Capítulo 4
Denny se aferró al cuerpo desnudo de su novio y se quedó inmóvil mientras eyaculaba en su interior, le encantaba tener sexo sin protección, lo hacía sentirse dominante. Besó la mejilla de McCartney y le sonrió.
— ¿Te gustó? —preguntó apenas si hubo recuperado el aliento.
—Mucho, como siempre —Paul lo beso—. Te amo, Denny.
—Bien, ya tengo que irme a trabajar.
—Claro, no olvides que hoy en la noche es la fiesta del novio de Linda, amor.
—No lo olvido, estaré aquí a tiempo para alistarnos.
Denny se apartó de él con cuidado y observó con orgullo el desastre de fluidos que había en las sábanas antes de ir a tomar una ducha, Paul se encargaría de lavar las sábanas, siempre era así.
McCartney se encargaba de la casa y mantenerlo satisfecho, él se encargaba de pagar las cuentas.
. . .
El pelinegro llegó a su salón un poco antes de la hora de su clase y decidió aprovechar el tiempo tocando un poco el piano para comprobar que había quedado bien afinado. Él mismo se había encargado de hacerlo el día anterior porque tenía planeado comenzar a enseñar a los niños una canción para posiblemente presentarla en el festival de Navidad.
— ¿Qué canción es esa?
La dulce voz le hizo dar un respingo. Había estado tan absorto en la melodía que no se había percatado que uno de sus alumnos había entrado: se trataba de Noah, aquel pequeño con cabello castaño y ojos color avellana que Paul había notado que era increíblemente bueno en la música.
—Oh, es una canción de Navidad que compuse —contestó Paul con una sonrisa—. Quiero que participemos en el festival, estoy seguro de que a sus papás les encantaría.
—A mi papá no —Noah rió, provocando que McCartney frunciera un poco el ceño—. En mi casa hay un piano muy grande, pero nunca me deja acercarme.
— ¿Por qué no?
—A mí me gusta la música, pero a él no, creo que lo pone triste. Mi mamá tocaba mucho ese piano, le encantaba la música. Y sé que también tocaban juntos antes de que yo naciera.
— ¿Qué le pasó a tu mamá? —Paul se arrepintió de haber hecho la pregunta cuando notó que la sonrisa del niño se desvanecía—. Lo siento, no quiero que te pongas triste.
—Me pongo triste porque extraño a mi mamá —contestó el niño—. Se fue al cielo cuando nací.
—¿Sabes? Mi mamá también está en el cielo —le contó McCartney, inclinándose un poco hacia Noah—. Y también la extraño, pero sé que ella me cuida desde donde esté y eso me hace sentir mejor.
— ¿Crees que mi mamá también me cuida desde el cielo? —la carita del niño se iluminó.
—Estoy seguro que sí, Noah. Las mamás aman a sus niños.
El niño sonrió y se acercó más al piano para tocar algunas teclas, soltando una risita con el ruido que hizo. El profesor también rió para después enseñarle a tocar un par de acordes. Noah tenía un talento natural, aprendía con rapidez las cosas relacionadas con la música. Paul estaba seguro de que, con suficiente práctica, se convertiría en un buen músico.
— ¿Así? —el niño tocó los acordes en orden.
—Sí, muy bien.
—Quiero ser músico cuando crezca, pero mi papá dice que las matemáticas son más importantes.
—Tú puedes ser lo que tú quieras —el pelinegro rió, recordando que su padre tampoco alentaba mucho la idea de que se convirtiera en músico—, pero no se lo digas a tu papá.
—Okay —Noah rió.
— ¿Profesor McCartney? —Paul alzó la vista y se encontró con la secretaria del director dirigiéndose hacia él—. Una disculpa por la demora, ya le traje las listas de alumnos de sus dos grupos.
—Muchas gracias —el pelinegro tomó las hojas y notó que el resto de sus alumnos estaban entrando al salón—. Hola.
—Hola, profesor McCartney —respondió uno de los chicos antes de dirigir su mirada hacia Noah—. ¿Yo también puedo tocar el piano?
—Todos podrán hacerlo, pero uno a la vez, ¿de acuerdo?
—Si necesita algo más, sólo háganoslo saber, profesor McCartney —le dijo la secretaria del director antes de retirarse del aula.
Los niños se emocionaron tanto con la idea de tocar el piano que fue difícil convencerlos de que en esa clase sólo cantarían. Tampoco tuvo tiempo de tomar la asistencia, sino hasta el final de la clase. Iba mencionando los nombres de los niños por orden alfabético, uno por uno. Todos contestaban felices y alzaban su mano para hacerle saber al profesor que estaban ahí.
