CAPÍTULO 10: Los titiriteros

Manasés

Yo había tomado parte del mismo camino que tomaba para ir a casa, al llegar a cierta parte me iba a desviar; claro que el nuevo camino que tomaría era más largo, pero esta vez por precaución no tomaría el atajo de siempre.

Cuando estaba a punto de cruzar a la otra avenida vi a los tres chiflados saliendo de una pared y corriendo furiosos hacia mí, liderados por Patrick. Ya me habían descubierto, así que decidí hacerles pasar un momento divertido.

El semáforo de esa avenida estaba en luz roja, indicaba que faltaban cinco segundos para que diese luz verde, así que no lo pensé más y emprendí la carrera hacia la otra avenida. Cuando el semáforo estuvo en el segundo dos yo ya estaba en la otra calle.

A Patrick no le importó que el semáforo estuviese a punto de dar luz verde y cruzó seguido de sus amigos, por lo tanto estando a mitad de la calzada el semáforo dio luz verde y los autos comenzaron a avanzar. Un policía de seguridad de tránsito estaba ahí también y los regañó por su imprudencia, yo les saqué la lengua burlonamente y seguí corriendo. Ellos se las arreglaron para evadir al policía y continuaron persiguiéndome.

La avenida tenía gradas que daban hacia abajo, las bajé rápidamente, los otros tres también lo hicieron. Al finalizar creí que no había escapatoria, pero vi que a la izquierda daba una calle, me desvié por allí, los otros hicieron lo mismo. Era una calle angosta, no me fijaba por donde iba y casi tropecé con un cubo de basura frente a una casa, los tres se acercaban furiosos, así que se me ocurrió una idea:

Vacié todo el contenido del cubo de basura haciendo ruido, descolgué la ropa ahí colgada tirándola al piso y salí huyendo. Los tres pasaron por allí casi tropezándose, pisoteando la ropa y de repente una malhumorada señora les echó agua desde su ventana, dejándolos estáticos, estupefactos y completamente empapados.

—¡¿Qué le pasa, vieja loca?! —le gritó Patrick furioso, olvidándose de su misión.

—¿Qué les pasa a ustedes? ¡Muchachos del demonio! Mi ropa... Miren cómo la dejaron, la basura, mio Dio... ¡¿Quiénes se creen que son para venir a ocasionar desastres en mi propia casa?! —les reclamó la señora también furiosa. Yo reí desde mi escondite, estaba oculto tras una pared espiándolos.

—¿Y quién se cree usted para empaparnos así, eh? ¿Sabe con quienes se metió, non? ¡¿Sabe quién soy yo?! —le preguntó Patrick alterado.

—Aunque seas il figlio del presidente. ¡Eso no les da derecho a invadir y hacer lo que les da la gana en casa ajena! —los regañó furiosa.

—Si ni hicimos nada... —murmuró Patrick con rabia.

—Andiamo! No se queden ahí parados, recojan tutto este desorden, asuman lo que hicieron —les exigió la señora.

—Ni loco recojo esta porquería... ¡Esta basura es tan inmunda como usted y como este miserable barrio! —la insultó Patrick desafiante, ya que el barrio era humilde.

—Ah... ¿conque riquillo eh? Cómo detesto a la gente rica, se creen lo massimo solo por tener dinero. ¡Pero solamente son gente maleducada y petulante como tú! —le aseveró ella realmente ofendida y enervada.

—¿Sabe qué? ¡Váyase al diablo! —aulló Patrick a la señora y corrió un par de pasos junto con sus amigos por donde habían venido. Pero antes de retirarse gritó—: ¡Manasés, de mí no podrás huir! ¡Esta me la pagas y hoy mismo! —anunció airoso y se retiraron, déjandome de perseguir.

Supuse que de momento estaba tranquilo y que solo me habían dejado de perseguir porque estaban empapados. No había querido ocasionarle problemas a la pobre señora, pero Patrick y sus amigos se lo merecían. Así que para enmendar un poco lo que hice me acerqué al lugar de los hechos.

Signora... ¿la aiuto? —me ofrecí tímidamente, refiriéndome a la basura y a la ropa. Ella aceptó y bajó a ayudarme, se quejó de lo sucedido y yo le conté que ellos eran mis compañeros de mi instituto, que eran así siempre y todo lo sucedido bastante resumido, de principio a fin, pues acabé confesándole lo que hice.

Le pagué diez euros por los perjuicios ocasionados, se molestó mucho, pero acabó perdonándome. No exactamente por el dinero, sino porque acabó comprendiendo el porqué de las causas. Al final nos caímos bien y me despedí de ella, corriendo a casa.

