Capítulo 15
(FLASHBACK)
—¡Mentira! —rugió con fuerza y un pequeño alarido se escapó por mi garganta. Me puse las manos rápidamente en la boca con la esperanza de que no se hubiera oído. Pero él ya me había visto, sus ojos negros me miraban inyectados en sangre.
Soltó de un empujón a mamá y corrí lo más rápido que pude hacia la seguridad del armario con sus pisadas persiguiéndome.
Ese ya no era mi padre.
Nunca había temido a ese hombre tanto como aquel día. En el fondo rezaba porque solo fuera un hombre desconocido y esto fuera una broma pesada. Ansiaba desde lo más profundo de mi ser que él no fuera parte de mi sangre. Solo quería recuperar mi inocencia. Una inocencia que perdí.
Corrí hacia el armario y me escondí cerrando la puerta con rapidez pero con sigilo. Me hice un ovillo entre la ropa y me escondí bien entre ella. Aún escuchaba los sollozos de mi madre desde el piso inferior. Tuve que tragarme los míos para no delatarme.
—Niña, lo mejor es que salgas ya.—advirtió aquel hombre, o ¿debería llamarlo, padre?— No estoy jugando. Se que estás por aquí... —habló carcajeándose. Para él esto era insignificante, una pérdida de tiempo. Su propia familia no significaba nada. Él era el gato inteligente y nosotras, los ratones a su merced. Somos aquellas que por un mínimo fallo serían devoradas...
Oí sus pasos por la habitación y cuando abrió la puerta del armario, contuve la respiración. Sus manos se metían escarbando entre la ropa. En cuestión de segundos, iba a pillarme, lo sabía. Aún así no iba a salir por voluntad propia para ser atrapada por sus enormes manos.
En cuestión de segundos, el abrigo que me ocultaba se apartó de un tirón revelando mi posición. No me hizo falta mirarle a los ojos para saber que los tenía rojos ni olerlo para saber que iba ebrio. Una sonrisa maquiavélica se hizo presente en su rostro y sabía que nunca más la olvidaría. Sabía que sería la responsable de mis pesadillas y mis futuros problemas.
Me agarró del pelo y grité sollozando, pataleé mientras me llevaba a rastras por el suelo. Me cogió sin cuidado en sus brazos bajando las escaleras. Estaba tan asustada que ni siquiera su olor pestilente me daba náuseas. Me soltó junto a mi madre en el piso inferior. Las lágrimas bajaban con rapidez por mis mejillas, mi cabeza me dolía por los tirones, pero el dolor que sentía iba más allá de lo físico. ¿Desde cuándo mi padre se había convertido en un monstruo?
Se acercó a mi madre y tiró de su pelo haciendo que ésta le mirase a los ojos. Apenas quise observar aquella escena. Sentía impotencia por no poder ayudar a mi madre y una gran confusión por la conducta de mi padre. Estaba realmente desorientada, confusa y cansada que incluso deje de llorar.
—Hellen, ahora dime —dijo tranquilamente como si no estuviera haciendo sufrir a su familia— delante de esta mocosa, si ella es hija mía.
—bajó la voz convirtiéndola en algo escalofríante.
—Lo es. Es hija tuya. —dijo mi madre firmemente. No entendía nada, ¿cómo no iba a ser su hija?. Aunque la idea de no serlo me produjo un alivio que nunca admitiré en voz alta.
—¡Mentirosa! —exclamó furioso soltándola de un empujón. Entonces me miró y supe que aquellos ojos negros furiosos y sin alma tras ellos, me iban a hacer un daño irreparable. No me resistí cuando cogió mi pelo y me levantó poniéndome frente a mi madre.
—Tú lo has querido, Hellen. —sonrió de oreja a oreja— Por cada mentira, tú hija lo pagará con un golpe.
Un escalofrío recorrió mi espalda y sollocé sin poder hacer nada más. Me iba a pegar, sin ser culpable yo de nada y lo estaba aceptando como si aquello fuera inevitable. Mi madre me miró a los ojos fijamente, y supe que tras aquellos ojos rojos llenos de rabia ella no podía hacer nada.
—Empecemos. —dijo cogiéndome del cabello con fuerza y poniéndose en cuclillas, ya que yo era pequeñita y apenas le llegaba a la cintura— ¿Es o no, mi hija? —preguntó poniéndome frente a mi madre de un tirón.
