A La Caza de Sembradores.
Los soldados humanos avanzaban en formación por el corredor oscuro, atentos al más mínimo sonido. Dominic Santiago, sin embargo, rompió el silencio con un grito lleno de entusiasmo.
Dom: ¡Número 83! ¡Maldición! -Augustus Cole, caminando a su lado, esbozó una sonrisa amplia y respondió con tono despreocupado.
Cole: El mismo que viste y calza. -Dominic señaló a Cole con el dedo, como si quisiera subrayar su punto.
Dom: ¿Recuerdan a este tipo? ¡Jugaba con los Cougars! ¡Estaba en la línea defensiva! -Mientras hablaba, su entusiasmo parecía contagiar al grupo, aunque ninguno reducía el ritmo de avance.
—¡Te vimos jugar! -Cole soltó una carcajada, dejando que los recuerdos de tiempos más simples lo alcanzaran por un momento.
Cole: ¡Ja, ja! ¡Es cierto! ¡Todo el mundo quería ver al Tren!-El equipo subió por unas escaleras, manteniéndose en formación cerrada hasta llegar a un nivel superior. Entraron en una habitación despejada, revisando cada rincón en busca de posibles amenazas. Sin embargo, Dominic continuaba en su charla nostálgica.
Dom: Oye, Marcus. ¿Recuerdas las finales de la división? ¡La línea de cuarenta yardas! -Marcus Fenix, su mejor amigo, respondió con tono burlón mientras ajustaba su arma.
Marcus: Claro que sí... Recuerdo que todavía me debes 20 billetes. -Dominic negó con la cabeza, sonriendo.
Dom: Pídemelos cuando termine la guerra. -El sargento Kim, siempre enfocado en la misión, interrumpió al grupo al activar una palanca que abrió una puerta al final de la habitación, revelando un pasillo oscuro.
Al salir al corredor, un fuerte ruido metálico resonó, haciéndolos detenerse en seco. Todos levantaron sus armas instintivamente, apuntando en diferentes direcciones.
Marcus: ¿Qué demonios fue eso? -Kim, siempre alerta, observó otra puerta al frente y tomó el mando.
Kim: ¡Jack, adelante! Arranca esta puerta. -El pequeño robot flotante, Jack, apareció de entre las sombras y se deslizó hacia la puerta. Con un zumbido mecánico, comenzó a trabajar en los mecanismos de apertura.
De repente, un sonido extraño les heló la sangre. Todos giraron hacia la izquierda y vieron una figura pequeña moverse rápidamente, apenas iluminada por las luces parpadeantes del corredor. Tenía la inconfundible apariencia de un Locust, pero era diferente: más pequeño, ágil y espeluznante.
—¡Desgraciados! —gritó Kim, mientras más de esas criaturas aparecían, emergiendo del techo y las paredes cercanas como una plaga viviente.
-¡Mantengan a esas cosas lejos de Jack! —ordenó con voz firme mientras desataba una ráfaga de disparos con su Lancer.
Los dos últimos miembros de Delta, junto con el miembro del escuadrón Alfa, se posicionó rápidamente, disparando sin cesar mientras las criaturas avanzaban. Las balas impactaban en los enemigos, pero cada una de esas cosas que caía parecía ser reemplazada por dos más.
La tensión en el aire era palpable, y el rugido de los disparos llenó el pasillo mientras el pequeño Jack seguía trabajando, aparentemente ajeno al caos que lo rodeaba.
El caos reinaba en el pasillo mientras los soldados seguían disparando sin cesar contra las criaturas que avanzaban desde todas direcciones. Una de las bestias saltó hacia Augustus Cole, pero este reaccionó con rapidez, golpeándola con la culata de su Lancer. La fuerza del impacto la lanzó varios metros hacia atrás, donde Cole remató con un disparo certero.
Marcus, por su parte, enfrentaba a otra criatura que le saltó encima. Con un movimiento rápido y preciso, activó la sierra de su arma, desgarrando al enemigo por la mitad en un estallido de sangre y vísceras.
Dominic Santiago, conocido como Dom, mantenía su posición disparando con precisión hacia las criaturas que trepaban por las paredes y el techo. Cada bala encontraba su objetivo, pero parecía que las cosas no dejaban de venir.
El sargento Kim, siempre enfocado en la misión, dirigía su fuego hacia los enemigos que se movían por el suelo, abatiendo a cada uno que intentaba acercarse. Finalmente, tras una ráfaga final, el último de los monstruos cayó, dejando un inquietante silencio tras el combate.
En ese momento, Jack terminó de abrir la puerta con un leve chirrido metálico. Kim, con su tono autoritario habitual, dio la orden.
-La puerta está abierta. ¡Adelante! -Sin dudar, el equipo se adentró en la nueva sala, revisando su entorno. Apenas dieron unos pasos, Dom se cubrió la nariz con la mano, haciendo una mueca de asco.
Dom: ¡Maldición! ¿Qué es ese olor? -Marcus también percibió el hedor, arrugando la nariz mientras trataba de identificarlo.
Marcus: En serio, esto apesta. Algo aquí huele terriblemente mal. -Cole, con un gesto de desagrado, fue el primero en reconocer la fuente.
Cole: Son esos malditos Sembradores. Son asquerosos, hombre. ¡Asquerosos! -Kim, sin paciencia para distracciones, levantó la voz con firmeza.
Kim: ¡Vuelvan a su trabajo, soldados! ¡Concéntrense! -Mientras hablaba, notó un conjunto de armas tiradas en una esquina de la sala. Señaló hacia ellas y dio nuevas instrucciones.
