TRES
—Señorita... —Cuando aún no salía de mi estupor, un llamado hecho en un hilo débil y tembloroso me hizo voltear con rapidez solo para encontrar el rostro pálido de mi doncella. No sabía en qué momento había llegado, no la oí, pero, al ver sus ojos que iban y venían entre mí y el diario en el escritorio, un creciente sentimiento de pánico me obligó a ocultar el objeto.
No sabía que mi reacción subconsciente solo haría que Buffy se pusiera aún más blanca y dejara escapar un chillido horrorizado.
—¡Suelte eso! —Como si le hubieran dado un soplo de energía, se abalanzó sobre mí y me quitó el diario de las manos para, posteriormente, arrojarlo contra la pared más lejana.
Se escuchó un fuerte impacto cuando cayó cerrado sobre el suelo de madera con mi nombre hacia arriba; a la luz de las velas, el dorado brillaba.
—Gea... —pronuncié en un susurro. Mi nombre había sido dado por mis padres, mi sobrenombre, por el que la mayoría me decía, me lo había dado mi abuela materna. El destello de su recuerdo pasó por mi cabeza e hizo que el miedo y los nervios que sentía se calmaran en su mayoría.
«Gea, que significa tierra, y la tierra es estable, la tierra es fuerte, la tierra no teme».
—¿Qué se supone que vamos a hacer ahora? Hay que decirle a su excelencia y avisarles a las autoridades del templo. —Asintió un par de veces y, como poseída por algún tipo de fuerte resolución, dio pasos rápidos hacia la puerta.
—¡Detente! —No noté el momento en que me puse de pie y la tomé por el brazo; el miedo se había movido en mi lugar—. No podemos hacer eso.
—Pero eso... ¡eso debe estar maldito! Llamar a los sacerdotes es lo correcto, también deberían revisarnos. ¿Se encuentra bien? ¿Siente algo diferente?
Negué ante sus preguntas llenas de preocupación; no había nada malo conmigo aparte de la conmoción inicial.
—Aun así, ¿qué tal si es algo que no estamos viendo? Será mejor que hagamos lo que dije, señorita.
Negué de inmediato y no le permití irse.
—Recuerda lo que le pasó a la familia Lancaster. —La imagen de la señorita Jane, que vagaba por el mercado de Oriande, la ciudad principal del ducado, con la cabeza perdida, me recordó que la hoguera sería benevolente. Buffy también pareció recordarlo, porque ya no insistió.
Cualquiera que conociera las formas crueles de los sacerdotes de Velsa se persuadiría de tratar con ellos sobre cualquier cosa que involucrara brujería.
—Por el momento... será mejor que guardemos silencio.
—¿Y qué haremos con eso?
¿Qué hacer? Bueno, yo también me lo preguntaba.
—Aún si no avisamos al templo, deberíamos hablar con su excelencia.
—No. —Negué de inmediato, incluso si era lo más lógico.
—¿Y si lo quemamos? —sugirió en voz baja y miró a su alrededor; sin embargo, aparte de unas pocas velas, la chimenea estaba apagada.
—Déjame pensar qué hacer. —Me llevé las manos a la cara y respiré profundo.
«¿Qué hacer?»
—¿Señorita? ¿Qué hacemos? —A cada segundo que pasaba, Buffy parecía más y más asustada.
—Buffy, ¿por qué no vuelves? Yo me encargo de esto —sugerí.
—¡No! ¿Cómo puedo dejarla sola? —De una sola zancada, se acercó y me tomó por las manos, estaban sudadas. ¿Las mías o las de ella? Podían ser ambas.
—Ve, no me pasará nada. Todo parece estar bien. —Me deshice de su agarre y le señalé el diario, que no era más raro que cualquier otro objeto en la habitación—. Está todo bien, ¿ves?
Me esforcé por hacerle ver que no había nada por lo que temer sin que surtiera efecto; mientras sus ojos enfocaran el diario, temblaría.