Mi madre calló mirándome a los ojos con una disculpa sincera en ellos. En esos instantes la odié de todo corazón por no hacer nada para defenderme. Cerré los ojos preparada para el primer golpe de tantos.
—¡Para! —chillé abriendo los ojos llenos de lágrimas e incorporándome. Respiraba agitada como si hubiera corrido una maratón. Su olor, los gritos de mi madre y mis propios sollozos se unían en mi mente horrorizándome una vez más y recordándome que estaría eternamente anclados en mi cabeza.
—¡Tranquila! —dijo Ariadne saltando de una silla plegable a mi camilla— Estás aquí conmigo. —susurró abrazándome rápidamente. Estaba temblando de pies a cabeza, pero un dolor en el torso me hizo contener un gemido apartándome del horror revivido.
—¿Pero qué? —murmuré alejándome de Ariadne con una mueca de dolor. Me levanté la camiseta blanca, que no recordaba haberme puesto y vi una venda me envolvía por la espalda y por la parte de delante, alrededor de mi torso.
—Te hirieron con uno de esos cuchillos que llevaban los tipos de negro. —dijo Ariadne con voz triste.
Me bajé la camiseta y pensé en que había pasado. De repente todo comenzó a reaparecer en mi cabeza: la granada, los hombres vestidos de negro, las muertes, los cuchillos y el rostro de aquel hombre antes de caer en el césped mirando como la sangre salía rápidamente de mi torso.
—Pensaba que iba a morir... —dije entrecortadamente mientras miraba mis manos en mi regazo. Ahora mismo, me sentía tan vulnerable que solo un toque me haría caer.
—Pero eso no ha pasado. —intentó tranquilizarme Ariadne— Estas aquí, conmigo otra vez. —me aseguró cogiéndome una mano con suavidad.
—Pero estuve tan cerca. —dije apesadumbrada— Vi pasar mi vida por delante de mis ojos en tan solo un segundo. Te lo juro.
Me negué a mirar hacia Ariadne cuando una lágrima salió despedida de mi ojo izquierdo. Tras la primera empezaron a salir muchas más. Intenté parar las lágrimas que bajaban una tras otra y me alegró que Ariadne respetase mi silencio.
Empecé a hipar sin quererlo descargando todo aquel miedo que había sentido. Me solté de la mano de Ariadne y me tapé la cara con las manos. Había estado a punto de perder a la gente que quería, había estado apunto de no volver a verles...
De pronto recordé la pesadilla y sollocé aún más, sin poder evitarlo. Entonces sentí la mano cálida de Ariadne en la espalda intentando consolarme. Se lo agradecí aunque siguiera llorando una y otra vez. Todos esos momentos, habían desencadenado mis recuerdos. Después de tantos años, volvían y me gobernaban.
—Está bien. —tartamudeé pasado unos minutos— Estoy bien, lo estoy. —dije repitiéndomelo como un mantra, en un intento por hacerme creer a mi misma que no debía llorar por esto. Ese hombre ya no estaba vivo, solo estaba en mis pesadillas y debía afrontarlo, por muy poco que me gustase. Maldita sea, tenía que avanzar, no retroceder cada vez que mis recuerdos decidieran hacer acto de presencia en mis sueños o mi vida diaria. Después de casi morir, debería centrarme en vivir.
Me limpié el rostro y suspiré. Levanté la cabeza y sonreí tímidamente a Ariadne. Ésta me miraba preocupada, pero me devolvió la sonrisa.
—¿A qué no sabes quién ha venido?—dijo sonriendo ampliamente cambiando de tema. Hecho, que le agradecía en silencio.
Negué con la cabeza mientras dirigía mi miraba a dónde me encontraba. Ni siquiera me había percatado que estaba separada por una cortina blanca portátil. De las típicas que se utilizaban en los hospitales para separar a la gente de otra en un intento por hacer las cosas privadas. La gente me habría oído gritar y eso me hizo sentirme peor. Aunque, lo cierto era que apenas oía ruido, por lo que no habría mucha gente despierta, o bien, en la sala. De hecho, la sala parecía bastante grande, y los ventanales decoraban las paredes de gotele de color blanco. A través de los grandes cristales apenas lograba ver dónde nos encontrábamos por unos cuantos árboles que parecían extenderse.
—¡Venus! —exclamó contenta y una sonrisa se extendió por mis labios— Nada más enterarse de todo lo que pasó por Ryan, decidió venir junto a unas cuantas agentes de Gea hace un par de días. —me explicó parándose en seco con cara de desagrado— La mala noticia es que Andrea está entre ellas.
