12. Urbanidad De Esclavos

Extrañaban a Elysian?

Vamos a ver un poco de su pasado 👀

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El látigo volvió a quemarle la espalda. Habría gritado, pero el dolor de las veces anteriores le había dificultado pronunciar el más mínimo monosílabo.

Gimió al siguiente golpe. Eran cincuenta... ¿Por cuál irían?

De seguro no era por la mitad o fingirían que habían perdido la cuenta para volver a empezar como en otras ocasiones.

-¿Y bien, princesita?- Le preguntó el viejo hijo de las tres miles putas a su lado viendo como su lacayo la había azotado.

-Vete...- jadeó Elysian con voz rasposa-. ¡Vete a chuparle un hue...!- le dieron con el látigo en el rostro.

Le habían prohibido hablar en su lengua, según ellos era de infierno. Todo era del infierno y ellos venían del cielo a aleccionarlos como los santos que se creían para entrar a su mundo de los cielos.

Ocho años, habían pasado ocho años desde que veía a Ameer. Solía preguntarse cómo estaría su gemelo, si necesitaba ayuda o a alguien con quién hablar.

-Padre- interrumpió Airus-, es suficiente. No olvides que aún es nuestra invitada.

Ella levantó la mirada. El temblor aumentaba con cada copo de nieve que caía en su espalda desnuda y con cada respiración gélida que entraba por sus labios.

Un guardia caminó hacia ella para quitarle las cadenas del tamaño de las muñecas de un niño que había dejado marcas rojas en su piel y la retenían de mover sus brazos más allá de los alrededores del poste.

Le tiraron una tela para que pudiera cubrir sus senos antes de que tuvieran oportunidad de escoltarla a su alcoba. O sótano.

-¡Ely!- Exclamó uno de los niños al verla.

El corazón se le detuvo cuando el guardia tras ella hizo que el niño retrocediera del susto. Muchos habían sido bebés resultado del adulterio de los cortesanos y grandes nombres de la nobleza con sus esclavas, por lo que la mayoría no tenía más de quince años y habían sido comprados o dados al barrigón que se conocía a si mismo como rey si así lo deseaba.

Le tiraron unas ropas destrozadas y viejas antes de azotar la puerta.

Se cambió rápido, pero dejó un poco para que algunos niños pudieran arroparse.

-Elysian...- comenzó su compañera, dos años menor que ella-. ¿Qué crees que harán cuando te vayas?

Sus ojos le ardieron.

-¿De qué hablas?

-Tienes quince y dentro de poco dieciséis. Eres mayor que todos y todos sabemos que al cumplir los quince...- se miraron.

-No sabemos nada- le recordó un chico mirando su brazo sin mano-. No pueden hacer algo peor... Espero.

Había pasado durante el almuerzo, siempre era un vaso de leche con avena, pero ese día les habían dado manzanas. Sólo una y eso era un milagro para ellos. Aquel chico tenía una amiga a la que habían dejado sin almuerzo por no terminar sus deberes a tiempo, aún después de que hayan tirado parte de su trabajo al lodo, y él no comió su manzana para dársela.

Lo consideraron robo y le cortaron la mano. La atendieron tan bien para que se recuperara y al día siguiente de hacerlo lo obligaron a presenciar a su extremidad siendo comida por los cerdos para dejarle en claro que él no valía más que eso.

Pasó la noche, apenas tenían telas livianas y destrozadas para mantenerse arropados y la mayoría de los niños solía temblar con violencia. Hasta que algo fuera de lo usual ocurrió en la madrugada, cuando Elysian apenas estaba cayendo en el sueño.

Escuchó protestas, no en su idioma natal, ni en el de los invasores. En el antiguo, más que la existencia.

La lengua de las brujas. Items.

La puerta se abrió y muchos dieron respingos del susto al ver a la mujer, de piel oscura como la de ellos, caer al piso. Y lo entendió.

«-Hermanos del mundo, desde el antiguo mundo, vengan a mí. Vengan, hermanos, nuestros menores han sido encontrados. Hembras, machos y crías. Y la zarevna de su nación.»

El hombre que la trajo le dió un golpe.

