Capítulo 9

A la mañana siguiente, me desperté por el sonido del agua al caer. Me costó un poco comprender que el lugar en el que estaba no era mi habitación. Me incorporé en la cama de un salto y un pinchazo en la cabeza me hizo ir más despacio. Tenía una resaca preciosa. Nótese la ironía.

Me levanté con cuidado y observe la estancia un poco aturdida. Me miré las manos en el regazo y comprobé que las tenía perfectamente bien vendadas. De pronto comprendí que el único que tenía vendas y me lo curaba de esa manera era Hayden. Estaba en la mismísima habitación de don maleducado. Solo recordaba retazos de la noche anterior, de sus ojos esmeralda somnolientos, de su pelo revuelto, del cuidado que poseía al curarme...

Aquel sonido persistente del agua al caer, provenía de la ducha. Imaginé que quién estaba ahí dentro era Hayden. Mi lado pervertido quería asomarse a ver si realmente era él. Al instante, aparté esa clase de pensamientos que solo lograban alterarme y distraerme, haciéndome plantearme demasiadas cosas que no estaba dispuesta a reflexionar. Así que, sin esperar salí a hurtadillas de su habitación. No me iba a quedar a preguntar porque había dormido ahí. Seguramente, luego recordaría fragmentos sueltos de todo aquello que habia dicho o habia sucedido. Me aseguraría de no volver a encontrármelo nunca más. Cada vez estaba más segura de que mi penoso estado de hoy no era mejor que el de anoche. Prefería no saber nada más de él y ahorrarme una de las situaciones más embarazosas de mi vida. Aunque la misión hacia de ello algo imposible... ¿Podía meter más la pata?.

Cuando llegué a mi habitación me metí inmediatamente en la ducha y me refresque. Hoy saldría e iría a dar una vuelta por Nueva York y a comprar un par de vendas y alcohol. No tenía pensado volver a ir a la habitación de Hayden.

Sabía que me estaba engañando a mi misma. Ese chico tiene algo que me llama la atención y no lo podía negar. Pero yo tenía una misión y esta semana ni siquiera había empezado a socializar porque ya era la loca o la rara. Lo peor de todo es que había sido con el único con el que verdaderamente había hablado, sintiendo que podía contarle absolutamente todo y eso me preocupaba...

Salí y empecé a preparar un bolso con dinero, el móvil y el permiso de Gea para que me dejasen entrar, ya que Ryan había informado a los guardias de la puerta que me habían trasladado aquí. Ni siquiera sabía como iba a llegar a la ciudad porque no tenía vehículo. Recuerdo que en Gea solía llevarme Venus de vez en cuando o Ariadne en su coche. Tal y como estaban las cosas Ariadne no me esperaría para ir con ella y buscar un transporte. Llevábamos un par de días sin hablar, cada vez que la veía me miraba con desconfianza, sospechando de mí. Me sentía fatal, pero aún no estaba preparada para contarle nada.

No sabía a quien pedirle un aventón. Era eso o andar con el riesgo de perderme en el intento de llegar a la ciudad. Unos golpes en la puerta me sobresaltaron y me sacaron del ensimismamiento. Al menos hoy,  iba francamente presentable con una blusa blanca, unos jeans y unas botas negras. Además, me había maquillado a conciencia para que no se notase mi resaca.

—¡Adelante! —vociferé mientras seguía concentrada cerrando mi bolso.

—Hola, Thalia. —saludó Ryan con voz neutra e hizo que me tensase. Me giré como si tuviera un resorte y casi me golpeo con el culo en la cama. Se le veía serio como siempre y algo formal. Unos jeans oscuros y una camisa de cuadros cubría su cuerpo.

—Hola, jefe. —dije con la voz más tranquila que pude. El miedo estaba haciéndose presente en mi cuerpo. Cerró la puerta tras de sí y se plantó en el medio de la habitación, a una distancia prudente de mi. Puso sus brazos sobre su pecho y los cruzo.

