II: El señor Monk

En el mundo de Soka:

1

La región de Skirmofe no se quedaba atrás en lo que a "caos" se refiriese, que en algún punto se sabía que algo malo ocurriría. El Sr Monk era un marinero afamado en el pueblo. Había trabajado en una marina estatal durante la gran guerra de Soka, y luego de la revolución de Skirmofe armó su propio negocio de transportes en el año 11.217.

Los barcos Sir Monk eran exitosos en el mercado, la demanda llegaba y Monk debía cubrirla, así que con el oro que ganaba contrataba a más gente para eso.

Ese año, 11.225, él ya tenía su negocio en auge y en uno de los puestos más altos, sin embargo, recibiría la visita del Coronel del ejército de Skirmofe. El sólo pensar el motivo, para Monk era cuestión de preocuparse, pero por su buen carácter y formalidad, iba a recibirlo de buenos modos.

El mercado de Skirmofe era de abundancia de recursos como el hierro y el carbón, mientras que también poseía avances tecnológicos como los propios transportes que Monk ofrecía. Cómo ex-marinero del ejército de Skirmofe durante la gran guerra de los quince, su experiencia luchando contra Norkele fue suficiente para ser un marinero profesional, y su experiencia de negocios paró a ser de sesenta años a quinientos. Después de los años veinte, la gran guerra terminó, ya teniendo cinco años desde que comenzó, dividiendo una parte de Norkele, pasando a ser del estado Nukt, un estado muy controlador con su gente, y lo que quedaba de Norkele entró en prosperidad.

En paralelo, un joven de unos veintiocho años se encontraba caminando por el camino de adoquín que había en el valle de Kalem, dirigiéndose hacia la casa de Monk, con una propuesta del ejército. Su cabello negro como el carbón se meneaba con el viento de la naturaleza que en ese entonces se conservaba. Su cabellera era tan larga como para llegar hasta su cintura, ni mucho más, ni mucho menos. Era tan así, que él de vez en cuando se lo ataba con una coleta, en especial en las batallas, ya que tenía que los enemigos se la tomen y tiren de ella.

El Coronel Edmundo Kilecuerf había llegado ya a la residencia de Monk, tocó la puerta con mucha elegancia, y el anciano le abrió. El anciano Monk tenía una barba que le hacía juego a la cabellera del coronel, quizás al salir de ahí, ambos se pisen entre ellos los pelos accidentalmente.

—Buen día señor Monk. —dijo Ed con majestuosidad—. ¿qué tal ha estado? —inquirió.

—Yo, muy bien, caballero —contestó Monk—. ¿Qué tal ha estado usted? —agregó.

—Yo estoy perfecto, muchas gracias por preguntar...

En ese momento Monk se corrió del camino para dejar pasar al Coronel Ed, mientras intentaba desatorar su barba del picaporte. Ed contempló el lugar con asombro; la naturaleza y la vista al mar que obtenía lo sorprendió mucho. Se sentó en un sillón al lado de una ventana y exclamó:

—Tienes una hermosa vista a la naturaleza desde este lugar.

—Sí... —contestó Monk mientras se preparaba para hacer café—. Suelo controlar mi negocio desde este lugar, me parece un lindo lugar para trabajar.

—Es entendible que nunca te estreses mientras trabajas. —alegó Ed—. El lugar que me dieron a mí es bastante antiguo, tiene vista hacia el bosque, pero normalmente, el gobernante me obliga a dejar la ventana cerrada, y es estresante.

Monk comenzó a balancearse con las tazas de café en la mano, siendo que casi se cae una, pero adquirió el equilibrio suficiente para mantenerla en su mano.

—Es entendible. —repuso Monk.

Entonces dejó en la mesa las tazas, y comenzaron a beber.

—¿Le gusta mucho el café? —preguntó Ed.

—Soy más del te de hierba —convino Monk.

La prosperidad abundaba en el lugar, el canto de los pájaros se escuchaba desde la ventana mientras la naturaleza cumplía sus ciclos en las cercanías. El sonido del agua era tan cercano a sus oídos, que les producía éxtasis mental, mientras su conexión negociante se fortalecía con todo lo dicho anteriormente. Una persona cualquiera podría decir que la oficina de Monk era un lugar de persuasión perfecto para llevar a cabo negocios y demás cosas, ya que encantaría a cualquiera que llegue a pasarle cerca, y eso lo comprobó el Coronel en ese entonces.

—Bueno, a lo que vine. —inició Ed—. El estado de Skirmofe quiere que le reserves algunos de tus barcos a cambio de una bolsa de oro.

—¿Oro? —preguntó Monk—, podría hacer trato con ustedes. ¿A cuánto equivaldría lo que me quieren dar?

—Equivaldría a dos mil Sekanes —agregó Ed.

