EXTRA - NIALL
¿Es importante leer este extra?
No, solo quiero atar cabos para evitar críticas.
¿Con este extra estoy intentando hacer que empaticen con el personaje?
No, solo quiero darle profundidad porque no me gustan los personajes planos.
Lamento que no sea un capítulo, espero poder darles uno pronto.
Los amo.
Niall.
Mi papá mató a mi mamá.
No me encontraba en la cocina en el momento en el que sucedió todo, yo estaba encerrado en mi habitación jugando en el xbox cuando escuché los golpes en la puerta.
Mi papá no me explicó por qué estaba cubierto de sangre, simplemente me tomó por el cuello y me jaló hasta su auto más furioso que nunca.
Una chica lo observaba todo dentro de un auto, parecía una alumna y por su mirada parecía estar aterrada con la actitud de mi padre.
No paré de preguntarle a él por mi madre, tal vez por eso me golpeó para que me centrara en conducir lo más rápido posible hasta el instituto.
No entendía nada, solo frené a mitad de la vía cuando lo escuché murmurar que mataría a Niels.
Él lo sabía.
Por alguna razón a pesar de haberlo querido hacer hace mucho tiempo, no me alegró ni alivió saber que mi padre sabía la sexualidad de mi hermano: solo me asustó.
Si algo sabía es que mi padre odiaba con todas sus fuerzas a los gays. Le daban asco, no los soportaba, por eso intenté por todos los medios hacer que Niels entrara en razón y se curara. Él no entendía la gravedad de lo que estaba haciendo, mi padre lo iba a matar en el momento que se enterara de todo.
Pues ya se había enterado y lo iba a matar. Lo sabía. No era una expresión exagerada. Mi padre era capaz de asesinarlo con sus propias manos.
Por eso me alarmó aún más que tuviera las manos manchadas de sangre. ¿De quién era esa sangre? De esa chica no era, ella estaba intacta.
— ¡ENCIENDE EL MALDITO AUTO, NIALL! —El golpe seco de mi padre me hizo reaccionar.
Estábamos a mitad de la vía y había varios autos pitando a raíz de mi shock.
Pero no lo hice, simplemente miré al frente y visualicé la imagen de mi madre en la cocina. Ella estuvo todo el tiempo con mi padre, ¿por qué cuando bajé no la vi?
¿De quién era la sangre que él tenía en las manos y ropa?
— ¡NIALL! —El grito de él me aterró, pero la imagen de mi madre en mi mente me hizo mantener la compostura.
— ¿De quién es esa sangre?
Él pareció sorprenderse por mi pregunta, pero no se inmutó, simplemente se limpió las manos en el pantalón y sacó el revólver que tenía en su cintura.
Papá coleccionaba armas. Uno de sus pasatiempos era cazar y me enseñó desde muy pequeño a hacerlo. Siempre lo vi usando todo tipo de armas, tal vez por eso desde pequeño pasaba mi tiempo cazando a las mascotas de mis vecinos.
Otros niños en su infancia jugaban a ser policías o bomberos; mi manera de divertirme era desmembrando o envenenando gatos o todo tipo de animales que me encontraba por la calle.
Supongo que eso hizo que otros niños tuvieran miedo y luego hicieran todo lo que yo quisiera. Era así incluso ahora. Mis compañeros hacían lo que yo quería, la mayoría ni siquiera iba a clases porque yo tampoco lo hacía, todos se criaron conmigo e ingresaron a la misma universidad.
Yo estaba estudiando programación porque amaba los videojuegos y quería convertirme en un creador. Los chicos que se mantenían conmigo ni idea. No eran mis amigos.
Mi único amigo era mi hermano menor y dejó de serlo cuando me enteré de su enfermedad.
—Comienza a conducir —fue todo lo que dijo mi progenitor.
Observé el revólver cuando comenzó a jugar con él y apreté mis puños alrededor del volante.
La única persona que siempre me trató como un niño normal era mi madre. Ella siempre encontraba la forma de hacerme sentir un niño bueno. Siempre me daba un beso de buenas noches luego de las golpizas que me daba mi padre por mis bajas calificaciones. Siempre escondía mis exámenes fallidos o firmaba las actas que enviaban de la escuela. Ella siempre me protegía de él, por eso era la única persona por la que dejaría de hacerle caso a mi padre.