***

¿Perché tan tarde? —me preguntó Rosita con reprimenda y sus manos puestas en la cadera, cuando llegué a casa.

Mi dispiace Rosita, es que tuve varios percances en el camino —respondí nervioso.

—¿Que pasó? —inquirió curiosa y preocupada.

—Es una larga storie... te la contaré luego. A propósito, ¿ya llegaron Armando, Estefany y mio fratello? —le consulté preocupado, rogando porque aún no hubiesen llegado.

—Tienes suerte de que aún non. Pero il signore Armando llamó hace diez minutos avisando de que llegará ya, así supongo que la signora Estefany también y Emiliano llegará en cualquier momento; ya sabes que anda intentando arreglar las cosas con Valerita. Volvió a llevarle flores esta mañana —respondió Rosita recordando a la susodicha con tensión.

—Uff, ese tema ya es famoso, ya no hay un día en que deje de llevarle flores —alegué volcando los ojos.

—Lo sé, pero tuo fratello es necio —concordó Rosita de la misma forma. En eso Andrea ingresó a la sala, interrumpiéndonos.

—Ay Rosita, no sé qué he de hacer —se quejó Andrea angustiada.

—¿Perché dices eso Andrea? ¿Que sucedió? —le preguntó Rosita intrigada.

—Olvidé decirle a Esther que compre queso parmesano y salsa de tomate, para il spaghetti pues ya no hay. No me contesta il cellulare y sabes que la signora Estefany no come spaghetti sin esos ingredientes y ahora soy la única encargada de la cocina. No sé qué hacer —explicó Andrea angustiada y desesperada, hablando con rapidez.

—Yo puedo írtelo a comprar —le sugerí a Andrea.

—Davvero? Es que, no quiero causarte molestias... —Andrea quiso disuadirme apenada.

—No es molestia, con gusto lo hago. —Le afirmé a Andrea, quien me dio por consiguiente el dinero para esos productos, dándome millones de gracias y disculpas.

Y yo ingenuamente creí que sería un mandado breve.

Entonces salí corriendo hacia el supermercado Lidl, el cual por fortuna estaba cerca mi casa, compré los productos y al salir de allí me topé cara a cara con Patrick y sus amigos. Ellos me sonreían maliciosamente, no entendía como fueron a cambiarse de ropa tan rápido.

—No te atrevas a escapar, estás rodeado. Te acompañamos a tu casa —dijo Patrick como si estuviese haciendo alguna sugerencia, agarrándome del brazo con rabia y luego me empujó sin soltarme—. ¿Te das cuenta de los malos momentos que me hiciste pasar, non? —me reprochó, pero Carlos lo interrumpió.

—Que nos hizo pasar —lo corrigió, ya fastidiado de que Patrick no los tomara en cuenta.

—Sí ya, da igual. A ver, vamos a ennumerar: Defendiste a Tontiago, te metiste en algo que no te incumbía, me… nos desafiaste, rompiste la ventana y me inculpaste, me metiste en problemas con el vejete del professore Pareto, con el director, ¡y sobretodo con mis padres! ¡Pagarán daños que yo no ocasioné! Estoy a un paso de ser expulsado y lo más humillante, ¡esa repugnante signora nos lanzó agua sucia y quedamos empapados! ¡Tutto por tua colpa! Pero non ti preoccupare, que me las vas a pagar. —Se desahogó Patrick furioso y luego me palpó el hombro.

—Nos las va a pagar —corrigió Carlos haciendo puños con las manos.

—Ya probaste, probaron, de su mismo chocolate, ustedes se lo buscaron y se lo merecían; le hacen la vita impossibile a muchos chicos del instituto, sobretodo a Santiago, no debieron meterse con él. Me pregunto qué les hará Marcelo cuando se entere... —Los amenacé indirectamente y Patrick volvió a tomarme por el cuello de la camisa.

—Tú no le dirás nada... buono, ni sé perché me preocupo —y al decir esto Patrick me soltó—; difficile que lo encuentres, no creas que no me enteré de que vas a buscarlo como desesperado. ¿Que no te diste cuenta? Marcelo te evade porque ya no quiere ser tu amigo, hasta cualquier bobo se habría dado cuenta —adujo con burla y crueldad.

—¡Ya cállate! —le exigí enfadándome.

—Debería ser mejor para ti, Marcelo se convirtió en un pobretón y yo que tú me habría alejado primero de él, como va trabajando di tutto… A este paso ya debe tener sarna, sarampión y no sé qué cosas repugnantes más. Agradece que ya no se te acerque. Pero el punto es que hasta él se aburrió de ti —afirmó Patrick con asco y desprecio.

