VII: La gran biblioteca del pueblo y el robo del siglo.
1
Las sillas estaba en orden, el escenario limpio, y el pergamino abierto. Ahí es cuando Sonia declaró: «Desde ahora, sus equipos deben ser de a tres personas o más.» seguido de «Uno de los nuestros ha fallecido en la frontera en su hora de vigilancia.»...
Después de un largo discurso sobre cómo cuidarse, el comedor fue habilitado, y ahí fue cuando Aiki se reencontró con Koichi, quien sorpresivamente se encontraba bien, y su envenenamiento había desaparecido. Ese día Sonia quiso que haya una banda de Jazz tocando en el escenario improvisado que hizo en la posada, que a su vez no permitía que Aiki y Koichi se oyeran bien.
—¡Veo que estás mejor! —elevó la voz Aiki.
—¡Yo sí, gracias por preguntar! —respondió Koichi con leves gritos.
En ese momento, una muchacha de peinado castaño y pequeña se les acercó. Su largo y encrespado cabello se había posado sobre la mesa, cosa que alertó a ambos.
— Yo me sentaré aquí por ordenes de Sonia. —dijo la muchacha.
Koichi quedó petrificado, y Aiki la miró con la sensación de ser invadidos.
—¿Quién eres? —preguntó Aiki.
—Yo soy Hayley Stewart.
Aiki miró a la chica algo confundido; su nombre y apellido era en un inglés antiguo perfecto. Por alguna razón no había mezcla con otros idiomas como se acostumbraba en los nuevos idiomas de la época.
—Ehmm, hola. —dijeron ambos al unísono.
En ese momento pasó Sonia, quien observó a Hayley con mucho desdén.
Koichi vuelve su cabeza hacia Aiki, parecía haberse iluminado por dentro.
—Aiki, ¿No deberías preguntar sobre el asesinato?
Aiki estaba indeciso de hablarle a Sonia, pero al final tomó valor. Él caminó hacia Sonia, y se posó a su lado.
—Oye, Sonia.
—¿Qué es lo que quieres? —contestó sin siquiera voltear a verlo.
—¿Quién fue quien murió?
Sonia se quedó en silencio un rato, pero por fin habló.
—Fue un miembro de la guardia de la frontera, pero eso no te incumbe. —contestó—, ahora ve a hacer lo tuyo y deja de molestar.
Aiki regresó a avisarle a Koichi, quien se mostró pensante. Hayley les miraba desde atrás.
—Bien, tendremos que hacer algo, antes que nos maten. —dijo Koichi.
Aiki miró la puerta de la posada, y luego miró a Koichi.
—Mejor salgamos, juntos nadie nos atrapará.
Estando ya fuera, Koichi cerró la puerta de la posada, mientras Hayley refunfuñaba. Aiki caminó junto a su grupo, intentando no alejarse tanto de este, mientras resonaba sus pisadas contra el húmedo césped. El cielo se encontraba celeste, no había nubes, y eso les reconfortaba. Era de desear que la calma permanezca durante todo el día, cuando escucharon a alguien caminar por detrás.
—¿A dónde van? —preguntó Sonia, quién estaba de brazos cruzados.
—Eeeh... —emitió Aiki.
—A caminar —interrumpió Koichi.
Sonia liberó sus brazos y señaló al grupo.
—Está bien, pero no vengan a traer problemas después. —dijo.
Ellos creían que no se notaría mucha diferencia en lo que era antes y lo que es después, pero eso demostraba que el asunto ya era serio. Un asesino entre los suyos.
«¿quizás peor que Sonia? —pensó Aiki—, o quizás sea ella, nada me lo prueba, quizás por su forma de ser, pero no tengo la más mínima prueba. ¿Quizás sólo quiera deshacerme de ella?»
En ese momento sus pensamientos dejarían de fluir como el río, y se toparían un gran dique construído con la voz de Koichi:
—¿Qué tal si vamos a ver a Minato a la oficina postal?
