34.

Donghyuck gimió con fuerza en cuanto Mark entró en él.

Luego de estar, aproximadamente, veinte minutos intentando acostumbrarse a los dedos de Mark, el menor le comunicó que estaba listo para pasar a la siguiente etapa.

En aquellos veinte minutos Mark jamás había dejado de tratarlo con delicadeza y respeto, besándole todo el rostro, cuello y hasta hombros, y preguntando cada cinco minutos si estaba bien y si quería continuar.

Aquellos gestos movieron el corazón de Donghyuck, pues no se esperaba que él fuese tan considerado. Mark había comenzado colocando sólo un dedo dentro de él, pero nunca introdujo otro más sin tener antes su aprobación. Se había mantenido moviéndolos lenta y suavemente; primero de manera superficial, y sólo cuando veía que los músculos iban cediendo, profundizaba la penetración de los dedos.

En el momento que Donghyuck ya no sintió más ardor en aquella zona, le dijo a Mark que estaba preparado para dar el siguiente paso.

Y allí se encontraban ahora.

— ¿Estás bien? — Preguntó Mark, ahogando un gemido.

Era consciente que si bien lo único que él podía sentir era placer y excitación, las sensaciones que Donghyuck estaba experimentando estaban muy alejadas a las suyas. Donghyuck probablemente sentía ardor, dolor, y vergüenza. Probablemente, a pesar de los esfuerzos de Mark para que disfrutara, estaba pasando un horrible momento.

Y la verdad, aunque sus pensamientos sí eran ciertos, lo eran sólo en parte. Era acertado que Donghyuck sentía escozor, pero no tenía encima ni una pizca de vergüenza. Ni tampoco estaba pasando por un mal momento, sin contar la incomodidad de tener un pene metiéndosele por el trasero.

— ¿Tú que crees? — Espetó como respuesta Donghyuck, cerrando los ojos con fuerza al sentir cómo un calambre insoportable le subía por el coxis hasta la cintura.

— Lo siento... —Susurró Mark en su oído, sin mover ni un centímetro las caderas.

No se movería hasta que Donghyuck le dijese que lo haga.

— Está bien, idiota. — Intentó tranquilizarlo, pues la intención de Donghyuck no era preocupar a su hyung.

— Intenta relajarte más... — Volvió a hablarle al oído. — Estás muy tenso. No dejará de dolerte hasta que aflojes un poco los músculos.

Mark estaba agradeciendo en ese momento el haber vuelto a mirar porno gay. Si bien no se había excitado con él, sí le había brindado mucha información. Información que servía, y de mucho, en ese preciso instante.

— Qué fácil es decirlo cuando no tienes un pene que se te está metiendo por el agujero del culo. — Bramó con dificultad, haciendo reír a Mark.

— Cállate e inténtalo. — Ronroneó, para luego besarlo detrás de la oreja.

Mark comenzó a mover una de sus manos, rozándola en el costado derecho de su cintura. La pasaba también por el abdomen, delineando cada músculo sobresaliente y llegando hasta su ingle. Una vez allí bajaba un poco más, acariciaba levemente el glande del pene, y volvía a subir. A veces también se desviaba del camino hacia su esternón y brazos, pero siempre con la misma delicadeza.

Mientras tanto, usaba la mano izquierda como apoyo para no recargar todo su peso sobre Donghyuck.

A la vez, mantenía su boca ocupada dejando un camino húmedo de besos, desde detrás de la oreja de Donghyuck hasta su nuez de adán. Delineaba su mandíbula y subía para encontrarse con la boca contraria. Callaba con besos lentos pero apasionados los insultos que Donghyuck le decía por no dejar que él sea el activo, y luego seguía subiendo. Besaba con delicadeza la punta de su nariz, luego su frente, y luego volvía detrás de la oreja. Pero, ahora, del lado contrario a donde había empezado. Luego, intercalaba besos en dichos lugares aleatoriamente; alternando también entre chupones, suaves mordidas y lamidas.

El conjunto de besos y caricias hacían que escalofríos se desperdigaran por toda la anatomía de Donghyuck, distrayéndolo del insoportable dolor y volviéndolo soportable.

Y, no había que negarlo, aumentaban la excitación del muchacho.

— Ya... — Jadeó Donghyuck cuando se hubiese sentido relajado casi completamente. Sentía que podía respirar casi con normalidad, y apenas si sentía dolor en aquella zona. — Puedes empezar a moverte.