—¡No hables así de él! Dices eso porque a ti tutto te dan tus papis, sin ellos no eres nada; en cambio Marcelo ve por sí mismo, por suo fratello y sale adelante. Y de ti ya se debieron aburrir todos, hasta tus guardaespaldas —le afirmé molesta y retadoramente.

—Eso sí —murmuró Alberto con sufrimiento, entornando los ojos.

—¿Qué dijiste? —le preguntó Patrick amenazante a Alberto, dirigiendo su atención hacia él.

—Lo decía con sarcasmo —se excusó Alberto con un aparente desinterés.

—Más te vale —le advirtió Patrick, volviendo su atención a mí—. Pero de ti no solo se aburrió el pordiosero de Marcelo, sino hasta tu propia madre, a la que tanto adoras y extrañas. Cuando enviaron a la cárcel a tuo padre, por corrupto, tu madre quiso escapar de ustedes y los abandonó. Sí, acéptalo, los abandonó, fue a rehacer sua vita a otro país, lejos de ustedes —Patrick sonrió con sorna—. ¿Perché crees que ya no les escribe cartas? Se aburrió de ustedes, sobretodo de ti, prácticamente te regaló a don Armando y a Estefany, pero un día ellos también se van a aburrir de mantenerte y te van a enviar al orfelinato. —Infería con crueldad, dureza y malicia.

Eso sí que me ofendió y enfureció, así que reaccioné.

—Puedo tolerar que te metas conmigo. ¡Pero con mia madre no te metes! ¡Te vas a arrepentir de haberlo hecho! —le grité totalmente furioso y fuera de sí, asestándole un puñetazo inmediato en el rostro.

Pero él me dio otro, Carlos y Alberto comenzaron a gritar «¡pelea!» Luego lo empujé violentamente al piso y le di dos golpes en el rostro poniéndome encima de él, Patrick me empujó de vuelta y se invirtieron los papeles, me dio otro mamparro y comenzó a asfixiarme fuertemente mirándome con rabia. Así que viendo que me faltaba el aire lo pateé violentamente en el estómago, entonces él me soltó y se revolcó del dolor mientras yo me levantaba.

—¡Maldito! Oh mio Dio, me falta el aire... —se quejó con dificultad. Yo lo miraba con susto y preocupación, respirando agitado y rogando internamente que solo fuera sobreactuación.

—¡Intentaste matarlo! —me recriminó Carlos también asustado.

—Oye, te pasaste en serio. —Me aseveró Alberto con preocupación.

—¡Eres un salvaje! Ay, ay, ay, duele mucho... —Patrick siguió quejándose—. ¡Esto no se va a quedar así! ¡Le diré tutto a mis padres y haré que te expulsen del instituto! —me amenazó enardecido en ira, levantándose apenas, a la par que se frotaba el estómago.

Entonces se retiró a cuestas junto con sus amigos, quienes me miraban con reprobación y algo de susto.

¿Realmente me había pasado? Pero, nuevamente Patrick se lo había buscado. Con mi familia y amigos nadie se metía. Pateando piedras y objetos en el camino regresé a casa, pensativo y preocupado; pidiendo a Dios que ojalá lo de Patrick no pasara a mayores. Sin embargo, estaba en problemas.

***

Al llegar a casa las cosas no me fueron mejor, en la sala me esperaba un furioso Armando y unos preocupados Rosita y Emiliano.

—Hasta que te dignas a llegar. ¿Por qué diablos tardaste tanto? Ah, ya entiendo, querías ir a jugar internet, ¿no? A perder tu tiempo. ¡Aquí tienes un horario de llegada muchacho y lo cumples! —me regañó Armando furioso.

La relación entre Armando y yo ya no era la mejor. Cada vez empeoraba considerablemente y todo debido a sus descargos de estrés mediante maltrato psicológico y verbal que tendía a incrementar.

—¡Sí llegué a la hora! Acepto que me atrasé un poco, pero llegué a tempo. Luego tuve que ir a comprar algo de último minuto y volví a salir, pero aquí estoy. —Me defendí intentando no alterarme.

—Es verità signore, yo tuve la colpa, se me olvidó decirle a Esther que ya no había queso parmesano y salsa de tomate para que los comprara para il spaghetti. Yo no pude ir porque no podía dejar sola la cocina, entonces... —Explicaba Andrea asustada y nerviosa, pero la interrumpí.

