Capítulo 27. Después del Equinoccio
Ythan había visto a Sai cuando se aseguraba que Val llegara al piso con suavidad. También vio su mirada cuando apretó sus labios en una línea fina y le dedicó una rápida mirada a su hermana, y luego otra a Ythan como adiós y se regresó al salón. Le había encomendado cuidar a su hermana. Cuando llegó al piso Val volteó para esperar a su hermano y cuando miró a Ythan este solo pudo bajar la mirada confirmando su terror. Así que también vio como Val se encaramaba a la ventana hasta que lograba entrar.
No podían perder tiempo discutiendo quien se iba y quien se quedaba, Ythan tenía una misión clara y agradeció que Thaly también: Samantha. Él la sacaría de allí y la protegería. Aún así espero tres respiraciones y supo que nadie más vendría, y aunque no quería ver a ninguno lastimado, agradeció que no dejaran sola a Thaly. Cuando Samantha despertara, sabía que eso le daría algo de fuerzas.
Se agachó a su lado y la montó sobre sus hombros. No era la primera vez que la cargaba inconsciente. Corrió cuando rápido podía hasta el bosque, y sorteando ramas caídas, piedras e irregularidades de la tierra, se adentró cada vez más y más. No se atrevió a detenerse sino hasta que el cuerpo demandó con desespero oxígeno y descanso.
Bajó a Samantha con delicadeza hasta la tierra, apoyándola con cuidado cerca de un árbol. Se lanzó a su lado con menos gracia para recuperar el aliento, sin perder atención a cualquier ruido que no perteneciese al bosque.
Se permitió recordar los últimos minutos. Cuando Sai se dio media vuelta sin saltar por la ventana sabía que Val tampoco se iría, ella no se alejaría de su hermano, y pasó lo mismo con Sai que, contraído por el dolor no podría irse sin Thaly. Hacía mucho tiempo que no tenía amistades cercanas, así que le agradó darse cuenta lo bien que los conocía.
Sintió una punzada de dolor al pensar en los tres rezagados, Thaly sin condición para dar pelea, Sai y Val sin los conocimientos para hacerlo; pero apartó ese pensamiento. No podía permitírselo en estos momentos. Era incuestionable su decisión de salir de allí, y no podría regresar tampoco para ayudarlos.
Tomando un ligero impulso para voltearse y comenzar a despertar a Samantha. Avanzarían más rápido si ella estaba despierta y podía caminar al menos, incluso con su pierna retrasándolos, avanzarían más rápido
Parpadeando con debilidad Samantha volvió en sí, pero era evidente que no tenía fuerzas. Su mente salía y entraba a la inconsciencia; divagando entre los últimos acontecimientos. Era una virtud la facilidad que tenían los energéticos para curar con tanta rapidez, pero Samantha estaba tan malograda y tan agotada, que no le quedaba energía que siguiese el proceso de sanación. Sin más que hacer, Ythan la alzó y la llevó sujeta por la cintura, con el peso de la muchacha sobre su hombro, aprovechándose de las pequeñas ventanas de lucidez que tenía la joven, que le permitían que recordara como caminar. Avanzaban más rápido así; sin embargo la mente de Samantha y del mismo Ythan, seguían enredadas en aquella habitación antes de que todo explotara; en diferentes perspectivas, pero en el mismo lugar.
Ythan conocía muy bien el bosque. Todos se preguntaban donde vivía Ythan y por qué él era el primero en llegar y el último en irse, pero solo él sabía, que dentro en el bosque, estaba su morada. Cuando llegó a la universidad, mantener un apartamento con el rastro mínimo de decencia era casi imposible, tendría que buscar un trabajo medio tiempo y esto dificultaba mucho más su misión en la universidad; así que no fue difícil tomar la decisión de vivir en el bosque, adoraba estar al aire libre, así había crecido, y le resultaba más natural dormir en una tienda de campaña que una cama rodeada de paredes.
Armó su pequeño campamento a unos veinte minutos de caminata desde la universidad, lejos de cualquier ruta que pudiera ser considerada transitable, como para evitar que cualquier curioso o explorador se topara con él por accidente; además, su campamento contaba con protecciones parecidas a las de la universidad, aunque no tan poderosas.
Llegó al claro del bosque que llamaba casa y volvió a sentar a Samantha en el piso. Con rapidez levantó todo lo que llevaría con él y lo metió en su gran bolso verde militar. Era bastante pesado, pero no podía dejar atrás esas cosas. Con ayuda de su energía levantó la carpa, destruyó lo que había servido de cocina, y borró las huellas de lo que fue su llegada y su estancia en aquel lugar. Una gran nube de polvo comenzó a envolverlo, mientras hacia todos sus preparativos de forma frenética. Si algo sabía hacer era borrar sus huellas, era lo primero que se enseñaba, la primera y única norma «si nadie te ve, no existes»
Samantha comenzó a reaccionar, llamando a Ythan con voz frágil. Su cabeza aún daba vueltas, y estaba segura de que si cerraba los ojos volvería a dormirse, pero ella ya no quería dormir. Ythan le acercó una cantimplora con agua y bebió un poco mientras le sostenía con delicadeza la cabeza; más agua cayó sobre su cara y aunque no le gustó esto ayudó a terminar de despertarla.
