Capítulo 4: Mi "doble" es una barbie

Kiara

El tráfico estaba realmente horrible esta mañana y durante todo el trayecto maldije mentalmente el día en que se averió mi bicicleta. Debía llegar temprano a Geografía o de lo contrario se sumaría otro castigo a mi larga lista. En serio, esa puta lista ya era demasiado extensa como para permitirme uno más.

Si algún día logro ser la alcaldesa de esta jodida ciudad, juro que usaré todos los fondos para construir un metro y un teleférico.

Después de hacer autostop en vano durante una hora y de perder la dignidad pidiéndole a un niño que me prestara su skate, logré tomar un autobús que me dejó a tres manzanas del colegio. Consulté la hora en mi móvil y casi se me cayó el alma a los pies cuando calculé que tenía menos de diez minutos para llegar, así que me tocó correr. ¡Odio correr! Casi tanto como a los lunes.

A duras penas, sudada y agitada, logré llegar. Pero, de todas formas, ya llegaba tarde como siempre.

Bien por ti, Kiara. Regresas de la expulsión y ya te ganarás un castigo desde la primera clase.

Ya estaba adaptada a la misma dinámica: entrar al salón, disculparme con una ridícula efusividad por llegar tarde (otra vez) y rogar que no me echaran (a veces perdiendo algo de dignidad en el proceso).

Entré al aula de Geografía abruptamente, disculpándome con la profesora Rodríguez, pero, a diferencia de las veces anteriores, no me encontré con su mirada desaprobatoria sino con una de estupefacción.

¡Qué mierda! Está harta de mirarme. ¿Cuál es la sorpresa?

Sentí que alguien me miraba. Más bien todos lo hacían, pero no era la típica sensación familiar de cuando todos mis compañeros me veían llegar, esta vez un par de ojos encima de mí me pesaban, mucho. Tuve la necesidad de mirar y ahí, justo en mi lugar...

¡NO PUEDE SER, HAY UNA VERSIÓN BARBIE DE MÍ EN MI LUGAR!

Y dije barbie porque vestía como una. Perfectamente combinada, peinada y su ropa parecía ser de marca, a diferencia de la mía que la compré en un mercadillo de ropa de segunda mano hace unas semanas.

Mi primera reacción fue asumir que estaba soñando. No había otra explicación lógica para que una "doble" mía vestida como una Bratz estuviese ocupando mi sitio. Sí, debía ser eso. Estaba tan predispuesta a los castigos que me imponían a diario por llegar tarde que acabé soñando que una versión "perfecta" y puntual de mí me reemplazaba.

No tardé mucho en notar que no estaba soñando.

Luego una serie de teorías existencialistas ridículas vinieron a mi mente. Quizás estaba en una simulación y esa chica era mi reemplazo. Tal vez era un robot o un androide. Puede que una chica loca se hubiese operado la cara para ser idéntica a mí.

¡Nada tenía sentido! Pero...esa chica extraña seguía mirándome como si la aparición diabólica fuese yo en lugar de ella.

Era como mi reflejo en el espejo. El mismo cabello castaño oscuro con los mechones rubios en las puntas que cualquiera diría que eran teñidos, pero en realidad se debía que de pequeña era rubia y eso era lo único que quedaba de ese color. Los mismos rasgos faciales, complexión física y de seguro también la estatura...¡TODO IGUAL A MÍ!

¿Qué carajos es esto? ¡No tiene sentido que una persona que no es nada tuyo sea igual a ti!

Estaba soñando, seguro. No era posible. ¿Cómo es que había una chica idéntica a mí? ¿De dónde salió?

Ella parecía estar igual de asombrada que yo y el resto de las personas a nuestro alrededor también. Nos observaban como a animales de zoológico, pero eso era lo que menos me importaba en ese instante. Toda mi atención estaba enfocada en ese espectro que apareció de la nada y que, recé, porque saliera de la misma forma.

El silencio había dominado la atmósfera hasta que alguien especialmente irritante decidió romperlo y sacarnos a todos de nuestro ensimismamiento.

—¡Oh, my God! Kiara DeRavin tiene una gemela —gritó Bonnie en un tono especialmente chillón y acto seguido comenzó a escribir algo en su celular, me temí lo que sería.

Esa chica era una chismosa de categoría. Conocía cada chisme, noticia y rumor de la escuela, y para rematar, era la encargada del periódico escolar, así que ni siquiera me tomé el tiempo de detener el tweet que de seguro estaba publicando y me limité a sentarme —aprovechando que la profesora estaba demasiado impresionada como para echarme de su clase— en el único puesto libre. Nada más y nada menos que al lado de la...¿chica nueva? No sabía, y tampoco quería saberlo.

—Bueno, ya aclarado el malentendido, les presento a su nueva compañera: Kimberly Adams —anunció la profesora tras salir de su estupor.

