CAPITULO 38

Yngvar se acercó a la niña, poniéndole una mano en su hombro.

―Puedo hacerla hablar desde sus recuerdos.

Susy, con su voz aguda e infante se dirigió a los gemelos contándole su historia.

Susy Conrell había visto perecer a sus padres en un incendio ocasionado por dos racistas. Ella había visto a los causantes y al presenciar a sus padres muriendo carbonizados, Susy había activado su Marca a tan temprana edad. Para ese momento, los pocos que confirmaron ver a la niña matando a ambos hombres fue un auténtico escándalo para los años sesenta.

Los DELTA pusieron interés en ella de inmediato. Querían estudiar porque una niña tan pequeña tuvo la destreza para matar a ese par de racistas pirómanos. Hicieron pruebas, descubriendo que había algo más en ella que no era normal. La manipularon diciéndole que pronto vería a sus padres si ella coopera. Susy no recordaba la muerte de sus padres, creía que seguían vivos.

Muchos científicos perdieron la vida por intentar descubrir el poder oculto de esa niña. Fue ella su punto de partida para las investigaciones, fue así como supieron la existencia de los Guerreros Sanguinarios. Gracias a ella sabían que existía el Rode Skoger y que la forma de acceder al mismo era a través de los sueños en fase Delta.

Susy entristeció, casi como si quisiera llorar.

―Me mantenían despierta cuando deseaban ―dijo, alzando su mano y mostrando una acción curiosa: se veía como si ella se acabara de "inyectar" en el muslo―. Epinefrina. Así me mantenían despierta para sus pruebas.

Querían saber más acerca del poder del Guerrero Sanguinario. Hicieron lo posible por sonsacarle información a Susy, hasta que, a finales de los sesenta, ella perdió la vida tras haberse suicidado. No tuvieron otro sujeto de pruebas que tuviera la Marca como ella hasta que encontraron a Rowena Allen. Pero esa niña fue el inicio de todo aquello.

El anhelo de los DELTA por conseguir sujetos para extraer el Guerrero Sanguinario había sido la razón por la Yngvar ya no quisiera irse, porque si se iba... esos hombres que hicieron pruebas con Susy seguirían existiendo y a él no le gustó eso, pero, ¿qué iba a poder hacer él? No podía controlar a sus portadores, ni enviarles mensajes de ningún tipo. El Rode Skoger era el único medio de comunicación, pero uno que no cualquiera accede.

Los Contactos de RAGE lograron adentrarse al Rode Skoger, sin embargo, Yngvar no los consideraba adecuados.

―¿Por qué? ―preguntó Ariana. Tanto ella y su hermano pusieron atención a todos los detalles sobre Susy y los Contactos.

La Marca del dorso de Yngvar volvió a brillar en amarillo y la misma figura simétrica de hace unos instantes volvió a aparecer, solo que ahora tenía líneas blancas.

―Pude reconocer que no eran buenas personas, ellos no parecían el tipo de personas en las que pudiera confiar. Estuve interesado en acercarme y hablarles, pero no me llegaban a convencer cuando me daba cuenta que sus almas... eran oscuras ―La figura blanca pasó a tornarse de negro― Pude ver su receptáculo, así que supe que no podían ser de fiar. En cambio, ustedes sí.

La Marca volvió a mostrarse de blanco y poco a poco las líneas adelgazaron hasta desaparecer.

―Esa gente de RAGE, trató de buscarme cuando descubrieron que llevaba la Marca dividida. Creían que obtendrían más respuestas, pero yo no se las iba a dar ―Yngvar miró a Susy y luego al resto de ex portadores que se hallaban en el pueblo―. A RAGE le di algunas respuestas, así como a su abuelo Tobyas Crowell. Hice que los demás hablaran a través de sus recuerdos, pero no con todos los detalles. Suponía que eso los sosegaría un poco de la incertidumbre de mi Marca.

Los gemelos miraron por encima de sus hombros a la niña que ahora recogía agua con sus manos y la arrojaba al cielo para que luego cayera sobre ella como lluvia. Susy sonreía de oreja a oreja.

―Si ella está aquí, ¿también lo está el Contacto que murió? ―preguntó Nathan.