Reprimí una mueca de disgusto y me paré a pensar en que si eso había ocurrido hace un par de días, ¿cuánto tiempo llevaba yo ausente?. Me golpeé mentalmente por no haber preguntado eso al principio ni por no haberme dado cuenta de donde se encontraban los demás ni si estarían bien ni tan siquiera no haber reparado en las ojeras que Ariadne tenía bajo los ojos.
—¿Cuánto tiempo llevo en este sitio? —pregunté alarmada— ¿Y los demás? ¿Están bien?.
—Llevas cuatro días inconsciente.—dijo sonriendo tristemente—Esperábamos que te despertases antes como Will nos dijo. —levanté una ceja ante la aparición del nombre de este— Will y Max son médicos, bueno Max antes lo era y Will estudió medicina. —dijo en una rápida explicación a lo que asentí rápidamente para que continuase— El caso es que —paró para apartase el pelo pelirrojo que se le había puesto en medio de la cara— perdiste mucha sangre. De hecho, ha sido casi un milagro que hayas sobrevivido. Gracias a la rapidez de Álex para llevarte a la sala de emergencias. —recordaba que Alex me había levantado del césped mientras yo cerraba los ojos— Todos están bien.
—afirmó haciendo que mi cuerpo se relajase y entendiendo que me refería a aquellos con los que me había relacionado en mi estancia en Urano— Murieron catorce agentes y entre ellos uno de los niños, Thomas y Harry, mi vecino. —contuve la respiración. Ese niño lo había visto junto a otros dos. Era terrible saber que había muerto con tan poca edad y a manos de alguien sin rostro. Y aquel chico raro, Harry, lo sentía tanto por él...
—¿Dónde estamos? —pregunté cambiando de tema rápidamente para que no se notase mi tristeza.
—En una base a las afueras de Ohio. —contuvé la sorpresa— Vinimos lo más rápido que pudimos, hará unos tres días. Han estado haciendo recuentos y ayudando a los heridos. También, el Consejo exige culpables y han enviado un ultimátum. Al parecer estuvieron intentando sacar información a aquellos dos que habían sobrevivido cuando asaltaron la sede y no han soltado ni una gota de información. —dijo y sus ojos grises mostraron temor— Así que, tenemos un mes para encontrar al culpable y sino lo encontramos empezarán a extraer información uno por uno. Incluso, han paralizado todas las misiones, quieren que busquemos respuestas de quien nos atacó, sin descanso.
—¿Eso quiere decir que tomarán las medidas que ellos vean, sean cuáles sean?. —pregunté alarmada. Nos torturarían estaba segura, a nosotras las primeras y ni Ryan ni Venus podrían hacer nada para evitar aquello.
—Sí. —asintió confirmando mis sospechas— Están como locos por lo sucedido. No se explican como han podido saber su ubicación y les corroe no poder saber quién es el traidor, el cual morirá por esto.
—Además, aún no sabemos quien puede ser. —dije suspirando. Estábamos en un buen lío... — Nosotras seremos las primeras en pagarlo. Estaremos en su punto de mira y empezarán por nosotras. Esta misión es un fracaso desde el primer momento que accedimos a realizarla.—susurré mientras escondía mi cara entre las manos— No podemos sacar información tan rápido sin crear sospechas entre la gente y empezarán a no fiarse de nosotras. Es una locura...
—Es cierto. —dijo Venus sobresaltándonos a Ariadne y a mi— No he podido hacer nada para evitarlo. —comentó sentándose en la camilla a mis pies. Una trenza de raíz sujetaba su pelo rubio y sus ojos azules denotaban cansancio— Los del Consejo lo quieren ya y por desgracia están todos de acuerdo. Nos tienen con las manos atadas. Por más que Ryan y yo intentemos que no se realicé aquello, no podemos ir en contra de lo que quieren. La venganza les está nublando el juicio y no les deja ver la realidad. —dijo avergonzada por primera vez en mucho tiempo— Intentaré por todos los medios que no os sometan a esos castigos a vosotras.
—Gracias, Venus. —dijimos Ariadne y yo al unísono.
