19. Neofita

Canción: TRASTEVERE; Mãneskin

Azubu tocó la puerta de la casa del árbol.

Era un lugar un poco viejo, pero bien cuidado, que Verena le había enseñado hace poco tiempo y dónde a veces hacían tareas o escribían juntos. Ella era la primera en saber sobre sus melodías y quién le ayudaba a componer cada letra en las pequeñas paredes de madera en las que sólo un niño pp

Verena le abrió la puerta y se retiró un poco para darle espacio.

–¿Dejas entrar al plumón y no a mí?– Le preguntó mirando a Lachin.

Lachin se le acercó para picotearlo, pero Verena lo rodeó con un brazo para llevarlo a su pecho y acariciarlo.

–No le digas así.

–¿Qué pasó con los malditos esos?– Azubu se acomodó con las piernas cruzadas–. Tu papá me dijo que regresaste rara y que no parecías muy presente. ¿Vió algo en tí?

Azubu era de las pocas personas que conocía de las habilidades mentales de Verena, un poder que no muchos brujos tenían y que, antes de su abuelo, se creía que el don había desaparecido hace años.

Pero sólo su familia lo sabía, y murieron con el secreto.

–Mi papá no me espía, confía en mí y yo en él. Pero aún no sé cómo contarle.

–¿Qué cosa?

–Que Leanne destrozó el diario de mamá.

Lo dijo como si no hubiese sido nada, pero sintió las palabras en cada centímetro de su alma. Había dolido tanto cómo haberla visto partir.

–¿Y qué vas a hacer?

Verena le sonrió de aquella forma vacía y siniestra que a él le encantaba por el drama que venía después.

–Leanne no tolera el rechazo, ni mucho menos las malas opiniones. ¿Qué podría llamar más la atención que una princesa, la princesa de todo el continente, siendo una completa ignorante y una bully?

–Ella no es muy popular.

–La monarquía menos. Tú y yo sabemos cómo es la situación fuera de los muros del Castillo, aunque culpo más a los monarcas anteriores a su padre, pero aún así ninguna generación ha hecho esfuerzos por cambiar y mantienen la ignorancia muy activa.

–Qué bueno que tenemos un gran sistema de prensa.

Verena asintió.

Había más heraldos bajo su nombre de los que el rey o cualquier miembro de las cortes conocían, columnas enteras de verdades que circulaban por el reino sin mayor censura, a diferencia de los más conocidos. Y ella estaría encantada de que Leanne conociera de ellos.

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–¿Qué fue todo eso?– Le preguntó Achlys a su hijo–. Darius, sé que no te llevas bien con Seth, y no te pido que sean amigos, pero de verdad. Verena y él salieron enojados, y sé que tus amigos y tú no son amigos de ella, pero no pensé que Seth preferiría renunciar a su título al primer día.

–¿Y por qué Seth tendría un título antes que todos?

–Esa decisión– lo señaló– no nos corresponde.

–Como digas.

–Lo que el rey…

–¿El rey? ¿Crees que no sé que tú marido…?

–Mi marido– resaltó cada sílaba– es el último en desear que Seth se junte con gente como tú.

–¿Cómo yo?– Soltó una risa incrédula–. ¿Un plebeyo?

–Un imbécil.

El tono utilizado por su madre lo dejó atónito. ¿De verdad le había llamado imbécil?

–Desde hace años te comportas como aquello que tu legado juró combatir. Eres poderoso, tienes tierras, influencias y fans locas, pero estás a medio morir, Darius. Estás podrido.

–¿Podrido?– Dudó al hablar–. ¿Te estás escuchando?

–¿Estás escuchando todo lo que dices y viendo todo lo que haces? Has molestado a Seth desde que me comprometí con Asher, como si fueras superior.

–¿Acaso valgo menos que tú familia?

Que su nuevo hijo.

–Tú eras mi familia, Darius. Pero decidiste…

–No, tú decidiste– la señaló elevando el tono de su voz.

Achlys luchó por mantenerse firme al tiempo que preguntaba qué había sido del niño dulce que ella adoraba acurrucar y que la amaba. ¿Tanto había sido el mal que había hecho al enamorarse de Asher que había hecho que su hijo la odiara?

