CAPITULO 50

8:36 AM

Otro estallido salido del cañón del tanque. Cuerpos deshaciéndose en formas indistinguibles. Ensordecedores disparos y explosivos. Toxinas y flamas saliendo de granadas preparadas por los DELTA. Soldados de RAGE luchando con todo lo que tenían a su disposición.

La confrontación entre ambos bandos era reñida. En pocas situaciones probables, la munición escaseaba en un soldado y espía al mismo tiempo, sin tener el chance a recargar, viéndose obligados a pelear directamente. Puño con puño. O cuchillo con cuchillo. Había situaciones en las que un DELTA con un cuchillo era mucho más eficiente, pero dado a que no puede poner atención a todo su entorno igual que los Guerreros Sanguinarios terminan rematados por otro enemigo.

Se asfixiaban con las manos. Se rompían los huesos entre ellos mismos. Se quitaban la vida con golpes contundentes.

O simplemente terminaban muriendo por el misil del tanque.

―Debemos quitárnoslo de encima ―dijo un soldado de RAGE, preparando su lanzamisiles―. Si dejamos que siga así, no podremos avanzar.

Fue en ese instante en el que los explosivos traídos por RAGE llegaron a ser de utilidad. Misiles, granadas y otro tipo de detonadores llovían sobre los tanques de los DELTA, atacaban con todo lo que tenían. En el interior de los tanques, los espías que controlaban el tanque sudaban frío, su corazón amenazaba con salirse del pecho y apretaban los controles con más desdén. En parte, odiando estar en esta pelea y en otra parte, deseando que esto termine pronto.

De un segundo a otro, un tanque se volvió un amasijo de humo, metal chamuscado y flamas sacudiéndose con furia. Los soldados gritaron triunfantes, les quedaba tres más por destruir.

Y desde la colina, seguían bajando más soldados de RAGE. Los DELTA que veían que los enemigos bajar, fueron rebajando sus esperanzas poco a poco ya que comenzaron a creer que los soldados de RAGE venían como hordas ilimitadas, un sinfín de enemigos. Ellos en cambio eran menos, más limitado el número en los DELTA, a pesar de haber traído al resto de espías de la ASPM.

Las esperanzas redujeron todavía más cuando el segundo tanque solo era una bola de humo que se iba desvaneciendo hasta el cielo. Mientras los equipos DELTA perecían, el bando de RAGE siguió adelantándose, ahora estaban mezclándose entre ellos para una pelea más intensa. RAGE iba tomando la delantera en la confrontación.

El tercer tanque dejó de existir junto con sus espías.

La situación no se iba a repetir con el último que quedaba, iba a ser diferente. Los soldados pudieron aproximarse a este y consiguieron levantar la puerta superior del tanque, matando a balazos a los espías del interior y usurpando su lugar. Quienes controlaron el tanque, esta vez devolvieron el ataque de manera agresiva, los artilleros antiaéreos fueron destruidos uno por uno.

Soldados de RAGE se dejaban la vida en este combate haciendo lo posible por evitar que los espías puedan derribar el tanque que robaron.

Fue más difícil tratar de mantenerlos alejados, por lo que los DELTA tuvieron que tomar más distancia.

Desde el edificio central, los Gobernantes sintieron un temor más grande.

―Me veré obligado a tomar medidas más drásticas ―dijo Goleman. Se acercó a un monitor y observó una imagen que era una perspectiva de todo el cuartel DELTA visto desde arriba. Solo era una imagen tomada anteriormente, no estaba en tiempo real. Goleman fue deslizando el dedo por los alrededores del cuartel por donde bajaban los soldados―. Tapen sus oídos, señores.

Los Gobernantes obedecieron.

Hubo un largo tiempo en el que solo se oían los disparos, hasta que se fueron reduciendo.

Los soldados de RAGE que alzaron la mirada, veían que unos proyectiles estaban cayendo en picada. Si lo anterior fue ensordecedor, esto lo era mucho más. Muchos misiles cayeron sobre la zona alrededor de los cuarteles, de modo que los vehículos se encontraban bajando iban siendo destruidos, al igual que los camiones y convoys que apenas llegaban a la colina. El área de bombardeo fue más extensa, delimitaron en gran medida la perdida de los soldados.

―¿Por qué no hizo eso antes? ―preguntó Clark, furioso.

Goleman apenas volvió la mirada.

―Son nuestros misiles más costosos. Solo iban a ser usados en caso de emergencia.