En ese momento a Monk se le cayó su taza de la mano, la cual cayó sobre su pie y se salvó, pero el líquido se derramó un poco en el suelo. Monk se levantó a buscar el trapeador, pero con la sorpresa de la propuesta aún en mente, dándole vueltas como un carrusel, aunque en esos momentos no existiese nada parecido. El mareo intenso de las ideas era mucho peor que las pruebas espaciales, aunque tampoco existiese eso en ese momento.

—Está bien, coronel, acepto su propuesta. —afirmó Monk.

Al caer el sol y llegar la luna llena, el coronel se tuvo que marchar, y durante el camino terminó en un bar, aquél dónde se reuniría con sus superiores y compañeros a beber cerveza en el pueblo de las carretas, el pueblo principal de Skirmofe. El trato ya estaba pactado con Monk, sólo le haría falta que el gobierno se encargue de financiar la expedición militar a base del oro que le generaba las minas de la región. Mil quinientas minas de oro estaban trabajando en ese momento, y sin duda alguna, todo podría salir bien.

2

Edmundo pidió otra cerveza, mientras hablaba con el virrey de la región, Loi Kanne, junto a algunos militares cabezas de rango A: Sonia, Sareh y Steve. El rango A para los militares de Soka, eran los jefes de todo un escuadrón de todos los escuadrones que había. Sonia sería en este caso, la jefa del escuadrón, y como curiosidad, nunca en su vida había estado borracha ni ebria, y aún habiendo bebido un par de veces —probando, ya que odiaba el sabor amargo—, nunca sintió ninguna diferencia. Cinco veces en la gran guerra se le intentó envenenar, pero su cuerpo parece eliminar el veneno directamente, como si su organismo no digiriese el veneno y lo liberarse de alguna otra forma, o lo hiciese desaparecer. El café no le activa tampoco, y el hecho de que no sienta efectos de ningún tipo de envenenamiento, hace que odie ese tipo de sustancias, para ella, sólo es un sabor amargo e insulso. Otra curiosidad sobre ella, es que ama demasiado los sabores dulces, hasta en punto en que parece que sólo vive de comer azúcar, y es la única cosa que la mueve, como el café para el resto.

Durante toda la noche, Sonia se la pasó bebiendo batidos de banana azucarados y comiendo carne de bufaloide —un ser de la misma familia que el búfalo, pero diferente especie—, su pelo rojo intenso aún irradiaba un brillo, siendo ya la noche, y eso ya lo notaron, y mucho. Los colmillos de su boca desgarraban la carne antes de digerirla; ella comía cualquier tipo de carne que se le dé. Sareh, sin embargo, era del escuadrón de protección regional, y era una chica callada y fría, la cual tenía como costumbre quitarse las gafas cuando comía, ya que decía que "sentía mejor sabor", sin embargo, nunca pareció prestarse a ninguna emoción en absoluto. Steve a su vez, era un chico popular de su escuadrón, el cual pasaron a ser la cabecilla del Rango A, o rango de mando. Esa noche fue el único de los tres que terminó totalmente ebrio, mientras Sonia y Sareh lo cargaban. Por el pueblo hasta su hogar bajo orden de Edmundo. Tirarlo en su residencia fue como llevar un gato al veterinario, no porque pese, sino que él poseía garras filosas, y se agarraba del marco de la puerta.

—¡Y ahí te quedas, imbécil! —exclamó Sonia, mientras miraba a Steve con cierta fatiga, aunque sin sudor alguno. Sareh en cambio, se sentó en un tronco que hacía de taburete, frente al camino de las carretas.

—Sareh, nunca más haré esto. —agregó Sonia—, está muy pesado.

—Lo sé, es algo desgastante —refunfuñó Sareh en voz tenue. Sonia no podía distinguir el cabello de Sareh de la luz de la luna en medio de la noche, la tonada azul oscuro que iluminaba la carretera y las pocas carretas que pasaban por la noche. Normalmente la gente no suele salir en la noche ya que sabe que a veces se encuentran con bandidos, y ese fue el caso de Sonia y Sareh, un par de bandidos de les acercó a aquellas chicas, atacando uno con una daga algo oxidada pero bien afilada, otro con una ballesta, y uno tercero con espadas y un pequeño rifle.

—Chicas, no quiero que nadie salga herida aquí. —dijo el bandido de la ropa de cuero con sombrero marrón, llamémosle Bandido A.

Sonia se encontraba de pie, frente a frente a los tres chicos, y Sareh se acababa de levantar del tronco-taburete, cerrando el libro que comenzó a leer, el cual tenía en la portada la figura de un ave, y un texto en Skirfo antiguo el cual decía «Madre naturaleza, divina y sincera»

—Sareh, ¿me encargo? —preguntó Sonia con una sonrisa en su rostro, mostrando uno de sus pequeños colmillos.

—Cómo quieras —contestó Sareh—, si quieres te ayudo.