Ambos asintieron.
(...)
Después de una larga carrera por Pueblo Libertad, llegaron a la oficina postal de Norkele, dónde Minato se encontraba dando vuelta.
—Oigan —dijo Minato—, he oído que por ahí hubo un par de asesinatos.
—Ya lo sabemos —contestaron ambos chicos al unísono.
Minato se llevó el dedo índice a la boca, lo que parecía que estaba pensando, y los chicos no sabían que era exactamente, pero la curiosidad no faltó.
—¿Ya lo sabían? —replicó Minato. Sus ojos mostraron inocencia en el fondo, mientras que tanto el de Koichi como el de Aiki mostraron agobio.
—Sí —contestó Aiki—, Sonia se volvió loca hoy.
Aiki sabía que no tardaría tanto como para que Minato se de cuenta de su nueva y rebelde amiga, a menos que ella necesite un aumento en sus gafas.
—¿Y tu nueva amiga? —preguntó Minato—, parece pequeña.
Una simple mención de esa palabra alertó a Hayley, sus ojos se pusieron como bolas, y parecía que en vez de atinarle a los pinos, le atinaría a Minato.
—¿Quién es pequeña? —dijo Hayley—, ustedes son muy altos.
—Quizás —contestó Aiki.
La oficina estaba casi vacía, sólo parecía Minato estar ahí, quien en una bolsa roja de terciopelo sacó un pilón de sobres. En ellos se encontraban nombres escritos como Helen, Tomoko o Fleur. Hayley en ese preciso instante avanzó unos pasos, y dijo:
—¿Podemos ayudar?
Tanto Aiki cómo Koichi sentían ganas de salir corriendo de ahí, pero Aiki no se atrevió; debía ayudar a su amiga, y ya Hayley lo propuso.
2
La vida estaba presente dentro del pueblo Las tres copas, la cual era de envidiar por el resto de días. Un hombre se sentó ahí, justo en ese preciso instante, y comenzó a mirar a la gente mientras un hombre de por ahí cantaba las noticias.
«se notificó un robo en el gran museo, menos mal por el ladrón que no fue al aseo.
El ejército de Norkele lo sigue buscando, lástima por él, que no va a seguir escapando.»
El hombre se levantó y caminó por todo el pueblo, disfrutó de la vida, pero también disfrutó de la obra de arte al llegar al cuartel oculto...
Días antes
El hombre habría salido del museo, observando las cosas que se encontraban en exposición, pero que según la gente, valían una fortuna. Sabía que ellos debían robar algo, pero le apostaron a la pintura más cara y preciada de Norkele: «La sangre de Abel», evaluada a unas doce mil monedas de oro. Eso hicieron.
Aquella noche la gente habría desaparecido, y sólo los acompañaría el brillo de la luna entrando por la ventana. Tres hombres enmascarados entraron por una de las ventanas, guiados por otro: subieron las escaleras, y entraron por una puerta, la cual resguardaba dicha pintura. El oro ya lo tenían en las manos.
Después de terminar con el robo, los ladrones fueron a una cantina a beber. Al llegar, el ambiente intenso con olor a alcohol se desprendía de la edificación, y tal vez de las personas que se hallaban dentro. Una mesa de billar marcaba el centro, la cual cuatro personas estaban usándola. Tras ella se encontraría la barra.
El protagonista del robo se sentó justo delante de esta, y se preparó para que le sirvan un cóctel. Sus amigos se confirmaron con Wiski barato, pues el alcohol era sólo eso. Nada más lejos de la realidad, podrían endeudarse ya que después lo pagaròan con lo que ganarían en el mercado ilegal.
...
...
3
Se había formado una larga fila en la zona de entrenamiento de Norkele, Sonia se encontraba delante de ellos, su ejército la observaba explicando un tema que deberían de aprender; ese era la "Magia Marcial". Aiki se encontraba junto a Koichi y a su otro lado se encontraría Hayley, quien prestaba total atención a la pelirroja malhumorada.