—Yo me ofrecí comprárselo, y aquí está. —Mencioné mostrando los productos y pasándoselos a Andrea.

—Ah, sí. ¿Y eres la única sirvienta en la casa no? ¿Abigail o Rosa son discapacitadas? ¿O acaso Penny no hace nada? Esa chica ya anda en la cuerda floja, adviértanle que tenga cuidado. Además, ¿para qué demonios el espagueti sí o sí debe tener queso parmesano y salsa de tomate? ¡Debían servir así y ya, se acabó! ¿Qué tienen que ir fregando a sus patrones? —Armando regañaba duramente a Andrea y Rosita, quienes bajaron la cabeza en señal de respeto.

—Abi estaba con Alena y Rosita es di età —explicó Andrea tímidamente.

—¿Y eso a mí me importa? Tiene pies, no está enferma, puede ir. —Argumentó Armando con dureza.

—Armando, sabes que no como espagueti sin queso parmesano o sin salsa de tomate. De ser así ya no como, y no por tu culpa me voy a quedar sin almorzar. —Alegó Estefany, quien era la única que estaba tranquila, mirándose las uñas.

—Sí claro, la fifí... De todos modos el supermercado queda a unas cuadras y tardaste mucho. ¿Qué carajos hacías? Además, ¿no te viste todavía? Vienes en un estado lamentable, mira tu ropa, la rasgaste. —Protestaba Armando, pero al percatarse del golpe que traía me tomó bruscamente del rostro—. A ver, quieto, traes un moratón en el rostro. Ah, con razón. ¿Que ahora quieres convertirte en maleante? —se alteró soltándome.

—Ah sí, y de paso traigo navaja. No seas tonto Armando, tuve una pelea con unos chicos del instituto, es tutto. Además esas cosas son normales a mia età —argumenté intentando evadirlo.

—Una pelea, ajá... ¡Solo falta que me traigas una notificación de dirección! No me andes en esas Manasés, te lo advierto —me amenazó Armando impasible.

—¡O sino qué! ¡Tú no me puedes hacer nada! ¡En tutto caso les avisaría a mis padres! —lo contra amenacé alterado. Pues ya me estaba hartando de sus maltratos verbales y amenazas.

—Sí y van a aparecer como superhéroes aquí, no seas estúpido. Todo lo hago por tu bien y además Lucía ya no nos escribe. ¡Ya van dos meses y ella nos va debiendo la renta de la tutela! Sin embargo ustedes siguen aquí, eso porque nos preocupan. ¡Y siquiera son agradecidos! Tú también Emiliano, por embriagarte la otra noche nosotros tuvimos que pagar tu fianza, además que por poco y te mueres. No quiero que se repita —advirtió Armando y se dirigió al comedor.

Yo miraba a Armando con rabia, deseando poder golpearlo; y Emiliano también.

—Non ti preoccupare, mio figlio, llegó ya estando de malhumor. Andiamo, voy a curarte esa moratón que se está inflamando. ¿Pero qué pasó? Cuéntame —me pidió saber Rosita con dulzura.

—Yo voy con ustedes, también quiero saber qué sucedió. —Determinó Emiliano y entonces fuimos a curar ese golpe.

***

Ya en el comedor Armando recibió una llamada, por lo tanto tuvo que levantarse para atenderla. Pero luego regresó impetuoso.

—Conque una peleita no. ¡¿Con que una peleita?! —me reclamó Armando pateando la mesa, iracundo.

—¿De qué hablas? —me hice al desentendido.

—¡No te hagas el gil! ¡Sabes de qué estoy hablando! ¡De la pelea que tuviste con Patrick!

—No entiendo, ¿de cómo te enteraste? ¿Además perché importa tanto? —pregunté extrañado.

—¿Que por qué importa tanto? Te diré porqué. ¡Me acaba de llamar su padre avisándome que Patrick llegó a su casa casi desmayándose, y le contó que tú lo pateaste brutalmente en el estómago! Lo llevaron al hospital para ver qué tan grave fue y no solo eso. ¡También le contó que rompiste una ventana del instituto y lo inculpaste a él! ¡Además que fuiste a causar destrozos a un vecindario y asimismo lo inculpaste! Mañana aclararemos las cosas en el instituto y asumirás tu castigo, el daño de la ventana lo pagarás con tus mesadas. —Me avisó y explicó Armando demasiado alterado.

—¿Perché tanto lío? ¡¿Qué tienen de importante mis problemas con Patrick que te interesan tanto?! —le cuestioné también airado y confundido. Realmente no entendía.