—Tengo que hablar contigo. —aseveró— Estoy preocupado por ti y por tu salud. —mental quería decir y eso ya lo sabia yo. Escondí mis manos con sigilo en mi espalda para que no las viera. Intuía que era un gesto absurdo puesto que si estaba aquí, ya sabría todo.

—Estoy bien, jefe. Solo me estoy adaptando. —contesté enseguida.

—No, no lo estas. —dijo avanzando hasta sentarse en el borde de mi cama. Dio una palmadita a su lado y me senté sin decir nada—  Me han dicho que el otro día pegaste a un saco a diestro y siniestro y por consecuencia, no puedes ni entrenar. —suspiró cogiéndome una mano para revisarla— No quiero agentes que no hagan nada. Necesito que sean activos...

—Espera. —contesté apartando la mano y mirándole a sus ojos castaños y su fuerte mandíbula— Eso fue un accidente que no se volverá a repetir. Yo —comenté sin fuerzas— con Venus... —seguí titubeante— Ella sabía lo que me pasaba y me ayudaba a controlarme. A veces, me desbordan las emociones y por eso me descontrolo. —dije rápidamente— Pero solo me pasa cuando me enfoco en la rabia y eso siempre suele sucederme cuando golpeo el saco.

—Thalia, —dijo suspirando y tragué saliva— eres una agente estupenda, pero si ves que no puedes con esta misión, es comprensible. — continuó encogiéndose de hombros— Es un cargo grande de responsabilidad y es lógico que te sientas presionada.

—No, no,  —dije mientras levantaba las manos en el aire en un gesto de negación— con eso estoy bien. No se trata de la misión, se trata de mi rabia y el saco, simplemente. —dije sonriéndole nerviosa. Esperaba que se lo tragase— Estoy bien de verdad. De momento, estoy intentando socializar y conocer dónde me muevo. Es nuevo para mí y estas dos semanas eran solo para adaptarnos, ¿no? —pregunté frunciendo el ceño.

—En efecto. —afirmó mirándome con un cierto brillo de desconfianza— Está bien. Dejaré que sigas con esta misión, pero no puede haber un incidente más de este tipo porque si no, quizás, me vea obligado a retirarte por tu salud, ¿entendido?.

—Sí. —suspiré aliviada mientras se levantaba de la cama y avanzaba hacia la puerta con paso decidido— Ryan, espera,  —dije deteniéndole al llegar a la puerta— ¿cómo puedo ir a la ciudad?.

—Puedes pedir que te lleve uno de los chicos. —dijo sonriéndome y levanté una ceja para instarle a que me dijera quienes tenían transporte—. Solo tienen coche Sharif, pero ya se ha ido con Ariadne, Azael y Álex —me sentí mal al saber que mi amiga ya se había ido— porque ya son las 11.  —dijo mientras miraba su rolex negro. Me había perdido el desayuno, mierda de nuevo—. Hayden tiene también un coche y sigue aquí. —Descartado me dije a mi misma— Y Dean que también sigue aquí. —Ni le conocía— El resto ya se ha ido y la mayoría se suelen quedar aquí. Yo debo irme a Gea, así que no puedo llevarte a la ciudad. —dijo con un brillo especial en los ojos. Ese brillo era porque vería a Venus, estaba segura.

—Me las apañaré, muchas gracias por la información. —dije sonriéndole agradecida— Adiós, jefe.

—Cuídate, Thalia.  —dijo cerrando la puerta. Me tiré a la cama aliviada. Todo esto era una misión y tenía que acabarla. Siempre acababa todas y cada una de ellas, era infalible y no me permitiría fallar en esta.

                          

                                ...

Opté por irme andando hacía la ciudad. Lo sé, era estúpido y más porque hacía un frío terrible. Pero podía hacer autostop aunque en las películas eso no solía acabar bien. Sin embargo, yo era una agente, no correría ningún peligro.

Me resguarde del frío en mi abrigo mientras avanzaba por la carretera. Si es que podía llamarse carretera porque estaba tan vieja que el asfalto estaba fragmentado.