—No lo necesito, yo puedo sola.

En ese momento, tembló la tierra con la intensidad de un terremoto, el cual sólo lo sentían ellas y los delincuentes, los cuales bajo de sus piernas, unas garras salieron desde el hueco generado por el terremoto, tomando los con fuerza, y espantándoles, haciendo que huyan.

Sareh se acercó a Sonia, y le tomó del hombro.

—No sabía que dominadas tan bien la magia marcial. —dijo Sareh a Sonia mientras está le devolvía una sonrisa al rostro inexpresivo dónde salió la pregunta.

—Es algo nato en mí —contestó—, está claro.

Sareh soltó el hombro de Sonia y comenzó a avanzar junto a ella, paso a paso por el camino de tierra que cruzaba el hermoso pueblo donde ellas habían entrado.

—Está claro el por qué el coronel te eligió como la cabeza del equipo —dijo Sareh—, ¿elegiste buenos ayudantes?

Sonia hizo un breve silencio y se detuvo a mitad del camino, bajando el rostro, mirando al suelo mientras pensaba en el equipo que tenía, Saiyu, Akane, Ru, Hims, Sang, hasta ese momento, ninguno le había fallado.

—Sí —contestó Sonia—, lo mejor de lo mejor.

La seguridad de Sonia se sentía en el aire, como el viento, golpeaba fuerte a Sareh en un buen modo, como cuando se encontraban en la colina de Monk, la brisa del mar, las nuevas gaviotas.

—Me alegro por ti —dijo Sareh—, me tocó también un buen equipo, es que los jóvenes de los rangos C son a veces algo tercos.

—Lo sé —dijo Sonia—, son muy tercos de vez en cuando, por eso un buen equipo que te ayude es suficiente, sobre todo, cuando el coronel te exige ayuda en algo, y debes encargarlo todo a tu grupo.

Las chicas siguieron caminando por el pueblo hasta llegar a un punto donde se dividieron y llegaron a sus casas, pero para Sonia, aún dudaba de la idea del coronel, estaba muy presente en esos momentos, muy atareado, tal vez recibió órdenes del gobernante para ir hacia algún lado. Norkele, el estado libre que está en peligro, un peligro inminente y dictatorial, un vecino dominado, o algo así.

3

El coronel Edmundo pasó noches en vela, trabajando en los papeles necesarios para enviar a su ejército a Norkele, la expedición de la orden 3, Rangos desde el C al A, iban a cruzar el océano para llegar ahí y brindar protección al pacto militar entre sus gobernantes, un pacto que hasta el momento no fue quebrado por nadie. La expedición en Norkele duraría cuatro años, dónde la tropa de Sonia, una de las tantas tropas protectoras, se encargaría de vigilar el lugar. Con Sonia al mando, todo saldría bien para el coronel, era su favorita entre tantas cabezas de las tropas.

Las tropas que llamaría se encontrarían en lo que sería el puerto Sir Monk, ahí estarían los jóvenes, emprendiendo su viaje por el gran océano, hasta llegar al lugar.

Al día siguiente, al comandante se le fue informado de un vandalo que había robado un pan de una panadería, un jóven de tan sólo 16 años, el cual escapaba de la tropa policiaca del lugar, y el mismo que se tropezó justo en la persecución, dándole a los policías la ventaja, quienes lo capturaron.

—¡Niño! —dijo uno de los policias—, te vienes con nosotros.

El policía atrapó al niño, lo inmovilizó y lo metió en un carruaje.

—¡No me maten! —gritó el niño—, soy sólo un niño, quiero sobrevivir, muero de hambre.

Sus súplicas fueron ignoradas por la policía, quienes llevaron el niño a la corte de justicia en el pueblo, en el pie de una pequeña colina. Ahí mismo fue encerrado, mientras esperaban la que un juez acepte el caso.

El jóven Aiki en ese momento había perdido temporalmente la libertad, pero al ser nuevo en ello, este pensaba que ya lo habían encerrado y quedaría ahí eternamente. Sus padres habían muerto tiempo atrás, y no tuvo la oportunidad de conseguir nada de ellos, todo se lo llevó su tío Tesh. Sin embargo, como el no había previsto nunca, un grupo de guardias lo sacaron al día siguiente, y el juicio estaba por comenzar.

Aiki se encontró frente a la corte, y frente al imponente juez que le había tocado, pero ninguna de sus palabras lo convenció, excepto el hecho que moría de hambre. No le habló del tío tampoco porque no lo conocía, y no sabía el porqué no podía ir a su propia casa. El juez le quedó claro que podía unirse a la milicia, a cambio de que le den comida gratis ahí. Era un trato justo para él, entonces declaró la sentencia.

La carreta había salido desde el pueblo judicial hasta la colina militar al norte de Skirmofe, y dejaron al joven bajo el cargo del coronel Edmundo.