—Han informado que han robado un museo en este estado —dijo Sonia—, ¿Acaso les importa? ¿Sí o no?. Creo que esto es algo que necesitan aprender. —agregó.
Sonia comenzó a caminar frente a los soldados, recta y firme, entonces levantó la palma de la mano hacia un muñeco, y de esta salió un destello de color azulado. El muñeco comenzó a quemarse al ser tocado por aquello.
—Necesitarán aprender esto... —dijo Sonia—, Magia Marcial. Es una práctica que se basa en los textos del "gran libro rojo y negro", dónde en el libro rojo te describen el cómo dos fuerzas opuestas crearon la vida, y a su vez una energía que hace que el universo pueda equilibrarse. —agregó.
En ese momento Ru comenzó a repartir los libros al pelotón. Era un libro de un color gris, dónde en su portada se encontraba el nombre "gran libro del inicio y el final", y en su fondo se dibujaban diez estrellas doradas.
—Ahora, si ustedes quieren aprender sobre esto, deben elegir un elemento. —ordenó Sonia.
La fila se armó, dónde a cada quien se le daba un libro extra como guía, pero era diferente dependiendo del elemento que cada quien eligió de los siete. Estos eran: Fuego, Tierra, Agua, Aire, Hielo, electricidad, veneno. Aiki eligió el fuego, mientras que Koichi la tierra y Hayley eligió el hielo.
Una vez todo el grupo acabó de elegir, excluyendo a algunos pocos que se hacían llamar "Hechiceros", y sabían ya realizar ciertas técnicas de otra forma, todos formaron otra vez la recta por todo el patio.
—Bien, ustedes ya tienen su libro, ya pueden aprender a usar la magia marcial —dijo Sonia—, ustedes tienen que aprender primero una técnica simple, cómo lo es el hacer aparecer energías con la mente. Tienen que intentar imaginarse algo y sentirlo, ese algo se materializará. A ver qué pueden hacer
Cada uno de los participantes se posó frente a un maniquí blanco y sin rostro, el cual tenía un cartón pegado con forma de daga afilada. Aiki levantó el rostro y colocó su mano hacia delante. Imaginó una bola de energía simple, con el calor de esta y todo. La bola parecía materializarse, pero de ahí no salía nada. Ese esfuerzo se transformó al final en un dolor punzante que le golpeó en el cuerpo y lo hizo agacharse.
Aiki estaba arrodillado en el suelo, cuando de repente sintió un tirón en el cuello de su ropa; Sonia lo había levantado y colocado en su lugar.
—No te distraigas, idiota. —dijo Sonia.
Entonces Solo, aún algo fatigado, intentó mantener la concentración en el muñeco, y con todo su esfuerzo colocó su mano en posición; aunque lo único que salió de él fueron alaridos. Había logrado acalambrar su mano, mientras sobre él estaba la mirada sería y malhumorada de Sonia, la cual se había cruzado de brazos.
—Si sigues así nunca lograrás nada.
—dijo Sonia, y siguió caminando.
Poco después Sonia tocó una campana, la cual significaría que terminó el entrenamiento. Aiki fue al vestidor, que aunque no había hecho nada, se sentía cansado de la nada. Sonia se posicionó tras sus espaldas y gruñó.
—¡Espero que para la próxima sepas hacer al menos esto! —dijo—, sino no me quedará más remedio que darte de baja en la tropa. —agregó y siguió caminando, al menos hasta encontrarse con un charco de vómito en una esquina, el cual lo limpió con un chasquido de dedos.
Aiki no sabía por qué no podía hacer aparecer energía con su mano, y sobre todo, no sabía por qué estaba tan cansado después de intentarlo. Sabía que había un truco que debía usar, y ese truco estaba en la mente; imaginaba algo similar a encontrar tu voz en el canto, o aprender a hacer silbidos con las manos, pero aún no encontraba el punto al que debía ir. Un punto medio que debía hallar en la mente, y al no ver su arma, le costaría mucho, pero debía hacerlo; Sonia nunca olvidaría ni dudaría en expulsarlo.
