Capítulo 25

Cuando volví de nuevo al presente y me di cuenta de dónde me encontraba, suspiré cansada. En mitad del bosque, con la nariz congelada y el culo mojado por  la nieve. Al parecer me había sentado sin saberlo.

Me sequé las lágrimas y suspiré pesadamente, apiadandome, esta vez, de mi misma. Estaba hecha un asco. De hecho, llevaba así desde que llegué aquí. Empezaba a cabrearme siempre estar gimoteando por los rincones. Encontré fuerzas de algún lugar de mi mente y ande de vuelta a la sede como un fantasma que vagaba sin rumbo.

Cada vez que volvía un recuerdo fragmentado a mí, me hundía aún más. Hacía ya un año que había ido al psicólogo y no había vuelto a pisarlo de nuevo. Me había dicho que mi mente había bloqueado ciertos recuerdos y eso es lo que me llevaba, a tener ciertos episodios como el de ahora, ansiedad o pesadillas.

Nunca he querido recordarlas de nuevo. Duele pensar en ellas sin poder controlarlo. Sólo imaginar que mi padre en algún momento pudo quererme, me llena de odio y me culpabilizo porque nunca nadie vio los indicios de su locura ni siquiera yo misma.

Aguanté el tipo cuando me reuní con todos para comer, había estado tan perdida, que había vagado por la nieve durante más de dos horas . Así que no me sorprendí cuando Venus y Ariadne me miraron preocupadas, sentadas ya en la mesa.

Estaban todos reunidos e incluso los del Consejo parecían llevar ya un tiempo comiendo mientras bromeaban entre ellos y algunos de los demás agentes hablaban en bajo. Parecía como si hace un par de horas no hubiera ocurrido esa horrible lucha que había llevado a Álex a la enfermería en un estado semi-inconsciente.

Cuando arrastré la silla hacia atrás, chirrió, y dirigí todas las miradas hacia mí. Aún así, me senté y empuje mi silla hacia dentro sin mirar a nadie. Sabía que los del Consejo me lanzarían alguna de sus pullas.

—Parece ser que encima la niñita se salta los horarios como quiere, ¿no te parece mal, Cole? —dijo Kiara con su irritante voz.

Ni siquiera la mire, estaba aún intentando hacerme a está cruda realidad y no a la de mi pasado. Creedme si os digo que el Consejo era lo que menos miedo me daba de mi vida.

—Sí, la verdad es que sí, Kiara. ¿Por qué no nos cuentas dónde estabas, querida? —me preguntó Cole como si estuviera preocupado. Menudo farsante.

Mi contestación fue el silencio. Mis manos se movieron para servirme comida y bebida que tome sin ningún nerviosismo y con una tranquilidad imperturbable. Claramente, por dentro me hervía la sangre. En el fondo de mi ser quería levantarme y avanzar hacia esos tipos y sacarles de un puntapié en el culo. Pero tristemente, no podía hacerlo.

Supe que mi falta de contestación había caldeado el ambiente cuando los tacones de Kiara resonaron por la sala. Tuve que dejar de comer el estofado para atender a ese ser caprichoso y realmente molesto. Me aparté de la silla suspirando y la espere mirándola de pie con las manos en las caderas, como si fuera una madre esperando regañar a su hija. Esta vez no dejaría que me tocase un solo pelo y la trataría como se merecía.

—¿No oyes cuando te preguntan mocosa? —preguntó divertida Kiara a unos pasos de mi— ¿o es que necesitas ayuda para hablar?

—No a la gente como tú. Me irritas. —respondí secamente y una risa de Cole resonó por toda la sala. Me ardía la rabia por todo el cuerpo y quedaban dos segundos para que mi paciencia no se escapase por mis manos. Su mirada cambió y su odio me llegó como un halago para mí. Prefería que me odiase.

—Mira, niña, aquí no decides tú, ¿me oyes? ¿o es que a tú cerebro no le llega bien la sangre? —dijo sonriéndome casi en la cara y sus ojos zafiro fusilandome. Menos mal que las miradas aún no mataban.

—¡Tranquilas, chicas! —intervino Matthew levantándose de la silla— No es que no me guste ni me entretenga vuestras absurdas disputas, pero Kiara, deja a la pobre chica en paz que ya tiene suficiente con la prueba de hoy, ¿o es que acaso tienes algo contra ella?

Kiara se irguió como un palo y se hecho hacia atrás mirando con odio a Matthew que se acercaba a nosotras. El pelirrojo venía con pasos seguros y mirada fiera. Aunque conservaba el brillo de diversión que parecía poseer.

—Matthew, ¿es tu admiración hacia ella la que no te deja ver su rebeldía? —escupió Kiara con asco. ¿Matthew sentía admiración hacia mí? No es que me importase si era cierto aquello, pero me sorprendía que le suscitase admiración.

—¡Para el carro mujer! —dijo carcajeándose y levantando las manos en son de paz— Relájate y vámonos de aquí. Estas dando un espectáculo digno de una película de drama, y sinceramente, empiezas a meterte en terreno pantanoso.

—¡Así que es cierto! —se carcajeó fríamente Kiara— No pensé que pudieras sentir admiración por una muchacha como ella. Se que su historial es bastante entretenido, pero ¡por favor! ¡mírala! —exclamó señalándome como si fuera insignificante.

—¿Sientes celos de ella, Kiara? — preguntó divertido Matthew— Creo que ya eres mayorcita para estas escenitas.

Parecía un partido de tenis, lo que pasa que en vez de pelotas se lanzaban pullas. Pensaba que  iba a tener que arrancarla un mechón de pelo para que se callase, y al final, su mismo compañero le había dejado con el culo al aire. Ciertamente, había sido ella la primera en dejárselo a él. Pero a lo que iba es que me lo estaba pasando de pipa, ahí de pie con una sonrisa en la cara mientras me reía de Kiara. Ni que decir de las caras divertidas y de sorpresa de cada uno de los agentes que estaban en la mesa.

—¡Se acabo! —gritó Cole con fuerza. Me encogí sin quererlo del miedo que producía su voz grave—. ¡Kiara, márchate fuera para que te de el aire! —le ordenó duramente con su voz resonando por toda la sala. Un escalofrío se introdujo en mi cuerpo.

—Matthew, me vas a pagar esto. —le amenazó Kiara mientras daba media vuelta y se iba por la puerta de la sala hacia el vestíbulo con sus tacones resonando fuertemente sobre la alfombra.

—¡Se terminó la comida! ¡Todo el mundo fuera, ahora! —rugió Cole cabreado— ¡Matthew, ven aquí!

Todos nos marchamos apresurados como una manada hacia las puertas. Fui directamente hacia mi habitación. Tenía planes más urgentes que averiguar cuál era la conversación que estaban teniendo esos dos...

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