–No discutiré eso contigo, Darius. Sabes mi posición.

Un silencio incómodo tomó cartas entre ellos. El corazón de Achlys estaba a punto de estallar del dolor. Extrañaba al Darius que había criado.

–¿Hay otro sermón?– Le preguntó.

–No– las lágrimas podían salir en cualquier instante–. Puedes irte si lo deseas.

–Bien.

Durante las visitas de Darius hacia su madre, evitaba hablar con cualquiera de esa casa. Asher, Seth y la servidumbre habían aprendido a ignorarlo en su mayoría y era muy raro que se quedará a dormir. Sólo la visitaba, hablaban durante unos minutos, horas o se mantenían en silencio y luego se iba.

Pero la tarde del día anterior se presentó una tormenta eléctrica que duró hasta esa mañana y no había podido irse de su hogar. Era un lugar demasiado sencillo, para ser de la propiedad de un noble, aunque mucho más lujoso y caro que la mansión donde vivía Darius.

Decidió marcharse sin nada más que añadir a la conversación en el jet privado de su padre con dirección al campus en vez de a su país. A veces ese tipo de viajes lo cansaban demasiado, pero ya estaba tan acostumbrado que se ahorraba las quejas.

Ir a su casa no era una opción siempre, cuando se sentía solo ir con su hermano era lo mejor, aunque su sangre no coincidía de ninguna manera, él y Arsène eran más que sólo amigos.

–Parece que otra vez hay tormenta– le dejó Arsène llevándole cerveza.

Ambos se recostaban en los muros de piedra que conformaban las torres más altas en tejado de la residencia universitaria de la CC⁵ a observar los alrededores.

Ninguno disfrutaba mucho pasar tiempo en sus hogares, incluso la palabra hogar resultaba extraña cuando el otro no estaba presente.

–Será que al padre le duele mucho la cabeza– comentó Darius–. ¿Alguna noticia de tu casa?

–Mi papá sigue lavando dinero, como de costumbre– se encogió de hombros–. Y mi mamá aún lo gasta en apuestas.

–Me pregunto qué pensarán todos los ganadores de sus juegos si descubrieran que no han ganado un verdadero marco en ninguna de sus apuestas.

–Es irónico para un banquero nacional.

La situación no era precaria en ningún aspecto, pero al momento de pasar la transferencia le daban dinero falso o ajeno y reemplazaban el robado por el falso dependiendo de quién sea la persona. Era un negocio muy viejo, implementado desde que el bisabuelo de Arsène llegó a su puesto.

–¿Y Leanne?– La pregunta causó que Arsène lo fulminara.

–No creas que estoy contento con lo que hicieron. Las bromas escolares eran una cosa, algo muy inmaduro de nuestra parte, pero hay temas intocables.

–¿Crees que no lo sé? Le mencioné a Leanne algo parecido, pero siguió leyendo y no sé qué encontró que quiso quemarlo.

Arsène suspiró mirando el cielo nublado, aún no caían las primeras gotas pero los rayos ya habían iluminado todo.

–Parece que la mamá de Verena sabía cosas de Cateline y su familia que no debía– continuó Darius–. En general, creo que ellos fueron la única familia que tuvo esta corte.

–¿Te soy sincero? La verdad es que Verena nunca me cayó mal. Era muy tranquila y no creo que se mereciera las bromas pesadas y los insultos, menos después de lo de su madre.

–Pero quién mencionaba eso siempre era Leanne. Creo que nunca le pudimos importar menos a Verena, hasta ella sabe que si no fuera por Leanne ni nos habríamos fijado en ella. Creo que sí tiene razones para odiarla a ella, nosotros solo nos incluimos en el paquete y después nos salimos al crecer.

–Era muy inmaduro. Y es inmaduro todavía odiar a alguien por ser mejor que tú. Digo, sabes qué siento por Leanne pero… Es muy envidiosa y un poco caprichosa.

–Yo también la quiero– se levantó al notar que ya empezaba a llover–, no de la misma manera que tú pero lo hago, pero con Verena se pasa. Me sorprende que no haya hecho nada.

–¿Qué importaba que cuatro idiotas la molestarán en la secundaria, Darius?– Imitó sus movimientos–. Son cosas que pasan, aunque no deberían, pero pasan y a ella le valemos un huevo. ¿Pero su mamá? No creo que se quede así.

