CAPÍTULO 11: Visitando el mar

14 DE JULIO DEL 2010
Génova, Italia

Manasés

En el instituto gracias a Patrick y Armando, habían descubierto que yo rompí la ventana, pero también conocieron la verdad de los hechos y ambos recibimos nuestro castigo.

Respecto a Patrick, sí le había dado una buena patada, pero la mayoría fue exageración de su parte. Armando sí me suspendió las mesadas, pero Estefany y Emiliano me las seguían dando ocultamente. Armando y yo nos hicimos la ley del hielo, excepto cuando hablábamos de temas estrictamente necesarios, sin embargo, al acto nos desafiábamos con la mirada.

Penny también estaba distante con Armando y él a cada momento amenazaba con despedirla. Al día siguiente después de lo sucedido con Patrick, Emiliano y yo visitamos a papá en la cárcel, él enfureció cuando le contamos todo y nos pidió que le lleváramos a Armando para exigirle una explicación. Pero cuando lo hizo al parecer Armando se había salido con la suya, pues papá nos explicó que el susodicho actuaba así por el bastante estrés que tenía.

Justificó su comportamiento. Aunque no lo demostramos mucho Emiliano y yo nos sentimos ofendidos. Papá estaba muy agradecido, era comprensible; ¿pero tenía que ser tan ingenuo?

Mamá y Marcelo seguían sin dar señales de vida y hablando de mamá, yo seguía pensando en Grettel. Había ido a su función el domingo posterior a nuestro encuentro, pero no tuve oportunidad de hablar con ellos.

Ese día también era domingo, y estaba casi completamente solo. Armando y Estefany habían ido a solucionar algo de la empresa, Emiliano a buscar a Valeria para intentar ayudarla nuevamente, y todos excepto Esther tenían el día libre, ella se encontraba durmiendo una siesta.

Tres días antes Bianco volvió a trabajar, puesto que ya se encontraba mejor y Armando le había exigido regresar a su trabajo si no quería ser despedido. Pero en fin, camino a mi instituto estaba la Caffetteria Orefici e Lattería Buonadefe, así que pasábamos por ahí. Ese día, jueves, Bianco detuvo el auto debido a la señalización del semáforo en rojo; y por la ventana vi a una chica parecida a Grettel sirviendo café, pero no pude confirmarlo en concreto.

Esa idea estuvo dándome vueltas en la cabeza los días restantes. Si era ella tendría más posibilidades de encontrarla.

Me encontraba mirando un pedacito de mar desde la ventana de mi habitación, sentía nostalgia por mamá e incontenibles deseos de mirar el mar por completo, pues eso me hacía sentir conectado con ella.

Desde mi tejado tampoco podía ver mucho, solo un poco más que desde la ventana de mi cuarto. Así que tomé a Amedio y salí de mi casa a eso de las tres de la tarde.

***

Narrador omnisciente

Emiliano había salido de casa para volver a intentar solucionar las cosas con Valeria. Desde el día que había encontrado droga en su chaqueta que ella lo evadía. Sí habían terminado, pero eso no significaba que dejase de intentar ayudarla, aunque ella no quería volver a saber de él. A no ser de que la aceptase como era sin interferir en su vida.

Estando así sumido en sus pensamientos de repente sintió chocar con alguien, cayó al piso perdiendo el equilibrio y encima de él cayó alguien más. Abrió los ojos y vio que era una muchacha, pero no una cualquiera.

La reconoció de inmediato, puesto que sus miradas volvieron a conectarse, la química entre ellos era palpable en el ambiente. Era la hermosa chica titiritera que había conocido en el aeropuerto un año atrás en el viaje a Cancún.

Estuvieron un buen tiempo contemplándose con ensueño y total sorpresa, incapaces de mover un solo músculo en aquellos instantes de miradas encontradas. Pero transcurridos estos regresaron a la realidad.

—Yo... mi dispiace, es que iba distraída. —Se disculpó ella entre nerviosa y alegre, intentando levantarse torpemente.

—Non ti preoccupare, signorina. Sei tutto bene? ¿No se hizo daño? —le interpeló Emiliano preocupado.

—Non, de suerte non. ¿Y usted stai bene? —quiso saber ella, preocupándose también.