―Chikae Brooks ―respondió Yngvar. Al cerrar sus ojos y hacer brillar su Marca, los transportó a otro sitio. Los gemelos tuvieron que adaptar la vista a un fuego que iluminaba el interior oscuro de una casa. Ellos lo miraron todo hasta detenerse en el único hombre que tenía una variedad de platillos colocados en su mesa, con exóticos alimentos―. Es un tipo muy comelón.

Ariana se volvió hacia el vikingo.

―¿Estas proyecciones... son de aquello que más les gustaba hacer en vida?

―Son los recuerdos felices, eso ya lo dije antes. El pasado feliz se recrea en este Bosque Rojo, no es algo que yo siempre decida. A pesar de que la comida no es real, para él lo es por su amor a este tipo de platillos que ven aquí. El Rode Skoger me permite aprender más sobre aquello que trae felicidad a los portadores. Este sitio es feliz, tranquilo. Ya se habrán dado cuenta que aquí nadie ama la guerra. Bueno, alguno que otro sí, pero yo manejo la proyección de manera que no tomen otra felicidad.

―¿Podemos sacarle información? ―preguntó Nathan.

―Claro. Acérquense a él y toquen una parte de su cuerpo.

Nathan frunció el ceño. Pensaba en formular preguntas esperando que el tal Chikae las respondiera. Ariana y él se levantaron, pusieron una mano en cada hombro del difunto Chikae a pesar de que atravesaban su cuerpo. Yngvar cerró los ojos un segundo y al abrirlos, los gemelos soltaron un grito ahogado.

Vieron una serie de imágenes y palabras; oyeron voces de diferentes personas. Esa información lo consiguieron tan rápido como la velocidad de la luz.

Parpadearon varias veces y miraron a su alrededor, seguían en la misma casita de Chikae. Sus miradas posaron en él.

―Eras Contacto 5 ―dijo Nathan, asombrado.

―El Contacto que en RAGE consideraban bastante fuerte por debajo de... Elliot Young ―Murmuró Ariana y vio a su hermano―. Elliot es el octavo Contacto. Alan es el sexto, el que casi mata a Stephen. Y es verdad lo que Augustus nos contó sobre que una mujer llamada Rowena Allen escapó de RAGE junto con Tony.

―Ya tienen todo lo que deseaban saber ―Terció Yngvar―. Pude trasmitirles sus memorias a ustedes. En especial todo lo que se refiera a RAGE. Ya se les ocurrirá hacer algo con lo que saben.

Los gemelos asintieron, sonriendo.

―Señor... queremos hacer algo más antes de irnos ―dijo Nathan.

Yngvar tiró suavemente de sus barbas.

―Creo saber a qué te refieres. Quieren ver a su madre y a Joel, ¿verdad? Creen que ellos dos estarán aquí ―Los gemelos asintieron con la cabeza―. Solo puedo decir que su madre tiene el Guerrero Sanguinario en su sangre, Joel no logró recibirlo. Sé que ustedes querían verlos desde que les dije que aquí está cada portador o posible portador. Se les notaba en la cara. Pero antes de que hablen con ella y abandonen este lugar, quiero pedirles algo importante.

Los gemelos asintieron nuevamente.

―Terminen la guerra ―Les dijo―. Acaben con los DELTA, confío en qué ustedes podrán hacer algo con su equipo. Cuando lo consigan, yo me iré para siempre, llevándome la Marca conmigo.

―Eso quiere decir que... ―Musitó el gemelo.

―Que ya no tendrán el Guerrero Sanguinario. Y si alguno de los dos tiene hijos, ninguno nacerá con la posibilidad de despertar mi Marca. Ni los hijos de sus hijos. Desaparecerá el poder del Guerrero Sanguinario de ustedes y de cualquier persona que exista en el mundo, ya no habrá más Guerreros por ahí ―Su rostro cambió, se puso triste―. No sé qué va a pasar conmigo después de que muera, solo sé que me habré ido dejando que mi sangre haya acabado con gente cruel. ¿Prometen terminar el trabajo?

―Sí, lo prometemos ―dijeron los gemelos al unísono.

