Capítulo final (parte 2)
(FLASHBACK)
—Mamá, ¿Por qué mis compañeros tienen abuelitos y yo no? —pregunte apenada cuando me vino a recoger de la escuela—¿o primos y yo no?¿o tíos?
—Cariño, hay cosas que es mejor no contar. —dijo sonriendo mientras me colocaba bien el gorrito de lana rojo que llevaba puesto— Quizás, cuando seas mayor podré responderte a todas y cada una de tus preguntas. Pero quiero que sepas que siempre me tendrás a mí, ¿de acuerdo?
―Lo se, mami. ―sonreí confundida― Pero no lo entiendo, entonces ¿por qué?
―Nada, me tienes a mí. Ahora vamos a casa. ―dijo sonriéndome mientras me llevaba a casa, finalizando así la conversación.
Aunque tuviera seis años sabía que me estaba escondiendo cosas y que no quería contármelas. Sabía que ella era mi madre y con eso me bastaba, con tenerla a ella, pero quería conocer al resto de mi familia ahora que sabía que posiblemente había más...
―¡Odio esto! ―lloré gritando mientras sostenía mi cabeza entre las manos y se escapaba el suero casi vacío al agua de la bañera―. Malditos recuerdos que vuelven claros cuando menos los necesito...
―¿Qué pasa? ―entró corriendo Hayden― Eh, mírame. ―dijo ya a mi lado mientras yo seguía mirando el agua llena de espuma.
―Odio esto, Hayden. ―repetía una y otra vez mientras sollozaba encarcelada en el pasado. Odiaba siempre recordar estos momentos, recordar a mi madre, recordar a mi padre. Dolía en lo más profundo de mi alma.
―Thalia, escúchame. ―dijo suavemente mientras cogía mis manos y las apartaba— Respira conmigo. ―cogió mi mano y la puso en su pecho. Empecé a hacer lo que me decía siguiendo su tranquila respiración. Cuando volví a mirarle a sus ojos esmeralda se me encogió el corazón. Me miraba tan preocupado como si fuera a perderme entre sus brazos.
—Lo siento. ―susurré una vez que empecé a respirar bien de nuevo.
―No me pidas disculpas. No tienes la culpa de nada. ―dijo entristecido mientras se ponía de pie y me pasaba una toalla blanca de un mueble—. Venga sal, cierro los ojos.
Le hice caso y salí cuando vi que efectivamente había cerrado los ojos. Me envolví en la toalla que sostenía abierta para mí y me giré para verle. Subí una mano a su mejilla y le acaricié su barba de dos días.
―Ya puedes abrir los ojos. ―susurré cerca de él. Me encantaba que esperase a que le dijera si podía o no mirarme.
―Tienes ropa nueva en la bolsa. ―murmuró mientras me miraba lentamente escudriñando cada rincón de mi rostro.
―¿Puedes solamente besarme? ―le dije a un centímetro de sus labios. Ambos nos mirábamos a los ojos. Los suyos hacían que me perdiera y lo que necesitaba ahora mismo era perderme, olvidarme de todo, aunque solo fuera por un momento.
―Eso no tienes ni que pedirlo. ―contestó, y un instante después su boca y la mía entraban en contacto. Sujetó mi rostro con ambas manos y nuestros labios comenzaron una danza acompasada. Al principio eran lentos, casi intangibles y luego desesperados como si no nos fuéramos a ver más.
―Thalia... ―gruñó separándome de él para respirar― Estás herida y no quiero hacerte daño.
―Hay heridas que duelen más, Hayden. ―murmuré mientras cogía su mano y la barrita, y me la tomaba a mordiscos agigantados. Me había sentido un poco rechazada y eso me molestaba, aunque no lo quisiera admitir.
Cuando bajamos al piso inferior, soltó mi mano y se sentó en el sofá mirando al suelo. Dejé el envoltorio de la barrita en la mesita y recogí mis cosas de la mochila. Volví a mirarle para ver si lograba entender el cambio en su actitud. Se le veía tan perdido observando al suelo. Podía lograr ver como los engranajes de su cabeza entraban en funcionamiento.