Después de un cuarto de hora andando, seguí sin encontrar carteles que indicasen que estaba yendo hacía NY. Era una maldita carretera secundaria, vieja y en la que nadie en su sano juicio pondría el coche.

De repente, un pitido sonó a mi lado. Casi ni lo había oído. Estaba tan concentrada en no morir congelada que apenas me había dado cuenta. El Hyundai negro iba a casi la misma velocidad que mis pasos. De un momento a otro, la ventanilla comenzó a descender y pude ver al fin al conductor. Suspire aliviada un aire que no sabía que había contenido, al ver a Dean y no a Hayden.

—¡Sube, vas a congelarte! —me instó desde dentro del coche. Asentí no muy convencida. Pero estaba entumecida por el frío, así que la ayuda de este chico no me iba a perjudicar en absoluto.

Entré en el coche en un segundo y me puse el cinturón. Hundí mi cara dentro del abrigo y empecé a calentarme dando señales de que prefería no hablar.

—¿Cómo se te ocurre ir andando a la ciudad? —preguntó curioso el hombre cachas que tenía de conductor mientras sus ojos negros estaban fijos en la carretera. No se parecía en nada a la mirada que tenía la primera vez que le vi en la sala de ocio...

—No tenía a nadie para que me llevará. —dije encogiéndome de hombros restándole importancia. Sabía que la idea había sido estúpida, pero no sabía que más hacer.

—A mí, por ejemplo. —dijo sonriéndome en un momento. Era guapo, no iba a negárselo, pero tenía algo raro. Llamadlo aura o lo que fuera, no me inspiraba confianza y no sabía cuál era la razón.

—No te conozco. —dije secamente.

—Cierto. —dijo sonriendo de nuevo con su vista fija en la carretera. Su barba castaña estaba creciendo en su mandíbula y tenía unas cejas negras abundantes pero sin que llegase a quedar mal.

El silencio se instaló entre nosotros por unos minutos. Deseaba  que la autopista principal  apareciese porque el camino se me estaba volviendo eterno.

—Una cosa, —dijo irrumpiendo el maravilloso silencio— ¿no conocerás a Andrea Haynes?.

Me tensé en mi asiento y tuve que morderme la lengua para no decir de ella unas cuantas cosas. No le tenía odio, pero había estado haciéndome la vida un poco complicada en la sede de Gea. Decía por ahí que yo era una loca que necesitaba ayuda de un psiquiatra y que sufría de ataques de ira incontrolables. La muy mentirosa, me vio hace más de un año en la sala de entrenamientos por la noche, aplacando mis recuerdos contra el maldito saco.

—Sí. —admití mordiéndome la lengua y mirando hacia fuera por la ventana para que no se notase mi disgusto— ¿Por qué lo preguntas?.

—Porque es mi hermana. —confesó y casi me atraganto. Si él era igual que su hermana, no íbamos a congeniar nunca— Es una buena agente. —dijo orgulloso— Aunque, a veces, se le van las formas y parece incluso mala persona. —dijo riéndose— Pero es estupenda.

—Bueno. —dije removiéndome incómoda en el asiento— No tengo el placer de conocerla a fondo. —–tampoco quería conocerla más.

—Estoy seguro de que cuando la conozcas no te arrepentirás. —casi tuve que aguantarme la carcajada que amenazaba con salir disparada de mi boca. Asentí y miré por la ventana pasando del tema. Ya íbamos por la general entrando a la ciudad. Suspiré agradecida por salir de este pequeño espacio.

Cuando entramos en la ciudad, le dije que me dejará en una cafetería en cuanto viéramos una. Hoy solo quería leer y oír música.

—¿Quieres que te recoja luego?. Voy a ir solo a un lugar. Tardaré un momento. —dijo sonriéndome. Ni de broma quería que se volviese a repetir la misma conversación incómoda. Ya me buscaría la vida para regresar.

—No, no te preocupes, gracias por haberme traído hasta aquí. —le dije sonriendo— Luego llamaré a Ariadne.
—Sino encontraba a nadie dormiría hoy en un hotel. Total, hoy tenía el día libre, andaría un poco para conocer la ciudad e iría a un centro comercial más tarde.

