CAPITULO 37
Los gemelos Crowell parpadearon y en un instante estaban frente a una casa más grande que las que vieron en el valle. De hecho, estaban en una colina bastante alta donde podían ver las casas de abajo como si fueran miniatura. La nueva casa frente a ellos tenía una puerta cuadrada grande, como de tres metros más o menos, pero no era la única, sino que en el lado contrario también estaba otra entrada más. En el interior había unos leños ardiendo en las llamas, sobre las pequeñas lenguas de fuego descansaba una gran olla negra.
Yngvar sacó un cucharón y llenó aquella bebida en unos largos y curvados cuernos.
―Beban, es hidromiel que acabo de calentar, debe estar tibia. Yo la disfruto más así, creo que ustedes igual.
Nathan y Ariana recibieron la bebida, agradeciendo de forma extraña. Hace unos segundos estaban en el valle y ahora estaban en la colina, ¿cómo fue posible? Sin embargo, no dijeron nada porque por la forma en la que habló aquel vikingo, parecía que él comenzaría a hablar. Los gemelos al ver que Yngvar esperaba que bebieron, ambos acercaron los labios a sus cuernos. Sintieron el dulzor vinoso en la boca, un sabor embriagador que era tan delicioso que se lo bebieron todo.
Era hidromiel puro.
―Me sorprende que estén aquí, no me esperaba verlos en persona. Veo que están en una situación compleja como para haber venido a este sueño.
―Esto es... tan real... ―dijo Nathan, perplejo por todo lo que estaba viendo.
Yngvar sonrió.
―Es un sueño, pero para ustedes esto es real. He creado este sitio para que se parezca lo menos posible a Helheim. Si se preguntan por esa gente que vieron allá abajo, no son reales, en realidad son proyecciones de las personas que fueron portadores de mi Marca, pero que ya han fallecido.
―¿Todos los que tuvieron la Marca? ―preguntó Ariana.
―No solo ellos, también los que no pudieron activarla ―respondió Yngvar―. Entre esta gente fluía el poder del Guerrero, pero no fueron capaces o no tuvieron la intención de activarla. Las emociones son importantes para desatar... lo que llaman instinto asesino.
―¿No son almas? ―preguntó Nathan.
―¡Oh, claro que no! ―dijo Yngvar agitando la mano―. Yo no soy nadie para retener almas en este sitio, eso está fuera de mis límites.
―Pero usted tocó la mano del dios Tyr...
Yngvar soltó un bufido.
―La mano del dios Tyr... esa mentira es la que se me ocurrió, pero no pensé que llegarían a aceptarla.
Los gemelos fruncieron el ceño.
―¿Está diciendo que la mano no es de Tyr? ―preguntó Nathan.
Yngvar encogió los hombros.
―No lo sé ―respondió―. Cuando estaba en el campo, solo vi la mano desprendiendo un aura brillante. Y por mi curiosidad, decidí tocarla, como si fuera algo mágico. Sin embargo, a veces he pensado que nunca se trató de Tyr. La mano fue arrancada por Fenrir, pero yo inventé esa mentira de que el lobo la escupió a lo lejos en un descuido de Tyr.
―¿Por qué dice que no lo es?
―Bueno... Pues es verdad que era una mano poderosa, pero al final parecía ser de otra entidad porque yo pude ser diferente. O sea, ¿la mano de un dios solo te otorga un poder tan específico? ¿Por qué no me dio otras cosas? ¿Por qué no me hizo inmortal? Hay muchas cosas que estuve reflexionando en todo este tiempo, pero no he logrado saber nada sobre la mano. Su verdadero dueño, creo que solo será un misterio más.
Yngvar carraspeó.
―Pero ¿por qué mejor no seguimos creyendo que es de Tyr? Creo que eso nos ahorrará más reflexiones que no llegarán a ningún lado. Bueno, cuando toqué la mano, pues algo cambió, no me hizo un dios. Pues lo que es de un dios, es para un dios. Para un mortal como yo, las cosas son diferentes. Cuando toqué la mano de Tyr, desaparecía mientras absorbía su poder ―Levantó el dorso izquierdo, con la Marca Sanguinaria brillando con una luz amarilla―. Pensé que había obtenido un poder que me permitiría descansar en el Valhalla.