Aiki miró a Sonia con recelo durante todo el trayecto a la posada; era la segunda vez que Sonia había amenazado con expulsarlo, y parecía que tenía algo contra él. El joven no sabía hacer que Sonia lo acepte, sin embargo, gran parte del ejército habría asumido que eso era una misión imposible; aún nadie sabía cómo al resto del rango A le podía caer bien la muchacha.
(...)
El sol del mediodía iluminaba el rostro de Aiki, al parecer Sonia había abierto la ventana por la noche cuando él dormía. Koichi ya no estaba en su habitación, quizás se encontraba desayunando con la tropa. Quizás fue muy pronto para Aiki, el ser golpeado por la realidad e interrumpido en medio de un sueño dónde aprendía a controlar bien la magia, y a su vez lo felicitaba Sonia; sólo le quedaba olvidar y continuar con su camino a lograr su meta.
Bajó las escaleras, escalón por escalón, mirando abajo, hasta que levantó la cabeza. Aiki se encontró con Koichi y Hayley. Koichi parecía haberse levantado a la fuerza, mientras que Hayley parecía haberse levantado antes y haberlo sacado a rastras por el pasillo. Le extrañaba que nadie le haya despertado, aunque creía que habría un motivo.
—¿Por qué no me avisaron? —preguntó Aiki.
—Necesitabas un descanso —contestó Hayley—, con todo el esfuerzo que hiciste ayer fracasando, era probable que te dé una embolia si no dormías.
—No me lo repitas —dijo en voz baja Aiki mientras bajaba del último escalón. El trío fue hacia la gran mesa de la posada, y se sentó a comer. Toda la tropa parecía estar hablando sobre el robo al gran museo de Norkele. Sin duda, parecía el tema principal en ese entonces, y todos querían adivinar quienes fueron los responsables. Había algo en lo que coincidían tanto Sonia cómo Aiki, era en que creían que fue La banda de Norkele los causantes del delito. Ninguno fue hallado, y a su vez, por falta de pruebas, tampoco podrían echarles la culpa porque sí, aunque hayan tenido antecedentes anteriores a ese, y sean odiados por todo el estado.
—Aiki —dijo Hayley—, creo que sería buena idea que vayas a la biblioteca central de Norkele. Ahí es donde normalmente estudio.
A lo que interrumpió Koichi:
—Ahí es donde estaba encerrada todo el día antes de que nos obliguen a andar de a tres.
—Aiki, Sonia estará orgullosa de que aprendas a lanzar energía; aunque sea lo más básico. —dijo Hayley.
—A Sonia nadie le causa orgullo —replicó Koichi—, sólo se ama a sí misma, si se la pasa alagándose al espejo.
A Aiki le parecía buena idea intentar estudiar ahí, aunque tampoco estaba totalmente seguro si funcionaría. Su suerte estaba en la misma que tendría un asistente de limpieza una tienda en medio de un tornado.
—He oído que hay un libro que ayudaría a qué aprendas —dijo Hayley—, "El libro marcial".
Entonces terminaron de comer y se marcharon.
4
A cuatro minutos del mediodía, un día cálido, el trío habría llegado a lo que era La biblioteca central de Norkele, la misma que había pisado un mes atrás junto a Minato. Una mujer de aspecto regordete, bajita, y con cabeza canosa había aparecido en la entrada. Sus rizos podían servir para guardar los lápices del lugar, y hasta parecían cobrar vida.
—Bienvenidos a la biblioteca central de Norkele —dijo la señora—, mi nombre es Anne Kewel, pero sólo díganme An. Les aconsejaré que no hagan ruido alguno.
