6. Inicio Del Fin
–Corran!– Gritó Arsène corriendo junto con Nore.
Darius y Leanne quedaron confundidos ante el grito apesar de obedecer, bueno, Darius lo hizo, Nore tuvo que devolverse para agarrar a Leanne y huir como el viento.
Puede que ella y Arsène hayan molestado a un guardia muy malhumorado y este haya visto una pequeña botella de whisky.
¡Tal vez!
Y, tal vez, ninguno había traído nada para pagar y del susto salieron corriendo hacia las escaleras de incendio de un edificio cualquiera, entraron a un departamento extraño, encendieron la alarma para incendios sin querer y se subieron al tejado y corrieron hasta el tejado donde estaban Darius y Leanne.
Solían subirse en los tejados de Casicuri, en Ankhiale de vez en cuando. Era una zona muy colorida cuyos ladrillos guardaban historias a través de los colores, pero en ese momento debían llegar a la cabaña. Habían hecho travesuras, como todos los jóvenes, pero nunca salían sus nombres. Siempre era; la hija de... O el hijo de... Nunca Nymeria, Darius, Leanne o Arsène.
Este último, saltó de un tejado al otro con Darius tras él, pero Nore casi se cae al intentarlo después de que Leanne la detuviera.
–¡¿Qué esperan?!– Les gritó Arsène–. ¡Salten!
–Vamos, Lennie– le pidió una angustiada Nore.
–N-no puedo– miró la distancia entre el techo y el piso.
–Es medio metro como mucho, nada más, estarás bien.
–¡Señoritas, ni se atrevan!
Ambas miraron al guardia y después a sus amigos. Sólo Darius las miraba gracias a que Arsène había huido.
«Desgraciado», pensó Nore.
Una ráfaga de aire recorrió la espalda de ambas chicas y una lechuza blanca atacó al guardia. Ambas separaron sus labios por la sorpresa y Nore volteó a la dirección dónde había salido el ave y notó unas escaleras.
No supo qué pasó con el guardia y la lechuza, pero Darius las siguió desde el techo hasta que llegó el momento de descender y se apresuraron hasta la cabaña. Al llegar, Nore le asestó una cachetada a Arsène.
–¡Auch! ¡Estúpida, eso me dolió!
–¡Tú traición nos pudo haber dolido más! ¡Ojalá un día aprendas a no dejar a tus amigos a la deriva!
–¡Cada quién debe aprender a salvarse el pellejo por si solo!
Nore se alejó un poco hasta el otro extremo de la cabaña, dónde estaba su asiento en la ventana. Era espaciosa, pero habían guardado demasiadas cosas con los años y habían hecho ese espacio cuadrado un poco más cerrado.
–Pero qué mugre- expresó Darius–. ¿Hace cuánto no limpiamos esto?
–Sólo tú lo limpias– le recordó Leanne mientras se dirigía al baño bajo la escalera para limpiarse el rostro.
Era común, maquillaban sus rostros de tonos diferentes a los suyos, usaban lentes de contacto, pelucas, extensiones y añadían algunos rasgos diferentes a los suyos para no llamar la atención de nadie. Como Herederos, era usual que los reconocieran por sus padres y eso era lo último que estos deseaban cuando sus hijos hacían travesuras.
Arsène se sentó en las escaleras de madera para abrir el whisky mientras miraba a Darius entrar al armario de limpieza al lado de estas. No se molestó en disimular su curiosidad al dirigirse a Nore.
–¿Y cómo te fue con tu nueva mejor amiga, Nero?
–Haz perdido el derecho de llamarme así.
–Temporalmente, por supuesto. ¿Para qué fue Verena a tu casa ayer?
Leanne apareció con unas toallas para el rostro en las manos para sus amigos.
–Lávense las caras– ordenó antes de coger el botella de Arsène–. Es de mala educación tomar de la botella y es asqueroso cuando apenas sí sabes dónde estuvo.
–Gracias– dijo Nore antes de mirar su pie–. La CC⁵ pidió información más completa y ella fue quien se encarga de mandar un informe. O lo mandará, no lo sé. Hace tantas cosas que ni parece que tuviera sólo veintidós.
Siguió mirando su pie, o quizá no. Sus pensamientos habían empezado a alejarse de la realidad.
Despertar para Nore era como no hacerlo. Había algo en las sombras, parecía que sus sentidos estaban desordenados y a en ocasiones había sensaciones que no sabía explicar.
Había hablado con cada uno de los tripulantes que habían estado con ella qué había pasado, todas las versiones coincidían, menos las de su memoria. Para ellos, ella se había tropezado, estaban sobre la ruta del agua del acuífero y tanto peso sobre la superficie poco sólida provocó filtraciones del agua, al haber tantas rocas pasaron por unos laberintos mientras la marea subía.
