CATORCE
Escarlata
«¿Qué hago?»
Lo que había leído no salía de mi mente, parecía haberse grabado en mis ojos y en mis pensamientos; y a medida que las horas del día avanzaban junto con su noche, la angustia se multiplicaba. Me sentía perdida.
Mis acciones luego de haber llegado a la última entrada, borrosa, manchada, desordenada y casi ilegible tampoco escapaban a mi razonamiento actual. ¿A dónde había querido ir? ¿A buscar a quién? No podía darme una respuesta que resultara aceptable y, sin embargo, la incomodidad en mi pecho insinuaba una contestación... ¿inaceptable? Pero yo ya había aceptado hacía mucho tiempo que lo que estaba en el diario era verdad, había hecho mis observaciones, mi prueba y error.
Entonces, aunque no quisiera y estuviera muy tentada a fingir que nunca había visto nada, no podía hacerlo. Esas palabras eran tan reales y tan incisivas; sobre todo, aquella última oración, que era casi un manchón ilegible, pero que yo pude leer con claridad.
"Desearía que nada... de lo que escribí aquí... sucediera..."
¡Oh! Por supuesto que no, yo tampoco quería y esta conclusión me hizo pensar: ¿Y si este era el objetivo del diario? ¿Y si por eso llegó a mis manos? ¿Y si el objetivo de todo esto fue que yo, en primer lugar, me enterara de las cosas?
No podía responder con seguridad, pero sí estaba segura de algo:
—Puedo hacer algo.
Estaba segura de que quien había escrito era yo, una yo futura, quizá; que de alguna forma había hecho que esta información volviera a mí... o no... o quizá fue la coincidencia y el diario; pero ahora que sabía estas cosas, aunque el corazón me dolía un poco de solo recordar, todavía llegué a la benevolente conclusión de que no había llegado a ese punto de mi trágica ¿historia? En la que ya no podía dar marcha atrás.
—Puedo hacer algo —una vez más, le susurré a la oscuridad—; pero, ¿cómo?
Di la vuelta para quedar boca arriba y miré la tela opaca de los doseles; la oscuridad, contrario a lo esperado, me hacía sentir más clara en mis pensamientos. Estaba asustada, podía decirlo porque todavía había cosas que me venían a la mente y me perturbaban más allá de mi comprensión, como por ejemplo, esa persona; me dolía el corazón, aunque no hubiera en mí el más mínimo rastro de memoria o recuerdo sobre él.
Este dolor, sin embargo, es lo que me hizo más decidida a buscar una solución; no estaba en mí sentarme a contemplar como mi vida se caía a pedazos y también era por ella, por la Gea que había escrito. Sentimientos tan fuertes como aquellos, que traspasaban las páginas, que dolían tanto, no podía permitir que se convirtieran en realidad.
«Su alteza».
Fruncí el ceño cuando los pensamientos, por milésima vez, amenazaron con dejarme sin sueño y me obligué a cerrar los ojos y dormir. Nada solucionaría en medio de la madrugada y la mañana me dio la razón, puesto que, junto con el sol, el movimiento de la mansión, muerto para mí durante días, revivió.
Pese a la resistencia de Buffy y mi padre, que todavía me querían en la cama, me levanté y desayuné en el comedor, a la vista de todos y noté que la mirada de aquellos sirvientes que no habían venido del ducado con nosotros era curiosa; aunque disimulados, todavía movían los ojos con lentitud e inspeccionaban mi rostro; había más color allí que en mucho tiempo.
—Señorita, ¿revisará sus cartas?
Volteé hacia el lugar de dónde escuché venir la pregunta y me encontré con el rostro anciano de la sirvienta principal; ya había entregado los mensajes correspondientes a mi padre, quien leía con paciencia mientras bebía su té.
—Las revisaré, gracias.
Me pregunté si era algún mensaje de Abi o de mi tía, quienes habían aparecido brevemente por la tarde del día anterior; sin embargo, debido a que mi ánimo era inestable por el diario, no había tenido oportunidad de hablar bien con ninguna; en cualquier caso, quería verlas.
Grande fue mi sorpresa cuando me encontré la bandeja llena de tarjetas de presentación e invitaciones.
—Son las de los últimos cuatro días más las de hoy. —Daisy debió notar mi perplejidad y horror al ver la pila y explicó.
—Entiendo. —Asentí y le eché una mirada más de cerca a la mujer; a pesar de su edad y de las evidentes marcas que la delataban como alguien mayor, me percaté de que su manierismo era elegante y adecuado—. Daisy, Buffy y yo somos nuevas en la capital y, pese a la ayuda de mi tía, aún somos pobres de entendimiento; agradecería que pudieras clasificar las invitaciones y tarjetas que son de prioridad.
