Capítulo 8. Sai y Val North (Primera Parte)


La última semana se había ido en un suspiro entre prácticas de concentración para ayudarla a mejorar y a Enrique se le ocurrió la genial idea llenar la casa de distintas piedras. El resultado fue una vajilla nueva, reemplazar todos los bombillos de la casa y un moretón que le salió a Thaly en la espalda cuando Samantha la hizo levitar mientras dormía.

Ahora Samantha estaba preparándose frente al closet para enfrentar su primer día de universidad. El problema para elegir qué ponerse no lo había tenido nunca, así que se levantó una hora antes de la prevista para decidir y ya llevaba cuarenta y cinco minutos decidiendo. En el colegio usaba uniformes reglamentarios pero en la universidad podía ir vestida como quisiera y eso abría un mundo inmenso de posibilidades, destrozando así sus tan preciadas rutinas.

—¿Jeans o falda? —se preguntaba mientras pasaba cada uno de los ganchos en el closet— ¿Camisa o sudadera?, ¿Converse o zapatillas?... No, zapatillas no. ¿Negro?... No voy de luto. ¿Rosa?... Pareceré un algodón de azúcar. ¿Verde?... Como un árbol.

Se decidió por ir cómoda, así que sacó unos Jeans azules que iban con una sudadera violeta ajustada que su mamá le había comprado en Pull & Bear, no sabía que obsesión tenía su mamá con esa tienda, pero no podía negar que su ropa además de ser muy linda, transmitía a perfección su personalidad. Para rematar su atuendo cómodo, se calzó unas Converse, escogió entre todos los colores que tenía y se decidió por el amarillo. Poco le importaba si combinaban o no, las Converse siempre combinaban con todo.

Se quitó el anillo que le dio su abuelo, no estaba segura si haría que el gato del vecino flotara otra vez hasta el techo, bastante le había costado convencer al malvado felino de que ella quería ayudarlo a bajar.

Samantha jamás usaba morrales, odiaba guindarse esa cosa en la espalda. Prefería los bolsos cruzados y su mamá le regaló uno de color azul un tanto desvencijado que también había comprado en Pull & Bear. Era del tamaño perfecto para sus cuadernos y resistía el sobrepeso que Samanta le colocaba. Con su atuendo completo, se miró en el espejo.

—¡Es lo más combinada que puedo estar! —se dijo a si misma sintiéndose a gusto con lo que veía.

—¿Estas lista? —interrumpió Thaly y Samantha asintió— Ok, recuerda que puedes llamarme cuando quieras porque hoy no iré a trabajar y los abuelos también estarán en la casa, no te de pena ni miedo, llama por cualquier duda cuando estés en el salón o donde sea. Y a la hora del descanso también llama para saber cómo va todo, y llama cuando...

—Mamá —la detuvo Samantha cansada— llamaré si es necesario. Llamarte cada cinco minutos no mejorará mis nervios ni tampoco me ayudará a pasar desapercibida.

—Lo sé, lo sé, es solo que... —Thaly soltó un suspiro profundo— estarás bien, lo sé, soy yo la que no está lista aún para dejarte ir.

Dentro del vehículo Samantha tomo la mano de su mamá y le dedicó una sonrisa sincera, era momento de partir a la nueva experiencia.

* * *

La Universidad era mucho más grande de lo que Samantha imaginó, pero no tan grande como una Noide. Se encontraba en una zona apartada y circundada por un pequeño bosque que la mantenía escondida.

La universidad estaba constituida por dos edificios: Q y A; el primero de ellos tenía forma de cuadrado de dos pisos, un patio interno que intercomunicaba los pasillos donde se encontraban el cafetín, el laboratorio, los salones de Estudios Generales y los dos primeros años de carrera; y el segundo era un edificio de cuatro pisos donde funcionaban el resto de las aulas de los últimos años y las oficinas administrativas. No tenía canchas deportivas de ningún tipo, lo que resultó un alivio para Samantha que había declarado cualquier enfermedad o dolencia en la mayoría de las clases de deporte del colegio por los últimos 3 años, no obstante contaba con un Campus verde colina abajo donde había bancos y mesas, ese era por excelencia el lugar donde los estudiantes comían y descansaban.

