Capítulo 11
Me desperté con un brazo rodeándome con fuerza y el calor de un cuerpo detrás de mí. Supe que era Hayden con tan solo oler la almohada con su fragancia. Eso abrió un debate en mi mente por no saber si quedarme o irme antes de que se despertará. Quedarme porque quería hablar con él, pero decidí que lo mejor era irme. Puede que hoy ni se acordase de que ayer me había pasado por su habitación ni de haberme contado todo aquello... Quizás, si lo recordase, se arrepentiría de habérmelo dicho por estar ebrio. Me ponía nerviosa con tan solo pensar en su reacción al verme en su cama.
Así pues, huí sigilosamente de entre sus brazos y me escaqueé de la habitación rumbo hacia la mía. Tan solo eran las seis y media de la mañana. Tenía el tiempo justo para irme a dar una ducha y prepararme para el entrenamiento.
Cuando llegué a la sala con unos leggings y una sudadera. Unos cuantos ya se encontraban ahí dentro. No me sabía ninguno de sus nombres y por como me observaban tampoco quería saberlo. Todavía no se habían olvidado de mi pequeño accidente.
Cogí una comba y salte sin parar. No deje de hacerlo ni cuando entró Ariadne acompañada de Azael, que obvio mi presencia. No sabía cuántos saltos había dado ni cuánto tiempo llevaba haciéndolo. Cuando Sharif entró el último, acompañado de Hayden que apenas se digno a saludarme, dejé de saltar. Supongo que eso significaba que no se acordaba de lo de ayer y que se arrepentía de haberme contado lo que le sucedía...
De un momento a otro, Ryan entró mosqueado, con su gran altura y sus piernas dando pasos fuertes que resonaban por toda la sala. Se subió al ring y habló alto desde ahí. Imponía tanto su figura que el silencio reinaba en la sala.
—No vuelvo a repetir que las peleas aquí dentro, no se permiten. —advirtió amenazadoramente— Al próximo que sepa que pelea sin mi consentimiento y fuera de las horas de entrenamiento, quedará suspendido por un tiempo indeterminado. —nos miró serio a todos. Estaba empezando a ponerme nerviosa incluso a mí... —Los dos participantes de la pelea de ayer junto a Dean y Álex, —Ahora entendía porque ambos no estaban aquí. Pero, ¿Cuándo fue la pelea?. Recuerdo que había estado con Álex en la lavandería por la noche y me había abrazado hasta mi última lágrima—-quiero que vengan a mi despacho ahora mismo. Como no estén allí en cinco minutos quedarán suspendidos ipsofacto. —rugió y se fue dando zancadas de la sala junto a un increíble golpe en la puerta. Tras salir el jefe, las conversaciones emergieron al aire y dos chicos, que reconocía a uno como Luke y a otro como el vecino ruidoso de Ariadne, salieron con gesto preocupado de la sala.
Un chico de un metro noventa, moreno y musculado se subió al ring tras la salida de aquellos dos y vociferó:
— ¡¿Quién lo ha dicho?!—preguntó enfadado escrutando a todos con la mirada hasta que se posó en mí. No entendía porque me miraba así si yo no tenía ni idea de nada de estas batallas clandestinas. Incluso, puede que me hubiese apuntado a alguna si lo hubiera sabido. Más de uno de aquí, necesita un buen golpe. —¿Fuiste tú? —me preguntó inquisidoramente mientras saltaba del ring furioso señalándome— ¡Maldita loca! ¡Ya no habrá más apuestas! —eso me confirmó que era el organizador de éstas. Pero ni este tipo me acusaría de nada ni nadie que no tenga pruebas sobre ello. No me dejaría amedrentar por ese hombre que avanzaba furioso hacia mí.
