Capítulo 17

A veces, me gusta pensar que las cosas pasan por una razón, que las personas que conoces y entran en tu vida o salen, es por algún motivo. Me gusta creer que siempre habrá algo mejor para uno. No todo lo malo puede pasarle a una persona aunque en un determinado momento eso sea lo que parezca. Después de tanto, se que todos pasamos por cosas tan malas como buenas y a veces, más malas que buenas. Si me tenía que basar en la realidad y no creer en un destino, estaba perdida. Necesitaba creer que las cosas ocurrían por algo, y que ese algo, sería mucho más fructuoso que el dolor que estaba sintiendo en ese momento.

Hacia ya tres días que había vuelto a ponerme en marcha. Aún no podía moverme demasiado bien por los puntos y me frustraba sentirme inútil. Todo el mundo seguía de aquí para allá, y yo apenas podía seguirles el ritmo. Venus y las otras agentes aún seguían aquí ayudando con el traslado de objetos de la otra sede. Todos estábamos estresados por el Consejo e incluso eso me parecía gracioso. ¿Cómo temíamos lo que casi no veíamos?.

Apenas la mitad de los agentes conocían a estas personas, y yo sinceramente, ni me sabía un solo nombre de ellos. Pero esto cambiaba cuando Venus nos decía que teníamos que ponernos a descargar aún cosas y colocarlas. Además, teníamos que escribir un informe sobre lo que paso en el jardín, narrando detalle a detalle aquella matanza. Algo que aún no podía escribir. Realmente, me costaba contar lo sucedido mostrando solo objetividad en el informe. ¿Cómo se supone que debía acabar el informe? ¿Debía poner que no recuerdo nada más porque me estaba muriendo desangrada?.

Para más inri, estaba furiosa. Tanto conmigo misma como con Hayden. No había sido capaz de venir a verme. Ni siquiera me había dicho un hola. El segundo día cuando le vi, después de despertarme, en el comedor con el resto, se me hizo un nudo en el estómago. Él apenas hablaba y casi no comía. Sólo miraba apenado su plato removiendo la comida. Sentía unas inmensas ganas de correr a abrazarlo, pero era tal mi enfado con él que no lo haría nunca. Cuando supo que le miraba, cogió su plato y se largó. Por un momento, pensé que le había hecho algo, pensé que quizás, yo había tenido la culpa y le había molestado algo que había hecho. Sin embargo, se disiparon mis dudas cuando pasó por mi lado sin saludarme. Tuve que tragarme mis ganas de empujarle y decirle: "¿quieres dejarte de comportar como un capullo y decirme qué te pasa?".

No iba a ir detrás de alguien que me trataba así, no tenía la culpa y no me lo merecía. Parecía cómo aquel día cuando le conocí en la cocina y se comportaba conmigo de esa manera. Era increíble como era capaz de ignorar el resto que había pasado. Incluso, el beso que me dio aquel día antes de la matanza. Pero, así son las personas, supongo.

Subí las escaleras hacia la enfermería tras salir de mi habitación aún con el informe en blanco encima de la cama. Sabía que lo debía entregar mañana, pero mis manos se negaban a escribir algo sin que mi mente antes pudiera haberlo pensado.

Hoy era el día en el que al fin Will podía quitarme los dichosos puntos. Estaba hasta las narices de ellos, me picaban y no podía rascarme. Además de la cantidad de tirones de piel que me daba cuando hacia cualquier movimiento.

El olor a antiséptico me golpeó la nariz nada más entrar recordándome viejas sensaciones. Aún, algunas camillas seguían siendo usadas por dos agentes que al parecer ya estaban conscientes. Me alegraba por ellos aunque no los  conociera.

Fui hasta Will que se encontraba al fondo de la sala cogiendo un par de cosas de una caja de cartón. Esperaba no pillarle en un mal momento y que pudiera quitármelos hoy como me había dicho días atrás.

—¡Hola, Will! —saludé con entusiasmo cuando llegué a dónde estaba él.

Se giró sonriéndome con las manos llenas de gasas y agua oxigenada. Ahora, parecía más relajado y las ojeras casi habían desaparecido de su rostro dejando ver una tez blanquecina con pequeñas pequitas en las mejillas y la nariz. Aunque, su pelo pelirrojo estaba despeinado a más no poder.