Un rayo lo iluminó todo durante un segundo seguido del sonido y la brisa tan fuerte que los árboles estaban en su mayoría inclinados.

–Mejor entremos.

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–¡Nore!

Ella jadeaba, cansada y adolorida.

–¡Nore, entra por favor!– Le gritó su mamá.

Otro rayo iluminó todo durante un segundo.

Ahí en el pasto de la terraza del gimnasio de su casa, empapada de agua y con manos y rodillas ensangrentadas, Nore dejó que la lluvia se llevara sus lágrimas.

–¡Nymeria!

–¡Ya voy!

Al entrar, fue recibida con una toalla por su madre. Se había quedado horas entrenando sin protección y sus manos y rodillas eran el reflejo de eso.

–No puedo creer cómo eres de obstinada– le dijo su madre secandola.

–Perdón– murmuró.

–Perdón, perdón– excl. Te pudo dar algo allá afuera y tú haciendo tus malditos ejercicios.

–No puedo desconcentrarme, ni por la ceremonia de las debutantes.

–Sí, me imagino. Qué mala idea meterte en todo, Nymeria.

–Nore– le pidió.

Estaba cansada de ser «Nymeria» para todo el mundo. ¿No era más sencillo usar el diminutivo?

Como una niña, diminuta y sin preocupaciones.

Nymeria le recordaba a otras personas, personas que quería olvidar. Entre ellas, la Matriarca, el presentador y su entrenador del campamento.

–Ush, madura por favor.

Las luces se apagaron.

–No puede ser– murmuró su mamá.

Nore aprovechó que su mamá había perdido la visión a causa de la falta de luz para seguir liberando lágrimas silenciosas.

–Habrá que buscar linternas y velas– comentó–. Ven, Nymeria.

–Okey…

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El frío era sobrenatural para estar apenas a mediados del verano y ni las brujas tenían una explicación para ello. Nore había pensado en preguntarselo a Verena, pero no encontró el valor y Azubu se acercó a su mesa y puso tu termo de agua. El resto de brujos o también gente común estaba a su alrededor leyendo o viendo los libros.

Habló un poco con ella y le dijo que todo lo que pasaba en los cielos permanecía en los cielos.

–Imagino que tu familia tiene una posición en el aquelarre.

Azubu le dirigió una sonrisa vacía.

–No, ellos no conocen mis poderes.

–¿No?

–En lo absoluto.

–¿Entonces cómo llegaste hasta aquí?

–Soy talentoso– notó la curiosidad en los ojos de Nore–. No todos los brujos saben que lo son. Uno tiene el derecho de renunciar y como padres tienen el derecho de decidir, eso hicieron con mi familia. Hay dos maneras, la primera es extraer el poder, no de una forma dolorosa, aunque sí es posible. Guardar su poder hasta la edad madura, que es algo que muchos deciden hacer para que los niños no dependan de sus poderes o no sea de conocimiento público.

–¿Y la segunda?

–La segunda es la permanencia. Esta es obligatoriamente dolorosa, más porque tú poder en si no existe. De ambas maneras, el brujo siente un vacío inexplicable, pues es parte de nosotros. Pero la permanencia implica que los hijos no hederen nada, por ende no lo sientan.

–¿Y si se guarda el poder?

–Bueno, entonces puede que un descendiente tenga poderes o no, de acuerdo a la desición. Lo interesante, es que hay jóvenes excepcionales que logran conectar con sus poderes incluso sin tenerlos, y con esto me refiero a que no tienen ni una gota de sangre mágica en sus venas. Se cree que así se crearon los brujos, con conexiones, pero actualmente ya no aparecen.

–¿Y tú?

–Mi bisabuelo le hizo la permanencia a mi abuela, no le agradaba no poder controlarla y la obligó a renunciar. Pero mientras crecía, lo sentía todo. No te puedo explicar ese sentimiento, solo nosotros lo entendemos, pero la magia es hermosa. Es parte de nosotros y es…

–¿Mágico?

Azubu soltó un suspiró y sonrió.