El grupo asintió y entró a los pasillos. Comenzaron a revolver las estanterías, sin éxito alguno. Al parecer no encontraban el libro que buscaban. A Aiki el tiempo parecía que se le agotaba, sin embargo, su experiencia anterior le decía que debía tener paciencia y perseverancia para lograr encontrarlo; sólo que le costaría mientras más tarde, y mayores sean los problemas que se presenten.
—¿Nada? —gritó Koichi.
—Nada —contestaron Aiki y Hayley al unísono.
«Shhhh» —chistó la bibliotecaria—, ¡No griten, jóvenes!
El grupo se reunió en el centro de la biblioteca.
—Quizás esté tras las rejas, en el fondo de los pasillos. —dijo Hayley.
—Es probable —respondió Koichi.
Entonces el grupo comenzó a adentrarse en la profundidad de aquel gran edificio, las telas de araña parecían hacerse evidentes; a ninguno parecía inmutarle, y Koichi tampoco temblaba ante la idea de otro envenenamiento, su instinto proclamó la batuta de líder ante su razón, y la aventura le guiaba. Para Hayley, la razón crecía, sin embargo, decidió seguir a Aiki. En ese momento, giraron hacia la izquierda, dónde un chico albino les miraba. Toru se encontraba ahí, y después de una sonrisa y un guiño de ojo, este se marchó con un libro de portada gris en la mano; aquel libro no parecía salir de aquel lugar ya que el estante estaba lleno de libros de portadas bordó y turquesa. En ese momento Aiki sintió un empujón.
—Otra vez el nuevo —dijo Zeon—, ¿tú eres capaz de arriesgarte por tu espada?, eso es ridículo.
A su lado se encontraban Dan y Ted, quienes sostenían a Koichi y Hayley.
—Lástima —dijo Zeon entre risas—, tus amigos no podrán defenderte —agregó.
Aiki se había puesto en forma para atacar, aunque no le saliese la energía de las manos, intentaría defender a sus amigos. Lanzó su mano hacia delante, sin embargo, no logró que salga nada de su mano.
—¡Idiota! —exclamó entre risas sarcásticas—, ahora ni siquiera puedes librar tus poderes.
Zeon tomó a Aiki del cuello y lo arrojó contra un estante, sin embargo, desde la espalda de Hayley fue emitido un destello que hizo retroceder a Daniel. Y Hayley se trepó en la espalda de Zeon, mientras que Ted intentaba liberarlo. Tomó de los pies a Hayley y comenzó a tirar de ella, olvidándose de que dejó a Koichi libre. Koichi lo tiró junto a Daniel, y en ese momento Zeon cae junto a ellos. Hayley lo habría tumbado de espaldas. En ese momento, una cuarta persona aparece; no era Sonia, era la bibliotecaria, quien se llevó el dedo hacia la boca. El grupo terminó fuera de la biblioteca. El trío inicial se marchó mientras que el grupo de Zeon comenzó a patear las paredes del local.
—¡Mierda! —exclamó Koichi—, ¿Ahora cómo encontraremos el libro?
—No lo sé —contestó Hayley...
5
Al día siguiente
Hayley se encontraba junto a Koichi, estaban desayunando en la posada nuevamente, cuando Aiki llegó con los ojos lleno de ojeras. Estás parecían llegarle hasta la barbilla
—Aiki, creo que debes enfrentar a Sonia —dijo Hayley—, ella está abusando de su poder, y eso te está dañando por dentro.
—Yo creo que mejor sería hacerle caso —contestó Aiki—, es lo mejor, si aprendo, entonces puede servirme en el futuro, además de que no le daría motivo a Sonia para quejarse.
—No vale tu sufrimiento sólo por ello. —dijo Hayley—, ¿Acaso no piensas en ti mismo? ¿en tu salud?
—Antes de esto era pobre —contestó Aiki—, necesito estar aquí para no vivir en la calle.
Hayley suspiró y contestó:
—Mi familia es adinerada, la convenceré para que te dé refugio.
