! —exclamó Grettel en un arranque de alegría—. Parecía que bailaba con la marioneta, pero recién empiezo a convencerme de que tenga real habilidad en esto, tampoco debo confiarme, debo practicar más. —Habló un poco atropelladamente, sin embargo, era la primera vez desde que la conocía que la oía animada y emocionada, hasta podía decir que empezaba a sonreír seguido, lo cual era un gran paso.

—Tienes razón, te giuro que practicaremos más seguido.

—¿Lo dices davvero? —me preguntó emocionada.

—Muy en serio.

Grazie —me agradeció con una sonrisa tímida.

—Perché? —me hice al desentendido.

—Por ayudarme, animarme, escucharme y sobretodo por comprenderme. Nadie además de Diana haría esto por mí, menos un desconocido. —Me gratificó ella entre tímida y nerviosa, pero con una dulce sonrisa.

—No hay de qué —me encogí de hombros—, yo simplemente te ayudé a que comprendieras de que debes tener confianza en ti misma. Y hablando de tua sorella, si dices que es tan buena y te adora, debes confiar en ella, hasta quizá te comprende mejor que yo porque vivieron la misma situazione.

—Sí, lo haré —afirmó Grettel ahora con una sonrisa determinada.

—Me alegro, más bene yo te doy una vez más las reales grazie, de no ser por ti no estaría aquí vivo. Jamás me cansaré de agradecerte —le agradecí una vez más.

—Era mi deber humanitario y mejor agradéceme sempre que puedas para recordarme que hice algo buono y útil por alguien. Volviendo al tema originale, ¿de cómo sabes que trabajo en esa caffetteria? —insistió y yo me quedé callado a propósito, con una media sonrisa—. Dimmi! ¿O acaso me espías? —me acusó Grettel acusatoriamente.

—¡Qué va! Yo no hago eso —repuse ofendido.

—¿Entonces?

Va bene, te lo diré, de paso te explico tutto —me resigné—. Solo iba camino a mia scuola en auto, por el camino está esa caffetteria así que paso por allí, hace unos días te vi trabajando ahí por la ventanilla del auto. Es tutto, llámalo coincidencia del destino —expliqué encogiéndome de hombros.

—Ah... —murmuró ella—. Tú todavía no me contaste sobre ti, dimmi, ¿cómo es tua famiglia? Ya me dijiste que viviste rodeado de comodidades, lujos y amore; pero lo que me extrañó fue que dijiste hasta hace un año. ¿Pues qué pasó? —pidió saber dulce, curiosa y extrañada.

Entonces yo le conté toda mi historia y todo sobre mi familia sin omitir detalles.

—Yo... lo siento mucho. Te equivocaste en parte, el que hayas sido adinerado no significa que no hayas sufrido. Yo sé lo orribile que es no tener una madre, nunca tuve una di verità, pero ya estaba acostumbrada y de todos modos estoy con mi padre. Pero a ti te debió doler separarte de golpe de tus papás, si dices que eran, son, tan buenas personas y también debe sufrir tuo fratello. Yo te digo algo similar de lo que me aconsejaste a mí. Debes denunciar el maltrato de Armando con tu papá, quizá él le ponga un punto finale. —Me aconsejó Grettel con comprensión, tomándome de la mano cuando yo terminé de contarle todo.

—Créeme que lo hice, pero Armando le lavó la cabeza a mi padre y mi madre hasta ahora no nos escribe. No digo que papá esté en mi contra, pero tampoco está en contra de Armando, me dijo que él vive estresado y debo comprenderlo —ironicé—. Además como te dije con Estefany me llevo bene, de hecho genial. Pero solo en vanalidades, nunca entramos en confianza. Tutto este año en que viví con ellos pude analizar que son materialistas, no les interesa mucho lo que tenga que ver con sentimientos y affetto, si hasta a Alena, su propia figlia, la dejan casi abandonada; si no fuera por Rosita y sobretodo por Abigail, que es como una madre para Alena, que ella estaría al olvido en ese aspetto. Yo la quiero mucho y Emiliano también, es nuestra sorellina desde hace un año, mas ella necesita de sus padres. —Le expuse la situación preocupado.

—Tienes razón, la vita también fue injusta con ustedes, pero como me dijiste hay que aprender a sobrellevarlo, yo ya lo hago a diario. Quiero que me prometas algo. —Anticipó Grettel humedeciendo sus labios antes de hablar.

—¿Qué? —pregunté atento.

—Quiero conocer a tus padres, ya sé que tua mamma está al otro lado del mondo, pero de momento puedes presentarme a tus padres cuando vuelva a Italia; sé que lo hará, quiero conocerla, ver cómo es ella. ¿Me lo prometes? —me pidió Grettel anhelosamente, con un deje de esperanza en la mirada; pero sin perder esa voz suave que tanto la caracterizaba.