—¡Porque me metiste en problemas con ellos! ¿Sabes quien es Patrick, no? ¡Es Patrick Belgrano, y su padre es el nuevo socio de Vestirsi Bene, y uno muy influyente! Ahora nuestra relación personal está delicada… ¡¿Sabes las consecuencias que trajeron tus idioteces?! Además el dinero saldrá de mi bolsillo para pagar eso que rompiste. ¡La empresa es de tus queridos padres y Belgrano puso una inversión importante! Imagino cuán decepcionados estarían tus padres de ti. —Me dijo con ira y decepción.

—Don Armando, no cree que está siendo muy duro con... —intervino Rosita, suplicante.

—¡Usted cállese! No es más que la nana de estos mocosos, y aún su trabajo está haciendo mal. ¿Que no les enseña educación a estos chicos? ¡Y tú también Abigail, no te hagas la loca! —las regañó Armando violentamente.

—¡No les hable así Armando! —estalló Emiliano, exaltándose e incorporándose— ¡No se meta con ellas, y menos con mio fratello, él aún es un bambino y no tiene que estar aguantando tu mal carácter! Él hizo algo incorrecto, lo acepto. ¡Pero tutto tiene una explicación y ni le pidió una! Usted solo es nuestro tutor, no abuse de su poder. Ya sé que ustedes son quienes nos mantienen, pero con la autorización de mis padres puedo echarlos de aquí. —Mi hermano hizo una pausa para intentar calmarse.

»—Mi dispiace, Estefany, no quise sonar grosero y sé que tú no tienes la colpa; pero es que Armando se está pasando y ya es hora de que alguien lo ponga en su lugar. No eres imprescindible Armando, soy mayor di età y casi todas las personas de aquí trabajan, podemos mantenernos solos. Y ni pienses en echarnos en cara tu acto de benevolencia al haber comprado la casa, te lo agradezco sí, pero usted tomó esa decisión —suspiró—. No te lo pedimos y puedo echarte de aquí si es que abusas. Así que ya sabes Armando —lo amenazó un poco más sereno, pues su paciencia también tenía un límite.

Armando lo miraba con rabia.

—¿Así que con esas Emiliano? ¡Deja de ser un chiquillo inmaduro! ¡Yo bien puedo irme y deshacerme de ustedes! Pero, aunque no lo parezca los quiero, todo lo hago por su bien, no obstante todo tiene un límite. ¡Que castigue a tu hermano por algo malo que hizo no significa que abuse de él! —se defendió Armando exaltado.

—¿Y tus palabras duras qué? ¿No te das cuenta que hieres a mio fratello con ellas?

—¡Eso fue para que aprenda a medir las consecuencias de sus actos! Además tiene que dejar de ser tan malcriado, a este paso solo va a hartarme.

—Bene, ¿te estoy hartando? ¡Pues vete de esta casa! ¡Tú ya me hartaste a mí! No eres mio padre ni nada mío más que mi tutor, pero ya me cansé. ¡Te detesto Armando, vete per favore de una vez! —me desahogué realmente furioso y ofendido.

Entonces salí corriendo del comedor hacia mi cuarto, tirando una silla en señal de molestia. Emiliano se levantó detrás de mí y me persiguió.

Antes de que llegara me encerré, me deslicé por la puerta hasta quedar sentado en el suelo y me puse a llorar de rabia. Ya no sabía que pensar o cómo actuar, estaba confundido; me puse a pensar en lo que me habían dicho Armando y Patrick. ¿De verdad mi madre quería rehacer su vida y se había olvidado de nosotros? No, eso no era posible, ella nos amaba, pero entonces ¿por qué no nos escribía? ¿Marcelo tampoco querría continuar siendo mi amigo? ¿Por qué me evadía? Estando pensando en eso alguien golpeó la puerta.

—Manasés, stai bene? Per favore ábreme —me pedía Emiliano. Lo consideré unos segundos y tras insistir, me levanté, me sequé las lágrimas y le abrí.

—¿Qué quieres? —le pregunté secamente.

—¿Estuviste llorando, verità? —más que pregunta me lo había afirmado.

—Non non, chiaro que non. —Lo negué evitando el contacto visual y secándome los últimos rastros de lágrimas, a la par que iba a sentarme a la cama. Emiliano hizo lo mismo.

—No hay caso de negarlo, se nota. Manasés, llorar no es algo vergonzoso, cuando se necesita hay que hacerlo. Retener las lágrimas y reprimir las emociones no es buono. Si necesitas llorar, solamente llora —me explicaba y decía Emiliano suavemente, volteando mi rostro hacia él para que pudiese verlo.

