CUATRO

La primera semana que pasé en Eirán, el clima se volvió cada vez más agradable y los restos del invierno terminaron de desaparecer, como si nunca hubiera estado allí; y el invierno no era lo único que pareció desaparecer de la impresión de las personas, la noche del diario también se convirtió en una especie de ilusión, cuya única prueba de que había sucedido era la entrada discordante del 27.

Si fuera una persona un poco más normal, hubiera rogado porque las cosas siguieran de esa forma, pero sin importar cuánto lo pensara, no podía quitarme de la cabeza que algo no estaba del todo bien, como una sensación de discordancia; como tal y pese a que era irracional, volví a escribir en el diario sin que nada pasara.

Cada entrada desde esa noche había permanecido igual, sin alteración alguna, y frente a esta tranquilidad, tuve que volver a leer lo que sí había cambiado para no pensar que todo había sido un sueño, por supuesto, también estaba Buffy para asegurarlo.

Mi doncella se había colgado del cuello el símbolo de Velsa, el fuego sagrado que todo lo purifica, rodeado de estrellas. No había dicho ni una palabra luego de aquel día y yo no tenía intención alguna de recordárselo; si ella podía estar en paz, para mí era un beneficio.

—Señorita, su señoría Felicity ya está aquí. —Justo cuando pensaba en ella, la persona entró con una pequeña sonrisa sobre los labios. El cabello rojo y rizado bien atado en un moño le daba algo de vivacidad.

—Pensé que vendría más tarde —comenté antes de dejar mi lugar junto a la ventana del jardín. Desde hacía rato que estaba lista, más por costumbre que por consideración.

—La marquesa dijo que era importante llegar a tiempo hoy. —Buffy se rio y yo asentí, si era importante estar puntual, no tenía objeciones; lo que me sorprendió en primer lugar fue que mi tía pudiera hacerlo. Los últimos días había comprobado que Felicity Fern podía decir diez y llegar tres horas después.

Una media sonrisa casi imperceptible se asentó sobre mis labios que solo se agrandó un poco más al oír la voz cantarina desde el salón principal y, como se esperaba, la escena que me recibió al entrar fue la de una mujer rubia que se movía detrás de mi padre, cuyo entrecejo se fruncía mientras intentaba mover el pincel sobre el lienzo.

—¿Es la cuñada? Hace mucho que no la veo. —Un suspiro de asombro escapó de los labios femeninos e hizo que el rostro de papá se suavizara, solo para volverlo negro con sus siguientes palabras—. Siempre dije que era demasiado bonita para ti.

—Felicity.

—¿Qué? Estoy diciendo la verdad.

—Tía. —Decidí que este era el momento justo para interrumpir y me acerqué a saludar—. No molestes demasiado a mi padre.

—Cariño, no lo molesto, solo le doy una pizca de emoción a su aburrida vida. —Con una jactancia solo propia de ella misma, habló y se apresuró a tomarme de la mano—. ¿Ya estás lista?

—Sí, ¿solo vamos nosotras? —Busqué con la mirada detrás de ella, pero no había nadie más.

—Abi y Noah ya están allá, solo faltamos nosotras. Apresurémonos.

Afirmé con la cabeza antes de caminar hacia donde estaba papá, ya tranquilo y observé lo que pintaba, era la escena que se veía desde la ventana, el jardín floreciente y el marco de madera clara, solo que en medio del paisaje se había dibujado la figura de mi madre.

—Mamá estará contenta cuando lo vea. —Me reí entre dientes al pensar en ver otro cuadro más colgado en el castillo—. Volveré más tarde.

—Ten cuidado. —Se volvió hacia mí y me miró con una nota de preocupación—. Si hace algo extraño o van a algún lugar que no te guste, vuelve, no es necesario que te quedes.

—No te preocupes. —No desconfiaba de mi tía, parecía extraña e hilarante, pero no una persona que no supiera los límites.

—Solo iremos al circo, no es para que ustedes dos murmuren tanto al respecto. —Felicity resopló, estiró la mano hacia mí y, con un gesto burlón, miró a mi padre antes de decir—: Te la devolveré en una pieza, querido hermano, ojalá cuando lleguemos no te hayas convertido en parte del mobiliario, casi veo polvo sobre tu cabeza.