—¿Dónde estamos? —le preguntó mirando a su alrededor.
—En mi casa, te invitara a pasar pero tenemos prisa —dijo Ythan, mientras se levantaba y continua guardando las cosas en el bolso.
—¿Todo este tiempo vivías aquí? —pregunto Samantha mirando el campamento destruido.
—Si —respondió sin prestar atención a la sorpresa de la muchacha— ¿Cómo te sientes?
—Agotada como nunca antes.
—Es normal, hiciste una gran demostración allá atrás, ni hablar de que no había visto nunca nada parecido. Tienes que explicarmelo, aunque creo que lo entiendo, pero sobre todo debes decirme cómo lo hiciste.
Samantha aguardó en silencio tratando de recuperar un poco de energía y ordenando sus pensamientos. Pero cuando giró su cabeza a ambos lados no vio a sus amigos.
—¿Dónde están Val y Sai?
Ythan frenó por un momento sus actividades y respirando profundo las reanudó cuando le respondió:
—Se quedaron con tu mamá... nosotros tenemos que irnos Sams. ¿Crees que puedas levantarte?
Samantha agradeció en silencio a sus amigos por quedarse al lado de su mamá, una pequeña luz de esperanza se encendió en su interior, los tres juntos tendrían más posibilidades de vivir. Tomó la mano que le ofreció Ythan y se dejó llevar hasta sus brazos con fuerza.
—Levantarme, si. Caminar, no creo.
Ythan sonrió y sin soltar su cintura la guió por el bosque en una corta caminata.
—¿No regresaremos a buscarlos, verdad? —preguntó al fin Samantha, aunque ya sabía la respuesta.
—No, no podemos.
—¿Por lo menos tienen un plan?
—Eso espero, estoy seguro de que sí. Si no, algo se les ocurrirá.
—¿Y nosotros?, ¿tenemos un plan?
—El primero consiste en salir de aquí —esquivó.
No pasó desapercibido para ella que él había usado las mismas palabras que se dijo a si misma para motivar su escape estando en aquel sótano.
Habían transcurrido un par de minutos de la caminata cuando de lejos se veía una gran piedra llena de musgo, pero mientras más se acercaban Samantha reconoció bordes muy lisos para ser una piedra en medio del bosque.
Ythan la soltó y se adelantó. Tomó a la piedra por la orilla superior y desprendió una manta grisácea de la cual cayeron las hojas y parte del musgo que la adornaba. Debajo de la manta estaba una moto de curvas delicadas color negro con líneas rojas, tenía dos tubos de escape y a pesar de encontrarse en el medio del bosque sus terminaciones cromadas brillaban. Era bastante probable que Ythan la mantuviese impecable, pero Samantha que no sabía de motos debía reconocer que aquella era bella, tan bella que hasta el polvo le rendía pleitesías manteniendo su distancia.
Ythan comenzó a sujetar con fuerza a la parrillera el bolso con sus pertenencias, que los había estado siguiendo flotando detrás de ellos por la orden energética de su dueño. Samantha estaba sorprendida, no por la moto, no por la "casa" de su novio, si no por el principal hecho de que era su novio y ella no sabía nada de él.
—Una moto.
—Si —respondió con una sonrisa orgullosa.
—Tienes una moto.
—No es cualquier moto, debes mostrar más respeto. Estas en presencia de una Harley-Davidson modelo FXSB Breakout del 2013; tiene noventa y un caballos de potencia a cinco mil revoluciones por minuto.
—No sé nada de motos.
—No lo esperaba —dijo divertido— pero te lo diré así: en el universo de las motos, la mía es la reina.
—Querrás decir el modelo.
—No, la mía... —dijo más orgulloso y luego aclaró— bien, el modelo es el mejor que han construido, pero la mía tiene algunas adaptaciones especiales que la hacen única.
—¿Cómo cuáles?
Ythan terminó de atar la carga y se acercó a Samantha con el único casco, cuando la moto comenzó a ronronear con suavidad.
—Funciona en parte con mi Energía.
Samantha quedó impresionada e Ythan sonrió por su expresión y la tomó de la mano para llevarla hasta la moto.
Cuando estuvieron al lado la alzó por la cintura y la sentó en el asiento trasero.
—Gracias, pero pude haber subido sola, ya no me duele tanto la pierna.
—Aunque me preocupa tu pierna no te tomé de la cintura para subirte por eso —dijo mirándola con atención.
