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Tras las colinas de Royaume, en lo profundo del bosque, una pequeña casa de madera se escondía. Si caminabas frente a ella difícilmente la percibirías, pero si mirabas con atención notarías el picaporte de hierro que sobresalía de entre la maleza que la cubría.

Cualquiera habría pensado que no se trataba más que de otra choza abandonada, pero dentro de ella habitaban tres personas.

¿Tres personas dentro de una casa descuidada?

Exacto.

Y no estaba descuidada, más bien, escondida.

Cosas terribles habían sucedido a quienes se resguardaban ahí, cosas terribles que serían vengadas, solo faltaba que estuvieran listos.

—¿De verdad? ¿Cuánto más vas a encajar el cuchillo en el blanco? — preguntó Al, un joven de profundos ojos azules que te distraían por completo de mirar su baja estatura.

—Lo que sea necesario para saber que estoy lista — respondió la única chica que ahí vivía.

—Estás lista, Genevieve. La pregunta es: ¿estás segura? — interfirió el tercer habitante, Hunter, que sentado sobre una silla de madera le daba filo a su daga.

—Por supuesto que lo estoy. ¿Dudas de mí? — la mirada desafiante de Genevieve era cruel.

—No sé, es solo que alguien tan pura como tú no debería pensar en sacar el corazón latente de un hombre.

—No sé si recuerdas, pero mi pureza se esfumó cuando ese hombre me traicionó.

—Era de esperarse, los hombres altos no son de confiar — bromeó Al.

Genevieve hizo una mueca, tratando de reír pero al mismo tiempo sintiéndose muy frustrada.

¿Cómo podía Hunter creer que no lo haría? ¿Pensaba que no era buena? ¿O que se acobardaría?

—Creo que deberíamos dejarlo por la paz — dijo Hunter luego de unos minutos de incomodidad, donde lo único audible era el cuchillo atravesando el aire y dando, por enésima vez, en el blanco.

—¿Y seguir con esta vida? Claro, eso sí que apesta — comentó irónica la chica.

—No la pasamos tan mal, salimos de caza, recolectamos frutos, ejercitamos en el bosque, vemos el cielo más estrellado por las noches. Me gusta esta vida — intervino Al, que se guardaba tantos comentarios como le era posible.

—¿Y te gusta la vida donde tus seis hermanos están muertos?

Las palabras de Genevieve cortaron de repente el aire, haciendo que Al mirara al suelo y que Hunter gruñera, decepcionado de la chica que había criado.

—Eso ha estado fuera de lugar.

—No, Hunter, lo que está fuera de lugar es su cobardía. He estado cuatro años presa, de nuevo, y todo por culpa de una mujer que robó mi hogar y un hombre que traicionó mi confianza. Ellos mataron a tu mujer, a los hermanos de Al y me despojaron de todo lo que me quedaba de mi padre. Si quieren arrepentirse, está bien, pero yo iré a recuperar lo que me pertenece.

Entre bufidos, giró sobre sus talones y caminó hacia su habitación, se recostó sobre su cama y como una película nítida, el pasado se reprodujo en su mente.

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