CAPITULO 5

6 de abril del 2010

Tony Oldman creía que era estúpido el modo en el que iba a comenzar el nuevo grupo, pero para Horace tenía sentido. Durante los siguientes días, Horace, Tony y Rowena estuvieron hablando sobre cómo deberían hacerse llamar. Rowena propuso que sería bueno apodarse REVOLUTION, Horace había opinado que estaría mejor ponerse VENGEANCE hasta que el que decidieron fue RAGE porque Tony lo había propuesto. En cierta forma, era el que más se asemejaba a las motivaciones de los tres.

Entonces para iniciar RAGE, habría que ampliar el grupo. Sería bueno reclutar nuevos miembros, pero manteniendo al margen a muchas personas cuando ya hayan tenido demasiadas, Horace se refería a esto último como el conocimiento sobre los DELTA, pues era improbable que la gente creyera que existen. Si se presentaban de esa forma así tan de repente no les creerían, habría que tener una infinidad de personas dentro, pero que muy pocos sabrán la existencia de la ASPM.

Horace haría que sepan únicamente que estos espías existen, pero los DELTA sería otro asunto para después. Tony no sabía cómo actuar en esta parte del plan, al menos esta primera parte dejó que Horace tuviera el control.

Los tres acababan de viajar al estado de Misisipi, donde darían inicio a los movimientos de RAGE. Tony escuchó cada palabra de Horace sobre cómo deberían hacerse las cosas desde este momento.

―Lo que haremos será matar a las víctimas que estarán dentro de los experimentos de los DELTA, eso significará que evitaremos que los torturen. Dos familias de los suburbios de Misisipi has sido elegidas como adecuadas para ser usadas en experimentación, así que lo que haremos será asesinarlos antes de que los DELTA actúen.

Rowena se mostró de acuerdo.

―Espera... ¿toda la familia? ―inquirió Tony.

―Sí, toda.

En ese instante Tony se puso gélido.

―¿Y si hay niños?

―Morirán también ―respondió Horace y viendo que Tony iba a comentar una negativa, se adelantó―: Nosotros no vamos a salvar sus vidas, Tony.

―¿Por qué? ¡Podríamos hacerlo si matamos a sus espías!

―Supongamos que evitamos que los DELTA los capturen, de acuerdo. ¿Crees que ellos pararán? ¿Crees que ellos no se alertarán si descubren que sus espías murieron?

―Yo creo que...

―No solo se trata de lo que tu creas, Tony ―dijo Horace, serio―. Esto no es tan simple. No podemos salvar miles de vidas si no dejamos que mueran cientos de vidas.

Tony se cruzó de brazos.

―¿Tu plan de reclutar gente en RAGE es a través del asesinato?

―Claro y será a cualquier tipo de personas sin importar status económico. Para comenzar vi prudente elegir personas que han cometido actos de corrupción, desagradables o con puras mentiras, he investigado a fondo. Una de las familias ha metido sus manos en el mundo de la política para beneficio mutuo y la otra familia roba a sus vecinos para beneficiarse. No hablo de que se beneficien todos, eso dejo en claro también, solo se benefician adultos y las hijas no. Esto hará ver que RAGE no se propone matar a cualquiera, sino a gente injusta.

―Pero al mismo tiempo estaríamos matando a niños.

―Los niños suelen ser los favoritos para los experimentos DELTA ―dijo Horace―. Son mucho más sanos, así que normalmente van a por ellos. Dime, Tony ¿quieres que ellos agonicen en las instalaciones DELTA o tengan una muerte rápida?

Esa toma de elección desconcertó a Tony.

―No solo habrá gente mala, tarde o temprano y si las cosas salen bien, tendrán que lidiar matando a inocentes. Deberás tener esa fuerza de voluntad para quitarle la vida a esas personas para que no sufran un futuro peor.

―Es demasiado ―susurró Tony.

―¿Te estás echando para atrás?

Tony negó con la cabeza. De alguna manera, Horace sonaba convincente, pero las acciones que había que tomar eran muy fuertes para él. ¿Matar inocentes, después de que las cosas salieran bien? Eso perturbó a Tony, pero él ya se había decidido en cometer venganza hacia su familia y si esta era la manera, por muy dura y cruel que sea, habría que hacerlo.

―Lo haré ―dijo Tony al final―. Dime cómo y cuándo lo haré.

***

9 de abril del 2010

Tony había recibido todas las indicaciones de Horace para matar a la familia, mientras que Rowena se encargaría de asesinar a otra. Tony se sorprendía de cómo ella se mantenía más firme y comprometida a estas tareas, se dejaba confiar demasiado de su salvador, pero en cierta forma dicho salvador había sido el único capaz de sacar con vida a dos personas a pesar de la seguridad de los DELTA. Fue muy arriesgado, pero lo pensó en todo.