—No he sido yo. —afirme segura y con la mirada puesta en unos ojos que estaban a unos centímetros de mi. Me sacaba dos cuerpos y una cabeza y pico, pero mi seguridad le golpeó en sus palabras. Casi sonreí en su cara, me había acusado por ser la loca y ya está. No había razón alguna para acusarme. Sin embargo, tenía claro que había sido Ariadne porque éramos las únicas que informábamos a Ryan.
—¿De verdad? —dijo con ironía levantando una ceja—. Porque los locos soléis decir muchas cosas y no me sorprendería que con lo que hemos dicho de ti no nos hayas querido delatar.
—Estaré loca, como muchos decís. — dije chasqueando la lengua molesta. El tema empezaba a cabrearme—. Pero no soy una chivata y para tu información, —dije poniendo un dedo en su pecho y empujándolo hacia atrás sin resultado—. no sabía que teníais peleas con apuestas. Aunque, siendo sincera —sonreí malévolamente— le doy las gracias a quién lo haya dicho, porque os ha dado vuestro merecido.
Al terminar, me di la vuelta dejándolo estupefacto y a la sala en silencio. Mi rabia era tan grande que cuando salí cerrando la puerta resonó toda la pared. Nadie me paró, ni tampoco quería que nadie lo hiciera. Iría a darme un baño a la piscina para relajarme y así olvidarme de todo.
...
Subí envuelta en la toalla por el frío y nada más llegar me desprendí de ésta y me zambullí en el agua. El agua estaba templada y limpia, daba gusto tener la piscina solo para mí.
Me quite las vendas empapadas al darme cuenta de que había entrado con ellas. Era un lujo estar apoyada en el borde mientras observaba por los ventanales, la ciudad a lo lejos. Una tormenta se acercaba y el cielo estaba gris. Adoraba las tormentas porque cuando estallaban en agua y truenos parecían una metáfora de mi estado de ánimo continuo.
Pase un rato ensimismada mirando por la ventana sin pensar en nada. De repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me gire. No me gustaba esa sensación, solo me sucedía cuando sentía que iba a correr peligro. Estaba paralizada, incluso cuando supe que había gente que estaba entrando.
—Esa chica tendrá su merecido. —dijo uno de voz grave.
—Me encargaré yo mismo. —le respondió el que momentos antes me había acusado.
—Y parece que ahora es el momento. —contestó el primero con una sonrisa lobuna.
Ambos estaban con una toalla blanca sobre sus hombros y con el torso al descubierto. El de voz desconocida lo había visto con el moreno un par de veces, hablando días antes, los dos juntos. Salí deprisa del agua y cogí mi toalla envolviéndome en ella. No dejaría que ninguno me hiciera nada, pero eso no evitaba mi miedo hacia los hombres. Había llevado muchas misiones, en algunas sentía asco hacia algún sujeto y en otras miedo que camuflaba con mi rabia.
—Primero, vamos a presentarnos — dijo el moreno— para que recuerdes bien nuestros nombres. —comentó sonriente al otro lado de la piscina y a mí se me revolvieron las tripas—. Soy Mike y mi amigo —dijo señalando al rubio de rasgos fuertes— Joe.
Me faltó poco para echarme a reír. No me importaban en absoluto los nombres de estos dos zoquetes, aunque el nerviosismo empezaba a surgir por mi cuerpo.
—Hola, preciosidad. —saludó guiñándome un ojo a modo de saludo. A mi solo me entro asco.
—Te veo asustada. —dijo Mike mientras rodeaba la piscina para ir a por mí y Joe venía por el otro lado. No me daba tiempo a escapar ni tirándome a la piscina y si me tirase a la piscina, me atraparían sin dudarlo. Esperé al grandullón y sonreí para no darle el placer de creer que me tenía a su merced. El mejor ataque era la sorpresa, eso siempre desestabilizaba a tu contrincante si era lo suficientemente confiado para ello.
—¿De ti? —dije con diversión. Una diversión que no sentía— No creo.