Dudé por un momento antes de tomar una decisión, si el problema radicaba en verlo, solo tendría que quitarlo de su vista, ¿verdad? Tal vez eso me ayudaría a mí también y aclarara mi cabeza; con eso en mente, me alejé de la aterrorizada doncella y me paré frente al diario.
«No se ve diferente de antes».
Me di la vuelta para mirar a Buffy y reconfirmar que estaba tan o más espantada que antes y que, por lo tanto, no estaba imaginando cosas.
Luego de darle un par de toquecitos con el dedo y retraer la mano, como si este fuera a saltarme en la cara, me hice a la idea de que, en efecto, el diario no tenía más vida que las rocas del jardín. Solté el aire que estaba retenido en mi pecho y, con decisión, lo tomé entre mis manos y se lo mostré a la doncella.
—Ves, no hay nada malo. —Aunque mi intención era convencerla a ella, también había una especie de persuasión hacia mí misma. Sonreí con la mayor tranquilidad que pude reunir, pero la curva en mis labios no duró lo suficiente.
Al igual que antes, mi pelirroja doncella se abalanzó sobre mí y me quitó el diario, esta vez con un objetivo mejor que la pared; sin dudar, corrió hacia la ventana y abrió el pestillo de la misma. No tuve que detenerme a pensar lo que haría.
—Buffy, no. —Mis pies, enfundados en pantuflas suaves, emitieron un ruido imperceptible sobre la madera—. No lo tires.
Le quité con cuidado el cuaderno y lo alejé de ella y de su mirada confusa. No parecía entender mis acciones, era obvio que estaba asustada y que quería deshacerse de la fuente de su miedo lo más rápido posible; pero yo no podía hacerlo, no porque no me sintiera inquieta por lo que había visto, sino porque el apego en mi pecho era mayor a mi nerviosismo.
Este diario era el regalo de mi madre y mis memorias.
—Señorita, ¡es peligroso!
—¡Buffy! Dije que no.
—Señorita...
—Ve a dormir. —Agité una mano en su dirección y me dirigí a la cama como si nada hubiera pasado, aunque el fuerte latido en mi pecho lo negaba.
—Pero, señorita, eso... es peligroso. Al menos deje que sea yo quien lo guarde.
—No, lo guardaré yo. —Fruncí el ceño y repetí—: Ve a dormir.
—Su excelencia...
—Hablaré con mi padre yo misma, no hagas que me repita una vez más.
—Sí, señorita —respondió mientras bajaba la cabeza, aún con la tez pálida y la mirada herida.
Cuando la vi darse la vuelta e irse, esperé por el sonido de la puerta antes de relajarme. Enseguida percibí como mis brazos, que aún mantenían el diario protegido, se aflojaban y lo dejaban caer sobre mis piernas. Me temblaban un poco las manos.
Cerré los ojos y respiré hondo antes de volver a abrirlos y observar lo que tantos problemas me había dado esa noche. Todo esto resultaba un poco hilarante, gracioso si me ponía a examinarlo con seriedad.
Dejé escapar un suspiro antes de encontrarme a mí misma tan dura como una estatua, no me atrevía a abrirlo, pero tampoco a dejarlo cerrado; recordaba muy bien cómo las letras habían cambiado luego de aquel pequeño e impactante espectáculo. «¿Seguirá así?», de repente, esa pregunta resonó en mi mente y mis cejas se entretejieron.
La duda no se iría hasta que no lo comprobara, por lo que dejé de lado mis aprensiones y me preparé para cualquier cosa que pudiera pasar; no pasó nada, pero al girar las hojas y llegar a la última, tuve que admitir que todo era realidad, ni imaginación, ni sueño.
Algo dudosa, pasé los dedos sobre las letras, el color de la tinta era negro, pero sin importar cómo lo mirara, no era el color vibrante de algo recién escrito. El contacto de mi piel contra el pergamino hizo que cada parte de mi cuerpo se erizara y me llevó a actuar sin pensar al cerrar el diario de un golpe.