Nathan frunció el ceño.
―¿Esto es el Valhalla?
―Ojalá lo fuera ―dijo Yngvar, frunciendo los labios―. Allí solo van guerreros. Aunque yo antes era un simple agricultor, no servía para la guerra. Alguien común iría a Helheim, no iba a ser recibido por Odín. Pero desde que esto apareció... ―Yngvar sonrió a la Marca con curiosa tristeza―, creí que lo conseguiría. Al morir en la guerra, terminé en este lugar, un sitio muy diferente del que yo esperaba... Solo había un suelo árido, seco. Fue en cuestión de segundos que me di cuenta que con mi mente podía crear lo que deseaba e hice diferentes árboles, casas, montañas. Era mi nuevo hogar después de la muerte. Intenté hacerlo igual que cuando estaba vivo, como mi hermoso hogar, por un buen tiempo lo había modificado a como era al principio. Lo que ven ahora son renovaciones que hice desde hace más de doscientos años. Pero... aquí no podía crear vida humana.
―Debió sentirse solo hasta que llegaron... ¿sus descendientes? ―dijo Ariana.
Yngvar asintió.
―Llegó un hijo mío que tenía la Marca. Después de aquel hijo llegaron más de sus hijos. Casi siempre el hijo de cada hijo termina aquí, sus recuerdos y su manera de ser se proyecta como... como...
―Un holograma ―dijo Nathan.
―Exacto, esa es la palabra.
―¿Cómo la conoce?
―Veo cada recuerdo de los portadores, pero también puedo ver en tiempo real lo que está viviendo el portador y posible portador del Guerrero Sanguinario ―dijo Yngvar―. He visto cada cosa de su mundo moderno, un mundo que va creciendo y decayendo constantemente. Diferentes épocas, diferentes guerras. He aprendido sus idiomas, pues mi sangre ha recorrido diferentes países con sus propias lenguas.
―Por eso nos entendemos ―dijo Ariana―. Aunque yo estoy tratando de entender por qué usted es así... me refiero a que usted diferente a la idea de cómo es un vikingo o lo que yo he llegado a conocer de ellos...
―El tiempo es como el agua, siempre cambiante. He vivido cientos de años para reflexionar y desconozco la versión bárbara que tenía en el tiempo que agarré la mano de Tyr. Me he vuelto más sosegado.
Yngvar tomó otra vez los cuernos y los llenó de hidromiel nuevamente.
―El poder del Guerrero Sanguinario viene de su sangre. Somos su sangre ―Puntualizó Ariana.
―Eso es lo único que nos une como descendencia, pero en realidad tiene que ver con otra cosa. En las memorias de mis descendientes he visto que hay posibles casos en los que, por ejemplo, un hijo de un portador no llegará a tener la Marca. Eso es porque depende mucho de su alma.
―¿El alma es lo que de verdad importar? ―Preguntó Nathan, viéndolo asentir―. ¿Por qué el alma y no la sangre?
El vikingo alzó el dorso izquierdo nuevamente y unas luces se fueron trazando en el aire por encima de su mano. Se formó una especie de piedra puntiaguda de ambos lados, era alargada y simétrica como un tubo con lados rectos. Yngvar parecía sostener esa figura en su mano, aunque ésta estaba flotando.
―El alma es un receptáculo de poder; el alma encierra una energía poderosa. Cascarón y relleno, eso es el alma. Dicha energía puede agotarse, pero también llenarse nuevamente. Cada ser vivo tiene esto ―dijo Yngvar, haciendo que la figura emita un fuerte resplandor, era hipnótico para los gemelos ver aquella cosa flotante―, los humanos lo pueden manejar mejor. En nuestro interior se oculta este receptáculo de energía. Algunos pueden ver a los muertos, ver el futuro o controlar la materia que los rodea; la energía y los usos son diferentes para cada uno.
Entonces la figura se deformó hasta adquirir la forma de un árbol que extendía largas y enrevesadas ramas. Desde la base del árbol se extendieron unas pequeñas lucecitas que recorrieron las ramas hasta llegar a las puntas. Una y otra vez.