-¡Bruja!- Le gritó.

La mujer le escupió.

-¡La Madre les hará pagar!- Les gritó en la lengua nativa de Elysian-. ¡Colonos!

Volvieron a golpearla. Una y mil veces hasta que su cuerpo no pudo responder más y el hombre los señaló.

-Tomen esto como una lección, negros cochinos- azotó la puerta al salir.

Elysian se acercó a la mujer, un poco mayor que la mayoría. En efecto, era una bruja, pero eso sólo significaba...

-Tú y yo sabemos qué sigue, zarevna.

Elysian la abrazó.

-Lo siento tanto.

Latigazos. La llevarían al poste desnuda a darle cien latigazos y, si los resistía, al final le esperaría la hoguera en la plaza pública.

La mujer cayó al instante por el cansancio y sólo los dioses sabían qué más. Con la poca agua de las tuberías y un poco de su destrozada ropa ella intentó bajarle la hinchazón a la mujer, quien reaccionó después del alba.

-¿Cómo están?- Le preguntó después de un rato, acariciando su cabello mientras tenía la cabeza hinchada en su regazo.

-Como pueden- contestó la bruja.

-¿Los Delythena aún rigen el pantano de los Novilunios?

-Obvio. Aunque he escuchado que pensarán unirse con los Plenilunios.

-Quién lo diría... Sobre el escape...

-Entiendes a las brujas, por lo que parece- la mujer le sonrió.

Elysian apenas pudo responderle.

-Ustedes fueron los primeros migrantes. Y sin embargo, fueron benevolentes. Tenían, y tienen, más poder, lo suficiente para hacer temblar a los colonos, y sin embargo... Jamás fueron como ellos. Protegieron las tierras antes de su llegada, sus ancestros nos bendijeron... Era acólita antes de llegar aquí.

-¿La zarevna? ¿Acólita de bruja?

-Siempre las valore. Quise concentrar mis energías al sacerdocio, pero fui llevada antes de hacer mis votos... Y he estado aquí tanto tiempo que en ocasiones olvido la lengua y el mundo que me vió nacer. Zarevna ya no es un título para mí.

-Entiendo.

-Irás a la hoguera. Y no sé qué pasará conmigo... Suelen llevarse a todos al cumplir los quince años, antes si tienen dudas de su nacimiento, su líder sabe que tengo la misma edad que su heredero. Saben que dentro de poco tendré dieciséis, y no sé qué pasará después. Tal vez sea el último mes de mi vida y lo he perdido aquí encerrada viendo a estos niños sufrir.

Miró los cuerpos amontonados en busca de calor.

-También eres una niña.

-Supongo que crecer muy rápido es lo mismo que no hacerlo... Te tengo un trato- la miró-. Y requerirá tu magia. Verás...

Los juicios siempre llevaban una semana de preparación como mínimo en la que seleccionaban los jueces, el público y la preparación de la hoguera. Esa era su oportunidad.

Durante su turno de limpieza en la cocina, podía buscar las hierbas necesarias, sino en el jardín. Había que ser cuidadosos con ello, no se le quitaba de la mente la imagen del rostro de aquel chico cuando se despertó sin su mano. Y luego, energía.

Lo mejor, era que fuera renovable, pero era complicado cuando no entraba nada en ese sótano. A menos que tomarán energía vital.

-¿Estás segura?- Le preguntó Viatrice durante la noche.

Elysian le había pedido en varias ocasiones que le contara de su gente, tanto que a veces, cuando nadie miraba, soltaba lágrimas por la ausencia de ellos.

-Segura- cortó la palma de su mano.

Hizo una mueca, pero se aguantó el dolor mientras la bruja cogía su palma y empezaba a recitar.


-Yeizsibupeyhbrgeyhticnizsi dzyei wonniyeizsiticbrguz woniwondzvs, grnieyhyeiwon za yinza zsizawongrbrgyei. Buznizsiheyniyeiwon za woniyeizsiticbrguzzsi mōyeibrgwozawonuzzsi.