Quizá el hecho de darle la oportunidad de vengarse de todo lo que le hicieron la incentivaba a hacer cualquier acto incluso si se refiere a hacerlo a ciegas. Tony miró el hogar al que debía meterse, se trataba de una casa de madera de aspecto victoriano, los adultos se daban buenos lujos creía Tony. Tenía una fachada blanca muy bien cuidada a pesar de las estaciones.

Según la información que recolectó Horace, la familia Monroe estuvo robando a sus vecinos de la comunidad, pues tal parece que se trataba de que los dueños estaban inmersos en la recolecta de fondos de la iglesia para dárselos a hospitales rurales o para familias de bajos recursos en otras partes del país. Aunque ellos se llevaban parte de estos fondos. Y esta familia había dos niñas, que, al parecer, no estaban siendo bien educadas y cuidadas, Horace logró percibir rasgos de miedo, tensión, nervios y dificultad para comunicarse. Eso lo supo tan solo viendo a las niñas, ni siquiera tuvo la necesidad de acercarse a ellas, pues para Horace solo le bastaba ver a una persona para reconocer mucho de sí misma.

Esa clase de cosas le dificultaba a Tony, no era un experto en analizar a las personas de manera profunda, pero de todos modos esperaba que Horace tuviera razón.

Tony estaba vestido de negro, de pies a cabeza, se veía más como un ladrón por el pasamontaña. Llevaba en la cintura un cuchillo, una linterna y una pistola con silenciador. Sabía usar un arma de fuego, así que no se sentía torpe e inseguro cargándola. Además, llevaba una mochila pequeña. Había estacionado un coche a una manzana de distancia, tan solo tendría que cruzar un callejón y volvería a él.

Las otras casas al igual a la que tenía adelante estaban con las luces apagadas, el vecindario entero dormitaba y él debía ser discreto. Horace le describió el método sobre cómo actuar. Le había entregado una ganzúa para forzar la puerta trasera, así que Tony se había escabullido moviéndose entre las sombras, así dio con la puerta y utilizó la herramienta. El cerrojo emitió un chasquido, algo que hizo que Tony apretara los dientes, esperaba que nadie se diera cuenta.

Se adentró en la casa y cerró la puerta. Maniobraba todo aquello con guantes de cuero, así que sus huellas no eran un problema. Apenas pudo distinguir la sala y la cocina por la penumbra, pero fue teniendo cuidado al ir tanteando con sus manos, como si fuera un ciego sin bastón; no había sacado la linterna en caso de que eso iluminara a través de las ventanas de la casa y, por si alguien estaba despierto en la calle y lo descubría. Cuando halló las escaleras, fue cuando más cuidado tuvo, pues si había alguna que rechinaba como una vieja cama con resortes alertaría a todos. Pero Horace le había especificado que suba poniendo un pie y luego otro en el extremo derecho, como si su pie tuviera que sentir pared y escalón a la vez en lugar de pisar el centro, así no haría ruido.

Al llegar al segundo piso fue cuando sacó la linterna e hizo lo mismo al caminar por el pasillo, teniendo cuidado de donde pisaba. Cuando estuvo al frente de la puerta en la que dormían los padres, Tony se percató de que alguien roncaba así que giró el pomo despacio y oyó con más claridad que quien roncaba era la mujer. Aún estaba en la penumbra, pero Tony caminó despacio dejando la puerta abierta.

Apagó la linterna un instante, desenfundó la pistola y oyó que la mujer acababa de sorber la nariz y moverse en la cama. Tony se quedó petrificado, esperando a que ella dijera algo o se levantara, pero no hizo nada. A duras penas distinguió su silueta, pero ella se quedó quieta al cabo de unos segundos. Tony inhaló y exhaló, por lo que se acercó a la mujer y colocó el cañón en su cabeza. Encendió su linterna por un segundo para verificar que apuntaba al sitio correcto.

Apretó el gatillo y oyó el sonido de la bala penetrando los huesos y sesos de ella. El esposo pareció reaccionar y entonces Tony encendió la linterna.

―¿Qué...? ―dijo el señor Monroe con un ojo medio abierto. Su cara cambió a sorpresa en el instante en que una bala le dio en la cabeza. Su cara terminó en la almohada, manchada de sangre al igual que el de su mujer.

Tony inhaló y exhaló. Matar civiles había sido duro, sintió una vaga sensación de querer vomitar, pero se contuvo de nuevo, porque era obvio que no había que dejar ni una sola prueba.

Entonces Tony fue hacia el armario en el que Horace le especificó que encontraría una maleta. Estaba escondida en una repisa, en la parte superior del interior, de allí sintió una grande y pesada bolsa, la cual sacó a la luz y pudo comprobar que era verdad lo de los robos. Había mucho dinero, únicamente billetes, incluso había folletos que relacionaban a la iglesia para que la obraban. Horace sabía todos estos detalles porque los había estado vigilando desde hace mucho tiempo.