En dos días, el joven ya estaba asignado a una tropa, la tropa de Sonia, y se le asignó un horario de entrenamiento, cuando entró por primera vez a su fortaleza, el lugar donde dormían los de rango C. Cuando Aiki se acostó en su cama, un chico en la cama de arriba lo miró con asombro.

—Tú debes de ser el nuevo, ¿no? —dijo el chico.

—Sí, soy Aiki. —dijo—. ¿Quién eres?

—Soy Koichi, encantado. —dijo el joven.

Ambos esa noche durmieron bien, por fin Aiki pudo hacerlo después del encierro, y por fin sentía que podía saciar su hambre, desde que comió su primer platillo en esa tarde, después de semana y media sin haber comido.

Al día siguiente, Koichi había despertado algo tarde a Aiki, pero según él, era aún a tiempo para comenzar el primer entrenamiento. Rápidamente ambos chicos se vistieron, y corrieron hasta el patio de la base, dónde se encontraron ya una fila de otros soldados de rango C, todos ordenados, dónde en el medio se colocó Aiki. Así como se colocó, terminó con la cara en el césped, en los pies de una chica pelirroja que aparentaba los veinte años. Sonia lo miraba desde arriba, con un rostro de decepción, el cual habló.

—Llegaste tarde, este no es tu lugar.

—P-perdón —dijo Aiki, mientras se levantaba y limpiaba la tierra de su cara.

—Ya, niñato, ve a donde corresponde que vayas. —dijo Sonia, y en ese momento señaló al fondo de la fila, muy en el fondo, y ahí le esperaba Koichi. —Bien, aquí luchamos con varias técnicas y armas, explosivos, y para los más avanzados, la magia marcial, pero ustedes como con unos novatos buenos para nada, les enseñaremos cosas simples, técnicas de pelea y el manejo de armas, ya que la magia marcial sólo está permitida en grandes guerras para los del rango B y A.

Koichi chistó a Aiki en el oído, al igual que un compañero de clases chistaría a otro para contarle algún chisme.

—Te recomendaría no hacerla enojar —susurró Koichi—, es algo iracunda y creída .—agregó.

—Ya me he dado cuenta, gracias —susurró Aiki devolviendo una respuesta a Koichi, sin darse cuenta que frente a él se encontraba, sí, Sonia, la pelirroja les estaba mirando, con un rostro de ira que se dibujaba en frente.

—Niños, ¿qué estaban contándose? —preguntó de forma irónica Sonia—, también quiero saber.

El rostro de chiste de Aiki se desdibujó completamente, y pasó a uno nervioso. Sólo pudo emitir varios «Eeh... Eeeh» cuando Sonia volvió a hablar.

—Será mejor que no hagan travesuras —repuso—, que no me gustaría nada.

Aiki sabía que Sonia mantendría sus ojos encima de ellos, como que así en lío se meterían si metían la pata en algo, así como sabía también que esa pelirroja gótica, tan pálida como un fantasma estaba algo despiadada en cierta forma, y no sería alguien que a ellos les agradaría conocer si tuviesen la oportunidad.

Unos días de entrenamiento duro e intenso comenzaron, mientras las olas rugían y golpeaban contra los pedazos de tierra empinados de la isla, los acantilados vertiginosos que dejaban la gran vista al mar, y más allá, estaba el océano. Fluctuante y ondulado océano que se encontraba bajo los cadetes entrenando. Todo hasta que Sonia, quién estaba junto a su grupo de rango A, tocó su silbato. En ese momento fue cuando todos los cadetes pudieron descansar. Aiki veía a lo lejos como Sonia hablaba con dos chicas y un chico, todos de su rango, elegidos quizás por el coronel, que quién sabe en qué estaría metido, o por qué buscaba jóvenes nuevos, o por qué estaba arreglando con Señor Monk.

4

El entrenamiento duró meses, cuando por casualidades, el coronel decidió que todo el escuadrón debía de ir a Norkele. Aiki se llevaba bien con Koichi, sin embargo le caía pesada Sonia, por razones obvias. Solía enojarse fácilmente y burlarse de él en muchas ocasiones, pero, ¿no es lo que se hace normalmente en los ejércitos? ¿acaso es ella sola? sus compañeros del rango A no eran tan pesados como ella. Una vez Sonia le puso el pie por delante a uno de los cadetes, tal vez es su actitud, o tal vez intentaba entrenar bien a sus soldados, pero a Aiki no le caía, y no parecía que a nadie de rango C le caiga.

Para ir a Norkele, Sonia decidió bajo mando del coronel, que todos los cadetes debían de pasar una prueba de admisión, la cual sería levantar un saco de ciento diez kilogramos de carbón, y quién lo lograba podría ingresar. Koichi había pasado, y Aiki tenía tiempo hasta una semana para pedir el intento, pero él prefería entrenar duro.

