EPÍLOGO
Era una tarde de domingo y Gema buscó a su papá donde sabía que siempre podía encontrarlo, especialmente en un día como ese. Rafa leía uno de sus libros favoritos en la azotea, donde en una banca de madera le gustaba pasar desde la 4 de la tarde, para luego, a partir de las 5, contemplar la puesta de sol. Ella llevaba en sus manos el libro que el abuelo había escrito, este que recientemente había leído sobre la fantástica historia de Jaz y Deny en el planeta Zaphiris. Se sentó a su lado y se quedó en silencio por un momento, hasta que Rafa cerró el libro que tenía en sus manos, lo puso al otro lado e invitó a la niña a que se ubicara más cerca de él. Cuando ella se acomodó en su regazo, ambos se quedaron contemplando la majestuosa vista que se dibujaba en el horizonte, admirando cada una de las nubes que parecían mudarse de piel y sentirse orgullosas de ello al andar tan lentamente. Cuando se hubieron regocijado, Rafa quiso hablarle a su niña:
—¿Está todo bien, mi amor?
—Sí papá —contestó ella —. Es solo que ya leí el libro y de eso quería hablarte.
—Lo hiciste en menos tiempo de lo que pensaba. ¿Y qué tal? ¿Te ha gustado?
—Mucho papá. El abuelo tenía una gran imaginación.
—De verdad que sí. Y fascinación por las rocas también.
—Yo también quiero coleccionar rocas, papá. Ellas han adquirido un valor especial para mí porque me recuerdan a mi abuelo. Será la manera de tener con él la relación de amistad que nunca pudimos gozar.
—Me parece muy bien, mi princesa. Lo que hagas, no importa lo que sea, si lo haces con amor, como si fuera para Dios, tiene una gran trascendencia, y de eso quiero hablarte. Dime, ¿ya pensaste en la respuesta que le vas a dar a tu amigo?
Gema se quedó un rato en silencio, porque para ella había sido muy difícil tener que tomar una decisión al respecto. Pero ahora lo tenía muy claro, solo que aún lo estaba asimilando.
—Sí papá. Ya lo he decidido.
—¿Y cuál es tu decisión?
—Le diré que no. No puedo ser su novia. He meditado en que aún no sé lo que significa un noviazgo, y por eso no estoy preparada. Además, si ustedes que son mis padres no me han explicado de qué se trata, debe ser porque aún no es tiempo... ¿verdad?
—Has aprendido la lección, mi niña. Estoy muy orgulloso de ti.
Rafa la envolvió con sus dos brazos y la mantuvo así durante un tiempo prolongado. Aquellos abrazos tan cálidos nunca le hicieron falta a la niña. Sin embargo, siempre es bueno preguntar para que no quede ninguna duda.
—Gema, ¿sientes que alguna vez te ha hecho falta amor de parte nuestra?
—No papá. Siempre me he sentido muy amada.
—En todo caso, es bueno que te pida perdón si alguna vez te hemos fallado como padres. Ahora es momento de explicarte el significado de tu nombre de una manera más profunda, lo que te unirá más a tu abuelo al que no conociste, pero que sé que amas como si lo hubieras conocido.
Gema cambió su semblante y puso un rostro de aquellos que se ponen cuando nos invade la curiosidad, dispuesta a escuchar lo que su papá quería decirle.
—Escucha Gema, este verso del libro de Proverbios 4, 23: «Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida». El corazón que tienes es algo muy valioso. Debes cuidarlo siempre para que nada lo lastime, pues dependiendo de cómo este sea tratado, así te guiará en tu vida. En él Dios ha puesto la capacidad de amar, pero así como de él puede salir lo bueno, también puede salir lo malo. Y esto segundo sucede cuando no lo hemos cuidado, dejando que se contamine por sentimientos vanos, que nos alejan de la verdadera felicidad. Te dije, cuando eras más pequeña, que tu misión era ser feliz. Es natural querer amar y querer ser amado, y creer que así seremos felices. Poco a poco has venido comprendiendo que hay más felicidad en dar que en recibir. Pero este «dar» al cual estamos llamados debe manifestarse en el contexto adecuado.