De todas formas, el edificio en el que se encontraban había temblado un poco. Los Gobernantes se dieron cuenta que RAGE había avanzado más, no se inmutaron en detenerse a pesar de los bombardeos. No obstante, la razón por la que temblaba el suelo y el edificio, fue porque acababan de derribar una de las cuatro antenas.

Goleman se volvió hacia ellos, gruñendo.

―Creo que deberemos abandonar este lugar. Lo que más me preocupa... es el supercomputador.

El edificio tembló nuevamente, otra antena cayó.

―¿No tienes otro truco bajo la manga? ―preguntó Russell.

―Solo queda el personal de este edificio ―Contestó Goleman―. Solo nos quedan ellos, pero eso tampoco nos asegura que consigan frenar a todos los soldados de RAGE... aunque ya no están viniendo más vehículos.

Los Gobernantes vieron de reojo que era cierto, al menos en eso tenía razón.

―Los secretos que aguardan en el supercomputador desaparecerán ―dijo Kuroda―. No importa lo que suceda. Al final... ―Kuroda señaló su cabeza, tocándose precisamente la sien―, muchos de esos secretos están aquí, repartidos en cada Gobernante. Así que no nos queda alternativa que la de huir.

Los demás asintieron. Mientras hacían eso, la tercera antena había caído.

―Si todos están de acuerdo en abandonar el cuartel y luego planificar qué haremos después, síganme.

Goleman les señaló la puerta, viendo como los Gobernantes le seguían. Kuroda sonreía.

―No hay mucho que planificar, ya hemos dejado una trampa, aunque esto termine sufrirán las consecuencias.

Goleman miró por encima de su hombro, oyéndolos sonreír.

―Señores, intenten acelerar la marcha. Los conduciré por los túneles subterráneos, pronto encontraremos una salida.

Para cuando los Gobernantes se dispusieron a escapar, la cuarta y última antena fue derribada.

***

A lo lejos, Augustus tenía su propia base con varios analistas. Muchos de ellos metidos en diferentes carpas donde revisaban sus computadores y portátiles, enchufados a generadores de energía que habían trasladado hasta este punto de Alaska. Incluso tenían conexión a la red, así se mantenía la comunicación con los soldados.

Augustus sabía que la última antena había caído. Como tenía traidores dentro del cuartel DELTA que estaban a su favor, se enteró por ellos a través de un informe detallado que el área que anteriormente detectaba y afectaba dispositivos, acababa de desaparecer. Así como también destruyeron los artilleros antiaéreos.

Tenían el camino libre por aire.

Augustus acercó un micrófono a su boca y contactó con la Manada Delta. Manada de lobos, Contactos de RAGE y Código Esperanza, tres equipos unidos entre sí como uno solo, una sola Manada, oyeron la orden de Augustus.

―Pueden acercarse, es hora de que hagan su parte.

***

En una estación de Control de tráfico aéreo se percataron de un inusual y abundante movilización de aviones. Trataron de contactar con ellos, pero sus respuestas eran vagas, sin sentido. Oyeron la voz de un joven (Liam) diciendo que iban a salvar el mundo.

***

9:49 AM

Varios helicópteros y aviones surcaban los cielos, en los alrededores del cuartel de Alaska, cada vez más cerca de llegar. En uno de los aviones, los gemelos Crowell vieron todo el desastre ocasionado desde la madrugada. El piloto del avión les dijo que se preparen, que unos instantes saltarán.

―Ya hemos hecho esto antes ―dijo Nathan, tratando de calmarse.

―Llegaremos bien ―dijo Ariana.

En el mismo transporte estaba Isabella, mirándolos.

―¿Miedo a las alturas o de qué mierda hablan?

Los gemelos la ignoraron.

―Vamos, salten de una vez ―dijo el piloto.

El avión abrió una gran compuerta trasera. Los gemelos e Isabella Oldman golpearon sus pechos, pulsando el interruptor del nanotraje. Cuando su cuerpo estaba protegido, se pusieron el paracaídas y por delante se pasaron el rifle Y-90 con su respectiva correa. Con el nanotraje se pudieron enganchar mejor el arma, aunque adicionalmente se engancharon un par de pistolas a los lados de cada muslo.

―Los demás espías deben estar listos ―dijo Ariana―, es nuestro momento.

Isabella se adelantó y dio un salto hacia el cielo.

Nathan y Ariana intercambiaron miradas.

―Buena suerte, Nathan.

―Buena suerte, Ari.

Los gemelos se pusieron en el borde y con sus pies se impulsaron hacia el exterior.

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