—Ya lo tendrás cuando acabemos contigo de una buena manera. Si no te resistes podemos pasarlo bien... —rió Joe a mi espalda. Me sentía acorralada, pero en el momento en el que un cabreado Mike intento ponerme una mano encima, arremetí contra él. Pegué tan fuerte a su entrepierna que mi empeine del pie dolía.
Al instante, Joe me cogió por la espalda acorralándome entre sus brazos mientras Mike aullaba de dolor en el borde de la piscina.
—¡Puta loca! —gritó en el suelo Mike. Sabía que Mike caería a la piscina si le daba una patada, pero Joe me tenía bien sujeta.
—¿No te moverás, a qué no? —me susurró al oído, haciéndome recordar aquello que nunca quise que volviera...
(FLASHBACK)
—Siempre tan bonita . —susurró en mi oído. Tenía miedo, mucho miedo. Veía en sus ojos, el deseo. Un deseo oscuro que yo no quería apaciguar. Intenté apartarme, pero sus brazos no me lo permitían. Era el médico del orfanato Holland. Se suponía que un médico no te tendría que mirar de una manera lasciva, ni sobrepasarse ni tampoco dejarte apresada en la cama por sus brazos.
Ahora me encontraba así, sus brazos no me dejaban levantarme de la camilla. Estaba sentada con su rostro a centímetros de mí. Era tal su mirada puesta sobre mí, que me sentía desnuda, expuesta, asqueada... Allá dónde sus manos me habían rozado por solo tener una magulladura en la rodilla, ahora me daban repulsión. Me frotaría bien fuerte con jabón al acabar esto.
Había oído que a algunas de mis compañeras también las había tocado pero las más mayores no solían dejar que nada les pasase. A mí ya me había tocado varias pero nunca había ido más allá de los brazos, las piernas o el torso. Simplemente, me sobaba. Si tenia una herida en el brazo me tocaba ambos y me acariciaba la cara. Incluso, a veces, me olía. Pero hoy parecía querer más y yo sólo quería huir.
—Voy a ir a por una cosa que te vendrá bien. —dijo mientras se retiraba un poco. Lo justo para dejarme aire propio—. No te moverás, ¿no?. – dijo sonriendo como un depredador antes de comerse a su presa.
Negué con la cabeza sonriéndole y cuando se alejo a una estantería y saco una jeringa, salte de la camilla. Arrastré el dolor de mi rodilla y huí hacia la puerta sin que lo supiera. Cuando salí corrí y corrí, sin mirar atrás. A esto estaba ya acostumbrada. No me ganaría nadie esta vez. Mi padre siempre había ganado esta persecución del gato y el ratón. Esta vez, el ratón era más listo que el gato. Salí al patio vacío sin que nadie me viera con sus gritos a mi espalda. Escapé por un trozo de la verja que estaba rota con el corazón en la garganta. Esa salida, era un secreto de los que vivíamos allí para salir de vez en cuando. Huí llorando, porque por segunda vez abandonaba un hogar, y porque un hombre había sido malo conmigo igual que mi padre... Pero aún así, no mire atrás, no había tiempo. Me alejé con las piernas pidiendo a gritos que parase hasta que tropecé y caí encima de un árbol. Lloré fuertemente y con el corazón cansado me quedé en aquel frío suelo.
Volví en si de nuevo y me di cuenta de que lloraba en silencio. Aún Mike intentaba ponerse en pie. Reaccioné en el momento, no me dejaría nunca tocar por nadie. Si luche con todas mis fuerzas aquel día, lograría hacerlo de nuevo. Ya no era la misma niña asustada, ahora era otra chica. Era valiente.
Me removí entre los brazos de Joe y cuando tuve su entrepierna al alcance, le atesté un golpe con el puño de la mano y le empujé a la piscina. Cayó de lado y con un fuerte golpe se hundió en el agua. Salí corriendo al tiempo que Mike se recuperaba y Joe salía a coger aire dentro de la piscina mientras aullaba de dolor.