—No me lo digas, tengo que quitarte los puntos, ¿a que sí? —preguntó levantando una ceja divertido ante mi cara de cachorrillo.

—Sí, por favor. —le supliqué como una niña pequeña.

—Dame un minuto para dejar todo esto y vengo a quitártelos para que seas libre. —dijo gracioso mientras se iba hacia la puerta.

Me senté en la camilla y me miré las manos sin saber que más hacer. Estar aquí hacia que unas terribles náuseas aparecieran al recordarme que había estado apunto de no despertarme nunca más...

Tras unos minutos unas fuertes pisadas resonaron por toda sala y levanté la mirada esperando que fuera Will. Pero para mi desgracia o la suya, era Hayden. No pude resistirme para mirar su paso decidido, ni su precioso cuerpo que iba cubierto por una camiseta negra de manga larga que se amoldaba perfectamente bien a su torso y brazos y unos pantalones vaqueros negros que le quedaban a la perfección.

—Pensé que Will estaría aquí. —dijo con voz ronca mirando al suelo o a cualquier parte excepto a mi. Parecía que le daba repugnancia mirarme.

—Pues ya ves que no. —contesté fríamente intentando que se entreviera que quería despacharle. Sentía unas violentas ganas de golpearle su precioso rostro para que me mirará a los ojos con los suyos esmeralda. Quería ver el brillo de éstos, los que tanto había echado de menos o sus increíbles labios carnosos que le hacían ver aún más guapo.

—Ya, adiós. —contestó tensó marchándose de vuelta por el pasillo.

Se que debí haberme controlado, se que debí no haberle dicho nada, pero no aguantaba más. La tensión que había sentido estando con él, había hecho que mi rabia aumentase hasta límites indescriptibles. Así que le grité furiosa como nunca antes había gritado a nadie, y sobretodo con dolor :

—¡Hayden, eres un completo gilipollas!. ¡Ni siquiera tienes la valentía suficiente para enfrentarte a las cosas!. ¡Cobarde de pacotilla!.

Sabía que debía verme como una loca y que los dos agentes que quedaban en las camillas observaban atónitos la escena. Recogí aire, llenando de nuevo mis pulmones que se habían quedado vacíos tras mis gritos.

Ahora en  medio del pasillo, veía su silueta parada. Sus puños apretados a cada lado y su cuerpo tenso se veían desde dónde yo estaba. Esperé aún respirando entrecortadamente, con la esperanza de quien intenta aferrarse por última vez a algo. Pero, sin una palabra, retomó sus pasos. Esta vez de una manera tranquila, con pasos controlados como si no hubieran sido para él las palabras que habían salido de mi boca y se fue como si nunca nos hubiéramos encontrado.

Por un instante había pensado que le había hecho reaccionar y que me diría el  por qué se había alejado de mi de esa manera tan fría, sin yo haberle hecho nada. Pero no había funcionado ni una sola de mis palabras.

No pude controlar mis lágrimas que caían en silencio, una tras otra por mis mejillas. Empecé a temblar de pies a cabeza y temiendo caerme, me volví a sentar en la camilla con las manos tapándome la cara. Estaba tan artudida que lo único que sentía era el dolor que me desgarraba por dentro. ¡Maldita sea, dolía tanto!. Tanto como no saber que me pasaba con él y tanto como haberme dado cuenta de que no le importaba absolutamente nada. Si hubiera sabido esto antes, quizás hubiera podido controlar lo que sentía ahora, sea lo que fuere.

No me sorprendió no oír a Will cuando regresó hasta que sus brazos me estaban sosteniendo. Que frágil parecía ahora y que frágil me sentía. Cuando paré de llorar, me aparté de Will y me sequé las lágrimas de un tirón como si nunca hubiese llorado.

Levanté mis ojos adoloridos por tanta llorera a los suyos color verdes que me observaban como si fuera una pequeña niña. ¿Era eso en lo que me estaba convirtiendo aquí?. Sabía que volver a querer a más gente iba a destrozarme, lo que no sabía es que empezar a quererle a él, acabaría conmigo. Lo estaba consiguiendo y yo estaba permitiéndoselo.