—Te lo prometo, de hecho iba a proponértelo —le prometí con una breve risa agradable. En eso me fijé la hora en el reloj de pared que estaba frente a mí—. ¡Son las cinco y media de la tarde! ¡Dios, lo olvidé! —exclamé de repente parándome de golpe. En todo ese tiempo Amedio había estado explorando la casa, hurgando las marionetas y comiendo lo que se encontraba a su paso.

—¿Qué sucedió? ¿Tenías algo por hacer? —me preguntó Grettel sobresaltada, yo la había hecho brincar en su asiento del susto, pues ella también se puso de pie.

—Olvídalo, no tiene importancia. —Alegué volviéndome a sentar, intentando autodisuadirme.

Andiamo, dimmi, ¿qué pasó? Quizá yo te pueda ayudar, o si te distraí y tenías que hacer algo o ir a alguna parte, mi dispiace; esa no fue mia intenzione. —Se disculpó Grettel sintiéndose triste y culpable.

—Non, no fue tua colpa, ni mía, mas bene fue agradable conocerte y estar contigo, además lo que iba a hacer no es muy importante, di verità. —Intenté convencerla, poniéndome nuevamente de pie.

—De todos modos quizá te pueda ayudar —insistió ella.

Va bene, te lo diré. Solo quería ver el mar sin tener que ir hasta allá, es algo relajante el hacerlo y despeja tu mente en esos momentos. Además —añadí, bajando la mirada—, así me siento como si estuviera conectado con mamma.

—Desde mi ventana puedes ver el mar —aseguró Grettel.

Di verità? —le pregunté emocionado.

—Sí, ven. —Aseguró ella mientras me conducía hacia su habitación.

Yo imaginaba que debía tener un enorme ventanal y también tomando en cuenta que el edificio donde vivía parecía ser el más alto de ese barrio.

—Es aquí —me dijo Grettel señalando una ventana mediana, mientras se paraba frente a ella y miraba el panorama con embeleso. Yo me decepcioné, no era lo que esperaba.

—Solo es un pedacito de mar, igual que en el ventanal y la terraza de mi casa —murmuré decepcionado.

—Pero igual puedes verlo —argumentó ella.

—No me refería exactamente a eso, sino a ver el mar entero. Iría hasta allí de no ser porque queda lejos, incluso de ser possibile me gustaría sentir la brisa, ver las gaviotas volar... ¡Ya sé! ¿Se puede ver el mar desde tu tejado? ¿O tienes una terraza? —le consulté emocionado, se me había ocurrido una idea.

—Sí... de hecho tengo una pequeña terraza, pero es peligroso... —Intentó disuadirme hablando en voz baja, pero la interrumpí.

—¡Entonces andiamo! Ven, he de enseñarte un lugar mágico. —Le anuncié emocionado mientras la jalaba de su mano y echaba a correr, entretanto Amedio me daba alcance subiéndose a mi hombro.

***

Narrador omnisciente

Ya eran las cinco de la tarde en Génova, Emiliano y Diana se habían fundido en un tierno beso, el cual cual se prolongó un poco, ambos sentían inexplicables mariposas en el estómago y el beso que se daban sabía a néctar, sus lenguas jugaban y se encontraban.

Era increíble, pero ninguno de ambos había sentido algo similar con nadie, siquiera Emiliano con Valeria y eso que Diana era una desconocida. No obstante de repente Diana regresó a la realidad y se separó poco a poco. Sin embargo no podían cortar el roce de sus miradas, hasta que Emiliano también regresó a la realidad y se apartó abruptamente de ella, pasaron unos segundos de incómodo silencio.

—Emiliano, esto… aún no está bene, apenas nos conocemos. —Balbuceó Diana aturdida.

—Lo sé y lo siento mucho, pero… No sé qué me pasó —confesó Emiliano aturdido también.

—Yo tampoco, pero me agradó —confesó Diana extrañada.

Y no era para menos, ni llevaban dos días de conocerse.

—Pero debemos ir lento —añadió Diana—, las cosas hechas con calma salen mejor. Así que por el momento, ¿amigos? —sugirió a Emiliano extendiéndole su mano.

—Acepto, hagámonos amigos. De todas formas me caes bene y este solo fue un inexplicable arrebato —aceptó Emiliano de la misma forma y acordaron ir a jugar con el agua en esa playa solitaria, haciendo de cuenta que nada había pasado.

Aún así ambos sabían que la atracción sucedida entre ambos había sido inevitable. Totalmente.

***

Manasés

Yo guiaba a Grettie con sumo cuidado hacia la terraza, pues en media corrida se me ocurrió hacerlo más emocionante y le había vendado los ojos.

—¿Estás lista? —le pregunté a Grettel.

—Creo que sí —respondió riendo nerviosamente. Ella ya sabía dónde estaba, pero debía sentirlo. Entonces lentamente le fui quitando la venda de los ojos.

Y poco a poco se dio con el panorama de un inmenso y azul mar enfrente suyo.

—Esto, es realmente bello —comentó Grettel embelesada.

—Te lo dije —concordé con una media sonrisa.