—¿Por qué entonces?
—Cuarenta y tres escalones —respondió con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—Cuarenta y tres escalones fueron los que Sai te ayudó a subir tomándote por la cintura. Cuarenta y tres eternos escalones Sams.
Sin querer se le escapo una sonrisa. Ythan estaba celoso, y a pesar de toda la desgracia que la rodeada, eso la hizo sonreír.
—Entonces —dijo bromeando— ¿me subirás cuarenta y tres veces a la moto?
Ythan agradeció su humor y le ofreció una mirada radiante, con energía renovada, contagiando a Samantha con ese buen humor que él solo tenía para ella.
—No cuarenta y tres veces, te tomaré por la cintura cuarenta y cuatro veces, para que Sai no se sienta en igualdad de condiciones.
Ythan tomó el casco y se lo colocó con extremo cuidado, acomodando los mechones de cabello y ajustando la correa debajo de su mentón. Cuando finalizó le dio un pequeño beso en los labios, teniendo especial cuidado de no lastimarla ni un poco más de lo que ya estaba. Cuando se sentó delante de ella, Samantha preguntó:
—¿Y tú casco?
Él se encogió de hombros.
—Jamás pensé que necesitaría dos cascos. Debes saber que eres la primera que sube a mi moto y con un poco de suerte serás la última.
La sonrisa que le dedicó debía ser considerada perjudicial para salud, debería venir con una señal de advertencia. Derritió a Samantha el calentamiento global ha derretido un témpano, su sonrisa emitía tanto calor que casi pudo sentir como se abría un hueco en la capa de ozono justo encima de ellos. Sus mejillas le ardían y por primera vez agradeció que los moretones no pudieran mostrar su bochorno.
—Sujétate fuerte —le dijo sobre su hombro.
Cuando sintió que Samantha se apretó junto a él con más fuerza, aceleró sorteando el bosque.
No se dirigían hacia la carretera que llevaba a la universidad, al contrario se alejaban de ella a gran velocidad. Zigzagueaban entre los arboles de forma habilidosa, mientras Ythan con su energía, quitaba de su paso los escombros y piedras. Samantha estaba agarrada a su cintura, con sus manos entrelazadas en su estómago y su cara en su cuello. Todo el cuerpo estaba pegado a la espalda del muchacho y se sentía tan distinto, tan agradable y diferente a cuando Sai la ayudaba a subir las escaleras, que hizo una nota mental para decírselo. Respiraba su olor, que servía como bálsamo para todas sus heridas físicas. Cuando comenzó a marearse apretó el único ojo que podía abrir e intentó concentrarse en cualquier otra cosa que no fuese a las personas que estaba dejando atrás.
Tras unos escasos minutos, que para Samantha fueron horas, llegaron a una carretera secundaria. Ythan salió con lentitud cuando se incorporó al asfalto, mirando a ambos lados del camino, antes de avanzar.
—Ya no habrá más curvas violentas, pero no puedo prometerte que bajaré la velocidad —le advirtió serio.
Samantha asintió y se apretó aún más a él si es que eso era posible. Ythan, sonriendo, aceleró todo lo que podía dar la moto.
* * *
Thaly reconoció que aquello era la mentira más débil que había escuchado, pero si existía algún tipo de posibilidad de que salieran de esa situación, era esta.
La verdad es que La Asamblea no tenía ni idea de cuánto ellos sabían de sus planes, y bien podían fingir que no sabían nada de lo que estaba pasando con Seguridad, Investigación y Sanidad; y que para ellos, la desaparición de Samantha se debía a su escape con su novio. La Asamblea no tendría la necesidad de inventar una historia distinta, tampoco tendrían la necesidad de silenciarlos a todos; Si ellos les daban su propia coartada, La Asamblea mordería el anzuelo. Además, si partían del hecho de que Samantha se había fugado, podrían presionar a las autoridades a buscarla, fortaleciendo su coartada. Defensa si buscaría a Samantha pero no sería para regresarla sana y salva.
El plan terminó de cobrar forma basado en las mismas palabras de André, ellos tenían que tener dos muertes, no necesitaban más, porque querían mantenerlo simple. Mientras más personas estuviesen involucradas, más difícil se les haría a Defensa actuar de forma desproporcionada. Y si existiese una posibilidad de que no todos los dirigentes de la Asamblea formaran parte de este complot de Defensa, entonces cabía la posibilidad de que estos representantes presionaran a Defensa para que buscase y protegiese a Samantha. Estando bajo la lupa del público y la mirada de los representantes de la Asamblea, Defensa tendría que volver a sopesar cada paso que diese.
