Capítulo final (parte 1)
Me mire al espejo por segunda vez esta noche. Estaba preparada, al menos es lo que mi imagen del espejo daba a entender. Por dentro estaba hecha un manojo de nervios.
Mi ropa deportiva negra se ajustaba perfectamente a mi delgada silueta y mi coleta alta sostenía a la perfección mi pelo castaño. Sujetaba el arco con la mano derecha y las flechas rojas estaban ya colocadas en el carcaj a la espera de ser usadas.
Aparentemente, todo estaba listo para mi fuga. Gracias a la localización en la que haríamos la prueba nos sería más fácil huir sin provocar demasiado alboroto y de una manera rápida, o eso quería creer; las probabilidades de que las cosas saliesen mal eran infinitas...
Volví a revisar el fondo del carcaj para ver si llevaba el dinero, las tarjetas de crédito falsas, varios documentos de identidad y el móvil. El resto lo dejaría aquí junto a mis otras pertenencias. Me sonreí convencida de que todo esto saldría tal y como se había planeado, ignorando el miedo atroz que me devoraba desde las entrañas y no me dejaba pensar con claridad.
Mi mente me repetía una y otra vez que esto era una locura. Me entraban náuseas cada vez que pensaba en que después de tanto tiempo perteneciendo a esta organización, iba a tener que abandonarla esta misma noche. Un lugar en el que me había sentido segura, querida de nuevo. Ahora abandonaba este sitio de la mejor manera que sabía, de la misma manera en la que siempre lo había hecho, huyendo.
Eche un vistazo al reloj que estaba colgado en la pared del baño, encima del espejo. Temblé de pies a cabeza y eso no ayudaba para nada a calmar mis pensamientos. Ni que decir ya de esos que eran llamados sentimientos.
Era casi la hora punta y debía dirigirme hacia aquel espacio del bosque. Salí de la habitación sin mirarla, despidiéndome en silencio del lugar donde nunca podría volver a quedarme.
Los pasillos estaban desiertos, con las pequeñas lámparas iluminando los lugares llenos de sombras que acompañaban a mis pensamientos más oscuros. Esos pensamientos que me incitaban a cavilar que hoy mismo podría morir como ya había casi sucedido una vez, pero lo peor de todo es que hoy podrían suceder tantas cosas, tantas situaciones, tantas muertes, que no quería ni imaginarlo. Una vez podía escapar de la muerte, pero ¿era posible escapar de ella de nuevo?
El viento frío me dio la bienvenida al bosque cuando salí del gran edificio. Agradecí en silencio de que el frío despertase cada célula de mi cuerpo preparándome para lo que se me venía encima.
Anduve insegura hacia el claro del bosque hasta que vi a un grupo de personas reunidas alrededor de un árbol iluminado por un foco de luz blanca. Erguí la barbilla aparentando una falsa tranquilidad, notable en el temblor de mis labios si lograbas fijarte.
La multitud se extendía en forma de corro y cuando me vieron aparecer empezaron a abrirme el camino, apartándose uno a uno. Parecía que caminaba hacia mi muerte con un pase VIP. No sabía si llorar o reír.
Mientras avanzaba hacia el centro, algunos me miraban entristecidos, otros reían, y simplemente, a otros, todo esto les daba igual. Que ciegos estaban o querían estar para no ver todo lo que sucedía.
— ¡Aquí esta la estrella, Thalia Stone! ¡Un aplauso! —exclamó Cole con una sonrisa resplandeciente. Todos le hicieron caso y empezaron a aplaudir como si fueran robots—. Ahora un aplauso a nuestra maravillosa Kiara. —de nuevo los aplausos resonaron entre la multitud— y por último, a nuestros participantes de la prueba de hoy. —cada uno de ellos comenzó a situarse en el medio, a los lados de Cole, sin ser llamados por sus nombres mientras los aplausos se hacían presentes en el silencio del bosque. Cuando vislumbre a Hayden contemplaba el suelo. Algunos pensarían que estaba asustado, pero yo sabía que nada de esto le preocupaba, que solo estaba esperando a que se ejecutase el plan. Era una máquina perfecta para trabajar en esto y él lo sabía.
Tragué saliva y espere el momento indicado. Sonreí a Kiara falsamente y ella me mostró la perfecta dentadura que poseía. Entonces, miré directamente a Cole mientras contaba del uno al diez para no impacientarme y delatarme.
—Kiara, puedes decidir ya quién será el voluntario para empezar. —dijo riéndose mientras miraba a la morena. La multitud nos observaba impasibles. Una multitud que yo ignoraba porque sabía que si veía a alguien importante entre todos ellos no podría marcharme.