Acto seguido no pude contenerme más y me eché a llorar aferrándome en su pecho, él me abrazó y acarició la espalda. Poco a poco sentía que me liberaba de un pesado peso, mas la opresión en mi corazón seguía instalada. Pasados dos minutos dejé de llorar poco a poco y todo estuvo en un algo tenso silencio.

—¿Será cierto lo que dijeron Armando y Patrick? Mamma no se olvidó de nosotros, verità? —le pregunté suavemente rompiendo el incómodo silencio, pues yo ya le había contado todo lo sucedido con Patrick y la posible aparición de Marcelo.

—Chiaro que non, ni lo pienses. Mamma nunca se va a olvidar de nosotros. Es más, ya quisiera estar frente al tal Patrick para enseñarle una buena lezione... —murmuró Emiliano con rabia, pero lo interrumpí.

—Non! No te metas en problemas por mia colpa. Si a mí Armando me hizo lío e incluso se llevaron a Patrick al ospedale, imagínate si tú le haces algo, pueden meterte a la cárcel por agresión a un menor; y un menor tan importante como Patrick Belgrano —ironicé.

—Sí, tienes razón, no es algo que te felicite, pero hiciste bene en golpearlo. Con mamma nadie se mete —puntuó Emiliano.

—Lo sé, por eso no me pude contener.

—Respecto a lo de Armando... —Emiliano suspiró—. Tranquillo, tú y yo hablaremos con papá sobre esto, mañana nos toca visitarlo. Y no hagas caso a las palabras de Armando, que no te lleguen, cree que está en la cima del poder, pero ya lo bajaremos de su nube. —Determinó sonriendo de medio lado, optimista.

—Sí, tienes razón, no entiendo cómo Estefany lo aguanta. —Mencioné, al contrario que con Armando, con ella me llevaba muy bien.

—Hablando de Estefany, ella cada vez se porta más amable, sobretodo más dolce y… cercana, in speciale conmigo. Eso es extraño, nunca la había visto tan atenta —consideró Emiliano pensativo.

—Es cierto, hasta ya no es tan mandona y exigente como al principio. —Concordé, refiriéndome a su relación con la servidumbre—. Buono, voy a salir —anuncié levantándome de la cama.

—¿Adónde? —me preguntó Emiliano extrañado.

—No sé realmente, a cualquier lado. Necesito pensar, poner en orden mis ideas y… También meditar el asunto de Marcelo —respondí.

Si bien estaba más tranquilo aún el corazón me punzaba.

—Entiendo, solo no hagas locuras, no llegues tarde, no huyas de casa y respecto a Marcelo, non ti preoccupare mucho. Estoy sicuro que sigue siendo tu amigo, solo debe tener problemas considerando la situazione en la que vive. Es más, me contaste que está malato —consideró Emiliano sonando más animado.

—Eso espero y no digas tonterías, no haré nada de eso. —Afirmé ya sonriendo, contagiándome un poco de su ánimo, aunque no mucho.

—Piensa bene las cosas y sal por la puerta trasera; no quieres volver a enfrentar al ogro, non?

—Chiaro que non, eres un buon fratello tonto —le sonreí.

—Tú también enano. Cuídate —me pidió a modo de despedida y entonces salió de mi cuarto.

Andiamo, Amedio —le pedí a mi monito. Por consiguiente salimos del cuarto y luego de la casa.

***

Daba vueltas sin rumbo por las calles, pateando lo que se me cruzaba en el camino, ya me había alejado de casa. Mas bien conocía de memoria casi Génova entera, sino me hubiese perdido.

Pensaba en Marcelo, en Santiago, en el exagerado de Patrick, en lo cruel que era Armando, en lo sucedido y sobretodo en mamá. ¿Que habría pasado con ella? ¿Por qué no nos escribía? ¿Si Patrick tenía razón? No, ni pensarlo, él solo quería provocarme. Y si... ¿si estaba enferma o algo malo le había sucedido?

Mientras pensaba en eso Amedio bajó repentinamente de mi hombro y corrió unos pasos adelante dirigiéndose a una amplia calle. Noté que allí había varia gente aglomerada, entonces perseguí a Amedio y vi a dos titiriteros, un padre y su hija, ambos disfrazados y cantando. Detrás de ellos vi a una niña de mi misma edad cargando todos los materiales. Un momento, eso no era posible.

¿Acaso eran los mismos titiriteros que había conocido en el aeropuerto un año atrás?

¿Esa niña era Grettel?