–Es lo mejor que me pudo pasar. Sentía como si hubiera algo bajo mi piel que… me insitaba a avanzar, no sé. Es raro, pero…

–Entiendo– sonrió Nore sintiendo algo tras ella.

–Es usual en brujos con poder almacenado, pero fue la naturaleza la que me llamó para darme este poder. No sé porqué, pero sé que este es mi lugar. Sé que estoy aquí por algo. Yo investigué durante toda mi vida y un día sólo nació, como una semilla; creció y floreció. Era como, mirar una vela y que la flama se moviera como yo deseaba, las ondas del agua de la bañera, un poco de fresco… Hasta que un día incluso pude jugar con las luces.

–¿Jugar con las luces?– Nore volteó un momento para comprobar que no había nada tras ella.

–Cuando era más joven, a linterna se había quedado sin baterías y mi papá me había hecho bajar con él al sótano porque el foco se había quemado– Nore volvió a mirar a Azubu–. Yo no quería, así que siempre que bajaba con la vela, hacía que se apagara conmigo y sugerí que escogieran a alguien más. Al final, fue mi mamá a ayudar y yo me quedé en mi cuarto prendiendo y apagando otra vela. Nosotros no controlamos la electricidad, Nymeria.

–Dime Nore– pidió.

Tal vez no fueran amigos, pero si iba a convivir con ellos, Azubu sería la primera opción para acercarse.

–Si me llamas por mi nombre completo siento que me regañas.

–Okey.

–¿Y qué hiciste después?

–Bueno, no lo conté a nadie, pero jugaba a veces. Cosas pequeñas, claro. Me dí cuenta de que, si no podía prender y apagar la luz de forma eléctrica, podía hacer que mi magia oprimiera el encendedor y ya. Verena me descubrió, claro– el rostro de Nore perdió un poco la sonrisa–, y me regañó como si fuera mi madre. Me observó durante un mes antes de decirme lo irresponsable que era.

–¿Cuándo fue eso?

–Hace… Mierda, ¿Seis años? ¿Siete? No sé.

–Hace doce años– dijo ella atrás de ambos–. Eras un tonto que pudo ser descubierto fácilmente.

–Bueno, perdón.

–¿Cómo se conocen?

–Le jodí la vida desde siempre– admitió Azubu sonriente– pero aprendió a quererme.

–No te quiero.

–Sí lo haces, solo no lo admites.

Nore frunció el ceño.

–¿Son novios?

Ambos la miraron confundidos y asqueados.

Escucharon una carcajadas de fondo. Verena fulminó a Lavelle con la mirada.

–Discreta– le sisseó.

Pero siguió riéndose, tocándose el vientre y doblando las rodillas con ganas. La gente de la biblioteca la miró con fastidio, sobretodo los mayores.

–¡Lavelle!

–Pe-perdón… Es que… us-ustedes…– Empezó a toser.

Se había ahogado con su propia saliva de la risa. Azubu se burló de ella en lo que Verena ponía los ojos en blanco. Lavelle tosió tan fuerte, que parecía que se le saldría un pulmón.

–¡Lavelle!– La regañó Eloise.

Iba de la mano con su madre y Kenna a un lado, tenía un vestido blanco de estampado rosado abstracto cuyos tirantes eran dos lazos, unas zapatillas coquetas, también con lazos, medias veladas, un collar de perlas y el cabello semi recogido.

–Qué linda– le dijo Azubu, si no le hacía un cumplido a la niña esta lo molestaría hasta que lo hiciera.

Luego le explicaría porqué su ropa es la más bonita y ella también era la niña más bonita, inteligente y talentosa del continente y el mundo…

–Gracias– sonrió dando una vueltecita, feliz de presumir su oufit.

A diferencia de otras niñas de su edad, no le molestaba mantener su ropa limpia en vez de jugar en tierra o en parques. Por lo general, evitaba la suciedad y el desorden, como su niñera.

Nore le daba palmadas en la espalda a Lavelle mientras el resto conversaba.

–Te la encargo, Rena, muchas gracias por cuidarla– le dijo Imalia y se agachó para mirar a su hija–. Pórtate bien, Eloise– le dió su morral blanco con el dibujo de un oso–, pregunta antes de comer tu merienda y ya sabes cómo contactarme.

–Sí, mami.

