EXTRA - Gael
⚠ NO ES NECESARIO LEER ⚠
Escuché mucho esta canción (y a Joji en general) cuando escribí el extra. No les estoy diciendo que la escuchen, pero realmente la letra se asemeja MUCHO al personaje.
Gael.
— ¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo! —el líquido baja como fuego por mi garganta, aún así no dejo de beber hasta terminarlo, siendo aplaudido por un montón de desconocidos.
Varias personas palmean mi espalda y el equipo de fútbol me carga, haciéndome reír y alzar mis brazos con una gran sonrisa.
— ¡Gael! ¡Gael! ¡Gael! —gritan mi nombre durante largos segundos, luego de la emoción, me bajan y siguen haciendo apuestas con bebidas.
Veo a Félix conversar con una chica pelirroja. Según lo que me ha contado, es la chica con la que le gusta hacer sus cosas pero que no quiere para nada serio. Al parecer le habló claro y ambos están de acuerdo con el trato, a pesar de eso, hacen linda pareja.
Me vuelvo el centro de atención en cuestión de minutos. Hago reír a todos y saco a bailar hasta al más serio de todos. Todos me aman cuando les subo el ánimo y no lo negaré; amo hacer lo que hago. Me gusta ser el alma de la fiesta, es mejor eso a ver como los demás se aíslan y se excluyen de lo que puede ser un buen recuerdo.
Estamos en la casa de unos de los jugadores de fútbol porque en el instituto obvio no podíamos hacer nuestro desastre. Todos nos vinimos para acá, a excepción de Josh, los gemelos y Melanie. Ellos siempre se alejan pero ya es una costumbre, somos un grupo, pero respetamos la intimidad de los otros.
Me beso con una chica a la que no logro identificar de ningún modo. Es morena, tiene el cabello afro y me habla de muchos temas interesantes. A medida que le pregunto, más se emociona y me cuenta sobre ellos. Es bonito ver sus ojos brillantes, lástima que me gusta más callarla a besos.
— ¿Quieres... Subir? Para estar a solas —su pregunta no viene acompañada de perversión. Más bien es una pregunta tímida, en sus ojos puedo ver el miedo de lo desconocido.
—No quiero caer en tentación. Soy virgen y quiero estar sobrio cuando inicie mi vida sexual.
La canción que suena me hace alejarme y seguir bailando con los demás. Bebo directamente de una botella pero dejo de beber cuando todo comienza a darme vueltas. Me gusta el alcohol, pero odio hacer el ridículo y no quiero terminar vomitando o desmayado como Maykel. Soy yo el que siempre lo cuida de no hacer shows.
Como varios bocadillos y bailo para sudar lo que ingerí. Las personas poco a poco se van, el cielo me anuncia que está a una hora de amanecer y eso me impulsa a dar mis últimos pasos para irme. Félix ya no está, se fue con la pelirroja y Maykel desapareció cuando Mili anunció que tenía que irse. Supongo que lo que lo hacía quedarse era ella, a mí no me engaña.
Maya, Jennie y el resto, sabrá dios qué están haciendo. La ojiazul trajo a la menor, conversó un rato con ella y luego se la llevó. Supongo que están en sus casas, Jennie no es el tipo de personas que se llevan bien con las fiestas y mucho menos sin Meli.
Camino sin prisa a mi casa. Queda a una hora y eso me motiva a tardarme más, a pensar menos y a respirar lo suficiente.
Cuando me conocen, todos confirman que soy el chico más sociable del universo. Es verdad, también asumen que soy feliz. Soy el tipo de persona que siempre hace reír a los demás y que le gusta subirle el ánimo a alguien cuando nota que está mal. No me gusta ver a nadie mal, odio saber que una persona está pasando por una etapa negativa porque sé lo que se siente. No me gusta que nadie esté triste porque odio que se sientan como yo.
Soy Gael Joe Wooden, mejor conocido como el payaso, el bromista y el chistoso del grupo. Pero detrás de todo eso, soy el chico al que diagnosticaron con depresión a la edad de trece años. Desde ese momento mi vida cambió por completo.
Siempre fui un niño muy aislado y callado, por eso mis padres decidieron consultar con pediatras hasta que llegaron a los psiquiatras. Recuerdo que mi primer antidepresivo me hizo llorar tanto que pasé un día y una noche completa durmiendo. Mis padres jamás supieron por qué reaccionaba tan mal y comenzaron a culparse entre ellos.
