17. Eclipse

Sentados y parados alrededor de una pequeña mesa circular, Nore examinó a todos los presentes en la habitación de piedra y madera. Si sabían luchar, la superaban en número y si no la magia de uno de ellos bastaba para inmovilizarla sin esfuerzo.

–¿Sí entendiste?– Le preguntó Verena.

Más o menos, pero asintió. No pudo comprender cómo era tan fría. No eran más que conocidas, no estaban cerca de ser amigas ni de llevarse bien, pero se trataba de empatía. Para bien o para mal, habían crecido juntas y a ella no le había importado estamparla contra la pared, marearla o saturarla con la información. Menos ser tan grosera como siempre.

–Sí– respondió de todos modos asintiendo–. Pero sigo con dudas.

–¿Cómo?– Preguntó Kenna, la chica pelirroja y Dama del Iris.

Según lo que habían dicho, los titulos estaban repartidos de acuerdo a sus casas, diferenciadas por el elemento predominante en sus talentos o la posición lunar que representan. Son jóvenes hijos de los líderes o personas que se han destacado por su poder que responden ante el regente y matriarca. En este caso, son doce los que forman la comitiva de Verena y otros doce quienes forman la de Hael, seguido de dos representantes quienes son el consejo de cada uno de estos siendo un total de sesenta y seis personas más doce representantes de la comunidad y otros doce generales, cuatro de cada país del continente.

Y todos la miraban.

–¿Cómo funciona la maldición? ¿Qué hizo que el volcán ese respondiera y qué tiene que ver?

Verena se sentó frente a ella.

–La maldición no funciona porqué los descendientes de Elysian son los mismos que los de Airus. Al menos que cometan suicidio o sean masoquistas es obvio que hay un problema que aún no tenemos claro, por eso necesitamos que hagas una leve regresión. Tú sangre debería llevarnos a un punto en el que el hechizo nos de pistas.

–¿Cómo terminé hasta dónde estoy si, se supone, soy miembro de la casa real?

–La hermana de Airus se encargó que el hijo de Arcane fuera un miserable. Arcane sabía que su nieto no estaría bien con su hijo y se lo dió a Tinubiel.

–¿Y qué pasó con Arcane y Tinubiel? ¿No sé llevaban mal?

–Al contrario– sonrió una representante rubia de la casa menguante–. Eran hermanos en su máxima expresión. Ni las diferencias ni lejanías impidieron su unión.

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¡Se estaba muriendo! ¡Se estaba muriendo!

El pequeño niño miró al otro niño ahogándose gritando por ayuda mientras corría en busca de aire. Pero el niño se estaba deteniendo. Ay, no.

–¡Niño!– Gritó él–. ¡Niño!

Dió vueltas estresado cuando las burbujas empezaban a desaparecer y decidió tirarse al río. Apesar de lo fuerte que era la corriente había algo que lo había ayudado, no sabía qué pero ahí estaba. Siempre había estado, desde que tenía memoria había una presencia que no entendía y lo ayudaba cuando podía.

Llegó al niño, quien no se había sumergido todavía por milagro. Alcanzó a llevarlo hasta una roca cercana y al alcanzar a subirlo, aunque el niño había recibido cortadas, a él no lo importó ya que las rocas llevaban a tierra firme con uno que otro zig zag.

Cuando Tinubiel miró el rostro del niño inconsciente, sus ojos casi se le salen y su boca se abrió al tiempo que se agarraba el cabello.

–¡ME MORÍ! ¡AHHHHHH! ¡ESTOY MUERTO! ¡ME MORÍ Y NO COMO MILLONARIO! ¡AHHHHHH!

La cabeza del niño se movió. Dentro de si, una imagen mental en la que se reproducía una canción que su madre solía cantarle cuando estaba embarazada. Aún muerta, los cuidaba sin que ellos los supieran.

–¡Está vivo...! ¡Estoy vivo!– Tinubiel se agachó para verlo–... ¿Y cómo me autovivo? ¿Tendré que darme a luz? Mmmm...

¿Qué le había enseñado su tía Parthana?

Si alguien se ahoga, hay que hacerle presión hasta que se le salga el agua.

Tinubiel pateó el cuerpo.

–¡Yo, despierta! ¡DESPIERTAAAAAAAA!

Se tiró y empezó a darle en el pecho hasta que recordó algo que le había dicho la loca del barrio. Bien, estaba muerto. Una pequeña voz en su interior le dijo: necesita aire.

Pero por más que Tinubiel soplaba no reaccionaba.

Parece que el universo se hartó de él y la voz le dijo: solo haz presión en el pecho, tápale la nariz y ya. Le hizo caso a su conciencia al tiempo que los labios de su cuerpo de abrían y una brisa muy peculiar se formaba.

