CAPITULO 36
10 de junio del 2019
Por la mañana, los gemelos Crowell ocuparon una sala vacía donde estarían a solas con Rachel. Augustus improvisó un par de camas hechas con muchas almohadas que el equipo había comprado el día anterior. Era momento de probar la hipnosis con ellos, así que Rachel estaba buscando unas cosas con las que ir tomando nota por si algo interesante surgía.
En cierta forma, sabía sobre la hipnosis. Al principio creía que podría hacer las mismas cosas que veía en la televisión o películas, con gente que terminaba adormecida y recibía órdenes sobre lo que tenía que hacer, ya sea que al final hicieran cosas ridículas y vulgares. La realidad fue chocante para ella al enterarse de que todas esas cosas eran una farsa, la hipnosis no funcionaba como un lavado de cerebro en el que la persona le da control absoluto a quien lo practica. No. La persona hipnotizada estaba despierta, consciente de las palabras del hipnotista.
Si un "verdadero hipnotista" le daba órdenes a una persona de actuar como un mono, al final dejaría la sesión y le diría al hipnotista que es un payaso de circo.
Rachel sabía que la hipnosis tenía un fin diferente. Aunque, en palabras de Nathan al sonsacarle la verdad a Isabella, Rachel debía estimular los cerebros de ambos gemelos a una fase de sueño mucho más profundo. La fase Delta.
―Hummm... Pero esa fase es más propia de los niños pequeños ―Había dicho Rachel―. ¿Estás seguro de que ella te lo dijo así?
―Fue lo que me confesó ―dijo Nathan―. Aunque para nosotros será diferente, porque deberemos ver una llave.
―¿Llave?
Nathan subió y bajó los hombros.
―No sé a qué se refería con la llave, pero habrá que descubrirlo.
Rachel solo deseaba que Isabella no le hubiera dicho mentiras.
Los gemelos descansaron sus cuerpos sobre el montón de camas. Cada uno ocupó su parte, separados. Estaban un poco adormecidos que esa cama les resultó confortante a cada uno; por indicaciones de Rachel, ellos durmieron tarde y despertaron temprano, así sería más fácil el proceso. Rachel estaba sentada más arriba de la cabeza de ambos hermanos. Tenía un cuaderno en el regazo y un bolígrafo en la mano izquierda. Comenzó dándoles indicaciones.
―Relajen sus párpados, todos los músculos alrededor del párpado deben relajarse lentamente.
Los miró un par de segundos y señaló que inhalen y exhalen despacio. Los gemelos obedecieron. Rachel se preguntaba si lograría que lleguen a esa fase de sueño profunda. Les ordenó que relajen cada parte de su cuerpo, las indicaciones fueron efectuándolas poco a poco, de modo que los gemelos se iban sintiendo más ligeros.
Rachel frunció la boca. Los gemelos terminarían durmiendo, pensaba, por lo que les pidió aspirar aire con la boca. Ellos lo hicieron. Siguen despiertos. Ahora su preocupación era esa llave, ¿qué debían hacer precisamente a medida que van reposando más y más?
No obstante, Rachel consideró que la llave debía ser algo mental, proyectado por ambos. Cuando pasaron unos minutos y se percató de que los gemelos se veían como dormidos, chasqueó los dedos y ellos no reaccionaron. Sintió que falló, trató de darles una orden.
―Activen el instinto asesino.
De repente, ambos gemelos cerraron los puños de la mano. Rachel frunció el ceño.
―Hay una llave ―dijo Rachel comprobando la fase de sueño―. Quiero que imaginen una llave.
―Una llave de empuñadura cuadrada con tres muescas ―dijeron los gemelos Crowell al mismo tiempo. Rachel se sorprendió, ¡seguían despiertos!
No, no era así. Los gemelos se iban hundiendo en el sueño a cada segundo, pero manteniendo su consciencia gracias al instinto asesino. Con ellos practicó un poco de manera que pudieran activar el instinto en situaciones menos peligrosas, eso cuando estaban en el programa. Esa adaptación al peligro traspasó y ahora podían hacerlo desde un estado más relajante.
―Sí ―dijo Rachel con voz suave―. Quiero que imaginen que van a tocarla.
―No podemos ―respondieron los gemelos―. La llave es una puerta.
Rachel iba a dar otra orden, pero los gemelos volvieron a hablar entre sueños.
―Todo está oscuro, solo vemos una llave gigante. La... llave... es... una... puerta...
***
En el estado de ambos gemelos, sus cuerpos se iban sintiendo más ligeros. Sus cuerpos parecían como una pluma, caían con tanta ligereza que olvidaron por completo que estaban descansando sobre un montón de almohadas. Nathan y Ariana habían abierto los ojos a la oscuridad, estaban dormidos en la realidad, pero despiertos en un sitio diferente. Flotaban en un universo sin estrellas, donde estaban juntos.