La sangre de Elysian empezó a contraerse en el piso hasta formar una gota grande que se elevó hasta la altura de sus pechos. Hermanos..., mōyeibrgwozawonuzzsi... Sí. Todos eran hermanos. De alguna manera.

-Escribe...- jadeó la bruja.

Elysian obedeció.

Los años como acólita le habían dado una mentalidad abierta a la magia. Era como hacerla y no hacerla al mismo tiempo, pero se basaba en la liberación de su espíritu. Por ende, este podía ser canalizado y tener contacto con la magia, aún sin manipularla de la forma que lo hacían las brujas desde su nacimiento.

Llevo un dedo a aquella gota de sangre y empezó a escribir en ella.

«La montaña de los huesos.»

Y otro símbolo... Uno que había aprendido de su madre. Y significaba más de lo que podía escribir «Viraag. E.»

Viraag era una palabra antigua que se usaba para describir un sentimiento: extrañar. Pero más que sólo la palabra, es la definición de la agonía de no estar con quien deseas, como la familia... Clmo su hermano. Su gemelo y otra mitad.

Mensaje enviado. La sangre desapareció.

-¿A dónde lo enviaste?

-A los regentes.

-¿Regentes?- Preguntó Ely.

-La matriarca ya debió casarse... Es una lastima perderse ese tipo de ceremonias.

-Sí...- Elysian se preguntó cuántas ceremonias se habrá perdido.

Más que eso, cuántas enseñanzas, experiencias, risas, reuniones... Habían sido tres años de pérdidas para todos.

Los portones del sótano se abrieron en par. Una mujer regordeta sudada y rubia las miró. Mierda.

-No sé su lengua- confesó la bruja.

Eso hizo que la mujer reaccionara y corriera gritando:- ¡Brujas!

Elysian la persiguió, supo que la llevaría a un castigo y no le importó. Corrió tras ella y se tiró encima mientras ella protestaba por ayuda.

-¡Tranquila! ¡Tranquila! ¡Estarás bien!

Viatrice apareció tras ellas. No, mierda, mierda.

Tapó su boca.

-No somos malas, tranquila, no somos...

Viatrice gritó.

Los centinelas empezaron a atacarla y, por más que ella se defendiera, la superaban en número, junto con otros trabajadores que quitaron a Elysian de la mujer...

-¡A la horca!

Vitoreos repitieron esa palabra: horca.

No habría juicio, no habría otro día más de vida ni oportunidad de escapar. No para Viatrice.

-¡Viatrice! ¡No! ¡Viatrice!

Todos se amontonaron sobre la mujer y la pusieron en una mesa hasta que el general apareció.

-¡Sueltenla! ¡Sueltenla por favor!- Gritaba Elysian con los ojos llenos de lágrimas.

Viatrice estaba con los ojos cerrados susurrando plegarias contra la mesa. Una salvación. Salvación que no llegaría.

-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Me arrodilló! ¿Eso es lo que quieren? ¡Tendrán a la zarevna ante ustedes! ¡Lo juro!

-¿Lo juras?- Pronunció el rey.

Aquel hombre rubio de ojos azules había llegado con sus hijos, de las mismas características, con el usual porte elegante y mirada cruel. Salvaje.

Se acercó a Viatrice.

-Por favor, por favor...- seguía susurrando.

-¿Quién diría que una amiguita tan...- la acarició de forma desagradable- vulgar te pondría en esta situación tan desagradable?

Airus miró a Elysian cuando ella logró darle una patada en los testículos a un centinela, liberarse a base de golpes y alcanzar a rasguñar a su padre antes de que el general la retuviera contra el piso.

Elysian lo insultó mientras Viatrice soltaba lágrimas.

-Elysian Fallon... ¿Renuncias a ser una rebelde por el honor de tu amiga?

Elysian sollozó

-¡Lo haría! ¡Pero déjenla!

-¿Y a tu nombre?

Ella se heló.

Viatrice le dirigió una mirada llorosa y susurró un débil: no.

-Yo...

-¡No!- Gruñó Viatrice-. ¡Elysian, no! ¡No!

-¿Por su honor?- Le preguntó al rey.

-¡Ely, no lo hagas!