Eso lo descubrí cuando ella desvió su mirada hacia mí. ¿Cómo olvidar aquellos hermosos ojos color miel? Ambas miradas volvieron a conectar, mi corazón latió con fuerza, pero nuevamente nos volvieron a interrumpir.

—Grettel, sempre quedándote atrás, figlie. Andiamo que nos esperan —le dijo su papá apresurándola, entonces ella entornó los ojos y lo síguió.

Esta vez no los perdería de vista, así que los perseguí, pero por la gente aglutinada ahí me atrasé un poco. Al llegar a otra calle ellos ya empezaban a montar su carpa para títeres. Minutos después estaban a punto de dar un espectáculo. Por la canción que entonaban antes descubrí que su padre se llamaba Peppino.

—¡Les pido toda sua attenzione señoras y señores, niños y niñas…! In fine, ¡a tutto il pubblico aquí presente! Están a punto de presenciar la representación de una dramática storie di amore —anunció, mientras se llevaba una mano al pecho y presentaba un títere.

»—Este es Giuseppe, un hombre meccanico, muy trabajador y humilde; un buon tipo, pero con bastantes deudas. Su gran castigo fue enamorarse y amar a Casey —sacó otra títere—, una hermosa joven de alta clase social que también lo ama, pero que no está dispuesta a renunciar a sua famiglia ni a su fortuna por él. Ahí les va esta emocionante y dramática storie di amore. —Acto seguido se conectó un microfóno y encendió un parlante, en el cual puso el dramático ritmo de fondo.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Casey: ¿Qué haces aquí? Vete, si mi padre te ve acá te matará.

Giuseppe: Ya nada me importa, con tal de que tú estes a mi lado.

Casey: Entiéndelo Giuseppe, lo nuestro es impossibile, yo ti amo, pero mis padres nunca lo aceptarán.

Giuseppe: Entonces ven conmigo, andiamo, escapemos juntos.

Casey: ¡No puedo! Entiéndeme, no puedo abandonar a mia famiglia, la vita que tengo.

Giuseppe: ¿Tutto eso vale más que nuestro amore?

Casey: Non, pero ponte en mi lugar.

Giuseppe: Yo solo quiero que vivamos nuestro amore.

Casey: Pero nuestro amore solo es un sueño. Una ilusión.

Giuseppe: Nosotros podemos convertirlo en realidad. Tú eres mi princesa, que nada nos separe, porque nuestro amore traspasa las fronteras.

Casey: Pero hay barreras que nos separan, el destino fue cruel y nos puso en distintos mundos. Yo pertenezco a una alta clase social, mia famiglia es prestigiosa, no puedo renunciar a eso.

Giuseppe: Pero no eres felice, en cambio conmigo descubrirás la felicidad.

Casey: Si soy felice, Giuseppe. Además eres feo, no eres el príncipe azul que yo espero.

Giuseppe: Pero soy hermoso en el interior, solo que debes conocerlo.

Casey: lo conozco; eres noble, trabajador y humilde, pero mio amore solo te hace daño, no quiero seguir lastimándote, además que mio padre te tiene amenazado. Debes olvidarme, encuentra a una mujer que te haga realmente felice.

Giuseppe: En mio cuore solo hay espacio para ti, eres la única mujer que quiero, y mio amore por ti perdurará para sempre. Lo que me hace daño es tu rechazo, tú eres la única medicina que necesito.

Casey: Pero la única soluzione a esto es separarnos. Entiende, estamos destinados a estar separados.

Giuseppe: Lo que pasa es que no me amas, verità? Mírame, ¡mírame a los ojos y dime que no me amas!

Casey: ¡Sí ti amo! Solo que no puedo estar contigo.

Giuseppe: Si no estás conmigo me muero. La vita no tiene sentido sin ti.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

En eso le pusieron al títere de Giuseppe una pistola y Peppino llamó a Grettel, quien estaba aislada a un lado de la carpa, para tocar los platillos. Yo más que prestar atención a la obra se la prestaba a ella, se veía triste, sumida en sus pensamientos. Grettel se levantó y tocó los platillos, mientras Peppino cambiaba el ritmo del parlante a uno más trágico y apocalíptico.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Casey: Non! Giuseppe, amore mio. ¿Qué vas a hacer?

Giuseppe: No tiene sentido seguir viviendo sin ti. ¡Es mejor que me muera!

Casey: ¡Non, amore mio no digas eso! ¡No cometas una locura!

Giuseppe: Me mataré, lo haré, pero nunca te dejaré de amar. Jamás lo olvides.

Casey: ¡Non, per favore no lo hagas!