Estuvimos en unos minutos de un agradable silencio, contemplando la vista, mirando el mar, las gaviotas volar y dejando a la brisa golpear suavemente nuestros rostros, en unos momentos cerramos los ojos y nos dejamos llevar. Desde esa terraza realmente el mar se veía grande, como yo quería. Pasados esos minutos nos sentamos sin darnos cuenta, el crepúsculo empezaba a caer.

—Tenías razón, mirar el mar y así, es realmente mágico. —Comentó ella cautivada, sonriendo dulcemente.

—¿Sabes? Este es mi lugar favorito para pensar, imaginar, me relaja y me llena de ánimos; me hace pensar que tutto va bene. —Señalé de la misma forma, apoyando mis manos hacia atrás.

—Te entiendo, yo también debería hacerlo de vez en cuando. —Concordó Grettel haciendo la misma pose que yo.

—Desde aquí imagino lo que hay más allá de lo que nuestros ojos pueden alcanzar. Mia mamma está al otro extremo, al otro lado del mondo, en América. Como Italia y Argentina tienen una connessione marina e incluso se podría construir un puente de aquí allá, mi piace pensar que mia mamma me puede oír desde acá. —Afirmé entusiasta y con satisfacción.

—¿En serio? ¿Y cómo? —me preguntó Grettel con interés.

—Mediante el eco, te mostraré cómo, lo hago de vez en cuando. —Expliqué mientras me ponía de pie y vociferaba—: Mamma!

Entonces hubo eco y las gaviotas revolotearon inquietas. Grettel me miró extrañada, pero no dijo nada. Me volví a sentar, estuvimos en otros minutos de silencio y me puse a pensar.

Con Grettel sentía una inexplicable confianza, la cual no tenía casi con nadie, salvo Emiliano, Marcelo, Alan, Rosita y mis padres; además recién nos conocíamos. También sentía una sensación agradable con su compañía, sin mencionar la conexión de nuestras miradas.

Sentía que quizá por primera vez una niña me gustaba. Tenía ganas de decírselo, de confesárselo… Pero me sentí incapaz, por miedo a que ella se asustara, me rechazara y no quisiera verme más.

***

Narrador omnisciente

Grettel sentía lo mismo que Manasés, él era la primera persona en que confiaba y eso que recién lo conocía. Además sentía un no sé qué placentero cuando estaba con él, también pensaba que algo raro sucedía cuando se miraban, se perdía en esos hermosos ojos color mar y no sabía explicar porqué.

Quizá, se estaba enamorando como en los libros de romance que leía Diana; no era posible, pero tal vez era así. Su mente le decía que eso aún no estaba bien, pues recién se conocían y aún eran niños; pero algo dentro de ella le decía que debía confesárselo. Sin embargo tenía miedo de que opinara que era una niña tonta y absurda, o que se sintiera muy niño para eso. Decidió esperar, y de repente él habló.

—Grettie —llamó Manasés su atención.

—¿Sí? —inquirió ella volteando hacia él.

—Me agradó mucho conocerte y mi piace estar contigo. Quiero saber si quieres... —anunció él, pero suspiró antes de continuar, meditándolo una vez más. Decidió continuar. Grettel creyó que había llegado el momento, toda ella temblaba de emoción y nerviosismo.

—¿Quieres ser mi mejor amiga? —le propuso Manasés no muy seguro, pero intentando mostrarse así.

No había sido una decisión fácil, él había querido decirle que ella le gustaba. Pero el miedo le había ganado, además de que no tenía una mejor amiga y quería saber qué se sentía, esa era la opción más viable de tenerla cerca. Estaba expectante de su respuesta, pues Grettel guardó unos segundos de silencio, meditándolo. Manasés por un momento creyó que Grettel rechazaría la propuesta y se impacientó, pero intentó no demostrarlo.

—¿O es que no quieres? —le preguntó Manasés medio cabizbajo, pues cabía la posibilidad.

—Desde ahora lo soy. Amigos —aceptó Grettel con tono neutral y suave tomándolo de la mano, después de un segundo más de silencio.

Ella no se había esperado esa propuesta, se había ilusionado por un momento creyendo que él le propondría lo que su corazón quería escuchar; y se decepcionó después, pensando que él no la veía como ella a él. Pero lo pensó bien, esa era la opción más viable de estar con Manasés y reflexionando dedujo que quizá él sentía lo mismo que ella, pero no quería precipitarse. Ambos sin embargo, tenían miedo.

Se quedaron en silencio tomados de las manos contemplando el mar, el bello atardecer y la caída del sol; transmitiéndose calidez, una nueva sensación.

De repente los años pasaron y se vieron ellos siendo ya jóvenes, una hermosa pareja, mientras Grettel se apoyaba confiadamente en el hombro de Manasés, buscando aferrarse a él; y él la abrazaba por la espalda protectoramente, aferrándola contra su pecho.

Y también miraban el crepúsculo. No habían problemas, no existían miedos, solo paz y armonía entre ellos. Hasta tal vez amor... ¿Era un sueño? Si lo era, era demasiado hermoso.

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