QUINCE

Algo por saber

—No puedo creer que esté aquí. —Dentro del silencio que prevalecía en el carruaje, la voz de Noah llegó a mis oídos con un tinte de resignación que solo me causó gracia.

Lo miré y sonreí a modo de disculpa, pero no había poder en este mundo que me hiciera renegar de la decisión que había tomado; porque en esto ponía mis expectativas y esperanzas. Ni bien el señor Killian habló sobre Escarlata, supe que tenía que venir. Si no había nada que no pudieran averiguar, entonces, podría ser la respuesta a mis preguntas, también a las de ella.

Crucé las manos sobre el regazo y observé mis dedos con cierta fascinación, no había nada de peculiar, nada digno de admiración, pero, aunque mis ojos estaban en mis manos, mi mente estaba en el estudio de mi primo, cuando ese joven de ojos amielados me habló sobre un lugar en donde quien quiera que pudiera encontrarlo podía entrar y preguntar, a un precio, por supuesto, por lo que quisiera.

Noah, de inmediato, lo miró con fiereza y estiró la mano hacia donde su amigo persistía en sentarse sobre el escritorio; sin embargo, con una agilidad increíble, el hombre se alejó y se volteó hacia el con una sonrisa antes de decir de forma muy fresca que yo quería saber algo y que este era el mejor lugar. Naturalmente, ninguna palabra pudo hacer que mi amable primo quitara esa mirada de muerte sobre su rostro, pero yo, que no conocía más miedo que aquel que me inspiraban las palabras del diario, me volteé hacia Killian Drostan y lo interrogué.

¿Escarlata? ¿Qué es Escarlata? ¿Dónde queda? ¿Qué hago? ¿Qué necesito?

Podía escucharme a mí misma preguntar y a este hombre contestar con sonriente paciencia a todo, como si me empujara hacia el lugar. Mientras más escuchaba, más seducida estaba; y me convencí de que era lo que buscaba.

—Aún estamos a tiempo para volver. —La insistencia de Noah en el tema me hizo reír.

—Puedes regresar y yo sigo.

—No puedo hacer eso... pero no estoy de acuerdo.

—Fuiste tú el que quiso acompañarme.

—Mucho me temo que si no lo hiciera, irías sola.

—No te equivocas. —Desde el principio no había pensado en tener la compañía de nadie; pero no podía esquivar a mi primo y su insistencia; por eso mismo estaba él aquí. Buffy también había venido, pero no estaba al tanto de lo que había venido a hacer.

—Pensé que por fin habría alguien de nuestra familia que no daría problemas, pero parece que no puedo escapar. —Suspiró.

Estaba por contestarle que solo podía resignarse a su destino, cuando el cochero nos dijo que por fin habíamos llegado al lugar El corazón me dio un vuelco en cuanto las ruedas del carruaje se detuvieron y la puerta se abrió; me temblaban un poco las manos, pero al tenerlas entrelazadas, no se notaba.

«No hay razón para tener miedo», pensé.

Miré la fachada del teatro y enganché mi brazo al de mi primo. Las personas en la entrada del lugar llevaban máscaras blancas y bajo su ojo izquierdo brillaba una lágrima roja; podía escuchar el sonido de los murmullos y las voces de los espectadores desde lejos. Este era uno de los tantos teatros que existían en Eirán, no era muy especial; salvo por el hecho de que, al entrar, cuando un servidor se acercaba a para dirigir el camino, había algo muy extraño de decir:

—Dos lugares para el palco rojo y dos tazas de té para el intermedio.

—¿De qué desea su té?

—Manzanilla.

—¿Tibio o caliente?

—Caliente.

Era la conversación más normal del mundo, pero al escuchar a Noah conversar con el enmascarado, pude decir, con certeza, que no lo era. Hasta me pareció ridículo; sin embargo, tan pronto como el diálogo acabó, el servidor nos guió hacia un pasillo y el bullicio del exterior se fue aminorando. Buffy, junto con el asistente de mi primo, caminaba en silencio detrás de mí.

