Capítulo 3
Cuando Denny llegó a casa, encontró a Paul recortando de manera cuidadosa lo que parecían ser tarjetas con imágenes de distintos tamaños, colores y formas. Sonrió al verlo tan concentrado y se acercó a él para besar su mejilla.
—Hola, cielo.
—Hola, amor. ¿Cómo te fue en el trabajo? —McCartney dejó las tarjetas para ver a su novio—. ¿Produjiste el siguiente número uno hoy? ¿O acaso creaste el siguiente número uno?
—No, en realidad fue un día bastante aburrido, muchas juntas con empresarios y, ya sabes, gente de la administración del estudio. Estoy exhausto y muy hambriento. ¿Qué preparaste para cenar?
Paul se puso pálido de repente.
—Es que... estuve ocupado con el material de mi clase de mañana, no hice la cena. Lo siento, haré algo rápido, ¿sí?
La sonrisa de Denny se borró de su rostro y negó con la cabeza.
—Sólo llevas un día trabajando y ya estás descuidando la casa, Paul —chasqueó la lengua—. Sabía que eso del trabajo no era una buena idea. ¿Cómo se supone que vas a lidiar con todo el día que nos casemos y tengamos una familia?
—Denny, falta mucho para eso, no te preocupes. Me emocioné con mi actividad de mañana, pero me pondré a hacer la cena de inmediato. —El hombre de ojos dormilones le dio un pequeño beso a su novio—. ¿Qué se te antoja? Te prepararé lo que me pidas.
—Lo que sea, Paul, muero de hambre.
—Bien, prepararé algo rápido y luego dejaré que me hagas todo lo que quieras en la cama.
—Me agrada esa última parte... —Laine volvió a sonreír—. Iré a darme una ducha y vendré a cenar.
—Claro, amor, ve.
McCartney suspiró de alivio al ver que su novio se iba al baño y se apresuró a preparar la cena para los dos. Durante el tiempo que llevaba con Denny había aprendido que no tenía un carácter tolerante, al contrario, se irritaba con facilidad y no era muy paciente; pero sabía que su novio jamás se resistiría a sus encantos físicos ni a la deliciosa comida que preparaba. A Paul le encantaba complacer a su novio, era su manera de demostrarle lo mucho que lo amaba.
La cena transcurrió sin ningún otro incidente y luego la pareja se fue a la cama.
. . .
El segundo día de trabajo de Paul había sido todavía mejor que el primero: todos los niños participaron en las dinámicas que había preparado e incluso le dio tiempo para enseñarles una pequeña secuencia rítmica. Sabía que era muy pronto para saberlo, pero ya tenía a la vista un par de niños que podrían participar en el festival de invierno.
—Padrino Paul, ¿ya podemos irnos?
McCartney terminó de guardar los marcadores en su maletín y alzó la vista para ver a su pequeña ahijada junto a su escritorio. Sonrió y asintió con la cabeza. Heather se acercó a él para tomarlo de la mano.
— ¿Te gustó la clase de hoy? —le preguntó cuando salieron del salón.
—Sí, padrino —See rió y soltó su mano para volver a hacer la secuencia rítmica con sus manos—. Fue divertido, la clase de música es mi favorita.
— ¿De verdad?
La niña asintió y volvió a tomar su mano para seguir caminando junto al pelinegro. Linda se encontraba esperándolos frente a la puerta principal de la escuela. Heather corrió a los brazos de su madre en cuanto la vio.
—Hola, Paul —Eastman le sonrió—. ¿Qué tal tu segundo día?
—Increíble, puedes preguntarle a Heather.
— ¡Mi padrino nos enseñó a hacer música, mami! —la niña repitió la secuencia rítmica con sus manos para mostrarle a Linda—. Dijo que mañana nos enseñará más y nos dará un premio si aprendemos toda una canción.
—Suena bastante interesante —Linda alzó una ceja, sintiendo curiosidad—. ¿Cuál será el premio?
Paul no había querido decirles a los niños cuál sería el premio con la finalidad de mantenerlos entusiasmados. A decir verdad, ni siquiera él tenía del todo claro cuál sería el mejor premio para la tarea, aunque tenía un par de ideas. Al escuchar la pregunta de su madre, la pequeña niña dirigió su mirada hacia el hombre, creyendo que a ella sí le confesaría de qué se trataba el premio.
—Es una sorpresa —McCartney rió—. ¿A dónde quieren ir a comer? Yo invito.
— ¡Hamburguesas! —gritó Heather.