-sí. ¿Renunciarías a tu nombre, Elysian Fallon, y ser de las nuestras, por Viatrice Eldritch?

-¡Elysian!- Exclamó Viatrice antes de que la mandaran a callar.

-Acepto.

El rey hizo una seña y uno de los centinelas cogió un hacha de cocina.

-No...- jadeó Ely antes de escuchar el grito y el sonido del desgarro del cuello de Viatrice.

Elysian también gritó y se derrumbó en el piso.

No fue rápido, el cuchillo sólo llegó a la mitad de su cuello en el primer azote. Tuvo que verlo mientras la sangre chorreaba unas cinco veces antes de que su cuello se desprendiera por completo.

-Por el honor de no ser vista, Elysian... Aunque creo que es la última vez que escucharás ese nombre.

Elysian gimió y tembló de dolor, miedo y miseria... Estaba muerta.

Viatrice estaba muerta.

-¿Aceptarás tu nuevo nombre?- Preguntó Codrus, el hermano mayor de Airus.

-S-s-sólo...- su voz no podía mantenerse- sólo si juran que podré consagrarla.

De lo contrario, su alma desaparecería. No habría oportunidad de una reencarnación o un fin de paz para una bruja que no fuera consagrada al morir. Sólo vacío.

-¿Consagrar a una bruja?- Preguntó el tercer heredero en la línea de sucesión al trono, Kairus.

-Por favor... Es una ceremonia, lo mismo que ustedes hacen. Saben que no tengo poderes, y... Yo juro que no pasará nada.

-De acuerdo. Pero tendrás guardias.

-Sí...- Tragó saliva-. Deseo hacer una última cosa por mi pueblo antes- no supo de dónde consiguió fuerzas para levantar la cabeza en gesto de seguridad-. Y no consideraré la muerte un honor en comparación a una demostración pública, mi posición

-Es tu desición- le dijo el rey.

Elysian lloró toda la noche en una alcoba llena de lujos que le habían proporcionado. Había olvidado lo que se sentía acostarse en una cama. Era tan extraño...

Más al pensar que, debajo de esos pisos, en el fondo donde nadie podía escuchar los llantos ni gritos de aquellos niños hambrientos y sobreexplotados en el sótano, o aquellos solitarios cuyos padres y otros familiares habían sido asesinados por los colonos.

Pasaron días. Semanas. Hasta que, en aquella alcoba, alcanzó a ver humo en el bosque. Y luego una señal.

Miró a las estrellas, aquel humo se alzaba en la constelación de Columba. La constelación de la paz.

Aquella historia se basaba en una diosa antigua durante épocas de sequía y enfermedad extrema. El calor lo empeoraba siempre y el mundo estaba en trance.

Fue cuando Columba, una jóven niña, salió de sus tierras en busca de un remedio para sus familiares enfermos. Sus hermanos menores estaban tan débiles que ella los cargó en su espalda durante días y se abstuvo de comer para tener suficiente para ellos y se encontró con grupos enemigos en el proceso. Ella corrió con sus hermanos en la espalda, pudo dejarlos, eran una carga, le habían dicho, pero ella no lo consideraba así.

El hambre y el odio era tan potente que acabo con la vida de la niña, quien hasta el último momento protegió a sus hermanos con su cuerpo. Sin saberlo, al morir cayó en un géiser que reaccionó dándoles el agua anhelada. Aquella agua sanó a sus hermanos, quienes siempre le agradecieron, y provocó una tregua entre los enemigos, quienes más tarde se consideraron territorios hermanos.

Y en su honor, los dioses recogieron su espíritu, lo convirtieron en estrellas y la hicieron parte de ellos.

Ella supo interpretar y, para el día siguiente, quemaría a Viatrice, ya consagrada, y guardaría sus cenizas para que su espíritu sea libre de visitar este plano. Fue de lo poco que Airus le permitió, ver a su amiga siendo consumida por las llamas para encontrar la paz a través de un cristal que daba a la camara de cremación.

-¿Por qué te preocupas por una bruja?- Le preguntó él.