Algunos temblores fueron provocados por los golpes del agua a las rocas y por ende Nore y otros más salieron lastimados, por ello perdió la conciencia durante unos instantes hasta que encontraron una misteriosa salida que los llevó al centro lleno de piedras preciosas, dónde Nore reaccionó. Era obvio que el detalle de estar inconsciente no era algo que ayudara a su imagen.
Verena llegó a la mañana siguiente después de su fracaso para el ascenso a comandante cerca de la hora de almuerzo. Nore no conocía el porqué de la actitud abierta de su abuela hacia ella, no porqué no se había enterado de la presencia de la heredera hasta que la vió charlando con su abuela en el segundo piso submarino de la biblioteca.
–¿Interrumpo?– Preguntó Nore. Verena y su abuela la miraron. Parecía que la primera iba a hablar antes de que la segunda se le adelantara.
–Sí, mucho. Dí qué quieres para que sigamos hablando.
–Bueno, una disculpa. Vine a dejar a Ryuu en su hábitat– le mostró el huevo. Lo cierto era que le costaba un poco permanecer de pie.
–¿Quién?– Preguntó Verena antes de abrir los ojos en par y retroceder–. ¿Qué...? ¿Qué hace eso aquí?
Demir miró a Verena mientras pasaba al lado de Nore.
–Eso– empezó la encantadota viejita–, es una criatura venenosa, crítica, chismosa, en ocasiones mal educada y a la que nunca se le llena el estómago– miró a Nore, quién le sonrió–. Se hace llamar mi nieta y lo que se está deslizando hacia a tí es Demir, no es venenosa pero sabe ahorcar si no le agradas y morder muy fuerte. Quizá deberías alejarte.
–Gracias, Annaya– murmuró Verena con ironía intentando salir de la mira de la serpiente.
–¿Annaya?– Le preguntó su nieta apoyando su peso en la pared para aliviar el dolor que sentía en su pierna y poner el resto de su peso en la otra.
–Es mi segundo nombre– se encogió de hombros–. Querida, entre más miedo le demuestres es más probable que te coma.
–¡¿Qué?!
–¡No es cierto!– Le dijo Nore–. ¡Demir no come humanos!
–Pero los muerde, mírate las piernas y el brazo izquierdo.
Nore puso los ojos en blanco y notó que Verena tenía el rostro pálido y estaba casi que rodeando una mesita cercana para alejarse de Demir.
–No te muevas tanto.
–Eso intento– murmuró sin quitar la vista de la boa.
Nore se alejó un poco para acercarse a las pinzas de Demir, no sin antes sentir una corriente de dolor al apoyar el pie. La boa se retorció y amenazó con morder a cualquiera apenas la agarró y le provocó un grito de susto a Verena, quien se tapó la boca.
–¡¿Era mucho para tí un perro?!– Soltó otro grito cuando Nore movió a Demir. Verena reprimió su furia al ver que Nymeria intentaba reprimir su sonrisa.
–¡Nore!
«Nore»... Verena reconoció el apodo por algunas conversaciones indiscretas que Nymeria había tenido con la princesita de Leanne, aunque esta a veces se refería a ella como Nero.
La boa siguió retorciéndose con vista a Verena, esta última sentía que tenía el corazón en su garganta, pero controló su semblante. Se recordó que el miedo sólo la dominaría si ella lo permitía mientras Nymeria miraba a la boa con expresión aburrida.
–Es una golosa, sólo estaba jugando.
–La acólita de Vetle piensa lo mismo– le recriminó su abuela–. Llévala a su hábitat, y deja de malcriarla.
Otro nombre identificado por Verena. Vetle era una institutriz perteneciente a una familia aristócrata. No sólo era millonaria por nacimiento, también por las cinco sedes de internados para señoritas de elite, otras cinco para chicos y una mixta. La última era la élite de la élite. Verena había tenido la oportunidad de asistir al internado femenino en Gaia durante la secundaria y más tarde al mixto antes de ingresar a la Universidad Central Cabalística Cinco Ramas, o la CC⁵.
–Es que hoy no le dí su postre. No creo que haya disfrutado a Mick
–¿Mick?– Preguntó Verena, aún conservando su distancia.
–Mickey. Una rata. Lo que me lleva a otra pregunta: ¿Qué haces en mi humilde morada?
«¿Humilde? ¿A eso le llamaba humilde?»
Es obvio que Verena nunca careció de sus derechos básicos, pero ese maximalismo no se podía conciderar humilde.
