VEINTITRÉS

Sin máscaras

Vaden

—¿Esto es todo?   

Dejé el informe que me habían dado sobre el escritorio luego de haberlo leído por encima y miré al hombre que lo había traído. Su rostro tenso me hizo curvar las cejas en señal de pregunta.

—Es lo que pudimos obtener hasta el momento, pero nuestros hombres aún lo están investigando.

—Veo. —Golpeé los dedos sobre la madera y volví los ojos una vez más hacia las letras llenas de nombres, lugares y fechas. Los eventos y los involucrados se establecían con claridad, más no había nada definitivo—. Parece que esto es más difícil de lo que pensé.

Dejé salir un suspiro silencioso antes de girarme una vez más hacia el mensajero; un pensamiento divertido se asentó en mi mente al ver su pelo bien peinado y su atuendo impecable. Este era el heredero de un burgués, dueño de la caravana comercial más grande del reino; pero aquí estaba, medio duro, como un muñeco de entrenamiento, haciendo de mensajero entre Escarlata y yo.

—Si sigues así, te dolerá el cuerpo y todavía necesito a alguien que me traiga los mensajes. —Me burlé y alcancé la jarra con el hidromiel antes de servirme una copa—. ¿Bebes?

—No durante el trabajo, alteza.

—¿Tan responsable? —pregunté y le eché una mirada de soslayo en lo que tomaba un sorbo; la dulzura de la miel y la amargura del fermento se mezclaron en mi boca—. Aunque yo creo que te hace falta. Todavía soy un cliente, puedes tratarme como tal.

Me reí al tiempo que su rostro se distorsionaba y adoptaba una pose un poco más relajada.

—Si tan solo este cliente no pudiera cortarme la cabeza, estoy seguro de que estaría mejor —respondió y se pasó la mano por la cara, como para mostrar su frustración—. Espero que su alteza deje de darnos encargos tan difíciles.

Llevé de nuevo la copa a los labios y me reí ante el rostro del hombre; ¿cómo podría dejar de utilizarlos? ¿Escarlata no había sido creada para obtener información?

—¿Qué tal va lo otro? ¿Saben de dónde escuchó mi esposa sobre el atentado?

—¿Su esposa? —La duda en su voz y los ojos críticos con los que me miró por un momento me hicieron devolverle la mirada con mayor seriedad—. Ah… No, aún no pudimos descubrir quién es la persona que puso al tanto a la señorita Fern sobre los planes contra su alteza, pero lo más probable es que haya dicho la verdad y sea una mujer; por el momento, seguimos investigando sus círculos más frecuentes y a las personas con las que se puso en contacto durante el último tiempo.

—Ya veo. Si no hay nada más, esperaré por el siguiente informe y... podríamos decir que sigo manteniendo mi solicitud.

—Lo mantendremos al tanto de lo que la señorita Fern haga.

—Muy bien y esperemos que en el próximo informe haya algo más concreto. —Presioné y me divertí al verlo reprimir su expresión.

—Nos esforzaremos.

Lo despedí con una mano y después de una reverencia. Siempre había pensado que las personas que conformaban Escarlata eran bastante divertidas, como el tipo este. Siempre estaban llenos de confianza, pero, en este caso, él tenía razón, la situación era difícil y yo no podía dejar de preguntarme cómo era que Georgeana Fern sabía algo que incluso ellos no habían detectado.

Todo lo que podía decir es que mientras más sabía o escuchaba sobre ella, más interesante la encontraba. No importaba si era antes, cuando aún estaba escondida por su familia o ahora, que se paseaba por la corte.

—Me pregunto cuántos secretos tienes, esposa. —Se me escapó una risa corta en el momento en que me oí a mí mismo y me excusé con el hecho de que era mejor acostumbrarme al término y que no era porque me gustaba cómo sonaba—. Me gustaría saberlos. 

Apreté y aflojé mi agarre sobre la copa y regresé mi atención a la información que me habían entregado. Tenía que admitir que estaba un poco sorprendido, no porque quisieran asesinarme, eso no era nada nuevo cuando te encontrabas en el camino de alguien más, lo que me asombraba era que las cosas fueran tan confusas de descifrar. 

«¿De repente se volvió más inteligente?», pensé y levanté la cabeza en cuanto escuché un par de golpes en la puesta antes de que esta se abriera. 

—El señor Priestly ya ha salido del palacio —anunció mi asistente. 

—¿La excusa para su presencia? 

—Ya hice que corrieran la voz de que su alteza quería una tela importada de Mirna para el vestido de la señorita Fern. 

Solté una carcajada en cuanto lo oí y me pasé una mano por el pelo.

