Capítulo 8Voy a cumplir mi promesa
La aurora estaba deshaciendo la densa neblina que se había apoderado de todo el lugar. Ya no se veía resplandecer ninguna gema. Pero lo que se divisaba a lo lejos, en el horizonte, a donde se dirigía el río, hizo saltar de la emoción a Jaz, quien empezó a hacer de todo para despertar a Deny, quien parecía soñar con algo tan hermoso, que no quería ponerle fin.
—Vamos Deny, despierta. Mira hacia allá. Es maravilloso. Despierta dormilona. No podemos perder tiempo.
—Ya, ya. Solo 5 minutos más —respondía ella entredormida, y luego para si misma—. Esta es la pieza más hermosa de la noche, ha sido un gusto bailar contigo, Rue.
—¿Rue? ¿Quién es Rue? —preguntó Jaz, molesto —. Vamos despierta ya, que tenemos que irnos pronto.
Deny abrió sus ojos asustada y a la vez triste, como un niño a quien le arrebatan de pronto su juguete favorito, y de inmediato pasa de la tristeza al enfado.
—¿Qué te pasa Jaz, porqué me despiertas así? Estaba teniendo un buen sueño y me lo echaste a perder.
—Sí claro, con alguien especial, supongo.
—Era contigo tonto.
—Pues yo no me llamo Rue, a menos que me hayas cambiado el nombre. ¿Conoces a alguien llamado Rue?
Deny se puso nerviosa, y no pudo contestar de inmediato. No supo que hacer, si evadir o contestar. Pero Jaz era importante para ella, no podía hacer silencio ante él. Tenía que explicarle, de alguna forma, lo que recién había pasado.
—No conozco a nadie llamado Rue —dijo, tartamudeando y luego continuó —. Pero en efecto, el sueño era como un cuento, donde teníamos nombres diferentes, por ser príncipes de un reino. Tú eras Rue, pero prefiero tu nombre, es más bonito, mi querido Jaz.
Para variar, las explicaciones de Deny siempre cumplían su función: calmarlo y hacerlo confiar en ella. Queriendo asumir la situación como un tema sin importancia, explicó a Deny la razón por la que la había despertado.
—Es momento de irnos, no hay que perder tiempo. Mira hacia allá.
Deny miró hacia el horizonte y vio que se extendía ante sus ojos un hermoso mar. El río terminaba su curso desembocando en él. Las aguas a lo lejos, hacían ver un cielo en la tierra como si este hubiese bajado ante ellos.
—Es hermoso —dijo Deny, pero sin el mismo asombro que Jaz.
—Pues bien, atrás de nosotros ha salido el sol. Si seguimos el curso del río llegaremos hasta el mar, y si lo hacemos antes de que finalice el día, podremos ver una puesta de sol desde la playa. ¿No te parece grandioso?
—Wow, Jaz. Pensé que yo era la que te iba a dirigir en esta aventura siempre y que sería yo la que te sorprendería. Veo que se te hace fácil tomar la iniciativa. Y creo que eso me gusta más. Vámonos entonces.
Descendieron, pues, por el risco que se levantaba al lado del río y empezaron a recorrer la ruta que se habían propuesto. No hubo momento para descansar, fue una ardua jornada en la que no se detuvieron si quiera a refrescarse en el río. Además, ya sabemos las razones por las que Jaz no quería saber de ríos ni cascadas ni en pintura. Eso no molestaba para nada a Deny, que al verlo a los ojos se sentía con el remordimiento de ser la culpable de que Jaz fuera perdiendo el color verde en sus ojos, que ahora eran casi la mitad de grises, aún con la experiencia de haber contemplado el valle lleno de esmeraldas. Aunque ella fuera jadeante, como lo había mencionado antes, por su facilidad para cansarse, no quería que Jaz se viera el reflejo de su rostro. Mientras caminaban, Jaz, que iba por delante y con más prisa, quiso preguntar algo a Deny, no sin antes explicar el motivo de su pregunta.
—Sabes Deny, por mucho tiempo he trabajado buscando rocas de todo tipo para mi familia, pero la mayoría de ellas no son gemas. Suerte tengo cuando encuentro una gema para con ella alimentarme. Aún con eso de mi experiencia, y de reconocer todo tipo de gema, hay algo que no me enseñaron sobre lo que ellas representan en cada criatura. Tú llevas un ónix, yo llevo una esmeralda, y de ellas recibimos la vida, claro está. Pero... ¿Porqué cada uno viene al mundo con un tipo distinto de gema y qué es lo que ellas representan? Espera... Quiero formular mejor mi pregunta. Es que tengo un hermano...
—Imposible —interrumpió ella —. Tú no puedes tener hermano. A cada pareja sólo se le entrega una criatura para custodiar.
—Deny, ¿recuerdas que cuando nos conocimos te dije que no había vivido con mis padres, sino con otros que me adoptaron?
