Capítulo 5Creo en el amor que dura para siempre
Aunque Jaz sentía miedo, dejó que Deny acercara con sus manos la navaja hasta su pecho. Ella, eficazmente decidida, rasgó su piel de un solo tirón, lo suficiente como para que la esmeralda pudiera salir por ahí sin problemas. Puso la navaja a un lado y al mismo tiempo ubicó su otra mano en el pecho de Jaz, tan rápido que apenas daba tiempo de parpadear una vez mientras pasó todo esto. El calor que lo invadió por dentro fue muy grande, pero desde que lo sintió empezó a disminuir, con una extraña sensación de frío cada vez más intensa, cual si entrara a una zona ártica. Parecía de pronto verse tentado por caer en un sueño profundo, cuando Deny le dijo:
—Rápido, pon tu mano en la gema.
Aquello era tan necesario que lo hizo sin pensarlo dos veces. Una vez que sus manos tocaban la gema, parecía de nuevo más despierto que nunca, pero sin poder dejar de sentir aquella sensación de frío, como si todo su interior se estuviese congelando. No hubo mucho tiempo para contemplar la gema. Tenía un acabado de talla marquesa, y sus detalles eran tan únicos que lo que contemplaron sus ojos era totalmente desconocido. En sus oficios nunca había encontrado una piedra con una forma tan perfecta, por su belleza. El que le había enseñado el arte de trabajar con las piedras sólo supo enseñarle a hacer cabujones. Por eso, contemplar aquella forma era, además de novedoso, inmensamente cautivante. Sin duda, era una esmeralda trabajada, con cortes tan precisos que sólo un artista con experiencia podía haber logrado. Tantas cosas pasaron en su mente en tan pequeño instante, que solo recordaría haber llegado a la conclusión de que sin duda alguna quien había hecho tan hermoso trabajo había sido Dios. Obviamente desde pequeño nunca había sido testigo de un acto como aquel, en el cual su gema era extraída de su interior. Deny volvió a hacer que entrara en sí:
—Es momento, llevemos juntos la esmeralda al cofre —Llevaron la gema hasta el lugar donde había una especie de barro —. ¡Que bella es!
Cuando la esmeralda tocó el barro, esta pareció amoldarse a su alrededor, cubriendo también ambas manos. Parecía que en aquel espacio sólo podía alcanzar una gema. El barro, que como plastilina se acomoda a aquello con lo que se quisiera juntarla, envolvió todo y una vez hecho esto, adquirió un brillo tan radiante que tanto Deny como Jaz tuvieron que cerrar sus ojos. Al instante se produjo la magia.
Cuando abrieron sus ojos nuevamente ya no estaban como antes, si no con total libertad y satisfacción que en su interior sentían una alegría indescriptible. Y el asombro, que había iniciado con aquella sensación, se hizo más grande cuando se contemplaron el uno al otro: tenían figuras diferentes, se habían convertido en otras criaturas y sentían el revoloteo de diminutas alas que apenas se distinguían por la rapidez con la que se movían. Eran dos colibríes, tiernos, y de colores singulares. Jaz tenía un plumaje verde, cual grama rejuvenecida por la brisa matutina. El de Deny en cambio era rojizo y anaranjado, como el del paisaje que se ve en las horas del crepúsculo. El aire fresco que los rodeaba les acariciaba sus pequeños picos amarillentos. Contemplaron el cielo azul y luego todo a su alrededor: las flores eran millones y millones que se extendían por todos lados y sus colores tan hermosos que cualquier criatura que los viera podría morir felizmente con la ligera sensación de que ya lo tuvo todo. Empezaron a volar de un lado para otro, como dos niños que, llenos de algarabía por tener nuevos juguetes, salen al patio a estrenarlos. Después de recorrer grandes espacios y contemplar cientos de flores de todo tipo, se pusieron de acuerdo para empezar a probar el néctar de aquellas, cayendo en cuenta de que eran un par de colibríes, y que, sin importar cómo fue posible que todo esto pasara, se debía aprovechar aquella facultad de la cual ahora gozaban. Procedieron pues a buscar la flor que más les gustara, cada quien por su lado, para disfrutar de aquella suculenta savia.