Por cada trabajo que hacía en la milicia, el coronel le daba algo de dinero, y con ese dinero iba a una cantina, pero pedía café, y en el día no servían bebidas alcohólicas según un decreto del estado, su objetivo era sencillo, aumentar productividad, un comercio libre con tratos comerciales a otros estados de Soka. Era bastante directa la consigna, y Aiki sólo necesitaba preguntar a algún militar de la zona para saber cual sería el mejor entrenamiento para aquella prueba, algún cadete que ya la haya pasado. Sin duda, ya había algunos cuantos que la pasaron, unos pocos que la perdieron, sin embargo no se rindieron y continuaron hasta lograrlo, y estaba Aiki.

Al llegar al bar, pidió un café muy cargado, y esperó hasta que le llegase el pedido. En ese momento, un jóven albino se había sentado a su lado. Mientras Aiki miraba, se dio cuenta que era uno de sus compañeros de los cuales había aprobado. El chico se llamaba Stan Toru, era el más inteligente en las clases de lógica, y el más ágil con las espadas.

—¡Hola, compañero! —exclamó Aiki, intentando compenetrar con él. La seriedad del chico le ansiaba, sentía la necesidad de huir y decirle que olvide que alguna vez estuvo ahí, pero era necesario. Toru por su parte miró fijamente a Aiki.

—Hola.

Aiki se sentó a su lado y se preparó para hacerle la pregunta, una pregunta planeada detalladamente, que con la simple ansiedad podía caerse.

—Toru, quería preguntarte... —Comenzó a proponer Aiki.

—¿Es sobre la prueba? —dijo—, el mejor entrenamiento hasta ahora lo puedes hacer levantando ladrillos, y yo tengo el lugar perfecto para ello.

Aiki se sorprendió que él haya adivinado lo que iba a preguntar, pero, se sentó a beber café, y esperó a terminar y pagar la cuenta para seguirlo.

Caminó incansable por las calles del pueblo de las carretas, hasta llegar a una choza algo desarmada; un montón de sacos de ladrillos se encontraban a una distancia considerable, sin embargo, parecía ser suficiente como para practicar.

Durante casi toda la semana, Aiki estuvo levantando sacos cada vez más pesados y llenos de ladrillos, cargándola de un lado de la carretera hasta el otro. Así, cuando terminase sentiría que estaba fortalecido, y listo para la gran prueba de Sonia. Seguramente Sonia se sorprendería, y lo felicitaría por supuesto, pero para ello debía practicar. Toru estaba sentado, mientras posaba y sonreía.

Luego de un arduo trabajo, al cuarto día, ya Aiki creyó estar listo, pues había acabado con todos los pedidos del chico albino. Toru mientras tanto le agradeció por ayudarle a hacer una tarea que él debía hacer y no tenía ganas en absoluto. Aiki simplemente desestimó eso último, porque sólo pensaba en aprobar aquella prueba, ya quería emprender un viaje a otros lugares. Quizás Norkele sea un lugar bastante interesante para él, quizás tenga aventuras con sus amistades, y soportar a Sonia sería lo de menos si iba a marcharse de ese cuartel hacia otro territorio más bonito. Quizás sea él, quién quería ver la naturaleza, explorar y seguir su entrenamiento militar en otro lado, ya no ser «débil», lo que tanto Sonia presumía que él era, después de todo, ya la alimentación no era un problema, pues, la base se encargaba de todas sus necesidades básicas y por cada trabajo extra iba una pequeña paga para sus caprichos, ahorrar para comprar armas, alimentos secundarios como el café, leche de soja, o lo que sea. Esa noche, Aiki sólo sabía que podía descansar tranquilamente, y que al día siguiente pediría tomar la prueba para pasarla.

5

Aiki pasó la noche dormido, sin embargo, otra vez estaba llegando tarde, a lo que era el lugar donde se suponía que debía pedir hacer la prueba, cosa que hizo a último momento. Gracias a su tardanza tuvo que esperar un par de horas, pero como sólo tenía cuatro días, la misma prueba no era muy tardía, no lo haría esperar mucho más.

Cuando Aiki llegó al patio de entrenamiento, Sonia se paró sobre una banca, y se fijó en el chico.

—Bueno... —dijo Sonia—, está es la prueba de admisión para la excursión a Norkele, todo lo que debes hacer está en ese saco. —agregó mientras señalaba un saco que estaba en una esquina.

Aiki se acercó al saco, y con toda la fuerza lo levantó, logrando casi sostenerlo por la cabeza, con cuidado de que ninguna pieza se le caiga por ninguno de los lados. Sonia bajó de la banca y se sentó mientras miraba cómo Aiki cargaba el saco, el cual debía llevar a la otra punta del patio. Algunos de sus compañeros se quedaron mirando, entre ellos Koichi y Stan. Koichi lo animaba, pero Stan estaba muy callado.