Todo estaba tan silencioso que podía escuchar mi propia sangre en bombear en mis oídos. Noah parecía solemne, mientras que el hombre frente a nosotros... ni siquiera podía verle el rostro, así que era un poco macabro; por suerte, el trayecto no fue demasiado largo y nos detuvieron frente a una puerta, una puerta tan común que no era diferente a ninguna de las que habíamos pasado.

—Ahora-

—Iré sola. —Antes de que mi primo pudiera decir algo, me solté de su brazo y avancé un paso, sin darle tiempo a nadie para reaccionar y me giré hacia el guía—. Dirija el camino.

Me dio la impresión de que no hubo ninguna reacción debajo de la máscara, puesto que, pese a que los tres que iban detrás hicieron lo suyo para tratar de detenerme, él solo inclinó la cabeza y me dio paso antes de cerrar el camino de los demás. Era como si ya me estuvieran esperando, como si ya supieran que iría.

—¿Compra o venta? —Di un respingo en cuanto la voz distorsionada del hombre se dirigió a mí.

—¿Disculpe?

—¿Comprará o venderá información? —con la misma inflexión de antes, habló.

Abrí la boca y la cerré antes de poder responder; me inquietaban las sombras que hacía la máscara sobre sus ojos.

—Compraré.

—Espere aquí. —Parsimonioso como todo el camino, me condujo hacia un sillón y despareció detrás de otra puerta.

La ausencia de personas me dio la oportunidad de mirar a mi alrededor: era un salón normal, sillones, una mesa y algunos dulces sobre ella. No había ventanas, pero sí cuadros y mucho silencio.

—Pase por aquí, señora. —La misma persona salió por la puerta y esperó a que me levantara; todo el proceso de ida y vuelta no había tomado más de dos minutos, tan corto que me pareció un desperdicio sentarme.

Crucé la puerta que había atravesado él y tuve que apretar los labios para no decir nada, una vez más, había puertas, muchas puertas sin nombre ni indicación; pero me llevaron frente a una e informaron de mi llegada antes de alejarse.

Escuché el permiso para pasar y enderecé la espalda antes de hacerlo. Lo que me recibió fue otra máscara; esta vez, la mitad era blanca y la mitad era roja. Me pregunté si esto indicaba alguna clase de código o posición, pero tampoco era como si quisiera indagar mucho en ello.

—Tome asiento. —La máscara, que le cubría desde la entrada del cabello hasta la punta de la barbilla, hacía que su voz sonara rara, lejana—. Mi señora está aquí porque quiere comprar una información.

—Así es. —Sin importar en dónde estuviera, no podía permitirme flaquear—. Quiero-

—¿Quisiera algo de té? —Señaló con el dedo la tetera, cuya boca dejaba salir vapor caliente—. Estas cosas suelen tardar.

—No tardaré. —Me senté más derecha, crucé las manos sobre las piernas y miré fijo hacia los ojos de la máscara, apenas podía distinguir el color marrón de sus ojos.

—¿Le gusta con leche? ¿Azúcar? —A pesar de mi negativa, el hombre se inclinó un poco y sirvió dos tazas antes de empujar una hacia mí.

¿Era una broma? Incluso si quisiera tomar té, ¿podría hacerlo con la máscara puesta?

—No quiero té, le agradezco su amabilidad, pero no tengo tiempo que perder. —Empujé la taza de vuelta hacia él y sonreí—. Lo que quiero saber no tiene por qué tardar, seré directa.

—La escucho entonces.

—Hasta mí ha llegado cierta información y quiero comprobar su credibilidad... aunque creo que sería mejor investigar incluso si no es cierto.

—Usted dirá, mi señora. —Parecía instarme a proseguir y entendí un poco lo de antes, sobre que estas cosas solían tardar.

—Quiero saber sobre el asesinato del príncipe —solté y sentí que mi pecho se aliviaba un poco.

Contrario a mí, que me había sacado un peso de encima, el hombre aspiró fuerte, como si se hubiera sorprendido y durante un rato nadie dijo nada; estaba tan silencioso que cualquiera que pasara podría pensar que no había persona alguna en la habitación.

—Lo que mi señora dijo... ¿es confiable?