—Por supuesto, lo tendré listo pronto.
—Está bien, no te apresures, lo revisaré cuando vuelva.
—Sí, señorita.
Me sentí complacida al ver su actitud y una súbita nostalgia me invadió el pecho; era como estar en casa, en la mansión de Oriande, en donde las cosas se hacían de forma eficiente y a mi manera.
—¿Saldrás? ¿No es muy pronto? —Escuché a mi padre preocupado.
—Me siento bien, además, si no salgo, habrá rumores. —Tenía la certeza de que ya los había aunque nadie me dijera nada; pero el propósito de salir era otro—. Solo iré a la casa de tía Felicity.
Vi el dilema en sus ojos y la preocupación impresa en las sombras oscuras que aún predominaban bajo sus ojos; no obstante, luego de mirarme con atención y comprobar que de verdad parecía estar bien, accedió a dejarme ir, pero él me acompañaría.
Que el duque saliera era un evento más importante que si yo lo hiciera, por lo que la visita se atrasó un poco más. Los caballeros se multiplicaron y el carruaje discreto se intercambió por el que tenía el escudo familiar en la puerta; todo tenía un propósito, por supuesto, ya que salíamos, debían enterarse y acallarse a los hablaban sobre mí.
Dados los preparativos y la evidente intención por hacernos notar, llegamos a casa de mi tía mucho más tarde de lo previsto, pero ella, como si nada, nos recibió con la mesa del almuerzo dispuesta. Un almuerzo provisto de comida ligera.
Atendí a las preocupaciones de mi tía y a la amabilidad de mi tío con una sonrisa antes de que Abi encontrara la oportunidad de sacarnos del lugar y llevarme con ella; no había visto a Noah, pero nadie preguntó ni hizo alusión a él, por lo que supuse que no estaba.
—Gea, cariño, qué espanto cuando escuché que estabas enferma y eso de la sangre... —Las finas cejas de mi prima se inclinaron con pena y sus ojos gatunos se volvieron menos penetrantes—. Sin embargo, discúlpame por lo que voy a decir, pero la enfermedad te ha sentado bien, tienes las mejillas más rosadas y la piel más brillante.
—Me siento bien —respondí; no estaba ofendida en lo más mínimo, no encontraba razón para hacerlo, mucho menos cuando quería ayuda.
—Eso es bueno, de verdad que me asusté. Apenas te conocí y no quiero perderte, ya sabes, las bonitas tienen que estar juntas —bromeó y logró sacarme una sonrisa.
—Está bien, no te dejaré. —Reí y me volví seria poco después—. Abi, quiero hacerte una pregunta.
—¿Una pregunta? Habla.
Lo había pensado bien durante la mañana luego de levantarme y mientras venía en el carruaje, lamentablemente, no tenía en quién confiar en esta ciudad aparte de mi propia familia y sentí que lo que sabía no podía ser dicho, incluso cuando había confianza, pero yo tenía que hacer algo.
Antes de que todo se volviera confuso y un poco más tranquila para analizarlo, había notado algo, al igual que ella, esa yo que había escrito el diario, había logrado medio discernir; pero, al igual que yo, o quizás peor, no tenía formas o medios para profundizarlo. Había leído su desenlace y no estaba dispuesta.
Yo tenía que saber.
—Si yo quisiera saber algo... a información me refiero... ¿a quién podría preguntar? —Me pareció que era más difícil formular esta pregunta que lo que quería decir en sí.
—¿Quieres saber algo? ¿Un chisme? Puedo decirte, los sé todos... y si no sé los puedo averiguar. —Sonrió emocionada y comenzó a balbucear sobre varios escándalos que no me importaban ni me hacía gracia escuchar; de hecho, estaba un poco asqueada por algunos asuntos y mi prima solo podía reír en reacción a mi cara—. Entonces, ¿no era nada de eso?
—No —negué—. Esto es un poco más complejo.
—¿Algo que no puedes decir? —Abi inclinó la cabeza con sospecha, pero cuando creí que seguiría preguntando, solo pestañeó, se llevó la mano a la barbilla y sonrió de manera ambigua—. Entiendo, ya sé por lo que podrías preguntar; una vez escuché a Noah mencionar un lugar, pero no sé los detalles exactos. Preguntémosle.
—¿Noah está?
—Encerrado en su estudio desde esta mañana. —Se encogió de hombros y me llevó escaleras arriba; ya había estado en esta zona, era el mismo piso que donde se encontraba la biblioteca.
—Señorita. —De repente, la doncella de Abi se acercó subiendo las escaleras casi corriendo—. El joven señor Lorcan ha venido.
—¡¿Vino?! Pensé que tenía prisa. —Como si le hubieran insuflado nueva vida, la joven se volvió hacia mí—. Ve tú primero y te alcanzo luego.