Por eso, a pesar de tenerle miedo, prefería eliminar las dudas en mi mente.
— ¿Dónde está mi mamá?
—Arranca, Niall.
Dos palabras. Eso fue todo lo que me confirmó que esa sangre era de ella.
Él había herido a mi madre.
— ¡¿DÓNDE ESTÁ MI MAMÁ?! —Mi grito o tal vez la expresión de mi cara lo hicieron asustarse.
Me giré hacia él con una mirada psicópata y le quité el revólver de un solo manotazo. Él retrocedió de inmediato y levantó sus manos cuando lo apunté directamente a la frente.
Alrededor de nosotros las personas en sus autos se quejaban, pero no podía prestarles atención.
Solo tenía ojos y mente para el ser que estaba a un lado de mí.
— ¿Le hiciste daño, no? —apreté con más fuerza el acero en su frente —. ¿Qué le hiciste a mi mamá?
Él apretó sus dientes sin ganas de que lo viera asustado, pero sus ojos lo delataban. Estaba aterrado y lleno de culpa. Había hecho algo malo. Había hecho algo extremadamente malo porque antes solo habría explotado como yo.
Por algo sufrió de un infarto meses atrás. Era una persona que no sabía cómo canalizar sus emociones.
—Ella empezó.
Mal comienzo.
— ¿Qué le hiciste, Noriel? —esbocé una sonrisa.
Creo que es lo que más miedo le daba a los niños. Cuando hacíamos una travesura que nos metía en problemas, en lugar de huir yo me reía.
Ese lado psicópata siempre asustó mucho a todos, sobretodo a Niels.
—Ella intentó detenerme —comenzó a hablar torpemente —. Yo estaba por salir de la cocina cuando ella tomó un cuchillo y se interpuso.
Un cuchillo.
— ¿La apuñalaste? —pregunté con una sonrisa más grande.
Él tragó saliva.
—Ella intentó cortarme y yo me defendí...
La fuerza de mi mamá era nula comparada con la de mi papá. Ella jamás lograría matarlo, tampoco querría. Máximo lo habría herido levemente. Era igual de sensible que el asqueroso de mi hermano.
— ¿Apuñalaste a mi mamá? —El revólver en mi mano tembló.
Mi mano izquierda viajó hasta su mejilla y él me observó con sorpresa al notar lo fría que estaba.
Todo era su culpa.
— ¿Qué haces? —preguntó, pero no se movió.
Las personas hicieron sonar sus cláxones cuando me giré bruscamente por la autopista retomando el camino a mi casa.
No podía escuchar, no era consciente del peligro, solo pisé el acelerador y apreté el volante con ganas de hacer volar a todos.
Mi padre no dijo una sola palabra en todo el camino. A ratos sentía su mirada clavarse en el revólver que tenía en la mano derecha. Mi pie se clavó en el acelerador y no se movió de ahí hasta que apareció la casa azul con la puerta principal abierta.
Frené estrepitosamente y corrí en dirección a la cocina.
Pero me detuve de golpe cuando la vi ahí, acostada sobre el sofá.
Ese sofá rojo con detalles dorados en los que tantas veces se sentó a contarme historias. El sofá en donde me consoló y curó de los golpes de mi padre. El lugar en donde me cuidaba las madrugadas en las que llegaba tan borracho que no podía subir a mi habitación.
Mi mano dejó de tener fuerzas para sostener el revólver, solo tuve mente para caminar hasta ella y agacharme a su lado, observando su pálida piel.
—Está aquí —fueron las únicas palabras de mi padre.
No reaccioné a su comentario, solo lo sentí tomar el arma y correr hasta piso arriba en busca de alguien.
Seguramente también le iba a hacer lo mismo a él.
No era necesario mencionar el mal estado en el que se encontraba ella. Ni siquiera era un estado, era la inercia. Pero a pesar de saberlo, prefería fingir que no era verdad. Prefería no aceptar que su piel estaba fría y su rostro no tenía color.
Prefería creer que ella solo estaba en un estado crítico y se levantaría en cualquier momento.
—Despiértate —dije sin ganas de esperar más —. Despiértate, mamá. Te prometo que esta vez no te dejaré sola.