—Quizá podríamos comer pasta en algún restaurante italiano —sugirió Paul, ignorando intencionalmente a su ahijada—. Creo que hay uno cerca de aquí.
— ¡No! ¡Hamburguesas!
—También vi un negocio donde venden crepas, podríamos ir —sugirió Linda.
— ¡Hamburguesas! —See daba saltitos, impaciente.
—O comida mexicana, ya sabes, tacos o burritos.
— ¡Hamburguesas! —Heather jaló un poco el saco de Paul para llamar su atención—. Quiero comer hamburguesas, por favor.
McCartney rió y cargó a su ahijada para ponerla sobre sus hombros mientras que Linda se encargaba de tomar la mochila de la niña. Comenzaron a caminar hacia el restaurante donde vendían hamburguesas. Paul se sentía muy feliz de poder pasar tiempo junto a ellas: eran lo más cercano que tenía a una familia.
—Está bien, hamburguesas serán.
—Sólo porque dijiste "por favor" —añadió Linda, riendo.
— ¿Podemos ir por un helado después de las hamburguesas, padrino? —preguntó la niña de forma cautelosa.
—Claro que sí —contestó Paul—, pero primero tenemos muchas cosas que platicar; por ejemplo, de que tu papi vino la semana pasada. ¿Te divertiste junto a él? Me habías dicho que lo extrañabas mucho.
La niña asintió con su cabeza, sin ser del todo consciente de que Paul no podía verla, y peinó un poco el cabello del pelinegro antes de contestar.
—Sí, fuimos al parque y luego al museo de historia... —la niña suspiró con fastidio—. Eso fue muy aburrido. Papi sólo hablaba y hablaba de todas las cosas viejas y esculturas que hay en el museo, dijo que me llevaría a más museos cuando vaya a visitarlo para pasar las Pascuas.
Paul frunció el ceño y le dirigió una mirada llena de curiosidad a la mujer.
— ¿Van a ir a Arizona, Linda?
—Sí, Mel dijo que tendrá un par de semanas libres para entonces y nos invitó.
—Entiendo... —McCartney suspiró—. Está bien, a Heather le gusta pasar tiempo con su papá e ir a muchos museos con él, ¿verdad, princesa?
—No me gusta ir a museos aburridos, padrino —respondió la niña, riendo—, pero papi dijo que voy a faltar a la escuela.
—Oh... ¿planean quedarse allá mucho tiempo, Linda? —el pelinegro sintió un nudo en la garganta al preguntarlo.
—No, dos o tres semanas a lo mucho —contestó Eastman—, Mel sugirió que pidiera permiso para que Heather se ausente unos días en la escuela, pero a mí no me gustaría que pierda clases. De cualquier manera, aún faltan semanas para eso, así que no hay nada del todo planeado.
—Entiendo, está bien.
Paul asintió y continuaron caminando. Por un lado, le alegraba que Linda arreglara las cosas para que Heather pudiera pasar más tiempo con su padre, pero también le entristecía un poco la idea de que él no las vería. Para el día de Pascua previo habían organizado una gran búsqueda de huevos decorados en el jardín junto con una de las vecinas de Linda que tenía tres hijos.
Heather tenía prácticamente la edad que tendría su hijo si no hubiera nacido sin vida; así que a Paul le gustaba considerar a Heather, hasta cierto punto, como si fuera su hija. Su ahijada lo había ayudado a superar en gran medida la depresión en la que había estado.
Cuando llegaron al negocio de hamburguesas, McCartney bajó a Heather, quien de inmediato corrió a la zona de juegos infantiles. Linda y el pelinegro se encargaron de pedir la comida y fueron a sentarse mientras preparaban sus hamburguesas.
El hombre se giró un poco al escuchar a su ahijada llamándolo desde uno de los juegos. Sonrió y la saludó con la mano.
—No te agradó la idea del viaje a Arizona, te conozco, Paul. Sientes desconfianza.
—No, no es eso, Lin —el pelinegro la miró, con el ceño fruncido, y negó con la cabeza—. Es sólo que ya estoy muy acostumbrado a tenerlas cerca, son como la única familia que tengo: te quiero mucho y sabes que daría mi vida por Heather. Pensé que pasaríamos las pascuas como el año pasado.
—Bueno, eres bienvenido a Arizona. Sería como en los viejos tiempos, Mel estaría encantado de que fueras también.
Paul rió.
—Gracias, pero sé que a Denny no le gustaría la idea de que viaje solo, sabes cómo es.