—Solo me ensucié el pantalón, pero nada grave. —Repuso él riendo brevemente, y ella también lo acompañó en su risa.

No sabían por qué reían, pero les resultaba agradable.

—Buono, yo ya me voy, en serio siento haberle ensuciado el pantalón. —Se disculpó ella con una sonrisa mientras se retiraba.

Emiliano no podía volverla a dejar ir, inexplicablemente le había causado felicidad y nerviosismo el volver a verla.

—¡Espera!... Es que, no nos hemos presentado. ¿Cómo se llama? —le preguntó amable y ansioso, deteniéndola suavemente del brazo.

—Diana, Diana Morselli, y ya dejemos de tratarnos de usted. Ahora, ¿cómo te llamas tú? —le pidió saber también, esbozando una dulce sonrisa.

—Mi nombre completo es Emiliano Coppola Rossi. Piacere di conoscerti, bella ragazza —se presentó extendiéndole la mano.

—Ya te dije que me llamo Diana, pero grazie por el halago, guapo caballero. Igualmente piacere di conoscerti —afirmó animada y sonrojándose levemente, estrechándole la mano. Aunque por un momento frunció el ceño, pues los apellidos de Emiliano se le hicieron muy conocidos.

—Pero si tú eres otra halagadora —repuso Emiliano riendo y otra vez compartieron la risa, mientras seguían estrechando y moviendo las manos un buen momento sin soltarse.

—Tú y yo ya nos habíamos visto, verità? —quiso corroborar Diana, pensativa, mientras soltaban sus manos.

—Yo sé de dónde, y te digo que hasta ahora no pude olvidarte. —Le aseguró Emiliano.

—¿Te refieres a…?

—¿Recuerdas el día en que llegaste a Génova en el aeroporto con tua famiglia? —ella asintió—. Pues ese día tua sorella tuvo un percance con mio fratello, y como se estaba retrasando tu padre la llamó y te envió para traerla, y ahí… Nos conocimos, buono, nuestras miradas lo hicieron. —Explicó Emiliano nervioso, masajeándose disimuladamente las manos.

—Lo recordaba y ricordo —afirmó Diana sonriendo de medio lado, causando que el corazón de Emiliano palpitara con cierta dicha inexplicable—. Y déjame decirte que tu mirada fue lo más lindo y lo primero que vi detenidamente al llegar a Génova, era la primera vez que pisaba la città. —Mencionó ruborizándose nuevamente, sonando y sonriendo más tímida—. Y el hombre que viste ahí que apresuraba a mia sorella… No es mi padre, es mio marito, soy casada. —Afirmó ya más seria y un poco avergonzada.

Emiliano se quedó congelado con esa afirmación, él… Siquiera lo había pensado, simplemente dio por supuestas las cosas, así que las ilusiones que nacían en él se vinieron abajo. Era una verdadera pena.

—Yo... mi dispiace, solo lo pensé es que, era lógica la confusione o non… Perdonami, lo di por supuesto. —Se disculpó Emiliano totalmente nervioso y avergonzado, bajando por instinto la vista hacia las manos de Diana, viendo que no lucía ningún anillo.

Al percatarse de aquello ella explotó en risas.

—Realmente caes facile y rápidamente en las bromas, en esta caíste muy veloce. Era broma, no soy casada y ese hombre sí es mi padre. —Aclaró Diana dulce y divertida, aún riendo.

Emiliano sintió cierto alivio al oír eso. Se divirtió con la situación, pero también se enfadó un poco.

—No es giusto, no merecía una broma tan cruel. —Protestó Emiliano cruzando los brazos de forma infantil.

—¿Davvero fue cruel? —preguntó Diana inocente.

—Yo creo que sí, es que… Supongamos que tu padre no fuera tal y sí fuera tuo marito, te dobla o tripla la età —argumentó Emiliano torpemente.

—Obvio, es mi padre —afirmó Diana con obviedad y riendo, pero se dio cuenta de algo—. Ay, scusa, sicuro te estoy entreteniendo y tienes algo importante por hacer. Es que, no sentí pasar il tempo, mi dispiace —se disculpó hablando rápidamente.

Emiliano ahí recién recordó su misión; pero, pensándolo bien, la mayor parte del tiempo se la pasaba rogando a Valeria para ayudarla, merecía un respiro y no iba a desaprovechar esa oportunidad con Diana. Parecía una chica agradable, incluso se sentía mejor con su compañía que con la de Valeria.