—El primero será mi favorito, ¡Hayden Willson! —anunció mirándome fijamente. La sostuve la mirada mientras contenía mis ganas de abalanzarme sobre ella. No sé como se había dado cuenta de que Hayden y yo teníamos algo, si apenas habíamos teníamos contacto desde que ellos llegaron... ¿y si alguien se lo había dicho? Podía haberles informado el traidor, pero no entendía por qué mi relación era de importancia, o simplemente, por qué el traidor iba a mantener el contacto con los del Consejo.
Hayden subió la mirada ante el pronunciamiento de su nombre. Luego, cabizbajo se dirigió al árbol y puso su espalda contra el tronco de este como si se hubiera rendido ante la muerte. Los demás "participantes" se integraron en la multitud de nuevo. Kiara me sonrió y se apartó divertida junto a Cole a mi izquierda.
Debía empezar con el plan. Cogí una flecha y la puse tranquilamente en el arco. Miré a Kiara y luego a Cole desafiante. Sus ojos grises empezaban a impacientarse, lo sabía porque su malévola sonrisa se iba disipando.
—¿Tengo que explicarte como es la prueba de nuevo? —dijo Cole chasqueando la lengua. Empezaba a irritarse...
—No pienso hacer esta prueba. — dictaminé y así era. Esas eran las palabras que debía utilizar como señal. Pronunciarlas había sido lo más liberador de la noche. Entonces las granadas de humo empezaron a hacerse cargo del escenario y lancé la flecha contra la pierna de Cole antes de que el humo disipase su figura. Supe que le había alcanzado el muslo cuando oí un alarido salir por su garganta.
Preparé otra flecha rápidamente. Avancé despacio. No se veía nada pero tenía que correr hacia el árbol y si la memoria no me fallaba solo tenía que ir recto.
Sentía como las flechas silbaban en el aire y pasaban por mi lado. Sabía que no irían a por mí. No era yo el objetivo. Todo el mundo huía en diferentes direcciones sin un arma con el que defenderse. Seguro que pensaban que era un ataque como el que vivimos hace unas semanas...
Rodeé el árbol cuando lo encontré, palpándolo mientras guardaba la flecha en el carcaj. Salí corriendo. No obstante, justo antes de arrancar hacia la oscuridad del bosque para llegar al arroyo, algo jaló mi pelo y caí de espaldas clavándome el carcaj. Aullé de dolor cuando se me clavó en los lumbares, hasta que vi a Kiara con una preciosa navaja negra. Parecía peligrosa, con sus ojos zafiros examinandome como si fuera una dulce presa que pudiera comerse en cualquier momento.
—¿Sabes que llevo deseando clavarte mi preciosa navaja desde que llegué, Thalia? —dijo la morena sonriendo. No sabía que hacer. Estaba desorientada por el golpe.
De repente, los focos que iluminaban el árbol estallaron en mil pedazos provocando un horrible estruendo. Di gracias a cualquier Dios que quiso escucharme si es que alguno existía. Aproveché la distracción para levantarme ágilmente y dar una patada en la mano de Kiara. No esperé a saber si se le había caído la navaja o no y la hice un rápido barrido. Cayó al suelo sorprendida y salí corriendo como alma que lleva el diablo. Sin embargo, la morena lanzó la navaja e impactó en mi hombro en algún momento de mi huida. Eso no me detuvo. De hecho, no paré hasta llegar al arroyo que estaba un poco alejado.
Cuando lo conseguí, silbé tres veces y de los matorrales apareció Hayden, iluminado ahora por la luna llena. Me miró serio intentando controlar su respiración. Él también había tenido que huir corriendo.
—Necesito sacarme la navaja primero. —dije sonriendo de dolor. Se limitó a fruncir el ceño y girarme bruscamente. Ahogué un gritito y apreté los dientes.
—Coge aire y no grites. —me ordenó. Seguí sus instrucciones y cuando sacó la navaja expulsé el aire intentando no aullar de dolor y gritar como me pedía el cuerpo. Me quite la chaqueta negra y me quedé en tirantes a pesar del frío. Hayden sacó de su mochila, la que habían preparado él y Venus horas antes, una venda y alcohol. Me lo hecho sin ningún cuidado y lo envolvió rápidamente poniéndole esparadrapo para pegarlo. Sabía que su brusquedad se debía a la prisa que teníamos. Era cuestión de tiempo que nos descubriesen. Cogí mis cosas del carcaj y las metí en su mochila impermeable. No podíamos perder más segundos.
