Capítulo 3
Hoy empezaban mis vacaciones de otoño, tendría todo el mes de Octubre para mí. Incluso para viajar a otros países y poder alejarme de todo.
En el fondo sabía que no podía quejarme de como vivía porque así es como elegía vivir cada día, pero últimamente, había estado de misión en misión sin parar y estaba realmente cansada.
Tras la última victoriosa misión, Ryo había sido llevado ante Venus y ella le había llevado a unas celdas de aislamiento que estaban debajo de la mansión. Sabía que días más tarde hablarían sobre su futuro en la reunión con el Consejo. Tan sólo esperaba que ese futuro, si llegaba a tenerlo, fuese malo por todas aquellas chicas que había hecho sufrir y por todas esas familias a las que les había arrebatado a sus hijas.
Bajé las escaleras ya vestida con unos leggings negros y una sudadera amplía, azul oscura, que me llegaba a la mitad de los muslos. Estaba dirigiéndome al comedor dónde ya deberían estar todas desayunando. Aquí el desayuno era a las diez de la mañana y tenías que bajar si querías comer en la mansión, si no era así, tenías que ir a la ciudad.
La puerta de madera ya estaba abierta. Pude vislumbrar la increíble mesa central y la fastuosa sala. Parecía una sala de baile antigua por el tamaño que albergaba. Las paredes estaban pintadas de blanco y unos grandes ventanales estaban situados al lado derecho con largas cortinas color rojo adornándolas. Estas, hacían juego con el color de la alfombra desplegada por todo el suelo del espacio. Además, una gran lámpara de araña decoraba el techo, pero ahora estaba apagada debido a que la luz que entraba por los ventanales ya empañaba la estancia. Según me había enterado años atrás, la mansión era bastante vieja pero nadie sabía de su existencia.
Muchas agentes ya estaban sentadas en la mesa. Ayer los agentes de Urano se habían marchado con Ryan a su sede en Nueva York, por lo que todas las que estábamos allí, éramos chicas. Nuestra organización estaba compuesta por las sedes de Gea y Urano, las cuáles trabajaban juntas y tenían las mismas normas. Pero la diferencia era que una estaba formada por chicas, la de Gea, en referencia a la diosa, que era la personificación de la tierra en la mitología griega. En nuestra sede se luchaba por los derechos de la mujer. Nosotras, nos encargábamos de aquellos casos en los que la mujer era utilizada, extorsionada, asesinada o comercializada. También, ayudábamos en algunas otras misiones a los agentes de Urano. Ellos se ocupaban de los demás casos como drogas, mafias, etc. Ambos bandos habíamos sido entrenados para matar, pero la organización no lo toleraba a no ser que fuera un caso extremo o un éxito para la misión. También, el nombre de Urano se había tomado por el dios hijo y esposo de Gea como personificación del cielo en la mitología griega. Sin embargo, no entendía por qué esta distinción de sexos, aunque ambas sedes nos juntábamos en numerosas misiones, así que, es como si no estuviéramos separados.
Me senté junto a Ariadne que se había llenado el plato de croissant, crepes y bueno, todo lo que pudo pillar. La miré mientras llenaba sus carrillos y suspiraba feliz como si su vida dependiese de esos dulces. Su moño despeinado daba la señal de que hoy, era un día de descanso para ella.
—Cómo comas más vas a explotar. — comenté mientras me echaba de algunos platos que había cerca. No tuve que pensar mucho, el chocolate de los muffins me había llamado como si yo fuera un mosquito y ellos la luz.
Andrea Haynes estaba situada a mi lado izquierdo y no pude hacer otra cosa que poner mi cara de asco. Esa expresión se estaba implantando últimamente en mi cara.
Andrea era una de esas agentes que se creía superior al resto, que pensaba que por tener veintidós años y haber estado en numerosas misiones ya era la mejor de todas. Cuando ni de lejos era cierto aquello y en estos últimos meses, apenas había sido asignada a misiones por algún fallo que le costó caro o eso se decía. Lo que más me molestaba de ella es que se creía que por ser guapa, porque era cierto, sus facciones delicadas y sus ojos verdes te hacían ver eso, era superior. Sin embargo, todo su encanto se perdía cuando la oías hablar de ella todo el santo rato y eso lo había visto las veces que había intentado ligar con agentes de Urano, que habían pasado celebraciones aquí o días. Además de que tenía cierta fijación con hacer sentir mal al resto de las agentes. Conmigo tenía una extraña obsesión desde hacía unos años, así que, ambas nos ignorábamos por el bien de la convivencia.