Lo único que quedó de ella fue el eco de sus zapatos sobre la escalera. No pude evitarlo y una ligera risa se me escapó de los labios al verla desaparecer con tanta prisa; era seguro que no volvería pronto, por lo que tomaría su sugerencia e iría primero.
No me fue difícil encontrar el estudio de mi primo puesto que su sirviente justo salía por la puerta cuando yo apenas iba a tratar de descifrar qué puerta tocar; me apresuré a sonreírle al muchacho y le pregunté si era inoportuna. El joven, que no tendría más de quince o dieciséis años me saludó con rigidez antes de volver a entrar y salir con el permiso para que yo entrara.
—Qué Velsa esté contigo, primo —saludé de forma convencional tras pasar la puerta y Noah se apresuró a salir de detrás del escritorio y llevarme a la silla frente a él.
—No hay necesidad de formalidad, escuché que viniste, pero estaba atrapado. —Señaló los papeles sobre el escritorio y lo miré con pena; yo también sabía lo tediosa que podía ser la administración e imaginé que mi tío ya le había delegado gran parte de sus obligaciones—. ¿Ya te sientes mejor? Siéntate, no te quedes parada.
—Mucho mejor, como ves. —Asentí y tomé asiento en el lugar que me había indicado; la ligera brisa que entraba por el balcón me acarició las mejillas—. Abi dijo que la enfermedad me había sentado bien.
Me reí, pero Noah parecía que se había tragado una mosca.
—Es... a veces puede ser desagradable.
—Para nada, no me lo tomé a mal, ella es tan vivaz que no está de más tener su compañía.
—Lo dices porque no creciste junto a ella, molesta desde el vientre, recuerdo que mi madre no paraba de quejarse.
—¿No me dirás que puedes recordar tal cosa? —pregunté sorprendida. Noah era solo medio año mayor que yo, mientras que Abi acababa de cumplir los diecinueve.
—Hay cosas imposibles de olvidar, pero ya que hemos conversado lo suficiente como para cumplir con las cortesías sociales, ¿me dirás tu propósito para venir aquí hoy? —Sonriente, apoyó los brazos sobre la mesa y me sentí descubierta.
—¿Debería mejorar mi actuación?
—Por el momento está bien, pero dado que apenas te has recuperado, no creo que quieras correr fuera de casa tan rápido. —Desde que lo conocí, no paraba de sorprenderme la perspicacia de mi primo; pero en estos momentos, me parecía un peligro inminente.
—Bueno, como no puedo engañarte a ti, confesaré rápido. —Me serené y fingí que no había nada por lo que preocuparse, a pesar de que tenía delante a este tipo de persona aterradora—. Abi me comentó que conocías un lugar en donde uno puede ir si necesita información.
Las cejas del joven se arquearon y una chispa de sorpresa explotó en sus ojos claros antes de que estos volvieran a la calma; sin embargo, se mantuvo en silencio por un rato antes de abrir la boca.
—Es cierto, pero mi hermana exagera. ¿Necesitas saber algo en particular? Puedo ayudarte.
Noté de inmediato que no quería decirme sobre ese lugar.
—Me temo, primo, que lo que quiero saber... es mejor que no lo sepas. —Sonreí luego de hablar porque me resultaba gracioso—. Pero agradecería mucho esa información, incluso si Abi exagera.
—No es un lugar adecuado para ti, Gea, yo puedo-
—Sería mejor que yo lo hiciera.
—Gea...
—La señorita no quiere que tú hagas nada, amigo.
Salté en mi lugar cuando un hombre apareció por la puerta que daba al balcón; a contraluz no podía distinguir su rostro, pero conocía su voz.
—Señor Drostan.
—¿No habíamos quedado en que me llamaría Killian?
—Señor Killian. —Accedí.
—Escuché que quiere averiguar algo y que Noah está siendo un dolor de cabeza. —El hombre se apoyó en el escritorio y miró a mi primo de reojo—. De hecho, yo sé de qué lugar habla.
—Le agradecería si pudiera decirme. —No me importaba Noah ni su rostro oscuro; ahora, toda mi atención estaba en el hombre de los ojos miel.
—Se llama Escarlata. —Sonrió—. Y dicen que no hay nada que no puedan averiguar.
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3 de julio de 2023
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Hola, Fées! Con un día de retraso, pero acá estamos.
No quise demorarme tanto en la publicación, pero pasa, resulta y acontece que ayer entré en proceso creativo y de ordenamiento de una cierta historia que ustedes ya saben, ejem, y se me trastocó la musa con Gea.
Muchas gracias por su paciencia.
Las amo y nos leemos prontito.
Flor~
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