–Olvidas que el rey desea saber todo lo que hayas podido ver.
–¿Y tú te encargaras de eso?– Arqueó una de sus cejas azabache.
–Por supuesto que no, pero sí de la prensa. Quieren respuestas y esperan tu intervención en el evento de caridad de la semana próxima como representante de Coatzacoalcos. Yo escribiré un artículo informativo básico para el Times, pero necesitaré tu perspectiva.
–Pensaba que publicarías en Voog, como tu padre.
–Mi padre escribe desde el Wall Street Vuur hasta The Sindict, no tiene nada que ver. Él es fundador de Voog, sí, pero te recuerdo que no es dueño de ese periódico únicamente.
–En tal caso, necesitarán espacio– intervinó la mujer mayor–. Nore, hazme el favor de llevarte a Demir para que hables con Verena en tu habitación.
Su nieta la miró en forma de protesta, pero la mirada que obtuvo como respuesta hizo que se abstuviera. A Verena tampoco le complacía tener que estar al pendiente de una chiquilla tan inquieta, apesar de saber que está sólo quería ser tomada en serio.
–Verena, cariño– siguió Loren–, ¿Te gustan las galletas de mantequilla?– Asintió–. Entonces yo prepararé algunas.
Nore puso los ojos en blancos y se llevó a la pequeña traviesa de la biblioteca. Antes de seguir, miró a Verena.
–¿No vienes?
–Pensé que llevarías primero a la serpiente.
–Su hábitat está en mi habitación– una de sus tres hábitats, al menos–. Mira, podemos ir al jardín si gustas.
Verena no lo pudo evitar, había aprendido a saber cuando algo no estaba bien en un cuerpo, aunque este fuera ajeno a ella y la persona aún más.
–Voy dos metros tras de tí– le respondió. Aprovechó para recoger sus cosas y analizar más los movimientos de Nymeria.
Había un desbalance apenas perceptible, pero no la detuvo en ningún momento. Tenía una habitación muy amplia con vitrinas que mostraban el exterior. Los animales.
No podía negar el buen gusto de Nymeria, habían alteraciones entre azul rey, azul verdoso, agua marina y toques ligeros de negro en el piso y puertas decoradas con patrones artísticos color azul oscuro parecido al de las paredes con intervención plateada en los bordes y en el techo de un azul más oscuro con puntos blancos, grices y plateados. Como estrellas.
Nore la invitó a sentarse en los muebles verde pino al rededor de una mesita redonda de mármol negro en un rincón de la habitación que le permitió admirar todo el espacio mientras ella se encargaba de dejar a Demir en su hábitat en una de las cuatro puertas negras.
–¿Te pasó algo en el pie?– Le preguntó Verena.
Sí. La respuesta era sí. Se había despertado con el pie hinchado esa mañana, muy rojo y con una rasgadura muy fina donde se había lastimado... Es sus pesadillas, clafo. Pero nadie parecía percibirlo cuando intentaba mostrarlo, la ignoraban y decían que no había nada y que era su imaginación.
Después de eso, intentó convernserse de que era así.
–Es sólo un pequeño dolor– le restó importancia. Se todos modos no lo vería.
–Estabas casi cojeando.
–No es cierto.
Verena frunció el ceño y le sostuvo la mirada.
–Muéstrame.
Nore también le frunció el ceño, pero se sintió inclinada a obedecer aunque no estuviera en sus deseos.
–¿Ves?– Se quitó la bota.
Al ver su pie no pudo contener su expresión. No estaba sólo rojo e hinchado, la pequeña y fina fisura ya no era ninguna de esas dos cosas, pasaba por su hueso desde el talón a su gemelo.
«Como el la pesadilla.»
Pensar en esas imágenes casi le provocó el vómito.
–¿Eso es nada para tí? Podría infectarse.
–P-pero... No estaba así esta mañana... ¿A dónde vas?
–¿Tienes un botiquín?– Le preguntó a metro y medio de distancia.
Nore tragó saliva.
–La segunda puerta, ahí hay uno en el rincón derecho de la segunda gaveta.
Volvió a mirar su pie durante el tiempo que Verena buscó el botiquín.
–Deberías dejar que te lo vea una sanadora- comentó Verena después de unos minutos empezando a vendarla–. Esto sólo será para que no te infectes. No hago milagros.
Nore siguió mirando su hinchazón.
–Al menos sabes lo que haces.
–Son primeros auxilios básicos, los enseñan en los scouts.
–¿Eres una scout? ¿Desde cuándo?
–Desde que tengo cuatro. Y no, ahora soy líder de cabaña.