Cuando escogieron la suya, notando que no se habían alejado mucho el uno del otro, Jaz quiso manifestar su agradecimiento:
—Deny, no esperé todo esto. Cuando hablaste de magia no pensé que algo así fuera posible. ¿Habías vivido algo así antes?
—Estoy tan sorprendida como tú, mi querido Jaz, tu esmeralda tiene un poder que nunca antes había visto ni imaginado. Paisajes de esta manufactura solo puede hacer alguien con una gema tan noble como la tuya. Disfruta pues del néctar del tulipán que escogiste, y amarás aún más las flores.
Aunque los dos coincidían en disfrutar del néctar encontrado, no tardaron en actuar de maneras muy diferentes. Cuando vio Deny que su flor ya no tenía más que ofrecerle, y extasiada por el sabor, quiso más, empezó a buscar otra y otra, y así sucesivamente, hasta que se percató de que Jaz no se había movido del lugar que había escogido. Entonces, olvidando su sed de más, se quedó contemplándole. Él estaba totalmente concentrado en su flor, la observaba fijamente y esperaba, y de pronto volvía a beber del néctar. Cuando este se terminaba, volvía a observarla y a esperar, hasta que de nuevo bebía del néctar. Estaba tan absorto en ella que no había visto como actuaba Deny, que iba de flor en flor. Ella, que no entendía cómo era posible lo que Jaz hacía, como un niño que por primera vez recibe una clase de matemática y no se la dan con la debida paciencia, no hesitó en preguntar:
—Jaz, perdón que te interrumpa, pero, es que te he estado observando, y no sé cómo es que le haces para que tu flor vuelva a darte néctar. Yo ya he probado varias y todas quedaron vacías.
—Es amor, Deny, el amor es la respuesta.
—¿Amor? ¿Dices, entonces, que amas a esa flor?
—Pensé en ti, Deny, al escogerla, su suavidad, su frescura, su color y su brillo. Cuando empezamos a recorrer la pradera en la búsqueda de aquella flor que nos alimentara, pensé en que, si debía escoger una, tenía que ser la más hermosa que pudieran ver mis ojos, como me pasó contigo. ¿Cómo podía pues abandonarla cuando ya no tenía néctar para darme? ¿Acaso no era la flor más linda que vieron mis ojos? Ya no iba a encontrar otra más linda, ni podía ser así, pues... ¿qué sentido tiene escoger si tu elección no dura para siempre? Si eliges una flor, sabiendo que luego puedes elegir otra, la elección es fácil. Si en cambio, la eliges sabiendo que será la única flor a la que amarás, la elección tiene mérito.
—¡Que bellas palabras! Pero... ¿Cómo es que la flor volvió a darte néctar? Eso no es posible.
—Es también por el amor. Te dije que el amor es la magia más hermosa y sublime que existe.
—¿El amor? ¿Dices, entonces, que la flor también te amó a ti?
—Desde que me dio todo su néctar, ella me amó, pues entregó todo de sí. Me quedé contemplándole para agradecérselo, y entonces me di cuenta que ella se sentía amada y que mi admiración la restauraba. Eso más un poco de paciencia. De pronto volvió a estar como nueva, llena toda de néctar. Quise probar otra vez y su sabor era más exquisito. Y así sucedió muchas otras veces. Contemplar, admirar y esperar son mi manera de expresarle mi amor, y ella responde con más amor. Creo que se trata de algo maravilloso. Se trata de dar y recibir.
—Gracias Jaz, por enseñarme la magia del amor.
—Gracias a ti Deny por hacerme creer en esa magia.
