5. Rios De Sangre

Algo despertó.

Miró a través de la ventana. No había nada ante la vista común, pero un parpadeo en los ojos activó una visión más panorámica.

Detrás de ella, una pelinegra cuyo cabello se dividía en dos trenzas mencionó su nombre antes de preguntarle;

–¿Lo sentiste?

–Parece que todos.– Dirigió una mirada hacia ella al darse la vuelta para después fijarse más allá del barandal donde la pelirroja reposaba su cuerpo a la derecha de la pelinegra–. Me parece imposible que uno de nosotros no lo haya hecho.

–¿Quién crees que haya sido?– Le cuestionó la rubia al final de la escalera en el piso de abajo.

–La heredera, eso está claro– le respondió al tiempo que depositaba su mano en el barandal para descender en la escalera de caracol.

La pelirroja y la pelinegra siguieron a la castaña. La última estaba acostumbrada a los retos, pero esté era uno mayor. Uno que la superaba, pero aquellas personas no tendrían que ver el reflejo de esos pensamientos.

La pelinegra la llamó.

Ella se volteó una vez que sus pies dejaron el piso de la escalera y declaró su rol con voz firme.

–Aquí no soy quién tú conoces, Neera. Aquí soy tu matrona, para tí y para todos ustedes– se dirigió a su comunidad sintiendo el peso de la carga de su estabilidad en sus hombros. Pero con su mente y pensamientos en contra, pronunció;– No desconocemos nuestras historias, aquellos que las desconocen, temo decirles que están condenados a vivirla hasta que les brinde su lección, pero espero y no sea nuestro caso.

Una pausa seguida de una toma de aire y una mirada a su regente, orgulloso la motivó a mirar cada rostro de los presentes.

–No somos capaces de cambiar lo hecho. Menos de reparar el daño, pero sí minimizarlo. Por Emine Portadora De La Verdad, Eloise Guerrera De Espíritus y Eline Madre Sagrada. Qué EThird nos acompañe.

El espacio se iluminó durante un segundo con un blanco puro indicando relámpagos de energía vital. Aquello provocó miradas preocupadas, confundidas y asombradas.

Ella se dirigió a su padre con la espalda tan recta que le dolía, mirada firme, rostro en alto y semblante neutro. A lo último, inclinó la cabeza en señal de respeto.

Era exagerado de decir, pero esas trenzas tres trenzas a cada lado de su cabeza y unidas como una corona decorada con pequeños broches en forma de tréboles pesaban tanto como si esa corona fuese real.

–Con el permiso suyo y de los ancestros- murmuró.

–Que EThird te acompañe, Matriarca Lunar- la bendijo el regente.

Los ojos menta de la matriarca se alzaron hacia el encuentro con los de su padre y asintió. Después se dirigió al concilio liderado por si misma.

«Madre, protegenos» rezó con los sentidos agudizados y enfocados en la energía transmitida a través de su entorno y su sangre. Un poder tan monstruoso que le causaba temblor, algo que no se pensaba permitir frente a su comunidad.

♦️●●--●●◄⭕►🔴◄⭕►●●--●●♦️

Nymeria miró a Fielle, parte de la tropa empezó a notar la tensión y a sacar conclusiones de lo mencionado en su conversación.

–Debes estar bromeando. No puede ser, un acuífero debe pasar por debajo de la superficie, ¿Cómo...?

Fielle retiró la mirada hacia Ziven. El hombre se acercó junto con otro chico desde un extremo adornado con tumalinas verdes, esmeraldas y diópsido.

–Ziven– exigió Nymeria.

–El acuífero está debajo, solo a unas cuantas capas de dónde te desmayaste. Luego cayó lluvia, seguimos las rocas hacia un sector de luz...

«Maldita luz» pensó Nore.

–... Se estaba inundando. No entendíamos cómo, pero parece el agua se empezó a filtrar donde tú caíste y luego parecía que caía un diluvio a través de los cráteres.

–¿Qué sentido tiene eso?

–Aquí no hay ningún sentido– intervinó el chico al lado de Ziven–, comandante Frackt. Este lugar carece de coherencia y mata cualquier intento del uso de la lógica.

El chico rubio de ojos grises se atrevió a levantar su mirada a la de ella con cierta inseguridad. Nore lo odiaba, odiaba esa imagen que transmitía, pero era su trabajo como Nymeria y próximamente comandante. Si sobrevivía.

Miró a su alrededor. El volcán sólo tenía la copa como salida, la cual estaba a metros de altura. Dejando de lado el montón de posibles joyerías, la superficie de esquisto parecía firme, tan desigual y tan abrupto. Tal superficie se deslizaba hasta llegar a rocas oscuras de todos los tamaños y formas.

–¿Qué tan fuerte es el esquisto?– Preguntó a nadie en particular al sentir un movimiento en el suelo. No podían estar tan jodidos. ¿O sí?

La lluvia gélida aumentó como si un balde hubiera sido arrojado al volcán directamente.

–Casi nada– contestó una chica–. Son piedras decorativas o de construcción. Estamos en un volcán, lo más seguro es que provenga de rocas ígneas.

