Capítulo 3Puedes llamarme Deny




Cuando hubo amanecido, y animado por el canto de las aves que se levantaban de sus nidos y por otros ruidos de animales que parecían moverse a todo su alrededor, se levantó para proseguir el camino. Buscó una caverna en las faldas de la montaña para buscar rocas con las que pudiera alimentarse el resto de la jornada, sobre todo porque veía que más adelante ya no había otra montaña y temía quedarse sin comida por varios días.

Logró encontrar las necesarias y con el bolso recargado, retomó la senda de la cual se había desviado hasta que pudo observar que más adelante ya no se veía una aglomeración de árboles como había sido normal hasta ahora. Mientras más se acercaba más detalles podía ver del lugar al que se dirigía con mayor ánimo que antes, quizás porque intuía que ahí encontraría a su compañera de viaje.

Se podían ver unas bancas preciosas, hechas de una madera que para él era desconocida y que se ubicaban alrededor del lugar, indicando que en medio de ellas ya no había árboles. Cuando se acercó más pudo notar que en medio de todas las bancas había una preciosa fuente, que encontraba su sostenibilidad en un pozo bajo ella. Corrió pues emocionado para vislumbrar la fuente y dirigir su mirada hacia el fondo del pozo. Fue tanta su emoción que él mismo se vio sorprendido al darse cuenta que ya había llegado. Desconocía que tenía tanta rapidez en sus extremidades inferiores. Es que, sin duda, la inspiración de encontrar el amor lo había dotado de poderes nuevos, que solo aquel que desea amar tiene.

Observó como en medio de la fuente había un pilar de piedra que desde el fondo del pozo hasta donde llegaba se iba componiendo de formas circulares, una sobre otra, desde la más grande hasta la más pequeña, de la cual por su parte superior salía el agua que caía como en una sucesión de cascadas a la otra piedra y a la siguiente y así hasta llegar a la parte donde encontraba el agua del pozo su mayor alcance. Alrededor de la fuente había unas barandas metálicas, de un elemento que nunca había conocido, pues hasta ahora todo lo que él había trabajado había sido roca y madera. Fue una sorpresa para él pues ver una baranda de esta manufactura.

Pero mayor fue la sorpresa que le sucedería a esta. Mientras contemplaba el fondo de la fuente, se acercó a él una criatura muy bella, de su misma especie. Era tanta su concentración que no la vio venir, hasta que sintió su voz que le habló a su mente.

—Hola amigo... Es una hermosa fuente, ¿verdad?

Cuando se giró para ver quién era la que le hablaba, se dio cuenta de lo bella que era. Su pelo más fino, sus ojos ovalados y su porte de princesa. Era una de las que podía encontrar en su búsqueda. Percatándose de que se había quedado ido en sus pensamientos, se apresuró a contestarle:

—Hola... Sí, definitivamente es hermosa, de lo mejor que he visto.

—Pues, definitivamente no es lo peor de este planeta, pero sé que hay cosas mejores... Cómo me encantaría mostrártelas.

—Disculpa, hablas de mostrarme cosas mejores, pero ni siquiera me has dicho tu nombre.

—Mi nombre es Destiny. Suelo pasar mi tiempo aquí, hace ya mucho que dejé mi hogar para emprender mi viaje, pero hasta ahora no he podido encontrar a aquel que me acompañe. Puedo decir que te estaba esperando.

—¿Destiny? ¿Que estabas esperándome?

Mientras le hacía estas preguntas recordó los consejos de Lid, que le decía que en todo debía haber sinceridad. Pero ella mientras hablaba no mostraba un brillo radiante en sus ojos.

—Sí, esperaba a alguien como tú, de ojos tan verdes como los tuyos. ¿Cómo no esperar algo así en medio del bosque?

—Pero, tus ojos... Es un color que no he visto antes en ninguna piedra. ¿Qué gema llevas en tu interior?

Esta pregunta la hacía Jinadaz ya que el color de los ojos de Destiny era un gris apagado, al cual difícilmente le podía llegar brillo aun reflejando los rayos del sol. Ella quiso aclararlo:

—Llevo por gema un Ónix. Quizás te sorprenda porque es muy raro encontrar a alguien como yo. Tienes mucha suerte.

—Pero el Ónix... Quiero explicarme. Toda mi vida he trabajado con piedras y he aprendido todo sobre ellas. El Ónix es de un negro muy intenso. Tus ojos deberían ser pues, muy negros.

Ella se puso un poco nerviosa después de que él hablara con tanta seguridad. Pero luego insistió en que lo que decía era verdadero:

—Las piedras preciosas tienen diferentes colores, aun siendo de la misma naturaleza, de acuerdo a donde fueron formadas. Ves, por ejemplo, el Jaspe, lo puedes hallar en color miel, naranjo o blanco. Así mi Ónix es gris, pues no solo en negro se hallan.

Un poco confundido, debido a que nunca había oído hablar de algo así respecto al Ónix y sus dos variedades y que hasta el momento había creído estar en lo correcto al decir que sabía que un caso así solo se presentaba en el Jaspe, gema que había llevado su padre mientras vivía, se quedó callado por un rato, sin saber que responder al respecto, o como refutar. Se llenó de la inseguridad propia de aquellos que son descubiertos en su ignorancia y no supo cómo sacudírsela. Ella volvió a hablar diciendo:

—No te sientas mal por no saberlo todo, siempre se aprende algo nuevo. Si vienes conmigo yo te enseñaré muchas cosas nuevas. Sé que también gracias a ti aprenderé mucho.