Y el niño le escupió el agua.

–¡Ewwww! ¡Yo, eres puerco! ¡Soy un puerco!

El chico abrió los ojos. La sorpresa al verse fue tal que se alejo muy cerca de la orilla del río por lo que Tinubiel lo jaló de las piernas para que no cayera al agua pero de nada funcionó porqué el niño lo pateó y terminaron cayendo los dos.

Las aguas se calmaron, evitando que ambos niños se lastimaran y la corriente pudo mantener a Arcane a flote mientras Tinubiel, quien sí sabía nadar, le ayudaba.

Llegaron hasta tierra en un tiempo más corto de lo que debió ser y una brisa fresca les peinó el cabello.

–Es... Es un milagro– Dijo Arcane en su idiona y miró a Tinubiel–. ¿Eres mi conciencia?

–¿Crees que si fuera algo de alguien sería la conciencia?– Le preguntó Tinubiel cambiando de lengua.

–No, creo que la mía estaría más limpia.

Hicieron silencio.

–¿Conciencia– lo llamó Tinubiel en su propio idioma–, ya me morí?

Al ver que no entendía decidió repetir la pregunta en el idioma de él.

–Creo que yo también.

–¿Tenemos que acompañarnos?

–No sé... Oye, Conciencia...,

–No creo ser tu conciencia, niño... ¿Qué edad tienes?

Ninguno de los dos era conciente de que para los colonos se contaban los años desde el nacimiento y los nativos contaban los meses de gestación como un año más.

–Diez.

–¡Yo tengo once! ¡Soy mayor!

–¡No es competencia!

–¡Sí lo es! Oye... Eres un colono.

Ambos se incorporaron.

–Y tú un indio pero...

–Pero...

–¡Eres blanco!

–¡Eres negro!

...

–¿Eh?– Hablaron al tiempo–. ¿Qué? No sé... ¡Oye, no me copies! ... ¡Tonto!

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–¿Y quién era el descendiente que ocupaba mi lugar?

–Tu madre– le dijo Verena–. Gracias a tu abuelo ella iba a recibir la maldición del eclipse, hasta que naciste.

–Qué linda recibida al mundo. ¿Y lo del volcán?

–Un volcán es como una montaña alta, llega hasta el cielo y son los gases del aire los que pueden activarlo desde el interior, además de eso no olvides que todos estamos conectados com tierra, están conectados con el centro mismo que alimenta el magna, elemento de fuego y de paso...

–Está rodeado por agua– terminó Nore–. Ya.

Neeve la miró como si su sola existencia fuera un tormento. Bueno, que se ponga en fila, pensó Nore.

Al final Neeve retiró la mirada y se situó al lado de Verena, agarrando sus brazos y poniendo la cabeza en el hombro de ella, dijo:

–Hay que utilizar tu sangre para que hagas la regresión.

–¿Disculpa?

–La regresión es algo que necesitamos para lidiar con esto, Frackt– dijo un hombre de mayor edad y parte del consejo del regente–. No es personal.

–¿Y mi cuerpo? ¿Van a dejar que me pase algo sólo por... esa cosa? ¿Y si no funciona?

–Si no sirve, tocará con tu madre– le dijo Hael con una mirada tan fría como la sangre de Nore después de que él haya dicho eso–. Si no, hay una larga lista. Pero tú eres la primera.

–Claro... ¿Y qué es la regresión? ¿De qué trata?

–Tu alma abandonará tu cuerpo, en cierto punto– le dijo Lavelle, quién también era bruja, vaya sorpresa–. Pero no al termino de ser peligroso.

–¿No es peligroso que mi alma salga de mi cuerpo?– Le preguntó Nore con ironía.

–Va a volver– le dijo Azubu–. Tú tranquila, tendrías tiempo para prepararte porqué será después de La Ceremonia De Las Debutantes.

¡Mierda, la ceremonia!

A Nore se me había olvidado por completo. De repente no sólo tenía que entrenar desde las cuatro hasta las dos, también estudiar los bailes y, faltaba más, la universidad.

–¿Y quién dijo que estoy de acuerdo?

–Nymeria– la llamó Verena–, estamos siendo corteses, sabes lo sencillo que sería para un niño de cinco años con nuestros poderes inmovilizarte. Es seguro.

Nore dudo, pero ¿Qué opción tenía?

–Bien– se resignó.

–Entonces ya vete– le dijo Neeve–, ya no hace falta decir nada más.

–Está de más recordarte que no eres nadie para nosotros– le dijo El Regente–. Eres remplazable– le guiñó un ojo– y ya sabes por quién. Así que no hables.