En ese momento, Aiki parecía sentir que estaba lograndolo, aunque más pronto que tarde, su esperanza se vio rota cuando notó que su cara iba directo contra el barro del lugar. Sonia había estirado uno de sus pies, y lo había puesto delante de él.

Aiki miró a Sonia con irá, sin embargo, ya sus compañeros le advirtieron rumores sobre que Sonia era bastante cruel, y fue elegida precisamente por tener la perseverancia y la dureza de un instructor como corresponde. «Lástima que los demás eran unos fracasados al mando, yo sin embargo, he tenido las suficientes agallas como para llevar un ejército a la gran guerra, y que nuestra unión de Estados salga victoriosa contra los controladores». Las palabras de Sonia eran claras, ella había participado al mando de una tropa en plena guerra de naciones. Norkele, con sus antiguas políticas de controlar a la gente lo más que se pueda para que no conspiren, y que todo su sueldo sea embargado, y Skirmofe, el cual simplemente libró parte de Norkele, mientras que otra parte fue dominada y convertida en un estado aparte y totalitario —Nukt—.

—Eso... no es justo.

—¿No sabías que iba a hacer esto? —preguntó Sonia con una enorme grandeza que irradiaba todo el patio —. No eres útil para esta misión. —agregó y se marchó mientras descalificaba a Aiki en esa prueba con su libreta de nombres.

—No... no es justo. —repitió Aiki, y volvió a colocar la cara embarrada contra el piso.

Aiki pasó el día en su cama, pensando en dejar la idea y seguir encerrado en el cuartel de Skirmofe, sin embargo, sus divagaciones se hicieron más extensas : «¿Acaso debería?, parece que la chica al mando me quiere hacer imposible el superarme, creo que sería imposible pasar la prueba con ella ahí»

En la salida del cuartel, Aiki se encontraba mirando al cielo, en cuanto apareció Koichi fumando un puro, sentándose ahí a su lado.

—He oído que te fue mal en la prueba. —dijo Koichi.

—Sí —contestó Aiki—, Sonia hizo trampa.

La mirada de ambos se juntaron, Koichi parecía pensar en una respuesta clara, ordenar sus ideas en la mente con su habilidad estupenda para hacerlo. Una idea que se solapa a otra, como una cadena.

—Bien, sé que Sonia es algo difícil, pero, no debes dejar que eso afecte tu rendimiento ni tu vida —contestó Koichi—, ademas, ella habilitó el acceso para cualquiera, así que puedes volver a intentar aunque ya la hayas fracasado.

Aiki desesperanzador corrió su punto de vista hacia otro lado intentando evitar llegar al llanto, y regresó hacia él.

—Es que con ella, nunca ocurrirá eso.

—Aiki —mencionó Koichi—, yo creo que ella quiere en el fondo que la pases, sólo que es dura contigo para que demuestres tu potencial. Recuerda, Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros.

Aiki quería discutirle, pero, no pudo, su necesidad de buscar el optimismo y escapar de la realidad era mucho mayor a la realidad misma, aún habiendo pasado lo peor desde la muerte de sus padres, sabía que la vida era cruel, pero, su escape de la realidad le otorgaba la fuerza para seguir luchando, aunque sepa que después de un problema podía haber otro.

—Bien —dijo Aiki—, entrenaré toda esta noche, y mañana volveré a tomar la prueba

6

Paseando por el gran cuartel, que tenía de tamaño unos cuatro kilómetros cuadrados, y cuatro pisos, estuvo buscando una señal de esperanza en algún lado, sin duda alguna, esperaba que algo o alguien le ayude, sin embargo, la desesperanza aún estaba algo oculta en su interior. Saiyu se encontraba cargando unas cajas por toda la zona, tal vez iría dentro alguna que otra placa de Petri, y frascos que llevo del laboratorio. Era una chica del rango A, encargada de la ciencia y de las investigaciones militares tecnológicas. Ella misma tropezó con una estantería, mientras reía torpemente. Aiki se dispuso a ayudarla a levantar los frascos rotos y toda aquella cosa que había ahí tirada. Saiyu era amiga de Sonia, ambas compartían el rango, por lo que eran en ese establecimiento, dos chicos y tres chicas, cada una encargada de diferentes departamentos. Sonia era cruel, y era la encargada de los entrenamientos; eligieron bien su puesto. Saiyu era algo torpe, y normalmente tropezana con todo, pero era una científica prestigiosa en el pueblo; ya en ese momento, con unos veintidós años, estaba trabajando en el equipo del rango A en la milicia.

—Muchas gracias pequeño. —dijo Saiyu.

—No soy tan pequeño —contestó Aiki—, ya tengo dieciséis años.

