Capítulo 24. Presentimientos Certeros
El hombro le dolía una barbaridad, fue esa lacerante puntada la que la sacó de su inconsciencia. Abrió los ojos, dando varios parpadeos para aclararse la visión doble. Apenas pudo enfocar se apresuró a buscar a su hija. Su asiento estaba vacío, el cinturón de seguridad había sido cortado y sus tiras se mecían con lentitud en el aire.
Thaly tenía el cabello empapado de sangre y le estorbaba en su visión mientras buscaba observar fuera del auto, buscando a Samantha. Se sentía débil y agotada, y más allá de cualquier dolor físico, el corazón le presionaba sobre su pecho con la ausencia de Samantha carcomiéndola de angustia.
No se había salido del vehículo, eso le quedó claro cuando vio las orillas lisas del cinturón de seguridad; si se hubiese salido las orillas serian irregulares como rasgadas; pero estas eran limpias y lisas: las habían cortado. Tuvo que haber sido sacada del auto y tenían que haber sido los mismos responsables de volcar el vehículo y sacarlo del camino.
Intentó mover su brazo derecho pero no pudo, tenía el hombro dislocado, un dolor punzante la recorrió. Con el izquierdo forzó a su cuerpo a levantarse con suavidad. Los pequeños vidrios de las ahora inexistentes ventanas del auto, se clavaron en la palma de su mano y en las rodillas. Una brisa embargó sus pulmones. Estando ahora más cerca del asiento de Samantha notaba sangre en el cinturón. Thaly rogó para que su hija se encontrase bien, pero por sobre todo viva.
Afinó su oído pero no logró escuchar nada, así que salió del vehículo a rastras. Apretó un puñado de tierra y grama en su mano. Rogo porque el dolor se fuese, debía poder salir de ese lugar, tenía que encontrar a su hija, pero no podía hacerlo mientras no pudiese ponerse en pie.
La ira se mezcló con su miedo. Quiso gritar, pero solo pudo ahogar un gruñido. Sus lágrimas barrían la mugre que tenía en el rostro. No quería llorar, pero su cuerpo lo necesitaba.
Se armó de valor y con gran esfuerzo y dolor logró ponerse en pie. Dio unos pasos hasta el árbol más cercano y se apoyo en él. Hizo un inventario de su cuerpo. Tenía las piernas moreteadas, y una cortada profunda en la parte superior del muslo; La sangre comenzaba a secarse así que ya casi no sangraba. Tenía un golpe muy fuerte en su frente, que hacía que su cabeza doliera horrores, y un poco más arriba se la había roto, pero de forma superficial. Tenía el hombro derecho dislocado y el dedo de esa misma mano fracturado, a juzgar por su extraña forma y su hinchazón. El carro había quedado destrozado, parecía como si un gigante lo hubiese utilizado para descargar su ira. Habían tenido suerte de salir vivas, pensó. Porque su instinto de madre le decía que Samantha seguía viva.
Revisó los arboles alrededor y concluyó que después de que el carro se voltease se arrastró o lo arrastraron hasta ese sitio, debería seguir estando cerca de la universidad. No sabía la hora, ni tenía como averiguarla, su única opción era caminar hasta la carretera para ubicarse y caminar hasta la Universidad. Le urgía ayuda, su hija con seguridad la necesitaba.
Escuchó unos ruidos lejanos de hojas secas y ramas partirse. Con el corazón desbocado se sintió desfallecer; estaba muy débil para defenderse y muy maltratada para correr; su única oportunidad era ocultarse y lo más pronto posible. Miró a su alrededor con desespero hasta que tuvo una idea, loca, pero la única idea que se le había ocurrido.
Caminó lo más deprisa que su cuerpo podía, alejándose del vehículo. Había un árbol alto con ramas bajas. Desde pequeña Thaly había sido muy tremenda, de esas niñas que parecían no quebrar ni un plato pero en realidad acababa con toda una vajilla entera. Muchas veces trepó hasta el techo de su casa usando solo las irregularidades de los muros y la agilidad de su hermano Ánthon. Algo de eso había sobrevivido su infancia.
Se acercó al árbol y no sin gran esfuerzo, con una sola mano comenzó a trepar. Con cada movimiento brusco que hacia su hombro dislocado le recordaba su presencia. Apretó con fuerza los labios hasta que sintió el sabor cobrizo en su boca, tenía que controlar cualquier quejido que pudiera escapársele, aunque sentía que su respiración y el martilleo de su corazón la delataban. Usaba cualquier parte de su cuerpo para impulsarse más arriba, mientras que los pasos seguían acercándose poco a poco. Cuando estuvo a unos seis metros del piso, su cuerpo se rindió. No podría seguir subiendo, no con una sola mano. Se acomodó lo mejor que pudo entre las ramas frondosas y detrás del árbol. No la encontrarían a menos que se les ocurriera mirar hacia arriba.