Me cubrí la boca y tosí para reprimir la risa.

—Cariño, no seas como tu padre. —Cuando llegamos al carruaje y los caballeros de la casa nos ayudaron a subir, la rubia habló con un suspiro—. Es demasiado serio.

Sonreí y me abstuve de comentar mientras la escuchaba. Mi padre parecía serio y lo era cuando el tema que lo ocupaba se refería al ducado o a sus obligaciones como noble, pero, fuera de ello, disfrutaba de tomar el té en el jardín y pintar. Tanto mi hermano, como yo habíamos aprendido a pintar de él y de su infinita paciencia.

Miré por la ventana apenas abierta y descubrí la sombra del otro carruaje en donde iban las doncellas y a cada costado de la calle se veía el movimiento de la gente. El mercado era animado y el olor de la comida dulce se mezclaba con el de los productos. La primavera estaba aquí y todo era brillante.

—Mira, Gea. —Antes de que me diera cuenta, me abstraje en mis pensamientos y la mujer tuvo que llamar mi atención para que volteara a ver la imagen que se desarrollaba por la ventana del lado contrario.

Si había pensando que las calles del mercado ya eran brillantes y animadas, la entrada al circo lo superaba con creces. Las personas iban y venían y el aroma dulce de las manzanas, las galletas de jengibre y los bizcochos de fruta entraba por la nariz y cubría cualquier otro.

El carruaje se hizo paso entre la multitud y pasó hasta una puerta especial, donde varios otros carruajes estaban detenidos. A los costados de estos se podía ver el escudo de cada familia; no tardé en darme cuenta de que este camino era especial.

Contrario al bullicio que había del otro lado, aquí estaba más tranquilo, limpio y controlado. Di un suspiro y volví a llevar aire a mi pecho cuando puse un pie dentro. La gran estructura de piedra blanca era impresionante y desde abajo, los asientos y balcones se veían demasiado alto, como si fuéramos hormigas.

—Me encanta este lugar. —Felicity me instó a caminar hacia las escaleras que se veían a un costado y me mostró una expresión de agradable satisfacción, como si hubiera llegado a su casa—. Una puede sentir la emoción apenas entrar.

—Es muy impresionante. —Estuve de acuerdo con ella y me di la vuelta para observar a Buffy que caminaba detrás junto con la doncella de mi tía y dos caballeros. Su expresión era bastante cómica, pero no la culpaba.

A cada paso que daba, no podía evitar sentir que me adentraba en un espacio completamente desconocido y atrayente; pero si había pensado que el circo ya era bastante magnífico, la figura de Abigail Blane sentada en uno de los balcones, destacaba como luz en la oscuridad en su vibrante vestido amarillo.

Se levantó en cuanto nos vio llegar e intercambió un beso con su madre antes de pasar su mirada felina sobre mí.

—Benditos los ojos que pueden verte, belleza. —Se rio con aire de travesura e hizo una reverencia al más puro estilo masculino—. Te estaba esperando, prima.

Me sorprendí ante el afinado despliegue de galantería, más propio de un seductor que de una mujer, antes de reír.

—Tu boca es tan dulce que, me temo, caeré rendida a tus pies. —Sonreí, sus frecuentes visitas en la semana me habían curado de espanto.

—Pues hazlo y seremos el chisme de la temporada. —Dio un pequeño aplauso y sonrió con mayor amplitud.

No me cabía duda alguna de que, de seguir así, lo seríamos. En este sector, diferenciado del resto de los espectadores, varios ojos curiosos siguieron los movimientos delicados de Abi y, por consiguiente, se plantaron en mí, que era la receptora de sus atenciones.

—Me pondrás en una situación difícil, porque esperaba pasar desapercibida. —Acepté la atención con una mota de incomodidad y me senté en el espacio libre que había a su lado.

—No podrás hacerlo, Gea. —Medio volteó su cuerpo hasta quedar de costado en su asiento y casi de frente a mí—. No podrás evitar los chismes ni ser el centro de atención, solo te queda ser un chisme que valga la pena.

—Permíteme protestar. —No sabía en qué momento había pasado de noble a bufón.