—Oh, ¿entonces ellos ya tenían a alguien cuando te adoptaron?
—Sí, cuando me encontraron venían precisamente de recibir a su criatura.
—Eso sí es curioso. No conozco de muchos casos donde haya habido hermanos. Aunque, hay una tribu donde las criaturas consideran a todos como sus hermanos. Ellos tienen amatistas en su interior.
—Bueno, precisamente eso es lo que quiero que me expliques. Cada criatura trae consigo algo que la identifica y la hace diferente a las demás, pero más allá de eso pareciera que desde que nacen, por la gema que tienen en su interior, tienen trazado su destino. ¿Entiendes a lo que me refiero?
Gema avanzaba lo más rápido que podía, pero era evidente que le costaba mantener el ritmo, y más aún cuando tenía que responder esas preguntas.
—Jaz, tú conoces la mayoría de los tipos de gemas, lo sé. Pero no sabes cosas que son esenciales. ¿Nunca fuiste a la escuela?
—No Deny. Además de no celebrarme cumpleaños, tampoco me llevaron a la escuela, como sí lo hicieron con mi hermano. Para mis padres adoptivos su creencia es que amar a alguien más que a su hijo legítimo es signo de traición a ese hijo. Por eso, siempre fui tratado como un esclavo.
—Entiendo Jaz. Ellos no tienen la culpa de no querer amarte, aunque si creo que lo terminaron haciendo, mira que te han cuidado, dándote un hogar donde vivir. Muy pocos tienen esa suerte. ¿Y sabes porqué lo sé? Porque es algo que viene intrínseco en las culturas de cada tribu y sus formas de ver la vida.
—¿Sus formas de ver la vida? ¿A qué te refieres, Deny?
—Voy a explicarte lo que me enseñaron en la escuela. En todo Zaphiris, nuestro mundo, hay dispersas 11 tribus. Pero en total se dice que son 12. La última tribu es la que nos unirá a todos: la tribu del Tabernáculo, y se le llama así porque todos forman una morada donde habita Dios. Cuando morimos, si hemos vivido nuestra vida bien y hemos cumplido nuestro propósito, seremos capaces de Dios, siendo uno con él. Esta tribu la lograremos identificar en el cielo porque todos llevan en su interior gemas nuevas, transfiguradas, estas gemas son las más preciosas que hay, de color blanco transparente como el cristal. Se llaman diamantes.
—¡Los diamantes! ¡Qué bellos deben ser! Nunca he visto uno así, de ese color —interrumpió Jaz, pero Deny continuó:
—Esta celestial recompensa es el único destino para el cual te puedo asegurar que hemos sido creados. Todo lo demás ha sido una errónea interpretación de los signos que ha tenido cada criatura, o cada grupo de criaturas. Fíjate bien Jaz, te hablaré ahora de la tribu del Cordero. Son los que tienen ónices en su interior, como yo. Habitaron muy cerca de los cañones, y en la historia se creyó que su destino era la esclavitud. Yo nunca fui esclava Jaz, en cambio tú si tuviste que serlo, sin tener esta gema y este color de ojos. En nosotros no se cumplió el destino según nuestras gemas. ¿Ves que inútil es pues creer que tenemos un destino ya trazado por nuestras gemas?
—Lo veo, Deny. ¿Qué hay de los que como yo tienen esmeraldas?
—Los que tienen ojos color verde como tú, Jaz, pertenecen a la tribu del Perfume. Como la fragancia que proviene de los árboles, se cree que estas personas aportan cosas muy positivas al mundo. Habitaron en los bosques. Cuando te vi, Jaz, me di cuenta de que eso que decían de aportar cosas buenas al mundo, era verdadero. Tú me lo has comprobado.
—Cuéntame ahora del Topacio. Es la gema que lleva mi hermano. El mencionó que iría al desierto a buscar una que tuviera su mismo color de ojos.
—Ellos perteneces a la Tribu de la Zarza, que crece en el desierto. Se dice que ellos llevan vida ahí donde no la hay. Habitaban por eso en esas zonas infértiles.
—¿Y que hay con los que llevan en su interior un zafiro, como mi madre?
—Ellos pertenecen a la tribu del Libro. Se dice que son los herederos de la sabiduría de Dios. El zafiro es la gema que más hay en este mundo, por eso ellos habitaban dispersos en todos los lugares. Pero claro, las aldeas eran formadas solo por criaturas con el mismo color de ojos como todas. Su presencia en el mundo es signo de la presencia de Dios.