Me aclaré la garganta y murmuré casi de una manera inaudible:

—Quítame los puntos, por favor. —solo tenía ganas de hacerme un ovillo en mi cama y no salir de ahí hasta haber superado toda la mierda que llevaba encima.

Will asintió y en cuestión de segundos ya no los tenía. Ni siquiera me quejé. Estaba ausente. Cuando acabé, le di las gracias por educación y me marché a mi habitación. Quería pensar o me volvería loca. Necesitaba ordenar mis ideas, ver mis prioridades y llorar todo lo que necesitase para seguir adelante.

Ahora tumbada en la cama y con los ojos cerrados me preguntaba si habría alguna manera de controlar lo que estaba amaneciendo en mi pecho. Quería pensar que si, que era posible. Aún recuerdo la respuesta de mi madre cuando le pregunté aquello siendo pequeña. Ese es uno de los buenos recuerdos que aún conservo en mi mente...

(FLASHBACK)

Tenía seis años por aquel entonces. Mi madre y yo veíamos una película de esas que suelen echar de amor, en la que ambas personas, a pesar de que sus familias no estaban de acuerdo con que estuvieran juntos, finalmente lucharon contra sus respectivas familias, unidos y vencieron jurándose amor eterno (de esos que no existen). Cuando acabó la película, me giré en el sofá morado y pregunté a mi madre incrédula:

¿El amor hace todo eso, mami? —Sus ojos verde olivo me miraban compresivos con su habitual brillo.

Claro, cariño. De eso se trata el amor. De creer en él, de luchar por él y equivocarte si es necesario. Ya lo entenderás algún día. —dijo sonriéndome cálidamente. Y que bonita sonrisa tenía. Aún, seguía apareciendo en mis sueños de vez en cuando.

Pero, ¿y si no quiero querer a alguien? ¿No puedo controlarlo o evitarlo? —pregunté inocentemente al recordar como ambos protagonistas habían llorado brutalmente.

¡Oh, cariño, eso no puede controlarse! —exclamó riéndose— A veces, te dolerá tanto que no querrás nunca volver a sentir nada de nuevo pero no puedes ni controlarlo ni evitarlo. Simplemente, es así.

Entonces, ¿por qué vas a luchar por algo que te va a llegar a doler?.

Porque no hay mejor manera para aprender que queriendo. No hay nada más bonito que equivocarse por amor. De esa manera, uno aprende muchas cosas y crece de una manera desmesurada. Y, cariño, vale la pena amar a alguien con todo lo que puedas sin perderte a ti misma.

No lo entiendo, mami. —dije con el ceño fruncido mientras intentaba apartarme un mechón que se había escapado de una de mis dos coletitas— ¿Cómo vas a querer algo que te va a causar dolor tarde o temprano?

Ya lo entenderás cuando te enamores de alguien. —dijo sonriendo mientras me estrechaba entre sus brazos.

Ojalá ahora mismo estuviera mi madre aquí, conmigo. Ya no estaba tan segura de si quería amar. Amar, dolía más que nada. No sabía si me valía la pena amar a las personas si estas no valoraban lo mucho que me costaba mostrar partes de mí.

Pero supongo que ahora lo entendía. Realmente, amar si vale la pena, vale la pena si quieres con todo aunque a ti no te quieran con nada. Ellos no sabrán del amor, pero tú sí. Y sabes que lo has dado todo y nunca podrás reprocharte nada. Porque diste lo mejor de ti en el momento en el que pudiste darlo. Quizás, a las personas equivocadas y a ti te dolerá mucho por un tiempo, pero más a ellos cuando vean que tú ya no estas ni estarás nunca. Valdrá la pena que duela si lo haces por alguien que quieres. Aunque si duele más de lo que estás bien, nunca valdrá la pena.

Inevitablemente, me daba cuenta de que me estaba enamorando de Hayden. Pero no iría detrás de él. Si él quería tiempo, lo tendría, pero no puedo dejar que salga y entre cuando quiera de mi vida. Me valoró más como persona, que para dejar que nadie me trate como una basura o pase de mi existencia.

Sin embargo, eso no logró consolarme lo suficiente. Acabé dormida entre lágrimas, échandome la culpa por nunca haberme dado cuenta antes de que esto que sentía iba a ser imparable.

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