—Ya, sé que voy a explotar. —dijo Ariadne interrumpiendo mi momento de querer matar de nuevo a Andrea — ¡Pero explotaré feliz! —sonrió mientras se acariciaba la barriga por encima de la camiseta blanca que llevaba.
No pude evitar reírme a carcajadas y Ariadne se junto conmigo en estas. Por momentos como este, no sabría que sería sin ella. Nos llevamos bien desde el día en el que coincidimos en la sala de entrenamientos. Recuerdo que no sabía acertar con el cuchillo en la diana y ella especialista en ellos, acabo enseñándome a lanzar uno que diera en el centro.
—¡CHICAS ATENDEDME, POR FAVOR! —gritó Venus desde el extremo de la mesa. Su pelo rubio estaba recogido en una coleta y nos miraba alegre — Como bien sabéis, —continuó cuando el silencio se hizo presente en aquella sala— hoy son vuestras vacaciones de otoño y podréis disfrutar de ellas a partir de hoy hasta principios de noviembre. Debéis estar aquí para entonces. Cualquiera que quiera ir de viaje o desee ver a sus familiares que sepa que puede hacerlo. ¡Muchas gracias y felices vacaciones! —sonrió alegre y todas aplaudimos de acuerdo con ella.
Para cuándo terminé de desayunar no quedaba nadie más en la sala que Holly y Laia, dos chicas nuevas que se habían integrado en la organización hace poco. Parecían majas, pero no hablaban con mucha gente porque eran las más pequeñas. Tendrían entre diez u once años como cuando yo entre aquí. Durante estas vacaciones ellas debían quedarse con Venus, ya que no tenían más familia, como muchas de nosotras. La mansión siempre estaba abierta para nosotras. Por supuesto, nuestros nombres estaban registrados sino no podríamos acceder a ella y además, varios guardias de seguridad se hacían cargo de las puertas.
Cuando salí escaleras arriba para poder hacer mi maleta, una mano me paró en el vestíbulo.
—Venus te está buscando. —me informó Maia, una chica de unos diecisiete años que siempre andaba sola pero se llevaba bastante bien con Venus. Era bajita y con una piel tan blanca como la nieve. Le sonreí agradecida por habérmelo dicho y me marché.
Anduve escaleras arriba hasta la planta numero tres. Incluso, a veces, aún solía perderme por los pasillos y las plantas. A esta mansión le hacía falta unos indicadores para gente despistada como yo.
Cuando llegué a la puerta que ponía despacho, llamé un par de veces a la espera de la voz de Venus.
—¡Pasa! —oí a través de la puerta.
Abrí y cerré la puerta detrás de mi. Como siempre el despacho olía a mora, la colonia que Venus llevaba. Siempre estaba igual de ordenado. De todas las veces que había entrado, no había habido ni una sola vez que hubiera visto un cuaderno fuera de su sitio.
La habitación poseía una ventana que estaba al fondo alumbrando la sala entera. Había una estantería a cada lado con un pequeño armario de metal en el que se guardaban los datos y expedientes de todas las agentes. También, había una mesa de madera rústica que adornaba el centro con un ordenador portátil abierto en el que Venus tecleaba. Me sorprendí al ver a Ariadne en la otra silla de madera frente a ella.
Me senté y miré a Ariadne extrañada. Pero con su encogimiento de hombros como respuesta, supe que ella tampoco sabía nada de lo que iba esto. Venus cerró su portátil y nos miro a ambas.
—Tengo que felicitaros por vuestro trabajo de ayer. Según Ryan, lo hicisteis bastante bien. —comentó sonriente.
—¡Gracias! —respondimos en alto Ariadne y yo. Ambas nos olímos que esto no sólo era por la misión de ayer. No fue una de las mejores que hemos hecho.
—Os tengo otra misión muy importante. —dijo Venus—Podréis optar por no hacerla, pero os diré primeros los beneficios de esta.
—Un momento, —la interrumpí— ¿Y nuestras vacaciones? —pregunté señalándonos a Ariadne y a mí con las manos en un gesto de preocupación. Sinceramente, ya había planificado que quería viajar a algún país como España y pasar el tiempo en algún hotel mientras exploraba su capital.
—Calma. —habló Venus tranquilamente— Se os darán estas vacaciones en otro momento, os lo prometo. Este mes lo recuperareis más tarde. Pero lo tendréis. Sé que hace mucho que no tenéis vacaciones. —dijo y tanto Ariadne como yo suspiramos porque era cierto—. Pero chicas, —siguió hablando suavizando la voz y a la vez poniéndola seria— es una misión de suma importancia que os llevará bastante tiempo.