— ¿Seguro? — Quiso confirmar Mark antes de realizar cualquier movimiento, abandonando el cuello de Donghyuck que es donde estaba besando, pero sin quitar su mano del pene.

Donghyuck no hablo, tan solo asintió.

Mark sonrió con ternura al ver cómo los ojitos de Donghyuck se encontraban entreabiertos mirándolo sólo a él. Los mismos estaban cristalinos, aguantando las lágrimas que Donghyuck obviamente por orgullo no quería dejar caer.

Se inclinó hacia adelante para besar sus párpados y, lentamente, embistió a Donghyuck por primera vez.

No pudo evitar soltar un gemido gutural, eclipsando el agudo quejido que había soltado el castaño debajo de él.

Lentamente salió de Donghyuck, aunque no en su totalidad. Se acercó a su oído y volvió a embestirlo más profundamente pero con igual delicadeza que antes, soltando un gemido más en su oído.

Poco a poco las estocadas fueron teniendo un ritmo constante, sin embargo no eran salvajes ni apresuradas. En realidad, la velocidad de las mismas era lenta. Mark lo penetraba con fuerza y profundidad, pero siempre con la suavidad que Donghyuck necesitaba.

Las caricias y besos de Mark no se habían detenido en ningún momento, y eso era algo que Donghyuck agradecía. Era enormemente molesto que cuando él creía que ya se había acostumbrado a tenerlo dentro y que no le dolería más, lo que seguía le escociera el doble. Sentía punzadas agudas de dolor en su interior, y el calambre en la espalda que él pensaba se había desvanecido hacía unos momentos, había vuelto mucho más fuerte. Sin embargo, la atención que Mark le brindaba y el cariño que sentía que le transmitía con cada roce de piel le daban las fuerzas necesarias para no echarse hacia atrás y continuar. Calmaban sus nervios y, cuando se quiso dar cuenta, ya no le dolía. Tan solo sentía placer y bienestar.

Y aun así, los mimos de Mark no se detuvieron.

Los gemidos de ambos fueron subiendo el volumen, inundando aquella habitación sumida en oscuridad.

En algún momento Mark había encontrado aquél punto. Aquél punto que volvía loco a Donghyuck, que lo hacía deshacerse debajo de él, y que provocaba que su voz y cuerpo temblasen. Haber encontrado aquél lugar había facilitado mucho las cosas, pues Donghyuck había comenzado a disfrutar antes de que el dolor se esfumase por completo. Ahora que no sentía ni una pizca de ardor, y todo lo que estaba experimentando era gozo, ni siquiera podía evitar soltar unas cuantas lágrimas de satisfacción.

Esta vez sí la velocidad fue subiendo. Donghyuck, desesperado por querer recibir más y más, apretó con fuerzas el cuerpo de Mark entre sus piernas atrayéndolo a él. Lo abrazó por debajo de los brazos y no pudo evitar arañarle la espalda, mientras Mark continuaba subiendo la velocidad de las penetraciones.

— ¿Se siente bien? — Preguntó con dificultad Mark con el único motivo de aumentar su ego, pues los gemidos que Donghyuck no podía controlar eran su respuesta. Ni siquiera había necesitado preguntar, pero él lo hizo igualmente.

Donghyuck sollozó antes de responder, pues Mark comenzó a cambiar la forma de embestirlo. Ahora, en vez de ser un meta-y-saque, Mark se mantenía rozando aquél punto en su interior con fuerza e intensidad, llevándolo al borde de la locura.

Pero Donghyuck sabía que tenía que responder con palabras. Si no hablaba, se estaba arriesgando a que Mark se detuviera con la excusa que había dado aquella vez en su habitación.

"Soy ciego. Si no escucho nada, no hago nada."

Odiaba el hecho de estar tan a su merced, pero no quería que se detenga.

— Sí... — Se esforzó a decir entre jadeos. — Quiero más...

Se mordió el labio inferior con vergüenza al darse cuenta de lo que acababa de decir.

Pedir más no estaba entre sus planes, Mark ni siquiera había nombrado la palabra "más".

Sabía que acababa de cometer un error, pues Mark jamás lo dejaría en paz tras decir aquello.

Pero, ¿Qué más daba? No había mentido. Quería más.

Necesitaba más.