Le mire antes de comenzar a andar por el arroyo semihelado siguiéndole sin decir nada. Estaba concentrado en salir de aquí. Así que yo haría lo mismo, dejaría las preocupaciones para después.
Arrastramos los pies intentando andar por el frío agua. Estuve a punto de darme de bruces con las piedras varias veces, pero por fortuna el resbalón quedó en eso, en resbalón, no en caída.
Cuando habíamos andado un par de horas, Hayden cogió mi mano. No había dicho ni una sola palabra desde que salimos de ahí. Él sabía que yo no estaba bien, además de por la sangre que había perdido y que seguía perdiendo, por la gente que estaba dejando atrás.
—Deberíamos haber llegado ya a la cabaña secreta de Ryan. —dijo mientras salía y me arrastraba con él fuera del arroyo. Estaba congelada de pies a cabeza y mis temblores por el frío no hicieron más que confirmarlo.
—¿Cómo sabes dónde está? —pregunté sorprendida mientras avanzábamos por la maleza. Sinceramente, si tuviera que haber encontrado algo entre esta negrura y los pocos rayos de luna que se colaban por la vegetación, no hubiera llegado a ningún lado. Por no hablar de la nieve que aún quedaba en el suelo de la última nevada.
—Porque no es la primera vez que vengo hasta aquí. Soy bastante amigo de Ryan y cuando no podía más con la gente o con todo en general, me dejaba la cabaña. Muchas veces cuando llegue hasta aquí, escapándome alguna noche que no podía dormir, me quedaba dormido en la puerta de la cabaña y por la mañana Ryan me soltaba una reprimenda por encontrarme ahí tirado. —relató riéndose amargamente.
—Pero, ¿antes utilizabais esta mansión como sede? —pregunté arqueando una ceja. Había pensado que la sede que acabábamos de abandonar no había sido utilizada nunca, si no que consistía en una base de emergencia.
—Sí, cuando tenía doce años está era la sede. Luego nos trasladaron a todos a la de Nueva York, porque además de ser más grande, no está tan lejos de la civilización. —dijo mientras se paraba y me hacía chocar con su espalda.
—Eres idiota, ¿o qué? —dije alejándome de su espalda. Se había parado de sopetón para apartar una rama del árbol y ni había avisado.
—¡Perdón! —dijo riéndose en bajo. Al menos su risa hacia de esta noche algo menos sombría— Vamos, quejica.
Bufé y le seguí hasta la entrada de una casa de madera con una puerta de acero. Era pequeña y rústica. Una ventana a cada lado de la puerta hacía que la luna llena se reflejase en sus cristales. Parecía acogedora. Me hubiera gustado preguntarle a Ryan porque habría construido una casita como aquella en mitad de la nada...
—Venga pasa, no te quedes mirando. —dijo Hayden apartándose de la puerta para dejarme pasar. Realmente sentía como cada paso que daba iba costándome más y más. Sabía que la herida estaba abierta y la sangre seguía slaiendo—. Olerá a polvo porque hace un tiempo que nadie viene por aquí.
Oí la puerta cerrarse y la luz de un móvil apareciendo en las manos de Hayden.
—Voy a encender las velas, quédate aquí un momento. —habló mientras subía lo que supuse que era una escalera. Al cabo de unos minutos en la oscuridad, bajó con un par de velas y las encendió poniéndolas en una pequeña mesita de cristal que había en el centro. Un pequeño sofá color turquesa estaba colocado ante esta, con una tele al otro lado, en la pared. Encima del sofá se encontraba la escalera que subía al piso superior por el que Hayden había desaparecido minutos atrás.
—No voy a abrir las ventanas hasta que no apaguemos las luces. —me informó Hayden. Tan solo asentí debido al cansancio y a la pérdida de sangre.
—Hayden tienes que coserme la herida. —dije débil mientras apoyaba mi espalda en la escalera. Sentía que las extremidades me pesaban demasiado—. Creo que me sigue sangrando. —suspiré exhausta manteniendo mi mirada en sus ojos preocupados.
Fue hacia mí y me levantó con cuidado poniendo un brazo bajo mis rodillas y la cabeza en su pecho. Me subió sin decir nada y era eso lo que más me gustaba de él, que con él los silencios no eran incómodos y siempre sabía cuando no hablar.
—Vamos a curarte esa herida y a darte un baño caliente, porque cariño, estás congelada. —mi corazón saltó desbocado al escuchar aquella palabra que le había salido sin darse cuenta. Aunque había sido la dulzura con la que había hablado lo que me había implantado una sonrisa.