―¿Me ayudas a vestirme? ―pregunté cautelosa.
―Sí. ―respondió serio alzando la cabeza rápidamente. Se levantó del sofá y se acercó a mí. Me apoyé en él para ponerme la ropa interior sin quitarme la toalla. Cuando me puse el sujetador burdeos, solté la toalla y me gire dándole la espalda para que me abrochase. Aunque las ganas de que me lo quitará y lo lanzará lejos eran bastante grandes.
Exhaló fuertemente y me abrochó las tiras, sin tocarme, como si mi piel quemase. Después de unos segundos viré para verle. En sus ojos no había ni rastro de brillo, solo culpa.
―¿Qué va mal, Hayden? ―pregunté seria. Realmente, no sabía que le rondaba por la cabeza, ni porque me miraba de la forma en la que lo hacia. Como si quemase o como si tuviera que guardar las distancias conmigo por algún motivo desconocido para mí.
Me acerque a él y acaricie suavemente el contorno de su barbilla. Si él no me lo quería contar le daría su espacio para que lo hiciera. De eso sabía yo y mucho, del espacio. Presionar a las personas para que nos cuenten qué hay en su cabeza, a veces es lo peor que se puede hacer.
Cerró los ojos y suspiró cansado. Entonces, cogí su mano y le guíe. Ambos merecíamos un descanso por todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor y el mejor momento para ello era ahora, solos.
Apagué todas las velas llevándome una al piso superior. Él me agarraba la mano sin decir nada. Subí casi desnuda con él a mi espalda, sin importarme lo más mínimo. Ahora mismo aquel chico de pelo en bucle y ojos preciosos estaba perdido y sumido en sus pensamientos. Me necesitaba, igual que yo lo necesitaba a él.
Busqué la habitación más cercana a las escaleras y la abrí. Era una pequeña cuarto con una cómoda a mano izquierda, una alfombra roja en el suelo y una cama de dos plazas en el centro encima de esta. Unas cortinas negras decoraban la parte derecha tapando la luz que entraba del exterior.
Dejé la vela en la cómoda y soplé. Ambos nos quedamos a oscuras, y con la mano aún agarrada nos dirigí a la ventana. Corrí un poco la cortina para que entrasen los rayos de la luna y abrí una ventana soltando su mano de manera que entrase solo un poco de aire. Ya era invierno y no quería un constipado justo ahora pero la habitación olía a cerrado y a polvo. Necesitaba ventilación.
Luego, le sonreí entristecida sin saber cómo ayudarle. Él seguía con el semblante serio, entristecido, lleno de una culpa que no sabía a qué se debía. Esperaba que no siguiese pensando que no había podido protegerme otra vez, como la vez en la que casi muero.
Volví a cogerle de la mano y aparte el edredón de la cama. Me metí entre las sábanas y solté su mano. Me puse en el lado izquierdo y palmee el restante que estaba vacío. Asintió comprendiendo lo que quería decirle. Se sentó en la orilla de la cama y se descalzó como un zombie. Luego, se quitó los pantalones y no mentiría si dijera que tiene uno de los culos más bonitos que he visto. Además, sus bóxers negros le sentaban como un guante.
Aparté esos pensamientos y esperé a que se tumbará. Suspiró de nuevo mientras se metía entre las sabanas y luego nos tapo a ambos. Se quedo mirando al techo con las manos entrelazadas tras la nuca.
Me acerqué a su lado y me incorporé. Una de mis manos tocó su semblante serio y cuidadosamente gire su cabeza hasta que sus pupilas y las mías se encontraron. Tenía los ojos tan serios que me dolía no poder hacer nada. Acaricie su mejilla apenada por no saber que le pasaba.
―No sé que te pasa. ―susurré y su mirada se suavizó. Saco una mano de detrás de la cabeza y tocó mi mano puesta en su mejilla. La apartó y con sendos brazos me arrastró hasta su pecho. Me acomode en él, entrelazando una pierna con la suya. Su barbilla tocaba mi cabeza y suspiré intranquila porque sabía que el seguía en otro mundo.