Asombrada por mi propia reacción, me reí.
La llama de la vela junto a la cama se elevaba alto y su luz me mostraba con claridad todo lo que me rodeaba, entre esas cosas que brillaban estaba mi nombre sobre la tapa del diario.
Me recordé una vez más lo que significaba y volví a abrirlo en donde me quedé.
La entrada no era larga, decía lo suficiente, pero cuando terminé, me sentía confusa. Lo que había escrito, no había cambiado demasiado, incluso la letra, de curvas extrañas que nunca pude corregir, permanecía como algo indudablemente mío; sin embargo, el contenido... el contenido era un poco diferente, un detalle.
—¿Nunca cambiamos de dirección? —Fue inevitable que mi mente no se desviara al inexplicable comportamiento de los caballos y a lo que había oído. Lo había anotado más temprano, antes de que el diario cambiara; ahora, no obstante, eso no estaba.
Me quedé mirando sin comprender y comencé a voltear las páginas, la siguiente, estaba vacía, las anteriores, no habían cambiado. Solo ésta, la entrada del 27 del 9 de 1520.
Rumié en mi cabeza una cantidad exagerada de opciones, una más loca que la otra, hasta que perdí la consciencia y Buffy llegó a despertarme no mucho después de las nueve de la mañana. Un horario inusual para mí, que estaba acostumbrada a dormir poco.
La doncella tenía ojeras oscuras debajo de sus ojos azules y su comportamiento era cauteloso frente a mí, que me había dormido y despertado con el diario sobre el pecho; pero más allá de eso, pude ver cautela, miedo y algo de arrepentimiento.
—Señorita, ayer yo... no quise ser irrespetuosa. —Con la cabeza gacha, Buffy se disculpó luego de ayudarme a vestir. Entendí que la situación de anoche no había sido agradable y tampoco me gustaba verla de esa forma, por lo que suspiré y negué.
—Eran circunstancias inusuales y aprecio tu cuidado, Buffy, siempre lo he hecho. Comprendo bien lo que pensabas. —Hice una pausa y luego la miré a los ojos—. Pero si alguna vez nos encontramos en una situación similar o de peso, espero que puedas atenerte a mis palabras.
—Sí, señorita. —Su tez inspiraba algo de lástima, más cuando parecía querer decir algo, pero no atreverse. Una Buffy tan tímida era extraña a mis ojos.
—¿Qué es? —Sonreí para suavizar el ambiente y dirigí la mirada al cajón en donde había guardado el diario.
—¿Qué hará con eso? ¿Le dirá a su excelencia?
—No tienes que preocuparte, yo sé lo que hay que hacer. —La verdad es que no sabía nada, pero no tenía que decirlo y por mucho que la joven se mostrara temerosa e inconforme con mi decisión, nada cambiaría.
Luego de ese pequeño intercambio y dado que ya estaba lista, bajé a desayunar junto con mi padre, quien tenía una apariencia mucho más enérgica que antes. El viaje que nos había tomado más de dos semanas no había sido agradable para ninguno.
—Buenos días, papá.
—Buenos días, hoy dormiste más que de costumbre, ¿estabas muy cansada? —Con esa calma propia de mi padre, sonrió y preguntó.
—Supongo que sí. —Estaba cansada y un poco desvelada, la razón la tenía muy presente.
—Yo también, a pesar de por fin poder dormir en un lugar cómodo, todavía no hay nada como nuestra casa. —Suspiró y le hizo señas a las criadas para que sirvieran el desayuno.
El té que se sirvió en nuestras tazas se había vuelto tan popular desde que había sido introducido medio siglo atrás, que parecía parte de nuestra cultura desde el inicio de los tiempos. Era una bebida agradable y adecuada para terminar de despejarme.
—¿La tía dijo a qué hora vendría? —pregunté de repente, justo cuando estaba por darle un sorbo a la bebida.
—No, y no es una criatura de la mañana, por lo que no creo que sea pronto. —Dio un sorbo al té y cerró los ojos con satisfacción—. Pero no la invoquemos, que la mañana conserve la paz.