Y así, Jaz fue preguntando por cada una de las tribus restantes, hasta que Deny le habló de todas. Le habló de la tribu de la Hermandad, los que tienen amatistas en su interior y ojos color lila, y cómo ellos luchaban por la unidad de todas las criaturas y cómo fue la primera aldea que permitió que hubiera criaturas con diferentes tipos de gemas habitando en ella como hermanos. Le habló de la tribu de la Ciudad en el mar, que habitaba en las islas, y cuyos miembros eran aquellas criaturas que llevaban en su interior un Berilio y tenían ojos de un color amarillo transparente. De ellos dijo que su pensamiento era el de aislarse, estando lejos de los demás. Habló de la tribu del Puerto, que eran aquellos que llevaban en su interior un Jaspe, como el padre de Jaz. Estos habitaban en las orillas de los mares, los lagos y los ríos. Esos tenían ojos de color blanco, miel y naranja, respectivamente. Su misión en el mundo era garantizar la existencia de puertos para la subsistencia de estos seres. Habló de la tribu de los Anunciantes, que llevan ágatas en su interior y ojos color celeste, como los padres de Cecilid, y de cómo su misión en el mundo era recordar a todos la existencia de Dios, pues bien se dice que las criaturas somos prestas a olvidar lo importante. Por último, habló de tres tribus a la vez:
—Bueno, las que me faltan serían la tribu del Relámpago, aquellos que tienen un rubí en su interior y ojos color rojo. La tribu del Nombre, que tienen color de ojos rojizo como un ópalo de fuego, por el jacinto que llevan en su interior, como los que vimos hace poco. Y la tribu Ódem, que son los que llevan un Sardio en su interior y que tienen ojos color rojo, como la tribu del relámpago. Por su gran similitud estas tres tribus han sido confundidas y corren la misma suerte.
—¿De qué suerte hablas Deny? ¿Es el hecho de que todos les rechacemos o les tengamos miedo?
—Sí Jaz, esa mala suerte. Y esto es debido a que, de la última tribu, la Odem, salió la primera criatura que se rebeló contra Dios. Aquella criatura se llamaba Dem. Por eso la tribu se llama así: La tribu de Dem, o dicho de otra manera, la tribu Ódem. La O, no sé si lo sabes, cumple la misma función de la preposición «de».
—No Deny, no lo sabía. Te lo repito, nunca fui a la escuela y casi nada sé de historia, menos de gramática.
—Bueno Jaz, ahora debes saber porque razón estas tres tribus viven cerca de los volcanes y porqué son rechazadas o temidas por las demás. Aún se cree que ellos realizan la misma función de Dem, rechazar y desobedecer a Dios. Sin embargo, nada de esto es así. La prueba de ellos son mis padres.
—Entiendo Deny, ¡cómo hemos fallado al respecto! Pero, ¿Cómo es que ahora las tribus ya no son fieles a sus principios iniciales y habitamos entre criaturas con diferente color de gemas?
—Es gracias a Dios Jaz, él nos manifestó su deseo al enviar criaturas con gemas de distinto color a la de los padres que las recibían. Dios ha querido que volvamos a confiar los unos en los otros. Los únicos que no han terminado de aceptar esta situación son los de las tribus que habitan cerca de los volcanes. Por esa razón no me aceptaron a mí. Pero Dios, que aún los ama, sigue enviando criaturas del mismo color de ojos que ellos para que no dejen de existir. En otras ocasiones, las criaturas de este color de ojos terminan llegando ahí por el rechazo que tienen en otras aldeas. Esta es la complejidad de nuestra vida. Pero creo que esto algún día cambiará.
Terminando de decir esto, Deny, exhausta, se desmayó. Cuando Jaz, que iba por delante siempre, hizo una nueva pregunta, y esta no fue contestada, se percató de lo que había pasado con ella. La llevó a la orilla del río para mojar su rostro con un poco de agua y ver si de esta manera ella despertaba. Al ver que no había reacción de su parte, pensó que era un desgaste producto de lo que habían caminado, al menos tenía la certeza de que no estaba muerta. Esto era porque cuando alguna de estas criaturas dormía, sus ojos, que permanecían cerrados, ya no podían emitir algún tipo de resplandor, pero se notaba en sus cuerpos una luz muy tenue que los envolvía. Esto era el signo de que aún estaban vivos. Jaz vio la luz, que parecía no tener color, pero que se asemejaba más a un anaranjado que a un gris. Vio hacia el horizonte y el hecho de ver que el mar parecía no estar muy lejos lo motivó a seguir adelante. Vio a Deny y nuevamente se detuvo a contemplar sus suturas hechas en diferentes partes de su cuerpo, luego se vio a él mismo; sus brazos, luego sus piernas, observando que también tenía nuevas suturas. Empezó a comprender. Se dirigió de nuevo a la orilla para ver el reflejo de su rostro y vio sus ojos, cada vez más grises. Una lágrima rodó por sus mejillas. Entonces vio hacia el cielo, y notó que el sol ya había empezado a descender. Era más de medio día. Debía continuar.
—Deny, cómo me estoy pareciendo cada día más a ti. Lo odiaría de no ser porque te amo. Voy a cumplir mi promesa.
La acomodó en su espalda, para llevarla cargada, y prosiguió el camino.
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