―Mi sangre fluye a través de ustedes ―Murmuró Yngvar, mirando el árbol―. Pero lo que despierta el poder es su alma, sus emociones y sus pensamientos... todo eso a través de Los tres anhelos ―Levantó la mirada―. Fue así como lo obtuvieron.
―El alma lo es todo ―dijo Ariana, ensimismada―. Pero... dice que es posible ver a los muertos y ver el futuro... ¿Eso es gracias al alma?
―Por supuesto. Pero es imposible que yo pueda darles ejemplos, yo solo he tenido aquí estos... holgrams.
―Hologramas ―Corrigió Nathan.
―Sí, eso. Por tal razón ustedes tienen el Guerrero Sanguinario, portan mi Marca por que va conectándose con los descendientes. Hay excepciones en los que eso no sucede.
―Yo recuerdo haber tenido sueños raros, como de guerras ―dijo Ariana―. ¿Sabe a lo que me refiero?
―El mundo se ensucia de rojo y negro. De sangre y pólvora ―Recitó Yngvar, a lo que Ariana asintió enérgicamente―. Son las memorias de los antiguos, pero se ven disueltas en las memorias del actual portador. Suele ser una especie de choque entre ambos, pero del que yo no tengo ningún control.
―¿Tampoco de la pérdida de nuestros recuerdos felices? ―preguntó Nathan.
―Tampoco ―respondió él―. Esas pérdidas de memoria llegan aquí, de esos recuerdos puedo yo crear lo que les rodea, en cierta forma, se instalan sus recuerdos para cuando mueran y todo eso aparezca en este sitio. Hay muchas cosas que yo no puedo controlar del exterior.
Nathan y Ariana torcieron la mandíbula.
―Queremos saber sobre la bestia ―Musitó Nathan.
―Oh, hablan de mi poder.
―De eso hemos estado hablando, ¿no? ―Señaló Ariana.
―No, yo me refiero a que la bestia es mi estado al activar el instinto asesino. Curiosamente se acerca un poco al nombre que yo le había dado, el cual fue Instinto Sanguinario. La diferencia es que yo podía controlarlo a voluntad con un tiempo indefinido, es la versión más pura de mí ―respondió Yngvar. Los gemelos abrieron más los ojos, ahora reconocían la bestia como Instinto Sanguinario―. Era un estado en el yo no tenía piedad alguna sobre mis enemigos, los mataba con tanta brutalidad que me veneraban por eso.
―¿Llegó a ver la Marca en sus herederos?
―Claro que sí. Al principio creía que sería el único en portar ese poder, pero me di cuenta de que en mi hijo fluía la sangre del Guerrero, yo pude percibirlo en él. Cuando estaba vivo tenía mayor control de la Marca ―Miró a ambos hermanos―. No quería que nadie más la tuviera, porque por ser un gran guerrero me veneraban, toda esa fama la quería para mí. En mi hijo pude manipular su Marca antes de que él la despertara, por lo que cerré la figura espiral.
―Y así terminó siendo un rombo espiral ―Murmuró Ariana.
―El resto solo tendría las sobras. Bueno, ustedes parecen tener menos que las sobras, porque tienen muchas restricciones a diferencia de los demás portadores.
―¿Podemos activar este... Instinto Sanguinario a voluntad? ―preguntó Nathan.
―Por supuesto. Ahora ya forma parte de sus activaciones, pero deberán usarla con prudencia si no quieren matar a sus seres queridos. Debo añadir que ese nuevo poder que ustedes tienen se adapta, es decir, que cuando usaron el Instinto Asesino por primera vez estaba en su momento más simple, pero desde la segunda ocasión mejoró poco a poco. Lo mismo sucede con este nuevo modo, la primera vez no mostrará su potencial, pero cuando lo vuelvan a usar será mejor. Me gustaría ayudarlos mejorándolo más, pero está fuera de mi alcance porque no estoy vivo para eso. Tampoco tengo idea de cómo funciona, ya que la mitad de la Marca está separada en cada cuerpo. El tiempo varía y los efectos varían, es difícil saber cómo funciona con ustedes dos.
―Tampoco sabrá cuánto nos queda para morir, ¿verdad?
Yngvar levantó las cejas.
―¿De verdad quieren saberlo? ―Esta vez el antiguo vikingo vio recelo en ellos―. No se ven tan animados a saberlo.