—Creo que entiendo, papá. Es como la gema de Jaz y de Deny, ¿verdad?
—Así es, hija mía. Si das bajo un contexto erróneo puedes abrir vacíos, tanto en ti, como en la otra persona. Por eso, ten en cuenta que en el noviazgo uno presta su corazón al otro. Y es normal hacer esto, porque creemos que nuestro corazón es tan hermoso y tan lleno de valor, como una esmeralda o más aún, como un diamante, que nos parece bien darlo a otra persona para que mire lo bueno que hay en nosotros y se sirva de eso, al mismo tiempo que esperamos que responda con amor, que se enamore de nosotros por tener algo tan lindo. Es algo innato que tenemos que se llama confianza. Pero si lo hacemos con alguien que no sabe valorar esto tan grande que estamos dando, lo más probable es que lo lastimen, aunque no hayan tenido la intención de hacerlo. Entonces el principio de cuidar tu corazón, princesa, consiste primero en saber a quién se lo puedes confiar. De la misma manera a ti te prestarán un corazón algún día, y debes prepararte para cuidarlo, porque es prestado. Es cierto que nos gusta poseer cosas, mas si es algo tan valioso como una piedra preciosa. Lo mismo pasa cuando nos prestan un corazón, podemos creer que lo poseemos, y eso nos enorgullece. Curiosamente uno trata de cuidar más lo que nos prestan que lo que poseemos, porque tenemos que devolverlo bajo la advertencia de que debe regresar intacto. Incluso lo que poseemos somos capaces de valorarlo solo si nos ha costado mucho. Pero el amor es gratuito, y por eso a veces no lo valoramos. Está mal también creer que lo merecemos, porque eso es pensar de manera egoísta.
—Entiendo papá.
—Así que trata de vivir ahora con mucho esmero las etapas de tu vida, sin querer adelantar los procesos. Antes de tener un noviazgo aprende a tener amigos. La amistad es algo muy valioso porque se da sin esperar nada a cambio. Tiene un propósito y eso es lo que la hace tan sublime, que es un sentimiento que va acompañado de una misión implícita, que es la de ser buen amigo y estar siempre para la otra persona. El noviazgo hoy en día se ha vuelto un paso donde no se dio la amistad, y eso puede ser grave, porque entonces se busca a la persona como una fuente de emociones, alguien que nos hace sentir bien, pero no alguien valioso a quien le puedo confiar mi corazón para que lo cuide por mí. Vive pues el don de la amistad, y más adelante con alguno de tus amigos, cuando estén los dos preparados, podrán dar el paso del noviazgo.
La niña levantó su vista al cielo. Aquel gesto tan tierno era una manifestación de su esfuerzo por comprender aquellas palabras. Luego se atrevió a preguntar:
—¿Y cómo sé cuando estoy preparada?
—Cuando sabes distinguir la diferencia entre felicidad y plenitud, mi niña —contestó Rafa.
—¿Y cuál es la diferencia, papá?
—¿Supiste que Jaz en muchos momentos fue feliz, pero sin ser pleno?
—Sí, papá. Lo supe.
—¿Y que tuvo que hacer Jaz para encontrar la plenitud?
—¿Tener una experiencia con Dios?