—¡Yo quiero seguir aquí! —exclamó Aiki—, sea como sea quiero impresionar a Sonia.
—¿Y por qué quieres su aprobación?
Aiki se quedó en silencio por unos segundos, hasta que volvió a hablar.
—Porque siento que me guiará para estar mejor... —contestó Aiki.
Entonces el grupo quedó en un silencio incómodo.
—En todo caso, intentaremos ayudar —contestó Hayley, y tras ella Koichi asintió con la cabeza.
—¡Muchas gracias! —exclamó Aiki.
Entonces los tres se levantaron y salieron de la posada.
Aiki cerró la puerta y corrió hasta sus amigos para alcanzarlos. Una vez hecho, comenzaron a caminar por el pueblo libertad, cuando se encontraron con Minato. La muchacha llevaba una bolsa en su espalda, mientras andaba en un caballo —al parecer le habían dado mejor equipo en la oficina postal—.
—¡Hola Minato! —saludó Aiki.
Minato bajó a saludar al trío.
—¿Qué tal, Minato? —dijo Koichi.
—Hola Koichi, hola Aiki, hola Hayley.
En ese momento Hayley se topó cara a cara con el caballo se Minato, y pegó un sobresalto, seguido de un escalofrío.
—¿Ocurre algo? —preguntó Minato.
—Bien, me gustan los caballos, aunque acercarme mucho es incómodo.
Minato largó una leve carcajada, y después abrazó a Hayley.
—Tranquila, es inofensivo.
—Lo sé, y me gustan, pero como seres vivos.
De un momento al otro la charla es interrumpida por Aiki, al cual todos en el grupo le prestaron atención.
—Mina —dijo Aiki—, ¿De casualidad no tienes idea en dónde podría haber una copia de un libro llamado... —mantuvo una pausa mientras recordaba el nombre— El libro marcial?
—¿Acaso te refieres al libro de Amanda Nim? —preguntó Minato—, ¿acaso no está en la biblioteca?
—Es que nos tumbó Zeon y nos corrieron.
Minato se colocó un dedo en el labio inferior mientras pensaba.
—La autora parece que vendrá a Norkele a firmar autógrafos en dos días, quizás le puedas comprar alguna copia. —replicó Minato.
En ese momento el cielo se iluminó para Aiki, estaba cerca de encontrar aquello que buscaba. Sonia ya no tendría nada que reprocharle. Se imaginó a él parado frente a ella, mientras ella le decía «Perdón, puedes quedarte, eres buen guerrero.», aunque sabía que no ocurriría.
—Muy bien, niños, yo tengo que entregar todos estos correos —dijo Minato—, así que debo irme... y por cierto, hablaré con la bibliotecaria para que les deje entrar.
Y tras la ida de Minato, el trío prosiguió su camino por Norkele.
—Oye, Aiki —dijo Koichi—, ¿No crees que será buena idea intentar recuperar la obra de arte?
Al escuchar eso, Hayley no pudo evitar interrumpir.
—Eso es una pésima idea —dijo Hayley— ¿no creen que no conocen a los ladrones para nada?, ¿quién sabe que se les ocurrirá?
Koichi soltó una pequeña y leve carcajada, casi tan inaudible como el sonido del silencio, y posó su brazo tras el cuello de aquella chica.
—¿No crees que sería muy buena idea tomar riesgos? —dijo Koichi— digo, para salir de aquello que vivimos cotidianamente.
Aiki esbozó una sonrisa, la dirección del viento le volaba el cabello hacia un lado, y momentáneamente se detuvieron.
—No me digan que vamos a hacer eso.
—Claro que no —contestó Koichi abrazando a Aiki.
Entonces marcharon hacia el arroyo. Aiki caminaba sobre una pendiente hacia abajo, sus pies rozaban el claro césped que se encontraba en la tierra, y sus pasos resonaban como crujidos casi silenciosos. Koichi y Hayley ya se encontraban unos metros por delante, entonces Aiki corrió hasta alcanzarles.