Samantha estaba nerviosa viendo como algunos de los estudiantes comenzaban a llegar y se saludaban entre sí. Todos podían pasar por Noides, de hecho pensó que había más Noides que parecían del mundo energético. Se despidió de su mamá no sin antes escuchar otra vez el listado de las cosas que debía hacer y las que debía evitar y caminó con paso seguro al Edificio A, el Administrativo. Debía primero presentarse ante la secretaria estudiantil y solicitar su horario de clases. Su mamá había insistido en ir con ella pero prefirió ir sola.

Atravesó con rapidez el Campus sin mantener contacto visual con los jóvenes energéticos que pasaban a su lado. Era consciente de que debía ser una comunidad pequeña puesto que todos y cada uno de ellos la miraban.

—¿Adams? —dijo la secretaria bastante emocionada— ¿la nieta de Elia Adams?

—Si —respondió Samantha con orgullo.

—¡Caramba cómo has crecido! Una vez tu abuela te llevó a las oficinas. ¡Como presumió de ti ese día!

Samantha Sonrió.

—Aquí tienes tu horario. No temas regresar si necesitas ayuda. Tu primera clase es en... quince minutos y es en el salón 12A del edificio Q.

—Gracias —le dijo con timidez.

Tomó el horario y sin saber muy bien donde quedaba el salón, se fue a paso rápido al edificio Q. Para mitad de mañana su plan de hacerse invisible había desaparecido. Todos los profesores en clases conocían a sus abuelos o ya se los habían referido, así que se mostraron muy amables con ella, lo que solo hizo posible que todos se fijaran en la «favorita de los profesores» como escuchó a un compañero comentar con tono de burla.

Disponía de un modulo libre, así que se fue al campus a descansar un poco de todo el estrés que estaba sintiendo, abrió su libro y se sentó en el césped a leer un poco. No iba por la segunda línea cuando dos personas se tumbaron frente a ella.

—Tú eres la nueva —afirmó una muchacha alta de pelo rebelde y rojizo—, yo soy Val, pero dime Val, y él es mi hermano Sai.

—¿Qué lees? —preguntó el muchacho de cabello rojizo oscuro y estatura media.

—¿Lectura Noide? ¡PUAJ! —soltó Val y fingió vomitar— ¿Cómo puedes leer eso?

—Deberías probar algún día leer algo Noide, para ser tan incrédulos con la energía tienen una imaginación grandiosa —afirmó Sai dándole un pequeño empujón a su hermana.

Samantha contempló un poco aturdida toda la situación, era nueva en aquello de las amistades y compañeros de estudios pero no pudo evitar sonreír cuando Val devolvió el empujón a Sai y lo tumbó en el césped.

—Soy Samantha Adams. Y si, deberías intentar leer algo Noide, son muy ingeniosos —dijo cerrando su libro—, aunque no conozco ningún autor enérgico como para compararlos.

—Samantha... mejor Sam, Samantha es muy largo —dijo Sai desperezándose—, te recomendaré algunos, pero la verdad es que los noides tienen mas imaginación.

—Hay muchos autores energéticos, pero no son tu tipo de lectura –le dijo Val a su hermano—, yo te recomendaré excelentes texto sobre la energía y su manipulación—dijo ahora dirigiéndose a Samantha—.

—¿Ustedes también están en Estudios Generales para tardíos? –preguntó Samantha

—Claro, pero dile E.G., lo hace sonar mejor de lo que en realidad es —contestó el chico.

—¿Por qué empezaste tarde? Las clases comenzaron hace dos semanas... —preguntó Val.

—Soy una tardía, tengo dieciséis pero apenas tengo una semana con poderes—dijo encogiéndose de hombros para restarle importancia a la respuesta que había practicado con su familia.