-Santiago, Fenix. Vayan a esa esquina y recojan esas armas. -Sin discutir, Marcus y Dom se dirigieron hacia el lugar señalado. Al llegar, inspeccionaron las armas en el suelo, asegurándose de que estuvieran en buen estado antes de recogerlas. Una vez equipados, regresaron rápidamente al grupo, listos para continuar con la misión.
(Martillo del Alba.)
-No usen esas armas hasta que yo dé la orden. —La voz del teniente era firme, dejando en claro la importancia de la instrucción.
Marcus y Dom recogieron las armas del suelo, asegurándose de que estuvieran listas para usarse, antes de regresar con el grupo.
Con un chasquido metálico, Kim presionó un botón que activó la puerta siguiente. El sonido del mecanismo resonó en el lugar, y, al abrirse, dejó al descubierto el exterior. Una mezcla de viento áspero y ceniza envolvió al escuadrón al salir al aire libre.
Marcus, caminando al frente con los demás, frunció el ceño mientras analizaba el panorama desolador que se extendía frente a ellos. Sus ojos se fijaron en uno de los objetivos a destruir, destacándose entre el caos y las ruinas.
Marcus: Esto no está nada bien. —Su tono era grave, cargado de preocupación, mientras los demás dirigían sus miradas hacia la enorme estructura que ahora era su próximo blanco.
(Sembrador.)
El Sembrador, aquella enorme criatura Locust, estaba disparando su contenido viscoso hacia el cielo, llenando el aire con un sonido gutural y constante. Kim, observando con atención a la bestia, dio la orden con tono firme.
Kim: Dispara el arma, soldado. -Marcus apuntó el Martillo del Alba hacia el Sembrador. En su mira, unas líneas láser comenzaron a converger sobre el objetivo, formando un punto de concentración justo encima de la criatura.
Un rayo de energía descendió desde los cielos con un estallido ensordecedor, impactando directamente en el cuerpo del Sembrador. La criatura lanzó un grito espeluznante de dolor mientras la energía lo consumía. En cuestión de segundos, su cuerpo no pudo soportar más, explotando en un estallido de sangre, fuego y restos.
Al otro lado del puente, un grupo de Locust observó con furia cómo los humanos destruían al Sembrador. Emitiendo rugidos de rabia, los enemigos comenzaron a disparar sus armas en dirección al escuadrón Delta.
Dom: Llegaron los guardias. —Dom se colocó rápidamente junto a los demás, cubriéndose detrás de los restos de una barricada improvisada.
Mientras sus compañeros respondían al fuego enemigo, Dom tuvo una idea. Sin avisar, salió de la cobertura con movimientos rápidos, levantando el Martillo del Alba y apuntándolo hacia los Locust. Estos notaron una línea brillante dibujarse en el suelo cerca de sus posiciones.
Un segundo después, un rayo de energía cayó del cielo con devastadora precisión. El impacto fue inmediato, generando una explosión que redujo a cenizas a los Locust atrapados en su radio de acción.
Cole: ¡Jajajajaja! ¡Tomen eso, pedazos de mierda! —exclamó Cole, disfrutando del espectáculo.
Dom, sonriendo, guardó el Martillo del Alba en su espalda y desenvainó su Lancer, listo para continuar la batalla.
Dom: ¡Deberíamos usar el Martillo del Alba todo el tiempo! -Kim, notando el olor de la carne quemada que impregnaba el aire, respondió con seriedad:
Kim: Solo funciona en el exterior. Y aun así, únicamente cuando los satélites están alineados. -Mientras hablaba, el equipo comenzó a avanzar hacia el otro extremo del puente. Kim añadió con un tono práctico:
-Básicamente, tuvimos suerte esta vez. -El sargento llevó una mano a su oído, activando el comunicador mientras cruzaban.
-Control, aquí Delta. ¿Me reciben? Adelante. -La única respuesta que obtuvo fue un prolongado ruido de estática.
-Esto está mal... Tiene que haber más Sembradores. —Su tono reflejaba preocupación, pero rápidamente recuperó su enfoque. Miró a sus compañeros y dio la siguiente orden:—
-¡Adelante! -El escuadrón se reorganizó y se adentró en las ruinas cercanas, preparándose para buscar y destruir los restantes Sembradores que infestaban la Casa de los Soberanos.
El equipo avanzaba con determinación, revisando cada esquina en busca de posibles amenazas. Mientras seguían moviéndose por los estrechos pasillos, Augustus Cole rompió el silencio con su característico entusiasmo.
Cole: Tenemos que darnos prisa. Alfa nos está esperando. —Su tono reflejaba urgencia, pero también confianza, como si estuviera seguro de que podían superar cualquier obstáculo.
El escuadrón continuó avanzando hacia las posibles ubicaciones del siguiente Sembrador. Sus pasos resonaban en el suelo metálico del lugar, mezclándose con el eco de sus respiraciones contenidas.
De repente, al entrar en un nuevo pasillo, un temblor sacudió la estructura, haciendo vibrar las paredes y el suelo bajo sus pies. Dom fue el primero en reaccionar.
Dom: ¿Qué fue eso? —preguntó, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor con cautela.
El grupo intercambió miradas rápidas, alerta ante la posibilidad de un nuevo ataque. Sin embargo, la única opción era seguir adelante. Manteniendo sus armas listas, avanzaron hacia la zona exterior, donde la luz del día los recibió de golpe.
Al asomarse al exterior, se encontraron con una vista inquietante: un segundo Sembrador estaba justo debajo de ellos, lanzando su grotesco contenido hacia el cielo, creando una nube de toxinas que cubría el área. La criatura emitía un sonido gutural, ajeno a la presencia del escuadrón que lo observaba desde arriba.
El equipo se detuvo por un momento, evaluando la situación. La misión estaba lejos de terminar, pero tenían el arma perfecta para enfrentarlo.
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