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Había fantaseado tantas veces con ese momento. Lo pensaba y a su mente venía claro el plan que llevaría a cabo para conseguirlo. Ahora solo tenía que infiltrarse en el reino, atacar el castillo y cobrar factura.
Pero, ¿podría hacerlo sin Hunter y Al?
No dejó que los pensamientos llenos de dudas la torturaran. Se puso de pie y tomó su bolso, se puso el cinturón, calzó sus zapatos de caminata, empacó comida y agua para el viaje, se puso una caperuza negra y caminó hacia la salida.
—¿A dónde vas? — preguntó Hunter, que parecía no haberse movido de la silla.
—A Royaume, debo irme ahora si quiero llegar por la noche — contestó sin ningún deje de alguna emoción.
—¿De verdad irás?
—Sí, de verdad.
Comenzó a poner en su cadera los cuchillos que usaría, navajas y cargó en mano una pequeña pero muy útil ballesta.
Antes de marcharse le dio una última mirada a Hunter, él solo aparto la vista y dejó a la joven que había cuidado por cuatro años, marcharse a una misión que podría no traerla de regreso.
Afuera de la casa, Genevieve comenzó a caminar por el camino que ella y Al habían trazado hacia Royaume. Habían puesto marcas específicas en árboles, arbustos e incluso en piedras, todas difíciles de entender, de ver o de interpretar. Pero ella lo hizo bien con todas. Y cuando estuvo en la entrada al reino, un hogar que se sentía ajeno pero le pertenecía, sonrío para sí misma.
Eran pasadas las diez de la noche, había caminado por más de cinco horas, haciendo pequeños descansos para comer un poco o beber agua, y estaba agotada, pero sabía que debía llegar hasta el castillo y poner en práctica lo que por años había esperado.
Caminó a paso lento y respiró con normalidad, no miraba alrededor aunque mucho había cambiado en Royaume, sino que se mantenía con un objetivo fijo y trataba de parecer lo más pueblerina posible.
El camino de piedras terminaba justo en la entrada del castillo, donde se elevaban muros de ladrillo y torres de vigilancia en las cuatro esquinas. Alrededor del castillo había césped bien cuidado y a algunos metros del portón, existía una trampilla que jamás había sido eliminada, por la cual se podía entrar si se sabía su ubicación, así como lo que encontrarías al entrar.
Caminó lentamente por el contorno del lugar, cuidando de no parecer sospechosa, observaba con atención hasta que vio, justo como se vería si alguien ponía atención a su casa en el bosque, un aro de hierro listo para ser halado. Tiró de él con fuerza, pero su cansancio y el óxido no ayudaban.
—Está atascado — escuchó a una voz masculina decir.
El cabello en la nuca de Genevieve se puso en punta y un cosquilleo le llenó el estómago. Giro sobre sus talones lentamente, solo para encontrarse con la mirada familiar de Hunter.
—¿Qué haces aquí? ¡Me has dado un susto!
—También me alegra verte — dijo sarcásticamente el cazador.
—Bien, ese no fue un saludo apropiado, pero sí me alegra verte.
—A mí me alegra haberte seguido el paso, ya que no ibas a lograr entrar por aquí.
—¿Qué? — preguntó más confundida que ofendida.
—Está atascada y sellada, pero Al ha conseguido entrar ya.
—¿Al está dentro?
—Sí, también está listo para...
Y en ese momento la trampilla se abrió, mostrando la cara sonriente y satisfecha de Al. En su espalda cargaba su arco y su carcaj, había dejado su cabello despeinado y sus ojos reavivaban más el azul con la adrenalina que seguro sentía en ese momento.
—¿Gustan entrar a mi palacio? — preguntó en un tono gracioso, exagerado y fingido.
Genevieve se desplazó a través del hueco que dejaba la trampilla con Hunter siguiéndole el paso. Una vez que estuvieron dentro, observaron la magnitud del castillo, lo habían conservado en perfectas condiciones e incluso lo habían redecorado. Dentro de sí, Genevieve sintió nostalgia así como enajenación al observar el lugar en el que había crecido, pues por alguna razón ya no se sentía como un hogar y tampoco como algo que quisiera recuperar.
¿Era demasiado tarde para retractarse?
—Andando — musitó Hunter, tomando el mando y avanzando sigilosamente hacia la entrada trasera del castillo.
Caminaron sin contratiempos y eso era aún más extraño que flechas disparándoles desde todas direcciones. Así que justo antes de abrir la pequeña puerta de madera que se encontraba en el cuarto de lavado, Genevieve los detuvo.
—Él sabe que estamos aquí.
—¿Cómo lo sabría? Cree que estamos muertos — recordó Hunter.
—Sé que no lo están — dijo una tercera voz al tiempo que Genevieve sentía en su cuello la hoja fina de un cuchillo, al ser la última en avanzar estaba detrás de Al y Hunter, lo que la convirtió en presa fácil para su atacante.
Y sabía perfectamente quien era.
—Retírate ahora y nadie saldrá herido — ofreció Hunter rápidamente, sintiendo como el miedo subía de su estómago a su garganta, pero ocultándolo muy bien.
—¿Crees que he venido solo?
—Sé que no lo has hecho, pero nosotros tres somos perfectamente capaces de terminar contigo y tus guardias. Sobreviví dos veces, ¿recuerdas? — habló Genevieve sintiendo aún el cuchillo presionando en su nuca.
—Ahora es mi turno de sobrevivir — siseó Graciel en su oído.
—Bien, mátame, pero primero dime ¿por qué?
—¿Acaso crees que un reino no vale un par de vidas? Traicionarte, engañar a la reina, matarla y terminar contigo de una vez por todas, no me convierten en una buena persona, pero sí en una persona inteligente. Todo lo que siempre quise fue un reino, algo para mí, cosa que es muy lógica si piensas en que siendo el menor de cuatro hermanos tenía cero oportunidades de conseguir algo decente. Afortunadamente tu madrastra era una mujer llena de avaricia y tú una chica llena de rencores. Podríamos decir que solo fueron los medios perfectos para mi claro objetivo. Ahora voy a matarte y entonces por fin podré dormir en paz, en el castillo que me gané.
—¿Te parece que con todo lo que has hecho dormirás en paz? — escupió asqueada la joven.
—Claro que sí, Genevieve, los hombres jamás llegaron a la cima por ser buenos con el mundo.
EL FIN
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