—Ethan Jones —leyó Paul para luego alzar la vista y ver que uno de los chicos del fondo alzaba la mano—. Bien... Anne Marie King.
—Aquí, profesor —dijo Anne con alegría, sentada en la primera fila, alzando su mano.
—Muy bien —McCartney bajó la vista para leer el siguiente nombre en la lista y la bonita sonrisa que tenía en su rostro se desvaneció—. ¿James Noah Lennon?
—Soy yo, profesor —el chico alzó la mano y Paul sintió un escalofrío cuando las avellanas del niño se cruzaron con las suyas.
—Claro...
Paul continuó tomando la asistencia de los niños, pero su entusiasmo había decaído de manera notable. Mientras nombraba a cada uno de los niños restantes, veía a Noah de vez en cuando y, por algún extraño motivo, comenzó a sucederle algo que no le había pasado antes: estaba encontrando en el niño cada vez más definida la imagen de su exnovio. Debía ser una broma, su mente tenía que estarlo engañando. Se sentía aturdido y con algo de náuseas.
—Muchas gracias por la clase, profesor McCartney, fue muy divertida —le dijo Noah antes de salir del salón.
Fue muy complicado para el pelinegro impartir la segunda clase, no podía olvidar a aquel niño. Era como si haber conocido su nombre hubiera provocado que algo en su cerebro conectara y despertara en él una clase de sexto sentido. Era una tontería, una que le estaba causando un fuerte dolor de cabeza.
—Estás pálido, ¿qué sucede? —le preguntó Linda en cuanto lo vio a la salida de la escuela.
—Nada, estoy bien.
—Paul, eres mi mejor amigo, casi mi hermano, sé cuando no estás bien —la rubia alzó una ceja— y también cuando estás mintiéndome. ¿Es Denny? ¿Descubrió que estás tomando anticonceptivos?
—No, no, él no lo sabe todavía —McCartney negó con la cabeza—. Se lo contaré cuando sea un buen momento. No quiero lastimarlo o que piense que no quiero tener hijos con él.
—Sí, claro, tal vez cuando se moleste porque aún no ha logrado embarazarte para amarrarte a él.
—No será así, Linda. Yo me quedaré junto a él por siempre, con o sin bebé. Además, quizá me tome un par de semanas adaptarme a la idea y deje de tomar las pastillas. De esa forma ni siquiera tendría que contarle sobre los anticonceptivos, no lo sé.
—Tener un bebé con ese hombre sería como echarte una soga al cuello —Eastman rodó los ojos—. He conocido a muchos patanes y él es por mucho el peor de todos, Paul. Estoy segura de que no te atendería bien durante el embarazo y luego te exigiría mil cosas apenas si dieras a luz. Sería una verdadera pesadilla...
—Linda, basta. No estoy de humor, me duele la cabeza. Si sólo vas a hablar mal de Denny, lo mejor sería que no habláramos más...
—Lo siento.
—Esa es la menor de mis preocupaciones por ahora.
—Sabía que había algo, ¿qué es?
—El apellido de uno de mis alumnos es Lennon —confesó McCartney—. Como puedes imaginarte, me fue imposible no pensar en John.
—Bueno, es sólo un apellido, ese chico y él no necesariamente tendrían que estar emparentados, ¿o crees que sí?
—El niño se llama James Noah, Linda. Sería una coincidencia demasiado grande que tenga el nombre exacto que John y yo planeabamos para nuestro bebé. Además... tiene los ojos idénticos a los míos y su cabello es como el de John.
— ¿Crees que ese niño es tu hijo?
—No sé, Linda, no sé... si lo fuera, ¿por qué me dijeron que había muerto?
—Sería algo muy grave —Eastman suspiró, sin saber qué decir para mejorar el estado de ánimo de su amigo—. El hospital no pudo mentir con algo así, Paul, quizá sólo es una coincidencia.
—Supongo que sólo es una coincidencia —McCartney asintió—. Yo tuve en mis brazos el cuerpo de mi bebé, comprobé que no estaba respirando, estaba muy frío, me dolió en el alma no poder hacer nada para darle calor. Ni siquiera tengo una foto de él...
—Oh, Paul —la mujer lo abrazó—. Lo siento muchísimo, nunca he pasado por algo así, pero me duele mucho escucharte. Desearía poder hacer algo por ti.
Linda era de las pocas personas que conocían sobre el pasado de Paul
—Me escuchas, eso es suficiente —el pelinegro sonrió un poco—. No quiero seguir hablando más de esto y ya debo irme a casa. Te veré en la fiesta, Denny saldrá temprano para alistarnos e iremos juntos.
—De acuerdo, te veré más tarde. No olviden sus disfraces.