Saiyu esbozó una sonrisa, la cual se le dibujó en la cara de forma automática, y revolvió en una de las cajas, sacando una especie de bola de un metal extraño, parecía ser una bola imantada pero no.

—Toma —dijo Saiyu mientras entregaba la bola a Aiki—, es un regalo de una persona anónima hacia ti, quizás te sirva para entrenar bien, y recuerda predecir los golpes y trucos que hagan para que te vaya mal.

En ese momento, Aiki comenzó a pensar en Koichi, quizás sea él el que le regaló esa bola, quizás él quería que le vaya bien en la prueba expedicionaria, y que formé parte de la tropa junto a él. Quedó claro que él era su amigo cuando en el pasado lo había defendido, cuando se armó aquella vez la discusión en la cantina.

Aquella vez...

7

Normalmente él iba junto a Koichi hacia la cantina, la misma que tiempo atrás el coronel realizó la cena junto a otros de sus allegados, sólo que ninguno de los dos estuvo presente, sólo las cabecillas. Tomaron un asiento y pidieron café. El tiempo pasaba mientras ellos miraban el periódico, ese que siempre ponían en las mesas para que los clientes ojeen. Un hombre en la parte de atrás se encontraba murmurando algo a su grupo, junto a una mujer. Mismo hombre se levantó.

El hombre se acercó a la mesa de Koichi, tendría unos dieciocho años más o menos, pero tenía un cuerpo bastante fortachón. Golpeó la mesa con el puño, mientras miraba fijamente a Aiki.

—Mi pareja dice que le pareces lindo —gruñó fortachón—, ¿sabes?

Koichi observaba a un lado aquella situación, ya sabía lo que ocurrió a, ya que en las cantinas normalmente suelen entrar personas conflictivas de vez en cuando, o escuadrones antimilitares.

—La última persona que hizo eso... —dijo—, no terminó muy bien, está enterrada en el cementerio de Kulu.

El cementerio de Kulu es un viejo cementerio en Skirmofe, región de Kulu, en el pueblo Saphiro. El pueblo Saphiro es conocido por ser un lugar turístico debido a sus hermosas viviendas, sin embargo, también es conocido por ser el pueblo de las calas de alcatraz, y tener el segundo cementerio de la región.

Skirmofe era un lugar grande, tenía siete regiones para explorar, y en todo aquello, era el estado con el desierto más grande del planeta Soka.

Una vez había ido Aiki a ese lugar, a sus catorce años, a visitar al padre junto a su madre, el cual había muerto en un accidente laboral cuando se le cayó un asilo encima al intentar reparar una pared. En ese momento cada familiar montó un caballo diferente, y fueron en fila hasta el cementerio, como era costumbre dentro de aquel estado con los fallecidos, haciendo referencia a una batalla antigua, dónde los soldados hacían filas a caballo y se dirigían al cementerio para una ceremonia de entierro. La tecnologia de esa civilización fue escasa, ya que se sabe que en los primeros orígenes los mismos seres humanos iniciaron una guerra por alimentos, y costó varios años en llegar hasta ahí.

Los mismos militares son los únicos que tienen el control de caballos entrenados para las guerras, carruajes, y armamento militar sofisticado, el cual en manos equivocadas sería un peligro. Los mismos militares a los cuales Aiki se uniría después del suicidio de su madre, debido a la fuerte depresión que la desintegró espiritualmente desde la muerte de su padre. El horror que él presenció en su juventud, fue suficiente para traumarlo, volverlo retraído, hasta que fue acogido en la academia, dónde de las pocas personas con las que se llevaba mal era Sonia. Digo pocas, porque no es la única, pero no meteré el dedo en ese asunto ahora mismo.

El hombre le pegó un puñetazo en la cara a Aiki, haciéndolo volar hasta cuatro metros desde su punto de origen, disparado como en una catapulta o un ejercicio de tiro libre en clases de física de un instituto moderno y avanzado.

En ese momento, aunque Aiki daba todo por perdido, parecía que un ángel había caído desde el mismísimo cielo, mientras Aiki rogaba piedad por su vida, cobarde como en un inicio, pero al pobre no se podría culparlo, perdió a su dos padres muy rápido, y no sabía manejarse en la vida. La orden del juez, o simplemente la celda en la que pasó, el olor a carbón y a azufre en el aire dentro del lugar. Un sabor a hierro que provenía desde el aire era suficiente para enloquecer a alguien en ese aislamiento. Ese cementerio iba a ser el lugar donde iba a terminar en ese entonces a golpazos.

El ángel de la guarda que tanto buscaba Aiki fue al fin y al cabo, el mismo Koichi. Quien lo defendió clavando un tenedor en la espalda del fortachón. La sangre no estaba brotando ya que el mismo tenedor evitaba el desangramiento. El fortachón comenzó a gritar, intentando no tocar el tenedor, ya que cada movimiento era un dolor mayor y más grande.