Asintió sintiendo el corazón al borde del colapso.

–En ese caso me voy– se levantó y miró a cada persona del lugar–. Ya me comunicarán.

–Te guío a la salida– dijo Verena encantada de deshacerse de los brazos de Neeve.

Al abrir la puerta, notó que era muy diferente a la habitación oscura y deprimente de la que habían salido. Al contrario, había niños cantando, bailando o jugando con su propia magia. Eso sí fue llamativo.

Esa sala era de lo más grande, si se le podía llamar sala, habían cinco pisos. Estaban junto con algunos niños que tenían figuras de origami en el aire o manipulaban sus juguetes sin tocarlos.

Al menos la mayoría, porqué una niña jugaba a algo que solo ella conocía cantando de pie en una silla con una tiara y una tela muy grande para disimular una capa, los brazos extendidos y mirada al techo mientras otras niñas de su edad daban vueltas con las manos entrelazadas y unos polvitos brillantes de tonos fucsias, violetas, azules, rojos y blancos hacían forma sobre la niña de la silla.

«Eso era lo que esperaba de unas brujas», pensó Nore viendo a la niña alzar su voz de gallito tan confundida como Verena.

–¡Eloise!– La llamó.

La escarcha de mil colores cayó sobre las niñas, quienes se quejaron pero la niña de la silla. Gritó y dió un salto que casi hace que a Verena se le salieran los ojos y corrió hasta ella. Mientras, Nore se preguntaba si ese trajecito estaría disponible para una niña de casi veinte años.

–¡Renaaaaaa!– Exclamó la niña corriendo con la escarcha en todo el cabello y la ropa.

Eloise le abrazó las rodillas a Verena, quién levantó la mirada para ver a las otras niñas.

–¿A ninguna le cayó eso en el ojo?– Las niñas negaron y volvieron a jugar a el ritual.

Eloise se encogió de hombros.

–¿Qué hacen?– Le preguntó Verena.

La niña se volteó y la cara se volvió icónica cuando abrió la boca, arrugó su pequeña nariz y entrecerró los ojitos de forma tierna antes de coger su capita y alejarse gritando:

–MI COWODAAAAAAAAA!

A Nore le hizo gracia y soltó una pequeña risa. En cierta parte agradecía a la niña por eso. La misma niña de la biblioteca que conoció la vez pasada y la había entretenido con unas historias un poco revoltosas pero entretenidas, más que todo por el toque infantil de su voz y la falta de pronunciación de ciertas letras que lo hacía todo más dinámico.

–¿Es la niña de la biblioteca?– Preguntó para confirmar.

–Sí, es...

Eloise movió manitos y la niña que estaba en la silla empezó a flotar hasta llegar a un trampolín cercano donde los niños que antes saltaban se quedaron viéndola hasta el aterrizaje.

–... hiperactiva. ¡Eloise eso no se hace!

–¡E' mi-io!

Verena le sostuvo una mirada que Eloise ignoró encantada trepamdose en la silla.

–¡Veyeeeyaaaah!– Exclamó la niña del trampolín.

–¡Eloise!

La niña pelinegra la miró desde su "trono".

–Me poto bien si me deja idss.

Nore miró a Verena divertida.

–Ven para acá.

Eloise volvió a saltar de la silla dándole la tiara grande a una niña de pelo pelirrojo en trenzas. Le dijo algo y la pelirroja asintió solemne.

Yo también quiero jugar, pensó Nore.

Le dejó la capa que resultó ser un vestido muy elegante para el papel que desempeñaba en la imaginación de la niña que corrió para agarrar la mano de Verena.

–Pregúntale a tu mamá primero– Le dijo Verena y cogió el vestido.

Nore no supo qué pensar al ver a la niña entrar a la sala donde acababan de salir. ¿Sería ella así de mala como esa gente? ¿Estaría dispuesta a pasar por el dolor ajeno en unos años?

No quiso pensar en eso, no podía imaginarla siendo cruel o haciendo daño por deporte en veinte años. Ella parecía ser mejor que eso.

La envidió, porqué ni Nore ni nadie más podría recuperar la mirada inocente después de perder esa inocencia.

Ojalá te dure, Eloise.

Mientras caminaban con las historias y juegos de Eloise como compañía, Nore no dejó de desear que, aunque pasaran diez, veinte o mil años, esa escencia permaneciera en la niña.

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Frase:

"A las estrellas más viejas se les han puesto los ojos vidriosos y rara vez hablan. Pero las pequeñas todavía sienten curiosidad"

—Peter Pan

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Espacio de interpretación:

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