Kimberly... Así se llama la barbie, ¿eh?

Bah, me importa una mierda.

A la que pareció importarle más que una mierda fue a la chica. No paró de mirarme durante toda la clase, lo que me ponía totalmente incómoda, no estaba acostumbrada al exceso de atención y menos en una situación tan rara como esta. Su mirada sobre mí me puso de los nervios y no podía centrarme en nada más que no fuera contar los minutos para que la campana sonara y así podría salir corriendo despavorida, y vomitar de ser posible.

A pesar de que mi conciencia me dictó lo contrario repetidas veces, acabé volteándome una que otra vez para echarle un vistazo a la tal Kimberly. Viéndola más de cerca, la verdad es que, fuera de su ropa de marca y su cabello perfectamente peinado, no encontré algún otro rasgo que la diferenciase de mí. Y eso era jodidamente fascinante y perturbador al mismo tiempo.

La clase terminó no supe cuánto tiempo después y salí a toda velocidad del aula, previniendo lo que vendría a continuación: «Kiara DeRavin es la gemela de la posible nueva reina de belleza del Instituto Styles». Pronto comenzarían los comentarios y las burlas y ya bastante tenía con mis castigos, con ser la alumna menos favorita de cada profesor del instituto y con las bromas pesadas de los amigos de Nick como para tener que lidiar también con esa chica. No me interesaba saber de dónde salió ni tampoco el porqué de nuestro parecido, solo quería huir tan pronto como pudiese.

Escuché cómo la chica en cuestión me llamaba, pero la ignoré, como suelo hacer con todo el mundo, sean iguales a mí o no. Me alejé tan rápido que cualquiera diría que tenía instalado un cohete en el culo y me refugié en el salón de mi siguiente clase. Me esforcé por regular mi respiración y los latidos desbocados de mi corazón mientras la estancia se iba llenando de alumnos de diferentes años, después de todo, Artes Plásticas era una asignatura optativa y complementaria a la cual podía inscribirse quien quisiera.

Recordaba perfectamente cuándo fue la primera vez que pisé esa aula-estudio. Apenas iba a mediados de primer año y estaba deshecha tras la mierda que me había hecho Nick. Por aquel entonces parte del instituto estaba siendo sometido a reparaciones y reformas y yo tampoco conocía en su totalidad la institución como para saber que aquel salón no era uno de los tantos que estaban cerrados por restauración sino que correspondía a la materia que, eventualmente, me sacaría del pozo en el que estaba hundida.

El profesor Grant, un excelentísimo pintor que tras ganar reconocimiento nacional y acumular fortuna con sus obras decidió que debía dedicar su vida a instruir, me permitió quedarme en su clase y logró con una frase y un ejercicio de creatividad que me enamorase de las Artes Plásticas. Nunca olvidaré sus palabras: «Plasmen en el lienzo lo que sus almas no pueden plasmar en el mundo de ninguna otra forma».

Y eso hice durante los próximos tres cuartos de hora mientras trataba de olvidar todo lo que acababa de pasar en Geografía. Después de todo, esa chica, Kimberly, parecía ser del tipo  popular que pronto se convertiría en una queen bee y aniquilaría socialmente a cualquiera que se atreviese a comparar su perfección con el desastre que era Kiara DeRavin.

—Vaya, veo que vuelves a ser tú.

Me volteé hacia la persona que había dicho aquello y me encontré con el rostro sonriente de James, presidente del club de danza moderna y un artista frustrado según él mismo. No era mi amigo, porque yo no tenía amigos, pero sí pertenecía a ese uno por ciento de la población estudiantil que no me caía como el culo.

—¿A qué viene eso, Fonsi? —inquirí, a la defensiva.

Sí, encima su apellido era Fonsi. Por cosas como esa acabé apodándolo —sin que él lo supiera, claro está— el chico popurrí.

—A nada, es que esta mañana te vi...diferente —se encogió de hombros —. Incluso dijiste que no te llamabas Kiara.

Ay, no. ¡No puede ser!

—Maldita sea, te encontraste con la barbie —gruñí—. Esa no era yo.

—Oh, déjame adivinar. Era Patricia —bromeó y no me costó mucho captar la referencia a la película Fragmentado.

No me hizo ni pizca de gracia, pero, en vista de que James Fonsi me caía bien, me abstuve de mandarlo al diablo y continué pintando.

El resto del día transcurrió normal, a excepción de uno que otro comentario acerca de mí y mi "gemela" que escuché en los pasillos mientras corría de una clase a otra. Sí, corría porque, por ridículo que sonase, me daba pánico encontrarme con esa versión principesca de mí de nuevo.