Cuando miró hacia abajo, vio un reguero de hojas y sangre, en la base del árbol, allí donde había comenzado a subir. Haciendo uso de la poca energía que aún tenía movió algunas hojas para tapar su rastro, y se concentró en normalizar su respiración. Ahora los pasos eran trotes y se escuchaban con fuerza en el piso.
—Registren el área, de prisa.
—No puede estar lejos. ¿Tú la viste no?
—Si, parecía muerta, pero nada le importará si no la conseguimos.
Los escuchó ir de un lado al otro, buscando rastros que la llevaran a ella. Thaly no supo cuanto tardaron en desistir de su búsqueda, llegaron a estar muy cerca, justo debajo de ella pero nunca miraron hacia arriba.
Cuando estuvo segura de que no quedaba nadie cerca, se arriesgó a bajarse del árbol. No fue más fácil que cuando subió, tardó incluso más. Debía prestar especial cuidado a sus pisadas, lo menos que quería era caer desde esa altura y terminar más lesionada de lo que ya estaba.
Regresó sobre sus pasos hasta el vehículo destartalado, pero ya no estaba. Siguió los restos, ahora cubiertos, que había dejado el coche a su paso y llegó a la carretera. Se encontraba a unos tres kilómetros de la universidad. Se adentró en el bosque otra vez y caminó en dirección a esta aprovechando el resguardo de los árboles. No se atrevió a caminar por la carretera, no sabía quién era amigo y quien enemigo.
Caminaba en paralelo a la carretera para no perderse, cuando escuchó un carro acercarse a mucha velocidad. Con miedo se acercó solo un poco para distinguir si podía pedir o no ayuda, pero cambió de idea justo a tiempo cuando vio que el conductor era André. Con horror Thaly entendió que era él quien estaba detrás de todo esto, y más que nunca temió por su hija. Sabía que estaba viva, tenía que estar viva, todavía por lo menos.
El carro se detuvo cincuenta metros atrás, de donde se encontraba Thaly agachada.
André fue el primero en bajar del vehículo, Markus salió casi de inmediato.
—Eres un estúpido —dijo André—. Tengo que hacerlo todo yo.
—Estaba llevando a esa mocosa a la universidad —le respondió más a modo de reproche que de justificativo. El muchacho tenía un corte en su ceja izquierda y un cardenal comenzaba a formarse en el pómulo derecho. Un labio roto e hinchado hizo que su voz sonara torpe.
—Excusas, ¿para qué tienes a esos idiotas entonces? ¿Acaso no te he enseñado nada?
El muchacho no respondió.
—¿Cómo diablos diremos que madre e hija fallecieron en un accidente vial, si la madre no aparece, o si aparece viva? ¡Eres un imbécil! —le gritó André dándole un golpe.
Se internaron en el bosque lanzando miradas a todas partes. Estaban buscando a Thaly.
Sin perder tiempo Thaly se levantó, cruzó la calle internándose del otro lado del bosque y apresuró el paso en dirección a la universidad. Samantha estaba viva, y estaba en la universidad, era la afirmación que le servía para no desfallecer del dolor y del cansancio. El cuerpo le dolía con cada paso, trastabillaba cada tres pasos con las ramas de los arboles, y debía tener especial cuidado de no hacer ruido.
No quería pensar en los planes que se estaban llevando a cabo a sus expensas. Debía aprovechar el tiempo que ellos perderían buscándola, para avisar a alguien y rescatar a su hija. Todo se había salido de control. «Tenemos que irnos, tenemos que desaparecer» pensó Thaly. Ya no podían seguir fingiendo, ya no habría más engaños; era el momento de perderse dentro del mundo Noide, como tantas veces lo había pensado. Su padre tuvo razón; están dispuestos a todo para llegar a Samantha, y no es solo para medirla, con su medición solo buscaban una excusa para hacer su detención legal, pero habían desistido de eso, la retendrían quien sabe para qué, y por el tiempo que quisieran o necesitaran; pues para todos Samantha estaría muerta, aunque la tuviesen en algún laboratorio encerrada como rata.
«Pero la mantenían viva, porque la necesitaban, y mientras la necesitaran seguiría con vida». Ese pensamiento, aunque oscuro, le daba fuerzas a Thaly para seguir.
* * *
El timbre que anunciaba el inicio de las clases había retumbado por toda la universidad, y Sai y Val seguían sin moverse del sitio habitual donde esperaban con Samantha. Ya no conversaban, solo guardaban un silencio expectante.
Los primeros minutos de su retraso pasaron desapercibidos, pero cuando Ythan miró su reloj y se dio cuenta que por primera vez desde que la conocía la muchacha estaba llegando tarde, no pudo evitar transmitirle a los otros su angustia.
Cuando el retardo pasó a ser retraso, y el retraso pasó a sembrar la duda de si la muchacha asistiría o no, los amigos especularon sobre los acontecimientos del día anterior, y la posibilidad de que Samantha no asistiera por encontrarse aún deprimida.