Para los DELTA no se trataba de planear un secuestro de un día para otro, sino que había que elaborar algo perfecto.

Tony sacó de la mochila unas carpetas, extrajo los papeles que eran evidencias de los robos de esta pareja y los depositó en la cama. Lo que vendría después, era la parte asquerosa... pues Tony se acercó a la cabeza del hombre y hundió su pulgar enguantado para luego escribir en la pared la palabra RAGE. Eso es lo que Rowena también tendría que hacer. Entonces al terminar de escribir, fue cuando se sintió paralizado.

La habitación se encendió e iluminó hasta el más mínimo rincón. Tony volvió lentamente la cabeza y vio a una de las niñas en la entrada. Tony se culpó así mismo el no haber ido antes a por ellas, pero...

La joven Monroe de trece años tenía cara de seguir cansada, aunque debido a que no conciliaba el sueño. Ella miró la cama de sus padres y al ver cómo terminaron, sus ojos se abrieron de par en par. Después esos ojos negros se posaron en Tony.

Quizá Tony se equivocaba al decir que no podía interpretar a una persona con solo verla, o quizá se deba a que se trata de una niña a la que era fácil descifrar. Ella estaba ligeramente nerviosa y asustada, pero no demasiado asqueada o preocupada. Sus piernas no la obligaron a escapar.

―¿Esto es un castigo?

Tony parpadeó y reaccionó.

.―¿Cómo?

―¿Murieron por castigo? ―preguntó la menor.

Tony se preguntaba por qué preguntaba aquello. Aun así, se acercó lentamente a ella con el arma levantada.

―No entiendo a qué te refieres.

―Pregunto que si murieron por castigo ―Levantó un dedo, sonriendo a sus padres―, ¿tú los castigaste con la muerte?

Esto sorprendía a Tony, ¿se estaba sintiendo feliz por verlos muertos? No respondió, la niña siguió hablando, aunque la sonrisa se iba debilitando.

―Ellos me hacían pasar por la penitencia... sentí mucho dolor.

―¿De qué penitencia hablas?

Ella le dio la espalda, subiéndose la camiseta un poco y Tony se quedó atónito al ver la piel marcada por golpes de un cinturón. Distinguía rojas y violáceas líneas paralelas en diferentes ángulos, pero dejó de verlas cuando ella se bajó la camiseta.

―No fuimos niñas buenas ―dijo ella llorando y se volvió―, nunca somos niñas buenas. Si así terminan las cosas, sería mejor para ambas que estemos muertas. Gracias, gracias...

Tony entonces se sintió aun más débil, sus piernas parecían flojear y la pistola se le hizo más pesada. Esto significaba que... ¿salvó a estas niñas? Parecía que ella acababa de dar los agradecimientos más sinceros en toda su vida hasta ese momento. Pero Tony tenía que matarla y luego a la hermana, esto nunca debió suceder, ni siquiera debió congelarse al sentirse descubierto por esa niña. Tenía una sola tarea y si no la cumplía Horace probablemente se enfade, o se moleste todavía más.

Lo que más perturbaba a Tony era ver que ella sabía que ese sería su final. Si los padres estaban muertos, ella también lo estaría. Tony levantó la pistola, la joven al ver eso, cerró los ojos, ni siquiera le aterraba si eso le dolería o no. La mano te Tony tembló, no apuntaba con firmeza.

Era solo una pequeña, él podría matarla, por supuesto que sí podía... sí podía...

Su mano siguió temblando hasta que se detuvo y la bajó. Tragó saliva y se arrodilló frente a ella.

―¿Cómo te llamas?

Ella con lágrimas en los ojos, respondió:

―Anabel.

―¿Y tu hermana?

―Sabrina. Está en su cuarto.

Tony asintió.

―Nos vamos ―le dijo Tony.

―¿No vas a matarnos también?

―No. Solo vámonos, despierta a tu hermana y nos iremos.

Ella todavía lagrimando parpadeó sin comprender bien del todo lo que ocurría. Aun así, fue a la habitación de su hermana y la despertó, la pequeña Sabrina de diez años pareció reaccionar lento, pero incluso, así como estaba, con los ojos cerrados deseando dormir, fue cargada por Tony hasta sacarla de ahí. Para que Anabel no se quedara atrás, tomó su mano y abandonaron esa casa, cruzando el callejón al auto que Tony dejó hace un rato.

***

Tony descubriría que sus sospechas no eran tan erróneas, Horace estaba furioso con él. Estaban en una casa nueva, una que Horace también tenía comprada aquí. No le era difícil comprar una barata, tenía demasiado dinero e incluso su hermano Harry le había dado un poco.