Nore intentó abrir la boca para hablar, pero fue interrumpida por un temblor creciente en la tierra que le hizo perder el equilibrio a ella y a muchos. La llovizna aumentó. Cayó junto con todos los que no se sujetaron de las rocas de forma escándalosa y al levantar la mirada cegaba a todos.

Las olas, por muy imposible que pareciese, se formaban como si el agua del océano fuera el que los acechaba. Nore captó que aquellos cráteres y los túneles eran como un hormiguero de caminos. A sus lados, con la vista borrosa, vió que en cada lado había una entrada a un túnel diferente que estaban viendo tapados por el agua y cuyo único camino era descender hasta las rocas más lisas y finas, cruzar por los lados y entrar en ellos. Luego, estaba el detalle más interesante, entrar en ellos era un suicidio seguro.

Se ahogarían, se golpearían, serían atrapados, estarían perdidos... Cualquier posibilidad era horrible.

El universo pareció insatisfecho con sus problemas y envío otro temblor más fuerte que logró la fractura de diversas rocas y formó agujeros profundos.

Una Caída Al Infierno.

El vello de Nore se erizó ante el tono glacial de esa voz sin procedencia cercana.

–¡Levántense!– Ordenó con eje de temblor en su garganta–. ¡Levántense y pongan a los heridos a salvo!

Aquel temblor había causado raspones y heridas, tratables, pero que dificultaban soluciones. Lo más seguro es que no alcancen a ponerlos a salvo.

Algo parecido a una niebla provocó preguntas y sonidos de sorpresa. Nore sintió un tacto al levantarse. Pensó que era Fielle, Ziven o cualquier otro, pero no. No reconocía la mano oscura y delicada que rodeaban su muñeca con fuerza pero delicadeza.

Un tacto tan fino que apenas fue perceptible. La guió a través de la neblina y lluvia hacia unas rocas. Por el tacto de estas, Nore detectó patrones tallados, sobre todo espirales. La lluvia se había detenido, las gotas estaban pausadas en el aire, pero el contacto era nulo y no detectó ningún movimiento o sonido aparte de los que ella provocaba.

Sube.

La voz fue melodiosa y amable. Casi maternal. Parecía estar eternamente ligada al amor.

Acarició un poco las rocas y se sostuvo a ellas cuando otro temblor sacudió el espacio seguido de gritos. Sus manos entraron en contacto con un barandal y las gotas volvieron a caer y formar el diluvio inicial que amenazaba con ahogarlos a todos.

–¡Aquí!– Gritó.

Levantó la mirada y puso ver una escalera en espiral tallada en piedra negra que atravesaba parte de los muros de la parte interna del volcán. Tragó saliva.

Estaba dispuesta a seguir, a salvarse hasta que vió a Fielle gritando a punto de caerse. Miró la salida y luego a su compañera. Un minuto. Dos.

No iba a dejar morir a nadie.

–¡Ziven!– Gritó. El hombre apareció con un chico en la espalda a unos metros de ella intentando ayudar a uno de los que habían caído por las grietas.

Nore no se dió cuenta, pero sus ojos brillaron en un azul congelado como la luz reflejada en hielo. Un relámpago iluminó todo durante un minuto y esa fue su señal para agarrar el brazo de Fuelle ya traerla hacia si misma con una fuerza sobrehumana.

Fielle le dió una mirada perpleja, pero Nore le sonrió y puso las manos en sus hombros.

–Ayuda a quien puedas y llévalo a la escalera- le guiñó el ojo en forma de complicidad.

No dejo espacio para preguntas al ver el ascenso del agua. Salvó a unos tres más de caer y cargó a algunos junto con aquellos dispuestos y sanos. El agua había llegado a sus rodillas, pero no era suficiente. Faltaban ocho personas.

–¡Nymeria!– La llamó Ziven.

Él entendió su expresión, era la única que no se dirigía a la escalera.

–Ya es tarde– le dijo acomodando al chico inconsciente y sangriento sobre sus hombros.

No. No podía ser cierto. No podía...

Otro temblor la tumbó y le provocó un grito.

–¡Sube!

Concentró su respiración.

–¡Hay una salida!– Exclamó una chica con voz llorosa–. ¡Hay una salida a través del volcán! ¡Es una puerta!

Ziven y Nore retiraron la mirada de arriba. Ella se levantó y se apresuró a intentar subir. Sólo fueron dos metros los que subió antes de ver algo en el agua que estaba donde antes se habían ubicado ellos.

–¡Nymeria!– Volvió a gritar Ziven.

Pero otro movimiento captó su atención. Una mano. Bajo el agua.

Las grietas eran tan anchas que quien quiera que sea pudo nadar dentro, las pruebas de respiración exigían una resistencia de cinco minutos conteniendo la respiración. La esperanza era poca, pero no inexistente.

Volvió a escuchar su nombre en la garganta de Ziven junto con otras voces, pero hizo caso omiso y subió el barandal hasta quedar colgando de el. Y se lanzó a su compañero bajo el llamado del resto.