―Bien, eso me gusta ―dijo Yngvar, sonriendo. Hice un movimiento con su cabeza―. Vayan a verla antes de que los despierten, no olviden que esto sigue siendo un sueño del que pueden despertar.

Yngvar se esfumó en un instante, los dejó solos. Los gemelos volvieron a parpadear para encontrarse en un sitio diferente. Ahora se hallaban en un lugar con muchos árboles con hojas rojas, pero tan juntos que daban a un camino en el que veían una fogata en la mitad. Allí había una mujer rubia sentada dándoles la espalda.

Nathan y Ariana sintieron que el corazón se les estaba acelerando mucho, los nervios se apoderaron de ellos.

Estaban a cinco metros de ella. Los gemelos tragaron saliva.

―¿Ésa... en serio ésa es... mamá? ―dijo Ariana con la voz quebrándose.

―Es ella ―dijo Nathan parpadeando más, puesto que sentía que los ojos le ardían―. Jamás olvidaría como se ve ella.

Se acercaron despacio. Con cada paso el corazón latía con más fuerza y ritmo. Los gemelos la rodearon, poniéndose frente a la fogata. La mujer levantó la mirada al ver que los dos se pusieron adelante.

Esther Crowell, su madre, les sonrió. La sonrisa no les regresó las memorias que habían perdido entre cada uso del instinto asesino, no obstante, esa sonrisa les permitió recordar las últimas veces que vieron a su madre antes de que muriera. No cuando vieron su cadáver sangrante por las balas, ese recuerdo lo apartaron de sus mentes; sino que rememoraron la vez que la vieron viva por última vez, cuando estaba junto a papá y a Joel en la fogata. Los ojos de los gemelos ardieron, las lágrimas resbalaron por sus sonrojadas mejillas.

Nathan y Ariana se arrodillaron, trataron de tomar la mano de su madre, aunque no lograban agarrar más que aire. Los gemelos la miraron, serena y amable, cálida y acogedora como siempre había sido.

―Te extraño ―dijo Ariana―. No he dejado de extrañarte.

―Quisiera que estés devuelta ―Exclamó Nathan―. ¡Nos quedamos solos! De haber sabido que al ir a DeSoto te pasaría lo que te pasó, jamás habríamos ido. Habríamos hecho lo posible por evitar que salgas de casa... no, también habríamos evitado que papá y Joel salieran.

―Tengo miedo de la guerra ―dijo Ariana y miró de reojo a su hermano―. Tengo miedo de perderlo a él, como a ti, mamá.

Nathan miró a su hermana, entristecido. Como él estaba en riesgo mayor de morir, la entendía, no obstante, se molestó consigo mismo al no tener nada que decirle para calmarla.

―Acabaremos con esto ―dijo Nathan mirando a su madre quien sonreía―. Vengaremos a papá, a Joel y a ti.

Esther amplió su sonrisa.

―Los amo, Nathan y Ariana.

Los gemelos abrieron los ojos de par en par. Sin embargo, la imagen de Esther se disolvió en negrura, al igual que el Rode Skoger. Ya no había nada a su alrededor, solo oscuridad. Flotaron en la nada hasta que despertaron.

***

Stephen y Rachel los sacudieron despacio, esperando a que despierten. Para su sorpresa, los gemelos abrieron los ojos abruptamente y se incorporaron, sentándose en el montón de almohadas. Los gemelos tenían los pechos subiendo y bajando, agitados. Miraron a su alrededor, habían regresado a la horrible realidad en la que RAGE y los DELTA existen. Aspiraron mucho aire para calmarse poco a poco.

Nathan cambió su rostro, irritado.

―¡¿Por qué mierda nos despertaron?!

―Yo fui quien lo ordenó ―dijo Rachel―. Estaba preocupada... de repente se pusieron a lagrimear mucho.

Nathan se volvió a su hermana quien se estaba quitando la humedad de las lágrimas que resbalaron por las orejas. Nathan hizo lo mismo, viéndose los dedos mojados.

―Lo que ella dijo al final... ¿habrá sido provocado por Yngvar? ―preguntó Ariana.

―Tal vez ―dijo Nathan, sonriendo.

Rachel frunció el ceño.

―¿Funcionó? ¿Llegaron a ver el Rode Skoger? 

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