Por otra parte al declarar que Samantha se había fugado y que desconocían lo que había pasado, daba una ventana de escape para que Sai, Val, los abuelos y Thaly pudieran contar con la misma notoriedad pública que les serviría de protección. La adopción podría ejecutarse, y... Thaly, frenó esta línea de pensamientos. La verdad era que solo estarían comprando tiempo, porque más temprano que tarde todos deberían irse y desaparecer. ¿Quería ella arrastrar a Sai y a Val a esta situación? No era algo que quería para ella misma, mucho menos para sus hijos, porque eso eran Sai y Val, sus hijos.
Thaly comenzó a armar una línea explicativa en su cabeza para lograr que los muchachos se fuesen mientras aún podían, cuando unos gritos en el pasillo la sacaron de su línea de pensamiento.
Sai tiró de Thaly y de Val al piso, detrás de lo que había quedado de un escritorio y les pidió silencio haciendo un gesto con sus manos.
—¡No me interesa! —gritó encolerizado André— ¡Lo tiene merecido! Lo único que tenia que hacer era vigilar a la mocosa esa y no lo hizo...
—Solo digo... –respondió un hombre de voz suave y más calmada de lo que debería— que si tu hijo no estuviese inconsciente podría ayudar a buscarla.
—Nada en los salones Sr. André —comunicó un tercero que llegó con la voz cansada y sin aliento—. Hemos registrado todos los pisos y no conseguimos rastros de ella o de alguna otra persona.
Tras un largo suspiro André respondió.
—¡Son una banda de ineptos!... Sola no se pudo escapar. La puerta solo abre desde afuera, así que alguien la ayudó a salir.
—O tu hijo no cerró bien la puerta –interrumpió el hombre de voz suave.
—Mi hijo —respondió André— no fue el último en salir de esa habitación; quizás debamos preguntarle a tu sobrino.
No podían verlos, pero sabían por su voz, que André disfrutaba que aquel error no se lo pudiesen atribuir a él. El hombre de la voz suave no respondió.
—Peinen la zona, no pueden estar muy lejos —ordenó André.
Un par de pies se alejaron trotando.
—¿Como piensas arreglar esto André?
Tras una pausa, André dio un respiro largo y los sonidos musicales de las teclas del celular retumbaron en las paredes derruidas.
—Necesitamos dos cuerpos, de mujeres obviamente.... Ese es tu problema... ahora mismo.
No podían escuchar lo que decía su interlocutor, pero no había que ser psíquicos para adivinar las respuestas que le daba a André.
—Vamos Witter, tenemos que cambiar algunas cosas.
Los pasos se alejaron del salón derruido donde permanecían aún ocultos Sai, Val y Thaly. No hablaron hasta que estuvieron seguros de que no escuchaban personas en la cercanía.
—¿Mataran a dos mujeres? —preguntó Val con pánico en su voz.
Nadie respondió.
—No podemos permitir que maten a dos mujeres —insistió.
No hubo respuestas.
—¡Sai! —Val lo sacudió para que este saliera de su trance.
—¡Déjame pensar, estoy pensando! —dijo con la voz apagada.
La verdad era que estaba intentando pensar, pero nada se le ocurría; La Asamblea no dejaba de sorprenderlo. La sola idea de que fuesen capaces de matar a dos personas solo para seguir adelante con su plan le resultaba repulsiva. Sintió como la bilis comenzaba a subir por su garganta.
Fue Thaly la que habló.
—Olvidemos esto. No podremos. Tenemos que salir de aquí. No creo que... no podremos hacer nada. Tenemos que irnos. Huir.
—¿Y las otras mujeres?
—Val, escúchame, es rudo pero o son ellas o somos nosotros. Tenemos que irnos —concluyo Thaly sin clemencia, comenzando a delatar el pánico que sentía.
Toda la idea de crear una coartada, era para lograr darle tiempo a Samantha y a Ythan de huir. Si ellos huían también, Samantha tendría menos oportunidades. El quedarse constituía un sacrificio, funcionara o no, pues quedándose rechazaban la única oportunidad que tenían de esconderse y ponerse al seguro.
Apresurándose se levantó y alzó a Sai por la orilla de su camisa. Lucía aún perdido y un poco verdoso. Se asomó por la ventana y muchas figuras caminaban en el bosque. Descartó salir por la ventana. Tendría que probar mejor suerte escondiéndose en otra área, dudaba que pudiera salir por la entrada principal.
Defensa estaba revisando con minuciosidad toda la zona. No podían salir de la universidad sin ser vistos. Este era ahora su lugar más seguro, o mejor dicho, se corrigió a sí misma, el menos peligroso de todos los peligrosos.
Asomándose con lentitud por lo que quedaba del marco de la puerta, vio para su asombro que el pasillo de la universidad, hasta donde su vista daba estaba en ruinas. No entendía cómo podían ellos estar vivos, y comprendió de repente que no habían buscado en los salones derruidos porque daban por hecho de que quien sea que estuviese allí no habría vivido.