Más de aquellos placenteros escalofríos en todo su cuerpo. Más de aquellos húmedos labios posándose en toda su parte superior del cuerpo y succionando en su esternón, de aquella lengua rodeando sus pezones y de aquellos dientes mordisqueándolos muy suavemente sin llegarlo a hacer sentir dolor. También necesitaba más de aquellas manos acariciando y sobando todo su cuerpo, masturbándolo y haciéndolo sentir un placer que él nunca había logrado por sí mismo. Más de aquella sensación de bienestar cuando el pene de Mark rozaba aquél punto y lo hacía delirar.

Quería y necesitaba más de Mark.

— ¿Quieres más? — Preguntó, para luego detenerse de golpe.

— Ah, ¡Vamos! — Maldijo Donghyuck. — ¡Sabía que esto iba a pasar!

Mark, sin responder nada, quitó las piernas de Donghyuck de su cintura y las colocó estiradas en sus hombros. Donghyuck enmudeció ante lo imprevisto de dicho movimiento, pero en cuanto Mark se inclinó hacia adelante haciendo que él acerque sus rodillas a su propio rostro, comprendió.

En esa posición su trasero quedaba un poco más elevado y expuesto, y le facilitaba las cosas a Mark; mismo que volvió a comenzar con las embestidas una vez que hubiese estabilizado su peso sosteniéndose con cada brazo a ambos lados de la cabeza de Donghyuck. Cada penetración ahora era todavía más profunda, y les arrancaban de la garganta gemidos y quejidos de puro placer a ambos.

Mark, al sentir que estaba próximo a llegar al clímax, llevó su mano derecha hasta el pene de Donghyuck y comenzó a masturbarlo a la misma velocidad de las penetraciones. El menor, incapaz de resistirse, arqueaba su espalda y se retorcía lo poco que podía debajo del cuerpo de Mark.

Comenzó a sentir que él también estaba a punto de llegar al orgasmo, pero él no quería. No quería que lo dejase acabar, no quería que la noche terminase allí.

Pero no pudo evitarlo y, eventualmente, se corrió en la mano de Mark. Sin embargo, éste, aún no había llegado a ese punto.

Aumentó un poco más la velocidad, ignorando el calambre que estaba comenzando a surgir en sus caderas por el imparable uso del músculo, y entrelazó los dedos de su mano con los de Donghyuck.

Acabó por correrse mientras lo miraba fijamente a los ojos, apretando su mano y dejando escapar un sonido gutural de su garganta.

Ambos, jadeantes, juntaron sus bocas aún sin deshacer la unión. Mark aprovechó para embestir solo un par de veces más a Donghyuck, de una manera aún más lenta que con la que habían comenzado, únicamente para sentir un poco más de tiempo las paredes de Donghyuck envolverlo.

Se separaron rápidamente ya que se encontraban agitados y con falta de oxígeno. Finalmente Mark se dejó caer a un lado de Donghyuck, abrazándolo por la cintura.

— ¿Mark? — Lo llamó él, aun respirando agitadamente.

— ¿Sí? — Dijo como respuesta él, de igual manera.

— ¿Estabas sin condón? — Preguntó al tener una desagradable sensación de algún fluido deslizándose por sus glúteos.

Mark tragó saliva.

— Sí... — Respondió luego de una pequeña pausa.

— ¿Mark? — Volvió a llamarlo.

— ¿Sí?

— Juro que te mataré. — Se esforzó en decir, pues el cansancio y el sueño comenzaba a vencerlo. — La próxima vez... La próxima vez seré yo...

— Ya, ya, ya. — Lo interrumpió antes de que termine la idea, sabiendo cómo iba a terminar. — Duérmete.

— No tengo sue...

Acabó por dormirse antes de terminar la oración.

Donghyuck se despertó a mitad de la noche al sentir cómo algo frotaba su cuerpo. Al abrir los ojos notó que era Mark, quien limpiaba de su cuerpo los restos de la noche con una toalla tibia y húmeda. Se percató también de que ahora no estaba en la cama de Jaemin, si no en la de Mark, y que el colchón de Jaemin se encontraba desnudo. Las sábanas estaban hechas un bollo a un lado de la mesa de noche.

Volvió a dormirse enseguida, antes de hacerle saber a Mark que estaba despierto.

...

