Capítulo 9: Todas tus amantes
[Samuel Dixon]
Con lo hermoso que estaba el día y uno trancado en la biblioteca haciendo tareas. Si fuera por mí me hubiese fugado hace 30 minutos, pero mi queridísima hermana me ha lanzado varias miradas asesinas advirtiéndome que no me vaya.
—El que termine antes le debe 50 dólares al otro ¿vale? —reté a Mark sonriente, más solo gané una mala mirada de su parte.
¿Por qué todos son tan aburridos?
Dios mío quiero salir de aquí ya.
Una chica me entregó un papel, acostumbrado, lo abrí para ver la dirección.
Baño de chicas, te haré sentir mejor.
Sonreí.
Al fin.
Me puse de pie y estiré mi cuerpo ganándome la mirada de mis hermanos.
—Voy a mear —avisé volcando los ojos y caminé hasta entrar al baño.
Las chicas que allí estaban me miraron sorprendidos y susurrando entre ellas.
—Fuera, ya.
Cuando todas salieron tranque la puerta, me crucé de brazos y observé a la chica frente a mí.
Facciones delicadas, piel pálida perfecta, labios rojos, maquillaje ligero, cabello castaño oscuro, lacio, llegando hasta sus hombros, lunar en su pómulo, ojos marrón oscuro, delgada, pequeña.
Mientras avanzaba hacia ella abrió su boca para informar.
—Mi nombre es... —coloqué mi dedo en sus labios para callarla.
—Me da igual. Date la vuelta.
La castaña obedeció y apoyó sus manos en la pared. Pasé mi mano por su cuello apartando su cabello para luego apretarlo en mi mano haciéndola jadear.
Mis manos se pasearon por sus pálidos muslos y levantaron su falda, no me apetecía follarla.
—Chúpamela —la hice arrodillarse y pegué su mejilla contra mi pene.
Con manos temblorosas sacó mi pene y lo metió a su boca, agarré su cabeza embistiendo con dureza esta, quería correrme y salir de allí.
[...]
Caminaba por los pasillos con los chicos cuando en mi visión aparecieron dos rubios enojados.
Es que me distraje con los chicos, no es mi culpa.
Ruby estrelló mi cuaderno contra mi pecho.
—Arréglatelas solo —tomó la mano de Mark y se lo llevó a rastras.
Chad y Adam se reían de mí mientras Sebastian me preguntaba si necesitaba algo.
Necesito que mis hermanos dejen de ser tan amargados.
Yo solo quiero divertirme.
[...]
Me estaba arreglando en mi habitación para la fiesta a la que los chicos me habían invitado, dos toques en mi puerta me hicieron ir a abrirla encontrándome con Mark sosteniendo varias golosinas.
—¿Noche de pelis?
—Noche de fiesta con mis amigos, ve a tu habitación voy a ocupar la mía hoy —sin más salí de casa rumbo a la fiesta.
Al llegar me senté en la mesa donde estaban Adam y Chad.
—¿Y Sebastian? —fruncí mi ceño al ver que no andaba aferrado a Adam.
—No quiso venir —gruñó mi amigo mientras metía su mano entre las piernas de la pelinegra y la besaba.
—Discutieron —Chad se echó a reír apretando el trasero de la castaña que tenía en sus piernas.
Volqué los ojos comenzando a beber, al instante fruncí mi ceño.
—¿Qué mierda es esto? Sabe horrible.
—Una chica lo trajo hace un rato diciendo que era para ti, es esa chica —Señaló a alguien entre la multitud.
Nada más y nada menos que la chica que me la chupo en el baño.
Me puse de pie enojado y avancé a ella, al llegar ella se rio, todo me daba vueltas, comenzó a recitar unas palabras extrañas, llevé mis manos a mis oídos jadeando de dolor.
Unas manos en mi espalda me hicieron alzar la vista enfocando ahora a una chica de cabello negro a mitad de espalda, ojos del mismo color y un curioso lunar bajo su boca.
Ambas chicas comenzaron a bailar pegadas a mí y tocarme de más. Sentí mi cuerpo pesado, no podía hacer nada.
La pelinegra acercó sus labios a los míos y al fin reaccioné empujándola.
—Sin besos —mascullé alejándome por los oscuros pasillos.
¿Qué mierda me pasa?
Risas infantiles inundaron mis oídos, recuerdos de años pasados volvieron a mi mente.
—¿Alguna vez has besado a alguien? —el pequeño de cabellos rubios me miraba con las mejillas rojas y sus dos coletitas tan tiernas.
Negué jugueteando con mis dedos y lo miré.
—No, los besos dan asco ¿Por qué preguntas?
—Quiero que seas mi primer besito, escuché a mamá decirle a nuestra hermanita que el primer besito es importante y no se le puede dar a cualquiera, y yo solo te quiero a ti.
Sin aviso estampó sus labios contra los míos cerrando sus ojos con fuerza, yo abrí los míos en demasía por la sorpresa y cuando se separó me eché a reír.
—Los besitos tuyos no dan asco Bibi —volví a juntar nuestros labios en un beso inocente.
Mi mente daba vueltas, mi estómago estaba revuelto, veía sombras, figuras aterradoras, me sostuve de una pared y observé frente a mí a la maldita chica cruzada de brazos sonriendo malévola.
Todo se volvió negro para mí.
[...]
Su sonrisa, su radiante sonrisa.
Sus ojos, esos luceros hipnotizantes que solo brillan en mi presencia.
Su piel, perfecta, pálida, suave, caliente ante mi tacto. Tan sensible.
Su olor, maldito olor embriagante.
Mío, tan mío.
No necesita decirlo, yo lo sé.
Es mío.
Su cuerpo.
Su alma.
Su corazón.
Me pertenece
Bibi.
Desperté abruptamente sofocado, mi sueño era tan hermoso, teniéndole entre mis brazos, pero la realidad es horrible.
No sé qué ha pasado, me encuentro desnudo con ambas chicas, comienzo a recordar todo lo sucedido anoche.
¿Qué pasó?
¿Cómo llegamos aquí?
¿Qué me hicieron?
Supongo que en algún punto perdí la conciencia.
Me levantó apresurado comenzando a vestirme, las hijas de puta despiertan y sonríen al verme en ese estado.
—¡Fuera! —grito, he perdido el control.
Siento que he despertado con el diablo en mi cama.
Las desgraciadas salen semidesnudas encontrándonos con mis hermanos.
La mirada de Ruby está cargada de enojo y decepción.
Pero Mark...
Oh, mi querido Bibi.
Su mirada me destroza.
Así como sé que yo acabo de destrozarlo.
—Bibi escucha —trato de sostener su mano, pero se aleja evitándolo mientras un lastimero sollozo se le escapa haciéndome sentir miserable.
—¡Vete a la mierda Sam! Tú y todas tus amantes —bajó corriendo las escaleras y Ruby le siguió.
La he cagado y esta vez no lo hice a conciencia.
<👁>
Ambas chicas salen de la mansión Dixon, la castaña sonríe triunfante mirando a su compañera.
—Divide y vencerás.
Los ojos de Ambas cambiando de color y sus cuerpos sufren un temblor.
Se miran entre sí confundidas.
—¿Qué mierda?
—¿Y tú quién eres?
Ambas se alejan asustadas y confundidas sin tener idea de lo que ha sucedido.
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