Llegué a la puerta y corrí. No por mucho tiempo porque choque contra un cuerpo. Lo golpeé llorando. Estaba temblando. Me había dolido recordar aquello. Había dejado a mi mente en el pasado de nuevo.
—Shh, tranquila... —me intentó calmar Hayden mientras me abrazaba con fuerza para que le dejase de golpear.
—¿Por qué te paras, tío? —comentó confuso Azael a su espalda.
—¿Estás bien? —me preguntó Sharif con gesto preocupado al lado de Hayden.
—No. —sollocé entrecortadamente mientras escondía mi cara en el torso de Hayden. Parecía una niña pequeña. Pero mi pasado me había dado más miedo que mi presente. Me había recordado lo cobarde que era, lo mal que lo había pasado, la sensación de un profundo miedo de saber que algo me iba a pasar y no poder hacer nada, la inocencia perdida de una niña y la maldad en los ojos de un hombre.
—Está temblando. —dijo Hayden preocupado. Aún seguía mojada por el agua, pero a él no parecía importarle aunque le estuviera mojando el pecho desnudo.
—¡La muy puta se nos ha escapado!. —comentó furioso Mike mientras abría la puerta con Joe empapado detrás.
Sentí tensarse a Hayden y le abracé más fuerte. No quería que me soltase. Con él me sentía segura, y creía que si no me sostenía me caería.
—¿Qué habéis intentado hacer?. — preguntó amenazante.
—Lo que se merecía que la hiciéramos. —escupió Joe.
—Yo se que se merecería que te hiciéramos a ti, cabrón. —dijo Sharif cogiéndole del cuello a Joe con un Azael cabreado detrás. Este último, le dió una patada a Mike en el torso y le retorció el brazo, empujando su cara contra la pared.
—¿Qué queríais hacerle? —insistió Azael aplastando la cara de Mike contra la pared y eso que Mike era más grande que él. Sus ojos azul océano destelleaban con ira y Sharif tensaba la mandíbula mientras sostenía a Joe por el cuello. Miré un poco apartándome de Hayden para visualizar la escena por completo, pero tan solo un milímetro.
—Queríamos demostrarla que los que mandamos aquí somos nosotros. —dijo Mike con la cara roja. Solo podía pensar en como era posible que dijera esa barbaridad.
—¡Capullo! —rugió Hayden enfadado y me estremecí— Porque está entre mis brazos ahora mismo, —advirtió y le miré. Su mandíbula estaba tensa y sus ojos miraban fieros a Mike. Parecía el león de su espalda... —sino te juro que no te dejaba sin un hueso roto en el cuerpo. —bajó el tono a uno sombrío. Uno que hizo replantearme si debía salir de sus brazos.
—Veréis que bien os lo vais a pasar cuando Ryan os expulse. —sonrió sarcástico Sharif mientras llevaba a Joe sujeto como si fuera una pluma.
—Si pudiera yo mismo te hacía tragar tu propia lengua. —murmuró Azael furioso mientras arrastraba a Mike rojo aún por la falta de aire. Cuando paso por mi lado, me sonrió y le miré como si nada, no dejaría que creyese que me daba miedo.
Cuando todos se fueron. Hayden suspiró aliviado y se separó un poco de mí. Inclinó la cabeza mirándome con preocupación mientras subía una mano a mi mejilla y me la acariciaba con el pulgar suavemente.
—¿Estás bien?¿Quieres contármelo? —dijo Hayden con cuidado sabiendo que se estaba metiendo en un terreno peligroso.
Negué con la cabeza y el asintió comprensivo. Si le explicaba lo que había sucedido ahí dentro, tendría que contarle por qué mi miedo. Mi pasado era doloroso para mí y no había hablado de él totalmente con nadie. Me pasaron muchas cosas, momentos que jamás quisiera repetir, hice cosas malas y también me las hicieron. Me guíe por las reglas de la calle y por instintos como un animal cuando comprendí que los malos eran los humanos. Nuestros grandes problemas somos nosotros mismos, que el ser humano es el peor de todos los animales. No hay nada peor que un humano sin valores, sin escrúpulos, sin un mínimo de amor...
