3. Mil Y Un Advertencias.

–¡Jezz, más rápido!– Gritó Nore al verlo perder el ritmo en las redes.

Habían pasado dos semanas desde la reunión con el rey y ella no había dado segundas oportunidades a quienes no pasaran los obstáculos del entrenamiento.

Jezz estaba más que eliminado. Nore sonó el silbato para que el siguiente grupo empezara a correr y el resto avanzará.

–Jezz, no te esfuerces en continuar. Vete con el resto. Quiero veinte sentadillas, cincuenta abdominales, y treinta lagartijas con salto. Agradece que estoy de buenas y solo te doy cuatro repeticiones. ¡Eso también va para tí, Amelie! ¡Yin, no engañas a nadie trotando! ¡Vas a dar diez vueltas más por creer que me engañabas! ¡Rusell, Gia afuera con Jezz!

Nore sintió una presencia tras ella. Apenas se volteó un poco para identificar el castaño claro de Verena.

–Buenos días– saludó ella.

–Buenos días– apenas la miró antes de gritar–. ¡No me distraje! ¡Yin, ahora son quince! ¡Tyrgin, Amy, afuera!

Qué decepción.

Los retos eran sencillos para gente de su nivel.

Debían correr veinte minutos al rededor de la piscina. Luego debían trepar el muro de cinco metros con ayuda de las cuerdas, bajar con ayuda de las redes hasta el lodo y arrastrarse en este por debajo de otras redes de dos metros, saltar entre los neumáticos y recoger un ladrillo. Repetirán el recorrido hasta que cinco de los participantes de cada equipo hayan formado una torre de quince ladrillos y el resto quede eliminados.

Los cinco restantes deberán nadar veinte metros de un extremo de la piscina al otro llevando solo un ladrillo para volver a armar la torre. El último será el eliminado.

–¡Equipo 14 a descansar!– Exclamó al ver que cuatro ya habían construido sus torres–. Lo siento, Gari. Será para la próxima.

Los cuatro cayeron en el pasto dónde Jezz, Rusell, Gia, Tyrgin, Amy y otras treinta y cuatro personas hacían la misma serie de ejercicios, pero en ritmos diferentes.

–De verdad te tomas enserio los entrenamientos– murmuró Verena.

Llevaba un conjunto color adobe y toscano que dejaba sus hombros al descubierto y el pelo recogido en una larga trenza apoyada en el hombro izquierdo.

–Ese chico no está siendo muy justo.

Nore miró a la misma dirección que Verena. Era evidente que el chico estaba intentando hundir a sus compañeros en el lodo para llegar antes.

–¡Kethan, regresa! ¡Vas a correr junto con Yia!

Eso dejaba a su equipo con catorce posibles candidatos para la piscina.

–Mi padre y el rey me dijeron que te entregara esto– Verena le dió la carpeta–. Son todos los datos que recolectamos junto con el EICC⁵, el resto dependerá de tu tropa. Ahí está especificado lo que necesitan que investigues.

–Gracias.

–Tambien quieren saber sobre las pruebas para ir a la Isla Volcán.

–¿Isla Volcán?

–Es como la bautizaron, no culpes a la mensajera.

Nore quitó la mirada de los equipos y se concentró en la mirada de un tono parecido a la vainilla de Verena gracias al sol que alejaba el tono espárrago usual.

–Dile que hay quince marineros seguros, cuatro posibles y en dos días los definitivos.

–El rey quiere que zarpes en dos semanas.

–Se suponía que en dos semanas es cuando tendría la información.

–Se suponía, pero te la acabo de entregar y ya no hay excusa. Quiere que zarpes en dos semanas.

–El equipo no está...

–Eso es obvio– expresó Verena con burla–, pero a mí no me rindes cuentas, Nymeria. Al rey sí. Y él es quien tiene el poder de que todo esto– señaló todo el circuito– haya sido por nada. Depende de tí.

Fue la autosuficiencia tan... ¡Agh! Asquerosa lo que irritó a Nore. Eso y que le había hablado como si no fuera nadie delante su equipo. Era humillante, una desautorización completa.

–Qué tengas buena tarde.

Hipócrita.

Nore dirigió el silbato a sus labios para darle la señal al siguiente equipo.

–¡A la piscina rápido! ¡Siguiente equipo los veo!

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–¡Papá, no está todo listo!– Le reclamó Nore.

–¿Crees que no lo sé? Hablé con el rey ayer y...

–¿Y no se te ocurrió decirme?– Un poco de decepción acompañó a sus palabras. Junto con el sentimiento de traición.

–Hija, lo siento. En serio lo siento.