De repente, una intensa luz apareció y se fue dando la forma de una llave gigante. A través de la llave podían ver árboles de hojas rojas; estaban viendo el Bosque Rojo. Ese lugar era el Rode Skoger.
La llave es una puerta, pensaron los dos al mismo tiempo. La llave los conduciría al verdadero sueño, a la fase Delta, donde el Rode Skoger existe.
Los gemelos flotaron hacia ella y atravesaron la luz.
***
Pisaron con firmeza un suelo con hierba anaranjada. Al verlo bien, se entendía que era césped, aunque no se veía como si estuviera seca, sino que estaba en buen estado a pesar de su coloración. Los gemelos alzaron la vista a los grandes y frondosos árboles de hojas rojas que añoraban rascar el cielo crepuscular, las hojas iban siendo agitadas por una suave brisa medianamente cálida. La tierra abría los caminos hacia senderos de ensueño con flores amarillas, se trataban de rosas, aunque aquí eran de un color diferente. Observaron con interés e intriga que había un valle a lo lejos.
Un valle con diversas casas rectangulares, con muros curvados y amplios techos. A medida que se acercaban descubrieron que había personas allí. Vieron a una mujer de cincuenta años sentada y arrimada a un árbol, contemplando el cielo. Un señor que iba caminando alegremente de vuelta a su hogar, donde había personas que lo saludaron y le señalaron ocupar una silla solitaria en el fondo de aquel hogar. Vieron como una joven asiática de la edad de veinticinco años más o menos, sentarse y agitar los pies desnudos en la orilla de un lago con el agua más cristalina que los gemelos han visto en toda su vida; Ariana hundió la mano en el agua y se sorprendió al saber que estaba tibia.
Hubo diferentes personas que deambulaban de un lado a otro, pero ninguno notaba la existencia y reciente llegada de los gemelos. Cruzaron al lado de ellos, sin embargo, todas esas personas seguían de largo como si ambos fueran de allí. Como si pertenecieran a ese mundo y los conocieran. Nathan alargó la mano tratando de detener a un hombre con una barba incipiente. Su mano parecía haber palpado aire, no era sólido, ninguno de ellos.
―Ninguno parece oírnos.
―En realidad los escuchamos, sabemos que están aquí ―dijo una mujer que estaba en el umbral de su casa. Sonreía con unos brillantes ojos verdes―. ¿Qué es lo que desean averiguar de la Marca Sanguinaria?
Los gemelos se miraron entre sí.
―¿Tal vez sepa sobre la Marca Sanguinaria cuando se divide?
La mujer parpadeó varias veces.
―Eso no me corresponde decirles.
Al entrar en su hogar, desapareció.
Los gemelos fruncieron el sueño y oyeron la risa de una niña. Al volver se dieron cuenta de que una pequeña de ocho o nueve años brincaba intercambiando un pie en cada salto, para ella eso era muy divertido. Llevaba unas trenzas en cada lado de la cabeza. Aunque para los gemelos era extraño que entre tantos adultos solo estuviera ella, ¿por qué solo había una niña?
La niña pasó de largo tras ellos, no la detuvieron porque sabían que los gemelos parecían fantasmas.
Ariana siguió con la mirada a la niña, pasando al lado de una pareja adulta que estaba sentada en un tronco, mirando el lago fluir. Ariana soltó un grito ahogado.
―¿Qué ocurre?
―Esa pareja de ahí... ―Ariana los apuntó con el dedo y Nathan los miró―. Esa pareja...
―¿Qué pasa? ¿Quiénes son?
―Son los padres de Stephen.
Habían entrado por tener respuestas, pero ahora había más dudas para Ariana.
―¿Estás segura? ―inquirió Nathan.
―Sí, los vi en una foto que Stephen me enseñó.
Oyeron pasos detrás de ellos y se dieron la vuelta. Pudieron ver al único ser humano real en aquel valle.
―Al fin llegaron, Nathan y Ariana Crowell ―dijo el hombre que vestía un kyrtill, una túnica azul que le llegaba a las rodillas. Llevaba unos pantalones de lino y calcetines negros. Su rostro con una mirada expresión afable y bondadosa. Su cabello de color negro y su barba negra era bastante larga que no se lograba ver la piel de su cuello. Tenía las manos juntas, una encima de la otra―. Pensé que no llegarían a este lugar.
―¿Quién eres? ―preguntó Nathan.
El hombre se apartó la mano, mostrándoles el dorso en alto. Los gemelos abrieron más los ojos, el dorso izquierdo tenía la Marca Sanguinaria dividida en dos partes iguales. La diferencia es que ambas mitades formaban parte de él.
―Soy el vikingo Yngvar. Bienvenidos al Rode Skoger.
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