Le dió un beso en la nariz.

–Adiós.

Eloise se acercó enseguida a Verena, quién sólo le sonreía a ella y se agachó para abrazarla.

–¿Cómo estás, Eloise?

–Bien. Me fue bien en la talea que me ayuaste.

–Me alegra. ¿Quieres que llame a Lachin para que te ayude con tu dibujo?

–¿El escritor?– Preguntó Nore. Aún recordaba los exámenes de la preparatoria sobre Lachin Bundi, el escritor más grande de los últimos cinco siglos y un cretino.

–Es la lechuza macho de Verena– le aclaró Lavelle recomponiendose.

–¡Sí!– Le respondió Eloise a Verena.

–Bien. Lavelle te acompaña.

–¿Yo?– la aludida y la niña arrugaron el rostro–. ¡No!

–¿Ella? ¡No! ¡Lavelle no!

–¡Sí, Lavelle no!

Ambas niñas con la mentalidad de media década no se soportaban, pero hacían los mismos berrinches de brazos cruzados.

El agua del termo de Azubu empezó a moverse.

–¿Por qué se mueve?– Preguntó Nore para que la dejaran de ignorar.

–Es Neeve– le dijo Kenna con los ojos magnéticos en ella–, dice que la veamos en las Orillas.

–¿Verena, pudo quedame con Lachin?– Le preguntó Eloise haciendo ojitos–. Mi vestido no combina con las catacutulas.

–Catacumbas– la corrigió–, y no. Tu madre me mataría si te dejo sola.

–¿Pudo veti a Vanessa antes?

–Sí.

–¿Cuáles son las Orillas?– Preguntó Nore mientras Eloise sacaba una muñeca pequeña con el mismo conjunto que ella.

–Es una dirección– le aclaró Verena mientras Eloise ponía y descambiaba a la muñeca–. Ya lo verás, está cerca de la laguna.

–¿Qué combina más con la laguna?– Preguntó Eloise–. ¿Este o este conjunto?

Kenna conoció la envidia cuando vió que la muñeca de Eloise tenía mejor ropa que ella. Nore y Lavelle, miraron a la niña con recelo y ganas de jugar también.

–El verde pistacho– le respondió Azubu.

–¿Y las luces sí le verán bien?

–Mejor ponle el conjunto celeste y blanco– le aconsejó Verena–, resaltará los colores de la laguna.

–¿Azubu, me regalas un traje así en mi cumpleaños?– Azubu frunció el ceño.

–¿Cuántos años cumples?– Le preguntó Nore y la niña de mostró sus cinco dedos–. Ya estás grande, entonces.

–Sí, mi papi me va a dar la casita de mis muñecas y un vestido de princesa.

–Qué lindo.

–Yo te invito.

–Okey.

–¿Verena, me ayudas a peinar a Vanessa?

–Claro, pero vamos caminando que Neeve debe estar esperándonos.

–Dejememosla y vamos a comprar.

–Eloise…

–Mmmm…– a Nore le gustó que a Eloise tampoco le cayera bien–. ¡Lachin!

Lachin voló por encima de la niña. Caminaron por unos minutos en los que entraron a las catacumbas, iluminados por el fuego de los brujos, excepto Eloise quien conversaba con la lechuza en su cabeza

–Le dije a Neeve que no fuera un lugar tan complicado– dijo Lavelle.

–¿Complicado para qué?

–¿No le explicaron?– Preguntó Kenna.

Sus ojos brillaban con su fuego y la piel se le veía reluciente gracias a la luz que parecía enfocarse en las líneas dedicadas de bronceo y cada rasgo perfecto de su rostro y cabello. Este parecía vibrar más con el fuego. Eso era mágico.

Nore negó, aún embobada con Kenna.

–Estába ocupada creyendo que Verena y Azubu tenían algo– Lavelle sonrió–. ¿Te lo puedes creer?

–¿Verena y Azubu?– Kenna quedó extrañada–. Si Verena es misandrica.

–No soy misandrica, ignorante, soy lesbiana.

¿Lesbiana? Nore miró a Verena. De forma automática, recordó la noche de la festividad del solsticio en el armario. Sí, definitivamente le gustaban las mujeres.

–¿No es lo mismo?

–No.