—Lo que acabas de decir tranquiliza mi estado, pues estaba muy confundido. Pero no dejo de estarlo del todo. Partí con la idea de encontrar a una del color de mis ojos, puesto que sólo así se puede encontrar el amor.

—¿Así que buscas el amor al igual que yo? ¿Pero quién afirma que solo con una de ojos verdes como tú puedes hallarlo?

—No estoy seguro de que así deba ser. Mis padres no tenían el mismo color de ojos. Por eso tampoco lo tengo tan claro.

—Mis padres tampoco tenían el mismo color de ojos. Mi padre Des tenía unos ojos color rojo, debido a que llevaba un sardio en su interior. Y mi madre Tiny, aunque tenía un color de ojos muy similar, de rojo intenso, no era la misma gema la que llevaba, si no que llevaba un rubí. Si ves, nos parecemos más de lo que crees, e insisto, si vamos juntos podemos encontrar muchas cosas más en común.

Jinadaz la miraba fijamente mientras ella le hablaba, pero por mucho que se esforzara en notarlo, no era capaz de reconocer brillo en sus ojos. Le embargaba la duda entonces de que ella hablara con sinceridad. Ante aquella situación que no parecía cambiar Destiny volvió a tomar la iniciativa:

—Y tus padres, ¿Qué color tenían sus ojos?

—Mi madre, Jina, tenía los ojos color azul, puesto que llevaba un zafiro y mi padre, Daz, llevaba en su interior un jaspe, y sus ojos eran color miel.

—¡Qué interesante! Ambos son muy difíciles de encontrar. Supongo que el amor que los unió era muy grande.

—Sí, así debió ser. Pero yo no viví con ellos, viví con otros que me adoptaron cuando era muy pequeño. Ellos, los que me vieron crecer, decían que yo no podía encontrar el amor por esa razón.

—Pues yo digo que se equivocaron, pues ya lo encontraste.

—No estoy tan seguro de eso.

—Yo tampoco, pero algo en mi gema me dice que así es.

—¿Por qué dices eso?

—Sentiste al acercarte a la fuente algo mágico, ¿verdad?

—Sí, me sentí atraído por algo misterioso, y al conocerlo y darme cuenta de su belleza, experimenté una sensación extraña, algo que solemos llamar felicidad.

—Pues eso y aún más sentí yo cuando te vi en la fuente. Y ha sido mejor aun cuando hemos hablado.

Jinadaz reconocía en su interior que también se sintió feliz al verla a ella. Lo que sintió, de hecho, al ver la fuente y contemplar cada detalle, fue muy poco en comparación con lo que ella había inspirado en su gema. Sus ojos de hecho, estaban radiantemente brillantes, pues él era sincero en todo lo que decía y en todo lo que sentía. Tuvo que asentir.

—Te dije que la fuente era la cosa más maravillosa que he visto en mi vida. Pero eso fue hasta que te vi. A partir de ese momento tú eres lo más maravilloso que han visto mis ojos.

—Te dije que te podría ayudar a encontrar cosas aún más maravillosas, ¿no es cierto? Así que no creas que ya encontraste lo más hermoso del mundo.

—Si me dejas serte franco, por muchas cosas novedosas y maravillosas que encuentre en mi camino, no creo encontrar algo más bello que tú. Pero...

—¿Pero qué, Jinadaz?

—Destiny, tú no eres ojos verdes. Debo obedecer a las pistas que me dieron para encontrar el amor. Tú no puedes ser mi compañera de viaje... Quizás sí, pero no. No estoy seguro.

—Pues vamos juntos. Te acompañaré mientras encuentras a la que tiene ojos verdes igual que tú.

—Pero si vas conmigo, no será posible que la encuentre...

—Exacto.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que estás siendo obstinado. Lo que buscabas ya lo encontraste. Soy yo.

Cuando ella le dijo que estaba siendo obstinado, recordó a los padres de Cecilid, y se dio cuenta que estaba actuando como ellos. Si esa forma de ver las cosas hubiera persistido, seguramente él seguiría labrando en las cavernas en busca de rocas, y no hubiese logrado salir a buscar su felicidad. Entonces se dio cuenta que Destiny realmente era muy parecida a él, y tuvo que dejar que su gema lo guiara esta vez.

—Destiny, eres bella. Tienes razón. Lo que estaba buscando, en ti ya lo encontré.

—Jinadaz, yo estaría dispuesta a cambiar mi nombre por ti...

Cuando ella dijo eso, él se quedó perplejo. Recordó la pista que le dio Cecilid, la única que aún no se había confirmado, aquella donde le explicaba la manera en que debía pedirle a la que escogiera que fuera su compañera de viaje. No imaginaba que la aventura empezaría de esa manera, mucho menos que fuera ella la que tomara la iniciativa.

—A partir de ahora cuento contigo como compañera de viaje, y puedes llamarme Jaz.

Ella reaccionó efusiva, que sus ojos parecían cambiar de color, de un gris muy pálido a un naranja, por un momento. Aquello era un poco extraño, y duró solo un instante. Lo justo para que Jinadaz, ahora llamado Jaz, no lo percibiera o al menos no lo viera importante. Ella le dijo:

—Encantada de ir contigo Jaz. Puedes llamarme Deny.

—Encantado de conocerte, Deny.

—No hay tiempo que perder. Vamos. Hacia allá hay una montaña. Empecemos nuestra búsqueda.

Ese día, ese momento, ese instante, fue para Jaz de una sensación tan agradable que nunca se había sentido tan especial en la vida. Parecía empezar a encontrar el sentido de su existencia. En ese día, en ese momento, en ese instante Jaz fue feliz.

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