XVIII: La guerra y la huída
1
El joven vio que había una oportunidad de salir, una llave en un perchero. Él no sabía si podría alcanzarla sin despertar al perro que vigilaba el lugar. Tomó su calzado, y usando los cordones del mismo intento botarla; pero fue en vano. El perro despertó, y de un tirón se llevó el zapato del pequeño Aiki
—Ufff, ¡tienes mala puntería, muchacho! —dijo el hombre desnutrido, el cual se llamaba Ixovar.
—¡Cállate! —replicó Aiki, y volvió a sentarse en su sitio.
—Cuéntame, ¿Qué pasó después?
—Bien —dijo Aiki—, Se había escapado...
...
...
2
Se había escapado uno de los soldados, el que según el demonio, era el traidor. Ya su aparición en la biblioteca, y otras cosas que hizo eran un intento para evitar que Aiki no lograse seguir avanzando en su aprendizaje. ¿Entonces la espada era realmente de él? Pensó Aiki. No, si lo fuese, con el poder que poseía, hubiese ido a buscarla de inmediato. Nada explicaba la aparición de una extraña espada con magia muy poderosa, pero al menos ya se sabía quién fue el impostor.
En ese momento, algo hizo que los oídos de Aiki resuenen, un sonido a una bocina, el cual era tocado por un grupo de caballeros que recorrían la ciudad. Aiki recordó qué era eso. Según uno de los libros que leyó, era una alarma que anunciaba el inicio de una guerra.
«¡INFORMAMOS A TODOS LOS CIUDADANOS QUE ESTAMOS SIENDO ATACADOS EN LA ZONA NORTE!» —dijo una voz...
3
—¿Acaso no ocurrió eso hace un mes?
—Sí —replicó Aiki—; Nukt había invadido la zona norte y logro hacerse de todo el territorio exceptuando Ciudad Libertad. Después Sonia tuvo la idea de hacer que algunos soldados vayan por el sudoeste hacia la frontera, recuperando territorio y llegando hasta Komms. Desde ahí amenazaron con intervenir si proseguíamos, y nos obligaron a retroceder.
—¿Y a ti porqué te trajeron? —repitió Ixovar—, ¡Ve al grano!
—A mí me llamaron hace una semana con el fin de evitar que el rey de este lugar se haga con todo el terreno —explicó Aiki—... Y lo arruiné.
—¿Cómo fue?
—Fue en la última batalla...
4
Aiki corrió por los pastizales, gritando, y blandiendo su espada mientras alcanzaba la frontera hacia Nukt, y perdiendo la vista a Sonia. ¿Acaso no puedo redimirme? Ella tuvo que darme un lugar de porquería en la tropa, y al resto uno bueno. Ahora demostraré mi valía. Pensó mientras corría iracundo hacia el lado de los enemigos de Norkele. ¿De qué vale? No encuentro a nadie. Pensó. ¿Cómo puedo hacer para solucionar esto? Es un problema muy grande... Se detuvo en el medio de la nada.
—No engañó a nadie corriendo hasta aquí —se dijo a si mismo—, al fin y al cabo, no hay una forma específica de ganar si el otro no se rinde.
—¡Arriba las manos!
5
El comedor del palacio del rey Him Hanzu, era más enorme que el del tío de Hayley. Him, un tipo algo obeso, peinado de cepillo y un bigote que le recorría la cara, se encontraba sentado en la punta de la mesa, y al lado de Aiki se hallaban siete súbditos reales.
—¿Te gusta el palacio que tengo? —dijo Him—, ¡Te apuesto a que sí!
Aiki sabía que el palacio fue construido con el dinero que se llevaba del mercado de su estado.
—Estoy seguro que soy lo mejor que le pasó al mundo —dijo Him—, mi pueblo agradece que he sido yo el que los gobierne, porque todos viven igual de bien.
El joven no sabía si estaba mintiendo o de verdad se creía que todo el mundo en ese lugar vivía bien. En ese momento llego el mayordomo real, el cual traía consigo un pavo en un recipiente plateado que relucía todo el reflejo del lugar. El pequeño y rechoncho Hims tomo los cubiertos, observó la carne, y probó un poco. Pasaron solamente unos segundos cuando lo escupió.
—¿¡Acaso esto es comestible!? —espetó—, ¡esto está frío! Dígale al cocinero que lo caliente más.
El mayordomo asintió y corrió hacia la cocina.
—Quizás te logré convencer de unirte a nosotros —dijo Hims a Aiki—, porque tienes un buen potencial.
Aiki no sabía qué decir, le habían dicho que el hombre era muy peligroso, pero no sabía en qué tantos problemas se hallaba en ese momento.
Ellos habían hablado un poco más, cambiando temas constantes mientras el dictador intentaba convencerlo, hasta que entró un vocero real.
—¡S-Señor! —dijo el vocero algo tembloroso—; ¡Descubrieron a unos mercaderes merodeando los pueblos fronterizos.
El pequeño Hims volteo frunciendo el ceño, aunque no se le notaba porque carecía de cejas.
—¿Acaso no los ejecutaron? —dijo Hims—. Sabes que cuando algo así ocurre, alguien debe pagarlo. ¿No hiciste nada para ayudar?
—N-No señor.
Him volteó nuevamente hacia la mesa con un ademán un tanto pensativo, y repentinamente la golpeó con el puño.
—¡Sabes que alguien debe de ser ejecutado! —gritó. El hombre retrocedió un poco, algo tembloroso.
Uno de los participantes en la mesa se levantó, se dirigió hacia una pared, y de ahí saco un rifle, con el cual le disparo en la cara al vocero. En vez de cabeza, en su lugar Aiki pudo ver mucha sangre chorreando a borbotones y pedazos de cráneo colgando. Logro presenciar la muerte en primera persona
—¡Al niño de Norkele, enciérrenlo, en una semana lo ejecutaremos!
6
—Así fue como llegué aquí —dijo Aiki.
—Creo que estuvo bien tu idea —opinó Ixovar— Yo tengo descendencia de Dako, y estoy en Nukt desde la guerra. Llegué aquí por intentar vender comida, cosa que acostumbraba hacer antes de que Adreu y Komms se hayan apropiado de esta zona.
—Lo se, está mal —dijo Aiki.
—Se aprovechan de que no podemos realizar magia, y de esa forma nos tienen encerrados.
Entonces a Aiki se le encendió la bombilla, solamente tenia que confiar en él mismo. ¿Lo lograría?
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