Me dejó sentada en la taza del váter y me vigilaba de vez en cuando por si me caía mientras comenzaba a moverse por el pequeño baño iluminado ya por una vela. Empezó a poner agua en la bañera y con un dedo se aseguraba de que no estuviera ni fría ni muy caliente. Cuando acabó, cerró el grifo y se giró hacia mí. Sus ojos esmeralda me miraban preocupados, atentos a cada movimiento que hacia. Le sonreí. No debía verme muy bien. Me encontraba terriblemente mareada.
—Voy a girarte con cuidado, ¿de acuerdo? —asentí aguantando el dolor. Me ayudó a quitarme la chaqueta y luego la venda que cubría la herida. Oí echarla al suelo y luego ayudarme con la camiseta de tirantes mientras sentía como un líquido caliente salía de la herida.
—¿Quién ha sido? —preguntó furioso mientras sentía el alcohol de nuevo entrando en la herida. Apreté los dientes cuando la aguja empezó a sentirse. Sabía que Hayden intentaba coserme con cuidado, pero eso no lo hacía menos doloroso.
—Kiara-a, fue Kiara. —dije mientras intentaba respirar. Sabía que había cosas que dolían más que cuatro puntos.
—Esa morena... —dijo enrabietado mientras me colocaba con suavidad la venda y me daba un beso en el hombro una vez terminado todo—. Deberías entrar en la bañera. ―dijo de repente cambiando su humor segundos después― Así cojo una bebida parecida al suero que hay en el botiquín para que te lo bebas y recuperes toda la sangre que has perdido. También hay unas barritas de chocolate, ¿quieres una?
—Sí. —afirme débilmente mientras me levantaba y me quedaba pensando en la actitud tan fría que acababa de tener Hayden. Me metí en la bañera después de desnudarme y suspiré aliviada una vez dentro, sin mojar mi hombro. Cerré los ojos relajándome un momento. Ya estábamos lejos de allí. No tan lejos, pero si, al menos, para estar seguros esta noche.
—¿Te he dicho ya que eres preciosa? — preguntó Hayden tras unos minutos de silencio desde el marco de la puerta. Ni siquiera le había escuchado llegar. Sus rizos rubios se esparcían divertidos y sus ojos esmeralda brillaban más que nunca. Si supiera que realmente él era precioso y no yo—. Toma. —dijo sentándose en el borde de la bañera mientras me pasaba un batido que ponía suero y se quedaba él con la barrita.
—¡Está asqueroso! — exclamé casi escupiendo lo que acababa de probar—. Es horrible, parece una mezcla de... mierda.
—¡Te aguantas! —dijo Hayden riéndose— Te lo tomas entero y si es necesario, me quedo aquí todo el rato hasta que te lo bebas como si fueras una niña pequeña.
—Te quieres quedar igualmente. —le dije sonriendo pícaramente mientras tomaba más de ese suero asqueroso.
—¿Estas diciendo que quiero quedarme con una preciosa chica aprovechándome de que esta herida?—dijo bromeando mientras se hacia el ofendido.
—¡Que va! —exclamé mientras miraba a sus ojos color esmeralda— Sólo se que si fuera por ti estarías conmigo ahora mismo en esta bañera...
—Thalia no me tientes. —dijo sonriéndome mientras se levantaba y dejaba la barrita en el lavamanos— Estás herida, así que te espero abajo.
Bajó las escaleras y sonreí. Me gustaba esto de provocarlo, quizás lo utilizaría más seguido.
En la tranquilidad de la bañera y con el suero empecé a sentirme mejor y menos débil. Mis pensamientos avanzaban corriendo uno tras otro. Pensaba en todo y a la vez en nada. ¿Cómo lograríamos superar esto? ¿Cómo lograría seguir viva tras esto? ¿Quién me aseguraba que no volverían a herirme y que la siguiente vez sería la definitiva? ¿Cómo sobrellevaré todo lo que siento por Hayden? ¿Cómo...? Sobretodo: ¿era lo suficientemente fuerte para enfrentarme a todo?
Empezaron a caer una lágrima tras otra. Estaba cansada de ser fuerte siempre. ¿Sería la vida siempre de esta manera? Sé que fui capaz de ser fuerte cuando era una niña y tuve que sobrevivir, fui capaz de seguir siéndolo cuando vine aquí y ahora no se dónde se encontraba esa fortaleza.
Algunas veces me gustaría tener a mi madre al lado para que me abrazase cuando las cosas se ponían feas, que me dijese que todo iba a salir bien. Entonces sentí que había cosas que ni mi propia madre me había contado y que la seguridad de sus abrazos no calmaría ahora la sed de mis respuestas...
De pronto un recuerdo empezó a abrirse paso por mi mente...
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