—No permitido. —Se rio—. No tienes de qué preocuparte, conmigo aquí solo bastarán unos días para que te muevas como pez en el agua.

—Confiaré en tu habilidad. —Si pudiera pasar con bien la temporada, consideraría aprender un poco más de ella.

Mientras el lugar se llenaba más y más, me tomé la libertad de mirara con disimulo a mi alrededor; nosotras estábamos sentadas en un amplio balcón sobre el segundo piso del lugar junto con otras personas que pude identificar como nobles, a los costados había dos balcones más, mientras que en el tercer piso no había nadie y el primero, que consistía en plateas, se había llenado de plebeyos.

—¿Y tu hermano? —Antes de que pudiera completar mi evaluación del lugar, mi tía, que se había sentado tranquilamente junto a nosotras luego de intercambiar unas cuantas palabras con algunas señoras, se inclinó hacia Abi y preguntó.

—Estaba junto a mí cuando entramos, luego desapareció.

—¿Y no se te ocurrió buscarlo?

—Lleva más guardias que yo, no le pasará nada. —Se burló—. Con ese carácter suyo, son los demás los que peligran.

—Abigail.

Me reí al escuchar el tono de reprimenda, sabía que este ida y vuelta no terminaría pronto, por lo que me decidí a terminar con mi pequeña inspección; sin embargo, tan pronto como mis ojos abandonaron la estructura y se volvieron hacia las personas, vi demasiados ojos posados en mi figura.

Enderecé un poco más la espalda y adopté la misma posición que cuando tenía que manejar asuntos del ducado en lugar de mi padre y tratar con todo tipo de gente; era una mirada indiferente que rosaba lo desagradable. Quizá quería gritar: "No se acerquen, no me miren".

—Relájate, la verdadera prueba va a ser cuando salgamos de aquí. —Abi volvió una vez más su atención hacia mí y me susurró con marcada diversión.

—¿Espero salir viva?

—No te lo aseguro.

Me reí sin mucha gracia y me negué a volver a mirar a mi alrededor, si miraba al frente era más que suficiente, ¿verdad?

—Hasta entonces, solo disfruta del espectáculo, quién sabe si es el último.

—No la asustes, Abigail. —Una voz vino desde atrás y nos sobresaltó.

—No me digas Abigail, parece que me reprendes. —Mi prima miró hacia atrás y le dio una mirada de muerte al joven sonriente.

—Es lo que hago. —Luego de burlarse de su hermana, Noah se volvió hacia mí y me sonrió con más sinceridad—. Qué bueno verte, Gea. Que las palabras de Abi no te asusten, no es tan terrible como lo describe.

—O sí. —De repente se sumó otra persona a la conversación que hasta el momento no había notado.

Abi sonrió con suficiencia y le dio un asentimiento.

—El señor Drostan está de mi lado, hermano.

—No se equivoque, señorita Blane, usted entra en la categoría de nobles atemorizantes. —Sin darle cara a la joven sentada a mi lado, el hombre se volvió hacia mí—. Killian Drostan a su servicio, señorita.

—Georgeana Fern. —No me detuve en la simpleza de su presentación y tampoco hice mucho por hacerlo yo; como venía con Noah, supuse que eran conocidos y dado que no había ningún escudo o insignia en su ropa, podía ver que no era de ninguna casa noble.

—He escuchado bastante sobre usted.

—¿De mis primos? —interrogué y me encontré con una sonrisa divertida.

—Puede decirse.

Dejé que mis labios se curvaran apenas, apreciaba la sutileza con la que se manejaba y que no me dijera que los chismes habían traspasado el círculo de la aristocracia. Pensé que Eirán, en definitiva, no estaba siendo muy amigable con mi persona y que cuando volviera a casa tendría que hablar con el mayordomo para organizarme en consecuencia.

Enumeré en mi cabeza las cosas que tendría que tener listas para hacerme cargo de lo que podría enfrentar una vez que hiciera una aparición formal. Ya me dolía la cabeza de pensarlo. Suspiré en silencio y perdí la mitad de mi energía.

—¿Qué suce... ¡Oh! —La pelinegra que se había inclinado hacia mí al escucharme suspirar dejó salir un pequeño chillido de sorpresa cuando la luz del lugar se desvaneció—. ¡Ya va a comenzar!