Me observó como si mirase más allá de mis ojos. Se que debía verme fatal, con los ojos rojos y con el pelo aún empapado y la toalla enrollada de cualquier manera, pero a él parecía darle igual.
—¿Puedes acompañarme a mi habitación? —murmuré una pregunta no del todo cierta. En realidad, quería que se quedase conmigo. Su seguridad me daba paz y ahora más que nunca necesitaba eso. Sin embargo, no lo iba a admitir nunca en voz alta. Mi orgullo no me dejaba.
—No iba a dejarte sola aunque me lo hubieras pedido. —dijo seguro mientras tomaba mi mano y me llevaba escaleras abajo sin mirarme.
Una vez dentro de la habitación, él se sentó en el borde de mi cama mientras yo cogía ropa para mi y me adentraba en el baño. Sabía que me estaba dando mi espacio y se lo agradecía. No sabía que pensaba él de todo esto ni si se acordaba de lo de ayer y si era así, no parecía importarle demasiado.
Evite mirarme al espejo y me despoje del bañador de un salto. Me froté y froté, con lágrimas cayéndome por la cara. Ni siquiera el agua conseguía llevárselas .
Seguí llorando e hipando cuando salí de la ducha. Estaba llorando todo lo que nunca había llorado porque no había tenido tiempo para ello o fuerzas para recordarlo. Tanto tiempo evitando pensar lo que me había pasado que empezaba a pasarme factura.
Salí del baño con el pelo chorreando y con una sudadera sin capucha y unos pantalones de deporte grises. Los ojos de Hayden me seguían a cada paso que daba, pero no me atrevía a mirarle. Quizás, asustada porque viera lo que escondía tras mis ojos irritados de tanta llorera. Quizás, porque no quería ver pena en los suyos...
—Mírame, por favor. —me pidió suavemente.
Levanté la cabeza segundos más tarde cuando tan solo dos pasos pequeños me separaban de donde estaba él en la cama. Sus iris esmeralda brillaban y su pelo rubio estaba revuelto. Siempre estaba tan guapo con sus largas pestañas rubias enmarcando sus ojos, su fuerte mandíbula, su corta barba y su piercing negro...
Sentía que me miraba como nunca antes alguien me había mirado. No había pena en sus ojos, tan solo curiosidad, interés y preocupación. Me relajé sin saber que había estado nerviosa a la espera de su mirada.
—No tengas miedo de mirarme, nunca. Sé lo que es guardar algo que te destroza por dentro una y otra vez y tener que aguantar las miradas del resto. —dijo firme. ¿Tanto se notaba el miedo que tenía?. Mi corazón estaba desbocado y bajo su mirada mis piernas parecían no sostenerse.
—No lo tendré. —aseguré más firme de lo que sentía.
—¿Quieres contarme lo que te ha pasado? —preguntó cauteloso— Ya se que no es solo por Mike y Joe. Habrás podido con hombres peores que esos dos estúpidos...
—¿Puedes tan solo abrazarme? — pregunté interrumpiéndole. Su rostro se relajó y asintió. Seguí su mirada y me senté en su regazo. Me envolvió entre sus brazos y olí aquella colonia dulce que siempre llevaba. Había anhelado su olor y no me había dado cuenta hasta ahora.
—Eso no tienes que preguntármelo. — susurró en mi oído y mi corazón saltó como nunca antes. Escondí mi cara en su cuello y nuestros corazones latieron juntos. Nunca antes me había sentido tan bien, pero con él obtenía una comodidad y familiaridad angustiosa y devastadoramente preciosa.