Apenas hubo terminado de hablar, una voz jovial provino desde la entrada.
—¿La paz de qué, hermano querido? —La mujer por la cual había preguntado, apareció enfundada en una falda azul celeste que se arremolinaba alrededor de sus pasos. El cabello rubio y rizado estaba atado en un moño alto que no podía domarlo del todo.
Tan campante como había entrado, no dejó que la doncella le sacara la silla y se sentó mientras se sacaba los guantes y los dejaba sobre la mesa. Casi un minuto después, la persona que reconocí como Daisy, una de las criadas del día anterior, llegó con dos personas más.
—¡Qué bueno verte, tío! —Una de esas personas, sonrió y se acercó con mucha naturalidad, aunque más reservada que la que había llegado primero.
—Es un placer volver a verlo, excelencia. —El otro fue mucho más conservador, incluso si sonreía con mucha afabilidad.
Papá casi bajó la taza que sostenía y un ligero frunce se formó sobre su frente, que tan pronto como apareció se relajó.
—Abigail, Noah. —Con un asentimiento, reconoció sus presencias y los invitó a sentarse—. Esta es mi hija, sé que se conocieron en algún momento, pero esta puede considerarse su primera reunión de verdad.
Ambos jóvenes, tanto la muchacha jovial, que parecía seguir muy de cerca el carácter de mi tía, como el joven tranquilo y moderado, me sonrieron e hicieron una pequeña reverencia antes de sentarse en donde se les había indicado. Esta no podía tomarse como una reunión adecuada, pero era suficiente para quienes se consideraban familia.
—Soy Abigail Blane, que bonita eres, prima. —La muchacha de espeso y lustroso cabello negro, se inclinó un poco sobre la mesa y me guiño un ojo—. Me gustan las bellezas, ¿será que saldrías conmigo?
Abrí la boca, impactada con su comportamiento. Si fuera cualquier otra persona, habría condenado sus formas y rechazado su pregunta con frialdad.
—No seas grosera. —El muchacho a su lado hizo una mueca de desprecio y la reprendió antes de volverse hacia mí—. Noah Blane, heredero del marqués de Gaelia, encantado de conocerla.
—Georgeana Fern, puedo decir lo mismo. —Me sentí salvada al comprobar que al menos una persona parecía centrada y fácil de comunicarse.
—Heredero de Gaelia —repitió Abigail en una voz burlona y se volvió una vez más hacia mí.
—¿Sabes que eres el centro del chisme? —preguntó y papá, que se esforzaba por mantener la compostura e ignorar la charla de su hermana y darnos espacio, se ahogó con el té que apenas se había llevado a la boca una vez más.
—Abi. —Para mi sorpresa, su madre la reprendió—. Gea acaba de llegar, déjala descansar un poco.
—¡Ay! Mamá, solo digo lo obvio, ¿no es mejor para ella saberlo? —Cuando me miró a los ojos, aprecié la forma gatuna de los suyos, que eran oscuros como el ónix; aparte de su personalidad, no se parecía en nada a Feliciy, que era tan rubia como el trigo—. No creas que estoy siendo mala, prima, pero desde que salió ese rumor de que te casarías con el príncipe, ya casi no se habla de otra cosa.
Desvié la mirada hacia el rostro descompuesto de mi padre y lo tranquilicé en silencio; aunque era sorpresivo, no podía ver animosidad en la chica, mucho menos alguna intención de incomodarme. Abigail Blane solo parecía ser sincera y, ante su sinceridad, no tenía que ser demasiado cautelosa.
—No lo sabía, pero pude suponerlo; sin embargo, no esperaba que ya se hubiera convertido en un rumor.
—Es natural, para que el príncipe, que nunca tuvo una prometida o un escándalo, usted es la primera con quien se lo asocia. —Noah intervino con calma. Era diferente a su hermana, más centrado, pero su aspecto sí era mucho más cercano al de mi tía; ambas características lo llenaban de un ambiente relajado y agradable.