A medida que crecía, todas las discusiones y señalamientos cayeron en mí. Todos los problemas en mi casa giraban a mí alrededor. Por ser flojo, por no hacer nada, por no aportar nada, por no tener algo especial. Mis padres siempre vieron a mis amigos destacándose en alguna actividad o deporte. Maykel es un fotógrafo y un prominente periodista en ascenso, todos lo saben. Alex es uno de los mejores jugadores de fútbol y es cuestión de tiempo para que un cazatalentos se contacte con él. Thomas es una promesa de los negocios, todos saben que será él quien asumirá la presidencia de las empresas Crild. Félix es experto en computación y tecnología, actualmente gana mucho dinero haciendo negocios de todo tipo. Josh es un visionario en el mundo de la robótica, en cualquier momento inventará algo que revolucione el mundo de la tecnología o tal vez lo haga pero en el mundo de la ciencia. Yo soy Gael y, según mis padres, no sirvo para nada.
No me gusta compararme, suelo negarme a pensar en eso y más cuando estoy en un estado tan vulnerable como la ebriedad. No me gusta dar lástima, no me gusta hablar de mí y no me gusta que todos me vean como alguien a quien tenerle compasión. Por eso mis amigos no lo saben, por eso no me gusta hablar de mí ni enfocarme en mis problemas mentales.
Me medico, salgo, convivo, me relaciono y actúo como una persona completamente normal. Lo soy, soy una persona normal... Pero a veces no me siento así. A veces solo quiero dormir hasta desaparecer y en algunas ocasiones como estas, solo quiero sentarme y no pensar en lo que haré después.
Todos mis amigos saben los problemas familiares que tengo en casa. Todos me apoyan y están para mí cuando necesito despejarme, pero no saben los problemas internos que no me dejan tranquilo ni un momento.
No es que no los considere mis amigos porque no, no es eso, los adoro y sé que ellos a mí. Pero hay algo que no me permite hablar, no me permite desahogarme o simplemente expresar lo que siento. Sé que ellos me escucharían si tuviera algo que decirles, pero la realidad es que no tengo nada que decir. Ni siquiera sé qué es lo que siento. No hay manera de explicar cómo me siento.
Intento hacer el menor ruido posible al entrar a mi casa. No lo logro, la puerta rechina y me hace apretar con fuerza los ojos por lo irritante del sonido. Busco con la escasa luz mi próxima parada y pongo un pie adentro, en dirección a las escaleras. Todo me da vueltas y me siento bastante atontado.
Mi casa es medianamente grande. Mi familia no posee mucho dinero, tenemos una panadería y mis dos hermanas pequeñas aún están en la primaria. Por eso cuando entré al instituto Artois todos festejaron en grande, fue gracias a David, (el hermano mayor de los gemelos), quien me consiguió un cupo y movió sus contactos para que me dieran una beca. La perdí dos años después, no pude mantener las calificaciones requeridas, pero él y yo hicimos un trato y le hice prometer que si mantenía mis calificaciones en siete, él financiaría el cupo de mis hermanas pequeñas. A veces lloro de estrés, pero no quiero que el odio de mi familia se multiplique por mil.
—Bonita hora de llegar —la voz de mi padre me hace tragar grueso.
Como siempre, está sentado en el sofá y como todos los viernes, tiene una botella en la mano. Solo bebe los fines de semana, pero el alcohol lo pone insoportable y más violento que de costumbre. No es la primera vez, pero nunca me acostumbraré a la faceta alcohólica de él.
—Fuimos a una fiesta luego del baile... —intento mantenerme firme, a pesar de que sus pasos hacia mí me asustan mucho —. Fue cerca de aquí, estaban los chicos.
—Bueno, ¿te divertiste? —observo su mano cuando la coloca en mi hombro, sonriente.
—Sí, papá —intento alejarme, pero él no me suelta, solo se me queda mirando como queriéndome decir miles de cosas a la vez.
—Tenía tantas esperanzas en ti... —sus palabras me saben a nada. No es la primera vez que me lo dice y tampoco lo más grave —. Eras mi orgullo.
—Lo siento por no complacer tus ambiciones —le mantengo la mirada, intentando quitar su mano de mi hombro —. Suéltame.
— ¿Por qué tuve que tener un hijo como tú? —no puedo evitar reír ante su comentario.
—Lamento decirte que no fui yo el que olvidó usar condón —el sonido estruendoso interrumpe el silencio de la sala. Asimilo el sabor a hierro y limpio con mi pulgar la sangre de mi labio —. Despertamos agresivos...