No sé cuanto tiempo pasó con sus caricias por mi espalda y mis suspiros por cada una de estas. Ni en que momento ambos nos habíamos tumbado en mi cama ni cuando había acabado con su mano en mi pelo acariciándomelo y yo abrazada a su suave torso sin camiseta. Mentiría si no dijera que había disfrutado cada una de las veces en las que mis manos habían pasado por sus abdominales definidos.
Sin embargo, alguien llamó a la puerta rompiendo nuestra serenidad. Ambos levantamos la cabeza como si tuviéramos un resorte y mire hacia ella sin ganas. Me levanté como si mi cuerpo pesase y con el calor de Hayden aún en mi cuerpo.
Abrí y un aroma familiar me asfixió. Me paralicé al sentir el abrazo de Ariadne. Mis brazos estaban inertes a cada lado de mi cuerpo y los sollozos de ella retumbaban en mi hombro.
—Lo siento mucho. —decía entre sollozos— No debí haberme alejado de ti. He sido una tonta. —confesó y la abracé con fuerza. Cerré los ojos y suspiré aliviada. Ella aún estaba conmigo y eso me hacía sentir bien. Había estado tristemente sola, confundida, perdida y sin ayuda. Pero la perdonaba porque en parte había tenido la culpa de su distanciamiento.
—No pasa nada. —la dije acariciando su espalda.
Se apartó y me miró con sus ojos grises tristes. La sonreí de corazón. Hacía días que no hablábamos y mentiría si dijera que no la había echado terriblemente de menos. Era como mi hermana y eso dolía en el alma.
—Os dejo chicas... Thalia, ten cuidado. —murmuró Hayden a mi espalda. Ariadne levantó una ceja mirándome mientras dejábamos a Hayden pasar. No quería que él se fuera, pero tampoco le retuve aunque una parte de mi lo deseaba con fuerza... ¿Qué me estaba pasando?.
Cerré la puerta y ambas cogimos asiento en mi cama como siempre hacíamos después de finalizar la jornada, para ponernos al día de los cotilleos o de lo que habíamos aprendido.
—¿Prometes escucharme hasta el final? —me preguntó mientras me miraba fijamente. Asentí en respuesta—Bien. —suspiró— Siento mucho haberme alejado de ti. Pero cuando te vi aquel día cegada por una rabia que no sabía que escondías, con esos ojos —comentó triste— vacíos, perdidos, peleando contra el saco como si fuera tu peor enemigo. No es que no hubiera visto esos mismos ojos en las misiones, sino que, esta vez toda esa rabia te gobernaba. No te pido, —añadió rápidamente— de ninguna manera, que me lo cuentes. Sin embargo, me duele verte así y no saber que te pasa. Te quiero muchísimo, Thalia. —admitió con ternura y yo acorralé las lágrimas en mis ojos— Se que si no me has contado esto es porque tienes miedo de que si alguien lo supiera pudiera utilizarlo en tu contra. —dejé de mirarla porque era cierto— Yo nunca te haría daño con eso. Solo quiero ayudarte y comprenderte es el primer paso para poder hacerlo. Sé que mi ayuda, tampoco te va a otorgar paz. Quizás, sin embargo, si lo compartieses conmigo, sentirías que ese peso que cargas a tus espaldas llegué a ser menor. No me importa cargar esto junto a ti. —dijo cogiéndome una mano para estrecharla entre las suyas en un gesto maternal— Tú ya cargas con el mío por completo y nunca me he sentido mejor. Sé que a Venus tampoco le has contado la historia completa. Tampoco te pido que me la cuentes a mí, si no quieres. Ni tampoco que me la cuentes entera si tanto dolor te causa. Solo quiero que me digas qué te pasa... —finalizó respirando por fin.
—Tienes razón. —confesé mirándola después de unos cuantos segundos de reflexión por todo lo que me había soltado— Es hora de que te cuente todo, mereces saberlo. —dije tristemente— Confío en tí y mi única condición es que no me mires distinto después de todo esto...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top