Sorprendida por el abrupto cambio en el ambiente, estiré la mano y me aferré a su brazo. El siseo dolorido de mi prima llegó a mis oídos junto con el sonido de una risa ronca y baja que desapareció entre los murmullos emocionados de los demás presentes.

—Lo siento —me disculpé y solté el agarre, avergonzada.

—No te preocupes, mira. —Le restó importancia y me señaló el escenario.

—¡Querido público! —Una silueta bajo la única luz tomó la atención de todos—. Nos complace darles la bienvenida a este glorioso día de diversión en nuestro circo de fantasías. Este, como otros años, no es menos especial y debo decir que después de viajar por media tierra, no hay lugar como el hogar. —El hombre rio de forma simpática—. No me extenderé mucho más, porque luego me dicen que hablo demasiado.

La luz murió y revivió, esta vez en un segundo efímero, pero solo esto bastó para que la escena pareciera cambiar: aquel peculiar presentador no estaba más, en su lugar había alguien distinto, brillante y encantador. Aunque su cara no podía verse debido a la máscara que le cubría desde la barbilla hasta la frente, no importaba.

Bajo el encantador ambiente que reinaba, con una semipenumbra casi acogedora, un rayo de luz se proyectó desde lo alto y se multiplicó en montones más pequeños; incluso si me sentía intrigada y subía la cabeza para intentar ver cómo lo hacían, solo me encontraba cegada. Ahora, todo el lugar parecía un espacio celeste en donde las estrellas no dejaban de caer.

Me sorprendió el detalle con que todo era recreado, el movimiento rápido y decisivo con que las luces se movían era muy similar a la de las estrellas fugaces. En mi pecho, sentía cómo mi corazón latía cada vez con mayor rapidez y cómo la sangre subía hasta asentarse sobre mis mejillas: era un rubor emocionado.

—Es hermoso, ¿verdad? —preguntaron en un susurro desde atrás y toda mi atención, que hasta entonces se debatía entre las falsas estrellas y la brillante figura inmóvil, se fue hacia la persona que preguntaba.

No me atreví a girar y mirarlo, quizá no me hablaba a mí y yo simplemente había captado la pregunta. Pronto, mis dudas fueron aclaradas cuando escuché la confirmación de parte de otra voz masculina, era la de mi primo.

—Si así lo consideras...

—Te jactas tanto de tu consciencia de la belleza que pensé que me darías una larga descripción de la escena.

—¿Quieres una descripción? —Noté burla en su interrogante y confianza en el tono suave de Noah.

—¡Para nada! No me atormentes, solo déjame ver.

El intercambio logró que mis labios se curvaran, pero no así los de Abi, que giró su cuerpo hacia atrás y les dio una mirada mortal.

—Ya no hay respeto —murmuró indignada antes de volverse hacia mí y susurrar con ojos brillantes—. Mira con atención Gea, ningún espectáculo es igual al anterior.

Sus palabras devolvieron mi mente a la presentación y descubrí, con pena, que la brillante figura no estaba más en donde la había visto.

—¿Dónde fue? —Mi razón me decía que no pudo desaparecer y que su aspecto era demasiado llamativo para perderse; este pensamiento se confirmó en cuanto lo volví a localizar en un extremo del escenario. La figura se movía con lentitud, casi con miedo, como si tratara de esconderse, aunque le era imposible.

Parecía un pequeño animalito asustado y mientras más trataba de esconderse, más brillante era.

Se respiraba la tensión que sentía y que aumentaba a cada momento, sobre todo porque había un silencio atroz.

La figura, entonces, se desplomó en el suelo y las luces fugaces se detuvieron. El tiempo se había detenido junto con la respiración de los presentes.

Nadie hablaba, nadie se movía; parecíamos sumergidos en un trance que se rompió con un estridente golpe.

No sabía de dónde venía, pero el sonido de los tambores invadió todo el lugar dándole paso a otra figura más. Esta figura no brillaba como la otra, pero era ágil y llamativa; en su hombro llevaba un arco y en la espalda las flechas.