―Sabemos que los recuerdos felices son los que van desapareciendo para que el portador muera ―dijo Ariana―. ¿Aún podemos activar el instinto asesino un poco más?
―Sí, eso es seguro. Sin embargo... deberán tener cuidado cuando activen la bestia, porque es la que borra una enorme cantidad de recuerdos. No solo los felices, sino que les hace olvidar sus vidas, ya sea que fueran tristes o trágicos ―dijo Yngvar y miró al gemelo―. En especial tú, Nathan, debes ser más cuidadoso, porque tú eres quien más riesgo tiene de morir al haberlo activado por más tiempo que tu hermana, en el tiempo en el que ella no podía.
Se hizo un largo silencio cuando él comentó eso, haciendo que Nathan se preocupe mucho más. Eso hizo que se encogieran un poco. Pensaban que podrían usarlo a control, aunque viendo la situación ese anhelo era demasiado lejos.
Ariana carraspeó para salir de ese tema.
―Quiero entender algo... usted dijo que aquí está cada portador y posible portador, ¿verdad? ―Yngvar asintió―. Entonces debe conocerlos a todos.
―Por supuesto.
―Si eso es así debió ver a Stephen porque dijo que también puede ver a través de los ojos de los Guerreros ―Él volvió a asentir, Ariana siguió―: Una pareja que vi hace unos momentos... ¿son los padres de Stephen?
El vikingo tiró cuidadosamente de su larga barba, sonriendo.
―Los padres de tu hombre.
―Bueno, sí...
―Ellos son portadores que nunca activaron mi Marca. Su hijo, Stephen es otro portador.
Ariana levantó ambas cejas.
―¿Sonya igual lo es? ―preguntó Nathan.
―No, ella no. Aunque la situación de Stephen es diferente, porque él ya ha activado la Marca Sanguinaria hace mucho tiempo.
Nathan y Ariana fruncieron el ceño, desconcertados. Stephen y la Marca eran dos cosas que ellos jamás imaginaron relacionar. Yngvar sonrió aún más.
―¡Eso no puede ser verdad! ―Exclamó Ariana―. Hemos estado con él mucho tiempo, la Manada igual, nos lo habría dicho o se habría dado cuenta de que compartimos el instinto asesino.
―Su Marca podía haber salido en cualquier parte del cuerpo ―Añadió Nathan―. Habría sido difícil que él no la notara... aunque le salga en los dedos de los pies.
Yngvar rió con ganas.
―La Marca aparece dónde sea, yo no soy quien la coloca. Es verdad que Stephen tiene la Marca, pero... no es igual a ninguna que cualquier portador anterior hubiera tenido, actúa de forma pasiva en él. Su Marca es irreconocible a la vista, quizá logren verla si reflejan una fuerte luz sin ninguna sombra sobre su cadera, en un espacio vacío donde nunca se puso tatuajes.
―Si Stephen tiene la Marca habría usado el instinto asesino, ¿no?
―Eso parece, ¿verdad, Ariana? No es así. Es la única persona, como ustedes, que desprende un poder diferente. Él no usa el instinto asesino, sino que reconoce de forma inconsciente cuando otro portador va a efectuarlo contra él antes y durante una pelea.
―No entiendo ―dijo Ariana.
Nathan chasqueó la lengua.
―Si nosotros activamos el instinto asesino contra Stephen ―dijo Nathan―, él puede... predecir cuándo y cómo lo atacaríamos. ¿Es así, señor?
Yngvar asintió con un movimiento de cabeza.
―En una pelea él puede ver una imagen mental del siguiente ataque que recibirá del Guerrero Sanguinario. Aunque la energía de su receptáculo se va agotando, así como su resistencia. La razón por la que no se ha dado cuenta, es porque lo usa de forma inconsciente, todo el tiempo ha sido así cuando pelea con un Guerrero. Pero su Marca también hace algo más: Stephen es capaz de absorber cualquier conocimiento que sea útil en situaciones bélicas.
Ariana arqueó una ceja y miró a su hermano.
―Stephen es de alto rango porque sabe muchas cosas de espía. Espionaje, conducción de vehículos (me contó una vez que aprendió sobre los tanques), pilotaje, combate con o sin armas...