Deny volvió a su primera flor y empezó a contemplarla y así aprendía a amarla. Esto pasó hasta que ella volvió a tener signos de vida nueva. Pero, cuando ella se dispuso a probar nuevamente de su néctar, todo empezó a cambiar a su alrededor. Lo que era un ambiente de paz empezaba a tornarse angustiante. De pronto observaron como oscureció. Las nubes se juntaron en el cielo en un abrir y cerrar de ojos. La brisa dejó de sentirse y un viento fuerte empezó a azotar todo lo que había a su paso. Las hojas empezaron a inclinarse con brusquedad en el sentido del viento. Sus ojos de pajaritos contemplaron como el panorama se había vuelto negro e inquietante. Sus párpados se volvieron pesados, tan pesados que no solo les hacía difícil mantener sus ojos abiertos, si no que hacía que hasta el mismo vuelo se volviera extenuante. Aumentaron la fuerza de sus revoloteos sin tener éxito alguno. Sentían que caían a un abismo ya no de hierba sino de incertidumbre. Cuando podían levantar la mirada era para ver como el viento arrancaba las flores y se las llevaba consigo. Todo aquello que antes se miraba tan bello no era más que un lamentable paisaje, típico de todo lo que resulta ante cualquier desastre. Fue entonces cuando Jaz vio como su tulipán se moría, lacerado por la lluvia ácida que empezaba a caer torrencialmente y arrancada por el viento hasta perderse en el horizonte, que estaba tan próximo por la densa neblina oscura que los envolvía. Era una neblina muy diferente a la que habían observado juntos al iniciar el día. Lo que parecía su mejor momento juntos se estaba convirtiendo en una pesadilla. ¿Cómo había pasado todo eso?
La magia se estaba terminando de la misma manera misteriosa en que todo había iniciado. Deny, sin embargo, parecía familiarizada con lo que estaba pasando y empezó a buscar una salida por todos lados, transmitiendo una cierta seguridad de que la iba a terminar encontrando. Aunque aquella actitud nuevamente se le hacía rara a Jaz, no había mucho tiempo para pensar en eso. Debía, más bien, aferrarse a esa sensación de seguridad que ella intentaba transmitirle. Ella le dijo:
—No te preocupes, Jaz, vamos a salir de esto. Solo tenemos que encontrar el portal. Lo vamos a reconocer. Recuerda que esta no es nuestra dimensión. La magia no dura para siempre. Tenemos que volver.
Jaz estaba tan asustado que no era capaz de decir nada. El miedo se había apoderado de él y lo había paralizado. A su mente volvieron las imágenes de sus padres que trataban de esconderse de la tormenta aquel día en que los conoció. Deny volvió a hablar. Ellas, las de ojos ovalados, suelen hablar más cuando están nerviosas:
—Ayúdame a buscar. Mantén tus ojos abiertos. Verás una luz que emite numerosos rayos, cual si fuera una estrella. Es como ver la luz al final de un túnel. Sólo tenemos que esperar.
Cuando sus cuerpos estaban ya muy golpeados, al igual que las flores, por la lluvia y por el viento, y cuando parecía que ya nada podía ser peor, lograron ver la luz. Estaba a una distancia considerable, ni muy lejos, ni muy cerca. Cogieron un nuevo impulso por desplazarse, y como Deny veía que Jaz no reaccionaba, empezó a animarlo con pequeños empujones, hasta que él mismo tuvo que darse cuenta que si no luchaba ahora, no había cuando. La luz empezaba a disminuir su tamaño, amenazando con desaparecer. Ella se lo hizo saber. No había otra escapatoria. Si no salían, morían. Tenían que luchar.