Bajo la pendiente se encontraba uno de los cuatro brazos de un río, el agua del arrollo fluía con suma rapidez, y el agua resonaba contra las paredes, produciendo un canto muy agradable al oído; sonaba similar a una playa. Los pájaros parecían alegres, y no parecía haber animales peligrosos ahí; mucho menos Sonia.
Aiki se sentó en la orilla sobre una roca plana que había cerca, y contempló el paisaje, mientras Hayley y Koichi peleaban.
En su reflejo, Aiki veía su rostro deformándose bajo la suave corriente de agua, mientras pensaba y calculaba el tiempo que tardaría en conseguir el libro marcial, y se preocupaba en saber si le serviría o seguiría igual. Sonia pensaba en expulsarlo, y la vez anterior se había salvado, pero tampoco estaba tan seguro de volver a correr la misma suerte esa vez.
—¡Idiota! —gritó Hayley—, ¡debes tomarte más en serio las cosas!
Koichi le echaba agua a Hayley, mientras está se quejaba y lo perseguía.
—Chicos —dijo Aiki, entonces ambos fueron a mirar con curiosidad—, es hacerlo, o es perder.
—Tendremos que hacerlo —dijo Hayley decidida.
—Nada impedirá que lo logremos —dijo Koichi.
6
El día de la visita
—Escuincles —dijo Sonia—, ahora mismo les tengo un trabajo. Deben de limpiar la zona de entrenamiento; tienen tiempo hasta la noche.
Aiki, tanto como Koichi y Hayley se miraron entre ellos, a sabiendas de que no podrían hacerlo, ya que debían ir a buscar el libro; era su única oportunidad.
—Sin excepciones —siguió Sonia—, quiero ver mi reflejo en el suelo, y no aceptaré un no como respuesta. Y si no está, les doy la baja del ejército.
—agregó y se marchó.
Aiki tomó el trapeador, Koichi tomó el balde, y Hayley abrió el agua.
—¿Y ahora qué? —preguntó Aiki.
—Tenemos que idear un plan de escape —contestó Koichi.
—Creo que sería mejor idea limpiar —contestó Hayley—, así terminamos lo antes posible.
—¡Pero será imposible terminar antes del anochecer! —exclamó Koichi.
Entonces Hayley convino:
—Yo me quedaré aquí limpiando.
—Yo diría que vayas con Aiki —dijo Koichi—, seguramente trazas un plan inteligente y lo sacas rápido para regresar con el libro y seguir con la limpieza. Yo me adelantaré acá.
Ella se resignó al pedido de Koichi, pues, de todas formas si algo pasaba con Aiki, le echarían la culpa a ella por dejarlos ir. Entonces planearon escaparse. Hayley miró hacia la ventana, y vio el cuerpo de Sonia a lo lejos; ella estaba hablando con Saiyu.
—Será mejor que salgamos desde la ventilación —dijo—, normalmente en las prisiones las hacen pequeñas para evitar escapes pero esto es una sala de entrenamiento.
—Bien, necesitaremos cajas. —agregó Aiki, y comenzaron a colocar cajas formando una escalera, entonces Hayley subió, pero cuando le tocó a Aiki, una de las cajas se aplastó, haciendo que este caiga.
—Bien, ¿Y ahora? —dijo Aiki.
—¡Toma mi mano, imbécil! —susurró Hayley. Entonces Aiki logró subir y comenzaron a gatear por la ventilación de forma suave para evitar hacer ruido.
—¿No es divertida la aventura? —preguntó Hayley.
—Sí, si no fuese Sonia las que nos persigue. —contestó Aiki
—Claro...
—Ya casi llegamos, Aiki.
Entonces ambos cayeron dentro de un contenedor de basura, y salieron de ahí sucios. Aiki tenía olor a excremento mientras que Hayley a mandarina.