Val y Sai exclamaron al unísono un sonoro «!¿Qué?!» y se reincorporaron derechos frente a ella.

—¡Eso es muy reciente! Sai y yo también tenemos dieciséis y somos tardíos, nos desarrollamos a los 13, ¡pero vaya que tú si te desarrollaste tarde!—dijo Sai

—¡Sai! —reprochó Val golpeando sus costillas—. ¿Qué te he dicho sobre tener filtro? No todo lo que piensas debes decirlo

—¿Qué? —dijo sobándose— solo digo que... olvídalo. Lo lamento Sam

Samantha rió

–Esta bien, si fui súper tardía, en mi casa pensaban que no era Energética, así que fue toda una sorpresa cuando por fin ocurrió —Samantha rodó los ojos tratando de disimular su mentira.

—Entonces no debes saber mucho de este lado del mundo ¿no? —preguntó Val.

—No mucho, la última semana me dieron todo tipo de información pero me sigo enredando. Por ejemplo, esto de E.G. aún no lo entiendo del todo...

—No es difícil. Verás, los Energéticos nacidos de familias Energéticas ya saben todo lo que hay que saber cuando llega la hora de integrarse a la Universidad, por lo menos lo más básico de control de energía, runas, química, reglas, y todas esas cosas. Los tardíos, los nacidos de Noides y los huérfanos como en nuestro caso debemos hacer estos E.G. para nivelarnos antes de entrar a la universidad.

Samantha se sorprendió al escuchar que eran huérfanos, pero disimuló y no lo interrumpió.

—Algunos padres también mandan a sus hijos a pasar por E.G. para que perfeccionen lo aprendido y tengan un mejor rendimiento en la universidad, que no es muy distinta a la Universidad Noide, en realidad... —dijo Sai—. Lo que si tienes que tener claro es que nosotros somos lo último del escalafón social... bueno, en realidad tú eres lo último del escalafón social —señaló riendo a carcajadas—.

–¡Cállate! –le gritó Val dándole un golpe en la cabeza— A veces eres demasiado idiota.

—¡Ay!, ¡Pero es cierto! Ella tiene apenas una semana —decía Sai intentando agarrarle las manos a su hermana que arremetía furiosa contra él–. Solo digo que... debe tener cuidado... ¡Basta Val! Y no pretendo ser un idiota, solo advertirle

—Eso es justo lo que lo hace peor –le dio un nuevo golpe a su hermano y se giró a Samantha—. Disculpa a mi hermano, de verdad tiene problemas serios para controlar lo que sale por su boca.

—¿Advertirme de qué? —preguntó Samantha preocupada.

—¿Ves aquel grupito de allá?... — señaló a un grupo de cuatro chicos de segundo año universitario, altos y fornidos. El más alto de ellos, tenía la mandíbula cuadrada, pelo bastante corto de color negro azabache con algunos destellos rojizos— Se creen dueños de la Universidad y les encanta molestar, de hecho, a los estudiantes de E.G. nos llaman Eggs —dijo rodando los ojos—, es obvio que no son muy creativos. Cuando se enteren de que eres tardía de una semana se querrán meter contigo.

—Bueno, no es la primera vez que me tengo que cuidar de gigantes con cerebros de moscas —comentó Samantha sin dejar de mirar al grupo—. Aunque bueno, en mi instituto no lucían así de grandes y en definitiva no eran energéticos.

—No te preocupes –le dijo Val– estás con nosotros.

—Es cierto, si caemos, caeremos todos juntos —bromeó Sai abrazando a su hermana y rodando los ojos.

El timbre que anunciaba el final del descanso sonó y los tres compañeros, ahora amigos, se encaminaron a su próxima clase. Samantha nunca había tenido amigos, pero había encajado muy bien en esa pequeña hermandad. Veía como Sai y Val se amaban, se cuidaban y por eso los admiraba, deseaba también tener un hermano así.

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