―Thalia. ―dijo después de unos minutos en silencio jugueteando con los mechones de mi pelo largo enroscándose lo en su dedo―. No puedes imaginarte lo que siento cuando te veo mal. Antes, cuando te estaba curando la herida ―me volteé para mirarle a los ojos, a pesar de que estábamos casi en la oscuridad, quitando mi pierna entrelazada con la suya―. solo pensé en como devolverle el mismo daño a Kiara. ―sonrió tristemente― Entonces, te vi en la bañera, ―subió una mano a mi mejilla y la acaricio suavemente― y no supe como ayudarte con todo lo que guardas dentro. Se que has sufrido mucho, y me culpo además, por haberte hecho pasarlo mal hace unos días. Y no sé como llevar esto que estoy sintiendo por ti porque necesito de alguna manera ser lo suficiente para que consigas superar aquello que te ha dolido tanto. ―suspiró mientras pasaba sus dedos por el contorno de mis labios.
No sabía que decirle porque a mi me pasaba lo mismo. Quería ayudarle con aquello que le paso con su hermano, pero no tenía ni idea de como hacerlo. No sabía como llevar lo que sentía por él. Era tan intenso y tan raro. Todo era tan nuevo para mí, y mierda, sentía que me estaba enamorando. Eso no era bueno para mí, pero estaba eligiendo eso, porque quería estar con él todo el tiempo que me fuera posible. Porque me daba paz, alegría, comodidad, seguridad, locura.
Le mire a los ojos y sonreí. Esto era nuevo y raro, pero juntos encontraríamos la forma para sobrellevar esto, aprenderíamos juntos y nos equivocaríamos como ya habíamos hecho.
―Siento lo mismo que tú ―sonreí― y créeme cuando te digo que si he elegido estar contigo es porque realmente... ―suspire para tomar aire― Te quiero y no se como pararlo.
Una sonrisa se extendió por sus labios llegando hasta sus ojos esmeralda. Se incorporo de la cama y me miro ahora sentado.
―¿Eso quiere decir que somos algo así como novios? Porque lo único que he tenido han sido líos y no se como funciona todo esto. ―habló deprisa y reí mientras asentía. Sin previo aviso, me besó.
Parecía que teníamos trece años, pero respondí a su beso con impaciencia. De pronto, acabe con su cuerpo encima y nuestras manos se movían por todas partes. Su camiseta desapareció y por un momento, paramos para respirar, le miré y sonreí. Él beso mi nariz, luego mi frente, rodó hacia un lado y me arrastró hasta su pecho. Gemí apenada, y él se empezó a reír.
―Créeme pequeña que yo también lo quiero tanto como tú, pero tienes un hombro herido y ambos estamos cansados.
―Te odio. ―susurre enfurruñada mientras le abrazaba más fuerte. Aunque mi mente me decía que había algo más por lo que me rechazaba hoy por segunda vez...
―Una pena, porque yo te quiero demasiado. -―murmuró dándome un beso en el pelo. Sonreí como una estúpida y allí con su respiración sosegada bajo las caricias que me daba, fui quedándome dormida.
Hay veces que por muy mal que vayan las cosas, hay otras que te ayudan a enfrentarlas con más fuerza. Que te ayudan a luchar ya no solo por ti, sino por otra persona y yo siempre he valorado la paz aunque solo durase un segundo.
...
Al día siguiente, no tardamos mucho en volver a andar hacia nuestro destino, salvar a Ryan. Tendríamos que coger un par de autobuses desde aquí, Ohio hasta Maine donde al parecer se encontraba el edificio de El Consejo. Aunque Hayden me había dicho que debíamos detenernos unas cuántas veces antes.
Sinceramente, aún no sabía como íbamos a poder llegar allí y salvarle, pero una cosa si que sabía, que pasase lo que pasase iba a conseguirlo, iba a salvarlo e iría a ver a Venus, a Ariadne de nuevo y todo estaría bien.
Se que solo me estaba mintiendo a mi misma con estos pensamientos, era casi imposible conseguirlo. Seguramente, ya éramos fugitivos y siendo secreta la organización, no sabíamos contra quienes íbamos. Solo que debíamos mantenernos en la sombra constante.