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

El títere tenía la pistola apuntando a su cabeza, en eso un sonido de disparo hizo estruendo y Grettel volvió a tocar los platillos.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Casey: Non, non, non; esto no es possibile. Oh Giuseppe, ¡¿qué has hecho amore mio?! Tutto esto es colpa mia, si tan solo te hubiera aceptado... Non, non ti preoccupare amore, acepto. Fuguémonos juntos, vivamos nuestro amore lejos de aquí, donde ni nada ni nadie pueda separarnos, siquiera la morte. Porque ahora, es ella quien nos une. ¡Espérame amore mio, voy a darte alcance!

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Acto seguido también colocaron la pistolita en el títere de Casey, el parlante volvió a producir el sonido de un disparo, Grettel volvió a sonar los platillos y el telón se cerró.

—Y la morte los unió para sempre, los llevó a un lugar donde no hay prejuicios sociales, ni nada que los separara. Y a pesar de este finale trágico, ellos vivieron felices para sempre. —Finalizó Peppino con satisfacción y entusiasmo, entonces el público estalló en aplausos.

La historia no era tan original y era bastante dramática, pero tenía cierto buen argumento al final.

—Ahora llegó la prueba de que les encantó esta tremenda storie. Aporten con un granito de arena, aceptamos lo que sea y les estaríamos muy agradecidos. —Pidió, pero la gente se comenzaba a retirar.

Entonces Peppino le susurraba a Grettel que fuera a recolectar el dinero. Ella fue, pero solo algunos aportaban, y muy pocos con billetes, la mayoría de los que sí contribuían lo hacían con monedas. Segundos después casi toda la gente se había ido, solo una que otra persona y yo seguíamos allí. Hasta que Grettel se acercó a mí, pero era para recolectar el dinero, yo le deposité un billete de diez euros y dos centésimos.

—Grazie —agradeció dulce y timídamente—. Por cierto, te lo reitero, lindo monito —mencionó refiriéndose a Amedio.

Sentí entonces una sensación indescriptible de dicha con el hecho de estar hablando nuevamente con ella. Por segunda vez. Y desde el primer momento tuve una cierta certeza de que ambos volveríamos a encontrarnos. Mas, ¿cuál era la razón de esa esperanza?

Era el presentimiento de que ella era una persona muy especial, pues para mí tan solamente con su meliflua mirada, su forma de sonreír o su apacible tono de voz transmitía esa esencia.

—Grazie, también es divertido. —Esta vez fue mi turno de agradecer, ella asintió y se dirigió hacia su papá, dándole lo que había recolectado mientras su hermana salía de la tarima.

Y al ver el resultado Peppino enfureció.

—¡Tutto esto es una reverenda mierda! Chiaro, la gente de aquí cree que las funciones son gratis; obvio, perdemos nuestro tempo para esto —ironizó furioso—. Es por eso que quiero marcharme a Argentina, pero a este paso no podremos ir ni a un mísero pueblo. —Protestaba, mientras recogían todo.

Ese comentario había llamado mi atención. ¿Había oído bien? ¿Argentina?

—No te pongas así papá, verás que tutto va a mejorar. Solo tenemos que ser más creativos, a la gente le llama la attenzione lo originale. —Sugirió su hija mayor optimistamente.

—Chiaro que les llama lo attenzione, pero les duele los bolsillos eso pasa. Espero que la gente en Buenos Aires no sea tan tacaña —argumentó a voz en cuello.

¿Había dicho Buenos Aires? Era una casualidad o el destino los había puesto ahí, sí, eso tenía que ser. Mamá estaba en Buenos Aires y ellos planeaban ir allí. Tenía que confirmarlo, así que me acerqué a Grettel.

—¿Eso es verità? ¿Es cierto que se van a Buenos Aires? —le pregunté esperanzado a Grettel, pero ella me miró muy extrañada. En eso su padre se acercó.

—Espero y te haya gustado la funzione. La prossima vez lleva a tua famiglia, sempre damos funciones aquí; chiaro, sempre y cuando aporten, non? Ojalá no todos los genoveses sean tan poco generosos y tengan buon gusto —parloteó molesto, pero luego dirigió la vista a Grettel—. Andiamo.

Y empezaron a marcharse.

—¡Hey, espera! ¡¿Es eso cierto?! —le reiteré a Grettel mi pregunta, pero ya se habían ido—. Si lo es, ellos pueden decirme que pasó con mamma. —Consideré, ya conocía donde encontrarlos y en especial, ya sabía donde encontrar a esa niña que me robaría el sueño y pensamiento.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top