— ¡Eres un...! —otro golpe me hace reír con sorna. No me provoca risa, tampoco ganas de llorar. En realidad no sé por qué reacciono así, si ya no siento nada —. No sabes lo que daría por no tener un hijo como tú...
—Y no sabes lo que daría por no tener un padre como tú —sus ojos rojos derrochan ira, yo solo actúo con calma —. Deseo ser mayor de edad para largarme de una vez.
— ¡Pues hazlo ahora! —el jalón de cabello me duele, pero más me duele la caída al suelo y la patada en el pecho —. ¡Vete ahora! ¡¿Qué estás esperando?! ¡Aquí no sirves para nada!
— ¡Al menos sirvo como saco de boxeo! —mis burlas lo hacen molestar aún más, yo solo río, fingiendo que sus patadas no me duelen como la mierda.
— ¡Cállate, mal nacido! —me comienza a golpear con fuerza, yo me quedo estático esperando cada golpe.
No me atrevo a devolverle los golpes y tampoco a defenderme. Es mi padre y no lo puedo golpear, como también es la persona que más me detesta y no me gustaría que supiera que me afecta su trato hacia mí.
— ¡Desearía que te murieras! —sus palabras suenan lejanas, tanto como mi mente y la sensación de dolor. Ya ningún golpe me duele, solo siento mi cara arder y llenarse de un líquido rojizo que mancha toda la alfombra —. ¡NO ERES MI HIJO!
Sus golpes se detienen de repente. La luz repentina me hace parpadear y observar todo borroso, pero puedo distinguir los gritos de mi mamá y mis hermanas. Después de un rato, asimilo que no es un problema mental sino visual. No puedo ver porque tengo lágrimas en los ojos, estoy llorando.
— ¡¿QUÉ TE PASA?! ¡CASI LO MATAS! —Mi mamá llora y lo golpea, yo solo retrocedo cuando él intenta venirse de nuevo sobre mí.
— ¡VAYAN A SU HABITACIÓN! —mis hermanas me miran con impotencia, pero aún así lo obedecen y suben sin dejar de llorar —. ¡Todo es tu culpa! —él me mira con odio, pero aún así se contiene cuando mi madre lo empuja hacia las escaleras
—Mamá...
— ¡VETE, GAEL! —sus gritos me hacen ahogarme con mi propio llanto —. ¡VETE!
Salgo de la casa, casi arrastrándome. Ignoro las voces en mi cabeza y camino a trompicones por las calles. Todo me da vueltas y no siento la cara, creo que me la anestesió a punta de golpes.
El amanecer me hace parecer un zombi viviente. Por suerte no hay ninguna persona en la calle, por mala suerte tampoco hay alguien que me ayude. Después de quince minutos caigo al suelo y, después de media hora, solo tengo fuerzas para gatear. Veo todo borroso y me duele mucho la cabeza.
Toco la puerta sin nada de fuerzas, solo recostándome en ella y viendo por el rabillo del ojo a Fred. Seguramente lo desperté de su siesta y por eso me está mirando con odio desde la ventana.
— ¡¿Gael?! ¡Cariño! ¡¿Qué te pasó?! —mami Lena me observa aterrada, yo solo la miro desde abajo, pidiéndole mentalmente que se agache —. ¿Dónde están tus cosas? ¿Te estafaron? ¿Por qué...? —sus preguntas terminan cuando comienzo a llorar.
Siento sus brazos rodearme y no dudo en apoyar mi cara en su pecho pidiendo no tener que despertar más. No quiero seguir así, solo quiero que esto deje de doler.
—Gael, ¿qué ocurrió? —su voz me hace volver a la realidad, aún así, solo tengo fuerzas para preguntar:
— ¿Puedo dormir aquí?
...
Tiempo después: Gael se quedó un par de días en la casa de los gemelos. David le preguntó si quería denunciar a su padre y Gael se negó. Volvió a su casa tiempo después y su padre actuó como si nada. Siguió ayudando en la panadería familiar y al llegar las vacaciones, prefirió hacer cosas que lo mantuvieran lejos de su familia la mayor parte del tiempo.
Lo digo aquí porque no estoy segura de poder escribir sobre eso en los próximos capítulos.
Siento el retraso, por ahí viene el capítulo de Thomas como disculpas + una explicación.
Con mucho amor y un beso en la boca.
—Nepasavoir.
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