—Pero bueno, —dijo desviando el tema— me alegro de que ya estés mejor, Thalia. Todos hemos estado esperando para que despertases. Unos más que otros. —dijo guiñándome el ojo— En cuanto oí todo lo que pasó, fui corriendo a ayudar. Me asusté muchísimo cuando Ryan me dijo que te habían apuñalado. Lo siento tanto. —se disculpó tristemente Venus.
—Esto lo elegí yo. —afirmé segura— Sabía a lo que podía enfrentarme. No cargues con esa culpa porque no es tuya. —le sonreí. Se levantó y me dio un abrazo fuerte. Necesitaba estar con ella otra vez. Era mucho más que mi jefa, era mi familia.
—Llamaré al resto. —dijo Ariadne dándonos espacio y alejándose.
—Tenías que haberme dicho que las pesadillas estaban volviendo. —me reprendió Venus en un intento de regaño, pero su voz fue dulce— Ryan me lo contó y tenía pensado venir a verte aunque me aseguró que Hayden te supervisaría.
—No quería preocuparte. —dije sonriendo— Lo estoy intentando sobrellevar por mí misma. Ya es hora de que lo supere. —dije encogiéndome de hombros mientras dirigía mi mirada al regazo para que no se notase que ni yo misma me creía eso.
—Sabes que puedes hablar conmigo de ello, ¿no?. —sugirió recordándome que no le había contado ni la mitad de todo.
—Lo sé. —suspiré— Solo que no se si ahora mismo puedo hacerlo.—admití.
—Pero, ¡mira a quien tenemos aquí!. —interrumpió Álex con una sonrisa de oreja a oreja. Ese chico cada vez me caía mejor— ¡Pequeñaja! —dijo afectuosamente. Me acababa de dar cuenta que había echado de menos su presencia. —Te aviso de que voy a achucharte.
—¡Debo tener un aspecto espantoso! —exclamé riéndome en sus brazos mientras me aguantaba una mueca de dolor porque los puntos me tiraban de la piel.
—¡Que va! —dijo en tono jocoso— Tú siempre estas preciosa.
—¡Mentiroso! —dije fulminándolo con la mirada cuando nos separamos, pero no pude aguantarme la sonrisa que siempre me sacaba.
—¡Apartaros de mi enferma! —dijo Max con una sonrisa. Su panza regordeta estaba oculta por una bata blanca de médico.
—Dame un abrazo, anda. —murmuró con los brazos extendidos— Me alegro de que estés bien. —susurró en mi oído.
Uno a uno pasaron tras él. Incluso hasta Andrea vino a decirme que se alegraba de que estuviese bien, cosa que me sorprendió bastante. Todos a excepción de Hayden.
—Yo y Sharif debemos irnos. —dijo Azael levantándose de mi cama. Habían sido los últimos en venir— Me alegra mucho, de verdad, de que ya estés bien. —habló con algo de culpa en sus ojos casi imperceptible.
—¡Preciosa, no vuelvas a darnos este susto! —exclamó Sharif guiñándome su increíble ojo gris casi transparente. Me despedí de ellos con una sonrisa y se marcharon.
Estaba atardeciendo y aún no había visto a Hayden. No sabía como sentirme respecto a aquello, pero mi cabeza adolorida impedía que le diese más vueltas al asunto, aunque mi estómago se hubiera contraído de pensar en que ni siquiera había venido a verme. También, mis ganas por salir de aquí empezaban a agobiarme. Aún me parecía raro saber que le importaba a la gente...
—¿Puedo irme de aquí? —pregunté esperanzada a Venus, quien aún seguía aquí.
—Todo depende de lo que Will diga. —dijo encogiéndose de hombros— Debería irme a hablar con Ryan... —dijo levantándose de una silla—–Hasta luego, chicos.
—Yo también debería irme a ayudar a los chicos con todo. —se excusó Álex mientras me sonreía— Vuelves a dejar que te hagan daño y no respondo de mis actos. —dijo acercándose para darme otro abrazo.
—Gracias por salvarme la vida... —le susurré a Álex en el oido.
—Es todo un placer salvarte. —dijo quitándole importancia— ¡Ahora el más guapo de todos se va! —anunció en un movimiento de cabeza rápido para apartarse el pelo que se caía por su frente.
Ese comentario consiguió sacarme una carcajada. Menudo ego tenía el tío. Aunque podía permitírselo, todo hay que decirlo...
—Está colado por ti. —comentó Ariadne con una sonrisa traviesa cuando desapareció de nuestra vista— Me aventuro a decir que desde que te vio por primera vez.