—¿De cuánto tiempo estamos hablando? —preguntó curiosa Ariadne. Sabía que en su cabecita los engranajes ya empezaban a moverse a la velocidad de la luz.
—De quizás, unos meses... —murmuró Venus.
—¡¿QUÉ?!—exclamé en alto. No me podía creer que una misión durase tanto. Ya podría ser importante para tal duración...
—Dejad de interrumpir y os podré informar bien. —dijo seriamente Venus— Se os pagará por cada mes que paséis allí, más de dos mil dólares. Además de ello, ascenderíais a misiones de gran importancia. Y por otro lado, tendríais que quedaros durante ese tiempo en la sede de Urano.
—¿De qué trataría la misión? — pregunté confusa.
—Últimamente, en algunas misiones relacionadas con la mafia italiana, en especial con la familia Di Rossi han sido un fracaso. —suspiró mirando hacia la mesa— Creemos, tanto Ryan como yo y los del Consejo —estos eran los que solían decidir en asuntos confidenciales y de gran importancia. No tenía mucha idea de quiénes eran ni que hacían, pero se decía que eran exmarines compañeros de Ryan y Venus que creen en esta organización y les ayudan en la toma de decisiones. Algunos de ellos suelen estar en contadas ocasiones en las sedes, pero suelen ser en fiestas o en misiones importantes. Eso es lo que decían por ahí—. Que alguien de la sede de Urano está filtrando información, impidiendo atrapar al capo Leonardo di Rossi. Aún no se sabe como es posible ni el porqué ningún agente pasaría información a una de las mafias más importantes de Italia.
—¿Y nosotras que pintamos ahí? —dijo Ariadne mirándola con curiosidad.
—Vosotras seriáis las encargadas de encontrar al culpable y de entregarlo infiltrándoos en la sede de Urano. Ahora mismo, ellos acaban de volver de sus vacaciones y no retomarán las misiones hasta dentro de dos semanas. Tiempo suficiente para hacer amistades y socializar con todos los chicos que hay ahí. Con todos, me refiero a absolutamente todos. Sin excepciones. —dijo tajante.
—¿Qué le pasaría al traidor? — pregunté aún conociendo la respuesta.
—Ya sabes que le pasará. —habló Venus en una especie de susurro— Se le aplicará lo que sea necesario o lo que el Consejo quiera, para extraer la información si no colabora y si ha sido para hacer daño a la sede se hablará en el Consejo sobre si encarcelarle o eliminarle. —habló sin tapujos.
Miré al suelo con ganas de no pensar en el destino del joven, pero estas normas ya las sabíamos. Si filtras información a aquellos contra los que van, tu vida esta en manos de otras personas. Las normas no eran complicadas, solo había tres y esa era la tercera. La primera, era respetar a los demás y no provocar peleas, sino serías sancionado limpiando. La segunda, era no matar a no ser que se requiera por defensa propia o por éxito de misión.
Sólo pensar que si yo pillará al culpable estaría en mis manos su vida, en mis manos el poder de hacer con él lo que quisieran. Además, sabiendo que todos los agentes no suelen tener más de treinta años. El que más tenía era Ryan con treinta y un años si no me equivoco, y quizás, alguien del Consejo...
—Yo lo haré. —afirmó Ariadne—-¿Cuándo habría que empezar?
—El vuelo será dentro de unos días. Allí diríamos que estáis yendo a ayudar durante unos meses a Urano en algunas misiones por vuestro gran trabajo en Gea. Cosa, que ya saben, porque algunos agentes que han compartido misiones con vosotras han hablado bien de vuestro trabajo.
—¿Cómo os informaríamos? — pregunté aun sin decidirme. Si bien es cierto que yo no perdería nada, pero acercarme durante un tiempo a personas con el fin de saber todo de ellas para averiguar si son los culpables o no, me provocaba náuseas. Sobretodo, si su vida estaba en mis manos.
—Cada semana os reuniríais con Ryan para informarle. Nadie sospechará porque los informes de otros agentes que no son de la sede a la que pertenecen suelen realizarse cada semana para informar a sus sedes de que están realizando bien el trabajo o de que, simplemente, están bien. —dijo mirándonos.
—Debo pensarme esto. —dije mientras me levantaba confusa— Disculpadme.