El agua golpeó como una lanza, pero el agua había llegado a tal profundidad que no entraba en contacto con alguna superficie. Su visión fue aclarada de forma milagrosa, no lo entendió, pero lo agradeció. Buscó durante cinco minutos sólo saliendo en busca de señales externas.

Hasta que lo vió.

Un cuerpo delgado pero musculoso que un chico rubio yacía inconsciente entre una de las grietas. Nore salió a la superficie, demasiado cerca de sus compañeros, lo que decía mucho dado la altura de ese volcán.

Les dirigió una mirada determinada y volvió a hundirse en contra de su buen juicio hacia la oscuridad de la grieta. Avanzó profundo hasta que pudo sostenerlo, pero la falta de oxígeno le hizo que le ardieran los pulmones. Logró salir, pero no supo cómo seguir después de la salida hasta que sintió el chapoteo de Fielle.

Su corto cabello estaba pegado a su delgado rostro, pero también brillaba la determinación en sus ojos.

–Dámelo.

Nore no protestó y nado en dirección a Fuelle dónde dos chicos y una chica las esperaban.

–Eres una psicótica– le dijo Ziven–. Tu padre me habría colgado si te hubiese sucedido algo.

A Nore no le bastaron las fuerzas para soltar una risita, y continuó con ellos de soporte.

La chica tenía razón, el final de esa escalera no era el hoyo del volcán que todos conocían. Era una puerta a unos metros de este hoyo que daba de forma directa a un pasillo antiguo.

–¿Qué...?– Sus labios no pudieron mantenerse juntos.

–Eso dije yo– comentó uno de los chicos que la ayudaban–. Vamos.

La chica caminó un metro hasta una puerta que daba al exterior y le dió paso a Fielle, Ziven, el chico sobre Ziven y al que habían salvado, ambos chicos y Nore.

–Está despejado– jadeó ella.

Algo en las miradas de todos cambió. Algo inusual.

–¿Qué esperabas?– Le preguntó Fielle–. Allá adentro el agua se filtró, pero no tendría porqué afectar el exterior.

Nore frunció el ceño al escucharla. ¿Dónde estaban los rayos? ¿La lluvia? ¡El miedo!

Sus miradas eran tan serenas que Nore temió volverse loca.

–Rápido– les dijo Ziven–. Pasamos mucho tiempo ahí dentro.

Nore dirigió su mirada al cielo nocturno. Sólo El Padre sabía cuántas horas habían pasado. Intentó volver a convencerse de sus delirios, pero se sentían tan reales que su propia existencia ya le resultaba dudosa.

Descendieron por las escaleras, no entendieron cómo no las habían notado, pero sus cuerpos estaban tan agotados como para poner a trabajar a sus mentes.

Su hogar estaba... Raro. Todo estaba raro. Disoció durante el camino hacia Ondine por Amadahy, sin entender nada. Recostó su cabeza durante esas dos horas, no se molestó en ir a la marina, sabía que sus compañeros lo harían. Se dirigió a su alcoba, a su cama para ser precisos.

Lo único que hizo, que no la hizo sentir cual máquina programada, fue agarrar a Ryuu y acariciar su cascarón con delicadeza antes de dormir.

Al día siguiente, salió el reporte de los siete muertos por ahogamiento y tuvo una visita inesperada.

♦️●●--●●◄⭕►🔴◄⭕►●●--●●♦️

Nymeria no había estado pendiente de quienes estaban en el puerto a su llegada, pero ella sí. Ella se había percatado que los ojos de Nymeria habían pasado de un azul zafiro como los de Rowan Frackt a unos más eléctricos. Fríos. Era como una llama ardiente pero helada de color azúl como el hielo.

No tenía sentido la descripción, pero ella supuso que nada lo tendría desde el momento en el que su tripulación zarpó. Había encontrado una forma de hablar con Nymeria sobre lo qué sea que haya sucedido en ese lugar que parecía absorber sus energías. No sin antes enterarse que otros asesinatos habían en los alrededores del volcán.

Agradeció pasar desapercibida, sus energías se estaban acabando gracias a las del volcán. No era usual que la fuerza se acabara al sentir la presencia de otra, lo normal era que cuando dos fuerzas coexisten se entrelacen para potenciarse. Pero la del volcán era tan pesada que la ahogaba a ella a su comunidad.

Aún con el peso de la corona de trenzas y de la energía, se dirigió a su hogar y estudio cada libro de historia, astrología, botánica y grimorio que encontró en la pequeña biblioteca del escondite de su cuarto. Sólo lo usaba cuando quería estar sola y tanto ella como sus padres..., bueno, sólo su padre en ese momento, lo respetaba.

Extrañaba a su madre con todas sus fuerzas, desearía no haberla visto partir tan rápido, pero no era algo que se pueda cambiar.

♦️●●--●●◄⭕►🔴◄⭕►●●--●●♦️

Frase:

"La energía es prestada y un día tendrás que devorverla"


—Avatar

♦️●●--●●◄⭕►🔴◄⭕►●●--●●♦️

Espacio de interpretación:

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top