Los mismos ojos zafiro de ella la miraron con remordimiento.

–Papá, sabes que esto es importante para mí. Una misión más es lo que necesito y... Y si esta falla...

–Nore, eres mi hija.– Pusó sus manos en los hombros de ella–. No vas a fallar. Eres una líder inata.

La puerta de la oficina se abrió y se cerró de golpe con la entrada de Valencia Pelagic.

–¿Es cierto, Rowan?– Le preguntó a su marido–. ¿Acaso ese tirano quiere que arriesguemos a nuestra gente, a nuestra hija, por unos kilates de oro y plata?

–Cia...

–Cia nada. Nymeria, habla tú, por favor.

–Es así, madre. Quiere que zarpemos en dos semanas, apenas estoy armando al equipo.

Ambas mujeres miraron a Rowan con solo furia en sus ojos.

–No es conmigo con quién están molestas. Es con el rey. No pueden culpar al mensajero.

«Esa puta frase.»

–¡No sabemos que pueda pasar ahí!

–Ese lugar está maldito, Rowan.

–Esos son cuentos de viejas, amor.

–¡No lo son!– Exclamó la madre de Nore–. ¡Todos los sienten! ¡Yo lo siento! ¡Mi madre lo siente!

–Con todo el respeto, el juicio de mi suegra no es muy...

–Ten cuidado, papá.

–Rowan– su esposa volvió a llamar su atención con un gesto–. Ese lugar no era un lugar hasta hace tres meses y medio y ya tiene una secta detrás de asesinos en serie de todas las edades.

–¡Valencia, a mí tampoco me gusta el panorama! Pero entiendan que si se trata del rey yo no soy nadie. Nymeria, será tu desición.

Nore tragó saliva y miró a sus padres.

–¿Haces o no la expedición? Nadie te obligará.

Ella se quedó sin habla.

También creía que la Isla Volcán estaba maldita, pero era su oportunidad. La oportunidad de demostrar que es hija de su padre. Hija de Rowan Frackt.

Valencia, en cambio, no estaba ni cerca de querer que su hija se enfrentara a lo qué sea que estaba en esa Isla Infernal, como la conocían en el reino.

–Voy a ir.

–No puede ser, Nore– expresó su madre.

–Mamá...

–¡Habrán otras oportunidades! ¡Eres jóven, te van a sobrar!

–¡Esta es una oportunidad!

–¡No lo es! ¡No tiene por qué serlo!

–¡Lo es y también mi desición! ¡No me asustaré por historias de viejas, mamá! ¿De acuerdo?

Tomó un espacio para respirar y bajar el tono de su voz y mirar a sus padres.

–Sé que puedo hacerlo. Y cuando regrese armaremos una fiesta con toda la marina, les daremos un aumento y nos regocijarnos porque mamá no tuvo razón por una vez.

Su padre suspiró y se sentó en su escritorio.

–Olvida el aumento, Nore.

Ella sonrió.

Los ojos almendrados color maleza de su madre la miraron con duda, pero asintió.

–No eres una niña. Ya no podemos tomar tus decisiones por tí, Nore.

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–¿Están preparados?– Preguntó Nore a su tropa.

El rey les dió quince días para zarpar y ella tomó la desición de hacerlo el décimo quinto. La ruta que habían dispuesto era más larga de lo que habría sido si la Isla Volcán no hubiera estorbado, pero a fin de cuentas fueron cuarenta y cinco lo marineros, más Nore, quienes zarparon esa mañana a las doce de la tarde.

Los cuarenta y cinco asintieron.

La ruta era directa. No habían grandes embarcaciones, solo unos cuatro barcos, apenas grandes, pero que dejaban espacio suficiente para cualquier hallazgo.

La isla era oscura. «Podrida», pensó Nore.

La base era firme y oscura, lava seca con pedazos de tierra y restos del mar.

–El quipo cuatro y cinco se quedará afuera explorando los al rededores del volcán– anunció Nore–. El resto revisaremos adentro. No olviden estar atentos.

–¿Fielle?

Fuelle era su segunda al mano y quién tenía las imágenes de los archivos. Ella y Ziven tenían toda la información en sus manos.

–Debemos ingresar por ahí.

La mano bronceada de Fielle apuntó a uno de los muchos cráteres que los rodeaban.

–Parece que son pasadizos. Túneles subterráneos, el EICC⁵ no ha encontrado entrada directa adentro.

–Entonces en marcha– dijo Ziven.

–Llegó tu momento, musculitos– comentó Nore.

Ziven la miró con una media sonrisa. Una cicatriz recorría la mitad de su rostro bronceado y parte del cuello, pero le lucía la raya en la ceja.