Caminando con mucho cuidado dentro de los restos de pared, piso, sillas y mesas, los tres comenzaron a buscar algún área que fuese, por lo menos en apariencia, segura. Necesitaban resguardarse hasta que consiguieran la forma de escapar; pero mientras más avanzaban más parecía imposible. Los salones que podían servir para ocultarlos, estaban a punto de desplomarse, bien porque el techo les caía encima, o bien porque el piso estaba por colapsar.
A su derecha un gran agujero estaba donde antes Val y Thaly habían planeado entrar a llamar a los abuelos. Parecía una eternidad desde entonces, una vida por completo distinta, donde con una llamada podrían ser rescatadas. El polvo del aire parecía niebla, la mayoría de las luces fallaban dando luz de forma titilante, algunas guindaban lanzando chispas naranjas que se difuminaban en la bruma.
Sentían una pequeña capa de polvo comenzar a acumularse en la parte trasera de su garganta. Debían salir de allí. Thaly giró en una de las esquinas, o lo que quedaba de ella, y fue entonces cuando lo vio.
Frente a ellos, a unos quince metros estaban los restos del carro de Thaly. Pedazos de la carrocería chamuscados estaban en los alrededores. Los asientos no existían. No se veían señales de que hubiese estado en un choque previo, tal era la destrucción, que tuvo que ser necesario un pequeño batallón de energía para poder dejarlo en ese estado. Sintió que un escalofrió la embargarla, helando su sangre.
Unos pequeños rayos de luz se filtraron por el polvo, iluminando al fallecido vehículo.
—Una salida —exclamó Sai.
—No podemos ir por allí —dijo Thaly.
—No, esa es nuestra salida —Sai ahora tenía una esperanza en su rostro.
Giró con rapidez buscando algún lugar donde protegerse de la vista de cualquiera y no consiguiendo nada mejor que ocultarse detrás de un gran pedazo de techo, arrastró a las dos con él.
—Tengo una idea y creo que podría funcionar —comenzó a explicar.
* * *
No bien habían estacionado en casa de los abuelos, cuando Enrique abrió la puerta y le hizo señas a Ythan para que entrara incluso con la moto.
Samantha se quitó el casco y se bajo con rapidez hasta los brazos de sus abuelos. No pudo contener más sus lágrimas y lloró hundiendo su cara en el hombro de su abuelo. Las lágrimas quemaban sus ojos y todo a su paso. Lloró sin vergüenza alguna, sollozando e incluso temblando. Su abuela llegó a la sala y comenzó a consolarla desde atrás, abrazándola y acariciando su cabello.
El muchacho apagó la moto y sintiéndose un poco incomodo permaneció alejado de la escena, pero con la angustia naciente de que el tiempo corría en su contra.
—Bueno vamos a ver mi niña. Cálmate y por amor a Dios dime por qué estás en este estado.
Samantha aún no lograba articular palabras, pero con la mirada le pidió a Ythan para que hablara por ella.
Ythan explicó los acontecimientos del día lo más rápido que pudo, ante la atenta y ceñuda mirada de Enrique y las lágrimas de Elia.
—Se quedaron para darnos tiempo de escapar —concluyó— Thaly fue clara, teníamos que venir aquí y ustedes sabrían que hacer.
Elia se limpió las lágrimas y soltó a Samantha. Se acercó hasta Ythan y este retrocedió un paso. La férrea mirada que le había lanzado pudo haberlo partido en dos, era la misma que puso Thaly todas las veces que el apareció con Samantha herida. Sin embargo estando a un paso de él, Elia dulcificó el rostro y lo tomó hacia ella para abrazarlo. Luego tomó su rostro entre sus manos y le dijo mirándolo.
—Gracias por traerla —le susurró— y por cuidarla.
Cuando el muchacho asintió en respuesta, aun asombrado por el gesto, Elia se giró y se adentró a la casa. Enrique, por su parte, sentó a una Samantha más calmada en el sillón y le dio un pequeño beso en la frente. Se giró hacía Ythan y apretó sus hombros con fuerza
—Sabía que no me equivocaba contigo. Gracias.
Ante la mirada confusa de Ythan por sus palabras solo dijo.
—Síguela —y señaló el pasillo por donde había entrado Elia segundos antes.
Sin preguntar, Ythan se perdió detrás de Elia.
***
—Sami, necesito que me escuches —comenzó a decir Enrique tomando sus manos— no tenemos tiempo para explicar mucho, pero debo decirte todo lo que pueda mientras se pueda.
Samantha solo asentía atenta con ambos ojos bien abiertos. En el recorrido hasta la casa su pierna había mejorado de forma considerable y su ojo apenas tenía un cardenal, pero ya podía abrirlo.
Enrique alzó su mano e invocó su energía a través de la pared. En el fondo, un ruido sordo se escuchó. Escuchó algo moverse, algo romperse y algo tropezar. Un cofre apareció flotando frente a Enrique, hasta que la tomó y la apoyo en el regazo de su nieta.