—Exactamente. Y te voy a explicar lo que eso significa. Muchas personas viven su vida sin tener, según ellos, una relación con Dios, pero sin darse cuenta que ha sido él quien les ha inspirado encontrar un propósito en sus vidas, saben dirigir sus acciones hacia una meta. En otras palabras, han encontrado un norte, un sentido. Entonces, aunque ellos no lo sepan, están teniendo una experiencia divina, están escuchando la voz de Dios que los llama a cumplir una misión en el mundo. Podemos ser felices en muchos momentos de la vida y con eso restaurar nuestras ganas de vivir, por cualquier cosa que nos pase, pero sin tener un sentido pleno de lo que queremos hacer con esa felicidad. La plenitud es ser feliz y tener una razón para que esa felicidad no se extinga, darle un propósito a todo lo que hacemos, saber hacia dónde vamos y lo que queremos. Por eso, mi niña, antes de tener un noviazgo, o vivir cualquier otra vocación, debes tener claro tu norte, quien quieres ser. Y eso parte de valorarte como eres, saber de que eres capaz, creer en ti misma y por eso, enfocar todos tus esfuerzos en cumplir una misión específica que Dios va a inspirarte.
—Ahora sí, papá, creo que entiendo. Pero, yo aún no tengo claro que quiero para mi vida.
—Y es normal, amor. Estás en una etapa de conocerte. Ya pronto decidirás cómo vas a servir en el mundo.
Cuando Rafa dijo esto último, el sol estaba empezando a ocultarse y el paisaje fue maravilloso. Entonces Gema recordó la parte de la historia en que Dios le hace saber a Jaz que es como el sol.
—¿Algún día se irán las dudas, papá?
—No amor, ellas nos acompañarán durante toda la vida. Así como el sol se oculta dejando que llegue la oscuridad, así también de pronto sentiremos que no hay claridad para saber cómo actuar. La clave aquí es la paciencia. La noche espiritual nos sirve para meditar, y cuando llegue la luz, podremos tomar decisiones y actuar. Eso requiere esperar. Tomar decisiones a la ligera, nos puede llevar a hacerlo en momentos oscuros, y si tomamos la decisión en un momento oscuro, puede que las cosas no salgan bien.
—¿Cómo sabré cuando hay luz?
—Relacionándote con la luz y aprendiendo a distinguirla. Para eso debes tener una amistad con Dios, que es la otra etapa previa a un noviazgo. Ya pronto darás tu confirmación Gema. Sabrás de qué se trata el mejor bien que pudimos darte cuando eras pequeña con el bautismo. Sabrás que Dios es nuestra luz. Te prepararás para ser propagadora de esa luz por el mundo. Pero para dar algo a alguien más, primero hay que recibirlo. Vive pues este proceso de conocimiento a Dios de la mejor forma posible. Sirve a Dios y a los demás y así le conocerás mejor.
—De acuerdo papá. Todo esto tiene sentido.
—Por último, solo déjame decirte que la persona a quien le vas a prestar tu corazón debe también saber qué quiere, tener un propósito claro y demostrar que lucha por lograrlo. En esas cosas deben coincidir para que luchen juntos, pues con el noviazgo están haciendo un equipo para lograr ese objetivo. Por eso se dice que el noviazgo es la antesala del matrimonio. Y es eso lo que hace que funcionen las relaciones, el tener objetivos en común, la sinergia de ir en la misma dirección. Si el noviazgo no te prepara para eso, no sirve de nada más que para lastimar. Lo ideal es que tengas un solo novio y que con ese te cases, pero la vida tampoco es perfecta. A veces no sucede con el primero, y es normal que se cometan errores, lo importante es no acostumbrarse a cometerlos. Solo recuerda siempre: cuida tu corazón para el que será tu esposo. Eso funciona mejor que solo cuidarlo para el que será tu novio, ¿de acuerdo?
—De acuerdo papá.
—Ahora vamos a cenar, que tu mami debe estar preocupada. A propósito, sé que ella te dará mejores consejos que yo. Habla con ella de esto, ¿si amor?
—Claro que sí papá.
Entraron a la casa justo cuando se puso la noche. La niña comprendió que la plenitud consiste en una búsqueda constante, pero con la paz de disfrutar el proceso de buscar, pues hay certeza de que lo que se busca será encontrado. Desde entonces Gema lucha por encontrar la plenitud.
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