Paso a paso, se acercó a la quieta silueta brillante y la tocó. Las estrellas volvieron a moverse frenéticas, tan rápido que me mareaban, y ella, que había estado en el suelo, levantó la cabeza y él la bajó.

Toda la luz que antes faltaba, apareció de repente y rompió el hechizo en el que nos encontrábamos inmersos. Las dos figuras en el escenario desaparecieron entre un mar de humo blanco.

Ahora que todo estaba a la luz, el presentador original, con su ropa oscura subió por las escaleritas a un costado sin guardar misterio alguno.

—Nos encantan las buenas historias y más aún dejarlas por la mitad —dijo al tiempo que nos dedicaba una mirada burlona—. Así que ahora que captamos su atención, podemos seguir.

A su discurso le siguieron las risas propias de las historias que interpretaban los juglares. Se corrían de un lado a otro, chillaban y se levantaban las faldas mostrando sus piernas que claramente no pertenecían a ninguna mujer.

Otros tantos se colgaban de lo alto de los balcones en el tercer piso estructura y sin recaudo alguno, se lanzaban al vacío, para desgracia de mí estómago, que parecía subir hasta mi pecho y mi corazón hasta mi garganta.

Una mujer incluso tragó fuego como si fuera agua y un hombre jugó con un gran león como si de un gatito se tratara. Me pareció que el animal disfrutaba bastante de la atención, más que su dueño.

El gran gato fue el último en presentarse y dejó tras de sí una profunda impresión de su cuerpo dominante con el vientre hacia arriba mientras pedía una caricia.

Una vez fuera del escenario, el presentador volvió al centro.

—Es bastante doloroso el poco entusiasmo con el que me reciben, pero ya estoy acostumbrado a su ingratitud. —Sus labios no acompañaban la supuesta pena que sentía, pues sonreía—. Muy bien, ya no los detendré, pero... ¿puedo contar con su presencia la próxima función?

Se escuchó una afirmación general junto con una ovación.

—¡Eso es todo! —exclamó el hombre y la nota en su mano cayó al suelo—. Ha sido un día maravilloso... recuerden que la historia se repetirá durante siete días y continuará la semana entrante.

—¡Espléndido como siempre! —Abi aplaudió dos veces antes de levantarse y dar una vuelta sobre sí misma; su energía era avasallante—. Pero ahora tengo hambre.

Esa fue la señal para mí, que ya estaba un poco agotada de las infinitas miradas que me perforaban la espalda para sugerir una vuelta a casa. Estaba segura de que mi padre no defraudaría mis expectativas y la cena ya estaría preparada para todos, así que, sin más sugerí volver. El señor Drostan, de quien luego supe que era un comerciante bastante influyente, también vino con nosotros.

El día terminó así y ya en la habitación, con la luz de una única vela, me senté en el escritorio y repetí el proceso de escribir una monótona entrada sin esperanza de que cambiara y con miedo de que lo hiciera.

Puse el punto final al recuento de lo que había hecho durante la jornada y tuve que contener el aire para no dejar que mi sorpresa se hiciera verbal. Me cubrí la boca y miré con atención las letras cambiar y la tinta volverse de un negro gastado.

4 del mes 10 de 1520

...la salida programada con mi tía y mis primostuvo que ser pospuesta. Una carta llegó del palacio con un mensaje del príncipe,solicitó un encuentro...

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Hola, fées! Dije que no iba a subir el cap. hoy, pero el problema con la luz se solucionó antes de lo esperado. Les cuento para que se rían un poco de la desgracia: pasa, resulta y acontece que mi mamá movió los muebles de lugar, la heladera en específico y como el enchufe le quedaba lejos, agarró una prolongación (alargue o no sé cómo le dirán en sus países) y cuando la conecta, hizo un chispazo y la casa se quedó a oscuras, literalmente salía humo del enchufe. 

Lo único que andaba eran dos enchufes y una luz, todo lo demás se había muerto. Pensamos que se había quemado todo el tendido eléctrico, pero al final, vinieron a ver y pudieron solucionarlo. Nosotras de verdad pensamos que íbamos a estar hasta mañana sin luz jajaja 

En fin, espero que les guste, que me dejen su estrellita y su comentario. 

Flor~

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