–Al tema– interrumpió Lavelle–. En resumen; tendrás que buscar el collar que te robé mientras hablabas con Azubu–¿El collar que qué?–, rastreando tu energía hacia el– Nore se había detenido para inspeccionar su cuello desnudo– para que sea más sencillo conectar con tu linaje.

–¿Rarateo?– Preguntó Eloise girando para mirarlos.

–Rastreo– le corrigió Verena–. Y sí, Neeve es la más estudiada…

–Y gosea.

–... respecto al tema. Buscó libros relacionados para explicarte mejor.

–Ajá– soltaron Eloise y Nore. En el fondo, la ojiazul se alegraba que la niña pensara igual que ella.

–No sean berrinchudas.

Lachin giró la cabeza hacia atrás, movimiento que asustó un poco a Nore, sobretodo porque el animal parecía sonreír. Pero solo sé comunicaba con Verena, en resumen; Neeve tampoco era de su agrado. Y tenía hambre. Mucha hambre.

Pero Lachin era muy fetichudo con la comida, y no aceptaba cazar sus propios alimentos como un animal. Quería que Verena le fritara o le cortara todo como a un bebé, y ella odiaba el olor animal muerto.

Con una mirada, Verena le dió a entender que mínimo tendría que cazar su cena esa noche. A lo que la lechuza volvió la vista al frente muy digno.

–¿Hablas con los animales?– Le preguntó Nore.

–No, solo con Lachin. Y no hablamos, solo nos entendemos.

Eso fue confuso, pero se negó a seguir participando de algo. La Orilla, era todo menos lo que imaginaba. Era una zona verde donde el sol pegaba en su punto más alto de no ser por las nubes negras que lo tapaban. A metros de distancia, se veía la laguna con unos pocos árboles en sus alrededores.

Aún sin dejar de estar en el terreno de la biblioteca, Nore se preguntó qué tanto podía conocer uno de ese lugar. Neeve se había sentado en el césped bajo un árbol con unos cuantos libros a su alrededor y acompañada por la sanadora de tez oscura y cabello en trenzas.

–Hasta que llegan.

Kenna se sentó a su lado con gracia felina y acomodó su cabello pelirrojo.

–¿Qué hace la niña aquí?

Eloise le sacó la lengua.

–Neeve, hoy Eloise nos va a compañar. De todos modos, no vamos a hacer nada movido hoy.

Eloise se sentó cerca de Nore y Azubu, los únicos además de Verena a quienes le caía bien. Para ella: Kenna era una estirada sin gracia, Neeve una altanera aburrida y sin estilo y Lavelle loca desordenada. Además, Nore era la única que no le había ofendido por ser chiquita ni tampoco a su muñeca.

–Bueno, esto es lo que tienes que saber– dijo Neeve–: Cada objeto de nuestra propiedad recibe nuestra energía. Con solo tocar algo unos instantes, basta para dejar un rastro de tu escencia, pero la principal es la de su dueño. ¿Qué tienes que hacer? Simple, tienes que sincronizar tu mente con tu energía y rastrearla hacia el objeto.

–Simple es la teoría, no la práctica– refutó Nore.

–Es fácil– le aseguró Eloise– solo sigues la cuerda de tu cabeza– señaló su frente– y imaginas tus cosas.

–Ahí es donde yo entro– intervinó la sanadora. Su voz era pacífica, nada suave y tenía un leve acento dónde entonaba más la a, la o y la u–. Verás, yo te enseñaré a meditar y encontrarte. No es fácil, pero sí esperamos un avance para los siguientes tres meses.

–¿No habría sido más fácil informarme antes?

–Esperamos demasiado. La Isla Volcán nos hizo actuar sobre marcha y solo empezamos a enfocarnos en tí cuando vimos el cambio de cuando entraste. La ceremonia que vino después, fue lo último que dejamos pasar.

–¿Y los pájaros?

–Se salieron de nuestra capacidad.

–Uhhh…– dijo Eloise a Verena sacando su cartuchera de su mochila–. ¡Mira sí traje colores!

Verena le ayudó a sacar una libreta para colorear en lo que Lachin se alejaba para posar cuando encontraran el dibujo de la lechuza mientras decía;

–Los pájaros no los teníamos contemplados– decía Verena, a Lavelle se le oprimió el rostro–, fue una suerte que te haya encontrado, Nymeria. Si no, tú y el resto habrían terminado ahí abajo.