—Non, no te disculpes, de momento no tengo nada importante por hacer, tengo il tempo libre. Mas bene quizá yo te estoy distrayendo y tienes que ir a alguna parte... —Esta vez fue él quien se disculpó, aunque rogaba mentalmente que Diana no estuviese ocupada.

—Non, tampoco estoy occupata. Salí de casa a pasear sin rumbo, por lugares tranquilos o turísticos, es una forma de relajación, ¿sabías? —respondió ella con un dulce sonrisa.

Ambos sintieron mutuo alivio al saber que ninguno estaba ocupado.

—Sí, de hecho yo a veces lo hago. Ahora ¿quieres pasear sola o en compañía? —le interpeló Emiliano. Y antes de poder retractarse de esa propuesta que le pareció imprudente y precipitada, Diana le respondió:

—Mayormente prefiero hacerlo sola, pero ahora que encontré una agradable compañía no veo perché negarme. —Aceptó Diana sonriendo satisfecha.

—¿Y adónde te gustaría ir? —le preguntó Emiliano.

—Te he de llevar a un lugar mágico, donde te vas a relajar hasta más no poder. —Afirmó Diana entusiasta, pues se le había ocurrido una buena e improvista idea.

—¿Es un lugar real o has de transportarme con la immaginazione?

—Ambas cosas, solo debes seguirme —contestó Diana con picardía, y Emiliano creyó que nuevamente era un sueño, así que se pellizcó.

Nada pasó, realmente aquella simpática señorita lo estaba invitando a perderse de la realidad.

—¿Tus padres nunca te dijeron que no debes ir sola a ningún lugar con extraños? Puedo ser un traficante de órganos, un violador, o un asesino serial que se excita con la sangre de sus vittime. —Alegó Emiliano dándose un aire misterioso.

—No lo creo, me inspiras confianza. Y si es así, entonces correré ese riesgo —aseveró Diana decidida.

Mi piace su valentía, signorina. Entonces acepto aventurarme con usted. —Aceptó Emiliano extendiéndole su mano caballerosamente.

—¿Qué dije sobre los formalismos? Andiamo. —Dicho esto Diana tomó su mano y comenzaron su rumbo, sintiendo electricidad al entrelazar ambas manos.

Si era un sueño, Emiliano deseó no despertar nunca.

***

—No debiste vendarme los ojos, estoy muy impaciente de saber en donde estamos o adónde vamos. —Protestó Emiliano tras aproximadamente media hora de caminata.

—Así se hace más interesante. —Aseguró Diana con tono misterioso—. Además ya llegamos —añadió con satisfacción poniendo sus manos en su cadera, explorando con la mirada nuevamente ese lugar, como si quisiera encontrar algo nuevo.

—Se oye mucha calma. ¿Dónde estamos? —reiteró saber Emiliano, pero esta vez sin impaciencia, sino serenamente.

—Eres muy impaciente, vas protestando mitad del camino. Y esa pregunta debes respondértela tú mismo, luego yo te la he de confirmar —explicó Diana perspicaz.

—¿Me lo dirás? ¿O me quitarás la venda?

—No te lo diré, pero sí te quitaré la venda si aciertas —respondió Diana presuntuosa.

—Me harás sufrir —rezongó Emiliano.

—Non! Ese no es el punto, pero sí te daré pistas para acertar.

—¿Cuáles?

—Para empezar, debes dejar de hacer preguntas. Secondo, debes concentrarte en el ambiente, cierra los ojos aunque estén vendados, no hables y solo oye. No pienses en nada más, pon tu mente en blanco, concéntrate y armoniza con tu alrededor. Escucha —le indicaba Diana con voz suave, mientras ella hacía lo mismo y él obedecía sus indicaciones—. ¿Lo sientes? —le preguntó pasado un minuto, abriendo sus párpados ella, mientras sus castaños cabellos se mecían con el céfiro suave.

—Sí... El sonido de las gaviotas, la bonanza, la brisa golpeando mi rostro, sobretodo el sonido de las olas. Estamos frente al mar —dedujo Emiliano distraídamente, realmente se había concentrado y armonizado con el ambiente. Empezaba a relajarse.