En menos de dos horas ya todo Styles estaba al tanto del asunto y eso era justo lo que quería evitar. Destestaba a muerte ser el centro de atención. En serio, de egocéntrica no tenía ni un pelo. Los reflectores estaban reservados para la hueca de Tracy y sus perritas falderas, los capitanes de los equipos de deporte y el blog de la chismosa de Bonnie. Jamás me atrevería a quitarle protagonismo a semejante banda de idiotas.

Poco antes de la hora de almuerzo, me dirigí a la cafetería en la cual debía ayudar como parte de mi castigo y lo que, además, equivalía al primer día de un mes infernal ya que todos los idiotas y las princesas se encargarían personalmente de hacerme la vida imposible. Porque sí, las personas "más importantes de la escuela" no tenían nada mejor que hacer que fastidiarme la existencia.

Llegué a la zona trasera con mi mejor cara de pocos amigos y me identifiqué ante las encargadas de la cafetería. Ellas me explicaron —con caras de menos amigos que la mía— brevemente lo que tenía que hacer. Resultó que solo debía servir los postres y lavar parte de los platos sucios luego de terminar. A decir verdad, prefería lavar todos los platos de la ciudad antes que ser "la chica de los postres", pero tampoco estaba en posición de elegir.

Me puse un delantal, una redecilla y para cuando me posicioné en mi lugar ya estaban comenzando a ingresar imbéciles a la cafetería. Mi sitio era algo parecido a un cubículo, la sección de postres no tenía por qué ser tan amplia y siempre sería la primera en culmimar mi trabajo, eso era un alivio.

Conforme comenzaron a llegar personas al lugar, llegaron con ellos, como era de esperar, los chistes de mal gusto. Era un asco que debiese hacer esto durante un mes entero y la peor parte era tener que recibir a esa banda de idiotas con una sonrisa.

Cuando pensaba que ya nada podía empeorar, apareció delante de mí Tracy O'Neal, la chica más popular de la escuela y una puta piedra en mi zapato. Era una chica muy guapa, pero extremadamente superficial, hueca y pedante, todo elevado a la máxima expresión. Es ese tipo de personas que cree que se lo merece todo y aplasta a los demás como un pasatiempo. El único motivo por era que es popular era porque fue apadrinada por la anterior "reina" del año pasado y al esta graduarse ella tomó el puesto.

—Hola, Kiara De-sastre —bromeó y sus perritas falderas, cómo no, se rieron como si en serio a eso se le pudiera llamar chiste ingenioso.

Satán, dame paciencia, porque Dios no escucha mis plegarias últimamente.

—Hola, Tracy. ¿Quieres agregar un pastelillo a tu almuerzo? —le ofrecí, a la vez que tomaba uno de los pasteles y fingiendo una sonrisa que ni yo me creí a sabiendas de que una chica tan delgada como ella dejó de comer cualquier cosa que contuviese azúcar hace años.

—Cariño, yo no como nada que contenga azúcar o/y gluten —me respondió obvia.

—Oh, lo siento, olvidaba que los postres de los intentos de modelo como tú son una hojas de lechuga con un tronco de apio —fingí sorpresa y logré molestarla con mi comentario. Bingo.

—Mira, querida, yo no puedo disfrutar de él, pero tú si puedes, ¿no? —tomó uno de los pastelillos y, antes de que pudiera reaccionar, ya me lo había restregado por toda la cara.

Las burlas a nuestro alrededor no se hicieron esperar, pero no me molestaron tanto como la expresión de triunfo plasmada en la cara de la rubia mal teñida que tenía delante.

Esta perra no sabe lo que se buscó.

—¿Sabes? Está muy rico —ironicé tras llevarme un poco del merengue rosa a la boca—. Deberías probarlo —e hice exactamente lo que ella me hizo, pero no con uno, sino con varios pastelillos.

A algún idiota se le ocurrió la "grandiosa" idea de anunciar una guerra de comida que se salió bastante de control, y después de toda esa locura solo yo terminé en la dirección como la principal responsable de todo. Obviamente Tracy gozaba de total impunidad por ser la privilegiada sobrina de la directora y eso era una putada teniendo en cuenta que la muy perra se dedicaba a joderme la vida casi a diario. Como castigo me agregaron más días en detención y además tenía que limpiar cada graffiti que hubiese pintado en la escuela hasta la fecha.

—Esto es injusto. La bruja de Tracy comenzó —gruñí para mí misma al salir del despacho de la directora mientras pateaba una piedra imaginaria.

Lo que casi acabé pateando en realidad fue nada más y nada menos que a "mi reflejo", y dudaba bastante que estuviese allí por mal comportamiento.











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¡¡¡Nuevo capítulooooo!!!

Bueno, ya saben cuál fue la reacción de Kiara. ¿Será igual la de Kimberly?

Besos de Karina Klove 😉

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