Tragué saliva recordando la noche en la que ella por fin decidió denunciar a mi padre.
Fue poco antes de que Niels se regresara de Canadá. Mi padre salió con unos amigos y llegó borracho a la casa. Esa noche actuó como un loco y como me vio despierto tan tarde, me comenzó a golpear de una manera brutal. Mi mamá no lo soportó más y también se metió, solo que ella se llevó la peor parte porque mi papá la empujó tan fuerte que ella al intentar sostenerse se fracturó la mano.
Esa noche ella llamó a la policía pero mi papá le quitó el teléfono y la encerró en una habitación. Cuando los policías llegaron, mi papá me obligó a abrir la puerta y a actuar como si nada hubiera pasado. Mi padre me había obligado a ponerme una máscara de Freddy Krueger que me había prestado un chico que sí había podido asistir a la noche de Halloween.
Yo mentí, le dije a los policías que estábamos jugando y por eso le había dicho a mi madre que llamara como si estuviera en problemas. Para evitar que quisieran verla, les dije que ella ya se había dormido. Los policías quisieron saber más, pero se quedaron tranquilos cuando les supliqué que no la despertaran, que tenía un hermano bebé que no la dejaba descansar mucho.
Mi madre estuvo encerrada por dos días. A mi papá no le importó que tuviera la mano fracturada ni que tuviera hambre o sed: la mantuvo ahí hasta que ella le suplicó y prometió que no volvería a pedir ayuda.
Desde entonces nunca lo intentó denunciar y yo no volví a quejarme ni tratarla como una cobarde por no protegerme.
Siempre pensé eso: que era débil y cobarde.
Ahora entendía que el único débil y cobarde fui yo.
—Mamá, despierta —tomé su mano derecha y apreté mis dientes —. Te acompañaré a denunciarlo, esta vez no te dejaré sola.
Ella no respondió. No lo iba a hacer más, pero aún no lo podía aceptar.
Mi cuerpo no lo aceptaba y mucho menos mi mente, por eso ambos estaban en un colapso. ¿Así era como se sentían los gatos bebés cuando me veían torturar a su madre? Era horrible.
—Despiértate, no es para tanto —tomé la chaqueta que la tenía cubierta y la aparté, notando que la sangre ya se había detenido porque ella ya se había desangrado.
Mi papá no hizo esto por accidente, él sabía lo que hacía. Tuvo que darle vueltas al cuchillo para hacerle una herida así.
— ¡Despiértate! —le grité cuando las sirenas de policía se escucharon a la distancia.
No podía separarme de ella sin antes verla abrir los ojos.
Ni siquiera era consciente de mi fuerza a la hora de tomarla de los hombros y sacudirla.
— ¡Manos arriba! —alguien gritó detrás de mí, pero no hice caso.
Solo quería despertarla. Solo quería que me mirara a los ojos.
Solo quería despedirme si ya no la iba a ver más.
—Niall Baasch, queda usted detenido por intento de homicidio.
Me resistí y grité cuando me tomaron entre tres para ponerme las esposas.
Hundí mi rostro en el cuello de mi mamá y supliqué que despertara, pero ella no lo hizo, simplemente se quedó tendida en el sofá, tal como hacía cuando estaba cansada y no quería ir a dormir con mi padre.
Muchas veces me burlé de ella porque su sueño liviano no la dejaba dormir más de tres horas. En ese momento no comprendía que no se trataba de un sueño liviano, sino de su instinto de supervivencia. Ella sabía que vivir con mi padre era vivir era estar en un estado de alerta constante.
Mi mamá estaba muerta y nada la despertaría.
Nunca más podría burlarme de ella. Nunca más podría sentir sus besos en la frente. Nunca más podría sentir sus caricias en mi cabello cuando creía que estaba dormido.
Jamás podría demostrarle que ahora estaba dispuesto a salvarla. Jamás podría demostrarle porque ella jamás iba a regresar.
—Llévenselo —un hombre vestido de negro habló por encima del ruido, haciéndome conectar con la realidad.
Estaba llorando, pero no podía dejar de reír.
Mi mamá había muerto y seguramente mi hermano también.
...
Niall...
¿Qué opinan de él?
Con mucho amor y un beso en la boca
Nepasavoir.
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