—Desde que Ánthon, te curó, hemos tenido un plan de escape preparado, siempre listo, porque no sabíamos cuando lo utilizaríamos... —Enrique abrió el cofre— Aquí tienes dinero suficiente para que llegues a cualquier parte lejos de acá. Hay un par de identificaciones falsas también, pero son de mujeres, aunque creo que Ythan podrá apañarse. No se expongan, no confíen en nadie. Aquí está un mapa con lugares seguros y protegidos, están equipados con comida y también algo de dinero. Yo mismo los he revisado cada cierto tiempo.
La joven intentaba retener toda la información que le decía su abuelo, aunque aún tenía ganas de acurrucarse a su lado, intentaba mantenerse enfocada en lo que le explicaba.
Al fondo del cofre había un pequeño estuche de terciopelo rojo. Enrique lo tomó y pidió la mano de Samantha. Dejó que desde el interior del estuche rodara una pequeña piedra verde oliva, que tenía un raro brillo en su interior, el mismo brillo que tenía el anillo que le había regalado para su cumpleaños.
—Esto Samantha es una piedra de comunicación. Nunca le digas a nadie, ni siquiera a Ythan, que la tienes, estas piedras no deberían existir ¿entiendes? Siempre llévala contigo. Yo tengo una igual, tu madre también tiene una...
—Mi mamá me dio esto antes... antes de despedirnos —Samantha sacó de su bolsillo la pulsera que le había dado su mamá, de ella aún pendían varias cuentas de colores, todas con el mismo brillo peculiar en su interior.
—Bueno, creo que ya no la tiene consigo –le dijo Enrique apesadumbrado, señalándole una piedra del mismo color.
Tratando de recomponerse lo más pronto que pudo, continuó
—Esto funciona simple Sami, solo la colocas cerca de tu boca y pronuncias mi nombre, la mía se pondrá caliente y yo sabré que me estas llamando.
—Y... ¿Cómo atiendo? —preguntó Samantha sintiéndose extraña y torpe.
—Cuando sientas la piedra ponerse caliente, solo la pones cerca de tu boca y dices mi nombre. Si no puedes atender, solo ignórala, yo sabré que no es el momento e intentaré después. Creo que desde ahora debemos dar por hecho que estaremos muy vigilados.
—No sabía que existían estas piedras —dijo Samantha girándola en su mano.
—No existen, por lo menos no de forma oficial —Enrique le dedico la sonrisa que ponía cada vez que hacia una travesura y necesitaba guardar el secreto.
De la pulsera de Thaly, Enri le desprendió la piedra de comunicación «no harás nada con ella», le dijo. Con habilidad y energía unió la piedra de comunicación de Samantha a la pulsera y se la colocó en la muñeca.
Impresionada con la habilidad de su abuelo, preguntó.
—¿Tu hiciste mi anillo?
—Por supuesto que sí —afirmo con orgullo, mientras aún ajustaba la piedra cual orfebre experto en la pulsera.
Cuando hubo terminado siguió hablando.
—Ojalá tuviese tiempo para explicarte de todas estas piedras, pero tienen que irse lo más pronto posible. Esta es la de comunicación, la amarilla de protección, la verde de salud. No podrás usarlas a menos de que te enseñe y no podré hacerlo ahorita. Cuídalas, no se las des a nadie, no le digas a nadie lo que son, ni que las tienes. Samantha, esto es el mejor secreto guardado de los Adams, y ahora tú eres la guardiana de ese secreto, aunque ni siquiera lo sepas por completo.
Samantha extendió su mano para que su abuelo colocara la pulsera, recordando que para que todo aquel que le regalara una gema, debía colocársela.
—Mi mamá tomó una.
—Sí, está faltando su depósito —respondió distraído en sus pensamientos mientras le colocaba la pulsera.
Cuando terminó y se aseguró que no se saldría de la muñeca de la muchacha, Ythan entró en la estancia, cargando un bolso tan grande como el de él, seguido de Elia. Esta última avanzó hacia Enrique y puso en las manos de Samantha su anillo, aquel que le había regalado su abuelo en su cumpleaños.
—Bien, bien –dijo Enrique — póntelo Sami, nunca te lo quites... es tú deposito —aclaró haciendo énfasis en el «Tú»— contiene toda la energía que te estuvimos quitando con las ataduras.
Samantha se colocaba el anillo asombrada con esa información. Ahora que conocía el tamaño de su energía, el anillo parecía más pesado en su mano.
—¿A dónde iremos? —preguntó Samantha.
—Creo que tu sabes a donde —respondió Enrique mirando a Ythan.
El muchacho no se sorprendió pero sus músculos se tensaron sin poder disimularlos.
—¡Al Refugio, por supuesto! —dijo el abuelo respondiendo a Samantha.