—¿No había otra cosa para decir? 

—Pensé que su alteza estaba ansioso por estrechar lazos con su prometida. —Como quien habla del clima, David me miró con aire indiferente. 

—¿Ahora también puedes decir lo que estoy pensando? 

—Por supuesto que no, así como tampoco sé por qué su alteza cambió de repente su bebida habitual. —Sus ojos se posaron en mi copa—. Su alteza siempre ha sido tan impredecible.

—Siento que no es un halago viniendo de ti. —Chasqueé la lengua y pregunté—: ¿Los informes de la inundación ya llegaron? 

—Sí, eso venía a comunicarle. —Sin inmutarse por el cambio de tema, me entregó los rollos de pergamino que cargaba y siguió—: Según los datos y los mensajes del marqués Soilleir y su hijo, luego de que su alteza fuera y aportara su mano de obra se pudo reubicar a los civiles más rápidos y los espacios están controlados; respecto a los pueblos que estaban cerca y las cosechas, me temo que no pudo hacerse mucho. 

—Tendremos que abrir los graneros de emergencia. —Leí los datos que estaban escritos en el reporte y no pude evitar fruncir el ceño; el daño causado por la inundación era mayor al esperado—. Manda a algunos hombres a comprobar el estado de los graneros a mi nombre y envía un mensaje al marqués para que haga lo mismo. 

Si el grano dentro del marquesado no había sufrido ningún daño debido a las lluvias y la humedad no tendríamos que abrir los otros; pero si ese no era el caso, estaba preparado para solventar la falta. 

—¿Su majestad ya está al tanto de la situación? —pregunté. 

—Sí, la situación ya le ha sido informada y se espera que pronto se fije una reunión con el marqués, los consejeros y…

—¿Y? 

—Y el templo, alteza.

Resoplé lleno de fastidio en cuanto lo oí. 

—Otra vez van a meter las narices en asuntos que no les incumben; si en verdad tuvieran la intención de ayudar, habrían mandado a sus sacerdotes a ayudar con los evacuados en vez de estar corriendo al palacio.

—Su alteza sabe que la fe es lo que mantiene a flote la mente de las personas; además, luego de que usted partiera llegó un grupo de sacerdotes para ayudar con los heridos y a distribuir comida. 

—¿Luego de que me fuera? —Me reí—. La zona de Glenn lleva sufriendo al menos un mes por las lluvias, ¿cómo es que en todo ese tiempo no hicieron nada? 

Me levanté de mi asiento y caminé hacia la ventana del estudio; desde allí podía ver el jardín que conectaba el palacio Rubí con el palacio Rosa de Elina. 

—Su alteza debería moderar un poco su reacción frente a los demás —aconsejó David y yo sabía que tenía razón.

—No lo haré frente a otros. 

Estaba de más decir que no lo haría, pero eso no quitaba el inmenso disgusto que sentía cuando escuchaba hablar del templo. Desde el principio, no habían cejado en apuntarme con su dedo y lo mismo habían hecho con mi madre: la reina extranjera, la bruja, la hereje. 

Mordí con más fuerza y me dije que habría un día en que no podrían estirar su mano más allá de lo que debían. Entendía lo que mi asistente decía y respetaba la fe de las personas, así como respetaba a Velsa, pero no a sus representantes. Si acaso hubo un momento en donde el templo fue puro y santo, este no era. 

—¿Algo más que informar? —Reprimí mi enojo y pregunté, con la vista todavía fija en el exterior. 

—Nada más —negó—, pero más tarde tiene una reunión con el embajador de Seirán, su majestad tiene muchas esperanzas en este acuerdo.

—Lo sé. —Afirmé con la cabeza y volví a mi asiento—. Revisaré los informes, si hay algo más que requiera mi atención inmediata este es el momento indicado para dejarlo en mi escritorio. 

—¿Su alteza piensa ausentarse de nuevo? 

—Planeo una visita a la guardia, quiero ver cómo va el entrenamiento de los nuevos reclutas. 

—Entiendo, haré los arreglos pertinentes. 

David salió dejando detrás de sí el estudio en silencio y, como tal, mis pensamientos volvieron a hacer ruido. La información traída por Escarlata seguía sobre mi mesa junto con los informes de la inundación; tomé los primeros y volví a repasar lo que decía para ver si había algún detalle que nos hubiéramos perdido, sin embargo, todo estaba igual de confuso. 

Apoyé la cabeza en una de mis manos y le di vuelta al pergamino con la otra antes de hacerlo arder; en mis manos, lo que a otros los haría gritar de dolor, se sentía cálido y reconfortante. 