Tampoco es que Hayden me aportase seguridad, parecía que ni él mismo habiendo creado el plan con Venus, estuviese seguro de si aquello iba a ser posible. No me miraba a los ojos desde que salimos de la cabaña, solo sostenía mi mano entre el bosque para ir más rápido. Sentía que me ocultaba algo, lo supe desde que salimos de allí huyendo y lo sentí cuando me rechazó ayer.
Paré de caminar cuando llegamos a un claro del bosque. El cielo estaba nublado y el viento soplaba fuerte. Habría tormenta y nos calaría a ambos. Le miré con la espalda apoyada en un tronco, respirando.
―¿Qué me ocultas? ―pregunte directamente cuando por fin sus ojos esmeralda se atrevieron a mirarme.
―Seré yo quien vaya a rescatar a Ryan. ―dijo y le miré confusa― Venus no te ha contado toda la verdad.
―No entiendo a qué te refieres, Hayden. ―dije cada vez más asustada.
―Quiero que sepas que yo no lo supe hasta hace unos días. ―dijo mientras se acercaba a mí y yo di un paso atrás. No me olía bien nada de esto.
―No te acerques. ―le ordené empezando a cabrearme porque me hubieran ocultado cosas. Un atisbo de dolor cruzó por su rostro y desapareció para convertirse en una máscara férrea.
―Venus me hizo prometer que no te lo diría hasta que no llegásemos a Maine, a un pueblecito de allí donde tiene una casa por parte de su abuela. ―suspiró y miró al cielo que cada vez se ennegrecía más. Me volvió a mirar tan triste que no supe a la verdad que me iba a enfrentar hasta que me lo dijo―: Thalia tu padre nunca fue el hombre con quien viviste, sino el hombre que creó estas organizaciones. Tu madre y él se conocieron en una misión hace ya muchos años atrás. Él viene de una familia muy rica y con influencia dentro del gobierno. Tras el servicio de años por parte de ambos, el gobierno les expuso un proyecto y tu padre aceptó sin dudarlo. Tu madre empezó a vivir en California dejando atrás Florida. ―explicó pasándose una mano por el pelo, angustiado―. No se cómo, pero se siguieron viendo algún que otro día después que tu madre hubiera conocido al que ha sido tu padre. Este señor rico dejó embarazada a tu madre que en ese tiempo ya vivía con Jason Stone.
Las lágrimas comenzaron a correr por mi cara sin ni siquiera intentar retenerlas, haber vivido con Jason había sido un calvario, pero ahora entendía cierta parte de su locura. Supo que yo no era su hija y que mi madre le había mentido... Y con un señor que me había dejado abandonada, a mí y a mi madre. Ahora mismo, la imagen que guardaba de ella había sido totalmente manchada por sus mentiras.
Por eso nunca me dijo que teníamos familia y por eso nunca me dijo que ella había vivido en California.
―¿Cómo se llama? ―le pregunte con rabia desde el suelo a Hayden que me miraba sin atreverse a consolarme. Me había escurrido al suelo pensando que no podría sostenerme. Estaba temblando.
―Silver Callagham. ―susurró casi inaudible con el viento arrastrando su nombre.
Me dolía todo tanto. Lo peor era la sensación de haber sido engañada. Por eso Venus me dijo que le había dicho el plan a Hayden porque yo tendría demasiadas cosas en las que pensar. ¿Cómo me había engañado de esa manera tan brutal? ¿Cuánto tiempo llevaba sabiéndolo? ¿Ocultandomelo? ¿Cuánta gente lo sabría? Me estaba matando.
Sobretodo, sabía y entendía porque Hayden había puesto la excusa de mi hombro el día anterior. Sabía que me iba a sentir de esta manera hoy y dolía. Dolería siempre.
Este fue el momento en el que mi mundo se puso patas arriba y dónde comenzó todo aquello. Sin saber por quién luchar ni en quién confiar. No podía confiar ni en la persona que me había enamorado ni la que me había rescatado de las calles.
Pero lucharía, por y para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top