Salí del coche y me adentré en la cafetería. Me pedí un capuccino, un croissant y a continuación, me senté en una mesa sacando un libro.

¿Así que, Dean era hermana de Andrea?. Era la primera vez que oía que había hermanos en las organizaciones. Se lo tenía bien guardado Andrea. Aún, estaba alucinando porque nadie diría que eran hermanos, excepto por su pelo castaño que tiraba a miel.

Me concentré en Orgullo y Prejuicio, sumergiéndome en cuales serían los pensamientos del enigmático Darcy. Pasaron las horas y hasta las tres no salí de allí. Me dirigí por las calles hasta que llegue a un centro comercial. Al menos, no estaba en el centro de la ciudad. Había evitado a toda costa ir allí por si me encontraba a alguien de Urano. No tenía muchas ganas de ver la cara a nadie y a la única que quería ver, mi amiga, me miraba como si no me conociese.

Tras hacer unas paradas por un buffet libre y una farmacia anduve pensativa por las enormes calles llenas de un incesante tráfico. Había multitud de gente por todas partes. Lo que más me llamaba la atención eran los grandes edificios y rascacielos que parecían tocar el cielo. Una pena que no tuviese tiempo para ver la ciudad con más detenimiento.

Tuve ganas de llamar a Venus pero no quería preocuparla y estuve tentada a llamar a Ariadne pero tampoco me atrevía y no quería a hablar con ella por el móvil.

Ya había terminado en la ciudad y no sabía que hacer. No tenía transporte y dudaba que un taxi pudiera acercarme hasta allí. Además, no quería gastarme dinero para el hotel. Estaba sola y asqueada porque todo me saliese mal. Más tarde, cansada, opte por coger un taxi y que me llevará hasta las afueras y que me dejara cerca de la autovía.

Al llegar allí, anduve por fuera de la autovía rozando el campo que se extendía a los lados. El frío penetraba en mis huesos, aunque el abrigo ayudaba mucho y la música me distraía. Una mediahora más tarde, conseguí llegar a la carretera que daba a la sede. Suspiré aliviada al ver que ya no me quedaba tanto.

Un coche paso volando a mi lado y de pronto se detuvo de un frenazo y dio marcha atrás. Esta vez el coche no era de Dean, era un Audi negro. Las pulsaciones se me dispararon en un nanosegundo. El vehículo se posicionó a mi lado y la ventana tintada se bajó. Al ver su pelo rubio empecé a ponerme nerviosa. ¿No podía haberme encontrado con alguno que no conociese?.

—Entra. —me ordenó con fuerza desde el interior del coche. Parecía enfadado con su mandíbula apretada con fuerza.

Entré al instante deslizándome por el cuero negro del asiento y sin mirarle. Me escondí en el abrigo después de ponerme el cinturón.

El trayecto hasta la sede fue en silencio. La tensión que ambos emanábamos de nuestros cuerpos podía cortarse con un cuchillo. Me daba miedo decir algo, por lo mucho que agarraba  el volante  como si quisiera romperlo o  por las veces en las que suspiraba o bufaba. No entendía porque estaba cabreado y tampoco quería provocarlo solo quería llegar a la sede pacíficamente. Ni quería recordar todo lo que había pasado en su habitación o abriría la ventanilla y me tiraría de cabeza.

Al llegar, pasó su tarjeta por un dispositivo y las verjas negras se abrieron al instante. Dejamos atrás el camino y avanzamos hacia la parte de atrás del castillo en la que había una especie de pequeño parking.

Bajó del coche a zancadas y yo baje al instante, después de oír su portazo. Anduve deprisa aunque sabía que él en dos zancadas podía cogerme, pero solo quería ir a la habitación y sumergirme bajo las sábanas calentitas.

Entre por la puerta que había a un lado, por la que días antes había ingresado al llegar aquí, de madrugada.

—¡Thalia! —rugió con fuerza a mis espaldas. No le hice caso y me apresure a subir escaleras arriba. No sabía exactamente el por qué huía, pero subí las escaleras corriendo y oyendo las pisadas aceleradas de aquel rubio—. ¡Thaliaa! —volvió a llamarme esta vez más bajo pero con la misma intensidad.