—No, ya los tenemos listos.
. . .
Laine sonrió al verse en el espejo junto a Paul y besó su mejilla, haciéndolo sonrojar. Habían optado por vestirse con pantalones y chaquetas de cuero color negro, vestimenta digna de rockeros. Ambos se peinaron hacia atrás en un intento de lucir como Elvis Presley.
—Te ves lindo, ya quiero que volvamos para poder quitarte la ropa —comentó Denny.
—Suena como un gran plan, estoy ansioso —Paul rió.
—Bueno, si la fiesta es buena, tal vez encontremos un espacio para divertirnos, siempre hay orgías en las fiestas de los músicos famosos. ¿No te emociona?
—Eh... no, creo que no —McCartney negó con la cabeza—. Yo sólo quiero estar contigo, Denny.
—Por eso te adoro —Laine besó su frente—. Vamos, tengo una sorpresa para ti, cierra los ojos.
—Está bien —Paul cerró los ojos—. ¿Y ahora qué?
—Yo te llevaré, no se vale espiar —Denny le cubrió los ojos con la mano, riendo, y lo condujo hasta la salida de la casa. Abrió la puerta y retiró su mano—. Listo, ya puedes ver.
Afuera de la casa estaba estacionado un escarabajo de Volkswagen color blanco. Paul frunció un poco el ceño, pero comprendió todo y sonrió cuando Denny le entregó el juego de llaves.
—Es tuyo, Paul —le dijo el hombre—. La futura madre de mis hijos no puede seguir tomando el metro.
—Muchas gracias, Denny —McCartney lo abrazó, riendo—. ¿Cómo lo hiciste? ¿Te dieron un aumento?
—No exactamente —admitió Laine—, en realidad pedí un préstamo, pero era necesario. No quiero arriesgarte a tener un accidente cuando mi bebé podría estar ahora mismo en tu vientre. El auto está a mi nombre, pero lo pondré a tu nombre en cuanto termine de pagarlo.
—Eres el mejor novio de todos, Denny —Paul lo besó—. Te amo. Yo conduciré a la fiesta, ¿te parece?
—No, descuida, yo conduciré. Estoy seguro de que será una fiesta llena de excentricidades, así que iremos en mi auto, es más apropiado. Ya tendremos tiempo de pasear en tu auto.
—De acuerdo.
Denny era el orgulloso propietario de un Ford Thunderbird de color rojo, el auto soñado de muchas de personas. A Paul le parecía muy sexy ver a su novio al volante, aunque no fuera del todo un gran conductor. El carro había sufrido un par de accidentes por culpa del alcoholismo de Laine, pero nada demasiado severo como para afectar la estética o el funcionamiento del vehículo.
La casa de Mick Jagger era grande, pero a Paul no le pareció tanto. Todas las casas parecían ser relativamente pequeñas después de haber vivido en Tittenhurst Park. Denny, por otro lado, estaba fascinado y no tenía reparos en hacérselo notar a su novio.
—Mira ese Rolls-Royce, Paul —Laine señaló uno de los vehículos que estaban aparcados frente a la casa—. Algún día tendré uno así, de color negro, quizá hasta te deje conducirlo una o dos veces.
—Espero que sí, amor —McCartney sonrió.
Caminaron hasta la puerta, donde un hombre vestido con smoking los detuvo para analizarlos de arriba abajo.
— ¿Nombres?
—Soy Paul McCartney, él es Denny Laine —habló el joven de ojos color avellana—, somos invitados de Linda Eastman.
—Paul McCartney, sí —el hombre asintió mientras revisaba la lista de nombres—. No hay ningún Denny Laine en la lista, lo siento, no puedo dejarlo pasar.
—Claro que mi nombre está en la lista, idiota —Laine estaba molesto—. No puede estar el nombre de mi novio y no el mío, sería una estupidez.
—No sirven de nada sus insultos. La lista es clara, señor.
—Tal vez... Brian Hines —sugirió Paul, intentando evitar una pelea entre el hombre y su novio.
—Brian Hines, sí, está en la lista, pasen.
—Gracias —McCartney arrastró a su novio adentro antes de que pudiera decir algo más—. Lo siento, debí pedirle a Linda que escribieran tu nombre como te gusta.
—Sé que tu amiga lo hizo a propósito para molestarme —Denny rodó los ojos—. Todas las mujeres son iguales...
— ¡Paul! —la voz de Linda hizo que el pelinegro se girara para encontrarse a su amiga, quien lo abrazó de inmediato—. Me alegra tanto que hayas venido, Mick está ansioso por conocerte. —La mujer hizo una mueca de desagrado al ver a Denny—. Hola, Brian...