—Puedes ser informal. —Era algo incómodo si consideraba la abierta familiaridad de su hermana y su madre—. Debí esperarlo.
—Cariño, no estés preocupada por eso... —Mi tía, que se había concentrado en hablar con mi padre antes de que las preguntas de su hija tensaran un poco el ambiente, estiró su mano y palmeó la mía—. Los rumores son rumores y solo sienten curiosidad por ti.
—Pero no es un rumor en su totalidad —respondí y hubo un silencio repentino que se cortó solo cuando esta recién conocida prima dio un respingo sobre su asiento.
—Bueno, pero esto es solo un pequeño detalle, ahora que te he conocido y has venido a la capital, no queda más que aprovecharlo. —Rio con confianza y luego le dio un sorbo a su té recién servido—. Oí de mamá que donde tu vives no es tan animado como aquí, así que imagino que hay cosas que no conoces. ¿Fuiste al circo alguna vez? ¿Al teatro?
—He ido al teatro un par de veces, al circo nunca —respondí. La conversación anterior se desvaneció como si nada.
—Pues saldremos e irás a conocer todo lo que no conoces, déjamelo a mí, conozco esta ciudad como la palma de mi mano.
—No lo dudo. —Su hermano se rio con cierta impotencia, pero asintió.
—Estoy segura de que, si salimos ahora, llegaremos a la próxima función del circo...
—No. —La negativa de mi padre cortó la energía de la joven y la obligó a parar en seco sus acciones—. No creo que sea conveniente salir ahora.
—Es cierto. —Apoyó mi tía—. Habrá tiempo para que salgan, Abi, pero Gea acaba de llegar y aún hay cosas que hacer, no sería apropiado para ella salir así.
Los planes de salida no se lograron, pero yo estaba muy agradecida, no quería salir. Había algo más importante que acaparaba mis pensamientos y estaba guardado en un cajón de mi cuarto.
—¡Vendré a verte, entonces! —Muy obstinada en su propósito, mi prima me miró y asintió.
—Si no hay problema, yo también lo haré. —Secundó Noah y agradecí el balance de energía, no creí ser capaz de manejar a su hermana por mí misma.
—Está todo decidido.
Lo que estaba decidido, no tenía muy en claro qué era, pero aun así me apresuré a asentir. La buena voluntad era rara y no me atrevía a despreciarla en un lugar en donde todo me era extraño.
«Extraño y alarmante», pensé.
Eirán, la capital, la luz de Belenus, desde el momento en que puse un pie en su interior, no dejaba de inquietarme. De forma inconsciente, dirigí la mirada hacia el techo, como si pudiera traspasarlo y ver mi habitación y luego hacia la sonrisa deslumbrante de Abigail, que parecía tan segura de sí misma.
—Nos divertiremos, te lo aseguro —afirmó.
—Por supuesto.
Divertirse no parecía ser la prioridad, pero no lo dije. Ya fueran rumores o el diario, mi situación estaba lejos de ser agradable y aún no sabía cómo tratar con ellos.
«Un paso a la vez, Gea».
Tomé un sorbo de té y escuché los planes que mi prima proponía como si no hubiera nada más en mi mente; sin darme cuenta de que en la mesa en donde hubo dos personas, se asimilaron tres más con mucha naturalidad, mucho menos del tenue suspiro de mi padre.
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19 de marzo de 2023
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Hola, fées! Este cap. viene con una semana de atraso, lamentablemente estuve un poco enferma y después locamente ocupada, digo locamente porque de verdad fueron días de locura y no puedo asegurar que no lo sigan siendo, la vida de estudiar, trabajar, escribir y medio vivir es dura jajaj
En fin, espero que les haya gustado y que me dejen saberlo en comentarios! (Ya voy a responder los que me dejaron)
Nos leemos el próximo domingo.
Flor~
PD: Voy a intentar ser puntual con las actualizaciones, si me veo muy complicada, les voy a estar avisando.
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