Fielle acomodó su corto cabello pelirrojo hasta la mandíbula antes de dar la señal al resto del equipo.

Nore fue la primera en avanzar cinco metros hasta el cráter señalado. El ancho permitía que cinco personas tan musculosas como Ziven pudieran entrar al mismo tiempo sin problema, pero dejó que su tercero al mando lo intentara antes.

–¡¿Ziven?!– Preguntó Fielle acercándose al cráter–. ¡¿Ya llegaste?!

Nore supuso que el cráter debía ser profundo. Acarició la superficie negra, fría y áspera con escalofrío. Intentó calmarse al sentir al viento helado erizandole los vellos.

El tercer movimiento seguido de la cuerda fue la señal de Ziven, seguido de la señal de su arnés y el de sus tres compañeros.

Entrar en el cráter había sido algo indescriptible. Pasaron dos metros antes de que Nore y el resto pudiera volver a apreciar la presencia del suelo bajo sus pies, si es que se le puede llamar así a la superficie fangosa que encontró y al agua que le cubría los tobillos.

Dos metros del sonido respiraciones congeladas de sus compañeras, solo censuradas por el repetido eco de un goteo constante y un aire tan gélido que se filtraba por el cuero de su atuendo y hacía que el humo brotara de sus labios.

Se sentía como pisar estiércol. «Qué asco», pensó.

Ni las linternas conseguían iluminar del todo el túnel en el que se encontraban.

Ziven sacó su sansetsukon, pero Fielle prefería su bō y Nore su querido jō, aunque la única diferencia era el tamaño, el resto del equipo también traía una de esas tres armas o si no dos hanbōs o arco y flecha.

–¿Todos tienen sus armas?– Preguntó Nore con el humo frío saliendo de su boca. Tuvo que apretar la mandíbula y el jō para no revelar el temblor.

Todos asintieron. Además de su uso en batalla, sus armas también servían como bastones en esa superficie para evitar cualquier hundimiento de sus extremidades. No estaba de más la precaución.

Fielle empezó a guiar según las instrucciones de el EICC⁵, al igual que Nore usaba su arma para ver en dónde pisar. La luz de las linternas eran frías, pero no dejaban ver mucho aún con ayuda de la luz filtrada por los cráteres sobre sus cabezas. Era como si la oscuridad consumiera la luz.

–¿No hay otra ruta?– Preguntó un chico de piel morena al ver que sus botas se hundían.

–Por algo tomamos esta– contestó Nore–. Todos sabemos qué exige el EICC⁵ y el rey. Si el volcán resulta ser firme y estás aguas– baja la mirada a sus pies– tienen algo de valor lo más probable es que el rey tenga planes para el.

–Esto es una basura– comentó una chica–. No hay señal de nada.

La chica y otros cuatro eran miembros graduados del CC⁵ y eran expertos en la manipulación tecnológica en ecosistemas acuáticos, más en la extracción de minerales, pero parece que sus aparatos no son de mucho uso.

–Entonces busca dónde tenga señal.

–No detecta nada. Parece que está apagado, no responde a nada de lo que hago.

–Nada lo hace– expresó otro chico con otro aparato–. El volcán tiene algo, lo bloquea todo.

Las linternas empezaron a parpadear.

–¿Debemos pasar esas rocas?– Preguntó alguien.

Nore y los demás miraron en su dirección. Habría sido difícil evitar mirarlas al ser tan grandes, pero ninguno las había notado.

–Eso no estaba ahí antes– pensó Ziven en voz alta–. ¿Fielle?

–No. No estaba.

–Ni eso.

Más piedras tan oscuras que parecían antracita los rodearon. Pero Nore vió una luz.

Una luz cálida en esa caverna fue suficiente para provocarle un suspiro de alivio hasta que miles de pitidos le aullaron los oídos.

–¡Apaguen esas cosas!– Exclamó por encima del ruido.

Los sonidos eran odiosos. Agudos.

Todos se taparon las orejas. El eco de esos sonidos convertía hacían un martirio en sus mentes.

–¡Hay muchas cosas acá!– El gritó de esa información hizo que ambos lados laterales de la cabeza de Nore latieran de molestia.

Mierda.

Nunca les había pasado nada similar a ninguno. Algunos aullaron de dolor, lo que aumentó el sufrimiento. Sus cabezas se sentían como si estuvieran realizando miles de lobotomias al mismo tiempo y muchos cayeron de rodillas.

Nore intentó sostenerse con ayuda de su jō con sus piernas y mandíbula temblando. La única razón para que sus manos no hicieran lo mismo era el agarre que ejercía en el jō, pero se debilitaba.