¿Qué dirían esos viejos mediocres del templo si lo descubrieran? ¿Querrían llevarme a la hoguera?

—Pero no puedo quemarme. —Me reí y me deshice de las cenizas antes de enfocarme en el otro asunto que requería mi atención. 

El asunto de las inundaciones nos había tomado por sorpresa y era preocupante, una gran parte del reino se beneficiaba de las cosechas del marquesado de Soilleir, por lo que había que buscar soluciones inmediatas. 

Estaba tan concentrado en esto que no noté el paso del tiempo hasta que David volvió a entrar para informar que ya era la hora de reunirme con el embajador. 

Guardé las cosas y me aseguré de que no olvidaba nada antes de salir; para llegar al salón de reuniones tenía que pasar por el palacio de Elina, por eso, no me sorprendió cruzarnos. 

—Su alteza príncipe heredero, que Velsa le sea benéfico —saludó e hizo una reverencia hacía mí. 

—Elina. —Asentí y continué—. Es bueno verte. 

Tras las cortesías y que recuperara su postura normal, esperé a que se hiciera a un lado; sin embargo, contrario a lo que esperaba, no se movió y yo arqueé ligeramente las cejas. Si interpretó mi gesto como una invitación o si este era su propósito, se acercó dos pasos y habló:

—Su alteza podría concederme un minuto de su tiempo, hay algo sobre lo cual me gustaría hablar. —

—No es habitual que quieras hablar conmigo —respondí y al ver que sus ojos se movían sobre David y sus propias damas, le hice un gesto con la mano para que nos alejáramos un poco—. Así que me siento bastante curioso. 

Permití que caminara junto a mí y paré en cuanto vi que había una distancia prudente; solo entonces, sus pasos se detuvieron y se posicionó frente a mí. Dentro de su mirada tranquila había un indicio de algo más. 

—Para ser sincera, dudé un poco de si debería decírselo o no, pero dado que nos hemos encontrado, lo interpretaré como una señal de Velsa.

Incliné levemente la cabeza y sonreí.

—Estoy aún más curioso. 

—Puede que no sea nada o que ya lo sepa, pero me parece pertinente advertirle. —Hizo una pausa y al ver que no decía nada, siguió—: Ayer, durante los Juegos de Rosa se generaron algunos rumores cuestionables en torno a la señorita Fern y al conde de Kenneth.

Ya había escuchado sobre lo que había sucedido, pero dado que esta medio hermana que nunca decía nada se había detenido para contarme al respecto, entonces, no la detendría. Sobre todo, me resultaba interesante que esta niña, que había vivido toda la vida tras la falda de su madre, se atreviera a tomar sus propias decisiones.

—Solo… Su alteza sabe que mi madre no le pondrá las cosas fáciles y me preocupa que esto sea un inconveniente —dijo y dejó salir un pequeño suspiro—. He visto a la señorita Fern y creo en ella, pero aún no conoce los juegos de la corte, me temo que su falta de experiencia termine por ser un problema. 

—Entiendo. 

Lo que decía no estaba errado, pero yo no creía que Georgeana Fern no supiera lo que hacía. Ayer la habían tomado por sorpresa, pero por lo que había observado, dudaba mucho de que hubiera una segunda vez.

—Estaré al pendiente. —Le dirigí un asentimiento, pero no tenía intención de agradecerle.

Me di la vuelta con intención de regresar al camino, pero me detuve en cuanto la oí volver a hablar.

—Todavía somos hermanos… y espero que puedas distinguirme de mi madre. 

—Por supuesto. 

Pese a que mi boca respondió, mi mente no pudo estar de acuerdo. Hacia esta hermana pequeña no tenía sentimientos particulares de amor u odio y tampoco tenía muchos recuerdos en los que hubiéramos estado juntos; y si era sincero, dudaba de que alguna vez nuestra relación se estrechara. 

Elina nunca había tomado la iniciativa de ser mi hermana y yo había perdido cualquier ilusión hacía mucho tiempo, tanto que ni siquiera podía recordarlo. 

—¿Alteza? —preguntó David. 

—No es nada, sigamos… 

El día todavía no había terminado. 

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Hola, bellezas! ¿Quién más esperaba este capítulo? Gracias por la paciencia y mañana tenemos el cap. 24 más o menos a esta hora también.

De paso les aviso que la semana que viene al final no voy a poder publicar porque voy a estar ocupada con unos exámenes, así que vamos a seguir la misma modalidad que esta semana y tendremos dos caps. Juntos.

Gracias por leer y las leo en comentarios ❤️

Flor~





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