—Acertaste. Ahora viene la mejor parte, tu vista debe deleitarse con tutto esto. —Determinó Diana emocionada mientras le quitaba la venda suave y lentamente.

A medida de eso Emiliano poco a poco fue viendo a su alrededor; realmente estaba frente al mar, por la ensenada, cerca a unos riscos alejados de la urbanización e incluso de la playa concurrida. A excepción de las gaviotas que revoloteaban por allí estaban completamente solos.

Permanecieron unos minutos en silencio, pero no en uno incómodo; sino en uno relajante y agradable, disfrutando de la vista y calma de su alrededor, deleitándose al sosegar con el sonido de la naturaleza y el mar. Se olvidaron de sus preocupaciones y de todo problema, solo eran ellos y el paisaje con todo su contenido.

—Esto... es maravilloso —comentó Emiliano aún contemplando con embeleso y distracción cada elemento que lo circundaba.

—Te lo dije, este es un lugar mágico. Vengo aquí cuando realmente deseo olvidarme di tutto, o a veces cuando no tengo nada por hacer —afirmó Diana también extasiada.

—Yo también suelo venir al mar, pero in famiglia o con amigos, nunca consideré el hacerlo solo o en compañía de una persona solamente. Ahora grazie a ti descubrí que este lugar es realmente reconfortante y tu compañía lo hace más speciale. —Le aseguró Emiliano, tomándola de una mano involuntariamente.

Grazie, yo te digo lo mismo. —Agradeció Diana con una sonrisa tímida y volviéndose a sonrojar, pues cuando sus manos se entrelazaban o sus miradas conectaban, sentían una química inexplicable que los recorría enteros. Además notó un brillo especial en los ojos de Emiliano—. Andiamo a sentarnos a aquellos peñascos, es un lugar tranquilo para hablar. Recién nos conocimos hoy, buono, a excepción de nuestras miradas; así que debemos conocernos mutuamente, saber del otro… Sino solo tiene cincuenta por ciento de sentido que hayamos venido aquí, solos. —Sugirió soltando su mano suavemente, aún sonrojada.

—Chiaro, tienes razón —concordó Emiliano mientras sentía que a lado de su pie había algo duro, entonces lo levantó.

—¿Qué es eso? —preguntó Diana al ver lo que Emiliano alzaba.

—Una concha. El que llega primero a los promontorios se la queda —anunció Emiliano animadamente. Entonces ambos echaron a correr.

***

—No es giusto, tú tienes tutto un complejo atlético, se supone que eres más veloce. —Protestaba Diana agitada, mientras se sentaba en los riscos para descansar. Emiliano había ganado la carrera.

—Existen mujeres que son más veloce que algunos hombres. —Alegó Emiliano también agitado y poniendo las manos sobre sus rodillas.

—Sí, pero yo no soy una de ellas —adujo Diana, lanzando un melífico suspiro—. Es una concha tan linda, su perla lo es aún más —comentó sonriendo melancólica. Entonces Emiliano tuvo una idea, pero esta tendría que ser a futuro, ya planificaría cada detalle; y tras de una no muy prolongada pausa la muchacha volvió a hablar—. Lástima que no haya agua potable para beber, la única que hay es de mar, salada y no comestible.

—Yo tengo mi tomatodo con agua, pero es menos de la mitad. Si quieres puedes tomártela toda —le propuso Emiliano.

—Te lo agradezco, pero mejor non. Es tuya y tú también estás cansado... —reponía Diana, mas Emiliano la interrumpió.

—Diana, es tuya ahora. Créeme, yo tengo aguante; no te sientas culpable por eso, va bene? Quiero que tú la bebas —le pidió Emiliano con determinación, acariciándole el rostro y mirándola con cierta dulzura que no advirtió que expresaba.

Aunque Diana sí lo hizo y como consecuencia no pudo resistir.

Va bene —aceptó ella con una breve sonrisa mientras Emiliano le alcanzándole su tomatodo, entonces empezó a beberla.

—Te guardé un sorbo de agua, toma —Diana le extendió a Emiliano su tomatodo de vuelta, ahora con poquita agua.

—Tranquilla, es tuya.

—Tú también la necesitas, aunque sea un poquito —le pedía Diana. Emiliano terminó accediendo.