Al otro día, cuando despertó, Mark no estaba a su lado. En su lugar había una nota que le hacía saber que Mark no lo había despertado para ir a la colegio ya que quería dejarlo descansar.

Cosa que Donghyuck agradeció, pues ahora sentía como si un camión le hubiese pasado por encima.

Si bien había perdido la virginidad hacía un año, jamás le habían dado por el culo. ¡Jamás se había imaginado que le darían por el culo!

Pero allí estaba ahora, con un dolor impresionante cada vez que movía la parte inferior de su cuerpo. Además de sentir como si un alambre caliente estuviera metiéndosele por el ano, sentía contracturada la parte lumbar de la espalda además de un inmenso dolor muscular en las piernas.

Lo había hecho pedazos.

Sin embargo, sonrió al recordar todo.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso Mark le gustaba?

Releyó la nota hecha a mano por Mark y volvió a dejarla sobre la mesa de noche. Se estiró levemente para tomar su celular del mismo lugar y lo desbloqueó para revisar si alguien le había enviado algún mensaje.

Se atragantó con su propia saliva al ver que eran cerca de las 13:30. Ya había faltado a las clases de la mañana de su segundo día en esa escuela nueva, y si no se apresuraba, también acabaría faltando a las clases de la tarde.

Y su tía lo colgaría de los huevos de una antena.

Quiso apearse de un salto, arrepintiéndose en el acto debido a la ola de dolor que acribilló todo su cuerpo. Se mantuvo quieto como una estatua y frunciendo el rostro entero hasta que el dolor se desvaneciese, y luego comenzó a moverse con delicadeza.

Sin embargo todos sus movimientos se detuvieron en seco en cuanto su teléfono comenzó a sonar con el tono de llamada y él leyó las letras que aparecían en pantalla.

"Padre".

— ¿Qué quieres? — Tajó en cuanto atendió.

— ¿Cómo estás?

— ¿Qué quieres? — Repitió.

La risa de su padre resonó en la bocina.

— ¿Me guardas rencor?

— ¿Para qué mierda me has llamado? — Insistió, a punto de perder los cabales.

— Tranquilo, perrito... — Dijo con superioridad. — Tan solo para avisarte que nos mudaremos a Japón con tu madre. Ya le hemos dado la tutela a tu tía, así que no tienen que venir con nosotros. Si tu madre y yo tenemos suerte, jamás volveremos a ver a tu hermana. Y a ti tampoco.

— Apenas cuelgue haré una fiesta para festejarlo. — Donghyuck apretó la mandíbula. — A partir de hoy, para mí estás muerto. — Masculló.

— Por cierto, — Lo ignoró. — me he enterado que te han metido al colegio de Dongsook. — Volvió a reír, con alegría. — ¡Es maravilloso! Allí hay mujeres. Ya estaba temiendo que en el internado masculino te vuelvas puto o algo así. Sería una deshonra que alguien que lleva mi sangre se vuelva puto. Una maldición. — Donghyuck no respondió. Se mordió la lengua mientras apretaba en un puño la mano en la que no llevaba el móvil. — Bueno, ya te he comunicado que nos iremos, así que no hay otro motivo para seguir hablando. Hasta, si la suerte está con nosotros, nunca. — Y colgó.

Donghyuck arrojó con fuerza su móvil contra el colchón, provocando que rebote y caiga al suelo. Por consecuente, la tapa se abrió y salió volando la batería.

Gritó con fuerzas mientras se aguantaba las lágrimas y las ganas de golpear la pared con fuerza.

"Sería una deshonra que alguien que lleva mi sangre se vuelva puto. Una maldición."

Por algún motivo, aquellas palabras lo habían afectado más de lo que él hubiese querido. Lo habían desestabilizado sentimentalmente, logrando que no pudiese contener el llanto. Un mareo lo atacó, siendo seguido por unas insoportables y desagradables náuseas. Por suerte, logró llegar al inodoro antes de vomitar.

Su respiración se agitó hasta el punto de comenzar a hiperventilar, pero rápidamente logró volver a estabilizarse. Se puso de pie, sintiendo acalambrado absolutamente todo el cuerpo, y miró su rostro al espejo.

Estaba pálido, un fino sudor frío perlaba su piel y pegaba algunos mechones de cabello en su frente y podía ver en su reflejo como su cuerpo entero temblaba.

"Sería una deshonra que alguien que lleva mi sangre se vuelva puto. Una maldición."

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