–¿Cuál? ¿En qué campamento?
–Cabaña 6. Campamento Matakwa.
Nore hizo memoria.
–¿La cabaña de el escudo de serpientes y el búho en la puerta?
Verena asintió.
–Me habría encantado seguir. Sólo fuí dos años hasta que cumplí los ocho. ¿Por qué nunca te ví?
–¿En qué cabaña estabas?
–Cabaña 3.
–Tiene sentido– murmuró Verena mirando a los ventanales que en ese momento le mostraban unos peces muy coloridos.
–Son peces angel anillo de luz. Son hermosos y les gusta la costa. Son mejores que los acantodios.
–No los conozco.
–Son una especie vieja. Hace unos siglos se pensaba que estaban extintos, pero no fue el caso y ahora no dejan a los peces más tranquilos en paz.
–Es el ciclo de la vida.
–No lo hace menos deprimente– un sisseo de dolor de le escapó de los labios después de esa oración.
–Lo siento... ¿Por qué dejaste el campamento?
–Porque mi papá insistió en que me uniera a Crystal Lake. Aunque mi mamá y mi abuela habían asistido al mismo que tú.
–Lo sé– Nore frunció el ceño al escucharla-. Nuestras abuelas fueron compañeras en la cabaña 10, mi mamá también estuvo en la 6 y la tuya... Creo que también. No lo sé, sólo sé que fueron compañeras. Tendrías que averiguar en qué cabaña estaba la tuya.
–¿Por qué no lo averiguas tú?– Verena la fulminó.
Nore cayó en cuenta de sus palabras. La había echado a perder. La madre de Verena había muerto hacia años... Cuando Nore tenía cerca de siete años.
Hizo los cálculos. Durante el tiempo en la que ella había ingresado al campamento la señora Eileithya estaba enfermando y, cerca fue entre los siete y ocho que dejó el campamento Matakwa para ir a Crystal Lake. Por eso Verena no había estado presente durante su tiempo ahí, no lo suficiente para notarla.
–Lo siento– susurró.
Verena apretó el vendaje con más rabia de la necesaria y regresó a su semblante neutro.
–Si gustas, me puedes buscar el la Biblioteca Minerva en el barrio Wren de Nefeli. ¿Puedes?– Nore asintió–. ¿Fecha y hora?
–¿Eh?
Verena puso los ojos en blanco, gesto que hizo sentir a Nore como una estúpida.
–Cuando puedes. Estoy en la biblioteca todos los fines de semana desde las dos hasta las seis y a veces en horas de la tarde entre semana. A menos que prefieras el museo.
–¿Cuál?
–Mallory Auderic.
–Mmm... Mejor en la biblioteca.
–Bien, ¿Cuándo?
Nore dirigió su mirada a su pie.
–Pasado mañana.
Verena arqueó su ceja, también mirando la herida.
–¿Segura?
–Necesitas el tiempo, después de todo.
Verena fingió que no le causaba un poco de intriga, incluso sospecha, que Nymeria tomara en cuenta su uso del tiempo.
–De acuerdo, llega a las tres y media. Y utiliza esto para los dolores musculares- buscó entre sus cosas hasta ofrecerle una bolsa pequeña con un ungüento de gel, aceites, bálsamos y algunas hierbas.
–¿Por qué tienes esto?
–Los utilizo para los dolores. Te recomiendo el aceite de lavanda por sus aromas, puede ayudarte a dormir. Usa la cayena de forma tópica, tiene más efecto así. Una sanadora que conozco es experta en estos temas. Si das un paseo por la biblioteca o por la Torre Baylei. Pregunta por Jirina Keitha.
La Torre Baylei era una institución publica y prestigiosa abierta a todos con él objetivo de fomentar la salud en el reino.
–Gracias– dijo Nore de forma sincera.
Después de eso, Verena se fue y no pudo evitar pensar por horas en sus remedios. Había pedido a unos trabajadores que la llevaran hasta la Torre Baylei al día siguiente, donde una chica castaña robusta de ojos verdes y baja estatura la atendió.
Es obvio que le dijo que tenía que cuidarse no hacer muchas actividades ni nada que requiera esfuerzo. Es obvio que desobedeció y se dirigió a la biblioteca a la mañana siguiente.
Nore notó que sus amigos seguían en sus mundos y no habían notado que ella había estado vagando sus pensamientos mientras aliviaba la tensión de sus músculos con uno de los ungüentos.
Una pequeña sonrisita se formó al recordar la tarde en la biblioteca. Tal vez Verena no era tan desagradable.
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Frase:
"El dolor nos hace fuertes"
-BlackWidow
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Espacio de interpretación:
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