—Tú ganas —Emiliano aspiró y bebió lo último de agua que quedaba. Pasados unos minutos ambos ya estaban sentados y descansados.

—Y, ¿qué me cuentas sobre ti? Quiero comprobar realmente que no seas un asesino serial, un psicópata o violador. —Pidió saber Diana con una breve risa, pero no de burla.

—Pues… desde los quince años pertenecí a una pandilla, asaltaba, me drogaba e incluso maté a una pareja de ancianos por dinero y a dos integrantes de otra pandilla. Me encarcelaron el año pasado y recién salí hace un mes, en realidad escapé. —Contó Emiliano con un tono tan serio que dejó a Diana helada, se lo había creído por unos segundos, después de los cuales Emiliano no aguantó y echó a reír como desquiciado, levantándose.

—¿De qué te ríes? —inquirió Diana enfadada, haciéndose la desentendida.

—De la cara que pusiste, fue épico, tú también caes en las bromas fácilmente. —Repuso Emiliano entre risas.

—Eres malo, no se vale, yo solo quería saber un poco sobre ti. —Alegó Diana enojada, mientras cruzaba los brazos y hacía un mohín, cuya expresión a Emiliano le pareció adorable.

Va bene, mi dispiace; solo me vengaba por la broma anterior y para que compruebes que no soy un criminal, al menos no exactamente... —Explicó Emiliano intentando calmar su risa y volviéndose a sentar—. Es broma —añadió poniéndose serio por un instante.

—Ya en serio, cuéntame algo sobre ti, quiero hacer un amigo. Créeme, eres el primero que haría.

Hubo unos segundos de silencio, en los que Emiliano le sonreía enternecido, pero la miraba con cierta sorpresa.

—¿Cómo? Una ragazza tan linda como tú, ¿sin amigos?

—Oh per favore, no te sorprendas. Es que todavía me di la opportunità de conocer muy bene a alguien. Pero ahora lo hago.

—Deberías hacerlo más a menudo, eres muy simpática y estoy sicuro que cualquiera se sentiría complacido con tu compañía. —Le aseguró Emiliano.

—¿Eso crees? —quiso corroborar Diana.

—No demuestras lo contrario.

Transcurrieron otros segundos de silencio, durante los cuales ambas miradas se escudriñaban entre sí, cautivadas; pero intrigadas a su vez.

—¿Sabes qué? Opino lo mismo —agregó Diana, sin perder aquella conexión de miradas que los envolvía.

—Entonces, procedo. Mia vita, puede definirse entre facile y complicada. Empezaré por lo peculiar, mia famiglia consiste de mis padres, los ex empresarios Daniel Coppola y Lucía Rossi, ¿los ubicas?

—L-los Coppola —titubeó Diana, para luego exclamar emocionada—: ¡Los Coppola! ¡¿Vestirsi Bene no es así?!

—Exacto.

—Nunca imaginé que estaba frente al figlio de estos empresarios, aunque tus apellidos se me hacían conocidos. Qué tonta, ¿cómo no se me ocurrió? Déjame decirte algo, ¡el diseño de su ropa es genial, fantástico! ¿Me das tu autógrafo? —ululó y pidió Diana radiante de alegría.

—No es para tanto... —Emiliano se asombró ante la entusiasta expresión de Diana, arqueando una ceja; al parecer Vestirsi Bene tenía fans. Pero un puchero triste de la joven lo hizo cambiar de opinión respecto a su modestia—. Va bene, cada vez que nos veamos te firmaré los autógrafos que quieras, y uno hoy antes de despedirnos —le prometió guiñándole un ojo—. Es el precio de la fama —añadió con voz agravadamente divertida, lo cual hizo reír ligeramente a Diana.

Grazie! A Grettel le encantará esta noticia. —Mencionó más para sí misma optimistamente, sintiendo un impulso por abrazar al muchacho, el cual consiguió retener—. Buono, continúa —lo incentivó volviéndose a sentar, poniéndose atenta nuevamente, con ambas manos sobre sus mejillas.

Emiliano rió brevemente antes de continuar.