Ythan no lo creyó, ni siquiera lo consideró. Un minuto antes de que el timbre sonara, anunció que iría a la rectoría de la universidad para saber si sabían algo de la muchacha; todas las ausencias debían ser reportadas, y Thaly no obviaría esa obligación.
Sai y Val esperaban a que Ythan regresara con la respuesta. Un pequeño vacío estaba en el estómago de todos, un indicativo de que algo no iba bien. Un presentimiento indescriptible.
—Dicen que no han recibido ninguna información –dijo Ythan entre jadeos, había corrido desde las oficinas administrativas hasta el campus donde esperaban los muchachos.
— ¿Te tardaste tanto para decirnos eso? —reclamo Val.
—No –forzó sus pulmones a calmarse—. Cuando la secretaria se fue tomé el teléfono y marqué a todos los números... y nada. No atiende nadie en casa y los teléfonos de Thaly y de Samantha están apagados.
—Eso es muy raro... —concedió Sai— la casa nunca está vacía. Si se hubiera quedado en casa alguien atendería.
—Exacto —afirmó Ythan.
—Y Samantha jamás apaga su teléfono –dijo Val— Thaly tampoco...
—Algo no está bien, no sé que es, pero no está bien. Esto no es normal —dijo Ythan— ¿Se les ocurre alguna otra forma de ponerse en contacto con alguno?
—Bueno, la profesora de Runas es amiga de Elia, podría preguntarle si conoce el número de teléfono celular de ella –pensó Val.
—Y el profesor de Matemática los conoce también, puedo pedirle que llame al trabajo de Enrique agregó Sai.
—Bien, háganlo –coordinó Ythan— pero inventen alguna excusa, no levanten sospechas. No sabemos qué está pasando y quizás nos estamos ahogando en un vaso de agua. Nos vemos aquí en el receso. Si no tenemos respuesta, tendré que ir hasta su casa —concluyó.
—Tendremos —le aclaró Val con una posición segura.
—Bien, tendremos.
***
Se hizo la hora del receso y los amigos se encontraron como lo habían acordado.
— ¿Algo? —preguntó Ythan.
—Nada —respondió Sai.
— ¿Y tú?
—Tampoco. Siguen sin atender.
—Entonces estamos listos para irnos –apremió Val.
Sin mediar más palabras los amigos se encaminaron hacia el campus. Ythan encabezaba la marcha. Les había explicado que no podrían salir por la entrada principal sin levantar sospechas, así que lo harían por el bosque. Cuando estaban cerca del lindero al muchacho le pareció ver una sombra entre los árboles. Pensó que su vista lo estaba engañando
—Si no están en la casa, ¿tienen otra idea de donde podrían encontrarse? —pregunto Val, distrayendo a Ythan que buscaba la extraña sombra.
—La verdad no... —contestó— igual algún día regresarán a casa, así que nos tocará esperar.
—Es una porquería de plan —murmuró Sai
— ¿Tienes una mejor idea? —le dijo Ythan desafiante.
—Sí creo que deberíamos ir a la casa y si no están allí, separarnos para...
Ythan mandó a callar a Sai y se frenó en seco. La sombra había vuelto, y se escondía en los árboles. Sin decir palabras, le señaló los arboles y le pidió que agudizaran la vista. Val comenzó a rastrear toda la línea y no logró ver nada; sin embargo Sai veía al punto exacto a donde había visto hace unos segundos Ythan; «él también la ha visto» pensaron los dos jóvenes al unísono.
Un poco titubeantes, se animaron a acercarse. Con cada paso el nerviosismo desaparecía y era reemplazado por pasos firmes.
Una mano delgada y delicada se asomó por la base del árbol. Alguien estaba recostado allí. Cuando estuvieron más cerca, Sai e Ythan intercambiaron una mirada, y coordinaron sorprender a esta persona por cada lado. El primero en llegar fue Sai y al ver de quién se trataba cayó arrodillado al piso con violencia.
Val asustada, corrió para darle alcance, aunque ya Ythan también estaba en el piso a su lado. Era Thaly, estaba exhausta de haber caminando casi sin ningún tipo de energía. La herida de su pierna se abrió y comenzó a sangrar otra vez. Había perdido la suficiente sangre como para detenerse pero no se había rendido. Sus piernas desfallecieron superadas por el dolor y el cansancio. Cuando se recostó para recobrar el aliento el suspiro corto de Sai la sorprendió a su lado, aunque fue él el más sorprendido. Se arrodilló a su lado en un suspiro. Segundos después Ythan estaba allí y un poco más tarde, jadeando, Val tocaba su rostro, mientras decía palabras que Thaly no lograba entender.
No importaba lo que ellos pudieran decir, lo único que importaba era lo que ella les diría:
—Tienen a Sam— alcanzó a decir.
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