-Porque durante el tiempo que la conocí no mostró perversión ni maldad hacia mi persona. Tampoco me sentí descuidada, no tenía que cuidarla ni ella a mí, como a los niños, pero tampoco me sentí a la deriva con eso. Aunque sólo fueron dos días, fue más de lo que fueron los últimos años.

No le molestaba si sincerarse con él, al contrario. Le encontraba placer en ver su rostro cuando le restregaba todo el bien que hacía. Cuando le cuestionaba sus ideas y salía intacta de argumentos en su contra. Era una forma particular de fastidiarlo.

Y de debilitarlo.

Sus ideas eran tan débiles que en una pregunta de ella él cortaba la conversación. Pero mientras él se cuestionaba y tenía una lucha interna contra su crianza ella se satisfacía al saber que, al menos, la culpa lo carcomería vivo.

Airus suspiró.

-¿No fue un buen cumpleaños para tí, verdad?

¿Cumpleaños?

Elysian lo miró con ojos abiertos.

-¿No sabías que hoy era tu cumpleaños?

Ella bajo la mirada, intentando bajar el ardor de sus ojos parpadeando. Su cumpleaños. Y también el de Ameer.

-No es fácil tener la cuenta de los días- fue todo lo que dijo. Volvió a mirar el cuerpo de su amiga-. Quiero las cenizas.

-Hay una morgue de esclavos...

-No será enterrada en una morgue. Menos de esclavos. No cuando su vida fue suya... Al menos todas esas vidas lo fueron antes de ustedes.

-E insistes en vernos como enemigos- Airus miró su perfil-. No soy tu enemigo, Zahria.

-Sigo siendo Elysian, Airus. Si me llamas con apodos, me veré en la obligación de llamarte como quiera.

-Justo, en parte- se encogió de hombros y miró el ventanal-. Nadie es dueño de su vida por completo. No nos puedes culpar si hay tornados, huracanes, tsunamis, terremotos, o cualquier catástrofe.

-Soy dueña de mi vida, porque tengo el control de cambiarla cada día, no porque evite mi muerte.

-Eso, es aún más peligroso. Es una forma de atraer la muerte.

-Así mi vida tendrá más sentido que mi muerte.

Con eso dicho, la conversación terminó. Llevó las cenizas a la alcoba, esperando poder darle un lugar digno donde reposar más tarde. Se aseguró de que no estuvieran a la vista, por lo que quitó una de las tantas pinturas para desestabilizar una tabla de madera.

Recordó una técnica que había aprendido como acólita.

Extendió los dedos contra la tabla y los recogió para formar un puño. Se concentró en su energía, en su pulso, circulación, ambiente y pensamientos. Reconoció cada centímetro de si misma, reconoció sus pensamientos, reconoció qué le gustaba, qué no le gustaba... Y lo dejó ir.

Necesito darle a la madera siete veces para poder meter la pequeña tótem de cenizas. Las había pedido junto con arcilla moldeable para mezclarlo y dar forma al águila que representaba a su apellido.

Y luego, una cortina.

No, no se trataba de cubrir sus cenizas. Se trataba de canalizar esa energía y que sólo ella o una bruja pudiera dislumbrabar los restos de Viatrice. Por más entrenamiento que tenga su espíritu no puede hacer nada contra la magia de bruja sin embargo es capaz de crear pequeños conjuros enfocados en ciertos materiales, no hechizos como en los aquelarre, pero era mejor que nada.

Fue al invernadero a recojer plantas somniferas; lúpulos, padifloras, matricania y raíz de regaliz. Como toque especial, buscó algo de marihuana. Aquella mezcla tenía que hacer efecto en los centinelas y algunas doncellas, por lo que empezó a servirla en la comida y bebidas de los guardias. Para evitar sabores, cada platillo tenía una mezcla o planta diferente. Cómo resultado, caerían durante su turno de media noche.

Era un plan llenó de peligros, pero cada uno valía la pena. Empezó a ingerir un poco de la mezcla de marihuana con parte de las cenizas, durante las noches, lo suficiente para que su mente pudiera estar abierta a las brujas y está pudiera hacer presencia en ellas, gracias a la energía de Viatrice.