—Fuera de mis padres tengo un fratello minore, se llama Manasés y tiene doce años. Es un bambino alegre, generoso, valiente y algo travieso, el único fratello que tengo; buono, tengo una sorellina más, se llama Alena, Alena Sandoval Salinas. Tiene dos añitos, es mia sorella adoptiva e figlia de mis tutores. —Contó Emiliano con una distraída sonrisa, pensando por un momento en su familia.

—¿Tutores? No entiendo, ¿no vives con tus padres? Si no es mucha indiscrezione, ¿qué pasó con ellos? —indagó Diana confundida, no comprendía mucho.

—Es una larga storia... Pero puedo contártela, si quieres.

—¿No es un poco precipitado? —cuestionó Diana, frunciendo el ceño—. Digo, apenas y nos conocemos…

—Me inspiras confianza; y además casi Génova entera la conoce —Emiliano se encogió de hombros.

—Grazie por ese voto —Diana sonrió—. Y dale entonces.

Siendo así Emiliano procedió a resumirle lo sucedido con su familia.

—Wow —suspiró Diana—, todo lo que me cuentas parece irreal, como si fuera salido de telenovela; pero ya en serio, lamento tutto lo que os sucedió. Tus tutores deben ser un pan de Dios, pues nadie te ayuda porque sí y menos se hace cargo de hijos ajenos, sempre debes estarles agradecido. —Le aconsejó Diana aún impresionada por la aparente benevolencia de esos empresarios ya conocidos internacionalmente.

—Lo estoy, pero sempre me pareció extraño su acto de benevolencia y como bene dices, nadie te ayuda así por así, sempre hay un favore o condizione en medio. Después de mis padres ellos eran los socios mayoritarios y mis padres al ser destituidos, quedaron ellos como dueños de Vestirsi Bene y praticamente como albaceas de mi casa. —Consideró Emiliano pensativo, esa siempre había sido su duda, su incógnita y debía resolverla.

—Entiendo tu desconfianza, ¿pero hasta ahora te demostraron ser buenas personas?

—No sé si lo sean, pero de que nos tratan bene, lo hacen; al menos materialmente, nos llenan de lujos y comodidades, aunque eso no es tan importante. Estefany también lo hace emocionalmente, es más, diría que es muy atenta conmigo; con quien no me llevo tan bene es con Armando es… Muy exigente, estricto, frío y calculador. —Respondió Emiliano pensativo, analizando con detenimiento el comportamiento de sus tutores hacia ellos.

—Te comprendo, pero toda persona tiene sus defectos, quizá sea así por algún motivo; además mantiene a personas ajenas a sua famiglia, toda la responsabilità cae sobre él y Estefany. No lo defiendo porque ni lo conozco, pero según lo que me contaste seguro ese hombre vive estresado; no te digo que te lleves bene con él, solo intenta entenderlo. —Le aconsejó suavemente, tomándolo de la mano.

Diana era así, quería comprender a las personas, pensaba que cada una tenía motivos para hacer algo, y merecían por lo menos ser escuchadas. Emiliano se quedó callado unos segundos, meditándolo, podía ser verdad, de no ser por algo que le infundía dudas y que lamentablemente no podía contárselo a nadie aún, siquiera a Manasés ni a Diana.

—Puede que tengas razón... Pero cambiemos de tema, tú aún no me has contado sobre ti, lo poco que sé es que tienes una sorella y un padre. ¿Qué fue de tua madre? ¿Tienes más hermanos? —le preguntó Emiliano animadamente, realmente no quería hablar de Armando y deseaba más saber sobre esa linda muchacha.

—Más hermanos no tengo, solo una, como escuchaste o seguro ya sabes se llama Grettel. —Respondió Diana sonriendo y pensando en su hermana menor un momento—. Es una bambina, o diría ya una jovencita, amable, pero solitaria y con el aire pensativo, serio y triste; sus ojos casi nunca brillan, sempre quise saber il perché, pero ella no confía mucho en mí. Buono, en nadie in realtá, es muy reservada para sua età, yo imagino que es por nuestra madre… Ella nos abandonó cuando Grettel tenía seis años, ella no era una buona mujer, quería rehacer sua vita, nosotros le estorbábamos en en el camino. Un día así, de súbito, desapareció sin decir adónde iba, siquiera tuvo la decenza de divorciarse antes. —Contó Diana con tristeza e ironía al recordarlo, ella había vivido y presenciado todos esos momentos tan desagradables.