* * *
Val y Sai comenzaron a caminar con cautela hasta la salida más cercana, aquella de donde provenía la luz que iluminaba el pasillo. Con mucho cuidado y sin ser vistos pasaron al lado del caparazón del vehículo, y salieron al aire libre. Dieron varias bocanas de aire limpio para limpiar sus pulmones de todo el polvo que habían aspirado.
El césped estaba marcado con huellas de vehículos, las mismas que llevaban a la dirección que el carro. Algunas figuras en el borde del bosque seguían revisando la zona. Se agacharon con rapidez y retrocedieron unos pasos dentro de la Universidad. Debían esperar un poco más.
* * *
Enrique explicó a todos, mientras Ythan comprobaba una vez más las amarras del bolso de Samantha, y con su ceño fruncido y sus mejillas ardiendo. Samantha no estaba segura de cómo interpretar su gesto; pero sería algo que tendría que revisar después.
—Lo último que logré averiguar fue que Seguridad estaba detrás de algo que llamaban El Refugio, y que no tienen idea de donde está, pero no puede ser solo un rumor, si están gastando tanto tiempo, dinero y recursos en conseguirlo, ¿verdad Ythan?.
Bajo la atenta mirada de todos y sin poder seguir negándolo más, miro a Samantha con la esperanza de que nada cambiara entre ellos cuando se enterara de todo, pero lo más importante con la esperanza de que no lo odiara por mentirle todo este tiempo. Respiró profundo y se recostó de la moto cruzando sobre su pecho los brazos. Si la situación hubiese sido otra, Samantha se hubiese ruborizado al verlo tan atractivo en esa pose.
—¿Cómo sabe que yo vengo de allí? —dijo Ythan con una voz fuerte y segura.
—No lo sabía, me lo acabas de confirmar —Enrique se balanceó con una sonrisa ancha de victoria en su rostro.
Samantha sonrió porque su abuelo nunca dejaba de sorprenderla, incluso Ythan reprimió una sonrisa mientras negaba con la cabeza gacha. Recobrando la seriedad continuó
—No puedo decir... —habló Ythan pero Enrique lo interrumpió.
—No, no quiero que me digas nada, solo quiero que lleves a Samantha hasta allá. Si nunca ha sido conseguido, allí es donde deben ocultarse. Sé que no debería pedírtelo, pero por favor llévala —Enrique suplicó y Elia reforzó la solicitud con una mirada llorosa y angustiada.
—La llevaré.
—Júralo —dijo Elia mientras se acercaba para encarar a Ythan.
—¿Pero qué tiene esta familia con los juramentos? —exclamó Ythan rodando los ojos y con los brazos alzados.
—Júralo —insistió.
* * *
Unos cuantos minutos después una sonora explosión se escuchó al otro extremo del campus. Sai y Val vieron como las figuras corrían en la dirección del sonido.
—Ahora —susurró Sai sin apartar la vista del edificio de enfrente.
Una de las ventanas se abrió y Thaly se deslizó hacia afuera, corriendo hasta donde estaban los muchachos. Cuando faltaban tan solo pasos para llegar, aminoró la marcha y desgarró más aún su camisa y su pantalón.
Sai y Val, limpiaron sus manos de las ropas de Thaly, y las pasaron por su rostro y brazos. Val le entregó a Thaly, con las manos temblorosas, un pequeño metal irregular pero afilado y Thaly tomando una gran bocanada de aire lo incrustó en su brazo derecho, haciendo una abertura; cuando la sangre comenzó a brotar Val la ayudó a regarla un poco por la ropa, y la cara.
Cuando terminaron aquel desorden, fue Sai el que habló tragando saliva con la frente perlada de pequeñas gotas de sudor
—Ya no me parece buena idea —dijo.
—Sabes que lo es y es la única que tenemos, la única opción —respondió Thaly.
Sin decir nada, tomó la piedra que había arrancado de su tobillera y se la entregó a Val con un pequeño asentimiento. Ésta la recibió y la guardó dentro de su sostén.
—Hazlo de una vez, no tenemos tiempo —le dijo Thaly a Sai.
—Sigo pensando que es la peor idea que he tenido.
—Sai, es la mejor idea con la que contamos —insistió Thaly.
—Sai, hazlo ya —lo apuró Val.
—No puedo.
—¡Hazlo! —insistió Val.
—¡No puedo pegarle a nuestra mamá Val! —protestó mirando a su hermana, dejando ver con la expresión de su rostro que había dicho algo que no debía.
Con lentitud giró la mirada hasta encontrase con los ojos de Thaly abiertos cuan grandes eran. Estaba sorprendida, su pecho se encontraba hinchado de puro amor cuando escuchó esas cuatro letras salir de su boca, lo había deseado por tanto tiempo que le dio miedo que fuera mentira. Llevó una mano a su corazón y con la otra tomó a Sai por el brazo.