—No lo creo, solo somos amigos. —negué sin hacerla caso. En el fondo sentía que podía ser verdad que él sintiera aquello. Pero no quería admitirlo, me llevaba genial con él.
—Para él, no lo creo. Estaba destrozado cuando te vio en la camilla sin abrir los ojos estos días.
—–argumentó— Igual que el tonto de Hayden.
—¿Por qué le llamas tonto? —pregunté a la defensiva sin querer.
—Porque esta claro que es al que esperabas que viniera y el muy tonto ni se ha presentado para ver que tal estas. No me quiero meter en lo que sea que tengas con él. Pero es un completo idiota. Solo vino cuando te vio tumbada en aquella camilla, comprobó que seguías viva y se largó sin más. —dijo mientras se levantaba enfadada— Voy a llamar a Will.
Asentí, sin decir nada. Lo cierto, es que me dolía que no estuviera aquí. No tenía maneras para excusarlo y no lo haría. Eso dejaba claro lo mucho que le importaba. Me preguntaba si para él aquel beso significó algo o simplemente, fue eso, un beso.
Esperé, en silencio, sopesando quien de todos podría ser el traidor y el por qué delataría nuestra posición. Todos éramos una especie de familia, no me cabía en la cabeza.
—Voy a revisar tu herida. —dijo Will con unos guantes de látex en las manos apareciendo por detrás de la cortina. Se le veía cansado con el pelo pelirrojo revuelto y grandes ojeras bajo sus ojos verdes. Se notaba que había estado trabajando sin parar. Me subió la camiseta y me quitó la venda haciendo que me tumbase en la camilla.
—La herida está en perfectas condiciones. Te la curaré y podrás irte a tu habitación. —me aseguró— Pero deberás tener cuidado con los puntos ya que hasta dentro de dos o tres días no podre quitártelos. También, deberás curártelos tres veces al día, ¿de acuerdo?. —asentí contenta ya que al fin podría largarme de aquí—Te daré un par de pastillas para que no los notes.
—Bien, gracias. —suspiré aliviada y cansada por estar sentada y con cables aún conectados a mis venas— ¿Puedo? —pregunté señalando al tubo conectado en mi brazo.
—Sí. —dijo mientras cogía de debajo de la cama un par de cosas de una caja. Me desenganché el tubo con cuidado, reprimiendo un gritito. No me gustaba mucho la idea de tener una aguja atravesando una vena.
Cuando Will acabo de curarme, me ayudó a levantarme. Llevaba unas mallas negras puestas que me daban comodidad. No me sorprendí cuando mis piernas flaquearon y casi me caigo al suelo.
—Es normal que te pasé esto. —dijo Will ayudándome a ponerme en pie— Has estado unos cuantos días sin moverte. Tu cuerpo tiene que acostumbrarse de nuevo a andar. Llevas varios días dormida como la bella durmiente.
—Gracias, Will. Por todo lo que has hecho por mí. Al fin y al cabo, has hecho que sobreviva. —dije agradeciéndoselo de corazón.
—Nada, esto es mi vocación. —dijo restándole importancia con un gesto de la mano— Me alegro de que estés mejor. Ahora, lárgate de aquí con esto. —dijo entregándome una especie de bolsa con una caja de pastillas y vendas— Tómate una de esas pastillas cada ocho horas, y ahora venga, fuera. —dijo mientras me daba empujoncitos para sacarme de allí. Por poco, casi vuelvo a caerme. Era tan extraño andar. Mi cuerpo parecía dormido aún y me temblaban las piernas. Era horrible.
La sala era enorme tal y como me lo había imaginado. Había multitud de camillas extendidas por la sala. Pero cómo predije muchas se encontraban vacías ya. A excepción de algunos que seguían inconscientes enchufados a aparatos respiratorios y vías intravenosas.
En la puerta me esperaba Ariadne mirando al suelo con aire ausente, en cuánto me vió, empezó a reírse. Lo cual hizo que mi cara se transformase en la de un demonio.
—¿De qué te ríes? —pregunté abriéndome paso hacia las escaleras.
—De tus pintas, necesitas una buena ducha. —dijo carcajeándose— Y esas escaleras son para subir al ático, preciosa. —dijo enfatizando esta última palabra con tono irónico. Simplemente, le fulminé con la mirada y me uní a sus carcajadas sintiéndome afortunada por estar otra vez de vuelta aquí, junto a ella.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top