A ese fortachón se lo llevó el equipo médico de la zona en una carreta para extirparle el tenedor, mientras que los testigos defendieron a los jóvenes, fue defensa propia.

8

Por opinión unánime, el consejo de Skirmofe había aceptado el viaje, mientras que el ejército aún seguía haciendo las pruebas a los cadetes. Aiki había alquilado una gallina para ser despertado justo a tiempo, lo cual funcionó, no sólo se despertó, despertó a sus compañeros, quienes le lanzaron sus almohadas antes de volver a dormir —las almohadas son un agregado estupendo para despertar de golpe—. Se vistió para entrar a la prueba, y salió directamente.

Al llegar al patio, Sonia se encontraba esperando a los participantes de aquel día, entre ellos, Aiki. Ese día fue el primero en llegar, y la prueba comenzó rápido para él. Tomó el saco, y comenzó a equilibrarse mientras caminaba, y en ese entonces entró la sorpresa, Sonia puso el pie nuevamente, pero, Aiki no cayó, siguió firme como una estatua andante, sin resbalarse ni caer.

El primer plan de Sonia había fallado, no obstante, el segundo era algo más efectivo, le lanzó unos pequeños rollos de madera. Estos pegaron de frente a Aiki, pero él, quieto, dejó que esos le den en la pierna, los pateó con suavidad y continuó caminando. Todo el entrenamiento tendría que valer, no podría defraudar a Saiyu, ni a Koichi, quién le dio los materiales para entrenar. En ese momento, Sonia golpea sus manos, de las cuales un destello comienza iluminar el patio. La tierra se había abierto, y unas manos oscuras y viscosas salieron desde el hueco.

Aiki pisó una de las manos, la cual emitió un grito fuerte e importante. Un dedo le había quedado chueco, se le había quebrado, la mano volvió a bajar al abismo, y a todo eso, Aiki dejó el saco en el otro lado del patio.

He ahí Sonia, de frente, mientras el rango A vigilante aplaudía, ella simplemente contuvo el aliento, y aceptó la victoria del chico, quién acompañaría a la expedición a Norkele. De ahí su advertencia:

—Mira niño, nada allá será muy fácil.

—Lo sé —respondió Aiki—, por eso me he preparado.

En ese momento, Sonia le guiñó un ojo a Aiki, quien no entendía el por qué, pero, sabría que a partir de ese momento, él podía considerarse parte de un eslabón grande del ejército de Skirmofe, y directamente un chico responsable y benévolo, un tipo que podría contra cualquier persona que se encontrase.

9

Ya en la presencia de la clase de ciencias, Saiyu se encargaría de cuidar a sus alumnos para evitar que tocasen algo peligroso. Una vez un joven bebió el líquido de un frasco del laboratorio, al día siguiente había fallecido. La seguridad en ese momento ante el laboratorio era escasa, ya que no era un colegio común, era una academia militar de uno de los países con la fuerza militar más grande del mundo. Saiyu era amable, pero era algo torpe, por así decirlo. A llevaba de frente las estanterías, y se reía de si misma por ello, pero para Aiki, ella era de lo mejor del lugar. Solía escribir, aún lidiando con la torpeza, tesis de más de cincuenta páginas en los libros, guardando los en bibliotecas de la base —era para uso exclusivo—, de cómo recrear sustancias flamables, explosivas y algunos venenos que les serviría. Normalmente solían llenar las flechas de venenos, y eso ayudaba en las guerras, ya que el veneno entraria en el torrente sanguíneo de la otra persona. Por otra parte, otro grupo de científicos trabajaba en armas biológicas, en el departamento de biociencia, creando mutaciones, bacterias peligrosas, entre otras cosas.

Aiki, en ese último día en Skirmofe, preparó con seguridad un veneno capaz de matar a algunos de muchos bichos raros que había en la cruel naturaleza, las zonas donde te puedes encontrar con diferentes tipos de seres, incluso los que no se encontrarían en la tierra ordinaria y primitiva, sólo en Soka. Los Levitanes, centauros, Idiamos, etc.

Los compañeros normalmente se ponían a hablar de seres que ellos habían encontrado en algunas partes, y cosas similares, como los Wendigo y chupacabras, quienes eran un simple rumor en los pueblos, pero aún así, el temor existía.

Al día siguiente, Aiki asistió a la reunión antes de la expedición, dónde habló el coronel Ed:

—Bueno, ustedes han llegado hasta aquí, esta será su primera misión, Rango C primer tropa, los nuevos acompañarán al coronel. Los de segunda tropa, el segundo año, vigilarán las costas con los de tercera tropa.

Luego de un par de divagaciones del coronel, llegó la hora de marcharse, Aiki estaría tan cerca de irse a explorar el mundo con el resto de los militares, cómo harían siempre.

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