Las niñas Anabel y Sabrina descansaban sobre un sofá, una durmiendo junto a la otra. Aunque en realidad era Sabrina la que dormía, Anabel aparentaba dormir, pero saber sobre qué hablarían los adultos, se mantuvo atenta. Solo ese par de hombres estaban de pie discutiendo, mientras que una mujer estaba sentada con las piernas cruzadas. Anabel descubrió que esa mujer tenía la cabeza rapada, no sabía decir si se trataba de alguna especie de penitencia o castigo.

―¡Tienes que estar bromeando conmigo, Tony! Te di una simple indicación, una sola...

―¡No es tan simple, maldita sea! ―Vociferó Tony y miró de reojo el sofá―. Son solo unas niñas, Horace, no pude hacerlo...

―¿Y qué esperas que hagamos con ellas? ¿Darles una nueva vida? Nuestros planes consisten en matar a las próximas personas de prueba ―Horace apuntó con el dedo a las niñas―. Ellas iban a terminar en ese infierno, creí haberte hecho entender que era condenarlas de esa forma o matarlas para salvarlas del peor sufrimiento.

Tony hundió sus hombros, como arrepentido.

―No pude. ¿Tú serías capaz de hacerlo?

Horace, con un semblante sombrío levantó la mano.

―Dame el arma ―El rostro de Tony se contrajo y retrocedió hacia ellas―. Te he pedido el arma, si no tienes la capacidad para este trabajo, lo haré yo mismo.

―Pero ellas...

―No me importa, Tony. Hay que ser estrictos con nosotros mismos, incluso si se tratan de hacer cosas tan duras como ésta. Te vi confiado de que lo harías, pero veo que no.

―No te daré nada, no les harás nada a esas niñas.

Horace suspiró. Detrás de él, en una mesa había una pistola silenciadora, así que se dio la vuelta y para antes de que Tony pudiera reaccionar, Horace apuntó a ambas y apretó el gatillo dos veces. Sin embargo, las balas no dieron en el blanco, puesto que otras dos chocaron con ellas.

Anabel no lo comprendió al principio, pero la mujer en la sala había disparado y chocó con las balas de Horace. Anabel no veía esto posible, pero acababa de suceder.

Horace y Tony se volvieron hacia Rowena, quien tenía empuñada la pistola.

―Basta de gritos ―dijo ella y se puso de pie―. Esta discusión es patética. Horace, estás siendo demasiado exigente para un pobre hombre que se vio en la obligación de seguir tus órdenes para que él pudiera vengarse. Le has dado buenos motivos, Tony es apto para esto, pero lo estás empujando muy rápido. Si quieres que los planes que tengas en mente salgan bien, tendrás que ser cuidadoso. Si lo hartas, sé que recibirás una bala en la cabeza por este hombre, así que compórtate.

Horace apretó los dientes.

―Tú sí me haces caso, deseo que él también lo haga.

―Esta manera no funcionará si vas contra su moralidad. Si le has dado una vida nueva, deja que se acostumbre. Ya le dijiste que los planes tomarán años, no lo apresures demasiado.

Horace miró al techo y suspiró.

―De acuerdo, lo haré ―Se volvió hacia Tony―. ¿Qué harás con esas niñas?

―Vivirán ocultas con nosotros. Creo que habría que empezar con sus nombres, tendrán que cambiarlos por una nueva identidad.

―¿Y qué me dices de la educación? ¿Tú eres profesor? ―preguntó Horace. Tony se quedó callado, no era ningún profesor, aunque Horace podría hacerlo, pero se adelantó con una respuesta―. Yo no pienso responsabilizarme de eso, hay mucho por hacer.

―Entonces me hago cargo yo ―dijo Rowena.

Tony le sonrió.

―Está bien.

Horace volvió a suspirar.

―Si vas a ser su profesora privada, te daré un programa educativo para que puedas aplicárselas. Supongo que así quedarán solucionadas las cosas, ¿verdad?

Tony y Rowena se miraron, parecía que eso era suficiente por el momento.

―Bueno, entonces me avisan cuando ellas decidan el nombre nuevo para hacer falsa documentación y tendrán que darle explicaciones a la que todavía sigue dormida. A ambas les tendremos que explicar que sus vidas serán diferentes desde ahora, dudo que les guste el confinamiento. Pero si salen de aquí, será un verdadero problema para todos nosotros...

―No será necesario que se preocupen demasiado por nosotras ―respondió Anabel. Los tres se volvieron a ella―. Yo le explicaré todo, soy la mayor, ella me comprenderá. En cuanto a los nombres, estarán bien los siguientes porque son de unas hermanas princesas de unas caricaturas que veíamos a escondidas de nuestros padres.

―¿Y cuáles serán los nombres? ―preguntó Tony.

Anabel sonrió.

―Yo me cambiaré el nombre de Anabel por el de Isabella y mi hermana Sabrina será Stela

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