Llegué a la segunda planta con las pulsaciones por las nubes y mientras corría por el pasillo me apresuré a sacarme la llave por el cuello. Cuando estuve frente a mí puerta de la  habitación,  intente introducirla en la cerradura pero se me resbalaba de las manos y los pasos de Hayden aumentaban. Al final, conseguí meter la llave y cerrar de un portazo. Me apoyé en ella normalizando mi respiración y oyendo como los pasos frenaban en mi puerta. Con suerte, no sabría cuál de ambas era la mía.

—¡Thalia, se que tu puerta es la cincuenta y tres! ¡Abre! —oí su voz furiosa desde fuera. Esta situación era estúpida pero no quería hablar con él ni mirarle. Casi hubiese preferido que hubiera sido Dean el que me hubiera traído y haber tenido otro viaje incómodo con él.

—No te pienso abrir. —dije más convencida de lo que en realidad estaba.

— ¡Joder! —bramó furioso— Solo quiero hablar contigo, pero no me has dado otra opción que perseguirte porque has salido corriendo.

Eso era cierto, pero podía haber dicho algo en el coche y no lo hizo. Suspiré y me quite de la puerta abriéndola.

—Pasa. —dije cansada de este jueguecito estúpido. Dejé mi bolso en la mesilla y mi abrigo en el vestidor mientras él cerraba la puerta y seguía mis movimientos con sus ojos.

Cuando volví, su abrigo descansaba bien puesto sobre mi cama y él se encontraba sentado en una esquina de esta, mirando al suelo con las manos entrelazadas. Sus rizos caían ahora hacia delante despeinados como si se hubiera tocado la cabeza más de una vez. Vestía un jersey verde oscuro y unos jeans negros. En esa simple posición imponía respeto y seguridad.

Me senté a su lado pasando por enfrente de él. Ni siquiera levantó la mirada.

—Siento haberte hecho correr. — murmuré sin mirarle concentrándome en las vendas.

—Está bien, lo entiendo. —dijo encogiéndose de hombros— Debí haberte hablado en el coche, pero estaba concentrándome para no gritarte.

Me sorprendí y le miré con las cejas levantadas. Sus ojos esmeralda brillaban más que nunca.

—¿Estabas enfadado por mi culpa? — le pregunte curiosa.

—Hace días te dije que te curases las manos. —dijo hablando más alto— No lo hiciste... Ayer, bebiste como si no hubiera un mañana y te ayudé para que no te atragantaras con tu propio vómito. Hoy, —dijo mirándome impasible y con fiereza— te veo andando por la carretera muriéndote de frío. Eres una  inconsciente.

-—¿Qué quieres que te diga? —le pregunté haciendo como que eso no me había molestado—. ¿Qué no lo soy? —miré a sus ojos azules que me observaban atentos— Pues no puedo, porque soy así.  —dije sonriéndole falsamente— Además, en ningún momento te he dicho ni que me ayudases ni que te preocupases por mí.

—Bien. —susurró después de unos segundos mientras se levantaba de la cama cogiendo su abrigo—. La próxima vez, dejaré que te congeles en la carretera. —dijo de espaldas mientras sostenía el pomo de la puerta con total frialdad— Total, tienen razón todos. —siguió mientras se encogía de hombros dándome la espalda— Tan sólo eres una agente  que no debería estar aquí. —dijo secamente mientras se largaba de mi habitación con un portazo.

Esas palabras habían hecho más mella en mí de lo que hubiera pensado. Me había ayudado y se lo había pagado con mi altanería. Era el único  con el que había hablado desde que estaba aquí y no sabia si lo último que había dicho era cierto o no. Quizás, se había arrepentido de haberme dicho las cosas que me dijo ayer.

Me tumbé en la cama y me quedé pensando enfurecida. A medida que pasaba el tiempo, los pensamientos se convirtieron en sueños transformando la habitación en mi antigua casa...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top