―Pues así se ganó un buen lugar siendo muy joven ―Comentó Nathan.
―Aun así... ―Ariana volvió la cabeza al vikingo―. ¿Cómo sucedió eso?
―Cuando Stephen se enteró que sus padres murieron, se dieron las mismas situaciones: descendiente de mi sangre, un alma digna para activar el guerrero y pasó por Los tres anhelos. Podía despertar el poder, pero Stephen no descargó su violencia porque no tenía a nadie para soltarla con alguna razón que a él le pareciera lógica, por lo que esa violencia contenida se desplazó por su cerebro de manera diferente y la Marca es... fantasmal, diría yo.
―Eso lo volvió un... ¿Guerrero Sanguinario... pasivo?
―Es una buena manera de decirlo, Nathan. A mí me sigue sorprendiendo mucho esa variante, porque de entre tantos requisitos para tener la Marca, él sacó una versión anormal. No obstante, aunque él pueda predecir el siguiente ataque, no significa que pueda ganar cada pelea.
Ariana cerró los ojos brevemente lo que sabía de lo ocurrido en el edificio Lonart. Allí Stephen estuvo cerca de ser asesinado por Contacto 6, sin embargo, él resistió bastante tiempo contra ese soldado. Pero no solo recordó que él era bueno contra ese Contacto, sino que también era muy bueno peleando contra ella y su hermano. Aparte de cualquier Guerrero Sanguinario, solo Stephen en los entrenamientos lograba mantenerse bien parado.
―Pero tendría probabilidad de ganar, ¿verdad?
―Por supuesto. ¿Quieren más hidromiel?
Los gemelos aceptaron y les sirvió un poco más en los cuernos. Después de beber con agrado hasta la última gota, Nathan miró de reojo la villa que había tras él, en la base de la colina.
―Esa gente allí abajo es la única que le hace compañía, ¿no es así?
―Por supuesto. A pesar de no ser reales, me agrada tenerlos aquí.
―¿Y... no ha pensado en abandonar todo esto? ―preguntó Nathan―. Quiero decir, ¿dejar este tipo de vida y no sé... ir al Valhalla como usted antes ha querido?
―De hecho, he podido irme desde hace mucho tiempo ―respondió Yngvar―. Antes deseaba irme y no podía, creo que era porque tenía alguna especie de restricción por los dioses nórdicos. Con el tiempo me enteré... de que los dioses murieron o desaparecieron ―dijo Yngvar con la mirada baja―. Después descubrí que muchos de los dioses de su mundo se trataban de ángeles o demonios, pero que trataban de sentirse como si fueran dioses. Con el tiempo, dejaron de sonar los nombres de dioses que conocí; con la llegada de cada nuevo y difunto portador me daba cuenta que existen muchas religiones. Me parecía interesante aprender más, ya no solo de la guerra. Un mundo rico en conocimiento constante, eso me comenzó a gustar.
―Así que por eso no se ha ido ―replicó Ariana.
Yngvar asintió con la cabeza.
―Quise saber más, era mi razón para quedarme. Sin embargo, el mundo comenzaba a aburrirme un poco... hubo un tiempo en el que para mí la guerra lo era todo. Y cuando reflexioné en que la guerra no siempre tiene sentido, pensé en que mi Marca lo llegarían a usar personas conflictivas, caóticas. Fue un pensamiento que me inquietaba en cierta manera. Aunque estuve dándole vueltas al asunto de abandonar todo esto, me vi en la obligación de quedarme.
―¿Por qué?
Yngvar levantó la mirada a Ariana, mirando con seriedad. Sus ojos escrutaron al gemelo, que estaba con la mirada centrado en él. Yngvar cerró los ojos un instante. La Marca del dorso de su mano brilló por un corto instante y al abrir los ojos, vio el estupor de los gemelos al ver que se habían desplazado de la colina hasta detenerse frente al lago que habían visto hace un momento. Solo ellos tres, la casa seguía en la colina. También vieron a la niña de hace unos minutos que caminaba sobre unas piedras grandes.
―Por Susy Conrell ―dijo Yngvar―. Esa pequeña es la razón por la que me he quedado. La joven portadora que murió a manos de los DELTA.
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