–¿Tú avisaste a tu padre verdad?

–Esos lugares no se encuentran por casualidad. Además, eso sirvió porque viste a Tinubiel, o a Arcane.

–¿Tinubiel?– Preguntaron Nore y Eloise.

La imagen del hombre en el barco acariciando el agua llegó a su mente.

–¿Él era Tinubiel? ¿Mi… abuelo?

–¿Tinubiel Fallon es tu abuelo?– Le preguntó Eloise impactada–. ¡Wow!– Exclamó y gateó hasta Nore–. ¿Lo conociste? ¿Son verdad sus cuentos?

–Eloise– la llamó Verena–, Nymeria no conoció a Tinubiel y se llevan muchos, muchos años. Pero no, no es su abuelo. Es Arcane tu tatara-tatara-abuelo.

–Wow– la niña la miró con sus manos en sus mejillas.

Había escuchado sus historias. Era lo mejor que le podía pasar en su corta vida.

–Hablando con mi Matriarca– prosiguió Jirina– de ese evento, nos dimos cuenta que una parte de tí reconoció tu linaje.

–¿Qué? ¿Cómo?

–Los escritos– respondió Verena–, fueron hechos por esclavos durante esa época. Tú cuerpo reconoció la energía de Elysian ahí escrita y la sangre de Arcane y la de Tinubiel. No sé a cuál habrás visto, pero lo sentí.

–¿Por qué vería a Tinubiel si él no era mi abuelo?

–No lo sé, es una suposición. Eran gemelos, de todos modos. El punto es: si eres capaz de encontrar tu collar puede resultar mejor al momento que busques los recuerdos que pueden dar respuesta a la maldición.

–¿Y por qué no tener mi collar mientras aprendo y luego practicar?

–Queremos ver tu nivel de intuición primero– le dijo Jirina–. Saber de dónde arrancamos. Neeve dirá si estás caliente, cerca, tibia, casi, o fría, lejos. ¿De acuerdo?– Nore asintió–. Bien, pues cruza las piernas. Ponte en una posición cómoda. Ven.

Se alejaron del grupo a cinco metros para mayor concentración, sentadas frente a frente con ojos cerrados.

Al cabo de dos horas, Neeve se puso a leer, Azubu, Lavelle y Kenna hablaban y Verena acariciaba a Lachin pendiente de Eloise, feliz de colorear animales.

Nore volvió a fallar por milésima vez.

–Tranquila.

–No– soltó frustrada.

–Te bloqueas.

Estaba más que enfadada consigo misma.

–Intentemoslo otra vez. Respira, cierra los ojos…

Un canto se instauró en su mente. Era posesivo.

«Fallaste. Fallaste. Fallaste.»

Recuerdos de ella cayéndose, lesionandose o siendo la más lenta de sus entrenamientos pasaron por su mente acompañandos de ecos de la misma palabra: fallaste.

Las imágenes se mezclaron, la llevaron al ahora.

Había sido la responsable de siete muertes en su primera expedición, todos creían que se había desmayado, había asesinado a gente durante la ceremonia y no era capaz de liberar su mente.

–¡Nymeria!– Sus ojos se abrieron.

Jadeaba, sudaba frío y había perdido noción del tiempo.

–¿Estás bien?– Le preguntó Jirina–. Llevas así tres horas.

–¿Tres horas?– Jadeó con voz temblorosa.

Estaba empapada en sudor.

–Vámonos– dijo Verena con Eloise dormida en brazos y la mochila en la espalda.

–Ven– Azubu le ofreció la mano.

Lavelle, Jirina, Neeve y Kenna la miraron levantarse con sigilo. Atentas a cualquier movimiento. Un brillo raro se vió en los ojos de las cuatro antes de que Nore se desvaneciera.

–Les dije que no podría– escuchó a Neeve.

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Frase/cita:
"Las limitaciones viven solo en nuestras mentes. Pero si usamos nuestra imaginación, nuestras posibilidades se vuelven ilimitadas.”

—Jamie Paolinetti

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Espacio de interpretación:

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