Por la mente de Jaz pasaban muchas cosas. No podía entender como había accedido a ir a un lugar o dimensión desconocida, algo de lo que nunca había escuchado. No se podía consolar pensando en lo que fue bueno de la experiencia mientras duró. Sin duda era más fuerte el hecho de saber que estaba arriesgando su vida. Pensaba también en su flor, la que el viento se había llevado. Era tanto el cariño que le había tomado que no concebía la idea de que todo tenía que terminar. Lo peor de todo es que no era un sueño. Todo era muy real. Era magia, no imaginación. Se había aferrado a ella por el simple hecho de representar a Deny, así como quien se aferra a un ser cuando lo ve morir y se da cuenta que no lo volverá a ver nunca más. Su vida estaba en riesgo como la de la misma flor y debía continuar sin ella. Cuánto deseó en ese momento no haber amado esa flor. Pero ya no había tiempo para arrepentimientos. Era necesario luchar, salir vivo de ahí.
Hizo pues un último esfuerzo y revoloteó sus alas. No se había dado cuenta que iba en contra del viento y que con poco esfuerzo no avanzaba mucho. Deny lo motivaba, sin dejar de hablar ni un momento. Empezaron a avanzar y cuando la luz estuvo a punto de desaparecer, lograron alcanzarla. Instantes después la atravesaron, como quien cruza un portal, tal y como lo había dicho ella. Todo había pasado. La magia había terminado.
Cuando abrieron sus ojos reconocieron que aún se encontraban entre las flores y sus manos adheridas a la esmeralda tal cual habían iniciado la aventura. La única diferencia es que el cofre ya no estaba, la esmeralda tocaba el suelo. Levantaron su mirada al cielo y notaron que ya era tarde y que la noche se aproximaba. Deny quiso pues, volver a meter la gema en el interior de Jaz lo más pronto posible, pero no pudo evitar que él la viera y notara un cambio. Pero Jaz estaba tan estupefacto, queriendo superar lo recién acontecido, que aún no podía decir palabras. Ya no tenían la forma de colibríes, habían vuelto a ser los mismos de antes. Pero no eran, precisamente, los mismos de antes. La experiencia los había marcado.
Deny empezó a zurcir su pecho, por donde había hecho el corte para extraer la gema. Pero notó que habían dos heridas más, pequeñas y casi difíciles de notar, una en cada brazo. Hizo lo mismo con esas otras, hasta que su tela quedara unida toda de nuevo. Luego se le quedó viendo a los ojos por un momento. Cómo Jaz aún no decía nada, lo abrazó con ternura, para disipar sus miedos, que seguían frescos e intentar sanar sus traumas, que eran heridas interiores, que no se curaban con un hilo y una aguja, como recién había hecho con las de su piel. Y así pasó un buen rato, hasta que le invitó a seguir adelante y encontrar un buen lugar para pasar la noche. Avanzaron pesarosamente, hasta llegar a un lugar idóneo para descansar. Jaz se acostó y ella se acomodó a su lado, y cuando vio que él cerro sus ojos, ella puso su mirada en el cielo y se puso a contar las estrellas. Cuando perdía la cuenta, empezaba de nuevo, y de vez en cuando discutía con una nube que al moverse la obligaba a empezar de nuevo. Cuando se sintió cansada de reiniciar tantas veces, quiso hablar a Jaz y le dijo:
—Gracias Jaz, por lo que hiciste por mí hoy. Me hiciste por un momento la criatura más feliz del mundo.
Ella lo decía para aliviarlo. No esperaba que él le contestara. Pero para su sorpresa, lo hizo:
—¿Algo salió mal Deny?
—Es normal Jaz. La magia no dura para siempre. Ya tendremos otra oportunidad de volver a vivir algo parecido.
—Pero el amor es magia, y creo en el amor que dura para siempre. ¿Son magias de distinta naturaleza?
—Creo que no sería posible la magia si no fuera por el amor, Jaz. Duerme tranquilo.
—No puedo Deny. Mi esmeralda. No estaba igual que antes.
Y Deny, al escuchar eso, no supo que decir. Después de un rato en silencio, ella se quedó dormida. Jaz, por su parte, la relevó en la tarea de contar estrellas.
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