—Hola, Linda... —el hombre le dirigió la mirada más fría posible.
—Paul, ven, te llevaré con Mick.
Eastman tomó a su amigo de la mano para conducirlo hasta el salón donde se encontraba su novio charlando con los otros miembros de los Rolling Stones. Laine siguió a Paul y a la mujer de cerca. El lugar estaba repleto de personas con disfraces extravagantes y otros no tanto.
—Amor, este es Paul.
—Hola —Jagger sonrió y estrechó la mano de McCartney con calidez—. Es un placer conocerte, Linda me ha hablado mucho de ti, sé que eres como un hermano para ella. Gracias por cuidarla y a Heather también.
—Soy como el hermano de Linda —Paul asintió—. Ella también me ha hablado mucho sobre ti, hasta ahora creo que eres un buen hombre y espero que sean felices juntos, pero te advierto que si llegas a lastimarla a ella o a Heather, te las verás conmigo.
Mick asintió.
—Te prometo que jamás las lastimaré, Paul.
—Gracias —McCartney sonrió y estaba a punto de hacer otro comentario sobre Linda cuando escuchó a alguien carraspear a su lado—. Oh, Mick, él es Denny Laine, mi novio.
—Mucho gusto, soy Mick Jagger —el stone estrechó la mano de Laine por un breve momento antes de volver a ver a Paul—. ¿Quieres algo de tomar, Paul? Me aseguraré personalmente de traerte alguna bebida.
—Sí, una margarita, por favor.
—Bien —Jagger vio de nuevo a Laine—. ¿Usted gusta algo?
—Sí, algo de vodka.
—Perfecto —Mick asintió—. Siéntanse como en su casa, ya traigo las bebidas.
Al principio no había mucha gente en la casa, pero caminar en los pasillos se volvió una tarea cada vez más complicada conforme transcurría la noche. Paul ni siquiera entendía cómo podía caber tanta gente ahí.
Por otro lado, la fiesta no fue del todo como Denny creyó que sería, pues no hubo ninguna orgía, pero sí que había drogas y mucho alcohol. Paul no pudo evitar que, en un descuido, mientras él estaba hablando con Linda sobre Heather, su novio consumiera varias sustancias que lo llevaron a ponerse paranoico y a tener náuseas.
—No me siento bien, Paul —admitió de repente—. Creo que iré por otro trago, estoy seguro de que eso hará que me sienta mejor.
—No, Denny —McCartney intentó detenerlo—, tal vez lo mejor sea que vayamos a casa, yo sólo tomé la margarita, pero ya se me pasaron los efectos, así que puedo conducir. Aún podemos hacer el amor si te sientes mejor cuando lleguemos a casa.
Laine negó con la cabeza y sacó de su bolsillo una pequeña bolsa con polvo blanco.
— ¿De verdad crees que cambiaría esto por tener sexo contigo, Paul?
—Denny... por favor, vámonos.
—Ve con tu amiga la rubia...
Laine comenzó a alejarse y, aunque Paul intentó seguirlo, lo perdió entre toda la gente que estaba ahí. Las luces del lugar tampoco eran muy útiles. Por fortuna, Linda se encontraba cerca, así que no dudó en acudir a ella para pedirle ayuda.
—Denny está muy mal, tengo que llevarlo a casa, está drogado, no sé qué tanto se metió.
—Bien... —Eastman suspiró—. Voy a ayudarte a encontrarlo. Iré al segundo piso, supongo que estará ahí.
—Gracias, yo iré a la entrada.
McCartney caminó entre la multitud de gente que había en la casa hasta que se topó de espaldas con la única persona aparte de él que estaba vistiendo una chaqueta y pantalones de cuero negro. Suspiró aliviado, estaban cerca de la entrada, sería sencillo sacarlo de ahí.
—Amor, ya vámonos a casa... —el pelinegro lo abrazó por la espalda.
— ¿Paul?
El pelinegro se apartó de inmediato del hombre que había abrazado al darse cuenta de que no se trataba de Denny. Las luces parecieron intensificarse en ese momento y pudo ver cómo la cabellera castaña se iluminaba. El hombre parecía estar viendo a un fantasma. Paul, por su parte, también empalideció.
— ¿John?
— ¿Qué estás haciendo aquí? —era difícil distinguir si el tono de voz de Lennon denotaba desagrado o sorpresa.
—Yo...
— ¡Ya traje las bebidas, amor! —un hombre rubio se acercó a John y le dio un beso en los labios.
Cuando John se apartó de su pareja, Paul ya se había ido.
Tuve un arrebato de inspiración después de haber visto a Paul, espero poder publicar más seguido a partir de ahora :)
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