—Sí, sé lo maravilloso que es —Linda rodó los ojos—. No tendrías por qué pensar en él, Paul. No me voy a cansar de decírtelo: mereces a alguien que te respete y te ame de forma incondicional. El día que decidas terminar con él, me sentiré más tranquila.
—Sabes que no me gusta que hables así de él —le recordó McCartney—. Sé que no es el hombre perfecto, pero realmente nadie lo es; y yo lo amo, creo que con eso basta. Por favor, házlo por mí.
Eastman suspiró.
—Bien, lo haré por ti, pero no puedes obligarme a saludarlo ni pedirme que finja que somos grandes amigos cuando sabes que el desprecio es mutuo.
El pelinegro rió.
—Gracias, Lin.
. . .
McCartney entró al departamento con un paquete que contenía una hamburguesa para su novio, sabía que llegaría hambriento y no quería que se molestara porque no había preparado comida.
— ¿Dónde estabas, Paul?
—Hola, amor —se acercó a su novio y depositó un pequeño beso en sus labios—. Salí con Linda y con Heather. Fuimos a comer hamburguesas, traje una para ti. Vamos a la cocina, la calentaré.
—Gracias —Laine sonrió y siguió a su pareja a la cocina—. ¿Qué tal estuvo tu día en el trabajo?
—Mejor que ayer, me gusta mucho lo que hago —le contó mientras sacaba la hamburguesa para calentarla—. Es fascinante ver el entusiasmo que la música les produce a los niños, adoro verlos felices. Uno de ellos me dijo que quiere ser músico cuando crezca y otra chica comenzó a contarnos que su tía trabaja con muchos músicos, al parecer como su mánager. —McCartney colocó la hamburguesa caliente en un plato y lo puso sobre la mesa—. Tal vez estoy frente a tus futuras estrellas, amor.
—Quizá... pero ambos sabemos que esos niños necesitarían mucho más que unas simples clases de música para poder convertirse en verdaderos músicos —Denny se sentó en su silla para comenzar a comer la hamburguesa—. ¿Tenemos algo para tomar?
—Sí, claro, hay refresco —Paul fue deprisa al refrigerador para abrir uno y servirle en un vaso a su novio—. Yo creo que esos niños tienen mucho potencial, amor. Heather, por ejemplo, es una de las que más disfruta mi clase, así que voy a ofrecerme para darle clases extra, le gustarán y mejorará mucho su coordinación. Hay un par de casos así.
—Bueno, yo creo que en tanto te paguen esas horas extras y no sean aquí en la casa, está bien —Denny bebió de su refresco—. No me gustaría llegar y ver todo desordenado. O peor: que nos robaran cosas.
—Son sólo niños y estarían en todo momento bajo mi supervisión —McCartney sonrió mientras se servía un vaso de refresco para acompañar a su pareja—, no harían algo así.
—Paul...
— ¿Sí?
—¿Sabes? Deberíamos intentar tener un bebé —Paul comenzó a toser al escuchar las palabras de Denny—. ¿Tan terrible te pareció la idea? Pensé que tener una familia estaba entre tus planes, adoras a los niños, ¿cambiaste de opinión?
—No es eso, Denny. Es que, bueno, ahora tengo un trabajo y sería complicado si me embarazara. Además, sabes que tengo la teoría de que mi cuerpo no puede crear bebés sanos, no quisiera perder a nuestro hijo.
—Podríamos ir con algún médico para que te revisara y fuera un buen embarazo.
Paul negó con la cabeza, de verdad le aterraba la idea de volver a pasar por todo de nuevo: los cambios en su cuerpo, la montaña rusa de emociones, el sentir una vida en su pancita, enamorarse de forma ciega y volver a casa con las manos vacías.
—Denny... no es sólo eso, no estamos listos para tener un bebé. Ambos trabajamos y pasamos muy poco tiempo juntos en casa, ni siquiera estamos casados.
—La última parte se arregla fácil. En cuanto a lo otro... tú podrías dejar tu trabajo y yo me encargo de los gastos, buscaría la manera de pasar más tiempo contigo y con Denny Junior. Hay muy buenas prestaciones para quienes tienen hijos, Paul.
— ¿Me dejarías pensarlo un poco? —le preguntó McCartney, obteniendo una respuesta afirmativa—. Honestamente, me tomaste por sorpresa con este tema y, bueno, no estoy listo para hablar con claridad.
—Está bien, Paul —Denny sonrió—, pero me haría muy feliz verte con mi hijo en el vientre.
McCartney tragó saliva y asintió, aunque en el fondo sabía que no estaba listo para algo como eso.
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