Alzó la mirada y volvió a ver esa luz, como si hubiera un final. Un llamado.

Una fuerza invisible la hizo caer de rodillas en esa agua fangosa. El frío y la humedad se filtró por el cuero, casi estaba dispuesta a dejarse hundir.

Casi.

El rostro de Leanne, Arsène y Darius viajo por su mente.

Buscó el jō con manos temblorosas y un ardor en los ojos, intentado ignorar las punzadas en su cabeza y oídos.

Su padre. Su madre.

Encontró el jō. Intentó posicionarlo y apoyarse de él, pero sus piernas flaquearon.

Su abuela.

Sujetó el jō con firmeza y obligó a sus piernas a mantenerse con las lágrimas recorriendo sus ojos.

«No tendré miedo» se dijo a si misma «. No tendré miedo».

Aulló.

Su cuerpo de dobló como si algo le hubiera pateado el estómago antes de intentar enderezarse.

«No tendré miedo.»

Volvió a apoyarse con toda la fuerza que pudo y apretó sus labios para no gemir cuando sus brazos y piernas protestaron con un latigazo de dolor.

«Soy Nymeria...»

Su pierna se dobló en un movimiento que no controló.

«..., hija de Rowan Frackt y Valencia Pelagic...»

La otra pierna imitó el movimiento de l anterior.

«... Nieta de Loren Rhea de Pelagic...»

Se aferró más al jō. Una vez más. Sólo otro intento.

«... Hermana no biológica de Leanne Chrysler De Ztalan y mejor amiga de Arsène Brangwen y Darius Alistair...»

Esta vez sí mantuvo sus piernas en su lugar. Intentó concentrarse para silenciar el ruido del eco provocado por los gritos y aullidos de sus compañeros.

«Y Comandante De La Marina».

Levantó la cabeza y miró a la luz. Casi como si le devolviera la mirada le dijo en sus adentros;

«–¿Me escuchaste, verdad?»

Nore sonrió apesar del dolor y las lágrimas.

«–Soy Nymeria Ciemny Skia Frackt Pelagic. Y no tendré miedo.»

Se enderezó. La fuerza invisible hizo peso en su espalda y músculos, pero no sé inmutó.

Sabía quién era y eso lo valdría todo.

La luz desapareció y todos quedaron en absoluto oscuridad, solo iluminados por la luz filtrada por los cráteres encima de ellos.

Las punzadas y los sonidos desaparecieron. Nore notó un líquido en sus labios. Los había apretado tan fuerte que le habían sangrado.

–¿Qué...?– La voz de alguien, Nore no se molestó en identificar quién intentó preguntar–. ¿Qué fue eso?

El sonido era muy entrecortado y jadeante. Era admirable que aún fuera capaz de hablar.

–No lo sé– un susurro tan bajo fue lo que salió de la boca de Nore con el corazón latiendo en su garganta.

Miró al equipo. Los que estaban de pie intentaban ayudar a los que seguían en el suelo si no estaban ocupados intentando procesar lo sucedido.

Ziven le ofreció un poco de apoyo a Fielle. Era la primera vez que veía lágrimas en los rostros de ambos.

–M-m-mi...– la voz de Fielle sonó ronca.

Era obvio que el grito la había gastado.

–Tranquila– susurró Ziven, también con voz ronca.

Nore se atrevió a moverse. El movimiento repentino casi la hizo caer, pero se mantuvo.

–¿Quieren volver?– Preguntó.

Habría sido inhumano hacerlos continuar cuando ella no podía ni con si misma. Nadie fue capaz de responder usando la lengua, tal vez porque algunos se la habían mordido al punto de que sangraban, pero sus miradas y lenguaje corporal fueron suficientes.

–De acuerdo– jadeó Nore preguntándose cómo explicaría todo.

Dejó de apoyarse en su jō, separó sus pies para empezar a avanzar en dirección a la salida y soltó un grito.

Lo siguiente que supo fue que su pie no había tocado una superficie y su cuerpo había sido absorbido por el lodo, literalmente. Sus oídos se taparon, pero no antes de que escuchara a sus compañeros gritar su nombre.

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Frase/Cita:

La Líder de Ala dijo detrás de ella:

–¿Tú crees que los monstruos nacen o se hacen?

A partir de lo que había visto hoy, creía que algunas criaturas estaban muy mal para nacer. Pero lo que Manon estaba preguntando...

–Yo no soy la que tiene que responder a esa pregunta –dijo Elide.

—Reina De Sombras. Sarah J Mass

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Espacio de interpretaciones:

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