Avancé hacia la puerta sin mirar atrás. Necesitaba espacio y aire. Iba a utilizar a gente por dinero y por lealtad. ¿Hasta qué punto era mi lealtad?¿Hasta el punto de tener la vida de alguien en mis manos?¿De acercarme a gente solo para informar sobre sus vidas? Sé que esto es por cerrar los negocios de una familia mafiosa importante y por ayudar a la organización. También a Venus, quién me había dado una vida aquí dentro y me había ayudado a mejorar como persona...
Salí al jardín enorme y lo atravesé sin ni siquiera fijarme en aquel césped verde que siempre rodeaba la mansión o en aquella fuente blanca que gobernaba el centro. Saludé sin mucho entusiasmo a Bill que era el guardia de la puerta. Era ya un gran padre que había dejado las misiones a un lado y había formado una familia.
Me conocía igual que bastante gente por ser una de las agentes que había conseguido más misiones y había aceptado todas ellas sin arrepentirse, en un período de tiempo corto, al igual que Ariadne. Supongo que ninguna tiene nada más en lo que volcarse.
Me adentré al bosque y cuando ya no pude ver la mansión, me senté en una roca que había al lado de un gran árbol.
El viento me acariciaba la piel como un beso gélido. Ya estábamos por Octubre y soplaba aire fresco. Mi sudadera me protegía pero no de la tormenta que se avecinaba. No me importaba mojarme si era necesario. Necesitaba pensar y que mejor hacerlo que en silencio y con la lluvia de acompañante.
No me costó mucho encontrar una conclusión. Aceptaría, no tenía nada que perder. He enviado al Consejo a dos hombres yo sola y he seducido a la gran mayoría. Además, la mafia debía acabarse y si alguien trabajaba con ella, debía saber cuáles eran las consecuencias. No estoy de acuerdo con la parte de la eliminación, pero como siempre, el Consejo decide y nadie puede hacer nada. Que yo recuerde desde que vine se han matado a un mafioso muy importante y a un sicario profesional sin escrúpulos decidido por ellos. Por lo que, las probabilidades de que matasen a este agente no eran demasiadas, aunque ese no era el peor de los métodos.
Sopesando mis beneficios, tendría dinero para poder conocer mundo y al fin, no tener que trabajar más en misiones. Tener una casa y dormir tranquila al saber todo lo que he conseguido.
Y pensándolo bien, puede que utilice a esos agentes pero estoy segura que si se les propusiera la misión aceptarían de igual manera. Además, no conozco a ninguno de Urano. Cada vez que algunas agentes hablan de ellos desconecto porque solo hablan de lo guapos que son y es cierto que es así. Yo misma suelo ponerle motes, pero suelo estar tan centrada en trabajar que no me permito ni eso. Y tampoco, escuchar a Andrea y a su séquito sin cerebro porque son las que suelen hablar de los cotilleos y los chicos. Debo reconocer también, que algunos cotilleos los oigo. Por ejemplo, el de Venus y Ryan. Dijeron que se vio salir a Ryan de la habitación de Venus a hurtadillas hace algunas semanas. Pero eso era necesario saberlo, Ryan es como el hombre perfecto...
Un par de horas después, regresé justo cuando la tormenta empezaba y fui directa al despacho de Venus. En la puerta llamé con los nudillos y esperé un adelante. Cuando lo oí pase cerrando la puerta detrás de mí.
Me senté en la silla y esperé a que Venus levantará la vista de su portátil. Pero como no la levantó decidí hablar.
—Acepto la misión. —afirmé en alto viendo como una sonrisa se escapaba en la cara de Venus. Su coleta ahora estaba desecha pero aún seguía igual de guapa que siempre. Que envidia, yo me pongo mi pelo castaño en una coleta mal hecha y parece que me he peleado con una jauría.
—Sabía que lo aceptarías. —dijo mientras cerraba el portátil y me miraba con sus ojos azules—. Debo advertirte que no puedes echarte atrás una vez que la aceptes, ¿lo sabes, verdad? —preguntó arqueando una ceja.
—Si, lo sé. —suspiré— Cada acto tiene su consecuencia.
—Solamente, si ves que se te va de las manos díselo a Ryan, ¿de acuerdo? — dijo Venus levantándose de la silla y rodeando la mesa.
—De acuerdo. —sonreí mientras me levantaba para irme. Antes de salir me dio un abrazo que agradecí en silencio.
—Vamos a comer, anda. —dijo empujando con una mano mi hombro mientras salíamos de su despacho.
Solo pensaba que ojalá todo saliera tal y como esperábamos. Quería creer que lo que se avecinaba no se me iría de las manos. Sin embargo, el instinto me decía que me mantuviese alerta...
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