XVI: Dualidad
1
La entidad había sido debilitada de cierta forma, pero aún parecía tener algo de energía para seguir haciendo daño en todo a su paso. Las chicas estaban agotadas, y Sonia parecía pedir que haya intervención de alguien más. Aiki supo que le tocaba a él, así que con algo de temor por no saber si podría luchar, o si se volvería totalmente inoperante. ¿Acaso el destino del mundo era tan complejo como para estar en manos de un niño?
El joven comenzó a caminar a pasos lentos y torpes hacia el frente. Sintió un sonido de un golpe seco —similar al que emite un hacha al cortar madera—, al poco tiempo otro a la derecha, y al final otro tras él, el cual fue tan fuerte que lo obligó a voltear.
—¡Aiki! —gritó Hayley. Ella estaba corriendo hacia él junto a Koichi y Samirina. Aiki se había sorprendido, y recibió el llamado con los ojos como dos bolas de tenis.
—¡No puedes ir solo! —exclamó Koichi—. ¡Estás en un mal estado!
—¡Deja que te acompañemos! —agregó Samirina.
Aiki lo pensó bien, y asintió con la cabeza. El grupo entró en escena...
2
Una onda expansiva logro tumbar a todo el grupo, y justo en ese momento el mal tiempo hizo su efecto. El cabello de Aiki, el único en pie, había caído gracias a la lluvia, mientras que un sentimiento latente de impotencia se apoderaba de él. Un golpe... Como un hachazo.
3
En algúnlugar en su interior
Él muchacho que llevaba mojado el cabello caminó por aquella gran sala que parecía reconfortante como si fuese un albergue, pero su interior era como una mansión. En vez de suelo parecía estar caminando en el aire, como si miles de manos lo sostuviesen para no caer a la nada. Frente a él una puerta decorada por flores, y que se hallaba en medio de dos columnas humanas, se abrió. En ella pudo observar dos figuras al lado de un río; una emanaba luz y la otra, de forma imposible, emitía oscuridad. Si lo viese tan solo fuera de ese trance, Aiki no lo creería, pero al parecer el estado en el que se encontraba lo volvía digerible.
—¡Querido! —dijo una voz suave que provenía de la luz, y quizás sea la presencia de Eros. Por el otro lado, una voz masculina y de fuerte tonalidad se abrió paso; era la muerte, llamada Tánatos— Confía en ti, porque nosotros lo hacemos. De ambas manos se asomaron no armas cualquiera, sino que eran espadas flamígeras.
4
Su cara de impotencia había cambiado totalmente, y en ese momento se había vuelto desafiante. Su espada se hallaba en su mano, y al igual que su contraparte maligna, giró en círculos. Nunca apartó la mirada de sus macabros ojos, pero aquellas entidades le aseguraron que todo saldría bien, al menos esa vez. Aiki blandió su espada. La gema en el interior de la misma brillaba de una tonalidad rojiza carmesí, similar a la sangre. Entonces en un arrebato de ira, el joven se dirigió corriendo hacia la figura, que parecía segura de si misma. ¿Acaso planea algo? Pensó.
El ente hizo aparecer una espada de oscuridad, pero la luz que desprendía la espada de Aiki era demasiada, tanta que logró atravesarla. El demonio cayó al suelo. Sonia logró recuperar la compostura levemente, y se levantó dando tumbos. Sostenía su brazo, el cual se encontraba algo dañado, aunque siendo ella, podría curarse en cuestión de días.
—Muy bien —farfulló Sonia. El demonio estaba perdiendo casi en su totalidad el formato que tenía, lográndose ver una figura aterradora tras él— ¿No te bastaba con que te derrote una vez, y vienes a por más? ¿Acaso tú cuerpo anterior no te fue útil? —agregó. Sonia logró reconocer al demonio que combatió poco después de que la gran guerra haya concluido.
—¡Fue el chico del pelo blanco! —exclamó el demonio—, él está planeando darle espacio a los demonios de Nukt para entrar. ¡TEN PIEDAD! —rogó.
—Creo que para ti una buena celda viene bien —replicó Sonia—, y no te daré el gusto de tener un cuerpo en buen estado.
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