Prólogo
—¿Una niña en el bosque? —preguntó estupefacto un hombre de alrededor de cuarenta años.
En un mundo dónde el envejecimiento se volvió tan lento que un humano puede vivir fácilmente cerca de quinientos años antes de notarse siquiera en sus treinta, es un claro indicativo de lo mucho que ha vivido, —aunque dicha tecnología solamente está diseñada para aquellos que puedan permitirse pagarla—.
Y es precisamente gracias a dicha experiencia que pudo dar fe de lo absurdo de la noticia que está escuchando.
El bosque que rodea la ahora capital del universo, es considerado tan peligroso que ni siquiera merece la pena explorarlo, con auténticos monstruos que de no ser por las múltiples barreras que protegen Ciudad Infinity, ya habrían acabado con la raza humana entera.
E incluso así, ¿De verdad es creíble que existe alguien que puede vivir en un entorno tan hostil?
—No digas tonterías.
—Son solamente cosas que se han estado escuchando ¿Sabes? Rumores, y por lo que he oído se tratade una negadora —dice en casi un susurro.
—¿No se había encargado su majestad de ellos hace un tiempo? —preguntó con dudas.
Pronto un anuncio fue puesto en el fichero, con una recompensa bastante generosa que hizo babear a más de uno.
Ciertamente el bosque es peligroso, pero las criaturas más poderosas no suelen aproximarse a los bordes, así que seguramente si hay una posibilidad, por lo más mínima que sea, tendría que estar ahí.
En las afueras de ciudad Infinity, justo más allá de las barreras, existe una pequeña comunidad que vive con lo que puede conseguir de la gran ciudad, algunos trabajan dentro pero al no ser capaces de subsistir dentro de la ciudad, optaron por vivir justo al borde por más peligroso que fuera.
Y si bien existen algunos guardias, la mayoría casi nunca tiene que hacer algo debido a que desde hacia un tiempo, los monstruos dejaron de aparecer por las zonas pobladas.
Así que salvo por algunas excepciones, es un lugar pacifico para vivir, aunque en su mayoría, quiénes habitan la zona exterior, más que personas de bajos recursos, son aquellos no-humanos que vinieron en búsqueda de oportunidad que en sus propios plantes no pueden conseguir.
Pasando por estos pueblos, el hombre de antes marcha con una gran sonrisa al pensar en lo que hará con el dinero, mira con repudio a los no-humanos, siendo no solamente personas con alguna característica animal.
El hombre, de nombre Bert, revisa en su holo-reloj que las coordenadas sean las correctas.
Su amigo, Derrick, bosteza mientras le acompaña en parte porque está preocupado y en parte porque desea parte de la recompensa así sea sólo por confirmar si hay alguien o no.
—Deberíamos apresurarnos, no seremos los primeros en intentar tomar esta oportunidad para conseguir dinero fácil —declara mientras observa en el cielo las cientos de naves que entran y salen desde el puerto espacial.
Si bien ambos no son precisamente pobres, nunca desperdiciarían la oportunidad de conseguir dinero por algo como dar un informe de si encontraron algo o no.
Y fue mientras se adentran en el bosque que se percataron de algo muy extraño.
—El bosque está en silencio —declaró Bert en casi un susurro.
Pudo notar varias pisadas, que indican que claramente no son los primeros en llegar al lugar.
Derrick tragó saliva mientras comenzó a cargar su magia en caso de cualquier emergencia, como uno de los pocos usuarios en magia espacial, ciertamente el trabajo no suele ser un problema o al menos, no solía serlo hasta antes de que se popularizaran los portales en toda ciudad Infinity.
Bert le indicó con una mirada que se mantuviera detrás suya en todo momento.
Lo que les incomodó fue la ausencia total de cualquier bestia, monstruo o lo que sea que estuviera habitando los bosques en estos momentos.
Unos bosques que según los propios miembros del clan Infinity, no significaba mayor peligro y seguramente así lo sea, sin embargo, eso solamente aplica para los miembros de su clan, aquellos que se ganaron el sobrenombre de dioses.
Al avanzar Bert, se topó con una niña de una larga cabellera blanca, de mirada indiferente y que no porta ninguna clase de ropa.
Ambos suspiraron de alivio, aunque Derrick por su parte comenzó a tener un mal presentimiento ante la presencia de la pequeña chica.
—¿Enserio tanto alboroto por una sucia negadora? ¡Maldita mocosa! —Bert pateó a la niña.
Sin embargo, fue como patear una montaña, no se movió ni un solo centímetro y en su lugar, Bert cayó adolorido al suelo.
La niña miró con curiosidad al hombre, le miró fijamente antes de imitar su acción y como resultado, ahora Bert se encuentra incrustado en un árbol, con sangre fluyendo desde lugares que normalmente no lo haría.
Entonces sonrío.
—¿Humanos? Hacia tiempo que no me encontraba con ninguno —declaró con una voz juguetona.
Derrick inmediatamente invocó su magia, aunque la chica sujetó su mano y todo rastro de maná despareció.
—¿Huh?
Su brazo fue arrancado.
—A-
Antes de poder gritar, sufrió el mismo destino de su amigo, la chica miró su mano, examinándola fijamente.
—No, todavía, lo prometí —musitó antes de regresar al bosque.
Con el tiempo, al notar las ausencias de varios exploradores, se decidió iniciar una excursión para descubrir el motivo de tantas desapariciones, topándose con la probable causa: un oso bicéfalo.
Tras ser subyugado, se descartó la búsqueda de la supuesta niña y consideró como imposible la supervivencia de cualquier ser sapiente en dicho bosque.
La chica albino miró la ciudad desde lo más alto de uno de los árboles antes de tirarse desde ahí.
—La próxima vez...
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