—¿Cómo...? ¿Desde cuándo...? —no podía terminar las preguntas.
Sai miraba al piso, apenado.
—Casi desde el primer día —dijo Val— en el orfanato no hay secretos... Y no dijimos nada por el mismo motivo que ustedes no nos contaron: por si acaso no se podía, ¿verdad?
Thaly asintió con una sonrisa. Los envolvió a ambos en un corto abrazo, mientras sentía como las lágrimas comenzaban a formarse en su garganta. No creyó que le quedasen lágrimas que derramar, pero de todas las que había perdido, esas eran de felicidad.
—Gracias por llamarme así... —Thaly acarició la mejilla de Sai y luego la de su hermana— y ahora lamento tener que pedir esto, pero debes hacerlo.
Sai comenzó a negar. Y ella estaba conmovida de que Sai la considerara su mamá, a tal punto de que no pudiera llevar a cabo el plan que habían ideado; ya entendía por qué se habían quedado con ella.
Sai se limpió con la manga de su camisa y sin ningún disimulo las lágrimas que habían logrado escaparse y retrocedió unos pasos, sujetando a su hermana. Respiró profundo y reunió su energía para direccionarla hasta la cabeza de Thaly.
Trastabilló, pero no cayó del todo. Se levantó y las lágrimas caían como cascada por su rostro. No apartaba la mirada de Thaly, su mirada comprensiva y su pequeña sonrisa que lo animaba a seguir. Esa imagen, lo sabía Sai, lo acompañaría por el resto de sus días. Su hermana apretaba con fuerza su mano para darle apoyo, pero por primera vez, no era suficiente. Se sentía como un monstro hiriendo a Thaly, a su mamá.
Comenzaron a escuchar murmullos a lo lejos. Las personas volvían. Thaly le dedicó una mirada suplicante a Sai, y articuló sin emitir sonido un «confío en ti» y con una última sonrisa cerró sus ojos esperando el último golpe.
Sai hizo acopio de toda su energía y la direccionó con tal fuerza a la cabeza de Thaly que esta cayó desplomada, inerte, en una posición bastante rara con el cuerpo, ninguna posición que una persona consciente pudiese tomar. Val corrió a su encuentro y la comenzó a levantar del piso, gritándole a Sai que la ayudara, para sacarlo del estado de shock donde comenzaba a caer con su cara verdosa y las lágrimas cristalizando su mirada.
Una fila línea de sangre corría por la cabeza de Thaly, allí donde la energía había impactado.
Los muchachos la cargaron con dificultad, sintiendo su respiración y el pulso débil, se miraron y comenzaron a caminar hacia el campus pidiendo auxilio, tan alto como podían gritar.
* * *
—Lo juro —dijo Ythan— pero quiero que sepan que ustedes no me han pedido nada, yo iba a llevar a Samantha al refugio incluso antes de que me lo dijeran, incluso aunque no quisieran y aunque ella misma se negara. La llevaré no porque se los haya jurado a ustedes, sino porque le juré a ella que la protegería. Es el único lugar seguro que queda para nosotros.
Samantha se volteó para ver a sus abuelos sin saber si sería la última vez. Seguía llorando aunque no sabía cómo podía ser eso posible. Afuera estaba lloviendo, grandes gotas dispersas caían estrellándose en el asfalto y ellos se preparaban para partir en la moto.
—Tienen comida abundante, empaqué toda la ropa que pude y algunas cosas que podrás necesitar... –dijo Elia mientras colocaba sobre Samantha una chaqueta y le alzaba la capucha, tratando de no ahogarse con su propio llanto, recordando todas las veces que la vistió de bebé— y no mires atrás mi niña, te quiero pero no mires hacia nosotros, solo importa que tu estés bien, es lo que siempre hemos procurado.
Le dio un fuerte abrazo y dio espacio a Enrique para que también la abrazara.
—Te quiero Samantha –fue lo que dijo Enrique — no lo olvides nunca. Esto no es una despedida; llegará el momento cuando volvamos a unirnos.
Samantha montó en la moto detrás de Ythan y su abuelo ajustó el casco en su cabeza, permitiéndose darle un último beso en la frete a su nieta
—Abuelo —dijo— ¿Tú hiciste que me despertara en el ritual?
Enrique sonrió orgulloso de que su nieta lo conociera mejor que nadie.
Ella le devolvió la sonrisa cuando articuló un «gracias» solo para él y se acomodó en el asiento mientras atravesaba con Ythan las puertas de la casa Adams.
Samantha se apretó a él y comenzó a llorar mientras la lluvia los empapaba con rapidez. No miró atrás y luchó con fuerza para contenerse. Su corazón amenazaba con rasgarse en pedazos porque con cada segundo que avanzaba dejaba atrás las personas que tenían una parte de su corazón y su alma.
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