—Estoy aquí para averiguarlo. ¿Puedo contar con ello? —pregunté y resentí de nueva cuenta la máscara que no me permitía saber lo que la otra persona pensaba.

—Me temo que no puedo decidir por mí mismo sobre este tipo de información.

—Si no puede, ¿quién? —Fruncí el ceño, insatisfecha con esa respuesta y comencé a inquietarme. Si me decían que no podían, entonces, ¿dónde iría?, ¿qué haría?—. Pensé que no había nada que no pudieran averiguar.

El hombre se paró luego de un largo silencio y se inclinó en mi dirección antes de hablar:

—Lo que la señora pide saber no está dentro de mi competencia; pero puedo pasar su solicitud a mis superiores. Si el pedido decide ser tomado, se le avisará.

Esta vez fue mi turno de mantener el silencio. No le dije que podía incorporarse ni esperé que él respondiera a mí de ninguna forma, interpreté su gesto como algo puramente formal. Lo pensé, me apreté las manos una con la otra y cerré los ojos un segundo antes de abrirlo. ¿Qué otra opción tenía?

—Bien —dije al fin—. Esperaré por su respuesta, mi nombre...

—No es necesario, sabemos quién es usted, señora. —Se paró de forma correcta y me miró antes de asentir—. Enviaremos la respuesta, negativa o positiva, a su solicitud dentro de unos días.

Así terminó el intercambio más extraño que había tenido nunca y cuando me di cuenta, me encontraba sentada en el carruaje rumbo a mi cada; Noah me miraba con curiosidad que no pensé en satisfacer, mientras que mi mente buscaba lo mismo, pero con preguntas que aún no tenían respuesta.

Me di cuenta de que no había mucho que yo pudiera hacer sola incluso si no quería esperar, porque todo lo que yo tenía dependía en gran parte de mi padre; en el ducado tenía a mi propia gente, pero aquí estaba casi sola y una amarga nota de impaciencia se alzó hasta mi boca y me llenó de impaciencia y remordimiento.

Una persona más inteligente hubiera empezado a lanzar su red desde el principio, ¿pero qué había hecho yo? Solo me había dedicado a ser una inútil y no tenía excusas, ni siquiera el diario.

Solo podía decir que, hasta el momento, las hojas de aquel cuaderno y su extraña magia habían sido un motivo de preocupación, pero no tan imperioso como lo era el mantenerme segura y estable en un lugar extraño. Ahora, sabía cosas que antes no, pero que pude haber evitado, tal vez, si hubiera prestado un poco más de atención.

Si hubiera hecho lo que toda dama hacía al poner un pie en un lugar extraño y no me hubiera escondido en la mansión, pretexto tras pretexto... ¿hoy tendría más a mi disposición que solo una esperanza y un lugar extraño?

Apreté los diente con saña y me bajé de carruaje con paso duro; saludé a mi primo con el ceño todavía fruncido y entré en la mansión con una Buffy confundida que no se atrevía a hablar al ver mi rostro. No había nada en mí que invitara a los demás a acercarse, cosa que agradecí inmensamente en cuanto llegué a la habitación sin interferencia alguna.

—Aún no hay nadie, pero habrá. —Me acerqué al escritorio y observé las invitaciones a medio leer sobre el escritorio. Daisy ya las había clasificado y había informado brevemente sus consideraciones antes de dejarlas por escrito; todo lo que había, todo lo que antes me había parecido molesto, se presentaba ante mí como una nueva oportunidad.

Tomé la primera invitación y leí con atención el lugar y el remitente de la misma, había una pequeña reunión de té oficiada por la hija de la marqués Westley y si la memoria no me fallaba, esta joven era una de las que se había acercado con la señorita Bright en el baile de debutantes; su rostro me era un poco borroso, pero podía decir algo: me servía.

Allí donde hubiera personas que se oponían a mí, había algo que saber.

—Buffy —llamé—. Prepara todo, asistiré a la reunión de la señorita Meyer.

Esperaría la respuesta de Escarlata, pero no me quedaría quieta.

«Por mí... y por su alteza».  

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9 de julio de 2023

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Hola, fées! Un capítulo más del domingo! 

¿Qué les pareció? 

Gracias por leer! 

Flor~

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