—¿Por qué te tocó el contenedor bueno? —preguntó.
—Ni idea... —contestó.
Entonces corrieron hasta un prado. El camino sería de varios kilómetros, a lo que los jóvenes se prepararían para recorrerlo. Aiki pudo visualizar flores por doquier, al menos hasta que llegó al final y se encontró un bosque. Frente a este salía una mujer anciana, parecía de unos setenta años.
—Niños, si van a entrar debo advertirles algo —dijo la mujer—, dentro hay una loca de las pócimas, tengan cuidado con ella, se los ruego, no sea que les eche una pócima para que se duerman o algo.
Aiki y Hayley miraron a la mujer, y dijeron al unísono: de acuerdo. Luego se adentraron al bosque. El olor a naturaleza acompañaba del brazo a las suaves brisas que daba lugar entre los árboles. Las hojas bailaban al son del viento, mientras el verde claro se volvía un poco más oscuro a medida que caminaban.
—¿Era necesario pasar por aquí? —preguntó Aiki.
—Es que es el camino más corto, y sólo lo rodearemos.
—Eso de la loca de las pócimas no me gusta nada.
Hayley esbozó una breve sonrisa, no parecía preocupada en absoluto.
—Buscaremos la forma de sortearla.
Los búhos parecían cantar aún siendo de día por el hecho de que aquel lugar estaba bastante tapado por los árboles. Y entre ellos se oía una risa un tanto aguda.
—¿No será la chica de las pociones? —preguntó Aiki con la voz temblorosa.
—¡Claro que no! —exclamó Hayley—, eso pudo haber sido otro pájaro.
—¡Sí, otro pájaro! —dijo una voz aguda en un tono burlón.
—¡Mierda! —dijo Aiki.
—¡SAL DE AHÍ! —gritó Hayley.
En el fondo, frente a la luz del final, se encontraba de pie la figura de una persona, la cual se acercaba poco a poco. Sus pasos resonaban por todo el bosque junto al sonido a pasto pisado y quebrado.
—Aquí estoy —dijo la muchacha, una joven encapuchada con unos trapos sucios en su vestimenta y de estatura baja se encontraba frente a ellos. Su largo y despeinado cabello hacía parecer que ella no había salido del bosque en años. Sus gafas improvisadas hacía parecer que no veía bien.
—¡Esta es la guerra! —dijo la joven mientras tomaba unos frascos con su mano y comenzó a lanzárselos al dúo.
Aiki esquivó y sacó su espada.
Hayley la miró un rato y la tomó del cabello y la pequeña chica comenzó a gritar.
—Vas a venir con nosotros y te lavaremos el cabello en el próximo río —dijo.
—¡Soy hermitaña, no quiero! —contestó la pequeña muchacha.
Hayley hizo aparecer una soga invisible con algo de magia marcial, y la cargó consigo.
—Bien, tenemos que seguir el camino —dijo Hayley.
—Está bien —contestó Aiki.
Entonces el grupo siguió caminando hasta salir del bosque. La pequeña muchacha seguía luchando para escapar, pero no lo logró, Hayley le lavó la cara y el cabello metiendo una esponja en agua de río y pasándosela, hasta que su rostro quedó completamente limpio.
—Listo —dijo Hayley—, ¿no te sientes menos pesada?
—Un poco —dijo la chica resignada.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Hayley.
—Samirina, Yaskrov Samirina —dijo la chica—, ¡no me maten!
—Tranquila, Sam —dijo Hayley—, no te haremos nada, te liberarnos cuando lleguemos a nuestro destino...
Hayley volvió a cargar el peso de la joven Samirina y siguió caminando junto a Aiki a través del río, los trapos sucios de la muchacha ahora estaban mojados, aunque aún olían a tierra húmeda, lo cual le hacía dar algunas arcadas a Hayley en el camino, hasta llegar a un poblado, un lugar lleno de cabañas decoradas de cortinas de tela fina con colores complementarios...
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