—Yo, lo siento mucho. —Dijo Emiliano y enseguida se le ocurrió una idea, pero no la comentaría todavía—. ¿Y cómo se llaman tus padres? Buono, esa mujer no merece ser llamada madre, pero lo es biológicamente, tampoco me relataste sobre tu padre.

—Oh sí, esa mujer se llama Isabella Angelini, y mi padre Peppino Morselli. ¿Te digo a qué nos dedicamos concretamente? ¡Pero promete que no te vas a reír! —le pidió Diana ya con buen ánimo.

—Buono, lo prometo —prometió Emiliano alzando las manos.

—Somos titiriteros.

—No tengo perché reírme, es un ufficio genial y apuesto a que se divierten mucho, además yo ya lo sospechaba, o sabía. Es más, yo estaba buscando algunos para entretenerme con sus funzioni y así olvidar un momento el estrés en el que vivo.

—Pero somos titiriteros ambulantes, no nos establecemos en una sola città, somos originarios de Venecia y dimos rondas por casi toda Italia. Papá decidió que Génova es nuestra última parada, al recaudar el dinero suficiente iremos probar suerte a Argentina, es que en Italia no ganamos bene ni nos va bene, vemos a Argentina como la esperanza de que tutto mejore. —Explicó Diana con una risueña y esperanzada sonrisa, pues ese también era su sueño y anhelo.

—Lo entiendo pero, hay más opciones de trabajo. Ya sé que casi no hay tales, pero no se pierde más que tempo intentando.

—Lo sé, y lo pusimos en pratica. Papá y yo nos dedicamos al cien por ciento a las funzioni, desde mi tatarabuelo que ser titiritero es una tradizione familiare; ellos decían que este ufficio no debía ser llevado a la mediocridad, que ser titiritero no era igual a ser un payaso, sino que es una passione y debemos dedicarle tutto el cariño possibile, con tal de dejar a la gente encantada. —Elucidó Diana con fascinación, luego suspiró y continuó.

»—Yo heredé ese gusto, dar funzioni es lo que me apasiona y por nada del mondo lo dejaría. Aunque también intenté buscar otro trabajo, y los resultados son estos: o no hay vacante para mí, o son G-ingresos, o los horarios no se me dan, o no quieren por mi falta de esperienza. Créeme que aún sigo intentando para aportar a la economía familiare. —Expuso con sufrimiento.

—Pues, ya tengo la soluzione a tu problema. —Le anunció Emiliano con misterio, sonriendo perspicaz.

—¿Cuál? —curioseó ella ilusionada.

—Recuerda Vestirsi Bene, fue la empresa de mis padres después di tutto, ellos la fundaron y la recuperarán en cuanto se aclare este enorme malentendido. Pero infine —Emiliano suspiró—, ahora la manejan mis tutores y puedo hablarle a Estefany para que te contrate. ¿Sabes sobre secretaría? —le propuso esperando que sí supiera y que aceptara.

—Algo sé, aunque no estudié para ello adquirí cierta noción en Nápoles; estábamos tan necesitados de dinero que una amiga me enseñó las labores básicas de oficina. —Respondió Diana mordiéndose el labio de emoción por la propuesta.

—¿Entonces aceptas? Solo necesitas tus datos personales y un buon currículum, si no lo tienes basta con que demuestres que eres buona en ello.

—¿Que si acepto? ¡Chiaro que acepto! ¿Estás loco como para pensar que rechazaría una opportunità así? —Diana exclamó emocionada y se abalanzó a abrazar a Emiliano del cuello, obligándolo a pararse.

Por un momento él quedo sorprendido de aquella reacción, pero le correspondió al abrazo, Emiliano prácticamente la tenía alzada, así que en medio de una inexplicable alegría la hizo girar dando vueltas varias veces.

Cuando pararon respirando agitados, sus miradas volvieron a conectar, ninguno dijo nada; esa sensación se sentía tan bien que se sintieron en las nubes, se olvidaron de la realidad, en sí de todo. En ese momento solo eran ellos dos, y no se dieron cuenta cuando cerraron los ojos poco a poco y sus rostros se acercaron cada vez más, hasta que sus labios se encontraron y empezaron a fundirse en un tierno beso.

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