Más que eso, contaba con otra cosa, algo de lo que sólo contaba con la teoría y no con la práctica: dim mak. Una técnica marcial que, para su pesar, necesitaba cercanía.

De los cinco centinelas que hacían guardia, todos estaban dormidos, bueno, dos dormitaban. Había pasado por ese pasillo tantas veces que sabía dónde y cómo encontrar las llaves. No fue sencillo, eran más de sesenta niños amontonados, pero las estrellas eran su guía el las primeras noches de primavera. Tenían que seguir hasta el norte, donde los esperarían a metros del muro.

Fueron quince viajes los que realizó Elysian para llevarlos, su miedo no le iba a impedir que hiciera algo por ellos. Pero para su desgracia, las campanas que indicaban su ausencia sonaron.

Debían llegar al muro, maldita sea. Y faltaban casi dos kilómetros, se suponía que la mañana tenía que alcanzarles para llegar, pero no contaban con eso.

-¡Corran y no se abandonen por nada!- Les gritó-. ¡Lo más cerca del muro posible!

Las alarmas llegaron incluso hasta detrás del muro, donde ya había empezado el ataque y muchos intentaban escalarlo, a pesar de ser muy liso para ello. Todos corrían lo más rápido que podían y, entre tanto, las puertas del muro se abrieron.

Fue impactante, porque fue una explosión el motivo. Y Elysian vió águilas, águilas del fuego de la familia Eldritch. Figuras que llegaban sobre sus cabezas y quemaban formando pequeñas explosiones dónde quemaban a quienes los perseguían. Agradeció haberlos llevado lejos, de lo contrario no habrían avanzado sin ser capturados.

Lloró al ver a su primo quien la abrazó al verla.

-Elysian, carajo...- Hablaron en su lengua-. ¿Cómo estás?

-No hay tiempo, Graydon- le interrumpió-. Lo siento..., ¿Parthana?

Parthana era su hija, tendría unos diez años, aproximadamente.

-Más grande que nunca- sonrió orgulloso. Se tomó un momento para mirar a su derecha, dónde el fuego de otra explosión iluminaba su rostro-. Corre, lleva a los niños al oeste.

-Pero...

-¡Ya!

Elysian los llamó. Corrió con ellos junto con algunos guerreros proporcionados por su primo, mientras el resto empezaba a enfrentarse. Deseó haber cogido las cenizas de Viatrice y dárselas a su familia, pero sólo podía velar por la seguridad de los niños, quienes corrían y lloraban asustados, unos corriendo y los menores en brazos de los mayores.

Ella ya no sé consideraba una niña. Había perdido esa inocencia. Se preguntó si, si no tomaba en cuenta su edad, podría pensar en la mayoría de ellos como niños.

Flechas llegaron por ellos, y gran parte salió herida, aunque fueron los guerreros de Graydon quienes se llevaron la peor parte mientras los disparos de las bajas empezaban a sonar por encima de las cicatrices de las flechas. Elysian no se permitió llorar. No cuando esos niños confiaban en ella.

Una explosión, mucho más grande que todas, los elevó en el aire. Fue cuando Ely miró atrás.

Había un incendio que se extendía por varias metros. Miró a los guardias y a los niños. Con lágrimas en los ojos, les dijo:

-Lo lamento tanto... Sé qué hacer. Cuídense entre ustedes y, por favor... No sé olviden de mí.

No dió tiempo para protestas cuando volvió a correr en dirección al incendio.

El setenta y cinco por ciento de los nativos que llegaron murieron esa noche junto con el cuarenta y cinco por ciento de los colonos que respondieron. Algunos esclavos mayores a los del grupo se rebelaron, de ellos murió el treinta y dos porciento, el veinte por ciento logró huir y el otro cuarenta y ocho no lo logró, algunos fueron asesinados por traición. Aquellos que no se metieron en el conflicto también murieron, representando un sesenta y ocho porciento del total de muertes.

Total del que hizo parte Graydon Fallon.

Esa noche, también murió Elysian Fallon.

Y a la mañana siguiente, nació Zahria de Chrysler. La Miserable, como la conoció el mundo después de eso.

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Frase/Cita:

"Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia."

-Eduardo Galeano

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